Me gusta el strip-poker

Oli e Irina juegan una partida a prendas; el ganador puede hacer lo que quiera del perdedor...

"¿Es cosa mía o se está recostando mucho…?" Pensé, sentada con las piernas cruzadas en la alfombra del salón, mientras Oli descruzaba las suyas y apoyaba la espalda en el frente del sillón. Era una tarde de sábado como cualquier otra, no teníamos nada especial por hacer, ninguna película que ver, y nos habíamos puesto a jugar a las cartas. Primero, sentados en el sofá, frente a la mesita baja. Luego, habíamos echado hacia atrás la mesa y nos sentamos en la alfombra, y ahora mi marido estaba empezando a recostar la espalda y estirar las piernas, como si quisiera tumbarse, pero sin llegar a hacerlo. Me miraba a mí y a las cartas y sonreía, como con picardía. Tenía ganas, eso estaba más que claro… pero Oli sigue siendo tan tímido como el día que nos conocimos, y le sigue costando tomar la iniciativa. Poquito a poco se va soltando, ahora ya cuando estamos en la cama y le apetece, es capaz de hacer algo más que ponerse a canturrear por lo bajo o decirme que tiene frío, o que no puede dormir y está nervioso… ahora, ya se atreve a acariciar, abrazar, y hasta decir cosas como "me gusta mucho estar contigo", pero fuera de la cama y a plena luz, le sigue costando. No es que tenga miedo de que le vaya a decir que no, sabe que yo tengo ganas prácticamente siempre, es sólo que es tímido. Y es adorable en su timidez.

Yo soy Irina, Oli y yo llevamos casados pronto hará un año, soy profesora, él bibliotecario, y soy tan lanzada como tímido es él, pero a veces, me gusta hacerme desear un poquito… Esa tarde, con las señales que me estaba dando, las miraditas y el ponerse tan cómodo, yo estaba más que dispuesta a tirarme encima de él y rodar por la alfombra, pero si hacía eso, sólo le viciaba a que siguiera sin pedir, y de vez en cuando, es bueno que él tome la iniciativa, así que decidí esperar para ver hasta dónde llegaba y también yo me recosté un poco sobre el pie del sofá, apoyándome en un hombro, de modo que mi jersey de estar por casa se deslizó, dejando el hombro al descubierto. Oli me miró y pude notar que su respiración se desacompasaba por unos segundos, pero nada más. Cogió un puñado de ganchitos de queso del cuenco que teníamos en medio de los dos y se llenó la boca con ellos. Me resultaba muy gracioso ver cómo intentaba resistirse para no decir claramente de qué tenía ganas, y vi que se inclinaba lentamente, muy lentamente, mirándome de reojo, como si temiera que fuese a decirle algo, hasta que sus labios tocaron mi hombro desnudo y lo besaron.

Me sonrió, aún con la boca pegada a mi piel, le devolví la sonrisa y le besé… en la cara. Oli tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos esperando un beso más en serio, pero me hice la distraída, tiré carta y robé. Por el rabillo del ojo le vi poner carita de fastidio mientras se enderezaba un poco y robaba carta. Me dio pena verle así, lo único que pretendía era que se animase a pedir, no hacerle sufrir de ninguna manera, así que se me ocurrió un juego:

-Oli…. ¿te parece si hacemos la partida más interesante? ¿Quieres apostar?

-¡Vale! – dijo enseguida - ¿Quién gane, elige dónde pedimos la cena?

-Hum… había pensado algo más emocionante… a prendas. Quien pierda, se quita una, ¿hace…?

Oli se quedó sorprendido por un momento, luego soltó la risa tímida y asintió con la cabeza. Recogimos la baraja para empezar de nuevo, barajeé y repartí, jugábamos con baraja francesa, cinco cartas cada uno, permitidos dos descartes y apostando con los ganchitos. Miré mis cartas, que no eran muy buenas, y cambié dos de ellas. Doble pareja. Oli no descartó, y mantenía el rostro inexpresivo.

-¿Vas? – pregunté. Asintió con la cabeza y colocó tres ganchitos en el plato de las apuestas. Con las mismas, subí a cuatro ganchitos. Oli levantó una ceja y colocó un puñado en el plato. Y yo acerqué todo el cuenco. – Para subir la apuesta, no vale abrir otra bolsa, hay que apostar también con prenda.

-Vale, no voy – concluyó Oli, y gané el tanto. - ¿Qué tenías…? – Sonreí y mostré la doble pareja - ¡Farolera! – se indignó mi marido - ¡Y yo que llevaba un full….! ¡No hay derecho!

Me reí mientras él protestaba, diciéndole que el póker es un juego de valientes… Refunfuñando, Oli se quitó la camiseta negra que llevaba y cruzó los brazos sobre el pecho, encogiéndose un poco, porque es algo peludo y le da vergüenza, aunque a mí me encanta. En el siguiente tanto, no se dejó arredrar, directamente apostó todo el cuenco.

-Ahora, tienes que apostar prenda,… según tus propias reglas. – me dijo, y aunque empezó la frase triunfal, la terminó con un hilito de voz. Sonreí y me quité una zapatilla. - ¿Seguro que eso vale…? – protestó.

-Claro, es una prenda. Yo no tengo la culpa de que tú estés ya descalzo. ¿Vas…? – Oli se echó mano a la cinturilla del pantalón, pero se lo pensó mejor y decidió descubrir. Tenía una escalera de color… fue una lástima que yo tuviera repóker de reyes, de modo que le tocó quitarse el amarillo pantalón del pijama de todos modos.

-Creo… creo que podríamos dejarlo, me parece que ya he perdido – musitó mi marido encogiéndose más aún sobre sí mismo, sólo llevaba ya los slips azul marino.

-Nunca se sabe, cielo, aún tienes una oportunidad… Si me ganas, puedes recuperar una prenda. – Mi Oli se quedó pensativo un momento y luego sonrió.

-Te propongo una cosa, un todo o nada. Nos lo apostamos todo a una baza.

-Hum… Oli, no es muy… legal hacer un todo o nada cuando a ti solamente te queda una prenda.

-Pero el que gane… - dice sonriendo – puede hacer del otro, lo que quiera. Pedir un masaje… que haga una tarta… algo atrevido, lo que quiera.

La última cosa la ha dicho muy deprisa y como de pasada, pero sé a qué se refiere. Oli sabe que yo tengo muchas fantasías, pequeñas cositas, que me gustaría hacerle y que al final nunca hacemos porque cuando nos ponemos a ello, nos desviamos directamente haciendo el amor. O porque le da corte. Tengo ganas de llenarle de nata batida y lamerle, pero le da una vergüenza espantosa, dice que tragaré pelos, pero eso lo dice por disimular el corte que aún siente… ahora me está proponiendo que puedo hacerlo si gano, así que acepté.

Oli repartió cartas, abrazado a un cojín para evitar que le devorase con la mirada, mientras sonreía. Miré mis cartas y estuve a punto de ahogar un grito: seis, siete, ocho, nueve y diez de diamantes, ¿cómo había barajeado Oli? Bueno, lo sentía mucho por la vergüenza que iba a pasar, pero alguien iba a quedar rebozado de nata para mi deleite, mmmmh… sólo pensarlo, se me hacía la boca agua, y no pude evitar pensar en mi marido retorciéndose de placer bajo mi lengua cuando le lamiera el sexo cubierto de nata, tomando pegotes en mis dedos y ofreciéndoselos para que los lamiera, y también podría yo ponerme nata en los pechos y dejar que los chupara

-Irina… ¿vas?

-¿Qué?

-No sé, de pronto, has sonreído y te has quedado en el limbo… Estás muy colorada. Y te brillan los ojos. Cre-creo que no quiero saber qué pensabas

Sonreí, traviesa, ¡desde luego que iba!

-Escalera de color. – sonreí. Pero para mi sorpresa, Oli sonrio más. - ¿Qué? No… no puedes tener un repóker… No… ¿no tienes un repóker, verdad? - Mi marido sonrió con picardía, juntó sus cartas, y les dio la vuelta una por una. Reina de Picas… Reina de Diamantes… Reina de Corazones… - ¡No puede ser! – estallé - ¡No vale, no has barajeado bien las cartas, hay que repetir la jugada!

-Venga, Irina, no tengas mal perder, reconoce que he ganado y punto, que además ya iba siendo hora, ¡llevo perdiendo toda la tarde!

No es que me molestase perder contra Oli, pero… ¡caray, la única baza que realmente deseaba ganar con todas mis fuerzas, y había perdido! No era grave, mi marido quería hacer el amor y lo había logrado, pero, ¡me habría gustado tantísimo poder llenarle de nata…! Mi Oli ya se frotaba las manos de contento, se levantó y giró la figurita de Darth Vader que tenemos en la mesilla del teléfono (no puede concentrarse si piensa que él nos está mirando), y allí dejó también las cartas. Luego volvió junto a mí, tomando aire, y se tumbó en la alfombra, apoyándose sobre un codo.

-¿Quieres que te pague todas las prendas…? – susurré, llevando las manos a las mangas de mi jersey, pero mi Oli negó con la cabeza y palmoteó la alfombra para que fuese a su lado. Extendió el brazo en el que se apoyaba y recosté mi cabeza en él.

-¿Recuerdas aquélla tarde… en casa de mis padres, que yo te…? – dijo muy bajito, con su dulce vocecita nasal, y sólo el recuerdo de aquello y su tono me hicieron sentir que me derretía.

-Nunca lo olvidaré. Todavía no sé cómo puedes ser tan tímido y en cambio, atreverte a aquello… me encantó. – Mi marido sonrió, algo embarazado y me abrazó por el vientre.

-Lo hice porque sabía que te gustaría, y conozco a mis padres, sabía que no podían pescarnos… a mí también me gustó muchísimo, por eso, tengo muchas ganas de repetirlo, pero ahora… puedes gemir todo lo que quieras.

Y yo pensando que mi Oli sólo quería hacerme el amor… él también tenía fantasías, y se había valido de la partida para hacer realidad una de ellas, aquello me encantó, adoro sentir que me desea, y que le gusta variar, probar, que sueña con cosas especiales… Quise acariciarle el pecho, pero mi marido me empujó suavemente para que me pusiera de costado, de espaldas a él, para situarse lo mejor posible. Su mano en mi vientre acarició mi piel bajo el jersey, y reconozco que su cálida mano me hizo estremecer de deseo. Su boca respiraba muy cerca de mi rostro y me volví. Sus ojos estaban llenos de ternura, pero también de picardía, y los entornó, acercándose lentamente hasta que nuestras bocas se juntaron. Cuando sentí su lengua llamar tímidamente a mis labios no me avergüenza reconocer que temblé y un gemido se escapó de mi garganta. La dejé entrar y la acaricié entre mis labios, mientras ella exploraba mi boca, a la búsqueda de su compañera, y se dedicaban mutuamente infinidad de caricias

La mano de Oli subió hasta mis pechos y los acarició, jugueteando con los pezones muy suavemente mientras nuestras lenguas seguían su juego privado. El dorso de sus dedos acarició mis pechos, paseándose a placer entre ellos, acariciando sin apenas apretar, mientras mis pezones se erguían con tanta fuerza que hasta dolían. Él los acariciaba con la palma de la mano, entre los dedos, hasta que pellizcó uno de ellos y todo mi cuerpo estalló de gusto.

-¡Aah…! – grité sin poder contenerme, soltando la boca de Oli por un momento. Mi marido me sonrió, encantado por saber que estaba haciéndome gozar, y pasó a besarme la cara mientras su mano iniciaba la bajada hacia mi sexo. Miré hacia abajo, para ver el bulto que hacía su mano paseándose bajo mis ropas. Presa de un impaciente deseo, noté que asentía con la cabeza viendo cómo salía del jersey y franqueaba la cinturilla de mi pijama, sin meterse aún bajo mis bragas. Gemí, sonriente, al notar sus dedos hacer cosquillas en mi monte de Venus y eché hacia atrás mi pierna, poniéndola sobre las suyas, para dejarle espacio para acariciar.

Mi Oli gemía de excitación y sus slips se habían quedado definitivamente pequeños para lo que pasaba dentro de ellos, mientras sus dedos hacían pasadas muy lentas y suaves sobre la fina tela de mis bragas, acariciando mis labios, y yo cerraba los ojos, disfrutando del delicioso cosquilleo que me hacía encoger los hombros de deseo y placer. Mi ropa interior estaba húmeda y Oli apretó ligeramente en la zona del clítoris, y de nuevo gemí en voz alta, atravesada de gusto.

-Por favor… no me hagas sufrir más… acaricia por dentro, por favor… - rogué, notando mis mejillas encendidas, y mi Oli, incapaz de hablar por la excitación, subió ligeramente la mano para meterla también por dentro de mis bragas. Cuando noté su piel cálida sobre la mía, un gemido desmayado me salió del alma, ¡qué bien me sentía cuando me tocaba! Es cierto, a Oli muchas veces hay que llevarle la mano para que toque aquí o allí, y no me importaba, pero hoy lo estaba haciendo a su gusto, sin que yo le llevara, me sentía totalmente a su merced… mezclaba de un modo maravilloso la picardía y la inocencia; las sensaciones de placer, aunadas al sentimiento de novedad, estaban volviéndome loca, y fui incapaz de contener un grito de gusto cuando sus dedos, tras bajar para mojarse en la humedad que me empapaba, subieron y tocaron mi clítoris - ¡Haaaaaaaaaaaaaah…..! Sí….

Oli acompañaba mis gemidos con los suyos, el verme gozar le proporcionaba un gusto similar al de gozar él mismo, y empezó a acariciar mi pequeño tesoro en círculos, con la punta de los dedos. Intentaba no moverme demasiado para que no me soltase, pero lo cierto es que los latigazos de placer me daban ganas de retorcerme como una culebra, ¡qué maravilla! Cada roce sobre mi perlita me hacía poner los ojos en blanco, presa de un calor intenso y una deliciosa sensación de bienestar. Mi agujerito clamaba dulcemente por ser penetrado, pero yo no lo pedí, me encantaban las caricias, los placenteros escalofríos y la sensación de "sufrimiento" por no ser penetrada.

-Qué bonita eres… - le oí susurrar a mi marido y volví ligeramente la cara, ofreciéndole la boca una vez más. Oli me besó lenta, largamente, gimiendo los dos. Animado por el movimiento de mis caderas, aceleró un poco el ritmo, y me costó no soltarle la boca para respirar, era increíblemente dulce, qué manera tan maravillosa tenía de acariciar… podía sentir su miembro, aún cubierto por el slip, rozarse contra mis caderas a cada vaivén que hacía por efecto del placer, y mi marido gemía quedamente a cada roce, qué tierno era ese sonido, era como si le doliera un poquito, mi estómago se encogía de amor y deseo cada vez que lo emitía, y el placer que me daban sus caricias era cada vez mayor.

-No pares… no pares ahora… - tartamudeé, sintiendo que las sensaciones venían en oleadas y eran cada vez mayores y más intensas. Me agarré con ambas manos a su brazo en el que me apoyaba, notando los dulces escalofríos crecer en mi perlita, y mi interior temblar dulcemente, me estremecí, jadeando, las cosquillas eran cada vez mejores, y finalmente, una sacudida intensa recorrió todo mi cuerpo, el placer estalló como un latigazo eléctrico en mi indefenso clítoris y grité de gozo, notando el gusto recorrer mi cuerpo, dando temblores y sin que Oli dejase de acariciar ni por un segundo, el placer aumentó, subió, noté las olas desde mi nuca hasta los dedos encogidos de mis pies y finalmente el frenesí cedió con suavidad, lentamente, dejándome satisfecha y con una indescriptible sensación de bienestar… más que gemir, ronroneé, qué gusto

A mi espalda, Oli recuperaba la respiración, besándome la cara y el cuello, sin sacar la mano de mi sexo. Notaba su slip empapado, no me importaba, pero cuando él lo notó, sí que le importó.

-Oh, no… vaya… lo siento… ¿t-te he mojado el pijama…? – gimió y quiso apartarse, pero en lugar de eso, me di la vuelta y lo abracé contra mí, un bledo me importaba que se ensuciase el pijama.

-Abrázame y no te preocupes de más, ¿qué importa…? – Mi Oli pareció aliviado. Siempre tiene un poco de vergüenza de su propio cuerpo, y teme que yo me enfade con él por algo que, a fin de cuentas, había provocado yo. Me abrazó muy sonriente.

-La última vez que me pasó esto, fue horrible. Tenía dieciocho años, fue en el viaje de fin de curso, a Formentera, y una compañera, en la playa, no tuvo más idea que soltarse el sostén del bikini para tomar el sol sin que le dejara marcas. Te juro que sólo le vi la espalda, pero era más de lo que había visto nunca, mi imaginación hizo el resto y… pluf. Durante algún tiempo, cogí miedo a ser eyaculador precoz, pero luego, como pensé que nunca tendría novia, dejé de preocuparme. – Nos reímos, y después de un ratito de descanso y mimos, decidimos levantarnos para pedir por teléfono algo para cenar.

-¿Qué te va a apetecer…? – pregunté, acercándome al teléfono, y entonces, mi Oli palideció.

-¡No, deja, deja, ya llamo yo, llamo yo…!

-¿Qué pa…? – y entonces, caí. Las cartas, su jugada, estaban junto al teléfono. Le miré. Intentó mantenerme la mirada, pero no fue capaz, miró al suelo. – Oli…. ¿no habrás sido capaz….? – Tomé las cartas y las miré. Riendo, me lancé a por él - ¡Y me llamas a mí farolera, tramposo, carota, aquí sólo hay tres reinas, solamente tenías un trío….!

-¡Y-yo nunca dije que tuviese un repóker, nunca lo dije, tú llegaste a esa conclusión sola…!