Me gusta mostrarme sin ropa interior

Mi primera vez mostrándome

Hola, soy nueva en esta página. Me han gustado algunos relatos que he leído y decidí compartir algunas de mis experiencias. Espero que les guste. Hace algún tiempo fui a la ciudad de México, cuando todavía no había tantas restricciones y después de una larga reunión, decidí tomar un taxi. Ninguno se paraba y ya comenzaba a llover. Así que me dijeron que caminara un poco y había una base como a una cuadra.

Había muchas personas esperando y todos querían subir, así que me mandaron a la fila. En lo que estaba esperando me dieron ganas de la pis, pensé que me podía aguantar, si me quitaba me iban a ganar el lugar, pero ya después cuando me tocó mi turno, me subí. El taxista era un señor maduro, como malencarado. Me dijo que había mucho tráfico y que íbamos a tardar. Me enseñó el taximetro y me dijo que ya era tarde, en fin que iba muy de malas.

Yo tenía unas ganas tremendas y le dije: ¡Señor!, deténgase en una gasolinera o en algún sitio donde haya un baño público, necesito ir al baño.

  • Pero dónde, me contestó, aquí no hay forma de pararse. Avanzó y ya en eso entraba la noche. Así que me dijo, me puedo detener y se baja, aquí la espero. Pero el lugar era como un parque, algo solo, pero me bajé como pude y alivié mis ganas. Era tanto el alivio que no me di cuenta que el señor me estaba mirando, no fue solo eso, mi panty quedó toda mojada. Así que como pude me la quité y pensé que ya era solo el trayecto, que no habría problema. Me sentía incómoda, pero ya qué.

Así que me subí sin panty y me acomodé, pero llevaba un vestido que al sentarme me quedaba corto.

  • ¿Está más cómoda? me dijo ya con menos malhumor. ¡Uf!, sí, ya, no aguantaba las ganas. Y el tipo se echó a reír y acomodó su espejo. Volvimos al atasco de la tarde, y ya entonces estaba oscuro. Todavía falta como una hora para llegar, me dijo.

Ahora se me antojaba un cigarrillo. Y el ir sin ropa interior me hizo cosquillas en mi panochita. Sentí de pronto ganas de abrir las piernas y que notara que no traía nada. La prenda la había dejado en la parada anterior, donde me bajé a orinar.

  • ¿Puedo encender un cigarro?, le pregunté al taxista. ¡No!, me dijo, luego queda el olor y a la gente no le gusta el olor a cigarro. Me contestó sin voltear a verme, pero en eso me cambié de lugar, yo iba justo detrás de él. Así que cuando me moví, le dije es que está entrando agua por la ventana. Cuando volteó, sonrió, pues yo ya tenía abierta la pierna y me estiraba como alcanzando la ventana para cerrarla.

  • Es que no cierra bien, me dijo, tiene que subirla con fuerza porque se atora.

Yo me acerqué a la ventaja pero al moverme mi vestido se iba subiendo más y yo dejé que se subiera. Así mientras intentaba subir la ventana, abrí un poco más las piernas.

  • No queda, le dije. Y sigue entrando el agua. ¡Mire!, cómo entra el agua. Le dije como para que volteara. Y sí, esta vez logré llamar su atención. Así que me dijo, pues si quiere pásese adelante, aquí no toca el agua.

Pero cómo, le pregunté, si me bajo me voy a mojar, mire cómo llueve.

  • Pues pásese por aquí, me contestó, señalando en medio de los asientos.

  • ¿Se podrá?, le pregunté, pero ya estaba muy caliente, así que dije, pues ya qué. Así que me pasé pero como era obvio, tuve que abrir las piernas y el vestido se me subió casi a las nalgas.

Ya nada quedaba del tipo malencarado. Ahora hasta me dio la mano para que me pasara al asiento de adelante. Y con la vista que le ofrecí, pues hasta amable se portó. Yo hice como que no me daba cuenta que dejé ver toda mi panocha y así sentada adelante, pues se veía más.

  • Ya falta poco, me dijo, si quiere encienda el cigarro, pero no tengo cenicero. Con lo caliente que estaba hasta las ganas se me fueron del cigarro. Ya para entonces el tipo se tocaba su paquete descaradamente y yo seguía con las piernas abiertas, viendo a la ventana, pues seguía lloviendo.

Me sentía mojada de ver a un desconocido con la verga parada y yo ahí sin ropa interior, mostrándome, algo nuevo pero excitante. Con ganas de que me tocara, pero no se atrevió. Solo me miraba mientras seguimos platicando, me dijo que empezaba a las 3 de la tarde y terminaba en la madrugada, que si estaba de viaje, que podía llevarme, me dio su tarjeta y aproveché para dejarla caer a mis pies. Me agaché a recogerla y paré un poco las nalgas para que se me subiera más el vestido.

  • Ay señorita, está usted muy guapa, me dijo.

  • Gracias, es usted muy amable, le contesté sentándome de lado y subiendo un poco la pierna para que pudiera ver más. Me di cuenta que habíamos llegado al hotel, pero se fue de largo y le dije que se había pasado.

  • Ahora tenemos que dar toda una vuelta, porque aquí no hay retorno, me dijo. Pero yo entendí que prolongó el viaje para ver más, pues la vista que le ofrecía ya era casi total.

Se fue despacio y al final me cobró solo 100 pesos. Me bajé muy excitada y fue la primera vez que me atraví a tanto, pero hay otras historias que les contaré pues desde entonces cuando puedo me quito la ropa interior y abro las piernas ante desconocidos, algunos se han quedado pasmados, pero otros sí han respondido con una erección.