Me gusta que vean a mi esposa. Inicios. PARTE 1
El inicio del morbo de un joven victima del cuerpo voluptuoso de su novia ingenua. Hasta la culminación de su primer fantasía cumplida por su esposa distraída. ----
Me gusta que vean a mi esposa.
Inicios.
Vivo en el Norte de México pero soy nacido en el Sur. Moreno, gordito y de 1.60 de estatura. Calvo y uso lentes. Ingeniero, de los de verdad, que trabaja en la “chinga” del campo y soy un poco mal hablado. Contrasta mucho mi mala educación y mi “piche” fealdad con mi hija y esposa porque son muy hermosas y llenas de bondad.
Mi esposa “Tere”, es muy blanca y alta, 1.82; una “güerota del Norte”. Maestra de kínder y los fines de semana es maestra de catecismo. Tiene, y siempre ha tenido, un culito que me vuelve loco; nalgas grandes. Muy chichona, copa “E”, no me cabe una teta en la mano. Siempre bromeo con ella por sus pezones que me encantan; se levantan bien chingón como si fueran una especie de borradores de lápiz. Las aureolas grandes color café oscurito resaltan mucho por su piel blanca. Al pasar de los años todavía mantiene su abdomen plano y su cintura bien definida. Ojos azules y usa lentes. Su cabello natural es de color negro pero le pedí que usara su cabello cortito y lo pintara de rubio.
Mi hija, Lucy; es chaparrita, de mi estatura (1.60). Heredó la piel blanca de Tere. Cabello negro a la altura de los hombros. Ojos cafés. Carita angelical con pequitas en mejillas que parece no cambiar ahora que tiene 33 años. Siempre ha sido un poco vanidosa, le encanta a la “cabrona” que le diga que se ve guapa o es hermosa. Antes de casarse no era tan chichona como su mamá, tenía un par de pechos bien levantados y duritos. Ahora se ve más tetona. Conserva una cintura chiquitita, grandes caderas y piernas contorneadas: gruesas, siempre anda en “chinga” con el “ejercicio”. Es culona, nalgas muy bonitas; grandes y redondas con la diferencia de que están muy levantadas. Lucy andaba en su grupo de gimnasia, fue la primera vez que noté como sus nalgas y sus pechos ya la enmarcaban como mujer. Cuando salíamos a la calle robaba miradas al igual que su mamá y todavía no tenía sus quince primaveras.
No sólo lo curvilíneas y estar bien buenas tienen en común mi hija Lucy y mi esposa Tere; tienen un “chingo de ingenuidad”… están medio “mensas”. Nunca, y estoy seguro, descubren malas intenciones de los que lo rodean y menos las mías.
Pero les cuento cómo inició todo el “desmadre”. Yo tenía 19 años, estudiante foráneo y en el último año de mi universidad cuando conocí a mi esposa. Ella, de 17 años, también terminaba sus estudios de maestra. Recuerdo que mis compañeros y yo paseábamos por la Ciudad Deportiva. Vimos un grupo de mujeres caminando por los jardines en uniforme escolar a la distancia. Todas eran altas y blancas, “güeritas norteñas”, pero la que llamó más la atención de todos era Tere. Llevaba una cola de caballo con un listón verde. Su rostro sin maquillaje. Ojos azules y lentes negros pasta gruesa. Tenía una blusa blanca debajo de un suéter rojo tipo chaleco que se le repagaba a una cintura pequeña que hacía notar unos enormes pechos. La falda escolar cuadriculada, verde y rojo, llegaba arribita de sus rodillas pero la caída de la tela dejaba imaginar las enormes nalgas que tenía. Unas calcetas color rojo cubrían casi por completo las pantorrillas gruesas de Teresa.
Mis amigos y yo comenzamos a hablar con ellas. Los dos grupos entablamos amistad y entre nosotros, los compañeros, inició una competencia para ver quien enamoraba a la más buena; Tere. Mandábamos cartas, chocolates, invitaciones al cine y etcétera pero a todos rechazaba. Uno de mis compañeros de carrera y de dormitorio “el Vale” estaba obsesionado con Tere. Si todos estábamos feos el “Vale” era el más “pinche” feo de todos. Moreno, tenía mi estatura pero era muy delgado y tenía cara de pendejo. Se la pasaba hablando y diciendo que deseaba esas “nalgotas” que se comería las “chichotas” de Tere. Al final a Tere le gusté yo y terminó siendo mi novia.
Mis compañeros y en especial el “Vale” no volvieron a mencionar nada de Tere. Sabina que yo era bueno para soltar “chingazos” y la verdad esperaba que dijeran algo para “partirles su madre”. Ellos creían que era muy celoso por mi actitud al cuidar a Tere pero en mi cabeza recordaba sus comentarios sobre las nalgotas o las tetas de Tere y me provocaba muchísimas erecciones. En ese entonces me convencí que sólo eran juegos morbosos, fantasías para echarme una masturbada.
El segundo día de salir con Tere me animé a tomarla de la mano, se puso muy rojiza y sonreía. La besé por primera vez y le pedí ser mi novia. Entre nuestras pláticas le hice ver que dudaba mucho que yo fuera su primer novio porque era muy hermosa. Me contó sobre su familia. Su papá era un norteño conservador, había fallecido hace unos meses atrás. Era muy católico y procuraba que toda la familia estuviera unida en casa, salían los fines de semana a visitar familia al pueblo de donde era originario y los domingos de iglesia. Sus dos hermanas y a ella no tenían permitido tener amistades, ni salir y mucho menos tener novios.
Ninguna mala palabra salió de la boca de su papá. Todo lo tratara de las mujeres en esa casa; desde la ropa o las cosas naturales de sus cuerpos era tratado entre secretos, mala información o total “pinche” ignorancia. En ocasiones cuando yo decía una mala palabra tenía que explicarle el significado. El doble sentido mexicano nunca lo pudieron comprender mis cuñadas, mi suegra y menos Tere.
Al pasar las citas yo era más animado para abrazarla por la cintura. En el Volkswagen Sedán mi mano bajaba por su cadera, me dejaba acariciar sus enormes nalgas, meter mano a sus pechos y le encantaba todo el faje pero al iniciar con besos apasionados, arrimones y apretones ella no sabía interpretar mis intenciones.
Salimos de una tardeada, ya estaba un poco borracho, me agasajaba las nalgas Tere dentro de mi carro. Sin quitarle nada de ropa. Se me salió decirle:
–Tienes un “culoté” bien rico-.
No pasó nada, nos fuimos rumbo a su casa y me preguntó.
-¿Qué es eso? ¿Qué significa “Culote”? . Me lo preguntó con mucha curiosidad.
- Es tu rostro, Amor- Respondí carcajeándome. Esperando que me corrigiera o me dijera algo pero no sabía que significaba.
-Gracias, mi amor- Me respondió muy feliz y sonrojada. Continuamos el caminó hasta su casa platicando de otras cosas. Olvidé el asunto.
Así sin querer, cediendo a mi “pinche” mente enferma que se aprovechaba de la “pendejés” de Tere, poco a poco la fui llevando a ser víctima potencial de pervertidos.
Una tarde que salimos a caminar por la Alameda para comer un helado. Llegamos en mi Volkswagen Sedán color rojo. Nos estacionamos a una cuadra. Ella traía una blusa blanca sin estampado, fajada. Pantalones de mezclilla clara deslavados y tenis color blancos. Cabello negro recogido y un fleco como los que se usaban en ese tiempo. Sus lentes negros pasta gruesa y sin maquillaje. Su bolsa negra colgaba de su hombro. Todo Normal. Ella nunca había usado en su vida escotes o enseñando de más pero sus curvas hacían rendir sus prendas. Tere llamaba la atención de todos los pinches hombres (ancianos, jóvenes, maduros y pequeños). Sentí muchos celos y me puse rápido a abrazarla por la espalda y seguir caminando así. Sus nalgotas se movían en mi pene al caminar. Mis brazos descansaban justo por debajo de sus pechos enormes que se sentían muy firmes.
Llegamos a una explanada pequeña rodeada de arbustos, un poco altos, que hacían la función de barandales para los jardines. Estaba la señora de las nieves. Me despegué de su espalda. Tere se inclinó agarrando su bolso con una mano y metiendo la otra para escoger su helado. En eso vi que detrás de nosotros, de mi novia, estaba una banca en la que dos “pinches” viejillos con sombrero, uno con bastón de palo de escoba a la mitad, de unos 70 años, veían atentamente las nalgotas de Tere. Estaban tan concentrados que ni me notaron. Las nalgas de Tere se veían muy provocadoras en ese pantalón de mezclilla claro. Me “encabroné” y estaba a punto de “madrearlos” pero casi al instante comencé a excitarme. Tere me sacó de concentración al preguntar que sabor quería, le dije que escogiera el que quisiera. Volví a ver a los mirones que seguían apreciando las nalgas de mi novia sin importarles nada. Pensé en ponerme detrás de ella pero no pude, los dejé seguir. Se me paró el pene hasta el punto de lubricar un poco. Tere se incorporó para darme mi helado. La tomé de la mano, agradecimos a la señora y dijimos “buenas tardes” a los viejos quienes respondieron con una sonrisa y “Tere” caminó en dirección a ellos y los saludó de beso. Me presentó, yo me quedé “apendejado. Al dar unos pasos alejándonos de ellos escuché que uno nos dijo fuertemente “bien buenas, mija”. Tere no notó la carga que con contenía ese saludo, sólo giró y dijo adiós con la mano. Comía su nieve mientras platicaba de otras cosas.
-De dónde conoces a esos viejillos- Le pregunté todo confundido. Ya no la cubrí con mi cuerpo porque pensé que eran amigos de su familia.
-No les digas así- Me dijo Tere simpáticamente mientras comía su helado – Es que ayer quedé de ver a Claudia aquí pero no llegó a la hora. Los viejitos estaban ahí, donde mismo. Pasé frente a ellos , y Don Chepe, el del bastoncito, me dijo “Ah que bonito culote”…
-Y qué les dijiste- Le pregunté “encabronado”. Ella se asustó porque me paré en seco.
-¿Qué tienes? ¿Qué pasa?- Me preguntó asustada.
- No. Nada- Dije más calmado. Me sentí bien “pinche” excitado . –No pasa nada. Cuéntame- Le dije con un tono bien amistoso y tomando su mano.
-Ah… pensé que te molestaste por eso- Dijo Tere parada frente a mí. Yo voltee a ver a los viejos que seguían mirándola desde lejos. –Pues me dijeron eso “Ah que bonito culote” y les dijegracias.
-¿Y luego?- Le pregunté bien emocionado.
-Pos me acerqué a preguntarles si no vieron a Claudia- Comenzó a contarme al momento que decidí dejar que miraran a la “culona” en sus jeans. Nos fuimos caminando hasta el carro mientras continuaba diciendo - No pues no vieron a aquella. Se presentaron. Son muy atentos. El que no tiene bastón es don Pancho-.
-Ok. Y qué pasó- Le dije mientras ya estábamos abriendo el carro.
-Me preguntaron que si trabajaba en la Alameda. - Me dijo Tere y rápido saqué a conclusión que pensaron que era prostituta. -Les dije que no. Que estudiaba para ser maestra de kínder. Se portaron bien buena gente. Me animaron diciendo que enseñarían muy bien-.
-¿ Y qué pasó? ¿Ya no te dijeron de tu “culote”?- Pregunté. Ya estaba bien prendido.
- Ah sí. Te digo que son bien lindos. Ese viejito del bastón, casi después de preguntarme que si trabajaba ahí en la Alameda me preguntó cómo me llamaba y enseguida, a cada rato me decía que tenía un culote bien bonito, que estaba bien hermoso - Mi pene estallaría ahí con lo que me contaba Tere - En eso vi que venía Claudia de lejos. Les dije a los viejitos. Nos despedimos y me fui casi corriendo hasta toparme con Claudia-.
-No amor. Esas amistades no te convienen Tere- Dije rápido –Tú necesitas amigos de tu edad. Mejor a partir de ahora yo te digo quien es tu amigo y quién no. Ok.
-Ok. Amor- Me dijo Tere.
- Ya tienes prohibido ir a la Alameda sin mí. Ok. Sólo conmigo- Tere contesto asintiendo y continuó platicando conmigo de otras cosas.
Quería explicarle pero yo fui el que comenzó a confundirla y pues posiblemente me dejaría por mentirle. La verdad no podía dejar de pensar en los viejos esos y en las nalgotas de mi novia, en los “pinches” viejos mirones. Quería llegar a mi estancia para poder masturbarme pensando en Tere empinada y los mirones. Llegamos, nos despedimos y antes de irme Tere me dijo “Te manchó el helado” y di cuenta que me manché a la altura del cierre de mi pantalón. Me masturbé pensado en ese momento del parque.
Pensé lo mal que estaba ese sentimiento. Estaba confundido y con mucho coraje. “Encabronado” por no defender a mi novia y no “partirles la madre” a esos viejos. Mis celos no se calmaron pero no le dije nada a Tere.
Tiempo después. Tere llamó por teléfono a mi estancia y me dejó un recado con uno de mis compañeros. Su mamá y su hermana pasarían por ella en la Alameda. Me salí apresurado. Pagué un taxi y llegué. Ya era la segunda vuelta que daba por la “pinche” Alameda. Los viejos no estaban en la banca. Ni Tere en los helados. Me metí al baño, estaba asustado, “encabronado”. No sé por qué imaginé encontraría a los viejos con sus penes de fuera y a mi novia hincada dándoles unas mamadas pero no había nadie. Fui hasta los juegos de los niños. Tere estaba sentada en una banquita. Me dijo que no se acercó a esa área de la alameda. Me avisó porque su mamá le dejo dicho eso en un recado y no le puedo explicar que tenía prohibido estar en la alameda. Me pidió disculpas. Un taxi pitaba desde la calle. Eran su hermana y su mamá.
Pasaron los meses y poco a poco mi coraje se fue.
La Cabalgata de mi Universidad. Es un evento de celebración a los próximos graduados. Nos organizamos con las amigas de Tere, que ya eran novias de mis compañeros, para poder asistir ese día en la mañana y tomar un poco en la tarde. Vestiríamos como vaqueros por la ocasión. Llegué casa de Tere. No me dio oportunidad de tocar la puerta, estaba muy emocionada esperándome para asistir a la Cabalgata. Me quedé mudo: traía un sobrero color hueso. Un poco maquillada y usaba sus lentes pasta gruesa color negro. Una camisa de mangas cortas color blanco que se veía normal pero si ponías atención entre el espacio de botón a botón se podía ver debajo de ella la piel blanca del abdomen plano de Tere y sus pechos enormes en un brasier de color blanco. Usaba unos pantalones vaqueros color azul. Esos bluejeans se pegan fantástico a los muslos y pantorrillas de Teresa y sus nalgotas se veían espectaculares como siempre. Las botas negras de tacón le favorecían en levantar el culote un poco más, sin necesidad de mucho podías ver un perfil perfecto de una joven curvilínea. “¿Estoy bien así?” Me preguntó y yo sólo le dije que estaba hermosa. No pensé que pasara nada. En la Universidad era conocido por ser bueno para pelear, así que supuse nadie vería a mi novia.
Nos estacionamos para ver a nuestros amigos en la explanada del campus. Tere caminaba a mi lado, las botas que traía yo no me ayudaron mucho; estaba altísima. Todos los hombres se la comían con los ojos y comencé a molestarme. Tere estaba emocionada viendo caballos. Caminamos un poco. Encontramos a nuestros amigos. Se fueron en caballos prestados por la Universidad con sus parejas. Como yo no sé montar decidí seguirlos en mi Volkswagen Sedán con la caravana de carros. Escuchábamos música en el camino y la convencí de tomar cerveza.
Terminó la cabalgata. Todos los asistentes nos reunimos de nuevo en la explanada para convivir y escuchar a grupos musicales. Tere coreaba abrazada de mí. Yo quedaba a la altura de su hombro con mi sobrero. Mis amigos bailaban con sus parejas. Yo tampoco sabía bailar. Pasaron como unas como dos horas.
Fuimos a las caballerizas para pedir otra vez caballos prestados. Era un poco alejado de la explanada. La idea era unos animales prestados a cambio de 100 pesos. Conocí a Toño. Nunca lo había visto en el campus, en realidad nunca había pisado esa área de la escuela. Era un señor de unos 45 años, alto, fuerte, moreno y con cara de buena gente. El trabajador aceptó y mis amigos se montaron rápido, se fueron para dar su paseo en pareja. Tere me pidió subirse a un caballo. Estaba con los dedos cruzados para que no alcanzáramos animal. El señor salió con un caballo blanco. Mi novia estaba emocionada. Yo aparenté saber pero al final Toño se dio cuenta que no sabía “ni madres” del tema. Se acercó al caballo. Le explicaba a Tere donde poner el pie para subir. Me dieron celos por la atención a mi novia pero pensé que estaba exagerando. El señor me dijo cómo hacer para ayudarle a mi novia. Me agaché. Tere metió su pie izquierdo primero en el estribo. Metió su bota e intentó dar un brinco para subir pero no pudo. Toño insistía y explicaba pacientemente como tomar impulso con su pierna y se apoyara en el estibo. Él estaba frente a mí, al lado del caballo. Tere se reía, tomó impulso y pudo subir pero en eso su sombrero cayó al suelo, de lado contrario de donde estábamos Toño y yo. El señor se fue a levantarlo. Me incorporé. La blusa blanca de Tere estaba abierta hasta casi la mitad de sus tetas enormes. Mostraba casi la mitad de los chiches apretados por el brasier blanco. Unos botones se reventaron en la maniobra. En ese instante el Toño ya estaba parado y estirando la mano para darle el sombrero y le señaló lo que pasaba. Fue amable en hacer eso. Tere estaba toda apenada. Batallaba para poder estirar su blusa y poder cubrirse las enormes tetas. Rogaba disculpas a Toño y pidió que la bajáramos. Yo estaba bien “emputado” y Tere bien apenada. Estaba todo sacado de onda. Le metí una regañada pero en un ratito me sentía excitado por lo ocurrido. Tere me rogaba perdón, la disculpé. La llevé a unos campos alejados de todos para poder besarnos con libertad. Acariciaba sus nalgas. Ella sólo me besaba con sus ojitos cerrados. Comencé a meter una de mis manos debajo de la blusa blanca hasta llegar a apretar uno de sus enormes senos. Hice a un lado su brasier, pellizcaba y estiraba sus pezones, me impresioné porque era muy grandes. Le desabotoné la camisa blanca y ella no decía nada. Seguía ahí recostada, respirando agitada y su rostro estaba todo rojizo. Frente a mi estaban el par de tetas más grandes que había visto en mi vida. Eran enormes, parecían unos globos al estar sujetados por su brasier blanco. Le dije que se lo quitara, me hizo caso sin abrir los ojos, y esas enormes tetas estaban muy firmes, como si trajera aún el sostén puesto. No dejaba de pensar en que Toño le vio las tetas. En eso se escuchó que se aproximaba un carro. Nos sentamos y rápido me fui saliendo del carro. Tere buscó y se abrochó rápido su brasier y su blusa blanca ya con escote. Al final le dije que no pasaba nada. Le presté una sudadera que tenía en mi carro y nos fuimos por la hora de llegada que acordó su mamá.
Pasaron los meses y la graduación de mi escuela sólo fue una entrega de diplomas y certificados en auditorio. Mi familia por condiciones que pone el “pinche dinero” no pudieron acompañarme. La mamá de Tere y sus dos hermanas me hicieron una cena en su casa.
Doña María es el nombre de mi suegra. Era un poquito más baja de estatura que Tere pero más alta que yo. Tenía un cuerpo de mujer madura impresionante, delgada, enfundado en un vestido suelto color verde, de una sola pieza, con florecitas blancas, sin ser nada ajustado a su cuerpo pero la tela hacia su trabajo. Tenía unas pinches nalgotas, enormes, más grandes que las de mi novia. Se paseaba con confianza frente a mi atendiéndome mientras a cada andar la tela se escondía un poco entre sus nalgotas. Sus pechos eran grandes pero no se veían como los de Tere.
Mis cuñadas son menores que mi esposa por un año. Se llaman Mayra andaba con unos pantalones color negro y una blusa blanca; Nora vestía un vestido igual al de su mamá, todo de color rojo con pequeño escote: estaban buenotas. Eran altas, de la misma estatura que Tere. Un culote regordete como el de mi novia pero sus pechos no era tan grandes como los de Tere quien era la más exuberante de la casa. Ella traía un vestido negro, llegaba un poco debajo de las rodillas. Se le pegaba al cuerpo curvilíneo. Tenía un pequeño escote que se veía fantástico al dejar ver un poquito la separación de sus pechos apretados. Se veía bien sabrosa. Estaba encantado con ellas que eran muy atentas. Mi suegra me ofreció tequila, bebía solo.
Un rato después llegó una prima de mi novia llamada Diana, una mujer de unos 30 años, un poco chaparrita pero más alta que yo y su esposo; el tío Luis. Se veía impactante. Parecía una diosa. Sus nalgas se veían enormes pero estaba como que levantadas, bien paraditas. Tenía un vestido bien ajustado de color rosa pegado a su cuerpo. Ese vestido mostraba un escote grande en forma de triángulo que deja ver unas tetas bien apretadas. Tacones del mismo color. Era bien buena gente. Andaba acompañada de unos “pinches” huercos, chiquillos, no llegaban a los quince años: Luisito y Chuyito. El tío Luis era como yo: gordo pero más chaparro. Era originario del centro de México.
La señora Diana llegó y me abrazó fuerte, pegando sus tetotas a mi pecho. El señor me saludó igual y sus hijos también. Eran muy afectuosos. El señor Luis comenzó a repartir vasos de tequila para brindar por mí. Hasta los chiquillos tomaron. Se sentó frente a mí y mi novia Tere. A partir de ahí no dejó de servir tequila a todos los presentes. Nos terminamos la primera botella entre risas y música, la suegra, doña María, sacó otra botella.
Sonó una cumbia norteña en el estéreo. Frente a mí y a espaldas de don Luis se pararon e hicieron una rueda para bailar mi novia, sus hermanas, mi suegra y la tía Diana. El señor hablaba conmigo. Yo intentaba poner atención a lo que decía pero las viejas nalgonas y chichonas no me dejaban de distraer. Los chiquillos estaban un poco más alejados de nosotros, sentados al final de la mesa grande. Veían a sus tías bailar con su mamá.
En eso se acercó mi suegra, doña María, a tomar de la mano a Luisito y Tere sacó a bailar a Chuyito. Les enseñaban a bailar y dar vueltas. Los chiquillos veían el suelo, los pies de sus maestras, reían por la dificultad pero vi como sus manos descansaban sobre las nalgotas de mi suegra y mi novia. Sus cabezas estaban a la altura de sus pechos. Chuyito tenía a la vista el escote de Tere. En instantes los vi perder sus ojos en las tetas que enmarcaban el escote del vestido negro de Tere.
Se fueron turnando a los bailarines y ahí andaban los “cabrones” poniendo sus manos en las nalgonas de sus tías pero dejé de pensar mal porque cuando les tocaba el turno de bailar con su mamá hacían lo mismo.
Me “valió madre” y disfrute, el tequila me permitió imaginarme que disfrutaban agasajarse discretamente a mi novia. Me tocó bailar también. Mi novia me sacó a aprender a bailar. Yo tenía el ritmo de una piedra. Me la pasé aprendiendo, tocando la cintura de mi novia, de mis cuñadas, la de mi suegra y con la tía Diana veía sus tetas, rebotaban de una manera sensual, en su vestido rosa escotado.
Nos la pasamos bailando y tomando toda la noche hasta amanecer. Me fui a dormir a mi estancia al día siguiente ya bien “pedo”.
Días después Tere tuvo su primera vez conmigo. Eso lo contare, si me dejan, en otra ocasión.
Cuento estas situaciones porque fueron las cosas que cambiaron todo. Me di cuenta de que tomar alcohol me ayuda a ser más relajado y que Tere se pone más “tonta y distraída”. Que en realidad no era celoso y sólo estaba molesto porque no era común que a un hombre como yo permita que anden viendo y agasajando a su “vieja”. Lo más importante es que los “´pinches” ancianos y los “huercos” son los más animados a meter mano y aprovecharse de las situaciones.
Un año y medio después nos casamos. Tere era muy atenta y magnifica esposa. Nuestra rutina era que entre semana Tere se la pasaba casi todo el día fuera en sus trabajos. En la mañana era maestra en un kínder y en la tarde en otro. Yo entre semana salía a medio día. Todos los domingos asistíamos a misa.
Los primeros meses le pedí que me dejara depilarla y recortar los vellos de su vagina y me lo permitió sin problema. Le enseñé darme sexo oral mientras me imaginaba a sus sobrinos tocándole las nalgas o a los viejos de parque cogiéndosela en la banca del parque. La puse a coger en diferentes posiciones. Practicar sexo anal mientras seguía imaginando cosas en las que era manoseada sus tetotas en lugares públicos mientras ella actuaba normal. En la casa le pedí no usar brasier. Andar más ajustadita de su ropa o escotada.
Llegó la semana santa. Nos tocaron vacaciones pero no salimos de viaje. Me la pasaba de borracho con mis amigos del trabajo. Lo recuerdo bien porque un sábado en la noche llegué decidido a dar el primer paso para ver a Tere enseñar sin querer.
En ese momento le di un regalo, mejor dicho; me di un regalo. Unas tangas, ligueros, medias y una blusa blanca. Escogí el pantalón negro de vestir, la tela era delgada. El maniquí de mujer con un pantalón de vestir acampanado se transparentaba todo. Me imaginé llevarla a caminar por el centro o algún “Soriana” para que le vieran las nalgas. Ahí escogí tangas porque no tenía; de todos colores, unas diez, y ligueros y medías. Le pedí usar un tangón que consideré especial para ese día; la blanca para que se viera todo a través del pantalón. Le entregué una blusa color blanca tipo chaleco sin botones. Sus brazos quedaron expuestos hasta la altura de los hombros. Tenía desde la altura del cuello hasta casi la mitad de los pechos un escote bien grande. Ya estaba todo excitado nomas de imaginármela pasear.
-Mañana te pones esto y esto- Le dije.
-Sí. Mi amor. Muchas gracias.- Contestó feliz tomando las prendas para llevarlas a acomodar al baño.
La noche pasó. No quise cogérmela esa noche, quería esperarme para después de la enseñada. No pude dormir dándome vueltas en la cama.
-Amor. Despiértate- Me dijo Tere que estaba sentada a los pies de la cama mientras abrochaba sus zapatos.
Me levanté casi de un brinco. Estaba recién bañada y vestida con la ropa que le di.
-A ver, Tere ¿Cómo te quedó?- Le pregunté.
-Me queda muy bien, amor- Me dijo levantándose. Mi esposa estaba parada frente a mí. La blusa blanca lucia perfecto sus enormes tetas. En un tramo, al final del escote, se veía una parte del brasier blanco de encajes. El pantalón casi me provoca un infarto. Se transparentaba con la luz del foco. Se veían los hilos bajando por sus caderas hasta un triángulo que cubría su vagina. Sus muslos, sus piernas estaban cubiertas por una tela negra traslúcida. –Yo digo que está perfecto, nada más me pongo unos tacones bajos. Muchas gracias, amor.- Agregó mi esposa contenta al momento caminaba descalza en busca de sus tacones. Caminó un poco y vi como sus nalgas se movían con libertad en la tanga. Un triangulito quedaba casi al inicio de sus nalgotas y un hilo blanco se aventaba hasta abajo para perderse en medio de las nalgotas de Tere. Se inclinó para poder tomar sus zapatos. Sus nalgas se veían por completo, la raya que las dividía era impresionantemente sugestiva invitándome a meter mi cara pero me contuve.
-Te ves hermosa. Bien chula. Bien rica- Le dije acercándome a ella que estaba como empinada para poner mi pene que estaba erecto cerca de sus nalgas.
- Gracias, amor- Me respondió levantándose para girarse y darme un beso. –Ya prepárate, amor. Se va a hacer tarde para la misa-.
-¡La pinche misa!- Grité para ser regañado por mi esposa. Me metí rápido a bañarme. No recordé que teníamos que asistir a misa. Prometí a Tere asistir más temprano a misa, ya no a la de doce, si no a la de diez. –Ni pedo, pensé- . Me desanimé pero me comencé a imaginar que todos los hombres verían el culote y las tetas de mi esposa en la iglesia.
Salimos en camino a la iglesia. Llegamos un poco tarde. Le dije a Tere que se bajara mientras buscaba lugar para estacionar. El pantalón se le metía entre las nalgas en cada escalón que subía rumbo al templo y el sol hacia su trabajo. Tere enseñaba por completo sus enromes nalgas comiendo la tela de su pantalón y una tanga blanca que destacaba muchísimo. Yo estaba muy emocionado porque alguien vería a mi esposa culona y tetona.
Dos cuadras y 5 minutos más tarde estaba entrando a la misa. Buscaba a Tere entre la multitud, hasta los pasillos estaban llenos, tomé un programa en lo que me detuve para poder localizarla. En eso pude ver a Tere. Estaba sentada en la segunda fila de la derecha, en medio de dos chiquillos, casi al final de la banca; era “Misa de PEQUES”. No encontré lugar y me quedé parado en el pasillo, detrás de otro “PEQUE”, a unos pasos de Tere. Sentados justo detrás de mi esposa, estaban tres “PEQUES”. Llamaron mi atención porque los chicos estaban cuchicheando. Ya estaba medio “agüitado” porque nadie vería el culote de mi esposa ni sus tetas. Tocó ponerse de pie. Veía al padre hacer oración y en eso dos de los tres “PEQUES” se acomodaron como para cubrir al que estaba en medio de ellos. Vi de reojo como el de en medio estiró descaradamente la mano con el dedo estirado como simulando meterlo entre las nalgas de mi esposa. Yo me hice el “pendejo” pero seguía viendo despistadamente la labor de los mocosos. Tere estaba parada atenta mientras la tela delgada de su pantalón de vestir color negro estaba metida descaradamente entre sus hermosas pompas. Estaban a la vista sin necesidad de la luz del sol. El triángulo de la tanga y sus hilos se presentaba con libertad a los “Peques” precoces. Sentí como empezaba a tener una erección. La gente en la misa comenzó a cantar y aplaudir. Tere estaba aplaudiendo y se podía ver como sus nalgas comelonas de tela y tanga blanca daban pequeños rebotes con ritmo. Mecía un poco su cuerpo de lado a lado siguiendo el ritmo de la alabanza. Los jóvenes veían sin cuidado el culo de mi esposa. Me acerqué un poco más pero como que notaron que los vi y rápido dejaron de hacerlo. Disimulé que no pasaba nada y poner atención al padre. Al momento uno le dio un codazo al “pinche” “Peque” de en medio. Se acercaron todos un poco más a mi esposa. Tere seguía cantando mientras los “Peques” pasaban a tomar la comunión. Pude ver como el “desgraciado” mocoso acercaba muchísimo el dedo, casi poniéndolo en medio del culote de mi esposa. No pude más con mi erección. Me cubrí con el programa de la misa.
Tocó sentarse para que los grandes pasaran a comulgar. Mi esposa no pasó. Se sentó al igual que todos los demás en su fila y los pervertidos que estaban detrás de ella hicieron lo mismo. El joven que estaba frente a mí se pasó más adelante y avancé hasta ponerme al nivel de Tere.
Mi esposa estaba sentada en medio de dos “PEQUES” y las proporciones de sus cabecitas las hacían ver descomunales. La posición recta de su espalda con su bolsa sobre sus piernas permitía lucirlas mucho. En eso, frente a mí, sin notarlo; el chiquillo sentado entre mi esposa y yo que estaba en el pasillo hacia algo peor que los pervertidos de atrás. Con brazos cruzados con su codo rosaba uno de los pechos enormes de mi esposa. Ella seguía atenta a la misa. Sin percatarse de nada.
El padre comenzó a dar recomendaciones para salir y me sacó de concentración. Esperé que Tere saliera de su lugar pero ni me volteo a ver, caminó en dirección hacia mí. Pero hice lo posible por ocultarme de entre las personas. El “PEQUE” mañoso que le rosaba las tetas le dio el paso y se fue detrás de ella “, la seguía de cerca. Me fui detrás de ellos. Llegué justo atrás del “pinche” “PEQUE”. Estaba muy chaparrito, su cabeza llegaba un poco arriba de mi cintura.
-Estuvo muy bonita la misa- Decía mi esposa a una señora que estaba a su lado. Avanzábamos lento. El “PEQUE” Volteaba alrededor para ver que nadie lo notara viboreando las nalgas de mi esposa que quedaban a la altura de su cara.
Se fue casi todo el camino viendo como mi mujer movía su culote frente a su cara. Me sentí muy excitado. El “PEQUE” volvió a mirar a los lados y el “cabrón”, en un movimiento rápido, se animó a pasar su dedito de arriba abajo entre las nalgas de mi esposa. No lo metió mucho, es más, ni tere sintió nada porque ella seguí platicando con la señora. Tere dío unos pasos más, ya casi estábamos fuera de la Iglesia. El mocoso volvió a revisar a los lados, sabia que lo volvería a hacer. Esperaba que pasara de nuevo su “pinche” dedo entre el culite de mi vieja. Llevó su dedo mus despacio y comenzó pasarlo muy lento exactamente en el centro de las nalgas de mi esposa. No lo pude creer. La “mensa” de mi esposa no decía nada, seguí platicando. El pequeño pervertido casi le metía todo el dedo, entre las nalgotas y ella no decía nada. Así comenzó a dar unos pasos con el dedo pasándole despacio entre las nalgas. Ya estábamos saliendo y Tere veía afuera de la iglesia buscándome. Sin percatarse de nada. En eso el “PEQUE” se fue como si nada. Tere tenia metida mucha tela de su pantalón entere las nalgotas. Le hablé y me sonrió. Me saludó con un beso y nos fuimos agarrados de la mano hasta el carro.
Continuará.
Gracias a L.D.L R.C POR PAYUDARME A ADAPTAR ESTO A LA VOZ DE MI PAPÁ. GRACIAS. BESOS.
LuChY De La Ro... BESOSSS "MUAA"