Me gusta exhibirme 16 y el sexo con mi primo.
Roció todo el cuerpo de la duquesa, se desprendió de la bata blanca y del tanga para, de un salto, colocarse sobre la duquesa. La comenzó a besar como una poseída y a apretarle los pechos.
Por Daniela Besabien
Ya era sábado 19 de junio, el día de mi 20 cumpleaños y no esperaba la visita de Margarita, la duquesa, pero ella siempre es bienvenida. Abrió la puerta Beti que justo en aquel momento salía de la ducha. El recibimiento que le ofreció Beti, con sólo una toalla enroscada en la cabeza, un cigarrillo en una mano y las zapatillas en la otra le encantó.
-¡Viva el liberalismo de la casa de Daniela! - Gritaba al recorrer el pasillo hasta llegar a la cocina.
Me rodeó la cintura y me besó en los labios. Subió las manos sin dejar de tocar mi piel hasta llegar a mis pechos desnudos que los apretó con suavidad. Gemí. Volvió a besarme paro esta vez sin cortesía. El beso fue largo y cálido. Beti siguió preparando las tostadas sin dejar de mirar como nuestros cuerpos se retorcían. No recuerdo si fue ella o fui yo quien le quitó el vestido playero de color verde con diminutas flores rojas. El tanga si lo tengo presente; se lo rompí yo.
Mientras Beti nos observaba entre sorbo y sorbo de café frio afilaba su pezón izquierdo. No se atrevía a intervenir aún. Lo hizo cuando la boca de Margarita se pegó a mi coño como una ventosa y su lengua entró en mis entrañas. Beti se subió a la butaca en que yo estaba medio tumbada y con una rodilla en cada lado de mi cuerpo colocó su sexo entre mi nariz y mi barbilla. Estaba chorreando y lo absorbí con fuerza como se absorben los espagueti para que entraran todos sus jugos en mi garganta.
La duquesa me robaba gemidos y más líquidos cada minuto que pasaba. Se ayudaba de los dedos y de una mano para darme mayor placer y los de la otra para ahondar dentro de mi ano.
Las tres nos pasamos la calentura en un par de horas. Nos volvimos a duchar y la duquesa quiso que la acompañara a su esteticien.
Un chalet en la zona alta de la cuidad con aparcamiento privado entre pinos. Nos recibió una señorita asiática que seguimos hasta un vestuario.
Margarita insistió en que recibiera un servicio. No me costó aceptar y nos desnudamos colocándonos una bata de seda tipo japonés con estampados clásicos en rojos, negros y rosas.
Era la hora convenida y otra señorita nos acompañó a un gabinete con un sillón que me recordó el de mi ginecólogo.
De inmediato se presentó Sara, la esteticien amiga de margarita. Ellas se dieron un pico en los labios y al presentarme yo hice lo propio. Sara me miró con buenos ojos.
-Hoy nos harás un completo, que es el cumpleaños de Daniela y la quiero sin pelusas -dijo la duquesa.
-No quieres toser luego- añadió Sara riendo mientras preparaba la bandeja de productos.
La duquesa me cedió el primer turno y me senté en el sillón anatómico. Sara movió los dedos sobre una tablet y el respaldo se reclinó. Los reposa piernas del asiento se elevaron y separaron dejándome las piernas en aspa. El sillón adoptó la forma de camilla con las piernas separadas. Era cómodo y excitante.
Un aceite corporal perfumado le sirvió a Sara para acariciar todo mi cuerpo por delante. Se entretuvo más de la cuenta sobre mis pechos. Ladeé la cabeza y vi la cara de vicio que ponía la duquesa.
Los dedos de Sara jugaron con mis pezones provocando que me mojara y soltara un gemido. La duquesa intervino – Sara, centrate en el trabajo o acabaremos follándonos las tres.
-Ya me gustaría, querida Margarita- respondió bajando a la zona que tenía que depilar.
( Si te digo la verdad, Beti me depiló ayer viernes con cera caliente y cuchilla. No tengo ni un pelo en las axilas, piernas, coño ni en el culo. Y la duquesa lo sabe porque hace apenas unas dos horas se lo ha comido todo. Pero yo me dejo hacer, a ver que pasa )
Sara nos promocionó la nueva cera tibia de alta gama, DIAMOND BLUE, que es de color azul y no quema.
Me embadurnó toda la zona sin miramientos. Pensé que al tirar me arrancaría todos los labios porque la cera azul penetró entre mis pliegues, pero no fue así. De un tirón y sin apenas notar nada se desprendió el taco de cera como si me hubiera sacado un molde de mi chichi. Se veía precioso y con todo detalle.
( Me lo he quedado de recuerdo. Lo enmarcaré y colgaré en la puerta de entrada por la parte de afuera, así al salir del ascensor sabrán que es mi apartamento. Los vecinos se quejan de que mis visitas llaman a sus puertas. ¿Qué te parece la idea? Cuando vengas a mi casa ya sabes, la puerta del coño es la tuya )
Me dio un masaje que nunca olvidaré con un aceite esencial para después del depilado. Me lo metió hasta los ovarios. No paraba de meterme los dedos y atormentarme el clítoris. Me corrí un par de veces hasta que le dije que ya tenia suficiente after shave.
La duquesa ocupó mi lugar y yo el suyo. A ella si le hacía falta un repasito. Le pidió que le dejara un corazón. Al ser pelirroja quedaría simpático. La untó con el aceite como a mí y también le dedicó un homenaje a los pezones.- Esta chica tiene fijación con los pezones – Pensé.
Le llegó el turno al dibujo del corazón. Colocó una plantilla ya estandarizada sobre el monte de venus y la rodeó con DIAMOND BLUE hasta cubrir por completo todo el sexo, las ingles y el culo. Diez segundos y en un tirón apareció una isla en forma de corazón en medio de un cuerpo blanco como la nieve. Un golpe de tijera en el corazón para rebajar volumen y listo.
Sara me invitó a aplicar el aceite esencial para después del depilado. Roció todo el cuerpo de la duquesa, se desprendió de la bata blanca y del tanga para, de un salto, colocarse sobre la duquesa. La comenzó a besar como una poseída y a apretarle los pechos.
Yo me quedé un momento aprendiendo de aquella bestia. La duquesa dobló las rodillas y separó más aún las piernas para que le aplicara el aceite esencial con una mano y la otra mano la puse en el culo de Sara que lo iba moviendo para orientarme por donde quería que metiera mis dedos.
Vi sobre una estantería unos tubos de cremas con formas que me parecieron interesantes. Agarré el más fálico y lo impregné de aceite. De un empujón lo clavé dentro del coño de la duquesa quien soltó un alarido de entre dolor atroz y placer descomunal. Lo moví con rapidez cual polla a punto de correrse dentro y fue ella quien se corrió como una puerca. La corrida me llenó la cara y las tetas. La castigué aumentando la velocidad de la follada con el tubo hasta que me volvió a dejar perdida.
Cansada de meterle los dedos a Sara, agarré otro de los tubos y también la perforé. Le gustó y no hizo falta que lo moviera. Ella lo cabalgó como si debajo tuviera a un tío con una polla enorme.
Cuando no les quedaba nada por sacar dejaron lo que estaban haciendo y me tumbaron a mí sobre el sillón camilla.
La duquesa se sentó en mi cara y Sara me comía el sexo con delicadeza hasta que le agarré la cabeza con las dos manos diciéndole – Aquí no he venido a perder el tiempo – la apreté contra el coño para que hiciera la cerda conmigo. Le gustó mi actitud y a mí la suya porque me destrozó el clítoris, el coño y el culo.
Luego tumbadas en el suelo nos hicimos unas tijeras.
En la ducha, la duquesa margarita me dijo
-No te creas que hemos terminado la jornada de estética.
Callé y me dejé sorprender de nuevo.
Desde el Parking donde dejamos el coche hasta el establecimiento de estética de unos vietnamitas que ponen uñas de plástico, porcelana y hacen pedicura, sembramos sensación. La duquesa llevaba un vestido playero que te he descrito antes, pero te lo repito, abotonado de color verde con flores rojas diminutas y desabrochado desde la cintura mostrando las piernas y medio corazón rojo.
Yo como casi siempre una minifalda de tela de jeans, muy mini, recortada por mí y una camiseta blanca de tirantes finos de los que me encanta hacer que resbalen, hasta enseñar los pezones.
Pues paramos a tomar un aperitivo en una terraza y la liamos. Ella enseñando el corazón a toda la avenida y a mí cada vez que pasaba alguien por mi lado o venía de frente me resbalaba un tirante y asomaba el pecho. Si venían varios ya lo dejaba fuera.
( Mira lo curioso que es el ser humano. Cuando me cae el tirante y asoma el pecho, si es un hombre, me lo mira y no dice nada. Si es una mujer suele avisarme con gestos y si es una señora de edad se acerca y me dice – Te ha caído un tirante y se te ve el pecho )
No había cola para hacernos la pedicura y entramos directas al salón donde estaban los sillones con la mini piscina para remojarte los pies en agua caliente para trabajar mejor las uñas.
El señor nos indicó los sillones donde debíamos sentarnos y explicó el funcionamiento del servicio.
( Por si no conoces este tipo de servicio te intento describir el montaje. Es importante para el desarrollo de la acción. Está el sillón donde se sienta la clienta. En frente, para remojar los pies una pequeña bañera. Frente a la bañera y a una altura algo superior un taburete donde la clienta pondrá los pies una vez remojados. Y frente a ese taburete otro para que se siente el pedicurero. Si no te queda claro vuelve a leerlo. No te enfades conmigo que sabes que te quiero mucho. Luego te daré un beso )
Nos sentamos y sumergimos los pies en el agua hasta que pasados unos minutos se nos sentaron delante un señor y un chico joven. Se parecían mucho. No se si eran padre e hijo o es que todos los asiáticos me parecen iguales.
Nos cogieron un pié a cada una para ponerlo sobre el taburete. Al levantar la pierna me subió la mini falda y recordé que no llevaba bragas. Le estaba enseñando el coño al chico vietnamita que no estaba por mis pies.
Miré a la duquesa Margarita que se había levantado el vestido, para no mojarlo, y seguía desabrochado. El señor le miraba el corazón por encima de las gafas.
A la vez nos guiñamos el ojo como autorizándonos a ser un poco pícaras.
También a la vez saparamos las piernas más de lo conveniente y yo levanté la que tenía libre – Me ha cogido un calambre –dije esperando ayuda. El chico pasó del calambre y se centró en mi raja recién depilada por segunda vez. El señor, más listo que el chico se levantó y me agarró el pié por el tobillo y terminó de separar las piernas y con una mano me dio un masaje en la entrepierna subiendo hasta la ingle. Le dijo al chico que se sentara en el otro taburete. El señor me prefirió a mí. Sacó un frasco del bolsillo y me aplicó un ungüento mentolado en el muslo y la ingle. Fui buena y cuando me daba el masaje mentolado ladeé la cadera para que las puntas de sus dedos rozaran mi labio mayor.
Me miró por encima de las gafas y entendí que me agradecía el gesto.
-Puede seguir poniéndome ungüento, que noto alivio, caballero. En la otra ingle también si es tan amable.
Ahora tenía mi coño entre sus dos manos y me acariciaba la parte interna de los muslos. Subía hasta las ingles y yo me movía haciendo que sus dedos pasaran sobre mi sexo.
Bajé mis dos manos y las puse sobre las suyas para conducirlas sobre mi coño y las apreté moviéndolas de abajo arriba. Hice que dos de sus dedos entraran en mí. Cerró los ojos y suspiró. No los abrió hasta que solté sus manos. Me miró preguntando - ¿Y ahora qué?
-Siga, siga usted solo, por favor.
Y siguió acariciándome el sexo con olor a menta.
El chico y la duquesa miraban las manos del señor hasta que la duquesa terminó de subir el vestido y se despatarró ante el chico diciéndole – Aprende de los mayores y hazme también este masaje.
-No tengo ungüento del Tigre.
-Pues usa saliva, atontado.
El chico no fue tan paciente y le preguntó a la duquesa si ella le podía hacer algo a él. Entraron detrás de unas cortinas de estampado oriental y a los pocos segundos se oyó el gemido de la corrida del chico. La duquesa salió sola y propuso cambiarnos de lugar.
Ella se sentó para que el señor le previniera de calambres y yo entré detrás de las cortinas.
El chico estaba sentado en un taburete y le puse mi coño en la boca. Me lo comió como pudo pero luego sus dedos me gustaron más. Al poco rato su polla ya estaba a punto para penetrarme. Duró más de lo que imaginé. Le dejé correr dentro y lo disfrutó más que muchos. Ya se había vaciado y seguía follándome. Sin sacarla volvió a ponerse dura y seguía embistiendo. Me daba mucho placer tener aquella polla delgada dentro de mí. Mi coño se agarraba a ella y no la quería soltar.
Me corrí. Una corrida brutal. El chico seguía con lo suyo. Le dije que si quería que se la chupara y terminar corriéndose en mi boca.
-Ya le avisaré- respondió sin dejar de follarme.
Me avisó. El se sentó en el taburete y yo en el suelo. Comencé a chuparla y a lamerla por todos lados. Le sorbí los huevos y le pasé la lengua por el ano. Le gustó. Levantó las caderas y me dijo que siguiera en el ano. Lo hice y le acaricié con dos dedos mientras se la comía. Noté que se iba a correr y le metí los dedos dentro del ano. Sin dejar de follarle con la boca se corrió como un caballo. Cantidad de leche que sacó por aquella polla delgada. Ahora movía el culo para follarse mis dedos.
-Ese chico tendría que venir a mi fiesta de cumpleaños – Pensé
Un beso de tu Daniela