Me gusta exhibirme 5 y el sexo con mi primo.
Lisa seguía follando y me coloqué detrás de ella entre las piernas de Alberto y la empujé para que se abalanzara sobre el cuerpo de mi primo para poder ver como entraba y salía aquella enorme polla del coño de Lisa. Me abalancé hasta llegar al chupar los huevos y la base de la polla cuando salía de dentro de Lisa.
por Daniela Besabien
Salía de la ducha y llamaron al timbre. Era Lisa vestida con una camisola roja bastante larga y mangas hasta los puños trayendo una bandeja tapada con un paño de flores.
-Buenos días vecina – dijo esperando que le invitara a entrar. Llegamos a la cocina y fue directa a las cortinas de la ventana.
-No te importa si las cierro. Mi familia estará pagada a la ventana hasta que regrese.
Además de cerrar la cortina pusimos la mesa en medio del distribuidor para que ni nos vieran ni nos oyeran.
Al volver a la mesa con un cuchillo para la tarta me palpitó el corazón. Lisa se estaba desabrochando la camisola y me miraba con picardía. Ya desnuda hizo una posturita con los brazos extendidos y dijo “ Tacháaaan”. Aplaudí.
-Siempre he pensado que las inglesas tenéis pánico a la depilación – dije al contemplar su pubis recortado formando un hilo de bello negro azabache.
Se lo depiló por la noche sabiendo que se sentiría más cómoda al estar desnuda. Lo agradecí.
Lisa preguntó por mi primo y propuso despertarlo. No me esperaba que fuera tan lanzada, la verdad. Dejé que subiera unos escalones por delante para verle el culo y cómo lo movía. Un diez.
Alberto estaba de medio lado y desde la puerta le veíamos el culo en primer término. Nos acercamos y Lisa me miró pidiendo permiso con la mirada. Asentí y posó su mano en la nalga de Alberto. La acaricio. Mi primo se movió y ella siguió acariciándole ahora las dos nalgas. Me acerqué a su oído y le dije que le iba a tapar los ojos con su camiseta y que se dejara hacer. Le di la vuelta y quedó enseñándonos su polla que comenzaba a cambiar de forma. Me acerqué a ella y la besé mirando a Lisa. Me puse el capullo en la boca y lo lamí desde dentro. Mis manos acariciaban los enormes huevos. Aquella polla ya alcanzó los ventidos centímetros.
Lisa se acercó con intención de ocupar mi puesto. Le dejé lamer el capullo y las venas hinchadas. Se tragó el capullo y comenzó a comérsela con arte. No era la primera ni la décima, de eso estaba segura. Alberto se retorcía en la cama. Me acerqué a su boca y lentamente besé sus labios. Dio un pequeño sobresalto y le indiqué que no se moviera y disfrutara de las dos bocas.
Nos besamos con ternura y Lisa seguía disfrutando de aquella maravilla. Le toqué la espalda para que me prestara atención y le dije que lo montara. Escupió sobre el capullo y se mojo la entrada de la vagina para que muy poco a poco su coño engullera el trozo de carne. Lo consiguió y comenzó a cabalgarlo con movimientos acompasados. Mi primo aceleró su lengua en la mía. Lisa gemía a cada saltito y yo me ponía cada vez más caliente.
Me moví por la cama hasta sentarme en la cara de mi primo para que me comiera el coño mientras veía la cara de placer de la vecina. Extendí los brazos para poner las manos sobre sus pechos y acariciarlos con ternura. Me entretuve en sus pezones erectos rodeados de dos círculos rosados algo más grandes que los míos. Se abalanzó buscando mi boca y la encontró. Sus besos eran cálidos y su lengua sabía moverse dentro de mi boca. Me corrí provocando que mi primo se atragantara y me obligara a salir de encima suyo.
Lisa seguía follando y me coloqué detrás de ella entre las piernas de Alberto y la empujé para que se abalanzara sobre el cuerpo de mi primo para poder ver como entraba y salía aquella enorme polla del coño de Lisa. Me abalancé hasta llegar al chupar los huevos y la base de la polla cuando salía de dentro de Lisa. En ocasiones la agarraba y la sacaba de dentro de ella para olerla, lamerla y chuparla para volverla a meter. Estaba chorreando flujos de Lisa. Sabían a buen sexo.
Mi primo pidió un receso y salió de la habitación cosa que aproveché para lanzarme a comerle el sexo a Lisa. Se tumbó boca arriba abriendo las piernas de par en par y me perdí en su vulva. Sus labios eran carnosos y rosados como el glande del clítoris que brillaba como una estrella. Disfruté mordiéndolo. Introduje la lengua en su vagina y luego añadí varios dedos moviéndolos en su interior hasta que se corrió inundándome la boca y la nariz. El grito que dio lo oirían sus padres y el señor del bar del puerto. Regresó mi primo y al veme en aquella postura me la clavó de una estocada hasta el fondo. Seguí comiéndole el coño a Lisa. Luego organicé otra postura.
A Lisa le indique se me hiciera un sesenta y nueve con ella debajo para que mientras mi primo me la metía y yo le comía el coño ella chupara los huevos de mi primo y la polla cuando se la sacara. Me corrí varias veces y ella chupó mis corridas en la polla y en mi coño. Fue brutal.
Mi primo quería que nos comiéramos su leche y nos pusimos de rodillas sobre la cama para que se la meneara hasta correrse. No tardó y la repartió en nuestras bocas abiertas. Cuando ya no salió ni una gota Lisa me besó pasándonos la leche de boca a boca en el morreo. Mi primo cayó sobre la cama y se la seguimos chupando y embadurnando con su leche que salía se nuestras bocas hasta que volvió a crecer unos quince centímetros y dijo- Niñas ¿y el desayuno?
Desayunamos nos duchamos y decidimos bajar a la playa. En la cala desierta volvimos a disfrutar de sexo salvaje.
Comimos unos pescados asados en el bar del puerto y subimos a casa para hacer la siesta en las hamacas.
-Paso de mi familia. Si nos ven desnudos que nos vean – dijo al entrar en la casa y desprenderse de la camisola. Salimos desnudos a la terraza para tender los pareo y saludamos a la hilera de ingleses que nos miraron sin mediar palabra.
Lisa compartió la hamaca doble conmigo. La cerramos como un capullo de seda y en la intimidad nos besamos hasta quedar dormidas.
A media tarde aún dormitábamos, escondidas en la hamaca, cuando sonó el estridente timbre de la puerta. Mi primo Alberto no estaba en el jardín. Le llamé pero no contestaba. Bajé de la hamaca y fui a abrir.
-Buenas tardes – comenzó diciendo un operario vestido de Mario Bros- soy el de la barra.
-¿¿¿¿¿
-¿A qué barra se refiere?
-Supongo que a la suya, porque el uniforme la delata.
Até cabos. Alberto lo dijo en serio. Me instalaban una barra de Pole Dance en la terraza.
Amablemente le dije que me siguiera hasta el jardín. Por defecto mis andares le pusieron la polla dura y a mí el coño húmedo. Marqué cada paso con las caderas y un pié delante del siguiente.
-Se nota que tiene práctica señorita- dijo el M. Bos – Y terminó diciendo – Donde quiere que se la ponga.
Le contesté que donde estuviera más segura. Sonrió y alzó la cabeza buscando donde anclarla tanto en el techo como en el suelo.
Entré en casa y desde la cocina le advertí en voz bastante alta – Estoy haciendo una excepción contigo Mario Bros. En esta casa todo el que entra deja la ropa en la puerta.
-¿Como los chinos dejan los zapatos?
-No me toques los cojones que ya te veo en pelotas subido a la escalera con la polla a la altura de mi boca.
Quedó atónito al comprobar que la hamaca reía.
Vio como la tela se abría apareciendo otro cuerpo desnudo. -Voy a por las herramientas y la escalera- dijo queriendo disimular el bulto de su pantalón. Lisa y yo le esperamos en la puerta y amenazamos en impedirle la entrada si no se desvestía. Aceptamos que quedara en bóxers, de momento. Ya nos encargaríamos de quitárselos al buenorro de Mario Bros.
Él entró la acelera y nosotras las dos cajas de herramientas y en otro viaje los tres fuimos a por el paquete que contenía la barra.
Con el ruido del taladro los padres de Lisa y sus hermanos salieron al jardín. La chica se avergonzó y entró en la casa. Vi a sus padres gesticular y encogerse de hombros antes de abandonar el jardín. En el piso superior escondidos entre los escuálidos aloe vera estaban los gemelos. Les lancé un beso a cada uno y me centré en el bulto de Mario que ya estaba en lo alto de la escalera. Desde abajo se adivinada bien armado. Le dejé tranquilo Primero la obligación.
La barra era de profesional. Él le dio un par de meneos y no se movió ni un milímetro.
-Su barra señorita – Daniela- interrumpí.
¿Quiere probar si funciona?
Como no. Lo estaba deseando. Salté a ella y comencé a dar vueltas como un ventilador. El operario se sentó en una tumbona a tres metros de mí y no cerraba los ojos fijándolos en mi entrepierna. Escalé hasta el límite de la barra y boca abajo descendí haciendo el molinillo al ralentí con las piernas abiertas mostrándole lo que quería que se comiera.
-¡Te va gustando?
-Me encanta- entredijo
-Pues espera cuando llegue al suelo.
En cada vuelta era más lenta y llegué al suelo sentada con las piernas abiertas y en alto. Mojé dos dedos y comencé a acariciarme el clítoris. Mario sacó la polla del para menearsela despacio. Le invité a compartir mi coño con mis dedos. Se levantó y arrodilló frente a mí para que su mano y la mía se pelearan para darme placer. Los gemelos seguían gozando de la exhibición. Lisa sentada en la esquina de la mesa de la cocina, que pusimos en medio del distribuidor para que no nos vieran sus padres desde el jardín, se masturbaba viendo el show. Mario se levantó y me puso la polla en la boca
Disculpa. Me he vuelto a mojar. Mientras te cuento mis vivencias, que a ratos las escribo con una sola mano porque la otra tiene vida propia y se mete entre mis carnes. No lo puede remediar. Cuando esto sucede y estoy de canguro del perro de mi vecino. El perro perro no el vecino que también es un perro, tengo que limpiar el charquito del suelo porque viene como un loco y lo chupa. Chupa el suelo y me chupa a mí. No es que no me guste que me chupe el coño un perro pero ahora no es el momento ni la categoría del relato. Si te gusta el tema te lo contaré con detalles en la categoría de zoofilia. Acuérdate.
Por donde íbamos... ¡Ah si!
Mientras le pasaba la lengua por la parte de debajo desde los testículos hasta el frenillo miraba los aloe vera. Me vuelve loca que me espíen. Me puse el capullo en la boca y le dí varios cachetes en el culo.
Lisa gemía y sufría. Me levanté y tirando de la polla lo llevé hasta la mesa para que Lisa se pusiera aquella polla en la boca. Yo bajé para pasar la lengua por los fluidos que soltó el coño de Lisa.
Mario no podía más. Tenía prisa por meterla en algún agujero. Agarró por la cintura a Lisa y la puso de pié frente la mesa y la reclino hacia delante apoyada en canto. Escupió la mano y mojó la entrada mágica de la chica.
Les dejé con la follada y fui a preparar unos tragos. Me fijé que la cortina de la ventana de la cocina no estaba cerrada por completo de manera que era posible que desde la casa de los ingleses pudieran vernos. Terminé de preparar las bebidas y con la mía en la mano y mucho disimulo salí por la puerta principal dando la vuelta a la casa para averiguar si nos podían ver desde la ventana del dormitorio del piso superior o la del baño de la planta. Comprobé que los gemelos estaban en la ventana del baño con la luz apagada y el padre en la ventana del dormitorio observando entre las cortinas. Regresé por el mismo camino y ya en la cocina de un tirón abrí la cortina y la luz del techo. Con el goce y los gemidos los ahora actores no se enteraron. Los vecinos por descontado que si.
Les hice cambiar de lado en la mesa, para que la familia viera ahora de perfil como entraba y salía la polla de Mario del coño de su hija o su hermana según el piso que fuere, y me uní a la fiesta. Tumbada con las piernas en alto frente a Lisa para que me comiera el bollo. Ladeé la cabeza esperando ver a los gemelos como se hacían una paja en la penumbra pero a quien vi como se la meneaba fue al padre. Los niños no se movían. Quise dar más emoción a la exhibición y giré sobre mi culo abriendo las piernas para tocarme de cara a los tres mirones y les vi por última vez en cinco minutos en los que Lisa al tenerme tumbada sobre la mesa me comía las tetas mientras Mario la seguía embistiendo.
Y pasados esos cinco minutos Mario Bros salió de los agujeros de Lisa y le vi la intención de follar conmigo por lo que volví girar sobre mi culo para volver a quedar de perfil a la ventana. Mientras me la metía de un empujón miré hacia la ventana. Todo seguía igual, los gemelos en la ventana del baño de la planta baja y el padre viendo como nos follábamos a su preciosa hija. Poco se imaginaba lo valiosa que era esa información.
Mientras me estaba follando el chico le dije a Lisa que sin levantar la vista del suelo saliera por la puerta principal y sin hacer ruido, con su móvil que estaba cargándose en el mueble de la entrada, grabara un vídeo de las ventana de enfrente.
-Piensa que veas lo que veas no debes hacer ningún ruido, ¿queda claro?
-No entiendo nada pero si tu lo dices será por algo.
Mientras salía, para que se centraran en mí y no vieran a Lisa por fuera de la casa aunque ya era casi de noche, le dije a Mario que se tumbara sobre la mesa y yo me coloqué encima de él de cara a la ventana. Con los pies sobre la mesa y las manos apoyadas en el torso del chico le follaba levantando todo mi cuerpo hasta que casi le salía la punta del capullo de dentro de mi coño y volví a entrar muy despacio al bajar hasta aplastarle los huevos. Tenía la cabeza erguida y podía ver a contraluz la figura del padre de Lisa y el movimiento de un brazo que delataba claramente la paja que se estaba haciendo. Al observarle me pregunté dónde estría su mujer.
Oí el llanto de Lisa que provenía del umbral de la puerta. Salí de encima de Mario y de camino a abrazarme con Lisa cerré la luz. Mario preguntó que que pasaba. Le dije que se vistiera anotara su teléfono y se marchara. Subimos a la habitación que da al otro lado de la casa de modo que no nos podían ver su familia y la consolé.
-Piensa en aquella frase hecha de “No hay mal que por bien no venga”
-No te entiendo¿A qué te refieres Daniela?
-Me refiero a que tienes en tu poder el permiso para hacer lo que te salga del...
-Luego cuando te repongas te acompañaré a tu casa y le dices a tu padre que salga un momento que le interesa ver una cosa.
Mi primo me encontró practicando en la barra. Las figuras me salían cada vez mejor y me mantenía más tiempo sin resbalar.
-Pareces un ángel, Daniela – dijo al acercarse para besarme.
Le di las gracias y le expresé lo contenta que estaba con la barra.
-¿No estrías desnuda cuando vino Pedro a montar la barra? Lo hizo como un favor personal. Es el dueño de una empresa de estructuras metálicas y nuevo socio de nuestra delegación en la isla.
Un beso de tu Daniela.