Me gusta oler a hombre. Parte 2.

Ella es una amenaza...

Los días pasaron y nos seguimos tratando, desayunábamos juntas los miércoles, después los martes y jueves o nos veíamos en momentos de horas libres. Ella siempre vestía así, con el uniforme deportivo. Debo decir que hasta este día jamás la he visto vestida como “mujer”. Mi madre me obligaba a llevar mi falda de colegiala a la escuela aunque yo la odiaba pero en esa ocasión a causa de un evento importante en el que participé, me volví a maquillar, a vestir como antes lo hacía, esto, sólo por ser una ocasión especial, además de que estaba intentando llamar la atención de un chico de mi clase que me atraía. No quería entrar en esa lucha interna conmigo misma de ser como “las demás” pero debía hacerlo.

Ella me esperaba en el primer piso de la escuela. Yo venía descendiendo las escaleras cuando desde abajo me observó: se quedó boquiabierta puesto que nunca me había visto arreglada y en falda.

-Oh Dios, Martha, luces… luces hermosa- me dijo mientras me tomó de la mano y me hizo dar una vuelta.

Ese comentario y sus miradas me pusieron toda roja, sonrojada por lo que me había dicho. Me emocioné demasiado. Acudimos al evento, había demasiada gente, estudiantes corrían por todos lados, los espacios estaban demasiado concurridos por lo que caminábamos en fila para poder avanzar entre la gente. En eso, me tomó de las caderas y se puso detrás de mí para poder avanzar.

-No quiero que te me pierdas de vista, tu vienes conmigo- me dijo a la vez que me atraía hacia ella con sus manos blancas y algo velludas. Me sorprendió ese comportamiento pero no hice fuerza por separarme.

Desde ese momento, cambié de nuevo y empecé a usar falda regularmente. Mi madre estaba feliz porque veía que me comportaba ahora si como una niña común, usaba maquillaje, me preocupaba por mi arreglo personal, cambiando hasta mi personalidad de agresiva y desinteresada a ser alguien que siempre estaba feliz. Mi papá quería conocer a mi “novio” pues tanto esmero en mí daba a entender que tenía un noviecito por ahí pero nunca lo acepté o negué.

Yo aseveraba que mi comportamiento había cambiado tanto a causa de querer impresionar al chico de mi clase pero no era así, era ella, Clara, la única que me interesaba impresionar. Sabía que cuando llegara yo vistiendo así ella me abrazaría, me besaría las mejillas o me tomaría de la mano para poder adularme. Por fin sentía las sensaciones que ningún otro hombre al decirme “que linda” me habían podido provocar. Era tan raro y tan común que si ella no me buscaba en el día, era yo la que iba a ella. Empecé a descuidar a mis demás amigos puesto que siempre salía con ella o no entraba a clases para poder verla. Un día se presentó una situación que yo no esperaba:

-¿Martha, eres lesbiana?- me preguntó directamente mi mejor amiga.

Su pregunta me tomó por sorpresa…

-¿Por qué dices eso?- cuestioné sobresaltada.

-Es que he visto que Clara tiene muchas “confiancitas” contigo. Llega, te abraza, te manosea y tú no le dices nada. Por ejemplo, hace unos momentos vi cómo llegó y te abrazó por atrás, poniendo sus manos en tu cintura y estrujándote como si fuera un hombre, eso me lo hace a mí mi novio y como que entre dos mujeres se ve… raro- dijo mi amiga.

-Estás exagerando, no pasa nada, así es ella- defendí.

-Si tú no eres lesbiana entonces lo es ella, ¿acaso no sabes que me odia? Ya me ha pedido que me aleje de ti porque le caigo mal, por eso pregunto si tú estás interesada en ella para ya no hablarte- comentó ella.

Eso que me dijo me sorprendió mucho, no creía a Clara capaz de hacer eso, ¿cómo era capaz de pedirle algo así a mi amiga? ¿Esa era la imagen que tenían todos de nosotros? ¿Yo, lesbiana?

Fui a buscarla y tuvimos una pelea horrible, donde simplemente no pudo justificarse. Lloré y cuestioné pero no se defendió. No tenía caso seguir hablando con ella, su comportamiento era estúpido y con todo el dolor de mi corazón me alejé. Nadie me había hecho sentir como ella, NADIE y creo que eso fue lo que más me dolió. Llorando me di la vuelta para terminar con la conversación definitivamente cuando me dijo:

-Puedes irte Martha pero debo decirte que nunca me vas a olvidar, jamás verás a las mujeres de la misma manera, ¿sabes por qué? Porque tú eres como yo. Tus gustos son diferentes a los de las demás, las mujeres te resultan atractivas al igual que a mí pero lo más importante, te encanta oler a mí, oler a hombre, eres mía y lo sabes.

Me congelé. No supe que decir, sólo me di la vuelta y me alejé mientras la escuchaba nombrarme, intentando que me quedara con ella, cosa que no funcionó.

Nos graduamos, increíblemente y a pesar de ir en la misma escuela, no nos hablamos durante 1 año. Nos topábamos en los pasillos, en el bus, en todas partes, pareciere como si ella me siguiera pero aun así no funcionó. Justo 6 meses después, el día de mi cumpleaños 19 recibí una llamada desconocida a mi móvil. Era Clara.

-¿Cómo estás Martha?- preguntó.

-Bien, gracias, ¿y tú?

-Bien. Quisiera verte, ¿crees que sea posible?

Me quedé pensativa. No sabía para qué quería verme pero como soy tan curiosa, acepté.

-Mmmm claro, si quieres el sábado a las 7 pm- confirmé.

-Ok, te veo el sábado- dijo y colgó.

No sé por qué acepté verla. Me cuestionaba eso después de la llamada, era como cuando quieres hacer algo pero no estás seguro de si está bien y terminas aceptándolo para después arrepentirte.  Mi estómago se revolvió, me ericé. Sonreía como estúpida, deseaba verla mucho, sentirla, olerla, era tan raro lo que me hacía sentir y quería volver a experimentarlo.

Llegué a ese café donde nos habíamos citado, aún no llegaba. Esperaba ansiosa sentada en una mesa en la esquina, observando a través de la ventana cuando en el espacio aprecié el olor de su perfume, ese que me invadía toda y me excitaba, si, definitivamente me producía deseos, esa era la verdad.

Se sentó frente a mí: lucía igual que siempre, para mí era hermosa. Por primera vez usaba el cabello suelto puesto que siempre lo tenía atado en una coleta. Su sonrisa, sus manos, su olor, me sacó de contexto.

Platicamos al principio muy tímidamente, sin hacer mención de lo que había ocurrido el último día que la vi, pero al poco tiempo todo cambio; era como volver el tiempo a nuestros desayunos en la escuela, charlando y riendo. Estuvimos así durante horas hasta que dieron las 10pm, era tarde para regresar a casa. Su padre fue por nosotras al lugar donde estábamos y el señor muy amablemente me invitó a quedarme en casa de ellos. Me daba miedo volver sola a mi hogar por lo que acepté. Mis padres estuvieron de acuerdo y a las 11 pm estábamos en la puerta de su casa. El señor se despidió y se retiró a dormir. Tendría que dormir en la misma habitación que ella.

-Ponte cómoda- me dijo arrojándome una camiseta vieja y larga.

Me la puse, aunque dejando mis jeans puestos ya que no me sentía del todo cómoda.

Me ofreció cervezas y algunas drogas a las cuales no me negué, charlábamos como antes hasta que muy entradas en la conversación me atreví a preguntarle eso que me había tenido en duda durante un año:

-Clara, ¿puedo hacerte una pregunta?- dije.

-Martha, acabas de hacerme la pregunta jajaja- dijo sonriendo.

-¡No!, esa no era la pregunta, lo que quiero saber es… es… es que no me atrevo- comenté.

-Ven, vamos a sentarnos en la cama y cuéntame qué quieres saber.

Las cosas puede que no volverían a ser igual pero necesitaba saberlo. Me armé de valor y pregunté.

-¿Por qué me dijiste eso el último día que hablamos? ¿A qué te referías con eso de que jamás vería a las mujeres de la misma manera? ¿Por qué me dijiste que yo era como tú? ¿Cómo que soy tuya?

Procedió a explicarme:

-Tú siempre has sido diferente. Te dije eso porque quería que vieras lo que tenías frente a ti, yo estaba para ti. Es difícil volver a ver a las mujeres de la misma manera porque tu sentido del morbo se activó y tu bien sabes que te provoca más emoción el que una mujer te vea a que te vea un hombre, lo sé, lo sabes, no puedes ocultar el comportamiento de tu cuerpo cada que te acaricio. Eres como yo, ¿sabes por qué? Por qué te gustan las mujeres, eres lesbiana Martha, siempre lo has sido y eres mía porque yo soy tu hombre, ese hombre que has buscado desde hace años, ese que te haga despertar el deseo de sentir, de experimentar, soy ese hombre que hueles a distancia. Todo lo que siempre buscaste sentir con todas tus experiencias anteriores no se comparan con lo que yo te hago vivir. Sabes, el perfume que uso sí es de hombre pero es muy poco perceptible por lo mismo de que no quiero que los demás sepan mi condición, mis padres se volverían locos, pero tú lo sientes, casi lo tocas y te pones loca. Eres mía mi amor, mía y no estoy dispuesta a perderte por eso te busqué. No sabes lo que ha sido este año sin ti.

-Yo no soy lesbiana- respingué- yo no puedo ser eso, a mí me atraen los hombres, no las mujeres.

Sonrió, se puso de pie, buscó debajo de la cama y sacó una pequeña caja.

-Ve estas fotos- dijo.

Eran un aproximado de 14 fotos, sólo de mujeres y entre ellas había una de una amiga mía.

-Ellas- dijo- tampoco aceptaban ser lesbianas. La mitad son bisexuales y aun así todas pasaron por mi cama. No tengas miedo que no serás una más, tú eres mi mujer, no como todas estas zorras que lo único que me han dado es experiencia para poder follarte como te mereces.

Había perdido mi virginidad unos meses antes con un hombre pero esas palabras que me dijo me volvieron a activar. Deseaba sentir lo que era sexo lésbico. Tenía años que no besaba a una mujer y la única que había besado era a mi prima en nuestros juegos incestuosos. Justo pensaba en eso cuando se puso de pie frente a mí. Yo, permanecía sentada en la orilla de la cama, viéndola fijamente a los ojos.

Apagó las luces, dejando únicamente una vela encendida, de esas que ponía para que su habitación tuviera olor agradable. Se me fue encima, tumbándose sobre mi cuerpo que ya hacía sobre la cama. Empecé a temblar....