Me gusta exhibirme 1

Una compañera del internado de Suiza me visita para que le enseñe a estar más suelta

por Daniela Besabien

Soy Daniela, la que me parezco a Monica Bellucci de AMOR FILIAL con mi primo y tengo una rosa tatuada. Seguro que me conoces. Bien corazón, ahora que ya nos hemos situado me explico. Te voy a relatar mi reencuentro con Beti van der Crow, holandesa, en efecto y compañera del internado de Suiza.

La recuerdo redonda de cara y de caderas. Bastante pecho y el cabello color maíz. Era muy tímida y cortada en lo referente al sexo. Evitaba a toda costa que la viéramos desnuda incluso debajo de la ducha.

Sus labios sabían a fresa y sus pezones a gloria. ¿Cómo lo se? Te preguntarás.

De regreso de unas vacaciones colé una botella de ron y la emborraché. Nos pegamos un lote en el servicio pero a la mañana siguiente sólo recordaba que le dolía la cabeza y le dí un jarabe. Ella si que me dio un jarabe que bebí encantada directamente de su coño.

En fin, que la he recordado muchas veces.

Vía móvil dijo que si no me importaba recibir su visita y compartir unos días con el pasado. Esto último me removió el clítoris.

El avión llegó con retraso pero por fin aterrizó. A ella no la vi salir por la puerta correspondiente. Decidí salir del edificio por si me había distraído cuando salió. Al girarme para comenzar a caminar topé con una chica y me disculpé.

Me siguió a unos pasos y dijo en alto – ¿No me reconoces, Daniela ?

Imposible reconocerla. Un cuerpo impresionante, el pelo largo y dorado y un estilo en el vestir que nunca la hubiera reconocido.

Nos abrazamos y dos besamos. Tal y tal y tal.

Llegamos a casa y le mostré su habitación. Mientras colocaba sus cosa ya nos poníamos al corriente.

¿Uso mi toalla o tienes ya en el baño? -. Preguntaba mientras se desnudaba, por completo. Respondí por inercia porque no creía estar viendo a van der sin esconder su desnudez y mostrarse tan natural ante mí y sin que ella lo supiera ante siete operarios que parecían el gato Garfield pegados a la ventana del dormitorio de la van der mientras hacían ver que arreglaban la fachada del edificio.

Vaya cuerpo. Los pechos eran perfectos, grandes pero proporcionados con las areolas y unos pezones como garbanzos. Un escándalo. Vaya cambio. Está buenísima.

-Gracias Daniela, me alaga que una chica como tú opine así de mí.

(Por lo visto pensé en voz alta).

Entró en la ducha y me llamó. Mientras se enjabonaba no paraba de hablar. No podía creer que la van der estuviera desnuda ante mí sin pudor alguno.

-Me alegra ver que has perdido la timidez, Beti, porque no sabía cómo decirte que en mi casa siempre vamos desnudos y veo que no será un problema para la nueva Beti.

Se rió y sólo dijo – Luego hablamos.

Toda la noche en vela poniéndonos al día. Bebiendo, fumando, algún que otro porro y poniéndola cachonda con mis posturas, idas y venidas.

Estaba segura de que le gustaba que le enseñara todo lo que le enseñaba y se lo pregunté. Achinó los ojos azul turquesa y dijo recordar perfectamente la noche de su dolor

de cabeza. Nos reímos, abrazamos apretando nuestros pezones desnudos y nos dimos un largo pero inocente pico.

-¿Ya te has vuelto de las mías pues? -Pregunté

-Tiempo tendrás para descubrirlo, Daniela.

A la mañana siguiente propuso ir a la playa a tomar el sol, cosa que en sus latitudes no suele ser fácil. En la Costa Brava a cada paso tienes una cala solitaria, pero sin servicios de ninguna clase y viendo el tono de su piel me pareció mejor idea una playa con el correspondiente chiringuito con mesas en la sombra.

En efecto. Directas a la mesa bajo cañizo. El camarero era sudamericano, guapísimo y bacilón. Ya me gusta.

-Dos ron en baso ancho y una coca aparte. Sin hielos -. Pedí sin opciones.

-Vas fuerte de buena mañana, Daniela -. Dijo la holandesa

No habíamos dormido más que una hora y sabía que al tumbarnos al sol quedaríamos dormidas como dos marmotas.

El camarero nos sirvió mirando casi con descaro la rosa tatuada que me he hecho en el muslo. Subí la pierna para que lo viera mejor.

-Te gusta mi rosa, ¿cierto?

-Mucho. Y es de las que no pinchan

-Ya que estamos enseñando, ¿que tal por debajo de la camiseta?- le dije con mirada desafiante.

Cruzó los brazos y lentamente nos fue descubriendo una cordillera de músculos que me dieron ganas de escalarlos allí mismo.

-¡Por dios! Donde los has comprado – pregunté. Me señaló una estructura metálica cerca del establecimiento que dijo usar como barras paralelas.

Ya no se volvió a tapar el torso. El pantalón corto con palmeras estampadas le hacían más caribeño. Poco tardó en volver a la mesa, con el pretexto de un platito de embutido, que no venía a cuento, para hacerme la pregunta que yo estaba esperando.

-Bueno bueno, y ya que estamos enseñando, ¿que tal por debajo de vuestras camisetas? ¿También encontraría bultitos?- preguntó moviendo sus pectorales alternativamente.

Miré a Beti que no se inmutó.

-¿Te refieres a que te enseñemos los sujetadores del bikini? - Le dije mordiéndome el labio.

En la playa había poca gente y los que la ocupaban estaban cerca del agua. Miré a Beti y su cara denotaba expectación.

Miré a los ojos negros del camarero moreno que estaba para follárselo sobre la mesa y le solté levantando los dos brazos

-Sírvete tu mismo. A tu aire, guapetón.

Con la punta de los dedos me cogió delicadamente la camiseta y la levantó por los costados muy despacio. Me estaba mojando la braga del biquini con aquella sensación que sólo las mujeres conocemos. Sentí la efervescencia y temí que notaría que me baja la corrida.

Beti me miraba la cara y la carne que iba apareciendo milímetro a milímetro. Tanto ella como él ya esperaban ver el color rojo del sujetador a juego con la braga. Comenzó a asomar la parte baja de mi pecho y a los pocos segundo se adivinaba la redondez de mis senos. Ahora el moreno de ojos negros descubría el rosado de mis areolas y acto seguido le saludaron mis pezones a reventar. Miré su entrepierna y terminé de mojarme para sentir ahora si una corrida. El bulto de su polla me mató de placer.

Me derretía del gusto por estar exhibiendo mis tetas ante aquellos ojos negros y los azul turquesa de Beti.

Ojos Negros acarició las puntas de mis pezones y mirándome los labios lanzó un beso y desapareció detrás de la barra.

Necesitaba bajar la temperatura. Dejé la camiseta sobre la silla y corrí hacia la ducha a unos metros del recinto. El agua estaba helada pero me hacía bien. Me bajé la braga hasta las rodillas y me limpié los flujos que encharcaban mi coño. De paso me dí unos frotamientos en el clítoris mirando si me veía el Ojos Negros. Fue que no. El resto de la playa sí.

Regresé retorciéndome el pelo para escurrirlo y salió de la barra. Me volvió a encender estar frente a él tan sólo con la braga.

Me miró de arriba a bajo y murmuró algo que no entendí pero intuí que tenía que decir que si.

-Si.

-Pues allí nos vemos-. Dijo desapareciendo montado en un patinete eléctrico dejándome con la incógnita de dónde nos teníamos que ver.

Se nos acercó otro camarero y nos entregó otra ronda de lo mismo. Cogimos los bártulos y fuimos a tumbarnos a la arena.

Era finales de mayo y viernes por la mañana. La playa estaba casi desierta. Nos tumbamos a pocos metros del chiringuito y el agua estaría a unos cuatro metros.

Beti sacó del canasto dos pequeñas banquetas plegables para reposar la cabeza.

-Sin esto no puedo estar tumbada. Las cervicales me matan - aclaró Beti.

La verdad es que era cómoda y al tener la cabeza algo elevada podías ver al frente. Al cabo de un rato ya dolía el cuello pero para un rato estaba bien.

También se quedó con los pechos el aire y volví piropear su busto.

-Te mueres por tocarme las tetas. Cómo te conozco Daniela.

-Me has pillado. ¿Puedo?

Me entregó el bronceador y me puse de rodillas de modo que su cabeza quedó entre mis piernas. Si abría los ojos tenía mi coño a su servicio. Puse la crema en mis manos y comencé a masajear el cuerpo incoloro, impecable y deseado desde que la vi en el aeropuerto.

Creí que era el momento de llegar a sus pechos. Me estaban esperando sus pezones hinchados como garbanzos y las areolas tomaron algo de volumen. Me entretuve quizás demasiado. Comenzó ella con unos leves suspiros y algún respingo. Luego suspirábamos las dos. Me agarró la mano con algo de brusquedad, pensé que no quería seguir y me la acompañó hasta la braga que levanto dándome paso entre la tela azul y el vello algo largo color castaño claro. Apretó mi mano y la movía como a un mouse. Noté un calor intenso en su vulva. Seguía dirigiendo mi mano mientras con la otra pellizcaba sus garbanzos.

Paro en seco y me retiró la mano y dejó de tocarse.

Le pregunté si estaba bien. Respondió que había gente delante nuestro y podían ver como nos tocábamos.

( Aún le faltaban unas cuantas clases de puterío exhibicionista a la holandesa. No te preocupes que ahora lo arreglo. Te la voy a volver tan puta como yo )

-No te ofendas Beti pero los cuatro chicos de delante están mirando desde el momento que me he puesto de rodillas sobre tu cara-. No dijo nada ni tampoco se movió.

Me tumbé junto a ella y reposé la cabeza en la banqueta. Recogí las piernas y las movía nerviosa por que Beti me cortó el rollo. La banqueta y las gafas de sol me daban la oportunidad de observar a los chicos que teníamos a nuestros pies. El mayor no tendría más de dieciocho y el más joven de los cuatro unos quince o dieciséis. Tumbados boca abajo nos miraban lo que pudieran ver y señalaban con las manos encogidas murmurando y silenciando risitas. Creí oír, al que por la voz me parecía el mayor, que decía.

  • Ojalá se abriera de piernas la morena -. Supuse que era yo porque la holandesa no tenía nada de morena.

El chico no tenían ni la más puta idea de a quién le estaban insinuando que se abriera de piernas.

Zassssssss. Mis dos piernas cayeron una a cada lado a casi tocar la arena (el baile da mucha elasticidad) y los cuatro dieron un respingo acompañado de un -¡Coño! ¿Como lo has hecho Germán?- Le preguntaba atónito el pequeño.

-No lo se, tío. Será. que tengo poderes-. Me aguanté el descojone.

-Vuelve a probar. Pide otra cosa a ver si es verdad que tienes poderes Germán.

Y Germán con mucha fe se concentró y dijo en voz casi inaudible – Que separe la braga y enseñe el coño.

Y de nuevo su deseo se cumplió. Los chicos alucinaban y uno incluso hizo la croqueta de alegría.

Me quedé inmóvil separando la tela con el coño afuera esperando nuevas instrucciones.

  • Que se lo toque y se meta el dedo por el agujero - Dijo ahora con más valentía.

Me gustó la petición y me recreé tocándome como una fiera en celo. Restregué el clítoris y me escupí la mano para mojar bien todo el coño y lo froté. Mis gemidos se oirían desde las mesas de la terraza. Luego me puse tres dedos de golpe dentro y me retorcí de gusto. Germán se quedó solo tumbado frente a mí alargando la mano queriendo ayudarme. Los otros, supongo que se acojonaron y pusieron pies en polvorosa dirección al chiringuito.

( Te podría decir que fue por pena pero la verdad es que fue por puro vicio. Tener a un crío a medio metro de mi coño poniéndome perraca y puta por y para él, merecía que aceptara su amable ayuda )

Removiendo las caderas repté hasta ponerle el coño a tiro. Le agarré la mano y la restregué por su objetivo. Me tocó, se mojó la mano con mis jugos y le metí varios dedos dentro de mí. - Ahora muévelos por dentro y los metes y los sacas. No tengas ninguna prisa Germán.

Me estuvo metiendo y tocando como cinco minutos y en silencio desapareció.

-Beti, ya se han marchado- No se enteró porque quedó dormida al pronunciar sus últimas palabras. No se enteró de nada de lo que ocurrió con los chicos. Insistí hasta que despertó.

-¿Te molestaría ponerme crema que me estoy asando viva?

Mientras me blanqueaba la espalda me disculpé contándole que hacía un rato que los críos estaban mirando pero que son chiquilladas y hay que dejar que disfruten. Dijo que le salió la represión que aún tenía dentro.

  • De algún modo he venido a verte para hablarte de eso. Me gustaría de ser como tú pero no me atrevo.

-Eso tiene arreglo. Espera y verás.

-¿Cuando te parece que empecemos? - Termino preguntando.

( Bastante tonta si que es. No te parece. A ésta le vamos a pasar la tontería )

-Ya hemos empezado. Sigue acariciándome la espalda y ves bajando y subiendo hasta llegar a mis glúteos y haz lo que te gustaría que te hiciera a ti. Si vienen los críos o quien sea, no pares. Date el placer que te mereces y repártelo con los demás.

No tardaron en regresar los chicos. Con disimulo chapoteaban en la orilla y miraban con mayor o menor disimulo sin ver con precisión lo que estaba haciéndome Beti dentro de mis braga.

Germán se atrevió a volver a ocupar su espacio en la erena. Los otros no tenían tanto valor o deseo. La edad, claro.

Germán fue testigo excepcional de cómo Beti separaba la tela de la braga de cortinilla para que aparecieran mis nalgas. Tiró bronceador desde lo alto mirando la cara del chico y esparció la crema que para él era semen. Apartó le tela dejando al aire mi raja del culo y automáticamente separé las piernas lo suficiente como para que el chico viera como los dedos de la rubia circulaban por mi ano.

-Germán - dije para que me oyera- usa tus poderes ¿Qué quieres que haga la rubia?

-Que te meta los dedos en el culo y en el chocho.

Beti después de cumplir los deseos le invitó a acercarse y le tomó los dedos índice de cada mano para que me acariciara los agujeros embadurnados de bronceador. Luego juntó sus dedos con los suyos y me penetraron a la vez. Sensacional.

( Tengo que parar por que me está viniendo una corrida )

Me dí la vuelta y dejé que el chico me tocara los pechos. Tenía la polla aprisionada a punto de estallar dentro del bañador. Le metí la mano por dentro y se la toqué. Ahora los dedos de Germán estaban experimentando otras culturas. Beti me contó luego que le tocaba más el vello que el coño. Dijo que le hacía caracolillos. Yo como que no tengo pelo en ningún lado, me tocaba carne viva.

De nuevo me metió los dedos en el coño y en el culo. Cuando lo hizo en el culo dijo -Ahora me cuesta menos meterlos dedos -. Y pensé, - ni la polla te costaría meter, con lo cachonda que estaba lo tenía todo abierto.

Le saqué el capullo del bañador y se lo chupé un minuto hasta que me inundó la boca de leche de yogurín. Luego me besé con Beti y el chico se volvió loco.

Fue a contarles la nueva súper aventura a la cuadrilla que le miraban y nos miraban con caras de incredulidad. Uno le olisqueaba los dedos buscando evidencias.

Tras unos minutos de silencio Beti me susurró -A estado muy bien, gracias.

Me recosté hacia ella y acerqué mis labios a los suyos. Fui bien recibida y cuando nos cansamos del beso le susurré una idea al oído.

-No. Eso no, Daniela. Eso es muy fuerte - Dijo apurada pero no le hice ni puto caso.

La playa seguía casi desierta y la poca gente estaba o cerca del chiringuito o en él. Unas veinte personas conté en sus proximidades, la mayoría hombres y muchachos.

A mi señal nos levantamos. Beti se apoyó en mi hombro y yo la tomé por la cintura de camino al chiringuito.

-¡Le ha picado. Le ha picado – comencé a gritar al acercarnos – Un bicho le ha picado y le duele!

Beti ponía cara de dolor y angustia. Dos caballeros que estaban sentados en unos taburetes me ayudaron a tumbarla sobre la barra del chiringuito. La bajé la braga del bikini que era la única prenda que llevaba puesta, las dos estábamos con los pechos al aire y seguí voceando que algo le había picado. Comenzó a acercarse gente de la playa para ayudar a la pobre chica que se encontraba gimiendo desnuda sobre la barra. Mis manos intentaban encontrar el supuesto bicho o en su defecto la mordedura para desinfectarla. Le seguía doliendo y pedí a los más cercanos que me ayudaran a encontrarlo.

Los dos de los taburetes se sintieron con la obligación de actuar en primera instancia. Uno enfocó la linterna del móvil a dos dedos del coño de la holandesa alegando falta de luz por culpa del cañizo. Los dedos de uno se paseaban por la vulva y otros toquiteaban el clítoris diciendo – ¡Creo que está aquí. Noto un bulto! Y al oír esto las manos y dedos de unos cuantos más peleaban con el bulto y los menos cándidos se aprovechaban de la pobre criatura.

Fue llegando más personal y en la parte de cintura para abajo ya no se cabía.

-¡Aquí veo otros bichos! ¡Rápido a ver quién los coge! - grité señalando los pechos de Beti. Se cubrieron de manos.

Ella gemía. La estaban manoseando un total de veinticinco tíos que se alternaban para tocarle, meterle, apretarle e incluso tomarle fotos y vídeos con un montón de móviles con el flash y sin miramientos.

Llegado un punto dijo que ya no sentía dolor. Se incorporó sentada en la barra y tenía todo el cuerpo rojo casi morado de los apretones que le dieron.

Uno de los que aún hacía película me preguntó si me podía picar el bicho un ratito a mí.

Acompañé a Beti a la ducha. El séquito de doctores, cirujanos, enfermeros y biólogos nos escoltaban. La ducha fue muy divertida y por supuesto nada íntima.

Varios voluntarios nos quitaron la arena, hierbas y más cosas que se inventaron ver en nuestros cuerpos. Sin duda todos se aseguraron con largas exploraciones que ninguna de las dos tenía ningún bicho.

Un beso de tu Daniela

P.D. Al camarero Ojos Negros quizá nos lo follaremos en el siguiente relato. ( Al loro, preciosidad ).