Me hicieron creer que era afeminado. (47)

Los preparativos para el regalo que quería hacerle el director a su mujer ocupó bastante de mi tiempo y tuve que recurrir a Inés que me facilitó las cosas, recibí una sorpresa por parte de Cari, no conocía esa faceta suya.

Cuando salí del despacho, el director me acompañó a la puerta, puso la mano en mi hombro en un gesto de superioridad convencido de que la demostración que me dio me había deslumbrado, lo cierto es que salí con la sensación de que los pies no tocaban el suelo, la morena me había dejado plenamente satisfecho, aún así al ver la cara pecosa de la telefonista me dieron ganas de despedirme allí mismo del director y llevarme a la pelirroja aunque fuera al cuarto del archivo y haber acabado lo que empecé, de todas formas con la mirada me dio a entender que no daba por zanjado el encuentro.

No era la primera vez que me ocurría algo parecido y no me llamó la atención demasiado, prefería organizarme la vida a mi mismo pero aquel caballero demostraba un poderío al que era difícil negarle nada por lo que dejé que él organizara la reunión.

Como dijo que el cumpleaños de su mujer era pronto tuve que moverme rápido, no tenía idea de que hacer para contentar a la señora, sabía que el “plato” fuerte era yo aunque él se “subía al carro” para que creyera que era un regalo con todo el amor de marido.

Tuve suerte porque al comentarlo a mi mujer y mis compañeras todas estuvieron de acuerdo que aquel personaje era muy influyente cuando conocieron su nombre y ellas mismas me animaron a no defraudarlo.  Miré a Rosa y encogió los hombros, sabía lo que quería decir, me recordaba por enésima vez que tenía libertad absoluta respecto al sexo y ella misma me aconsejó que debía preparar una buena fiesta.

De quien menos pensé salió la idea, Elena al conocer la fantasía de doña Alicia, imaginó con su mente juvenil un tópico que por ser muy recurrente no era del todo falso, al contarlo como una chiquillada nos miramos los cuatro, nos quedamos callados y serios, la chica se ruborizó, creyó que había dicho una tontería o peor una obscenidad pero de pronto Rosa y Bea se abrazaron a ella felicitándola por la buena idea que tuvo.

Al ver la buena acogida me acercó el teléfono y buscó en la agenda, ella misma marcó y pronto contestó una voz femenina que reconocí enseguida en mi mente.

  • ¡Hola Carlos! ¿cómo estás?  Ya hace mucho tiempo que no hablamos, dime en que puedo ayudarte.
  • Hola Inés, tienes razón el tiempo pasa demasiado rápido, aunque por ti no pasa, todos estamos atentos a tu carrera y te vemos cada día más guapa y más profesional, nos sentimos honrados de que en nuestros comienzos fueras nuestra “top model”
  • Ya sabes que estoy siempre a tu disposición, cuéntame.
  • Bueno… es un poco delicado ¿tienes tiempo para que hablemos?
  • Sí claro, para ti siempre, dime.

Me arrellané en la butaca de Elena y rodeado por ellas expliqué a mi modelo favorita el problema que tenía delante, Inés era una belleza negra, desde que la conocí siempre la había contratado para que presentara mis modelos más exclusivos por su belleza, su exotismo y por supuesto su profesionalidad.

La modelo atendió y entendió el problema, después una carcajada resonó por el auricular tan fuerte que lo oyeron todas las compañeras.

  • Jajaja, ¿y eso le preocupa a mi amigo Carlos?
  • ¿No te parece bastante motivo para preocuparme?  Es un señor muy influyente y como te digo no tiene problemas en tener todo un harén a su disposición, lo único que pretende es quitarse a su mujer “de encima” en la cama, claro y vivir tranquilo follando a las bellezas que colecciona en su empresa, jajaja.
  • Está bien Carlos, era una broma pero creo que estás capacitado para satisfacerla tú mismo.
  • No sería la primera vez pero en esta ocasión no me apetece mucho, ya por separado les di su ración a la señora, a su hija y a su señorita de compañía y no fue fácil, créeme, eran de muy “rectas convicciones”, jajaja pero… así con el marido delante no me fio que no se ofenda.
  • No lo creo aunque cabe la posibilidad, yo de ti haría algo especial, algo que no pudiera rechazar, deja que se me está ocurriendo algo… no te extrañes si recibes una visita… chao.

Quedamos intrigados los cuatro pero confiamos en el buen hacer de Inés así cuando a los dos días vino Elena a llamarme al taller traía una cara que no podía definirse ni de sorpresa o espanto.

  • ¡Carlos, ven a la tienda, tienes una visita!  No lo puedes imaginar…
  • ¿Quién es, lo conozco?
  • No, ya lo verás.

Intrigado salí a la tienda, Rosa me estaba esperando con la cara sonriente pero con cierto temor, me volví hacia la puerta y de espalda mirando el escaparate desde adentro vi a un hombre que ocultaba toda la luz de la calle con su cuerpo, por detrás su espalda era tan ancha como dos veces la mía y con casi dos metros de altura llenaba el espacio libre de la tienda, Elena ya había avisado a Bea que llegó volando y las tres quedaron apoyadas detrás del mostrador dejándome solo ante el peligro.

Hice acopio de valor y fui hacia él con mi mejor sonrisa, parecía un matón de película, hasta que llegué cerca de él tuve varios presentimientos, imaginé hasta que lo habría mandado el director para que no me volviera atrás o quizá algún marido poco comprensivo con mi “ Regla de Oro”.

No me atreví a preguntar abiertamente, imaginé que si venía a malas del primer tortazo me dejaría como un poster en la pared y sólo carraspeé.

La mole se volvió lentamente y me sonrió, ya me sentí más tranquilo sobre todo cuando se presentó.

  • Hola me llamo Bonga pero aquí me llaman José, me envía Inés, me ha contado algo pero prefiere que me lo expliques tú personalmente, no quiero líos ni malos entendidos.
  • Hola José, soy Carlos, Inés y yo somos grandes amigos, imagino que tú también lo serás…
  • Sí, muuuy grandes amigos, tenemos mucha complicidad y con sus hermanas también, claro.

Con eso ya me ponía en antecedentes que mi modelo y sus hermanas follaban con aquella montaña de hombre, en eso estábamos a la par pero sólo en eso.

  • Entiendo… pues si quieres ven al taller y hablamos, me caes muy bien…
  • Una aclaración… a mí sólo me gustan las mujeres… y mucho…
  • Claro, claro, no lo he dudado ni un segundo.

Procuré sujetarme las manos para evitar mis movimientos y las metí en los bolsillos.  El hombretón me siguió al almacén no sin antes dar un vistazo a las tres mujeres que lo miraban entre asombradas y acarameladas.  Lo invité a sentarse en el sofá, yo me senté frente a él y le ofrecí una copa o café o lo que quisiera pero declinó.

  • Gracias, no bebo alcohol ni fumo.
  • Entonces irás a el gimnasio porque ese cuerpo…
  • Este cuerpo lo he conseguido cortando caña de azúcar en mi país desde los siete años… de gimnasio nada.
  • Vale, te creo… bien a lo que vamos… el tema es…

Le expliqué lo que pretendía hacer según los deseos del director pero por mi cuenta quería sorprenderlos a los dos, le advertí de la ”moral” de doña Alicia y que podía ser impredecible, lo tranquilicé diciéndole que con él no habría ningún problema y si no salía bien la cosa él no perdería nada, pareció convencido aunque tampoco le ilusionaba ir a ciegas y al prometerle una buena “recompensa” económica se negó en rotundo, me aclaró que si lo hacía era por su amiga Inés.

Estuvimos hablando de varias cosas sin interés y poniéndole un poco al tanto de la importancia de que todo saliera bien, le aconsejé que solamente debiera impresionar a la dama y con mucha delicadeza por su parte. A mitad de conversación José se levantó, en un momento, no supe que pensar, o daba por terminado el trato o que ya había oído bastante pero su pregunta me dejó helado.

  • ¿Y las mujeres, dónde están las mujeres?
  • No me has entendido José, sólo hay una mujer y estará en su casa, una mansión imagino.
  • No, Inés me recomendó que las mujeres de aquí debían opinar también, por eso necesito hablar con ellas.

Quedé extrañado pero como ya era hora de cerrar las llamé y vinieron, las caras de admiración eran evidentes, a mi lado parecía un armario abierto, se había quitado la americana y lucía una camiseta de rallas azules horizontales de ambiente marinero, los brazos forzaban las mangas cortas y los pectorales acababan en una cintura fina que ajustaba un cinturón de tela, la espalda todavía sobresalía de los pectorales y el estómago parecía “una tableta de chocolate”. No supe justificar el llamarlas pero lo hizo él con soltura.

  • Inés me ha recomendado que deis una opinión antes de aceptar, por mí no hay problema pero se lo prometí a mi amiga.
  • Está bien José, ¡chicas decid qué opináis de José!, por mí es ideal para lo que pretendemos.
  • Pues… ¡qué vamos a decir…! -balbuceó Bea-
  • Me refiero a esto… -dijo José-

El gigantón subió la camiseta quedando con el torso desnudo, tenía músculos que ni sabía que existían pero cuando se agachó y bajó los pantalones nos quedamos todos pasmados, no llevaba ropa interior y la verga saltó al verse liberada, un ¡oh! colectivo se oyó en el almacén y cuando José se irguió, la polla quedó casi a 50º.

No era el cuerpo esculpido o el color de su piel muy negra, ni sus ojos negros, ni los labios gruesos y sonrientes, era la polla más grande que jamás había visto, ni en mi pensamiento ni en los mitos que se cuentan creí que podía ser posible.

La verga además de larga era gruesa y se mantenía con un vigor mitad amenazante y mitad atrayente, las chicas se miraron y luego me miraron a mí, el gigante negro esperaba con las manos en las caderas blandiendo aquella maravilla, la movía en todas direcciones y la dejaba cimbreando cada vez más dura.

Al ver que ninguna decía ni hacía nada optó por acercarse a ellas, a mi mujer se la puso tan cerca que le apuntaba a la barriga, ella en un movimiento instintivo se cubrió en vientre y la entrepierna, no se imaginaba aquella polla entrando en ella.

José sonrió y pasó a Bea, ésta fue más atrevida y la cogió tímidamente con curiosidad, tampoco había visto nada igual y le sujetó el capullo con una mano y con el codo sobre el pubis apenas decorado con unos pelos rizados, apoyó a lo largo el falo midiendo hasta más allá de la muñeca, incluso acarició el frenillo porque estaba circuncidado y todavía ganó un centímetro.

Al plantarse frente a Elena la chiquilla tragó saliva, en su corta vida sexual no había visto más que mi polla y si bien no estaba descontenta aquello era extraordinario, miró a los ojos negros de José y como hipnotizada cayó de rodillas a sus pies, no pudo acercarse mucho porque la polla se lo impedía pero abrió la boca para intentar lamerla.

Lo hizo y forzó para poder meter algo, lo intentó de todas formas y después de ensalivar todo el glande sólo pudo conseguir tragar hasta la mitad del capullo, a su lado estaban Rosa y Bea animándola para que abriera más la boca.

José esperó pacientemente hasta que vio que no lo conseguía y la cogió por debajo de las axilas y la levantó en alto, no sólo hasta dejarla de pié sino la elevó por encima de su cabeza como una pluma, luego la dejó caer resbalando por su pecho como una muñeca, sus piernas pasaron una a cada lado de su polla cada vez más dura y cuando llegaba entre los muslos Bea se agachó por debajo de la falda de Elena y ladeó las bragas de la joven.

Quedó de rodillas para dirigir la verga pues seguía bajando y era casi imposible que coincidiera, Elena ante lo inevitable se abrazó al cuello de José y le mordió suavemente un labio, al bajar más Bea agarró con las dos manos la polla de José y la sujetó frente al coño de Elena, con las bragas enganchadas en una nalga no ofrecía ningún obstáculo y cuando casi estaba en la entrada de la vagina Bea lamió el capullo dejando un rastro de saliva.

Elena gritó al notar la invasión pero no se soltó, al contrario, le mordió el otro labio a José que dejó resbalar por sus pectorales el cuerpo plano de la joven.

Bea miró asustada a Rosa, la polla estaba entrando con dificultad pero sin detenerse, Elena aguantaba gimiendo y sollozando débilmente pero sin protestar, cuando ya tenía media polla clavada no pudo más y gritó.

  • ¡Para José para, no me cabe más, tienes una polla de caballo, eso no lo resiste nadie, me vas a reventar!

El chico le hizo caso aunque la mantuvo llena un rato, Elena no se atrevía a moverse ni para arriba ni para abajo con las piernas colgando, estaba empalada y apenas podía respirar hondo, Bea acudió en su ayuda y metiendo la cabeza entre sus piernas lamió los huevos pequeños como nueces del gigantón.  A éste debió gustarle porque con la misma facilidad que había izado a la chica la volvió a levantar y la dejó en el suelo.

Elena no se atrevió a sentarse, estaba tan dilatada que el coño estaba abierto como un vaso de agua. Rosa se acercó y entre ella y Bea cogieron la polla de José a cuatro manos y le hicieron una paja monumental, por momentos el joven se arqueaba hacia atrás y la polla se levantaba al techo.

Bea se alejó sin dejar de menearle la polla a dos manos, Rosa puso sus manos como un bol debajo el capullo del chico esperando que eyaculara para recoger la leche, Bea desde todo lo lejos que alcanzaban sus brazos seguía frente a él segura de que no llegaría.

Cuando yo estaba más excitado y después de unos días de “ayuno” mis lechadas llegaban a unos 30 cm. de distancia y haciendo un arco, las chicas ya lo sabían y les gustaba recibir en sus tetas mi leche caliente pero cuando el capullo de José escupió aquella cantidad alcanzó más de un metro y sin parábola.

Salió como un tiro, directo a la cara de Bea, los párpados, el pelo, las mejillas y la boca quedaron rociadas de blanca espuma espesa, las siguientes lechadas cayeron sobre la blusa de seda mojándole las tetas sin sujetador, los pezones se le marcaron al pegarse húmedos y mi mujer quedó con las manos vacías debajo del capullo sin creer lo que había sucedido.

Elena se pudo sentar con las piernas abiertas para mirar entre ellas, todavía tenía la vagina abierta y roja, los labios dilatados y el clítoris irritado.  Rosa colaboró en lo que pudo, hasta ahora estuvo de espectadora pero relamió la polla de José quitándole los restos de leche que seguían manado sin fuerza.

Cuando se marchó era tarde y las invité a comer, teníamos un hambre atroz, sobre todo ellas, durante la comida comentaban la experiencia, Elena no se arrepentía de su idea y menos de su “cata”, había sufrido pero valió la pena, posiblemente no probaría otra talla así nunca y las demás la felicitaron.  Bea tuvo que maquillarse otra vez antes de ir al restaurante pues la cara había quedado fatal y Rosa retocó el rojo de labios pues se había quedado en la polla de José.

Dos días antes del “regalo” de Alicia me llamó el director para confirmarlo todo, me puso al corriente y pese a que intenté excusarme poniendo como motivo el avanzado estado de gestación de Rosa no me valió, esperaba mandar en mi lugar a José en un taxi pero insistió hasta en tener preparada una ambulancia privada para el caso de que Rosa la necesitara.

Me atajaba por todos lados, estaba claro que tenía mucho interés que saliera bien la cosa.  Quedamos a “tomar café” por la tarde, no habría nadie en la casa y podríamos disfrutar tranquilos.

Un día antes me llamó Cari, la hija casadera, en un primer momento pensé que se habría anulado todo y me alegré pero en realidad lo que quería era que acudiera al apartamento donde le tomé medidas, mi mujer que estaba a mi lado me miró resignada, imaginaba como yo que querría follar sin más, porque lo de su vestido estaba casi olvidado.

Iba a decirle que no previendo la fiesta del día siguiente en su casa pero me dijo que no era por su “vestido” era por otra cosa muy importante, ya me picó la curiosidad y mi mujer se encogió de hombros, ¡qué remedio! Tendría que ir y fui…

  • Hola Carlos, gracias por venir, sé que el vestido está muy atrasado y no me importa, en realidad no quisiera que lo tocaras pero te he llamado para pedirte un favor personal.
  • Tú dirás Cari, podíamos hablar en otro sitio, una cafetería, donde sea, me has hecho venir de tan lejos sólo para hablar…
  • No Carlos, el hacerte venir es por algo importante, he notado algo raro en casa, desde hace algún tiempo todos han cambiado, imagino que yo también pero sobre todo mi madre, está desconocida, antes parecía un alma en pena, no hablaba más que para protestar por todo y discutir, ahora se pasa el día cantando canciones de su época, es rarísimo, a Cecilia ya la viste, la persona más gris que he conocido y no sólo por su manera de vestir, siempre acechando y vigilando, su único punto débil era su amor por los pasteles, de eso nos aprovechamos ¿recuerdas?  Jajaja, pues ahora está igual, ha cambiado de vestuario, incluso yo diría que de lencería, antes apenas se le notaban las tetas y ahora incluso se abre algún botón de la ropa para que se vean y las tiene bonitas, te advierto.
  • Bueno son cosas que pasan, la vida tiene ciclos, ya ves…
  • Pero es extraño y creo que se debe a ti, desde que te conocimos has revolucionado el ambiente en mi casa, hasta mi padre que siempre ha estado ausente como un fantasma, saluda a todo el mundo especialmente a Cecilia (que antes ignoraba) por eso he pensado una cosa, espero que no te enfades conmigo, ha sido sin pensar demasiado, un impulso diría yo, no sabes pero hubo un cumpleaños en mi casa y…
  • Si ya lo sé… pero no lo hubo, lo habrá, creo que mañana.
  • ¿Lo sabes?, que raro, no se lo había dicho a nadie, no, este lo hubo hace unos días, es de mi hermana.
  • ¿Tu hermana, tienes una hermana?
  • Si, no solemos nombrarla porque es muy apocada y siempre está estudiando en su habitación, el caso es que cumplió los 18 años el otro día y mis padres distraídos con sus cosas no se han acordado de felicitarla siquiera, por eso creo que se merece un buen regalo.
  • Muy bien por tu parte, se nota que la quieres mucho.
  • Sí mucho pero me da pena verla tan sumisa, aceptando todo y al no gustarle lo que ve se refugia en sus estudios sin saber lo que hay afuera del cristal de su ventana.
  • Es una pena pero no veo cómo puedo ayudarla, lo mío ya sabes, dibujar, coser y poco más.
  • Eso es lo que quiero para mi hermana, ese “poco más”
  • No te entiendo.
  • Lo entenderás cuando la veas… ¡acércate María!

De la habitación principal salió una sombra, me di cuenta de que aquel apartamento estaba amueblado pero deshabitado, todos los muebles cubiertos por telas blancas, la sombra que vi no la pude distinguir hasta que llegó a la luz donde estábamos nosotros.  Envuelta en una túnica blanca apareció una mujer, una casi adolescente con una mirada tímida pero directa, me dio la sensación que estaba cohibida pero decidida a algo, este algo lo aclaró Cari.

  • Carlos te presento a mí hermana María.

María vino hacia mí y como todo saludo abrió la túnica que llevaba y descubrió un cuerpo perfecto, era realmente una mujer, con sus 18 años recién cumplidos tenía las formas de una belleza perfecta, su hermana la miraba orgullosa y me presentó con toda la ceremonia.

  • María este es Carlos, del que te he hablado muchísimo, confío en él como en mi misma, es mi regalo de tu paso a mujer.
  • Eeeeh, perdona pero no acabo de comprender… ¿has dicho regalo de su paso a mujer?
  • Claro, María está dispuesta a ofrecerte lo más preciado que tiene, desde niñas nuestros padres nos han inculcado todo eso de la castidad y la virginidad, yo que soy la oveja negra no hice caso pero María sí y ahora está decidida a ofrecerte lo que siempre ha guardado con celo.
  • ¡Por Dioooos, ni pensarlo!  Me estás poniendo en un compromiso enorme, para cualquier hombre es el sueño de su vida pero para mi… es una responsabilidad que me cuesta mucho, aunque tiene el cuerpo de mujer y la edad sigue siendo una niña, tú lo sabes igual que yo.
  • Mmm, no estoy de acuerdo pero no quiero discutir, ya que te parece una niña ¿qué te parece si la acompaño para que no se pierda por el camino?

Cari se quitó por la cabeza el vestido que tenía puesto, no llevaba nada más debajo, se puso al lado de su hermana y me señalaron la habitación de la que habían retirado el lienzo que cubría la cama y que ya estaba abierta.

Por mi cabeza pasaron las imágenes de Rosa, Bea y Elena sobre todo la del director, su mujer incluso la del Cecilia pero principalmente la de José, por un instante imaginé si estuviera allí José en mi lugar, destrozaría a aquella beldad.

Yo estaba acostumbrado desde hacía mucho a encontrarme a mujeres ya hechas y desflorar a una virgen y tan linda como aquella era demasiado pero no había opción, a su hermana ya la había subido a la cama y me llamaba para que las siguiera.

  • No te preocupes Carlos, María es virgen pero no es tonta, ya me he encargado de instruirla, lo desea tanto como tú, lo sé pero para romper el hielo podemos hacerle una demostración de lo feliz que nos vas a hacer.

Mi polla no entendía de prejuicios y estaba tan dura que las miradas de las dos hermanas se concentraron en el bulto que marcaba el pantalón, la hermana mayor me cogió de la mano y tiró de mí hasta el centro de la cama, entre las dos me desnudaron y Cari me atrapó la polla nada más salir, como un trofeo se lo ofreció a su hermana que lo cogió con las dos manos y lo besó suavemente.

Cari se había sentado sobre mi pierna y se movía de adelante hacia atrás frotando su coño con mi rodilla, al mismo tiempo le mostraba con detalle a su hermana mi polla, parecía que le estuviera completando una lección práctica de anatomía después de haberla dado teóricamente.

Le demostró cómo se endurecía al cogerla fuerte con la mano cerrada y para más detalle sacó la lengua y la tocó levemente, su hermana la imitó  y le gustó.  Cari quiso seguir explicando pero María ya había decidido empezar la clase, abrió la boca y tragó hasta la mitad de la polla, noté cómo su lengua recorría mis venas hinchadas y presionaba contra el paladar.

Miré a Cari y sonrió, me estaba haciendo una mamada según le había explicado multitud de veces y estaba contenta de lo aplicada que era su hermana, por su cuenta se  acercó a mí y me besó en la boca un par de veces pero luego siguió hasta que sus tetas quedaron sobre mi boca.

Las tetas de Cari taparon la visión de los ojos de María mirándome a la vez que se tragaba más y más mi polla pero daba igual, el par de tetas colgantes de Cari llenaron mi boca sin saber cual elegir primero.

Mi mano buscó entre las piernas de Cari y encontró la humedad de su sexo, separó los muslos para que pudiera moverme mejor y dos dedos entraron en ella al mismo tiempo que el pulgar frotaba el clítoris, estaba concentrado en el coño de Cari, la polla seguía estando caliente y húmeda en la boca de María y no me preocupé más que gozar de las tetas de la hermanan mayor.

No me di cuenta cuando pasó pero estaba aspirando los pezones de la chica sobre mi noté y que mi polla seguía siendo amasada con la calidez y humedad de María pero quise acariciar el pelo de la joven y me encontré con la rodilla, ignoro desde cuando estaba sentada sobre mí, ella sola se había sentado mientras yo seguía con su hermana, había encarado la polla en su virginal coño y se había sentado sin un gemido de dolor siguiera, ahora se movía lentamente entrando y saliendo, se levantaba y se dejaba caer cada vez con más fuerza.

Su hermana seguía inclinada sobre mi ofreciéndome sus tetas en mi boca mientras yo le acariciaba el coño con una mano, con la otra busqué el clítoris de María, estaba duro y se frotaba con mi pubis, los atrapé y con dos dedos lo agité, María cayó sobre la espalda de Cari, se estaba corriendo como loca.

Cari siguió en la misma postura durante el orgasmo de su hermana, la chica se agitaba dislocada sobre Cari y ésta aguantaba sus espasmos, me miró y me dijo al oído.

  • Gracias Carlos, sólo es el primero.
  • ¿Qué, cuantos quiere?
  • Todos… los que pueda resistir, ahora te toca a ti, ya no es virgen.

María se dejó caer desmadejada a un lado y Cari pasó una pierna sobre mi cabeza y buscó mi polla empapada de los fluidos de su hermana, abrió la boca y la polla entera desapareció, a la vez separó las rodillas acercando su coño a mi cara y cuando mi lengua rozó su clítoris acabó de dejarse caer.

Con mi lengua abarcaba todo el coño, saqué los brazos de abajo de Cari y los pasé por detrás de sus muslos, ya llegaba mejor adonde yo quería, la lengua ahora llegaba desde su pubis hasta su rabadilla, el culo se encogía al notarme llegar y se relajaba al rodearlo con la lengua, me permitía que metiera la punta adentro y se apretaba contra mí a la vez que se tragaba la polla hasta los huevos.

Miré a María a nuestro lado, estaba pellizcándose los pezones con una mano y con la otra dilataba su culo, Cari debía haberla instruido de cuál era el siguiente paso.

El río de fluido que me empapó la cara y el temblor de sus muslos me demostraron que Cari se corría brutalmente, sin gemir o por lo menos no lo oí con la boca llena pues no dejó de comerme la polla durante todo el orgasmo.

Alargué la mano y encontré el brazo de María, seguí por él hasta llegar a su mano y por ende a su pezón, lo estiraba sin misericordia y le pedí que lo acercara a mí boca, no pude hasta que Cari no rodó sobre mi cayendo a mi lado pero, enseguida tenía la areola de María en mi boca y el pezón arañándome el paladar.

La chica imitó a su hermana dejándome las dos tetas colgando sobre mi boca y estuve chupándolas hasta que quedaron como dos rosas rojas, de momento mi cupo de teta estaba saturado, me escurrí de debajo de ella y me puse por detrás, María quedó tumbada boca abajo sobre la sábana pero yo preferí tirar de la almohada y ponerla debajo de su vientre, separé sus piernas lo que pude y escupí entre sus nalgas.

Cari le mesaba el pelo animándola, a la vez me rogaba paciencia y se unió a mi echando saliva al agujero rosado, la mano de Cari pasó entre las piernas de su hermana y separó los labios, el clítoris estaba excitado y lo pulsó, María sintió el placer de los dedos de Cari y levantó el culo un poco, mi polla estaba adonde debía estar y presioné aplastando el glande en el culo de la casi adolescente, instintivamente huyó hacia abajo pero se encontró con los dedos hábiles de su hermana, cuando quiso darse cuenta la punta del glande ya iba abriéndose paso.

  • ¡ No por favor, para Carlos, para, espera un momento, me duele!
  • Tranquila María, Carlos sabe lo que hace y lo hace de maravilla, no te arrepentirás.
  • ¡Nooo, no puedo, es demasiado gruesa, es imposible!
  • No cariño, no es demasiado gruesa y cuando la tengas toda adentro te parecerá poca cosa, ya verás créeme, yo decía lo mismo.
  • ¿Seguro?
  • Claro cariño, claro.

Cari volvió a escupir en mi capullo medio enterrado y me dio una palmada en el culo, presioné y aunque María gritó de nuevo dejó de ser virgen analmente también.  Hundió la cabeza en el colchón y mordió la sábana pero ya no la volvimos a oír hasta que mis huevos se pegaron a su pegajoso coño.

Descansé un poco y cogiéndola por la cintura la levanté en cuatro, ya cogido a las caderas la saqué y la volví a meter a fondo, ella jadeaba, suspiraba y gemía, su hermana se había deslizado por debajo y le lamía el clítoris, la chica, se deshacía en gemidos, Cari sabía cómo lamer coños y le dedicó su mejor arte.

La corrida de María mojó la cara de Cari pero no dijo nada, siguió hasta que vio que me iba a correr de un momento a otro, me ayudó amasando los huevos que campaneaban sobre su frente y cuando quedé aferrado a las caderas de María pasó la mano entre mis nalgas y metió un dedo donde encontró libre, en mi culo,  la leche que rebosaba del culo de María le cayó sobre la frente y el pelo pero no dejó hasta que su hermana cayó hacia adelante y yo me senté sobre mis talones.

La curiosa de Cari separó las nalgas de su hermana para ver los “estragos” y vio complacida de que el agujero negro que había dejado mi polla se iba cerrando poco a poco.

Cari quería que el regalo de su hermana fuera completo y sin dejarme apenas reponerme buscó mi polla y la chupó, lamió y relamió hasta dejarla pulcra y brillante, cuando lo logró me tumbó sobre la cama y atrajo a su hermana entre mis piernas abiertas, con la polla vertical le enseñó que debía hacer, debía hacerme una mamada y hacerme correr en su boca, a la chica le costó abrir los labios tanto pero lo logró y a partir de ahí su cabeza no dejó de subir y bajar.

Cari no quiso estar ociosa y se sentó sobre mi cara, no veía nada pero mis manos acertaron a la primera para cogerle las tetas y amasarlas.  María estaba empeñada en que me corriera y no tuve valor para decepcionarla, me corrí sin avisarle, no tenía experiencia y no notó que mi capullo palpitaba como mi corazón y el chorro de leche le entró directamente a la garganta, tosió, estornudó y le salió leche por la nariz y por las labios pero no dejó de mover la cabeza hasta que agoté la reserva de semen.

Cari tardó un poco más, se regodeó al ver a su hermana tosiendo y tragando leche pero al momento me regó a mí la cara y el cuello, al levantarse de mi cara estaba tan blanco como cuando me corrí en la suya.

Todavía quedamos un rato sobre la cama, estuvieron comentando cosa de su casa, sobre sus padres y de la “rancia” de Cecilia, demostraban que no sabían nada de la fiesta que se preparaba, los creían a todos muy adustos y serios y no les quité la idea, cuando salimos de allí yo salí primero y entré en un bar enfrente de la puerta de la casa, quería verlas vestidas, de Cari no me extrañé pero María parecía una colegiala recién salida de clase, nadie diría que follaba tan bien y aprendido de teoría hasta entonces.

La mañana de la fiesta en casa del director, Rosa preparó mi atuendo, no era lo atrevido que solía vestir pero llamaba la atención por donde pasaba, me acicalé lo mejor que pude, afeitado, perfumado no quería dar una mala impresión sobre todo al director pues a su mujer ya la tenía ganada.

Había quedado con José para recogerlo en una cafetería, me detuve en la acera y di dos toques de pito y al momento vi un revuelo adentro del local, la gente se arremolinaba y cuando al fin la figura de José apareció en la acera muchas cabezas se asomaron para verlo.

Imagino la conclusión que sacarían más de cuatro personas al verme a mí esperando a semejante escultura andante, les dediqué mi mejor sonrisa y muchas damas me miraron con ojos de envidia.

  • ¡Vaya sorpresa José, hasta yo he quedado embobado mirándote!
  • Jajaja, lo he hecho adrede, habían dos señoras que no dejaban de provocarme, hasta intentaron ponerme billetes en la americana, jajaja.
  • Las entiendo perfectamente, jajaja.

El tal José vestía elegantemente, me alegré por él, según dijo su infancia no fue muy feliz y ahora que podía lo disfrutaba, con un traje a medida con cierto brillo y un suéter negro con un escote de pico debajo enseñaba el pecho apenas peludo de vello negro y rizado como su cabeza, yo a su lado parecía su “ligue” entonces pensé que quizá a quien envidiaban era a mí, jajaja.

La casa del director estaba en una urbanización exclusiva a las afueras, más que casa era una mansión, rodeada de altos muros coronados de enredaderas apenas se veían los tejados, debían tener cámaras de vigilancia pues nada más volver la esquina le hice una ráfaga con la luces del coche e inmediatamente la puerta se abrió, hasta la puerta principal llegaba un camino empedrado y allí aparqué, en la puerta nos esperaban el director y su mujer, los dos vestían de gala, parecía que en vez de ir a “tomar café” íbamos a una cena diplomática.

La cara de Alicia se iluminó al verme, su marido también aunque por otro motivo, pero la sensación fue cuando José bajó del coche.  Lo hizo a cámara lenta, su corpulencia no terminaba de salir, los tres lo mirábamos asombrados, nunca imaginé lo impresionante que lucía el joven.

Las presentaciones fueron rápidas, Alicia no dejaba de mirar al negro y su marido se pegaba a mí preguntando quien era y de donde lo había sacado, sin dar demasiada importancia les dije que “ mi amigo” era nuevo en la ciudad y necesitaba relacionarse y de paso dejé ver que si no era bienvenido, lo metía en un taxi y lo mandaba a su hotel. Un clamor negativo salieron de las bocas del matrimonio y los cuatro entramos en la casa.

Alicia se colgó de los brazos de los dos dejando a su marido atrás, el director se encargó de cerrar la puerta y adelantándonos nos guió hasta un saloncito donde había una mesita con el servicio de café.

Alicia llevaba un vestido holgado pero largo hasta los pies, parecía seda y se le pegaba al cuerpo por la electricidad estática, había momentos en que era una segunda piel y nunca mejor dicho porque debajo del vestido sólo llevaba la piel.

El director también iba trajeado impecable y nos ofreció sentarnos alrededor de la mesita para servir el café, rápidamente cayó en la cuenta de que faltaba una taza y fue a buscarla, Alicia aprovechó para reorganizar los asientos y nos sentó en el sofá con ella entre los dos, a su marido le dejó el sillón de enfrente al otro lado de la mesita.

Al volver con la taza en la mano el director sonrió maliciosamente, le encantaba que a su “severa” esposa le gustara la compañía y se conformó con servir el café insistiendo para que nos sintiéramos como en casa y nos pusiéramos cómodos, especialmente a José.

El gigante se levantó y lentamente sacando todos los músculos que pudieron se quitó la americana y quedó con el suéter fino marcándole el torso como una radiografía, Alicia sin poder evitarlo le pasó la mano por el estómago queriendo ser la primera en degustar aquella escultura.

La conversación que tuvimos fue de lo más tonta, intenté contarles una historia falsa, por supuesto, de José, sobre su carrera de modelo y sus viajes continuos a países exóticos, el chico me lo agradeció con una sonrisa y se dedicó a atender a doña Alicia que lo miraba encandilada.

Las tazas de café quedaron sin terminar porque Alicia le cogió la cara a José, la atrajo hacia ella y le dio un beso en sus labios carnosos que sorprendió hasta al joven negro.

Sin mirar buscó con la mano y fue a dejarla sobre mi bragueta que ya empezaba a resucitar, el director se arrellanó en el sillón dispuesto a asistir a una buena escena de sexo y eso que no había visto lo mejor.

Continuará.

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