Me hice de una esclavita (2)

Les cuento de esta niñita, mi esclava personal, como fuimos avanzando en su sumisión llegando a límites increíbles.

Así pues, sin casi proponérmelo, como les contaba me hice de una esclavita, sorprendentemente casi una niña linda. En un principio me costó asumirlo porque a esa edad las mujeres y la gente en general no tiene la madurez suficiente como para tomar ese tipo de decisiones, pero aparentemente, Mara siempre lo tuvo claro desde que era más joven aún. Ella me contaba que desde los doce o trece años siempre sintió deseos de ser castigada, probablemente por haber vivido en una casa con un padre demasiado estricto, que aplicaba castigos a sus hijos por cualquier cosa, y castigos que no eran sencillamente una zurra. Ella me contó, en tiempos en que le autorizaba a hablarme con fluidez, porque ahora no tiene ese beneficio, me contó pues que su padre cuando ella o alguno de sus hermanos cometían alguna falta, sufrían castigos tales como arrodillarse sobre sal gruesa, o ser sacados desnudos afuera y atados en árboles, o cosas similares. No faltaban por supuesto los azotes y golpes, aunque nunca con violencia extrema, sino más bien punitorios.

Mara pues le había tomado el gusto a la sumisión, y ahora había encontrado como convivir con ella, un poco con fortuna ya que yo no imaginaba que terminaría de esta forma, pero del tema yo algo conocía, y quiso la providencia que pusiera frente a mi este precioso ser, porque eso si, es mi esclava, pero Mara es una dulce chiquilina, linda, de cuerpo bien proporcionado aunque no muy grande, que acepta todos sus castigos sin protestar, y asume su rol de esclava como algo natural.

Fue así que una vez establecidas las condiciones, solo fuera cuestión de tiempo para ir avanzando más y más en el sometimiento de esta belleza. Las mismas necesidades de tenerla atada, me hicieron colocarle dos anillas en sus pezones, lo que me permitió a partir de eso amarrarla por ellas, y a la vez estirar sus senos, no muy grandes, colocándole diferentes pesas. Ella solo asentía. Nunca la oí gritar ni si quiera cuando perforé yo mismo sus pezones con una aguja caliente, para evitar cualquier infección.

Recuerdo ese día que la até sobre una mesa, sus pezones estaban muy erectos. Estaba muy excitada y respiraba más rápido que lo normal. Me decía que estaba muy emocionada por recibir de su amo ese presente, entonces tomé una aguja sin punta, especial para la tares, y lentamente traspasé primero su pezón izquierdo, luego el derecho, y luego de traspasados inserté unas anillas de plata que compré en una tienda especial de "Body piercing",en donde además me dieron las instrucciones para su colocación. Ella estaba orgullosa de tenerlos, pero por la expresión de su rostro debo decir que el dolor fue muy intenso, y pude ver caer de sus ojos un par de lágrimas. Aún así, por alguna razón que ignoro, solo emitió un leve gemido, ni siquiera un grito, lo que me dejó un poco desanimado y confundido.

Poco tiempo después procedí a anillar sus labios vaginales interiores, con el mismo tipo de aro. Ese día repetí el proceso tal cual lo había hecho anteriormente con sus senos, pero se ve que algo más de dolor sufrió porque al menos sus quejidos fueron más audibles. Así pues tenía a mi esclavita con cuatro anillos. No me animé a anillarle ni el clítoris, que ella me pidió que se lo hiciera, ni su lengua. Tal vez más adelante lo haga o la lleva a algún lado a que se lo hagan, pero lo considero algo un poco más delicado como para hacerlo yo con mi inexperiencia.

Mara pasa sus noches encadenada al pie de mi cama. No está tan incómoda ya que el piso es de una mullida alfombra, pero no le permito dormir junto a mí. Su condición de esclava debe ser mantenida, y a pesar de que cuando me la cojo la llevo a mi cama, inmediatamente luego de terminar vuelve a su sitio.

Y referente a este tema, por supuesto que luego de la primera semana comencé a cojermela, y la verdad es que es un placer hacerlo. Inicialmente era algo estrecha de adelante y virgen de atrás. Me contó que su virginidad la perdió con su propio padre, cosa que no me agradó en lo absoluto y decidí ignorar por completo, pero su hermoso culo era totalmente virgen, y un tratamiento con inserción de diferentes consoladores, más unas cuantas noches en mi cama la están haciendo cada vez más apetecible por ese lado. Ni que hablar de cómo le gusta chupar mi pija y tragar toda la leche, y siempre al final de tener sexo terminamos de esa manera.

Ella mismo se ofreció una vez para que orine en su boca, me dijo que era un paso más hacia la servitud total, y a partir de ese momento o hago todas las mañanas, lo que me ahorra caminar al baño.

Se sigue encargando de todos los quehaceres de la casa, y eso le ocasiona de tanto en tanto que sea castigada por algo mal hecho o alguna falta cometida. Ya no atiende más a la gente porque está siempre desnuda, encadenada y con algo colgando de sus anillas, no puedo mostrarla así al público, y la verdad nunca la he mostrado ni a mis mejores amigos, ya que la quiero solo ara mi, así que solo recibe mensajes telefónicos o atiende por el portero eléctrico.

Un castigo que me gusta mucho aplicarle es dejarla enjaulada en una jaula que construí especialmente para ella, y muchas tardes cuando se queda sola la dejo ahí. Es una jaula de hierro que apenas le permite entrar y con ella dentro cuesta mucho cerrar su puerta superior. Me encanta dejarla ahí toda una tarde, haciendo sus necesidades en el piso, generalmente con objetos insertados en su ano, y ella parece ser que disfruta de ello porque siempre me está dando motivos para que le aplique ese castigo.

Me están dando vueltas por mi cabeza algunas ideas que tal vez practique más adelante. Quero ponerle una marca permanente con mis iniciales, tal vez un tatuaje o un hierro caliente, y quiero hacerle tener sexo con un perro, ya que es una fantasía que siempre tuve. Le comenté a ella y quedó por ambas cosas muy excitada. Me dijo que lo podría hacer cuando yo quisiera porque yo era dueño de su cuerpo y de su vida, y de tanto en tanto me pregunta, con algo de ansiedad cuando será el día. No se, tal vez muy pronto.

Debo reconocer que Mara es la perfecta sumisa, que goza con ello. Además su rostro juvenil, su cuerpecito bien repartido y su capacidad para asimilar castigos, azotes, quemaduras y todas esas cosas es increíble. Me está haciendo gozar tremendamente, y estoy seguro que ella también. No me arrepiento para nada de mi vida actual. Mi anterior vida transcurrió en la rutina del matrimonio, y al no tener hijos esa rutina terminó por acabarlo. Ahora tengo una esclavita. Mi esclavita. Y se quedará conmigo para siempre.