Me haces tanto bien
Juegos que pueden cambiar el humor
–Solo hay dos maneras de salir de esta habitación –le dije a aquel hombre que no dejaba de mirarme. –O habiéndonos pasado la noche follando como animales o como dos desconocidos que no se van a volver a ver. Tú eliges cuál de las dos quieres que pase.
–¿Contigo todo es siempre blanco o negro? –preguntó Sergio alzando una ceja.
–No me gustan las complicaciones y ni las esperas. O follamos o me voy a mi casa a dormir. No me gusta perder el tiempo.
Odiaba que me hicieran esperar para algo que deseaba tanto pero se lo pasé por alto porque había sido un día muy duro y necesitaba follar para sacar toda esa mala leche que me recorría el cuerpo. Pero yo me moría por follar y él tenía una parsimonia que me estaba desesperando. Ya hacía más de quince minutos besos continuos pero seguíamos con la ropa, de pie en medio del salón de su casa, a la que me había llevado por estar más cerca del bar.
–Solo quería ir un poco más despacio, para disfrutarlo más –dijo de pronto.
–Pues te voy a decir lo despacio que va a ir esto. Voy a ir al baño y si cuando salga no estás desnudo y con un condón en la mano, me voy.
Me giré y me metí en el baño intentando rebajar la mala leche que me estaba corriendo por el cuerpo. Que te prometan una noche de sexo inolvidable y un polvo salvaje para que al final te encuentres con alguien que no sabe bien como empezar, me saca de mis casillas. Era nuestra primera vez y por ello estaba teniendo paciencia, pero quizás no la suficiente para un día tan malo como había sido ese.
Me arreglé un poco en el baño, dándole al menos cinco minutos para que pensara que quería hacer. Me miré al espejo sabiendo que cabía la posibilidad de que al salir estuviera vestido donde antes y tuviera que irme a casa sin sexo. Mi cabeza empezó a pensar en un plan b y me acordé de un amigo al que solo le escribo cuando quiero sexo y no tengo nada más a mano. Esperaba que esta noche estuviera libre si Sergio no se decidía.
Por suerte, al salir me encontré con una grata sorpresa. Me esperaba desnudo tras la puerta y en cuanto me vio se abalanzó sobre mí. Por fin la noche se ponía interesante. Había entendido perfectamente las dos opciones y había decidido la correcta, al menos la correcta para mí. Esa noche no había tonos grises, era o blanco o negro y por fin íbamos hacia lo más oscuro.
Me agarró fuerte del pelo y le miré desafiante, pero sus ojos y su sonrisa torcida me dejaron claro que aceptaba mi juego y que iba a por todas.
–Era esto lo que querías, ¿no? ¡Ponte de rodillas!
Aceptar órdenes no es algo que haga nunca de buen grado, pero algo en su voz me dejó muy claro que no aceptaba réplicas, al igual que yo se lo había dejado claro antes. Le había desafiado y ahora era él quien lo estaba haciendo conmigo. Aun del todo vestida me puse de rodillas y me encontré con su polla caliente y dura que se alzaba desafiante ante mí.
Sin esperar a que yo tomara la iniciativa, me pegó otro tirón del pelo y llevó mi boca hasta su sexo. No necesitó más para que yo la abriera y me la metiera del todo. Lo escuché suspirar cuando mi boca la devoró casi por completo y fue irremediable notar como se me humedecía el tanga.
–Buscabas follar como animales y te voy a dar exactamente lo que buscabas –dijo con un tono de voz que hizo que el tanga volviera a mojarse. –No pienso dejarte pensar más en toda la noche, solo vas a obedecer.
Su polla se metió más adentro en mi boca y dos lágrimas empezaron a formarse en mis ojos. Me estaba poniendo muy cachonda y él sabía exactamente qué es lo que estaba haciendo y como me estaba poniendo. Así que lo de ir despacio solo había sido una pose, porque lo que estaba haciendo en ese momento no se podía fingir ni improvisar.
Me levantó del suelo y me llevó hasta una habitación donde había una cama. Empecé a desnudarme y él me ayudó con los pantalones. Una vez desnuda aquello no tenía vuelta atrás. La ropa quedó esparcida por la habitación y yo quedé entre una de las paredes y él, que había introducido un par de dedos en mi interior y me follaba con ellos mientras me mordía uno de mis pezones. Estaba muy excitada, más de lo que me hubiera gustado reconocer. Mi cabreo se había esfumado completamente y estaba consiguiendo su propósito, que dejara de pensar.
Sabía utilizar los dedos, la boca, los dientes y la lengua. Estaba claro que no era la primera vez que tenía a una mujer contra la pared y la hacía disfrutar hasta el orgasmo. Porque hubo orgasmo, no me hubiera dejado tumbarme en la cama de no haber sido así. Me había llevado al punto de hacer temblar mis piernas sin control. Me había tenido que agarrar para dejarme sobre la cama y una vez me tenía tendida, me había abierto las piernas y había hundido su cara en ellas. Su lengua acompañada de unos dedos me llevó al segundo y tercer orgasmo de la noche.
Me costó un poco conseguir que se tumbara para devolverle el placer que me había dado pero apenas me dejó unos minutos. Cuando me quise dar cuenta tenía ya un condón en la mano y me incitaba a que me pusiera encima. Noté como por fin era yo la que tomaba el mando, aunque en el fondo sabía que era porque él me lo había cedido, y podía jugar con él un poco.
Lo cabalgué con fuerza hasta hundir su polla en lo más profundo. Lo miré y tenía los ojos brillantes y los labios muy húmedos. Era imposible no querer besarlo. Me dejó hacer un rato hasta que yo llegué al orgasmo. Luego volvió a agarrarme con fuerza y a cambiar la posición conmigo. Me dejó tumbada en la cama, jadeando, mientras levantaba una de mis piernas hasta su hombro y me penetraba con fuerza. Me tenía en sus manos y lo estaba disfrutando.
Noté como se tensaba, su polla se hinchaba y de sus labios escapaba un leve gemido. Sabía lo que venía y contraje los músculos vaginales para absorberlo por completo. Aquello hizo que me mirara y vi brillar su excitación en los ojos. Su polla reventó y él se agarró más a mi pierna. Aquel tenía que haber sido un buen orgasmo.
Iba a moverme pero no me dejo. Sus dedos ocuparon el lugar de su polla y jugó conmigo y con mis pezones hasta que consiguió que me corriera un par de veces y un chorro saliera de mi interior.
Me di una pequeña ducha en el baño mientras él quitaba las sábanas y juntaba mi ropa en el sofá. Cuando salí me vestí y lo besé a modo de despedida.
–¿Volverás a llamarme para quedar un día? –me dijo justo antes de que saliera de su casa.
–Ven a follarme mañana –dije justo antes de salir con una sonrisa. Aquel polvo había cambiado mi humor y encima había encontrado a una persona con la que podía tener muy buen sexo.