Me hicieron creer que era afeminado. (48)

En casa del director las cosas no salieron como había previsto, José se hizo el “amo” y vi la manera de escabullirme, luego llegó el momento de Rosa, el más feliz o uno de los más felices momentos, ya fui padre de verdad.

Alicia continuó besando a José ávida de sus labios carnosos, a la vez me cogía la polla y se abrazaba a él, notaba la pasión que le ponía a sus besos pues me apretaba el tronco con brío, el muchacho negro se dejaba hacer pues no tenía suficiente confianza con la escena, mientras el director con los pantalones bajados se masturbaba la polla, en su oficina vi como follaba a la secretaria pero no se la llegué a ver, ahora frente a mí quedé sorprendido y no me extrañó que todas las féminas de la oficina estuvieran dispuestas a pasar por aquella verga.

Llegué a sentirme un poco desplazado porque con el negro ya sabía que no tenía comparación pero con el director todavía guardaba un poco de estima, con lo que acababa de ver ya tenía mis dudas.

De pronto sentí cómo la mano de Alicia aflojaba mi falo y al poco lo abandonaba, alargué la mano para cogerle una teta y empezar yo a cumplir su fantasía pero me di con su espalda, estaba dedicada completamente al negro y con las dos manos le agarraba la verga que le acababa de descubrir, desde aquel momento era totalmente suya, me ignoró y se dedicó en cuerpo y alma a José.

Miré a su marido que con la polla en la mano se extrañaba tanto como yo, hacíamos un cuadro grotesco y me senté a su lado ya que no hacía nada al lado de los dos revueltos de brazos y piernas.

Estuvimos un rato, mirando y esperando para entrar en acción con las pollas en la mano manteniéndolas en forma.

Alicia hacía todo lo posible por aprovechar aquella estaca de carne caliente y dura. Estaba empeñada en meterla en la boca pero no podía ni empujándola con las dos manos, José le daba lamidas a las tetas con aquella boca que abarcaba media cuando podía cazarla y la mujer se quedaba sin respiración a cada chupada.

En el juego estuvieron fogosos los dos, José ya se había calentado y atacaba a la mujer con sus mejores armas, tuvieron un momento de “lucha” por conseguir el dominio pero cuando José la levantó en alto como hizo con Elena y la arrodilló en el sofá con la cabeza hundida en el respaldo y apuntó la polla en el coño brillante de flujo, Alicia quedó inmóvil.

Se hizo el silencio, hasta nosotros dejamos las pollas sueltas a la espera de lo que pasara, el grito que dio Alicia hizo eco en toda la casa, el gigantón de José la tenía cogida de las caderas inmovilizándola y sin dejar de empujar le iba metiendo centímetro a centímetro la barra caliente en el coño.

  • ¡José, detente, no empujes más, me estás matando, esto no es normal, mi marido la tiene grande pero tú eres un burro empalmado.
  • Doña Alicia no diga eso porque apenas le he metido la punta.
  • ¡Noooo, más no, ya tengo bastante, te lo juro!
  • Todas dicen lo mismo pero ya verá cuando le pegue los huevos en el coño.
  • ¿Qué dices loco?, me va a salir por la boca, insensato.

Nosotros de espectadores comprobábamos que José tenía razón, sólo le había metido unos diez centímetros pero ella no mentía tampoco, todavía quedaba por entrar más de un palmo y parecía que José no aflojaría hasta verla enterrada toda.

Alicia daba puñetazos al sofá queriéndose imponer pero no podía moverse, estaba empalada como una aceituna y si se movía la partía por adentro.

José la dejó descansar un momento pero le cogió las tetas que colgaban, ella se incorporó creyendo que ya estaba todo bien y apoyó su cabeza entre los hombros del negro, éste la besó en el cuello, él no sabía que era el punto débil de Alicia y se echó a temblar cayendo con la cabeza sobre el asiento.

José la sujetó mejor, la puso a lo largo del asiento y apoyó la cabeza de la mujer contra el reposabrazos, allí no podía huir aunque quisiera, él puso un pie en el respaldo y el otro en el suelo y volvió a sujetarla por la cintura, la polla como un embolo volvió a entrar despacio pero sin pausa, la mujer volvió a gritar, llorar y maldecir pero José parecía sordo a todo.

Quise intervenir en favor de la mujer, los dos estábamos convencidos que aquella polla enorme no podría entrar pero José estaba decidido y el director me cogió del brazo deteniéndome.  Quería que su mujer cumpliera con creces su fantasía, aquella polla era mucho más de lo que había soñado y debía aprovecharla.

Nos acercamos para acariciar a Alicia chupándole las tetas y hacerle más llevadero el “castigo” pero nos apartó, la quería para él sólo.

Ya llevaba la mitad metida y Alicia ya no lloraba ni decía nada, simplemente se resignaba gimoteando y gimiendo, de pronto él paró y Alicia suspiró, al notar que se retiraba un poco empezó a jadear de gusto, su vagina estaba acomodándose a aquel diámetro y ya no era tan doloroso.

El negro sabía lo que hacía, sin avisar escupió en el tronco que quedaba por entrar y empujó de golpe, diez centímetros entraron de un tirón y el chillido desgarrador nos asustó a todos menos a José, todavía quedaba un tercio de polla pero Alicia no lo sabía, ni nosotros le informamos, la metida fue aunque inesperada más satisfactoria pues se cogió los pezones y los pellizcó.

José cumplió su palabra, al tercer empujón la polla se hundió hasta pegar sus rizos negros del pubis a las nalgas de Alicia, ésta ya sólo sollozaba, con las manos crispadas arañando la tapicería del sofá sólo rogaba que no se moviera pues estaba atravesada por aquella monstruosidad.

Éste demostró que sabía lo que tenía entre las piernas y la fue sacando despacio, al tenerla casi afuera escupió de nuevo y sin parar la clavó otra vez hasta el fondo, Alicia ya no lloró, ya gimió de placer, el coño estaba dando de sí y ya no le parecía tan bestial.

  • ¡Aaaah!  Tenías razón José, ha valido la pena sufrir un poco, ahora no pares, es la mejor polla que me han metido.

El director y yo nos miramos, parecíamos eunucos al lado de aquello que entraba y salía de su mujer, con la mirada le dije que ya no hacía falta allí y que me iba, el no encontró argumento para retenerme y se encogió de hombros, cuando pasé por al lado de la pareja para recoger mi ropa la polla de José cosía literalmente a Alicia, vi como la vagina con los labios mayores y menores entraban junto a la barra y salían cuando la sacaba pero Alicia con las piernas totalmente abiertas no se quejaba, al contrario iba en su busca.

Casi de puntillas salí de la salita pero el susto que llevé casi me hizo gritar a mí, me encontré con dos ojos al otro lado de la puerta en plena oscuridad y una mano tapó mi boca, cuando pude distinguir vi a Cecilia, llevaba la ropa abierta, la falda subida y sin bragas, las manos le brillaban mojadas y cuando me liberó la boca pude preguntar…

  • ¿Qué hace aquí Cecilia?, se suponía que estábamos solos…?
  • Volví hace rato porque la pastelería a que iba estaba cerrada por defunción del dueño, me puse triste porque lo conocía y me vine a casa, me acosté pero los gritos de doña Alicia me despertaron y ya ves, no he podido resistir la escena.
  • Lo entiendo, yo también estoy impresionado.
  • ¿No dirás nada a los señores, verdad?
  • ¿Cómo me dices eso Cecilia?, lo que debes hacer es ir al lado del señor, se está pelando la polla él solo y necesita un culo donde meterla, ¿no te apetece que sea el tuyo?
  • Claro Carlos, es lo que más me gusta desde que estuve en tu taller.  Voy a entrar.
  • Suerte Cecilia pero, deja la ropa aquí afuera.

Cecilia me hizo caso y se desnudó en el pasillo, la vi entrar tímidamente y sentarse al lado del director, éste se sorprendió al verla y además desnuda pero pronto se rehízo y la sentó sobre él de cara a la pareja que follaba desaforadamente, la cogió por atrás de las tetas y por la cara que hizo la mujer comprendí que se la había metido en el culo sin lubricar, todavía estuve unos minutos hasta que viendo que todo estaba en marcha me vestí y salí a la calle.

Cuando llegué a casa mi mujer estaba durmiendo y entré en la cama sin hacer ruido, la polla estaba semi dura pues no había podido descargar y no podía dormir.

  • ¿Qué pasa amor?
  • Nada Rosa, sigue durmiendo.
  • ¿Ya has venido, te esperaba para después del desayuno, qué ha pasado?
  • Nada, no ha pasado nada, que José ha monopolizado a la señora y yo sobraba.
  • ¿Y el marido que ha hecho?
  • Pues al principio mirar como yo pero después le he enviado a Cecilia y cuando he salido le estaba dando por el culo, todos contentos pues.
  • Me alegro de tenerte en casa a mi lado pero… entonces tú no…
  • No pero déjalo, ya habrá tiempo.
  • Mejor que ahora nunca, espera.

Rosa se volvió hacia mí y bajó la cabeza hasta la mitad de la cama, encontró mi polla y sin olerla siguiera se le metió en la boca, su panza no le dejaba hacer posturas raras pero me puso la verga como un palo luego se dio la vuelta y se puso de espaldas, levantó una pierna y entre las suyas tiró de la polla, sacó el culo hacia mí y dijo.

  • ¡Ahí tienes mi culo, llénalo!
  • Gracias Rosa, ¡qué haría yo sin ti!

Cuando hube metido la polla en su culo bajó la pierna atrapándome entre sus nalgas, pasé la mano por debajo de su brazo y cogí la teta que descansaba sobre la otra, estuve moviéndome despacio, no tenía ninguna prisa y ella parecía dormir plácidamente.

La barriga de Rosa descansaba a un lado, notaba cómo hacía ruidos y golpes, era emocionante sentir vida dentro de mi mujer.  Todo eso me emocionaba y sin darme cuenta iba acelerando mi cadera y la polla ganaba en frecuencia y porque no decirlo, en dureza y grosor, de pronto noté cómo me mojaba los huevos y la polla, imaginé que mi mujer en silencio se estaba corriendo como una loca seguramente tan emocionada como yo pero al instante se volvió hacia mi sin pensar que tenía la verga al máximo a punto de correrme y me dijo casi sentándose en la cama.

  • ¡Carlos, me estoy orinando!
  • Calla mujer, lo que ocurre es que te estabas corriendo y soñabas…
  • ¡Qué no, que yo sé cuando me corro y cuando me meo, fíjate!

La mancha que había en la sábana no era normal para una corrida por exagerada que fuera y nos miramos a los ojos y casi al mismo tiempo dijimos…

  • ¡He roto aguas!
  • ¿Seguro?  Si la doctora te dijo que todavía no te tocaba.
  • Pues se habrá adelantado, ¡vamos levántate!

A partir de ese momento las alarmas saltaron, a mi me dio una flojedad en las piernas que apenas sabía qué hacer ni dónde acudir, Rosa demostró mucha entereza y ordenaba marcialmente.

Obedecí sin rechistar como un autómata, me enteré que ella tenía un maletín preparado desde hacía tiempo por si acaso había que salir corriendo.

Me vestí sin mirar lo que me ponía, luego descubriría el ridículo que hacía con un calcetín de cada color, a la clínica llegamos volando como si nos persiguiera Eliot Ness , dejé las puertas del coche abiertas y acompañé a Rosa a Urgencias, los camilleros  y enfermeras me tranquilizaron y de paso se rieron un poco de mi.

No conocía el temple que tenía Rosa hasta ahora, hasta ella me daba ánimos a mí, yo no respiraba a gusto temiendo que algo fuera mal, mientras esperábamos a que nos llamaran me dijo al oído…

  • ¿Te has fijado esa enfermera qué pezones tiene?  Los tiene negros y se le marcan en la bata blanca.
  • Por favor Rosa, que estoy hecho un flan y me sales por esas…
  • Es que me he acordado que he interrumpido tu corrida.
  • ¿Qué no dormías?
  • ¿Cómo iba a dormir con tu polla en el culo?
  • Pues no decías nada y creo que hasta roncabas.
  • Claro, para no desconcentrarte pero me daba mucho gusto y el pezón también, yo creo que se me ha adelantado el parto por eso, jajaja me has empujado por dentro, jajaja.
  • No te burles de mi Rosa que estoy temblando.

La misma enfermera de los pezones negros nos llamó y acudimos rápidos, traía una silla de ruedas y al prepararla para que apoyara los pies se le abrió la blusa blanca y enseñó una teta que se asomaba un poco del sujetador, miré por inercia y mi mujer sonrió al ver que me convencía, tenía un par de tetas que disimulaba malamente con la bata blanca.

El rato que siguió no se lo doy a pasar a nadie, acompañé a Rosa en el parto animándola aunque yo tenía peor cara que ella pero cuando oí al médico pedir el bisturí me asusté.

  • No es nada es para cortar un poco la vagina, así saldrá más fácil, es una niña muy grande.

A las seis de la madrugada ya tenía un momento a mi hija en brazos, luego se la dejaron sobre el pecho de Rosa, la mamá estaba guapísima aún con el pelo medio revuelto y sudado por el esfuerzo, la bebé apoyaba su cabecita entre los pechos de Rosa y al rato nos llevaron a su habitación.

Yo estaba de florero pues no me dejaban hacer nada, durante la mañana acudía la enfermera y cambiaba a la niña sobre la cama de Rosa, yo intentaba colaborar pero me tenía que rendir a la evidencia y en una ocasión la enfermera levantó la mirada y me pilló mirándole el escote, vio adonde miraba y sonrió.

Llamé a mis compañeras de la tienda que se alegraron infinito y prometieron venir a vernos a mediodía, en efecto Bea y Elena entraron como un tornado en la habitación y después de besarnos cogieron a la niña que acababa de mamar, yo estaba feliz pero desfallecido, las mujeres casi me obligaron a ir a comer algo a la cafetería del hospital y con la tranquilidad que se quedaban ellas fui a comer algo, lo cierto es que ya tranquilo aproveché y comí como un rey, después del café subí a la habitación otra vez, ciertamente me encontraba renovado y cuando abrí la puerta de la habitación las tres se volvieron y me miraron sonrientes.

No dijeron nada pero Bea me hizo sentar en la butaca reclinable del acompañante y sin más me abrió la bragueta, miré asustado a Rosa que me observaba complacida.

  • Les he contado lo que pasó en casa del director y que estás todavía sin correrte desde entonces, me sabe mal que tengas los huevos llenos ya que no te corriste tampoco conmigo por lo que se han prestado para vaciarte porque estás demasiado tenso.
  • Pero mujer… si asoma la enfermera.
  • Eso quisieras tú, jajaja pero acaba de salir y ha dicho que tardará un buen rato y que si necesito algo que la llame.

Ya no pude replicar porque Elena se había colocado entre mis piernas y a estirones me había sacado los pantalones, Bea reclinó el respaldo y me puso su coño en la cara, mi mujer nos miraba con envidia y se reía al verme balbucear con la boca llena.

Elena demostró que era todo una experta y me llevó al clímax en un momento, con dos manos me hizo una paja que no tardé en llenarle la boca de leche, Bea se corrió en mi boca pero se volvió a Elena y le dijo…

  • Sigue chupándosela que no le baje, todavía le voy a sacar hasta la reserva.

Elena no dejó que me bajara la polla y la sostuvo vertical hasta que Bea se acercó a ella y se sentó sobre mí, con los pies en el suelo me cabalgó, Elena me ofreció su coño también, noté que era más tierno que el de Bea y le hice correrse pronto.

Mi segunda andanada de semen llegó cuando Bea saltaba y gemía, al notar que se iba a correr levanté la cadera y le ofrecí toda mi polla dura, quedó inmóvil un momento y una serie de sacudidas la hicieron temblar cuando se corría, cayeron las dos sobre mi y poco a poco se fueron reponiendo, yo quedé aplastado por los dos cuerpos pero feliz y satisfecho, me relajé y sin darme cuenta me dormí.

Cuando desperté las chicas ya no estaban, estaba oscureciendo y la enfermera estaba cambiando otra vez a la niña, me sorprendió verme porque estaba perfectamente vestido en la butaca, me levanté y vi a mi mujer que acababa de darle pecho a la criatura, la enfermera le limpió los pezones y se le pusieron duros como piedras, la enfermera me miró de reojo y vio que tenía la polla un poco alborotada.

Lo que más me sorprendió fue que al despedirse nos dijo con cierto tono…

  • Bueno esta noche tengo guardia, si necesitan cualquier cosa llámenme, lo digo en serio, “cualquier cosa”.
  • Gracias lo tendremos en cuenta , -dijo Rosa-

Me miró con la sonrisa pícara que le conocía y ya de noche cuando empezaron abajar las luces me dijo…

  • Luego más tarde te acercas al control de enfermería y pides una sábana para cubrirte tú en la butaca, seguramente bajarán el aire acondicionado y tendrás frío, me ha dicho que posiblemente mañana nos vayamos a casa.

Efectivamente nos quedamos sólo con la luz de ambiente y pronto mi mujer se durmió, la niña no daba trabajo y dormía como un angelito, sobre las dos de la madrugada sentí frío, recordé lo que me dijo Rosa y salí al pasillo.

Apenas habían dos luces en todo el pasillo, sólo estaba iluminado el control de enfermería y acudí, no había nadie y por no despertar a alguien esperé por si aparecía la enfermera,  sólo se oían los ronquidos que salían de las habitaciones y afinando un poco el oído oí unos gemidos que salían del cuarto de enfermeras, sin querer toqué una bandeja de acero que hizo ruido y al momento apareció un chico joven con la cara colorada abrochándose la bata blanca, enseguida asomó la enfermera, limpiándose los labios con la manga, los tenía desdibujados de rojo y me miró al fondo de los ojos.

  • Perdone que la moleste, sólo quería pedirle una sábana para cubrirme un poco porque va haciendo fresco.
  • Ah, entiendo…  Federico, quédate el cargo que voy a darle una sábana al señor… sígame al cuarto de lencería…

La acompañé al cuarto que estaba lleno de estanterías con toda clase de ropa de cama, la enfermera miró y al final eligió tres sábanas.

  • No, no me entendió, sólo necesito una para echármela por encima de la butaca.
  • Shiiit, déjeme a mí.

Extendió dos sábanas en el suelo y se quitó la bata blanca, yo no sabía adónde mirar, llevaba el sujetador mínimo y además lo llevaba bajado, las tetas afuera subidas por la prenda apuntaban los pezones hacia arriba, estaba húmedos, entonces caí que el otro enfermero se las estaba chupando y ella seguramente la polla a él, ya no me contuve y la puse en cuatro, ella reía pero sabía lo que le esperaba pero cuando vio lo que sacaba de la bragueta quedó seria por un momento.

De un solo golpe se la metí en el coño, gimió de dolor pero seguí metiéndola sin parar, necesitaba desahogarme, mis chicas me habían vaciado sin poder hacer yo nada ahora la enfermera iba a probar mis ganas.

Le colgaban las tetas afuera del sujetador moviéndose al ritmo de mi polla, las cogí y las amasé, ella gemía una vez pasada la sorpresa, estaba empapada y la polla entraba suavemente chapoteando en el coño de vez en cuando hacía ruido el aire que inyectaba el entrar, parecían ventosidades pero no me importaba, ella sabía de lo que se trataba.  En una salida calculé mal y me salí del todo, empujé y la polla resbaló hacia arriba.

  • ¡Nooo, por ahí no, se ha equivocadoooo!
  • ¿Por qué no?  No creo que no lo hayas probado nunca.
  • No, por el culo no lo he hecho nunca.
  • Pues esta noche va a ser la primera vez, apoya la cabeza en el suelo.
  • Nooo, aaaag.

Costó un poco entrar el capullo pero entró al fin, la enfermera intentando huir se echó hacia adelante cayendo de bruces, yo caí sobre ella pero mi polla no salió, ya no pudo esquivarme y con los pies separé sus piernas y me dejé caer.

La verga entró en tres movimientos, tras el capullo noté el vientre de la chica y frené, tanteé dos veces y cuando noté la vía libre empujé de una vez, quedé tumbado sobre su espalda, cogí las tetas que salían por los costados y me moví con desesperación, la chica ya no se quejaba pero separaba las piernas y los brazos en cruz, dejándome hacer a mí.

Me pude incorporar, la cogí de la cintura y la elevé sin sacarle la polla, ya colaboraba moviendo el culo hacia mí y gemía al tiempo que su mano acariciaba con furor su clítoris, se corrió y se volvió a caer sobre la sábana, la polla se salió, ya no le quise meter la polla en el culo y la di vuelta, las tetas eran hermosas, no se aplastaban al estar boca arriba y me senté sobre su pecho, la polla entre sus tetas se movía frenéticamente, ella las sujetaba y lamía el capullo al salir de entre ellas,  cuando me iba a correr la cogí de la nuca y la atraje a mí, se tragó más de media verga y se agarró a mi culo para no caer hacia atrás, movió la cabeza hasta que notó que el glande palpitaba y acabó de tragar el tronco que quedaba.

Su garganta tragaba a duras penas lo que le llegaba, leche recién fabricada y caliente, cuando sacó la polla todavía salía aunque sin presión pero le mojé las tetas.

La enfermera recogió con los dedos las gotas que le salpicaban las tetas y se las llevó a la boca, todavía me relamió la polla hasta dejarla brillante,

Antes de salir del cuarto de lencería todavía le chupé los pezones, tenía ese capricho desde la primera vez que la vi y lo hice, ella me los ofreció juntos y me deleité con ellos, salimos como si nada y me acompañó a mi habitación.

  • Lo acompaño por si su mujer necesita algo.
  • Lo que quieras, gracias.

Cuando entramos Rosa estaba despierta y me preguntó…

  • ¿Qué tal, todavía tienes frío?
  • De momento se me ha pasado, es una suerte.
  • ¿Se ha portado bien mi marido, enfermera?
  • Mucho mejor de lo que me imaginaba, no se ha equivocado, es todo un semental y tiene una polla que… la felicito.
  • Gracias, ya lo sé.

La enfermera salió y me quedé mirando sorprendido a Rosa.

  • Ha sido un regalo, sabía que esas tetas te llevaban loco y noté que a ella le hacía falta una polla como la tuya y veo que no me equivoqué.
  • No, no te has equivocado, gracias a ti pero ahora vamos a dormir, que estarás cansada.
  • Si mi amor.

Nos dimos un beso, en mis labios tenía el olor al perfume de las tetas de la enfermera pero Rosa no dijo nada y se durmió.

Al día siguiente después de la revisión el médico nos dio el alta y salimos a la calle, en la parada del autobús vimos a la enfermera que marchaba para su casa, estaba lloviendo y Rosa me dijo.

  • ¡Mira a la enfermera! ¿por qué no la llevamos a su casa?
  • Lo que tú digas cielo.

Al llegar a mi casa todo estaba preparado, la señora que nos cuidaba se había esperado para acomodar a Rosa y se ofreció para cualquier cosa, le dije que no, que yo me encargaría y así fue, la niña era un cielo y se portaba de maravilla.

A media tarde sonó el teléfono, era Bea que gritaba alborozada.

  • Acaban de llamar del pueblo.
  • ¿Quién, mi madre, está bien, mi hijo también?
  • No era tu tía, acaba de ser abuela, enhorabuena tío.

Miré a mi mujer y me dijo al colgar.

  • Enhorabuena papá, jajaja, dos hijos de una vez eso es buena suerte y no son gemelos, jajaja, llámale a tu tía, se alegrará y cuéntale a tu madre que también es abuela de una niña.

Hablé con Teresa y se emocionó al saber que ya era papá y ella abuela, se puso hasta Carlitos y me dio un beso al aire, mi madre me contó que Cris había tenido un niño como sabíamos y que estaban bien aunque le habían practicado la cesárea, Julia estaba encantada y no la dejaba ni a sol ni a sombra.

De vez en cuando yo llamaba a la tienda, no quería alejarme de Rosa aunque ya se levantaba y hacía más cosas de las convenientes, tenía miedo a los puntos que le habían dado pero ella parecía no darle importancia.

Cuando recibí una llamada de la tienda me extrañó, normalmente era yo el que llamaba a horas que sabía que no habría clientela, Rosa fue la que cogió el teléfono y de momento se puso triste y se echó a llorar, la miraba sin saber que pasaba pero ella no me dejaba el teléfono ni me contaba lo que pasaba cuando colgó me abrazó y siguió llorando.  Ya estaba muy nervioso cuando balbuceó a mi lado…

  • Ha muerto, ha sido de repente, ¡qué pena tan grande, era una buena persona!
  • Pero ¿quién Rosa, quién ha muerto?  ¡Me estás poniendo muy nervioso!
  • La señora Francisca, pobre mujer.
  • Lo siento, es verdad, perdona si te grité pero cómo no decías quién, de verdad era una buena mujer, gracias a ella estamos aquí los dos, fue mi mecenas, hizo lo posible para que saliera del pueblo y viniera a tu academia a Madrid, gracias a ella te conocí, le debo mucho.
  • Le debemos Carlos, le debemos.

Mandé una corona para su entierro, según mi madre fue la más grande de todas y llevaba muchas pero me excusé que no podía abandonar a Rosa y a mi hija en aquellos días, lamenté no haber estado más cerca de ella en los últimos tiempos pero el trabajo y la vida en Madrid me había absorbido totalmente.

Cuando pasó un tiempo prudencial volví a la tienda, el trabajo estaba un poco atrasado y debía ponerme al día, notaba que las chicas estaban pendientes de mi, en casa Rosa me mimaba demasiado, pensé que se sentía un poco apenada porque después del parto y con los puntos que le dieron no podíamos hacer el amor, a mí eso no me importaba, sólo con verla tan ilusionada con la niña y sobre todo la maravilla de ver a la niña engordar cada día mamando de su madre me llenaba, veía los pechos de Rosa de diferente forma, a veces me los ofrecía para que mamara de ellos con la excusa de que se los chupara, lo hacía pero no era igual que antes, ahora había un componente diferente.

Algunos días tanto Elena como Bea hacían lo posible por tenerme animado, me hacían toda clase de halagos y caricias y si notaban que me  marcaba la polla en el pantalón, se arrodillaban enseguida y me hacían una mamada que me relajaba, yo procuraba responder a sus iniciativas y las follaba cariñosamente.

Una mañana estando en el taller entró Elena, yo tenía la cabeza entre las manos pensando una solución para el cuerpo de un vestido y no se me ocurría nada, me quitó las manos y me besó, fue un beso tierno, sin malicia pero me puso como un burro, la levanté y la subí a la mesa, puse sus piernas sobre mis hombros y las abrí, las bragas que llevaba eran delicadas, ya había aprendido todo lo que sabía Bea y más, las enganché en una de sus pequeñas nalgas y metí la cara entre ellas, le comí el coño y el culo mientras gemía y cuando se corrió en mi cara saqué la polla y la hundí en su coño, la follé con muchas ganas hasta que se corrió, cuando le bajé las piernas vi a Bea que sonreía desde la entrada a su tienda, al bajar al suelo Elena me dijo estirándose la falda.

  • Carlos, eeeh, venía a decirte que en la tienda hay un señor que te busca…
  • Haberlo dicho antes Elena.
  • Es que no me has dejado Carlos, me has follado sin dejarme hablar…
  • Es cierto perdona.
  • No te perdono, lo has hecho muy bien.  Gracias Carlos.

Subí con el recelo que fuera el director con alguna otra propuesta, ya estaba decidido a decirle que no cuando apareció un joven trajeado y de aspecto serio.

  • Buenas tardes soy Carlos, creo que pregunta por mí.
  • Sí, soy Julio, pasante del Notario don Narciso, vengo para rogarle que acuda a hablar con él, no estoy autorizado para decirle el motivo pero es importante.
  • Muy bien… dígale al señor Notario que iré cuanto antes.

Continuará.

Ruego que si les gustó valoren y comenten.

Gracias.