Me gusta follar, ¿y qué?
De como una joven mujer casada folla, sin mirar a quién...
Este relato que presento hoy, espero lo publiquen a la brevedad, me llevó cierto tiempo escribirlo, pues mi intención es brindarles una historia creíble, bien narrada y sobre todo transcribir tal cual se fueron dando los hechos.
Llevaba dos meses de casada con César, mi vida era muy aburrida.
Sin mucho por hacer: tener la casa en orden, la cena a horario, la ropa de mi esposo impecable, mi marido siempre estaba ocupado con su trabajo, distraído, la mirada perdida en sus labores, pero nunca una mirada hacia mi, casi me ignoraba como mujer.
Cualquier hombre, que se precie de tal, quisiera tener entre sus sábanas una mujer como yo, una verdadera hembra sedienta de lujuria, predispuesta a vivir el sexo, a la máxima potencia.
No tardé mucho en darme cuenta que me había casado con el hombre equivocado.
Nací para ser infiel, pues un solo hombre no podía apagar el fuego que siempre estaba ardiendo dentro mío, no sólo eso, algo morboso me hacía disfrutar el doble con mis infidelidades, el peligro a ser descubierta me excitaban, hacerlo casi en sus narices, le daban un toque especial, es que cuando me ponía cachonda, nada me importaba en ese momento, sólo me interesaba que me follaran como dé lugar y disfrutar hasta perder la razón.
Me gustaba calentar y provocar a los hombres, y culminar con varios orgasmos sobre mi cuerpo. No había nada ni nadie que me parara cuando estaba caliente, sin medir las consecuencias de los hechos.
Los viajes de negocios por tres o cuatro días, de mi esposo, (el cual amaba, pero no deseaba) me proporcionaban disponer de mi tiempo libre a mi antojo. Lo que hacía que tuviera innumerables relaciones con diferentes amantes, hasta he tenido tres hombres en un mismo día, en distintos momentos, también he estado con tres hombres a la vez, como lo hice el día antes de mi boda, (está en el relato ), y no me arrepiento, pues ha sido una experiencia maravillosa que he repetido varias veces a lo largo de mi vida.
Estaba formada para el amor, el placer, era, soy y seré siempre una mujer ardiente, ansiosa por recibir y dar placeres sexuales, el sexo se escapaba por mis poros, mis labios siempre estaban sedientos por besar una polla erguida y dura.
Tenía un andar felino, que era nato en mi, nada era hecho adrede, toda mi seducción era instintiva, me calentaba ver la mirada lasciva de los hombres sobre mi cuerpo pecador.
Había estado con diferentes amantes, que me colmaban de placer, ese placer que César no estaba interesado en darme, nuestras relaciones sexuales eran monótonas, simples y frías, casi por obligación, y no me quedaba otra opción que buscar sexo con otros hombres.
Me costaba muy poco esfuerzo conseguir que alguien me follara, pues era joven, bonita y dotada de curvas insinuantes, si a eso sumamos mi predisposición morbosa, el resultado era una explosión.
Esto que les voy a contar hoy, fue una aventura increíble para mí, por como se fueron dando los sucesos.
El portero del edificio dónde vivía, era un señor cercano a los sesenta años, bastante apuesto para su edad, era muy alto, de cabellos totalmente blancos, delgado, pero con una barriga importante, esa barriga que tienen las personas mayores, lo que lo afeaba un poco, sus carnes estaban flojas, (también por la edad), usaba anteojos, tenía un prolijo bigote blanco, poseía cierto encanto, quizás era su simpatía, siempre atento y amable, era un señor interesante, que no dejaba de mirarme con lujuria, cada vez que me veía pasar.
El portero vivía con su esposa en el subsuelo del edificio, en un apartamento interno, en el horario laboral lo pasaba en una pequeña oficina de la planta baja, dónde tenía sus herramientas, una pequeña mesa, con una silla, desde las ventanas de su oficina podía divisar las entradas y salidas que teníamos los vecinos.
A la hora del almuerzo, cerraba su oficina y se iba a su apartamento, a descansar unas horitas, luego regresaba, y se quedaba en su oficina, cuidando la seguridad del edificio y de los vecinos, nada pasaba desapercibido para él, todo lo referente al edificio y el barrio, él lo sabía. Siempre solícito atendía los reclamos de los vecinos.
Todos llamábamos al portero don Cosme, siempre estaba cuando alguien necesitaba su ayuda, por la reparación de algún electrodoméstico, o cualquier problemita en nuestros hogares.
Hace unos días, me acerqué a su oficina, para pedirle por favor, si podía llegarse hasta mi apartamento a ayudarme con una lámpara que quería poner en el living, me dijo que después de almorzar iría con las herramientas necesarias y me solucionaría el problema.
Era una lámpara para colgar en un ángulo de la sala de estar, era de bronce, regalo de bodas de un tío de mi esposo.
En días sería mi cumpleaños y quería que el living luciera espléndido porque iban a ir a visitarme amigas y familiares para pasar la tarde juntos.
Cuando salía de la bañera, sentí el timbre de la puerta de mi apartamento, mojada y desnuda como estaba tomé una bata de toalla, bastante corta, la até a la cintura y fui rápidamente hasta la puerta, miré por la mirilla y ví a don Cosme, abrí la puerta y lo invité a pasar.
Don Cosme me miraba con una insolencia que rayaba lo vulgar, sus ojos me recorrían entera, mientras mojaba sus labios con su lengua húmeda, al ver que entre sus anchos bigotes asomaba la punta de su lengua, sentí como un cosquilleo ya muy conocido en mí, que me recorrió todo el cuerpo.
No quería demostrar bajo ningún concepto lo que su mirada depravada y su lengua me hacían sentir, pero me había dado cierta curiosidad este hombre maduro.
¿Cómo sería cómo amante?, ¿cómo me haría el amor un señor casi sesentón?
Pasamos hacia el living.
-Le pido disculpas don Cosme, por recibirlo así, pero estaba duchándome (lo miraba, directo a los ojos, con una sonrisa entre inocente pero a la vez endemoniada)
-Me hubiese gustado más verte totalmente desnuda, pero bueno , eres un festival para la vista.
-¡Ay, don Cosme! dije coqueta-, las cosas que se le ocurren, me visto y ya regreso.
-Por mí niña, mejor desvístete.
Una risita cómplice escapó de mis labios, me dirigí a mi habitación que estaba justo frente a él, mi paso era lento y mis caderas oscilaban mientras sentía en mi espalda el fuego que manaba de los ojos de don Cosme.
Como ya he comentado, me fascina hacer poner duras las pollas, sabía que el viejo estaba baboseándose, entré a mi habitación y dejé la puerta abierta.
Disfrutaba de estas situaciones, me regocijaba mostrar lo vedado para cualquier hombre que no fuera mi marido.
Sabía el poder que poseía cuando dejaba entrever mis piernas largas y torneadas, en ese momento estaba derrochando las bondades de mi cuerpo a un señor que casi me triplicaba en edad, pero se me había empezado a calentar mi rajita, pues este entorno que había creado yo misma con mis coqueteos, avivaban mis deseos, apoderándose de mi parte carnal y me llevaban a este juego provocador delicioso.
Deliberadamente me despojé de la bata que apenas cubría mi cuerpo, quedé de espaldas completamente desnuda ante don Cosme, lo hice a sabiendas y con la intención de insinuar fantasías perversas a este hombre.
Frente a mi tenía un espejo que estaba sobre una cajonera donde guardaba mi ropa interior, disimuladamente miré por el espejo la reacción de don Cosme al verme de espaldas totalmente desnuda, su cara estaba desencajada, sus ojos no atinaban a creer lo que estaban viendo, mi espalda cubierta solo por los cabellos largos y mojados que bajaban a mi estrecha cintura, mi trasero joven, de carnes duras y sugerentes, le estaba ofreciendo una postal exquisita, para su visión de macho.
Premeditadamente me agaché, sacando mi culito hacia fuera, y me puse a buscar en el último cajón mis bragas, don Cosme no me perdía de vista, abrí el cajón, tomé una braga, la más pequeña, de puntillas blancas y las fui deslizando lentamente entre mis piernas.
Mis movimientos eran pausados, sin prisa alguna, fui subiendo la pequeña braga hasta acomodarla en mis caderas, acomodé el hilito dental dentro mis nalgas, tomé el sujetador, y pasé las tiritas por los brazos, lentamente lo fui abrochando, mis jugos vaginales estaban humedeciéndo mi pequeña braga.
En ese momento sonó el teléfono que estaba al lado de la cama.
Me dí vuelta y me puse frente a don Cosme, que estaba parado embelesado, siguiendo mis movimientos, sus ojos brillantes se posaron sobre mis senos apenas cubiertos por las puntillas del sujetador, lo miré directo a los ojos, y sin bajar la vista me tumbé sobre la cama matrimonial, fui arrastrándome hasta tomar el tubo del teléfono, el viejo se quedó estático, incrédulo por lo que estaba viendo una mujer muy joven casi desnuda y sin ningún pudor le regalaba a su vista el mejor de los paisajes.
Era mi esposo el que llamaba.
Para decirme que estaba en la planta baja y me pedía que bajara a abrirle la puerta, pues se había olvidado las llaves y debía urgente subir a nuestro apartamento, que en apuro al salir olvidó las llaves de entrada del edificio, me decía si podía bajar urgente a abrirle, que no veía a don Cosme para que le abriera la puerta.
-Don Cosme, está aquí querido, vino por lo de la lámpara, ya bajo en un segundo.
Salté de la cama ágil como un gato, tomé un liviano vestido, y le dije a don Cosme que bajaba a abrirle la puerta a mi esposo.
Cuando pasé por su lado, nos rozamos, al quedar mi espalda muy cerca de su cuerpo, extendió ambos brazos, y levantó mi corta falda, sus rugosas manos de trabajador acariciaron mis nalgas, me quedé parada unos minutos, disfrutando de esa rápida caricia, se acercó a mi, pasó una mano hacia delante, y puso dos de sus gruesos dedos dentro de mi nidito totalmente húmedo.
Apoyó su bulto importante sobre mi trasero, y lo fue frotando, lo dejé que se frotara apenas unos segundos, su boca cálida se posó en mi cuello, y su lengua húmeda me lamió hasta los hombros, en un ir y venir ondulante, sentía que mi vagina estaba humedeciéndose locamente.
-Debo ir ya a abrirle a mi esposo, o sospechará que algo pasa.
-Eres una reverenda putita, pero ya llegará el momento en que te haré ver el cielo, te follaré una y otra vez, perra , me pedirás a gritos que te folle, zorra infiel
Como pude me solté de sus brazos y bajé a abrirle la puerta a mi marido, que esperaba impaciente y del mal humor por mi demora.
-¿Qué te pasó mujer?, ¿por qué te haz demorado tanto?
-Es que no encontraba las llaves. Respondí lo primero que se me ocurrió. Caminaba a su lado hasta llegar al ascensor.
Cuando regresamos con mi marido, don Cosme, ya se había puesto a trabajar con la lámpara. Mi esposo se quedaría trabajando en el apartamento toda la tarde, pues debía terminar un proyecto para presentar al día siguiente. Sin decir muchas palabras, se encerró en su estudio a trabajar.
Don Cosme se había subido a una silla, para trabajar más cómodo, me paré a su lado y le dije si quería beber algo fresco, me dijo que si, que le gustaría un buen vaso de agua fresca.
Fui al refrigerador, le serví un abundante vaso con agua y se lo alcancé.
Subido en la silla, mi cara quedaba a la altura de su polla, se veía un bulto bastante significativo, se reclinó un poco y tomó mi cabeza con sus manos y la empujó hacia su paquete, y empujó, instintivamente mi boca se abrió, y por sobre la tela del pantalón fui frotando mis labios en su polla que rápidamente iba creciendo de volumen.
Sentimos el ruido de la puerta del escritorio de mi esposo que se abría, rápidamente me retiré unos centímetros y le alcancé el vaso con agua, que don Cosme bebió de un solo trago, mi marido fue a la cocina a buscar café que se sirvió y se quedó sentado allí leyendo unos papeles, mientras bebía su café.
Me sentía muy caliente, a la vez un poco incómoda por la situación, así que decidí ir a buscar a los Fernández, para ir a la piscina que teníamos en la azotea del edificio.
Todas las tardes me encontraba con los Fernández, que era un matrimonio jubilado que vivía en el piso de arriba y nos íbamos los tres a tomar sol y a bañarnos a la piscina.
-Querido, me voy a casa de los Fernández, iremos a la piscina como todas las tardes.
-Ok.
Fui a mi habitación, esta vez me aseguré de cerrar la puerta de nuestra habitación, y me calcé una pequeña bikini roja, y sobre ella puse un minúsculo vestido playero.
Me acerqué a don Cosme, lo saludé y le dije que me iba a la piscina, que cualquier cosa que necesitara, se lo pidiera a mi esposo.
Cuando llamé a la puerta de los Fernández, apareció Ricardo, así se llamaba él, y la esposa Alicia.
-Hola Andrea, mi esposa no está se fue a la peluquería.
-Oh!, qué pena, y usted no va a ir a la piscina?
-Si, si quieres te acompaño, pero ya que estás quería pedirte ayuda en algo.
-Sí, cómo no, en qué puedo ayudarlo?
-Mira, tu sabes, nosotros los viejos no sabemos mucho de tecnología, de estas cosas modernas, y quería pedirte si me ayudas con una película que quiero ver en la pc, es una película que quiero ver a solas, sin que Alicia se entere, y espero por favor de tu discreción.
-Por supuesto, cuente con mi discreción.
Ricardo fue a buscar un cd, y me dijo que no sabía que debía tocar para poder ver la película, que le enseñara, para hacerlo cuando su esposa no estuviera en casa.
Me puse manos a la obra y al poco tiempo en la pantalla del computador empezó a desarrollarse la película, que cómo me imaginaba era un a XXX.
Empezaron a desarrollarse las primeras escenas, era una adolescente muy bella, que visitaba a un señor maduro, que poco a poco, la iba desnudando, y besándola toda, la niña muy predispuesta se dejaba hacer de todo.
La escena era realmente muy excitante
Con disimulo lo miré a Ricardo, que estaba sentado al lado mío.
-¡Qué rica nena, cómo me gustaría tener una así! -Me miró a los ojos y me preguntó:
-¿A ti no te gustaría que un maduro te hiciera esas cositas ricas?, vamos Andrea, estamos en confianza, tú no le dirás a mi viejita que yo veo estas películas y yo no le diré a tu marido si te gustaría hacerlo con un maduro.
-En realidad
Me tomó del mentón y se acercó a mi, y me dio un beso en plena boca, abrí mis labios y recibí su lengua, y nuestras lenguas se unieron y se refregaron una con otra.
Ricardo, se puso de pie, me levantó el vestido, y me lo quitó.
Yo no puse ninguna resistencia, lo dejaba hacer, igual que la adolescente de la película.
-Por favor párate, déjame mirarte.
Me puse de pié como me ordenó.
Sus ojos me recorrieron entera. Se quitó la ropa, se acercó y me quitó la parte de arriba de la bikini, mis senos saltaron al aire, duros y erguidos, los tomó con sus manos y comenzó a acariciarlos, los llevó a su boca, y los lamió con deleite, me mordió con sus labios los pezones, mientras, con sus manos me iba quitando el triangulito que tenía como bikini que cayó al piso.
Me tumbó suavemente sobre la alfombra, abrió mis piernas y comenzó a besarme desde los dedos de los pies, uno por uno, y fue subiendo hasta mi entrepierna, donde enterró su cabeza calva, su lengua me besó la vagina entera, luego fue a mi clítoris, el cual lamió y lamió hasta hacerme correr, una y otra vez, su lengua no paraba de chuparme, me hacía vibrar y pedirle más y más que no parara, y así lo hizo, casi hasta dejarme exhausta.
Luego se sentó en el sillón, y me mostró su pene erguido, me puse de rodillas y me lo llevé a la boca, lo llevé hasta mi garganta, lo sacaba y lo metía, con mi lengua recorrí todo el tronco de punta a punta, le besé los huevos, los pelos, estaba desquiciada por una verga así, o la de don Cosme, o la de cualquiera que me sacara esta terrible fiebre que se había apoderado de mi.
Luego de chuparlo entero, tomé su pene estático y me senté sobre él, subía y bajaba, tragándome toda esa carne en barra, hasta que Ricardo estalló largándome un largo chorro de leche tibia que llegó hasta mis entrañas.
Me quedé sentada sobre su pene ya caído, un largo rato, mientras Ricardo se quedó descansando un poco.
-Eres una verdadera mujer follando, me gustaría que esto se repita Andrea.
-Cuando quieras Ricardo, tu lengua ha hecho maravillas
Le recordé que sacara que el cd de la pc, si no quería que su esposa lo descubriera, luego nos fuimos a la piscina como todas las tardes. Y allí estuvimos hablando de lo que él me haría en los próximos encuentros, que había visto muchísimas películas donde dos o tres hombres se cogían a una mujer, que le gustaría tener esa experiencia conmigo y un amigo de él, si me animaba a hacerlo. Todo con la mayor discreción, ya que éramos personas comprometidas.
-Yo me animo a todo Ricardo, me daría mucho placer tener a dos tipos dentro mío y un tercero que me la de por la boca.
La conversación nos calentó tanto que subimos al apartamento de él y lo hicimos de nuevo.
Fuimos directamente a la cama matrimonial, luego de besarnos y chuparnos ambos, me puso como la posición de la perrita, abrió mis nalgas, y comenzó a besarme el ano, introduciendo primero un dedo, luego dos, y tres, cuando estaba bien dilatado, me penetró profundamente, entraba y salía, sus movimientos se iban acelerando cada vez más, hasta que explotó y me llenó de semen el ano.
Cuando regresé a mi apartamento, la encontré a Alicia en el ascensor, le dije lo guapa que se veía con su nuevo peinado, y que fuimos a la piscina con su esposo, que no paraba de hablar de ella y de cuanto la extrañaba. Mientras pensaba que Alicia nunca se iba a enterar que le había dejado al marido seco, que me había comido su polla, y tragado toda su lechita, que lamentablemente ya no quedaba nada para ella, todo me lo había tragado yo, jiji. ¡Qué perra soy!.
Cuando llegué al apartamento, don Cosme ya había terminado su trabajo, y se había ido, mi esposo seguía trabajando con sus papeles, me puse a preparar la cena, cenamos, luego me puse a ver una película, y me fui a dormir, no se a la hora que mi esposo se acostó.
Me levanté cachonda, recordando las cosas ricas que me había hecho Ricardo, mi esposo salió muy temprano para su trabajo, mientras desayunaba me llamó por teléfono para avisarme que debía salir con urgencia de la ciudad, pero que a la noche estaría de vuelta. Así que me puse a planificar los quehaceres del día. Debía ir al lavadero a buscar la ropa que había dejado lavando el día anterior.
En el subsuelo, frente al apartamento de don Cosme, estaba el lavadero, que era compartido por los vecinos, había varias lavadoras y secadoras, y en un apartado, un lugar para planchar, si es que alguien deseaba hacerlo.
Era muy temprano, los vecinos muchos estarían aún durmiendo.
Como hacía tanto calor fui descalza, me llamó la atención que la puerta estaba entreabierta, ¿quién podía estar tan temprano en el lavadero?, decidí salir, pues tenía miedo que fuera algún ladronzuelo.
Salí y me quedé muy intrigada, me acerqué a la ventana que estaba abierta, me puse de rodillas y miré curiosa corriendo la cortina en el más absoluto silencio.
Miré hacia un costado, y no había nada anormal, miré hacia el otro costado, y me encontré con una imagen que realmente no esperaba, y hasta me sorprendió.
A un costado, casi escondido, estaba don Cosme, con su pene erecto fuera del pantalón, restregándose y sacudiendo su polla con mi vestido negro, que había dejado secar por la noche.
No podía creer lo que estaba viendo, don Cosme masturbándose con mi vestido negro, no voy a negar que después del impacto que me dio ver esa escena, sentí que una ola de calor corría por mi cuerpo.
Me quedé muy quietecita espiando al viejo, tenía un pene grueso y largo, y lo imaginé muy sabroso, (solo lo había sentido a través de la tela del pantalón) pasaba todo el largo de su verga por mi vestido, movía sus caderas como si me estuviera penetrando.
Realmente este acto de don Cosme, aparte se asombrarme, me calentó mucho, me dio deseos en ese momento de ser el vestido donde sacudía su herramienta exquisita.
Extendió mi vestido sobre la parte de arriba de la lavadora, apoyó su tronco sólido sobre la fina tela, y comenzó con un movimiento zigzagueante, con su mano derecha, tomó su largo pene y comenzó a acariciarlo salvajemente, sus ojos desorbitados miraban hacia la nada, sus movimientos de pelvis eran cada vez más rápidos, en pocos segundos, tomó con su mano libre mi vestido y lo llevó a su boca, besándolo enloquecidamente mientras un chorro de semen caía sobre la tapa de la lavadora.
Don Cosme se quedó descansando unos minutos, tomó su aparato muerto, lo guardó dentro de su pantalón, con un trapo limpió el lugar donde había largado toda su leche, tomó mi vestido, y besándolo lo fue doblando y lo dejó con el resto de mi ropa.
Salí disparada hacia mi apartamento, estaba muy excitada por lo que había observado y decidí darme un baño de inmersión, mientras se llenaba la tina, volví al lavadero, por mi ropa.
La puerta estaba ya cerrada, don Cosme se había ido, rápidamente tomé mi ropa y volví al apartamento.
Cuando regresé la tina estaba lista, esparcí unas sales, me desnudé y metí a disfrutar del baño.
La tibieza del agua estaba exquisita, con mis manos comencé a acariciarme el cuerpo, estaba muy excitada, llevé mi mano a mi vagina, fui introduciendo mis dedos dentro, y comencé a acariciarme el clítoris, con mi mano libre me acariciaba los senos, cerré los ojos, y en mi mente se repitieron los acontecimientos que había presenciado de don Cosme, y también recordaba la lengua de Ricardo en mi entrepierna, un orgasmo acompasado llegó, sintiendo que esos dedos que me acariciaban y me hacían vibrar era el tremendo aparato de don Cosme, el cual quería probar y sentirlo todo dentro mío.
Luego de la delicia de mi orgasmo, me lavé el cabello, y terminé mi baño, mientras me secaba, pensaba con qué excusa podía ir hasta la oficina de don Cosme, quería que me follara lo antes posible.
Sobre mi cuerpo desnudo, me puse el vestido negro que tanto lo había excitado, sin bragas y sin sujetador, acomodé el corto vestido, peiné mi largo y húmedo cabello y fui hacia la oficina de don Cosme.
Dí unos golpes en la puerta, y la voz de don Cosme, dijo que pasara que estaba abierto.
Don Cosme estaba sentado frente a su pequeño escritorio, al verme con el vestido negro, el cual él un rato antes había besado y refregado contra su pene, sus ojos recorrieron todo mi cuerpo, y su lengua primorosa se asomó, humedeciendo sus labios, y provocando un volcán dentro mío.
-¿Qué andas buscando mi niña, por aquí?
Descaradamente me acerqué y apoyé mi trasero en su escritorio, rozando mis muslos desnudos contra su mano.
-Don Cosme, (no sabía que decir), hoy es mi cumpleaños, fue lo primero que se me ocurrió.
-Vaya, vaya, cómo soy un caballero no voy a preguntar cuántos, pero tú aún puedes decirlo, son muy pocos.
-Cumplo veintitrés don Cosme. Y me senté sobre el escritorio, me puse más cómoda.
-Me gustaría regalarte algo, mi niña.
-¿Sí? ¿qué me regalaría usted don Cosme?, dije mimosa.
-Te regalaría y no te ofendas, te regalaría algo que estoy seguro que te falta.
-¿Qué don Cosme?, pregunté curiosa.
-Placer, te regalaría todo el placer del mundo. -¿Me dejas que te regale lo que no te da el imbécil de tu esposo? Mientras sus manos comenzaron a acariciarme lentamente.
No podía resistirme a su contacto, sabía que don Cosme me haría gozar como a una perra, porque él estaba caliente conmigo, y yo después de verle el pene, me calenté con él.
Se levantó de su silla, y me abrazó fuertemente, comenzó a besarme dulcemente en la frente, luego besó mi nariz, mis mejillas, llegó a mis orejas, sacó su lengua y me recorrió todo el oído, su lengua bajó a mi cuello, lo bordeó entero, siguió bajando por el escote de mi vestido.
Yo me debaba besar, recibía sus besos con gusto, luego subió su lengua hasta mis labios, los cuales se abrieron para recibir su lengua, le puse mi lengua en su boca, y nos besamos apasionadamente, mientras sus manos acariciaban mis senos por sobre la tela.
No dejaba de tocar mi cuerpo, levantó mi vestido hasta mi cintura, al ver que estaba sin bragas, socarronamente me dijo muy despacio.
-¡Qué puta eres mi niña! Ni te imaginas la fiesta que te haré, por puta, por zorra!
De un tirón me quitó el vestido y quedé ante don Cosme como Dios me trajo al mundo, de un salto don Cosme, puso llave a la puerta y cerró todas las ventanas, quedando la oficina casi a oscuras, volvió a sentarse en su sillón, prendió la luz de la lámpara del escritorio, susurrando.
-Quiero ver tu cuerpo, no sabes cuánto hace que sueño con este momento.
Quedé sentada en el escritorio, frente a él.
Comenzó a tocar la punta de mis senos suave y cálidamente, mis pezones se pusieron en punta, acercó su boca y con su lengua recorrió toda la aureola, primero lo hizo con una, luego con la otra, mientras tanto sus dedos jugaban con mi vagina.
Me entregué a sus caricias, y me puse a gozar de todos sus manoseos y lengüetazos.
Don Cosme se acomodó en su sillón, me empujó hacia atrás quedando acostada de medio cuerpo en el escritorio, mis piernas enroscadas en el cuello de don Cosme.
Besó mis piernas de punta a punta, pasando su lujuriosa lengua por todas partes, hasta que llegó a mi cuevita impúdica y mojada, rogaba por su lengua, le pedía que me la besara, arqueaba mi cuerpo, entregándole mi chochita
-¡Vamos bésala, vamos chúpala! Por favor, dame lengua, suplicaba.
Don Cosme, me hacía desearlo, me lamía la vagina y salía al segundo para ir con su lengua hasta mis senos, los chupaba, los mordía, y volvía bajando lentamente hasta mi vagina, me daba unos lengüetazos, y se iba con su lengua hasta mi ano, lo besaba, metía su lengua, en forma circular, se quedaba unos instantes y volvía a chuparme la vagina, era enloquecedor lo que me estaba haciendo, me hacía temblar y rogar por más como me lo había dicho el día anterior.
Me pidió que se la chupara lindo, me recliné un poco, tomé con mis manos su tronco duro, y lo llevé a mi boca, lo lamí locamente, su polla entraba y salía de mi boca, luego acomodó mis nalgas sobre el escritorio
Su trozo de carne dura resbala por la humedad y la saliva de don Cosme, enrosqué mis piernas en sus caderas, mientras recibía la polla hinchada de don Cosme, su pene entraba y salía de mi vagina sueltamente, tuve un orgasmo, me dejó descansar un poco, y volvió a la carga, hasta que su esperma sólido y caliente, inundó mi cuevita.
Nos quedamos abrazados un rato y luego me fui a mi apartamento, al no tener bragas por mis piernas iba corriendo la leche de don Cosme, pero ya no me importaba nada, había conseguido lo que más me gusta en la vida, calentar a los hombres y que luego me follen.
Espero sus críticas, buenas o malas, eso me ayda a crecer. Gracias y buen año para todos.