Me gusta exhibirme 11 y el sexo con mi primo.

Debo agradecer a Ramón Fons, compañero escritor de todorelatos, del que soy súper fan, que me haya autorizado a adaptar la escena de la orgía en el cine porno que escribió en su relato “ Tu tía es muy puta 3 en el cine “ .

por Daniela Besabien

Debo agradecer a Ramón Fons, compañero escritor de todorelatos, del que soy súper fan, que me haya autorizado a adaptar la escena de la orgía en el cine porno que escribió en su relato “ Tu tía es muy puta 3 en el cine “ .

Dicen que el roce hace el cariño. Pues en mi caso era sólo roce. Sin darme cuenta había pasado un año desde que comencé a follar con mi jefe y su cuñado.

Andrés, el cuñado ya hacía tiempo que me proponía ir a trabajar a su empresa.

-Va más con tu forma de ser – me dijo una tarde en el cuartito de contadores aprovechando una breve ausencia de Tomás.

Aquella mañana me levanté pronto desayuné con calma viendo cómo se movían los trabajadores por la terraza de casa. Me acerqué a la cristalera y salí para hacerles compañía mientras mojaba el bollo en el café.

Todos dejaron sus quehaceres para acercarse.

-Hoy haces buena cara – decía el encargado.

-¡Y mejor culo! – gritó el aprendiz. Me miré por encima del hombro haciendo una torsión como si dudando del piropo del aprendiz verificara la calidad de mi culo.

-¿Estás seguro? Creo que ayer estaba más duro. Compruébalo tu mismo.

Cuando se acercó para tocarme las nalgas le hice prometer que cerraría los ojos. Lo hizo.

Mis manos dirigieron las suyas por mis nalgas recorriendo todos los milímetros de mi pies. El aprendiz suspiró.

Separé las piernas y nuestras manos entraron entre mis muslos. Dejé que en algún momento, rozaran mis labios ya abultados. Apreté su mano contra mi sexo y oí mi chapoteo. Le agarré los tres dedos centrales de una mano y con delicadeza los introducí en la mojada cueva del placer. El aprendiz, que estaba aprendiendo con rapidez, siguió moviendo los dedos en mi interior cuando le solté las manos para recoger el café y el medio bollo que sostenía el capataz.

Al terminar el desayuno les emplacé en la ducha.

Beti ( mi compañera de internado en Suiza, que vino a mí para desinhibir sus instintos, y ahora compañera de piso, seguía durmiendo ajena a las distracciones de los trabajadores.

Mientras me enjabonaba pregunté a los que miraban por la ventana ( que sin ningún coste el capataz tuvo la amabilidad de convertirla en una puerta y entraban y salían de la ducha sin problema ), que les parecía la compañera de piso.

-Nada que ver con usted señorita Daniela – dijo el de los bigotes.

-Se la vé muy tímida – anotó otro

-Nunca va desnuda y corre las cortinas de todo el piso- Dijo con cara de pena el aprendiz.

A esa holandesa tendré que espabilarla de golpe. Pensé.

Me vestí muy sexy y los de la terraza me pasaron revista. Les gustó mi atuendo. Era el final de la hora punta de la mañana y el Metro aún iba muy saturado. Entré en el primer vagón. Me tocaban a discreción, sin parar. Me metieron de todo. Creo que hasta un bolígrafo de los de muchos colores. ¡Que gusto! A un señor que llevaba demasiado tiempo detrás sin hacer nada le pedí que o me metía mano o dejaba el sitio a otro. El imbécil desapareció entre la multitud. Llegó la parada en la que me tenía que bajar.

Salí del vagón y comencé a caminar hacia las escaleras mecánicas. Seguí andando y al llegar al primer escalón de la empinada escalera miré sobre mi hombro y una riada de personal estaba a una distancia más que prudencial de mi culo. No podía defraudar a mi amado público ¿no?

( Tú que hubieras hecho en mi lugar. ¡Que guarro! )

Subí unos cuantos escalones a la carrera hasta que simulé torcerme el pié. Doblé el cuerpo hacia delante con las rodillas rígidas y separe´las piernas. Ya tenían lo que estaban esperando. Confieso que me mojé y noté como resbalaba líquido por el muslo.

Les hice un par de posturas hasta llegar al final de la escalera. El acceso al siguiente nivel lo hice en el ascensor ( de cabina transparente ).

Aquí ya me corrí viva.

Llegué a la dirección que me mandó por whatsapp.

Vi mi reflejo en el escaparate. Falda de cuero negra corta, muy corta, de alucine y un top negro tipo corpiño con pinchos y tachuelas. El collar de perro me lo regaló la duquesa Margarita. ( Ya lo sé. Choni Harcore )

No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. La tan traída empresa de Andrés era un sexshop. No desentonaba en absoluto.

Entré y mis ojos se acomodaron a la luz tenue del local. Al fondo de un largo laberinto de vitrinas con todo tipo de enseres sexuales y similares, detrás de un mostrador se encontraba el que quería ser mi nuevo jefe.

Le llenó de alegría tenerme en su negocio. Me presentó como a la futura compañera de trabajo a un chico de vente y pocos años. Nos besamos las mejillas y se sonrojó. Era mono pero súper pavo.

Me dio una vuelta por el local. Entramos en la zona de cabinas porno y tras una puerta casi secreta detrás del mostrador descendimos por una oscura escalera a la sala de cine porno. Aluciné.

La sala presentaba unas doce filas de diez butacas sin reposa brazos que apenas se distinguían el la casi oscuridad. Al fondo, en la penumbra, se encontraba una barra de bar a cargo de una bella dama en ligueros y topless. Me presentó con las mismas palabras que al chico de la planta de arriba.

En una vez las retinas acomodadas pude ver a varias personas repartidas por la sala de proyecciones. Se lo pasaban bien. La película, que nadie miraba era muy oscura.

Andrés me cogió de la mano y me guió por entre butacas hasta sentarnos junto a una pareja que estaban follando en la butaca y me entregó un dosificador y entendí sus intenciones. Le di dos tiros a la cucharilla y le bajé la cremallera. Él perdió una mano debajo de la falda .

-¡Coño, no llevas bragas!- exclamó.

Se la estaba chupando y el tío que tenía a mi izquierda mientras le cabalgaba una rubia de tetas enormes me tocaba las mías.

Estuvimos liándonos los cuatro hasta que ellos se corrieron.

Ya en el mostrador me propuso un sueldo y el horario de tarde para poder seguir bailando en la disco.

-Parte del trabajo es, si te lo piden, enseñar cómo quedan las prendas que aquí vendemos – dijo . - De la limpieza se encarga el chico tímido. Y la sexi de la sala de cine iba por su cuenta. Me paga un alquiler y vende copas pero en ocasiones te puede pedir que la asistas … ya me entiendes, con lo que ocurre abajo. Paga bien y te sacas un sobresueldo del que llevo el treinta por cien de lo que hagas.

El sueldo era el doble, más comisiones por venta y por puta. Acepté pero le dejé claro que de follar con él nada de nada. Sonrió y me entregó la tarjeta del gestor para que fuera a formalizar el contrato.

Andrés se encargó de comunicarle a su cuñado que cambiaba de empresa. Se lo tomó mal y decidí hacerle una visita y dar la cara ( y también le di el coño, el culo y las tetas ) para quedar como amigos. Nunca se sabe en esta vida.

Ya era jueves y ver a Beti desnuda por casa pero con las cortinas puestas me daba grima. Le dejé claro que estaba en mi casa y le recordé mi estilo de vida que tanto tenía ganas de adoptar.

-Si tu intención es aprender a desinhibirte, con las cortinas puestas no lo vas a conseguir.

Rrrrrrrraaaaasssss!!!!! Descorrí las cortinas y la luz invadió el salón.

-A la ducha y sin cortina.

Fuimos la delicia de los operarios. Por primera vez la veían ducharse y por primera vez nos vieron enrolarnos. Fue una bestialidad. Abrí la ventana/puerta y nos duchamos un montón metiéndonos mano y hasta el mango de algún martillo me contó luego Beti.

Cuando le pregunté qué le había parecido la experiencia confesó que repetiría.

-Pues ahora nos vestimos y volveremos a follar.

Vestirse lo que entendemos por vestirse no sería exacto. Yo me puse una americana y un tanga. A Beti le puse una falda de licra subida hasta el bajo pecho, así quedaba súper corta mostrando el principio de sus nalgas y una blusa roja muy desabotonada también sin sujetador.

Todos los hombres que deambulan por el local nos estaban comiendo con la mirada y nos siguieron hasta el mostrador. Conté seis.

El chico tímido me miró extrañado. Le habían dicho que me haría cargo del turno de tarde. Con gestos le indiqué que quedaba entre nosotros.

Al que ocupaba el mostrador como dependiente no le conocía. Es un hombre maduro de color. Pregunté por la sala de cine y nos indicó la puerta secreta al otro extremo del mostrador.

  • Las chicas bonitas no pagan con dinero, dijo el barquero – y nos lanzó unos besos.

Detrás de las cortina unas escaleras que perdían luz al descender conducían a la sala de proyección.

La luz de la pantalla nos sirvió para buscar asiento. La sala estaba vaciá. Nos instalamos en la segunda fila en los asientos de en medio. La pantalla mostraba una boca mamando una polla inmensa. Casi no le cabía en la boca.

-No hay nadie. Me esperaba ver a parejas follando y tíos masturbándose mientras le tocaban las tetas y cosas así. - Dijo Beti.

La dejé asola y me acerqué a la rubia de ala barra.

-¿Tu por aquí? ¿Te traes trabajo al trabajo? Dijo en actitud lasciva.

Le pedí que no comentara mi visita Andrés y le conté el propósito. Le pedí dos ron sin hielo en vasos anchos y llamó por teléfono.

-Poneros cómodas que ahora os traeré las bebidas y en un segundo van a atenderos – dijo lanzándome un beso -

-También serás bienvenida – solté con otro beso.

Hace un poco de frio. ¿Lo notas? - dije.

Beti se giró hacia mí y comencé a besarla.

El frio fue desapareciendo y el público apareciendo.

Separamos las bocas y con discreción observamos nuestro alrededor.

Los seis hombres que antes nos comían con la mirada estaban junto a nosotras. Uno a cada lado. Dos en los asientos de enfrente y dos en los de detrás.

Le dije a Beti que comenzara a besarme y me desabrochó la americana abriéndola de modo que mis pechos quedaron al descubierto. Ella me los tocaba muy despacio mientras me besaba. Con una mano me acaricié por encima del tanga. Me separé de Beti y vi al que estaba su lado tenía la enorme polla fuera del pantalón esperando a que alguien se la meneara. Cogí la mano de Beti y la conduje hasta la polla. La acarició sin mirarlo y volvimos al beso.

Mientras le acariciaba la polla, desde detrás me restregaban otra por la cabeza. Miré hacia arriba y era una hermosa polla negra.

Me levanté y me y acerqué al primer asiento de la fila. puse un pié encima para que el hombre de enfrente me pudiera entrar mejor con su lengua en el interior de la vagina.

El negro me comenzó a besar con una lengua inmensa mientras su hermosa polla negra acariciaba los labios de Beti. Me corrí en la mano del que me metía todos los dedos.

Apartó la mano y no se quién me restregó una polla dura por todo el coño que con lo empapado que estaba entraba dentro hasta sin quererlo.

Me folló duro. Al negro le gustaba como se la comía porque volvió. Me dí la vuelta para tenerlo delante y el que me follaba se puso detrás de mí. Era fantástico. Beti me pedía el cambio.

Le dije a uno que se sentara en la butaca. Le agarré la polla y con cuatro meneos me la puse en el culo. Cuando se acomodó y entraba y salía con comodidad le dije al otro que me follara por el coño. Lo hizo. Quedaban dos hombres que solo hacían que menearsela y les dije que desde el pasillo por detrás me reventaran las tetas. Fue la mejor media hora en muchos meses.

Les hice la rueda. Me comí seis lenguas y seis pollas. El coño y el culo me los comieron seis. Me follaron el culo los seis. Me follaron el coño los seis y me rompieron los pezones los seis. Si sumas son treinta y seis, no?

Cuando terminaron conmigo Beti les pidió lo mismo.

Mientras a la holandesa la llenaban la rubia de la barra me comía entera. Había encontrado a otra alter ego.

Al subir las escaleras le preguntamos al dependiente negro , que no era el negro de la lengua inmensa, si había un lavabo. Le seguimos. Pasamos por un almacén lleno de cajas de películas. Detrás de unas cortinas había un plato de ducha sin cortina, un lava manos y un sanitario.

-En el armario encontraréis toallas – dijo mientras taba asiento en una silla junto a la ducha.

Nos duchamos mientras se hizo una interminable paja. Sacamos de todo de todos los agujeros. Hicimos gárgaras con el gel de ducha. Nos enjabonamos la una a la otra y una cosa lleva a otra. El calentador sería eléctrico porque al rato de acariciarnos y follarnos con los dedos el agua salía fría.

Al regresar al mostrador el dependiente negro nos dedicó una sonrisa Y me dijo -El lunes empiezas Daniela.

Un beso de tu Daniela