Me gustaría ser hombre

Una relación de amantes. Que por el paso del tiempo se deteriora. Y como la ilusion de la mujer hace renacer la ilusión.

Soy hombre, con cuerpo de mujer. Mi nombre es S…., pero eso es lo de menos mi nombre de guerra es Kamora. Mi cuerpo tiene una altura de 1.74 centímetros. Peso unos 72 kilos. Y si soy mujer y creo que tengo un buen cuerpo. Unos buenos pechos y un buen culo. Pero lo que más me gusta de mi es mi mirada. Soy capaz de derretir a cualquier hombre. Esta mirada esta acompañada por unas bonitas cejas que yo me depilo con esmero y una boca sensual.

¿Y por qué digo que soy hombre, teniendo este cuerpo?

Me encanta hacer el amor, pero lo que de verdad me pone es colocarme mi "arnés" y penetrar analmente a mis amantes.

En estos momentos de mi vida soy heterosexual, pero no descarto algún día lanzarme y dar el paso. Me encanta ver a las modelos desfilar. Ver sus cuerpos menudos pero espigados contornearse por la pasarela. Yo creo que me gustan las mujeres, pero debido a mi educación mi mente solo me permite hacer el amor con hombres.

-Buenos Días, quisiera hablar con Francisco.

-Si, ¿Quién le llama?- Me interrogo un compañero de trabajo, Francisco era el encargado general de una tienda de recambios situada en las afueras de la ciudad de Vigo.

-Soy Rosa, la de la asesoría- Le mentí descaradamente, no me apetecía escuchar las típicas risas que se echan los hombres, pensando que era la amante de Francisco en busca de sexo desesperado.

Me pusieron la consabida musiquita para amenizar la espera. Y al poco rato ya sonó su voz varonil. Porque si algo tenía bonito era su voz, grave, profunda, muy masculina.

-Si, dígame.

-Hola, cari. Me apetece que quedemos hoy al mediodía. ¿Puedes?

-Que tal hermosa, claro que puedo, ¿Quedamos en donde siempre?

-Si, pues nos vemos a las 1:30, chao

-Chao

Eran todavía las once de la mañana, y yo ya estaba pensando lo que iba hacerle a mi amante a la hora de comer.

Eran las doce, y el tiempo parecía haberse detenido, no llegaba la hora.

Por fin, la una. Me fui corriendo al cuarto de baño de la empresa. Me hice un pis, y me arregle. Me retoque los labios y me puse unas gotitas de perfume. Cogí el coche y conduje de la manera más rápida al lugar de encuentro. Que no era otro que la habitación del motel.

Llegue al motel, y ya el recepcionista me indico la habitación a la cual tenía que dirigirme. Llevábamos Francisco y yo unos dos años de relaciones. Así que la relación ya se había enfriado un poco. Pero hoy le iba a dar una sorpresa. Lo llevaba pensando un par de semanas. Y cada vez la idea me gusta más, y esperaba que a el también.

En el garaje ya esta el coche de Francisco, un BMW ultimo modelo. Me baje del coche, y fui al maletero y cogí una bolsa. Subí las escaleras que conectaban el garaje individual con la habitación.

Entre en la habitación, y allí estaba el. De pie, al lado del minibar, preparando dos coca-colas. Era un hombre de unos 45 años, moreno, calvo, y muy delgado, por no decir anoréxico. Cada vez que lo veía, me asaltaban las típicas preguntas como podía estar con un tío tan feo. Pero la respuesta era sencilla, me encantan los hombres mayores, que me den protección y su voz.

Me acerque a el, y le di un beso en la boca.

-Hoy, te tengo una sorpresa. –Le susurre al oído.

-¿Qué sorpresa?- Me pregunto un poco nervioso.

-Algo, que te hará muy feliz, pero necesito de tu colaboración.

-Pues hoy es un buen día, estoy fácil. Me puedes pedir lo que quieras.

-Pues vete desnudándote, que yo voy un momento al cuarto de baño.

Cerré la puerta del cuarto de baño, empecé a desnudarme. Me encantaba desnudarme y verme en el espejo. Me quite un suéter negro que llevaba y los pantalones. Me quede embelesada mirando mi cuerpo en el espejo. Me quite el sujetador y las braguitas y me quede totalmente desnuda delante del espejo. Me contornee para mirarme bien en el espejo. Y el espejo me devolvía la imagen de una mujer con unos pechos muy bonitos, grandes. Con las dos manos me cogi los pechos y me los acaricie, los junte en el medio y pensé que bonitos son, y que grandes son. Yo creo que son demasiado grandes y a veces me hacen daño si los muevo bruscamente. Por eso muchas veces hago el amor con el sujetador puesto. Pero hoy me apetecía enloquecer a Francisco. Yo sabia que el le encantaba ver mis pechos moverse cada vez que me hacia el amor.

Saque de la bolsa, el "arnés" que había comprado la semana pasada. Era unas braguitas ajustables, las cuales tenían por un lado un pene de unos catorce centímetros, y hacia el interior un pequeño pene de unos seis u ocho centímetros. En el envoltorio también traía un tubo de lubricante. Mire un poco el tríptico donde informaba como colocarse dicho aparato. La braguita que sujetaba todo esto era de un color negro satinado. Abrí el tubo y eche una buena cantidad de lubricante en el pene pequeñito, que era el que tenía que meterme yo. Separe las piernas y me puse las braguitas hasta la altura de mi ingle. Me pase la mano por la entrepierna y me la examine, con dos dedos me separe los labios y empecé a intentar hacer hueco para poderme introducirme el pene. Casi sin querer se metió el solo. No hacia falta que le hubiera echado lubricante. Ya estaba lo suficientemente húmeda. Me ajuste las correas y me contemple en el espejo. Era una mujer con un pene. Me gusto la imagen. Me gire para verme el culito y me acomode la tira del arnés que se me metía de mala manera por la raja del culo.

De verdad, yo no se como hay mujeres que le gustan el tango, se súper incomodo, siempre la cinta metiéndose en la raja del culo.

Me contemple, mas bien me deleite con la imagen que tenía y me di un sobresaliente estaba de impresión. Estaba para dar un tabardillo a cualquier hombre y que se muriera solo con mirarme.

Salí, y francisco ya estaba totalmente desnudo encima de la cama. Su cara fue de sorpresa total. Empecé a balbucear algo, pero yo me lleve un dedo a la boca para indicarle que guardara silencio.

Empecé a caminar hacia el como una pantera, llegue al lado de el. Y me puse a acariciarle la verga. Estaba flácida. Pero poco a poco, con los lametazos que le estaba dando estaba poniéndose dura. Se la estaba comiendo, primero el glande y después el tronco, estaba salivando bastante para tener bastante saliva.

Una mano la tenía agarrando su pene. Y con mi boca le estaba comiendo la punta. Y la otra mano la tenia apretando los testículos. Estuve así como unos 20 minutos haciéndole una felación. De vez en cuando soltaba una mano y me acaricia los pechos y el pene postizo que me salía de la braguita. Al hacerlo se me movía el pene que tenía insertado dentro de mi vagina y me producía un placer inmenso.

El se dejaba hacer. Le puse las rodillas flexionadas y le coloque una almohada debajo del culo. Y esta posición seguí con la tremenda mamada que le estaba haciendo. Le acaricie los testículos y el ano. Yo sabía que su ojete era su debilidad. Porque mas de una vez, cuando hacíamos el amor me decía si le podía meter el dedo. Al principio me parecía una cochinada. Pero tras vencer los tabúes se lo hacia sin ningún problema.

Me acomode detrás de el. Se le notaba nervioso, desencajado. Se imagina lo que le iba a pasar y no sabía si quería continuar.

-Tranquilo, relájate y disfruta. No pienses en nada.

Moje los dedos con mi saliva, y los pase por el pene que sobresalía de la entrepierna. Y le pase los dedos por el ojete.

Intente penetrarlo. Y el debió apretar. Porque en el primer intento no fui capaz ni de meter la puntita del pene. En cambio a mi, se me introdujo mas el pene.

-Relájate.

Y volví a intentarlo. No era capaz de penetrarlo. Me levante fui al cuarto de baño y traje el tubito con el lubricante. Lo unte bien en el pene y eche una buena cantidad en su ojete. Dio un respingo como si la crema estuviera fría.

Yo estaba fuera de mí, con una excitación que me devoraba.

Me volví a colocar, y esta vez si que se fue introduciendo el pene de plástico en el ojete de Francisco.

Empecé a moverme como se mueven los hombres cuando están haciendo una penetración. Primero lentamente y luego cada vez mas rápido. Al mismo tiempo le estaba acariciado la verga. Se corrió en un momento y desparramo su lefa por encima de su barriguita y un poquito por la mía.

Me estaba volviendo loca ver como estaba follándome a mi amante. Me acariciaba las tetas, las nalgas y lo acariciaba a el.

Y así, estuve unos 20 minutos más.

Francisco, me confeso a los dos días. Que fue lo mejor que le ha pasado en su vida.

Por eso digo, que quiero ser hombre. Me encanta hacer disfrutar a la gente. Por eso me gusta mas penetrar que ser penetraba.