Me gustan maduros. Confesiones de una adicta
Angy es una mujer casada con un secreto: le ponen los hombres maduros
Me llamo Angy, tengo 31 años, y una doble vida muy peligrosa. Soy una mujer de 1,75 de altura, con el pelo castaño pero lo llevo rojizo, en una melena que me cae hasta media espalda ligeramente rizada. Tengo un buen cuerpo, ancha de caderas, quizás demasiado pero los hombres pierden el norte por un buen culo. Un pecho de la talla 95 con grandes pezones y un rostro atractivo con unos preciosos ojos verdes. Quizás no sea una chica de portada top, ni tenga un cuerpo tallado en innumerables horas de gimnasio, pero estoy bastante bien, soy sexy, atractiva, y el deseo de cualquier hombre.
Descubrí el sexo de la peor manera posible. Fue con un primo lejano, solo nos veíamos en las vacaciones de verano familiares. Era mono, el ojito derecho de la familia. Pero era virgen, como yo. Y bastante tímido y poco espabilado. Los dos teníamos ganas, yo era mas lanzada y acabamos follando a escondidas. Fue una única vez, aunque seguro que él hubiera querido repetir. Fue penoso. Nada idílico, poco placentero y doloroso. Su torpeza no ayudo pero al menos rompí mi virginidad y me sentí mas libre y preparada.
Mi vida cambió con mis 18 años recién cumplidos. Mi madre trabajaba en una boutique y fue despedida. Buscaban a chicas jóvenes, con cuerpo de modelito donde exhibir la mercancía y mi madre ya no entraba en esos cánones. Nunca conocí a mi padre, y el sueldo de mi madre era vital en mi casa. Me enfurecí mucho y me planté en la boutique, dispuesta a cantarle las cuarenta a su exjefe. Logré que me recibiera en su despacho. Pensé en suplicarle para que devolviera el trabajo a mi madre, el dinero nos hacía muchísima falta, pero estaba tan indignada que no me salía otra cosa mas que ser agresiva. Pero todo fue muy diferente a lo que tenía planeado. El exjefe era un tipo de unos 40 años, algunos mas. Con barba y una barriga que empezaba a asomar, vestido impecablemente. Desde el momento que me plante, sin sentarme, frente a su mesa, me miro de arriba abajo. Era verano y yo llevaba ropa ligera. Como un baboso no dejó de mirarme el escote. Me di cuenta e imaginaba que ese era su método de selección de personal. Al principio me sentí indignada, pero algo mas se despertó en mi, me gustaba sentirme deseada. A ojos de aquel hombre no sería mas que una niña, y sin embargo, ejercía un poder sobre él. Decidí utilizar aquel poder, me recline sobre el escritorio para darle al hombre una buena visión de mis pechos, y tal y como suponía, no apartó la mirada de mis tetas, sin ningún pudor. Empezaba a notar un cosquilleo en mi ingle, me estaba poniendo muy caliente saber que tenía aquel hombre bailando en la palma de mi mano. Rodeé el escritorio, me plante frente a él y levante mi pierna colocando mi rodilla sobre su silla, el vestido se me subió dejando solo tapado el nacimiento de mis bragas. El hombre no cabía de sí en su gozo y plantó su enorme manaza en mi muslo. Creo recordar que me ofreció trabajar allí, pero no tenía ninguna intención de trabajar en aquel tugurio. Le mencione que mi madre necesitaba recuperar el trabajo, y que yo podía ser muy generosa si la ayudaba. Veía crecer un bulto en su pantalón y sus manos subieron por mi pierna hasta pellizcarme el muslo. Yo me aparte y me negué, seguía mi papel y el hombre se levantó empujándome contra la pared. Planto su boca en mi cuello y me ofreció que si me portaba bien, le daría el trabajo a mi madre. No esperaba que fuera allí mismo, el hombre cerró el pestillo de la puerta del despacho, me tumbó sobre la mesa y me bajo las bragas. Sentía mi adrenalina disparada. El temor a que cualquiera podría aparecer por el despacho, si bien suponía que las dependientas ya habían pasado por lo mismo y no se acercarían. El hombre me abrió las piernas exponiéndome y me folló ahí sobre su escritorio. Sus manos se agarraban a mi cintura y su boca trabajaba en mi cuello. Su enorme cuerpo me aplastaba y yo rodee su cintura con mis piernas. Gemía y me corrí varias veces muy excitada por la situación, por el lugar y por saberme dueña de la voluntad de aquel hombre, que en su egocentrismo, se pensaba que era él quien me dominaba.
Tuve 2 o 3 encuentros mas con aquel hombre que bien le valieron a mi madre para tener unos buenos suplementos a su sueldo y asi ambas, disfrutar de unas merecidas vacaciones.
Se que algunas personas me dirán que soy una puta, que vendo mi cuerpo por dinero. No es así. Lo que no saben esas personas s que haría gustosamente lo mismo sin pedir nada a cambio. Me gustan los hombres maduros, son mas interesantes que los críos. Si, los jóvenes tienen unos cuerpazos, y unas pollas capaces de aguantar muchos asaltos. Pero se creen que todo lo solucionan con sus cuerpos. Los chicos jóvenes no valoran el sexo, porque pueden tener todo el que deseen. Sin embargo los maduros son diferentes. Son expertos, saben como tocar a una mujer, como hacerla gozar. Y lo mejor de todo es que te poseen como si fuese el último polvo de su vida, te beben como un sediento bebería una botella de agua. Esos hombres maduros, en su egocentrismo de macho alfa, quieren demostrar que son superiores a los jóvenes y se esfuerzan mas en el sexo, y eso me vuelve loca. Cuando los veo dar todo lo que tienen hasta el límite de sus fuerzas me pongo a mil. En alguna ocasión he temido que a alguno de mis amantes le fallase el corazón en esos momentos, pero merece la pena, porque ellos son como una llama que ilumina y arde mas fuerte justo antes de apagarse. Y además de todo eso los hombres maduros pueden ofrecerme otros incentivos. Si, lo haría gratis, por placer, porque me gusta sentirme el objeto de su deseo y al mismo tiempo soy su perdición. Pero si además puedo gozar de un beneficio, ¿Por qué no aprovecharlo?
Tengo que confesar un secreto, estoy casada. Pero antes os contare sobre mi última adquisición, porque sigo conservando a mis amantes, no a todos, porque algunos hombres ya no son capaces de satisfacerme ya sea físicamente… o en otros ámbitos, y yo soy muy selectiva.
Entré a trabajar en una entidad bancaria, solo era una cajera mas. Mi jefe era un hombre de 43 años. Un hombre muy grandote, calvo con una recortada perilla. Su barriga comenzaba a ceder a los excesos y aunque tenía un rostro apuesto, se notaba de lejos esa mirada depravada y babosa. No me perdía de vista, a pesar de ser un hombre casado. Yo ya me imaginaba que su esposa luciría una hermosa cornamenta, puede que incluso ella lo sospechara, quien sabe. Yo desde luego deje que se acercara a mi, le correspondía las bromas y le permitía mas libertad de lo estrictamente profesional. Sabía que no tardaría en proponerme algo, era como una mosca revoloteando. Y ocurrió. Había un congreso y me propuso acompañarlo para sustituir a su secretaria que había caído oportunamente enferma. Quiso convencerme señalándome que la entidad pagaría un buen plus por el trabajo extra y ganaría muchos puntos. Ya tenía lo que quería.
El congreso se celebró en un retirado hotel de lujo en un precioso paraje montañés. Duró tres días, de los que realmente, solo se trabajó durante una cena de gala y unas horas. El resto del tiempo fue libre. Y nosotros lo aprovechamos sin salir de la habitación, follando como adolescentes. Aquel hombre era un gran experto en artes amatorias, seguramente habría tenido a docenas de mujeres, el cabrón sabía moverse, como tocar y como dar placer. Por supuesto eso me ponía muy cachonda y yo me dejaba hacer, sabía complacer. Unos días después de mi regreso me encontré un generoso cheque entre mis documentos.
Como os dije, estoy casado, con José Tomás. Dos años mas pequeño que yo. Nos conocemos de toda la vida, vecinos. De críos siempre jugábamos juntos y hasta nuestras madres reían inocentemente sobre que parecíamos novios. Cuando entramos en el instituto nos distanciamos, a mi los chicos de su edad me aburrían, me parecían infantiles e inmaduros. Aun no había desarrollado mi instinto por los hombres maduros, pero ya había algo que florecía en mi interior. Le perdía la pista a Jose Tomás porque se marchó a la universidad. Tardó años en regresar, lo hizo con su título debajo del brazo y dispuesto a “heredar” el negocio familiar. Había cambiado mucho. Era el sueño de toda mujer, el clásico príncipe azul. Un cuerpo atlético, rubio de ojos azules, alto… una cara demasiado aniñada para mi gusto, pero un hombre encantador, siempre amable, solícito y con buen sentido del humor. En la cama aunque no este especialmente bien dotado, es capaz de aguantar guerras y batallas. Me enamore de él, y lo sigo estando. Nos casamos hace 2 años. Adoro pasar el tiempo con él. Salimos mucho de fiesta, viajamos, reímos y follamos muchísimo. Pero yo no puedo dejar a mis amantes, mi otra vida. Por supuesto José tomas no sabe nada de mi doble vida, el conocerlo lo destrozaría, y destrozaría nuestro matrimonio, y eso es algo que jamás permitiré. El problema es que él nunca entenderá mi necesidad, y que esa necesidad también es la que le proporciona a él una vida de ensueño a mi lado, es el sustento de nuestro matrimonio. Os pondré un ejemplo.
En una ocasión, mi jefe llegó a la oficina echo un demonio. Algo le habría ocurrido bien con sus superiores, bien con la frígida de su mujer o sus hijos, o quizás todo. Pero pasamos una semana que la oficina era un infierno de gritos, amenazas y brusquedades. Yo me encontré un día un cheque especialmente generoso y una nota citándome esa misma noche. No era nuestro modus operandi. Siempre pactábamos con antelación nuestros encuentros sexuales para poder excusarnos en casa. Pero aquella semana era difícil y decidí aceptar la gratificación y acceder a su mandato. El lugar de la cita tampoco era lo habitual. Acostumbrada a hoteles de lujo, habitaciones con jacuzzi y otras comodidades, me encontraba esta vez frente a un motel apartado de aspecto destartalado y olor a humedad y podredumbre. El típico picadero de mala muerte.
Cuando entre en la habitación mi jefe ya me esperaba en calzoncillos, una mancha en ellos descubría que el cerdo ya estaba empalmado y excitado. Yo comencé a quejarme por tan deprimente lugar, cuando de golpe me arrojó sobre la cama y comenzó a quitarme la ropa a jalones. No había delicadeza, ni juegos. Yo ya comprendí la situación. Estaba frustrado, furioso y necesitaba desahogarse, necesitaba echar un polvo que le subiera la autoestima, quería descargar sobre mi todo su pesar. Y yo, solícita, cumplí mi rol. Me dejé hacer.
Cuando me tuvo desnuda me dio la vuelta dejándome a cuatro patas, aun así empujo mi cabeza contra la almohada dejando mi culo totalmente expuesto. Me agarró fuerte de las caderas y metió su polla por mi culo. A estas alturas de mi vida, mi ano hacía mucho que había dejado de ser virgen, y por suerte podía dilatarlo con facilidad, pues el cabrón no me había lubricado, al menos su polla si chorreaba ya. Dolió un poco pero rápidamente me acomodé. Pero sabía que él deseaba verme sufrir, asi que comencé a chillar de dolor, y también de placer. Eso lo excitó mucho. Golpeaba mis nalgas con sus grandes manos y me pellizcaba violentamente muslos y pechos. Siempre habíamos pactado no dejarnos marca alguna, hoy había roto todas sus promesas y bufando siguió taladrándome el culo con toda su fuerza, empujando con todo su cuerpo. Sentirlo tan desesperado me ponía mas cachonda y notaba mi coño mojarse. Seguía gritando y le suplique que me follara, que me hiciera toda suya, quería sentir su polla en mi coño y que me destrozara. Totalmente ido, me dio la vuelta, abrió mis piernas tanto como le fue posible y se tumbó sobre mi, teniéndome cogida por la cadera, y me empujaba con todo su cuerpo. Yo trate de rodearlo con mis piernas y comencé a mover frenéticamente mis caderas, pidiendo mas y mas. El pobre diablo comenzó a sudar y a enrojecer, tratando de no ceder ante mi, de mantenerse como el macho dominador, pero yo no me cansaba fácilmente, ver su cara, entre goce y sufrimiento, me ponía mas, y cuanto mas me ponía, mas caña pedía. Gimió, gritó trato de hacerme correr con toda su fuerza, y fue él, al que al final, expiró en un grandioso orgasmo que me llenó de leche. Quedó totalmente exhausto tras el esfuerzo.
Esa noche cuando llegué a casa, estaba muy caliente, con el lívido por las nubes, como siempre que tenía alguna de mis aventuras. José Tomas ya estaba dormido. Me quité la ropa y me metí bajo las sábanas. Le bajé el pantalón del pijama y los slip a mi marido y comencé a chuparle la polla. Se me da muy bien. Se jugar con los penes hasta volver loco a los hombres. Lamer su tronco de arriba abajo, mordisquear su glande, ensalivarlos bien mientras masajeo sus testículos. Puedo llevar a los hombre al éxtasis, sin que lleguen a correrse, hasta que me suplican que llegue al final. Pero eso no iba a ocurrir ahora. Estaba a tope y quería sexo, quería sexo salvaje. Comencé a masturbar a mi marido con la boca. Su pene reaccionó empalmándose y se despertó, totalmente descolocado sin saber si era real o un sueño. En ese momento me trague su pene tal largo era, lo sentía en la garganta, gemía, se que eso le pone a los hombres. Con aquella mamada profunda la polla llegó a su mejor estado, y aproveche que José tomas aun estaba somnoliento para lanzarme sobre él. Yo estaba muy húmeda y el pene ya segregaba jugos, asi que no tuve ningún problema en méteme aquel hermoso miembro hasta lo más profundo de mis entrañas. Apoyé mis manos sobre el pecho de mi hombre y comencé a cabalgarlo, sin miramientos, fuerte, rápido, con mi culo bombeando sobre su pene. El trató de ayudarme, colocó sus manos sobre mis nalgas y me aupaba y me empujaba. Yo tenía la piel irritada del maltrato de mi jefe y sus manos puesta ahí me produjo un fogonazo de calor que me recorrió todo el cuerpo. Notaba los restos del semen de mi patrón aun pegados en mis muslos, ahora sobre el cuerpo de mi marido. Aun podía oler el sudor y las babas de mi jefe en el cuerpo que ahora tocaba con pasión mi marido. Y aquello me ponía a mil. Me excitaba y me volvía mas salvaje en la cama. Tenía ganas de entregarme a Jose Tomas, de hacerle el hombre mas feliz del mundo, de darle hasta la última gota de mi ser. Aquella noche logré que se corriera 3 veces en una de las noches mas salvajes que jamás a tenido. Y por eso mis aventuras son tan positivas para nuestro matrimonio. Mis recompensan logran que podar vivir con muchos caprichos. Y mis aventuras me suben el deseo y la pasión que pudo volcar con mi amor. Por eso él jamás debe averiguar mi secreto.
En estos años, mis diferentes amantes me han pedido una infinidad de caprichos y fetiches. Desde disfraces y juegos de rol a algunas barbaridades. Creo que con los años los hombres se vuelven menos miedosos, que ven como sus oscuros deseos pasan y no son capaces de realizarlos. Cuando son jóvenes tienen mas vergüenza, no quieren ser etiquetados. La mayoría de esos fetiches no me agradan, pero verles su cara de gozo al cumplir sus sueños, como se vuelcan con toda su pasión, eso si me pone. Pero tuve una aventura muy particular por encima de todas.
Ocurrio que recibí una llamada de un antiguo amante, un hombre que ya tendría los 60 años pero hacía mucho que había dejado de ser interesante para mi. Pensaba ignorarlo pero como suele decirse, la curiosidad mató al gato, y acepte vernos en un centro comercial y tomar un café. El, cuyo nombre era Pepe, se presentó y constaté que los años le habían envejecido bastante. Seguía teniendo un cuerpo muy interesante, puesto que se machacaba en un gimnasio, pero su rostro se veía cansado y arrugado y su en otro tiempo hermoso cabello era ahora blanquecino y escaso. Para mi sorpresa y disgusto se presentó con su hijo, un chico de 18 años. Era alto, y con un cuerpazo con muchas horas de gimnasio, aunque una cara muy infantil que me echaba para atrás. Vestía con ropa caras y francamente hortera, llevaba el pelo casi rapado y varios tatuajes por el cuerpo, era el prototipo de niño chulito de hoy en día. Cuando me presenté me miro de arriba abajo, con un aire soberbio, como si yo fuese una muñeca vieja sin interés. Pero lo que mas me cabreo fue que desvió su mirada de mí para fijarse en dos chicas rubias, de poco mas de 18 años, que pasaron por al lado muy ligeras de ropas. Pepe y yo nos sentamos a tomar un café, hablamos unos minutos de cortesía y finalmente le pregunte que hacíamos allí.
-Veras, te he llamado porque siempre has sido mi musa, mi diosa, una mujer inolvidable, y quería proponerte un… bueno, un juego.
-Lo siento Pepe, me halagas, mucho, pero nuestros juegos acabaron hace tiempo.
-Oh, no, no no, no es eso. Ojalá, pero me sería imposible –Desvió unos instantes su mirada a su entrepierna- Desde hace dos años que murió mi esposa, perdí mis facultades… no he sido capaz de volver a sentir nada ahí abajo, ya soy un caso perdido. Te he traído aquí por mi hijo
-¿¿¿Tu hijo??? ¿me estas vacilando?
-No, discúlpame. Veras, desde que murió su madre nos hemos distanciado.. No se si soy un buen padre y no se si tengo algo que ofrecerle. Pero temo que no está preparado para la vida, le falta madurar. Le falta saber lo que es una mujer. Y pensé, bueno, tú serías la mejor, y mi mejor regalo para él.
Me levante muy indignada de la silla y me gire para irme
-Mira Pepe, yo no soy ninguna ramera a la que puedes comprar. No es mi rollo. Si quieres que tu niño se pegue un polvo, hay casas de citas con mujeres dispuesta a eso, me voy.
Pepe me agarro del brazo y me mostró un sobre, era grueso. Y confieso que piqué, tras unos segundos acabe por cogerlo y mirar en su interior. Estaba repleto de billetes, una autentica fortuna.
-Joder.. esto es mucho dinero… ¿sabes las de cosas que podrías comprar con esto? Casi meterías a tu niño en la mansión playboy
-Lo se cielo. Y perdóname si te he ofendido. Se que tú no eres una puta. Por eso mismo… te ofrezco este sobre, no es el sueldo de una puta. Es un regalo. Para una persona muy especial. La persona que podría enseñar a mi hijo a ser un hombre
Volví a mirar al sobre, sopesándolo, y me desvié para observar al chico. El niñato tenía un brazo echado por el hombro de una de las chicas que acababa de conocer, mientras se intercambiaban los teléfonos. Aquí el único ingenuo era Pepe, si ese chico era virgen yo era monja. Seguro que se había tirado a mas de una cría. No podía dejarme mas indiferente, pero el dinero merecía la pena. Miré a Pepe a los ojos, y una idea surgió de repente.
-De acurdo, acepto el trato, pero con una condición
-Lo que quieras
-Esto es mucho dinero, alguien dispuesto a pagar tanto, tiene derecho a confirmar que la inversión merece la pena, ¿no te parece? Me acostaré con tu hijo pero tú lo observaras todo.
-Pero eso es imposible, mi hijo no aceptaría eso, me mataría
-Tú déjalo de mi cuenta
Unos días después nos citamos en un hotel, mis instrucciones fueron claras, el chico debería esperar en la habitación mientras Pepe y yo nos tomábamos una copa en el bar del hotel. Me llevé pastillas azules, en ocasiones mis amantes necesitaban un buen chute para aguantar mi ritmo. Sin que Pepe lo supiera disolví varias de ellas en su bebida. Temí pasarme con la dosis y que le sentará mal, pero dada la situación me jugué el todo por el todo, resucitaría esa polla a base de cañonazos. Calculé un rato para que la droga hiciese efecto y subimos a la habitación. Le expliqué que él debía esperar 15 minutos en el pasillo, luego entraría muy sigilosamente y podría observarlo todo desde la puerta. Una sonrisa lujuriosa adornaba su rostro.
Para la ocasión llevaba puesto una mini falta negra y un top junto a una ropa interior bastante sexy.
Al entrar en la habitación, el chaval estaba ya marcando paquete con tan solo sus slips puestos, tumbado en la cama y con los brazos cruzados tras la cabeza. Me miró y se rio con chulería. Yo me quede mirándolo, desde luego tenía un cuerpo muy apetecible, pero su actitud y su cara me estaban mareando. Aun así, se muy bien como manejar a los hombres y le sonreí con la cara mas cerda que era capaz de poner. El se levantó sonriente, se acercó a mi y comenzó a rodearme mientras me degustaba con la vista, como si yo fuese su buffet libre. De pronto sentí su mano sobre mi culo, me apretó mi nalga con descaro y deslizó su mano bajo mi falda. Se acercó a mi oído y me susurro
-Vaya, vaya, vaya.. hoy debe de ser tu día de suerte. Voy a hacerte disfrutar como nunca en tu vida nena. Catar a un hombre como yo… eso no sucede todos los días. Hoy no vas a trabajar, vas a gozar putita
Estuve a punto de cruzarle la cara de un bofetón, pero me trague mi orgullo y le seguí el juego
-Oh si, estoy deseando sentirte dentro de mi. Deja que te muestre tu juguete
Comencé a desnudarme mientras me contorneaba como una bailarina de striptease. Fui dejando caer mi falda, desprendiéndome de mi top y lanzando mi ropa interior a la cara del chaval, que no falló en atrapar mi tanga al aire y llevárselo a la nariz. Una mancha en sus slip demostraba que su polla ya estaba lanzando fluidos, y es que estos niños no aguantan un suspiro. Me frote contra su cuerpo y le baje sus slip dejando al descubierto una polla nada desdeñable.
-Eso, mira una polla de verdad, seguro que te has comido muchas pero ninguna como esta
Volví a sonreírle aunque todo mi cuerpo pedía a gritos patearle los huevos y dejarlo tirado
-Es enorme, estoy deseando sacarte toda la leche
Lo tumbé en la cama. Me puse sobre él y me di la vuelta, dejando mi culo a escasos centímetros de su cara y concentrándome en su pene. Le iba a regalar la mamada de su vida. Estaba segura de que las niñas con las que se había acostado aun no sabían como comer una polla, solo se limitarían a chupar. No tenían ni mi experiencia ni mi virtud. Me esmeré. Comencé a lamerle todo el tronco de arriba abajo. Le mordisqueaba el glande con mis labios. Ensalivaba todo su pene bien mojado. Besaba sus huevos, me metía la polla en mi boca y la acariciaba con mi lengua. Su respiración se aceleró muy rápido, se agitaba, el cabrón estaba a mil y solo el echo de que no apretaba era lo que le impedía correrse, y eso lo estaba volviendo loco. Noté sus dedos hurgar en mi vagina. Me introdujo un dedo sin mas preámbulos, luego otro y hasta se atrevió con un tercero. Frotaba buscando torpemente mi clítoris, y enseguida terminó metiendo y sacando sus dedos como si de su polla se tratase, todo muy rápido, todo muy insulso.
El tiempo pactado había pasado y Pepe entró al dormitorio, muy sigilosamente, y se paró a observar la escena desde el umbral de la puerta. El chico no podía verlo desde su posición. Yo le sonreí a Pepe, con la cara mas lasciva que tenía. No dejé de mirarle a los ojos mientras chupaba el pene de su hijo y me lo frotaba entre mis pechos. Y se obró el milagro. Pude observar la cara de Pepe contraída del susto, casi lívida y algo temblón bajó su vista a su entrepierna. Había un bulto. Se palpó nervioso con sus manos. Su polla llevaba muerta dos años y ahora ahí estaba, lista para la acción. Me gustaría pensar que fue por mi, por el espectáculo que le estaba brindando junto a los recuerdos de nuestras aventuras pasadas. Pero imagino que la droga tuvo mucho que ver. Le sonreí y le indique con el dedo que se acercara a mi, el pobre diablo se lanzó a trompicones mientras se quitaba la ropa, olvidándose por completo de su hijo. Yo lo recibí encantada, se me abalanzó sobre mis pechos, devorándolos como un hambriento a una buena comida y me tumbé junto a él. Sus manos se deslizaban por cada recoveco de mi cuerpo, me frotaba intensamente cada centímetro de mi piel, ansioso como si fuera la primera vez, como si fuese su última vez, una oportunidad que jamás creyó que tendría. Note su pene erecto contra mi pubis, su boca devoraba a besos cada uno de mis pechos, sus manos no dejaban de frotarme el culo, la espalda, los muslos… El chico dio un respingo cuando se vio a su padre desnudo junto a él. Salió de un salto de la cama, recogió su ropa y se marchó del cuarto insultando y blasfemando. Ninguno de los dos le hicimos caso.
Me relajé y me abrí de piernas, ofreciéndome a Pepe. Se lanzó impetuoso contra mi y me penetró. Le deje disfrutar unos minutos mientras volvía sentir el placer de estar dentro de una mujer. Se dejó caer sobre sus codos, besándome otra vez los pechos mientras movía sus caderas. Yo lo rodee con las piernas y le hice acelerar su follada. Su cara era de éxtasis total y eso me ponía muy caliente. Se esforzó en aguantar, no solo por su hombría si no porque pensaba que sería su último polvo, lo veía sudar, su rostro contraído, acalorado, trató de calmarse pero yo no lo dejaba, rodeado entre mis piernas me movía acelerando aun mas el ritmo hasta que entre gemidos noté su tibia leche desparramándose entre mis muslos.
El pobre hombre cayó exhausto y sin fuerzas, pero con su polla aun firme como un mástil. Era mi hora de disfrutar. Sin dejarle coger aliento me senté sobre él, sentí su miembro dentro de mi y lo cabalgue. El trató de ayudarme, agarrándome de mi cintura, moviendo sus caderas, pero las fuerzas apenas le respondían, si bien su polla seguía dura como el cemento dándome placer. No se si tendría vigor para aguantar, para correrse otra vez, pero yo seguía cabalgando cada vez mas deprisa sintiendo una explosión de placer por todo mi cuerpo. Aproveche su estado para cabalgar hasta que me quede satisfecha. El pobre diablo apenas aguantaba la respiración, parecía al borde del infarto. Por fin cuando me levanté vi como su pene volvía a segregar unos últimos restos de semen y Pepe quedo desmayado del agotamiento. Sería la última vez que me viera.
Con aquel dinero pude pagarme unas vacaciones en Paris para mí y para José Tomas. Teníamos muchos planes: el moulin rouge, la torre Eiffel… y sin embargo en 5 días en Paris apenas si salimos del hotel. Me folle a mi marido de mil maneras diferentes, mi última aventura me había puesto muy cachonda y ahora quería volcar toda mi pasión sobre el hombre que amaba.
Una vez me plantee que debía elegir: la vida que quería vivir con mi marido o la vida que deseaba vivir con mis amantes. Me dije que lo quería todo. Se que es un juego muy peligroso y que cualquier error lo tiraría todo por la borda. No sabría vivir sin mi marido, no podría vivir sin mis aventuras. Pero la vida es corta, y yo quiero vivirla a tope, no tengo por que eliminar una parte de mi. Viviré todo lo que pueda mientras esté en la tierra. Y ¿Quién sabe? Quizás cuando llegue el día que yo misma alcance cierta madurez, quizás ese día comience a cambiar mis maduros por jovencitos yogurines. Entonces, que tiemblen las madres y novias porque pienso desvirgar a cada mozo que se me ponga por delante.