Me hice de una esclavita (1)
Casi sin proponermelo apareció en mi vida una niña de 18 años, preciosa y totalmente sumisa, que avanzando en el tiempo, llegamos a cosas insospechadas.
Esta historia comenzó hace ya un tiempo, cuando por causa de haberme divorciado, me vi. en la necesidad de tomar una empleada para los quehaceres de mi casa.. El divorcio me dejó con mi casa grande, y atenderla no era posible para mí.
Recibí entonces a varias muchachas que mandaba una agencia de empleos. Vi cuatro de ellas. Ya estaba por tomar una decisión cuando sonó el timbre, era ya casi medio día, bueno, la agencia me dijo que enviaría cinco personas, debe ser la quinta. En efecto lo era.
No más abrir la puerta quede algo sorprendido. Se trataba de una muchacha, muy pero muy joven, tal vez apenas cumplidos los 18 años, demasiado bonita para presentarse a ese tipo de trabajo. Me agradó enseguida, aunque pienso que la miré más con ojos de hombre que de patrón. Su nombre, Mara. Había llegado a la ciudad desde el interior y dadas las dificultades de estar sola, este trabajo le solucionaba sus dos principales problemas, el económico y la vivienda. No lo pensé dos veces. La tomé.
No había muchas cosas para indicarle. La casa estaba sola casi todo el día. Mantenerla limpia, ordenar las habitaciones, lavar la ropa y, una cosa importante, estar en la casa. Yo no era muy afecto a dejar la casa sola y ella sería una solución para esto.
Los primeros días ningún problema; Mara hacía sus quehaceres, hablaba muy poco, de hecho nos veíamos solo a última hora cuando yo llegaba, y si bien le eché varios vistazos de reojo, no me animé a más nada. Para mi era demasiado joven y sentía algo de miedo. Ella parecía estar a gusto. Su trabajo lo hacía con esmero, no era mucho por cierto, pero la casa estaba en orden. Me esperaba hasta que yo llegara, aún a altas horas de la noche, me rendía cuenta de sus actividades y se retiraba a su habitación. Yo dentro de mí pensaba que tenía mucho coraje para quedarse sola con un hombre casi desconocido. El primer día se lo comenté, pero me dijo que la agencia le había dado referencias buenas y eso la había tranquilizado. Una cosa que me llamaba la atención, era que circulaba por mi casa descalza. Los pisos siempre están o encerados o alfombrados, es hasta si se quiere agradable caminar descalzo. Su vestimenta era sencilla pero usaba pollerita corta. Observándola detenidamente estaba muy apetecible, era bonita, buen cuerpo y joven. Me estaba empezando a calentar.
Inconscientemente comencé a llegar a casa más temprano que de costumbre, y ella siempre estaba a mis órdenes, esperando mi llegada, detallándome de la gente que vino, la que llamó y todo eso. La casa, impecable. No era su tarea preparar la comida, no contaba con que una muchacha de dieciocho años sea buena cocinera, pero siempre había algo en el refrigerador pronto. Era muy ordenada, callada pero a la vez agradable. Parecía ser como que le encantaba servir. Cosa rara en adolescentes de esa edad, pero ella se veía hasta si se quiere feliz.
Habíamos acordado que sábado y domingo serían días libres para ella. El viernes se lo recordé, pero sorprendentemente me dijo que no saldría, que se quedaría a descansar. Además me dijo que estaba igual a mis órdenes. Fue entonces cuando me di cuenta que esa chica tenía una tendencia algo servil, si se quiere sumisa. Ninguna persona desecha su merecido descanso, a lo máximo, si no sale no trabaja, pero ella todo lo contrario. Dijo que estaba a mis órdenes. Le pregunté por qué, que no era necesario, y me dijo que ella estaba bien aquí y que no le molestaba en absoluto, al contrario, la daba gusto. Fueron las palabras con que me dijo esto que me sorprendieron. "Yo estoy para lo que Ud. Disponga". No pude aguantar más, le pedí que esa noche cenara conmigo. Se sentó en el living de casa, a mi lado en un sillón y comimos juntos unas pizzas que pedimos en un delivery. Comía con miedo, como que era demasiado comer con su patrón, la alenté a que comiera ya que noté eso y además sobraba bastante, pero igualmente con una sonrisa tímida no comió lo que yo entiendo debe comer una persona en la cena. Le dije entonces que estaba contento con su trabajo, eso pareció alegrarla mucho. Dijo que eso para ella era lo mejor que podía oír. Entonces avancé otro paso, me acerqué a ella y le dije que era muy bonita, que no entendía por qué trabajaba en un empleo como eso. Ella se ruborizó, pero el hielo estaba roto. Me dijo que siempre había ambicionado ese tipo de trabajo. Que le gustaba servir a la gente, que de jovencita lo hacía en su casa y encontraba satisfacción en ello. "¿Eres sumisa?" le pregunté. Pareció sorprendida, quedó un poco callada pero me dijo "Creo que si" Ud. podría comprobarlo si quisiera, para mi todo bien.
Fue entonces que la situación experimentó un violento vuelco. Me dije a mi mismo que era todo o nada. La tenía toda para mi, era muy fácil convencer una muchacha, de su edad, con mi experiencia, y fue por eso que corté grueso. Hoy no me arrepiento para nada.
Bien, entonces comencemos por lo primero. Si te gusta servirme, no me alcanza que andes descalza en casa, me gustaría que te quites toda la ropa. De ahora en más estarás completamente desnuda. Al principio vaciló, ella no esperaba que yo corriera tanto, pero lentamente comenzó a quitarse toda su ropa, quedando como Dios la trajo al mundo. Entonces pronunció las palabras que iniciaron todo. "Ud. manda y yo solo obedezco "
Yo a esa altura estaba muy excitado. La tomé por la cintura y sin miramientos empecé a acariciar todo su cuerpo. Ella gemía de placer. Se arrodilló a mis pies y comenzó a chupar mi erecto miembro, como si fuera una tarea necesaria, de rodillas y con los ojos cerrados. Era tal mi calentura que duré mucho menos de lo esperado. Cuando salió mi chorro de leche ella lo recibió en su boca sin chistar. Limpio todo con su lengua y luego quedó aún arrodillada a mis pies. Yo estaba entre sorprendido y excitado. La mandé a su cuarto y le dije que a partir de mañana ajustaríamos más detalles.
Al otro día temprano ella estaba levantada, desnuda como la noche anterior, lavando la vajilla que había quedado sucia, en la cocina. Me le acerqué por detrás y la tome por los senos, que le apreté fuertemente. Ella estiró su cuerpo. Sus senos para su edad eran bastante grandecitos, aunque no del tamaño de una mujer adulta. Yo seguía caliente con ella pero aún no me animaba a cojerla. Tal vez ella pensaba que eso era lo que haría, pero quería tener el control yo. Salí esa mañana directo a una ferretería a comprar ciertas cosas que me sería necesarias, como ser varios metros de cadenas, unos candados y algunas otras herramientas para amurar grilletas a la pared. Cuando se lo mostré a ella le dije que quería que siempre tenga una cadena al cuello, la que le coloqué y aprisioné con un candado, y que de noche dormiría atada por ella a un aro que pensaba amurar en la pared de su cuarto. Ella asintió creo que hasta con satisfacción. Dijo que estaba todo bien. Entonces me confesó que esa mañana, involuntariamente había roto un plato. Me dijo que estaba lista para que sea castigada. Yo la verdad es que no contaba con eso, pero sin darme cuenta me saqué el cinturón, la hice arrodillar con su culo expuesto y le di no menos de trenita cintazos. A cada uno de ellos ella gemía, pero creo que de placer. Se llevó su mano a su vagina pero de un grito se la hice sacar. Paré cuando sus nalgas comenzaban a tomar un color rojizo. Le dije que hasta la hora del almuerzo se quedara arrodillada frente a la pared sin hablar. Yo estaba muy excitado y me hubiera tirado sobre ella de inmediato, pero quería prolongar esa situación, si fuera posible por meses. No faltaría oportunidad para cojérmela, como yo quisiera, y me estaba haciendo la idea de cojermela atada a mi cama, así que me aguanté.
Así pues comencé a tener una esclava personal, casi sin quererlo. Fue impresionante lo que en el trascurso de los días fuimos avanzando. Hoy Mara es una esclava total y sumisa. Hace más de un año que vive en casa. Tiene su propia jaula, está anillada y es mi esclava personal para todo lo que yo quiera. Como fui ganando eso y todo lo que pasó , será otra historia que pronto les contaré.