Me gusta dominar 9
Una tarde de sexo con mi sumisa rubia
La semana transcurrió de lo más normal, trabajo y más trabajo, y sólo los momentos en los que pensaba en mis dos sumisas hicieron más llevadera la rutina habitual. El evento familiar del fin de semana, por divertido y agradable, hizo que olvidara por unas horas la relación tan especial que tenía con aquellas dos mujeres. El domingo por la noche, al acostarme, volví a rememorar las escenas que sólo una semana antes habían ocurrido en esa misma cama. Me excité con el recuerdo de lo acontecido y mientras me pajeaba, decidí no esperar al fin de semana para volver a verlas; lo bueno es lo que tiene, cuanto más tienes, más quieres.
El lunes me fue imposible disponer de tiempo para quedar con ellas, pero apuré las cosas para poder tener la tarde del martes libre. A mediodía llamé a Raquel a su casa.
R- Diga?
Y- Hola zorrita, soy tu amo.
R- Ah! Hola, Carlos, cuánto tiempo sin saber de ti.
Imaginé que tenía a alguien cerca de ella y que no podía hablar.
Y- Sí, llevo una temporada bastante liado y ahora tenía un hueco y andaba por la zona y pensé que a lo mejor querías tomar algo y nos poníamos al día.
R- Hoy no puedo que han venido unos amigos de mis padres y vamos a ir a enseñarles la ciudad. Llámame otro día y quedamos.
Y- Vale, otro día te llamo. Un beso.
El plan se me había venido abajo pero todavía me quedaba mi otra puta, así que volví a coger el teléfono y marqué su número.
X- Diga?
Y- Buenas. Elsa, por favor?
X- De parte de quién?
Y- De Carlos, un amigo.
X- Un momento.
Oí cómo gritaban su nombre.
E- Carlos?
Y- Hola, cómo estás? Puedes hablar?
E- Bien, sí.
Y- Tengo la tarde libre y pensé que podíamos hacer algo juntos. Para que no preguntes te diré que Raquel no puede quedar hoy.
E- Por mí vale y a qué hora quedamos?
Y- A las cinco en la cafetería de siempre.
E- Perfecto, allí nos vemos.
Y- Bien. Ah! Se me olvidaba. Ven preparada para servirme.
E- De acuerdo.
Me fui a comer y a la hora convenida estaba entrando en la cafetería. Tardó más de media hora en llegar y cuando lo hizo venía toda azorada.
E- Perdón por el retraso. Me lié con….
Y- Tranquila. Lo que pasa es que ya nos tenemos que ir.
E- Ah! Vale.
Su expresión delató su nerviosismo, sabía que yo no estaba contento y se imaginaba que eso iba a traer alguna consecuencia. Pagué mi café y gentilmente le abrí la puerta para salir del local. Le señalé dónde tenía el coche y al llegar, volví a ser caballeroso y le volví a abrir la puerta. Ella me dio las gracias y se sentó, nerviosa. Arranqué y salimos de aquella zona, hacia un lugar menos concurrido. No dijimos nada hasta que detuve el vehículo en un amplio aparcamiento. Me giré hacia ella.
Y- Te parece bien hacerme esperar?
La verdad es que odio la falta de puntualidad de la gente, pero siempre supe ser condescendiente sobre todo con una mujer y más si el retraso lo provoca el que se estén acicalando para uno, pero aquella tardanza era la disculpa perfecta para castigar a mi zorrita y pensé en aprovecharla. Me contestó con la cabeza abajo y muy bajito.
E- No, lo siento.
Y- No te oigo. Te parece bien tenerme media hora esperando por una zorra de mierda y luego decirme que lo que deseas es complacerme en todo?
E- Perdón, amo. De verdad, perdóname.
Me giré con un gesto de desprecio, mirando al frente. Ella se acercó a mí y puso su mano en mi brazo como reclamando mi atención.
E- Perdóname, amo. No contaba con tu llamada y no estaba lista para ti. Tuve que depilarme bien y….
Volví a cortarla.
Y- Cállate. No vuelvas a abrir la boca hasta que yo te dé permiso.
Salimos de allí sin ningún rumbo concreto. En un principio había pensado ir a mi casa donde estaríamos tranquilos pero por otro lado me apetecía experimentar nuevos lugares, así que conduje sin saber muy bien hacia donde.
Y- Quítate la ropa interior y dámela.
Aunque la orden pareció sorprenderle enseguida la acató. Pudorosamente y pendiente de que otros conductores no vieran lo que hacía, desabrochó los botones de arriba de su vestido y como pudo se sacó el sujetador, volviendo a abrochar los botones rápidamente. Luego levantó el culo y tiró de su tanga hacia abajo. Me acercó las dos prendas y yo las cogí y las tiré en el asiento de atrás. La miré, seguía con la cabeza baja.
Y- Levanta esa cabeza.
Me detuve a contemplarla. Cogiendo su barbilla, giré su cabeza para que me mirara directamente. Se había maquillado bien, suave, pero correcto y su arreglada melenita explicaba parte de su retraso. Su vestido era nuevo para mí, pero en el estilo que últimamente habían adoptado mis chicas, veraniego, por encima de la rodilla y, sin ser ceñido, alejado de aquellas holgadas prendas que antes vestían. En sus pies unas bonitas sandalias de tacón, no muy alto pero suficiente, que yo no conocía.
Y- Y esas sandalias?
E- Son nuevas. Como te gusta este tipo de calzado las compré para tener más variedad.
Me acerqué más a ella.
Y- Estás muy guapa.
Y la besé en los labios. Un beso pequeño pero noté como ella tenía un escalofrío. Le solté la barbilla y volví a conducir.
Y- A dónde quieres ir?
E- A donde tú quieras, amo. Donde tú me lleves estará bien.
Y- Pues para mi casa. Tengo que castigar a mi putita por llegar tarde.
E- Sí, amo.
Me lo dijo bajito, resignada, pero muy sumisamente, lo que me complació mucho.
Y- Estate tranquila que no voy a ser muy duro contigo. Simplemente vamos a pasar un buen rato, la puta y el amo, jajaja.
A ella también le pareció gracioso y sonrió. Cuando entramos le volví a ceder el paso y ella me lo agradeció con una sonrisa. Quise ponerla un poco nerviosa.
Y- Pasa, pasa, que te vas a enterar.
Cambió de nuevo el semblante y volvió a sus temores. Me encantaba descolocarla, era muy divertido y le hacías pasar de un estado a otro fácilmente. Esperó a que yo cerrase la puerta y le indiqué que fuese subiendo. Volvió a pararse, buscando alguna indicación de hacia dónde tenía que ir. Le señalé el salón. Por falta de tiempo, se apreciaba un ligero desorden en mi vivienda.
Y- Disculpa por el desorden que hay, pero llevo unos días sin tiempo a nada.
E- Si quieres te lo recojo todo en un periquete o….
Y- Estás aquí para atenderme a mí, no a la casa. Quieres una copa? U otra cosa.
E- Quiero complacerte, mi amo.
Y- Vale, me parece bien. Lo que no entiendo es por qué razón no estás en la posición de puta zorra sumisa que dices que eres.
Nueva turbación en su rostro pero rápidamente colocó las manos en la nuca y abrió las piernas. No dejé de mirarla mientras me servía la bebida y me chocaba la escena. Me gustaba la posición pero al ser la primera vez que la veía así, vestida, la sensación era diferente, placentera también, pero diferente. Dando el primer sorbo me acerqué a ella y le ofrecí un poco y negó con la cabeza. Dejé el vaso en la mesa y comencé a desabotonar el vestido, dejando sus pechos a mi entera disposición. Los amasé con ganas; eran un par de tetas que se prestaban a esta operación y me gustaba hacerlo. Ella cerró los ojos dejándose hacer, excitándose, y al notar que le empezaba a gustar demasiado, retorcí sus pezones al unísono y un simple lamento salió de su boca, pero nada más. Salí de la estancia y regresé con dos pinzas de la ropa advirtiéndole que no abriese los ojos. Lamí aquellos pitones que se mostraban erguidos y duros, y le coloqué las pinzas. Con la primera sólo puede apreciar cómo se mordía el labio inferior y con la segunda una pequeña exhalación, casi imperceptible. Me entretuve en dar pequeños golpecitos en los extremos de las pinzas que fueron respondidos por ligeros gemidos de mi zorra.
Y- Baja los brazos.
Deslicé su vestido por los hombros y cayó al suelo dejándola completamente desnuda. Le hice avanzar dos pasos y tiré la prenda encima de la mesa. No me hizo falta palpar su sexo para comprobar su estado de excitación, porque pequeñas gotitas me indicaron que lo estaba, y mucho. Me fui a por el juego de esposas y se las puse con las manos en la espalda. Me desnudé casi por completo, dejando únicamente el slip y volví junto a ella. Apoyé mis manos en sus hombros indicándole que se pusiera de rodillas.
Y- Vamos, acaba de desnudarme.
Un poco burdamente, se afanó en agarrar con los dientes la costura de la prenda intentando bajarla. Mi polla, ya muy dura, asomaba por encima de ésta, y ella aprovechó para darle unos lengüetazos al capullo.
Y- Dedícate sólo a desnudarme. Lo demás ya llegará.
Con bastante esfuerzo fue consiguiendo que el slip llegase a mis rodillas. Yo abrí más las piernas para ponérselo más complicado, pero ella insistió hasta que lo bajo hasta los tobillos. Le agarré del pelo y situé su cabeza justo en frente de mi rabo. Abrió la boca para metérselo pero se lo impedí tirando de ella hacia atrás. Me miró, con ojos suplicantes.
E- Déjame comerte la polla, amo.
Y- Crees que lo mereces, zorra? Crees que debería dejar a una puta como tú disfrutar de mi polla?
E- No lo merezco, pero me gustaría comerte la polla, amo.
Asida por los cabellos como la tenía, fui acercando su cabeza a mi miembro y cuando estaba casi rozándolo con sus labios la apartaba hacia atrás, así varias veces. Ella mantenía la boca abierta esperando poder introducírselo pero no le dejaba llegar a él. En una de los acercamientos permití que mi capullo entrase en ella; se apresuró a cerrar los labios en torno a él, pero tiré de nuevo hacia atrás sacándoselo de la boca. En cada acercamiento, fui dejando que una parte cada vez mayor entrase y en uno de los acercamientos presioné su cabeza hacia mí y se la metí entera, no dejando que se apartase. Le vino una arcada y noté como se ahogaba. Se la saqué y tomó aire con fuerza mientras la saliva le salía a borbotones. Le solté el pelo.
Y- Chúpamela de una puta vez.
Empezó a mamármela desesperada, follándose la boca ella misma, llegando a veces a hacerme un poco de daño. De vez en cuando paraba pero con mi rabo totalmente dentro, y volvía a empezar a mamar. Me aparté de ella dejándola con la boca abierta. La levanté por las axilas y le di la vuelta. Estaba ligeramente sudada y pasé mi mano por su espalda, bajando hasta sus nalgas y le di un buen azote en ellas.
Y- Inclínate hacia adelante.
Sin ningún miramiento, apunté con mi polla a la entrada de su coño y se la metí de un solo envite hasta el fondo. Menos mal que estaba lo suficientemente mojada porque aún así soltó un grito mitad placer mitad dolor. Empecé a follarla con embestidas rápidas y profundas y lo único que ya salía de su boca eran gemidos de gusto. Cuando me pareció que se acercaba al orgasmo, llevé mis manos a sus tetas y se las apreté un poco y cuando los gemidos me anunciaron que ya casi estaba a punto de llegar, tiré de las pinzas, sin abrirlas, hasta sacárselas. El grito que pegó fue fuerte y yo paré de metérsela. El dolor que había sentido en sus pezones debió ser bastante porque si no la sujeto por las muñecas se cae hacia adelante.
La incorporé y la abracé para sujetarla, las piernas le flaqueaban. Por su cara bajaban dos lágrimas que me señalaban que le había hecho daño.
Y- Estás bien?
E- Sí, amo.
Me lo dijo casi haciendo pucheros y por un momento pensé en parar y dejarla que se recuperase y le ayudé a ir a la habitación. La tumbé en la cama con cuidado y me separé de ella.
E- Amo.
Y- Qué?
E- Soy tuya. Soy tu puta.
La contundencia de sus palabras y la melosidad al pronunciarlas me encendieron; le agarré de los tobillos y alcé sus piernas, dejando sus agujeros dispuestos a la entrada de mi rabo. De un solo empujón se la volví a meter hasta el fondo follándola con tanto ímpetu que hizo que, después de unos cuantos envites, se saliese de ella. Me la agarré y volví a apuntar pero al verla tan expuesta, mi mente cambió el objetivo y poniéndola a la entrada de su ano, apreté y se la metí en el culo. Más que un grito fue un largo lamento pero estaba tan encendido que me dio igual y seguí dándole hasta que no pude aguantar más y me corrí en sus intestinos, empujando con fuerza para correrme todavía más profundo. Elsa aguantó estoicamente la follada sin más gestos que una continua mordida de su labio. Cuando recuperé un poco el aliento, abrí sus piernas y llevé mi boca a su sexo. El contacto de mis labios en él hizo que soltase un primer gemido al que siguieron varios según iba lamiendo. Al centrar el tintineo de la lengua en su excitado clítoris ya no aguantó más y alcanzó el orgasmo que momentos antes le había robado. Levanté la cara empapada de sus líquidos y la besé, primero delicadamente para luego acabar entrelazando nuestras lenguas en un morreo fantástico.
Me separé de ella y me quedé mirándola allí tumbada, con los ojos cerrados, disfrutando del momento. Los abrió y me vio de pie, observándola.
E- Gracias, mi amo.
Y- De nada, pero no te acostumbres, que será peor.
Le solté las esposas y me fui del cuarto. Cogí una botella de agua y se la llevé, cosa que agradeció. Bebió como si llevase horas en el desierto. Cuando acabó me sonrió agradecida.
Y- Te espero en el salón, no tardes.
Bebí un trago de mi copa y encendí un cigarrillo y estaba sentándome en el sofá cuando su cabeza asomó por el umbral de la puerta.
E- Puedo ir al baño, amo.
Y- Sí, vuelve a adecentarte para mí.
Cogió su bolso y salió. Mientras apuraba mi copa pensé en lo que acababa de pasar. Sin querer y por mi falta de experiencia, supongo, acababa de cruzar una frontera peligrosa, la de mostrar cariño y compasión; y encima, el beso, que podía haber sido un error de bulto. Si algo tenía claro en mi relación dominante-sumisa era que a toda costa había que impedir lazos afectivos, por así llamarlos. Quería que quisiesen estar conmigo pero no que lo necesitasen como lo hace una persona enamorada. No obstante, estaba disfrutando tanto de la historia con ellas que no me pareció mal darles un poco de cuerda. La experiencia me dice ahora que ese es un terreno muy delicado y que es mejor rodearlo que pasar por él. Estaba ensimismado en mis pensamientos, decidiendo ser un poco más duro, cuando su presencia me sacó de ellos.
E- Ya estoy aquí.
Venía de nuevo reluciente, retocado el maquillaje y con una sonrisa placentera. Me fijé en sus pezones que se mostraban heridos por el trance por el que habían pasado.
Y- Vete a la cocina y trae dos hielos.
Debió pensar que eran para mi copa e iba a echarlos en ella.
Y- Qué haces? Son para ti. Ponte de rodillas delante de mí y pásatelos por los pezones, les vendrá bien.
Se colocó como le dije y empezó a pasar el hielo por la dolorida zona. Cada contacto de las frías piedras con sus pezones suponían un pequeño suspiro.
Y- Mírame.
Me miró y en sus ojos pude ver la tremenda satisfacción que sentía en ese momento. Sin dejar de mirarla directamente quise aclarar un par de cosas.
Y- Verás, zorra. Te voy a dejar claras un par de cosas. Primero y en relación al retraso de esta tarde. Las putas zorras como vosotras, y de esto ya hablaré con la otra, tenéis que estar siempre listas para vuestro amo, siempre. Es él quien decide cómo y cuándo os requiere, vosotras esperáis impacientes su llamada, preparadas y dispuestas a obedecer.
Ella bajó la vista ligeramente.
Y- No dejes de mirarme a los ojos. Te ha quedado lo suficientemente claro este punto?
Volvió a mirarme a los ojos y muy bajito contestó:
E- Sí.
Y- Sí, qué?
E- Sí, amo.
Y- Mejor. Sigamos. Las sumisas lo único que debéis tener en mente es obedecer a vuestro señor y acatar sin discusión sus órdenes, complacer sus deseos, sean los que sean y siempre sabiendo cual es vuestro lugar, sin esperar nada a cambio. Vuestras ilusiones de putas se deben reducir a que vuestro amo esté satisfecho, nada más. Entendido?
Volvió a bajar la mirada y asintió con la cabeza.
Y- Te he dicho que no dejes de mirarme, joder. Y contéstame.
Mientras volvía a dirigir sus ojos sobre los míos comenzó a hacer pucheros, como si fuese a empezar a llorar.
E- Sí, amo. Lo he entendido.
Una lágrima bajó por su mejilla pero aguantó el llanto. Su cara era triste.
Y- Si te vas a poner a llorar es mejor que te vistas y te vayas.
Me levanté sin hacerle ningún caso y fui a ponerme otra copa. Ella mantuvo su posición de rodillas y los hielos se deshacían en sus manos, mojando el suelo, pero no se movía. La ignoré, no podía flaquear ahora. Encendí otro cigarrillo y puse la televisión, buscando algo que ver, sin prestarle ninguna atención. Después de un buen rato y sin volver el rostro, por fin abrió la boca.
E- Puedo levantarme?
Y- Si no utilizas la palabra amo, puedes hacer lo que te de la gana. Yo no obligo a nadie a hacer nada. Estás aquí por voluntad propia, pero eres muy libre de coger tus cosas e irte.
E- Puedo levantarme, amo, e ir al baño, amo?
Y- Sí que puedes.
Se levantó sin darse la vuelta y salió de la sala. La verdad es que hubo un momento que creí que perdía a mi sumisa rubia, pero al parecer las cosas volvían a su sitio. Pensé que, sin forzar mucho, tenía que pasar a los hechos y así reforzar el valor de mis palabras. Cuando regresó al salón la estaba esperando de pie, cortándole el paso al interior. Alcé su barbilla para acercar su mirada a la mía.
Y- Tienes claro lo que eres?
E- Sí, amo, soy tu puta.
Y- Sí, mi puta y mi zorra a la que tengo que castigar.
Hice una pausa sin dejar de mirarla fijamente.
Y- Vas a elegir tu castigo. Dime, cómo crees que debo castigar tus faltas?
E- Lo que tú decidas estará bien.
Y- Ya he decidido, tú elegirás el castigo.
Dudó por un momento. Se notaba que por su cabeza pasaban mil cosas, que quería complacerme pero no era capaz de encontrar un castigo que no fuese muy fuerte y que al mismo tiempo me dejase satisfecho. Con la voz entrecortada fue capaz de decir:
E- Unos azotes?
Y- Cuántos?
E- Los que tú quieras, amo.
Y- No, cuántos crees que mereces?
E- Veinte?
Y- Dudas? Pídeme que te castigue. Pídeme que te azote y dime los azotes que tengo que darte.
E- Castígame, amo. Dame veinte azotes, por favor.
Y- Y por qué debería castigarte?
E- Por ser una mala zorra para mi amo.
Y- Bien, si tú quieres que te castigue, lo haré. Vete para la cama y colócate para recibir tu castigo.
Dio media vuelta y salió para el cuarto. Yo me quedé esperando, quería dejarla sola, con sus pensamientos, preparándose para recibir un castigo que ella misma había decidido. Como a los veinte minutos me fui para la habitación. Me la encontré de rodillas en el centro de la cama, con los brazos estirados en ella, ofreciéndome totalmente las nalgas. Me puse a su lado y le acaricié la espalda, de arriba abajo, pasando la mano por las nalgas. Cada vez que alcanzaba esta zona, ella tensaba ligeramente el cuerpo, esperando el primer azote.
Y- No quiero oír ni un solo ruido mientras te castigo. Muerde la almohada o haz lo que quieras, pero ni un solo “ay”.
Seguí con el paseo de mi mano por su espalda y ahora sí, comencé a golpearle las nalgas, un azote a una y otro a la otra, rápido, no muy fuerte, la verdad.
Y- Y veinte.
Éste último sí que fue violento. Estalló en la habitación como una fuerte palmada. En ningún momento escuché ni el más mínimo quejido de ella. Me fijé y vi que tenía los ojos cerrados y mordía la sábana con fuerza. Acaricié con cariño las coloradas posaderas y al hacerlo, noté cómo se estremecía.
Y- Déjame sitio.
Me senté en la cama con mi sexo justo debajo de su cara. Mi polla mostraba excitación pero sin estar dura. Ella la miró y luego me miró a mí, preguntándome con los ojos lo que debía hacer.
Y- Deberías mimar un poco la polla que te da tanto placer, no?
Bajó su cabeza y comenzó a darle besitos y lametones. La cogió con la mano y se la metió en la boca, chupando muy despacio pero muy intenso, logrando que se pusiera muy dura.
Y- Te gusta la polla de tu amo?
Sin sacársela de la boca asintió con la cabeza. Aumentó un poco la intensidad de la mamada, metiéndosela por completo, succionando con fuerza. Yo acaricié su cabello.
Y- Cuéntame, zorrita, te has corrido en mi ausencia?
Volvió a asentir sin sacarse el rabo de entre sus labios.
Y- Y cuántas veces te corriste, putita?
Se la sacó y tomó un poco de aire.
E- Una, como nos dijiste.
Y siguió a la faena, esta vez lamiéndome el capullo. Siguió con la lengua por todo el tronco, sin soltarla.
Y- Cuéntame cómo fue.
E- En mi casa, vino Raquel …y estuvimos viendo la ropa… que habíamos comprado para ti. …Mis padres no estaban… y nos probamos todo. …Entonces ella me dijo… que estaba muy cachonda, …que por qué no nos masturbábamos… y yo, que también… me sentía muy caliente…, le dije que bueno…. Nos tiramos en la cama…, una frente a la otra…, y nos hicimos una paja …hasta que nos corrimos…, casi juntas.
Lo divertido del momento fue que mientras me lo contaba no dejó de lamerme el rabo, los huevos, metiéndoselo en la boca un instante y continuando con el relato. Me pareció de lo más gracioso. Quise saber más.
Y- Y quién se corrió antes?
E- Raquel.
Y- Os tocasteis entre vosotras?
E- No, … no sabíamos si… podíamos.
Entre el trabajito bucal que me hacía y lo que me estaba contando, mi polla estaba a punto de reventar. Le hice parar y me deslicé por debajo de ella, hasta quedar mi rabo a la altura de su coño. Me miró expectante.
Y- Clávatela y fóllate, zorra.
Agarró el rabo y lo puso a la entrada de su vagina. Descendió sobre él, metiéndoselo hasta que su culo chocó con mis piernas. Empezó moviéndose despacio, pero enseguida aceleró y comenzó a cabalgarme, salvajemente, haciendo que sus tetas saltasen alocadamente. De repente, noté como su cuerpo se tensaba aunque sin parar de moverse. Me miró con cara de pena, pidiendo mi consentimiento para su inminente placer. Asentí y estalló en un orgasmo intensísimo que le hizo quedar quieta sobre mí, llena de polla. A mí me vino bien su parada porque había notado en mi rabo las contracciones de su vagina al correrse y a punto estuve yo de venirme.
Reposó un instante e hice que abriese las piernas y la abracé hacia mí. Empecé a comerle los pechos y a lamerle los pezones y ella volvió a moverse, reiniciando la follada. Me tumbé de nuevo y agarré sus manos para que ella pudiese poner los pies en la cama y así, sentada sobre mí, empecé a follarla con empujones de mi pelvis hacia arriba, obligándola a saltar sobre mí. Sus gemidos se convirtieron en gritos y, sin poder aguantar más, tiré de ella hacia abajo y me corrí en su interior, al mismo tiempo que ella tenía otro orgasmo. Cayó encima de mi pecho. Estábamos exhaustos y le permití quedarse por un momento así. Mi polla fue disminuyendo de tamaño hasta que se salió de su interior, la notaba llena de sus líquidos y de los míos. Al notarlo, Elsa se giró y empezó a lamerme y a chuparme toda la zona para dejarme bien limpio, delicadamente, disfrutando de lo que hacía, satisfecha por el polvo que acabábamos de echar. Era la primera vez que me corría dentro de su vagina.
Y- Ahora ya podemos decir que eres totalmente mía.
E- Sí, amo.
Y- Te ha gustado?
E- Mucho, nunca se había corrido nadie dentro de mi coño y me ha gustado sentir el semen dentro. Lo he pasado de maravilla.
Continuó con su lengua por todo mi sexo aunque no quedaba ya ni un solo resto, como si me quisiera volver a poner a tono. Le aparté la cabeza y pasé la mano por su entrepierna y todavía encontré parte de mi corrida por lo que llevé mis pringosos dedos a su boca para que no dejase nada. Los chupó hasta dejarlos impolutos. Repetí la operación hasta que ya no quedaba casi nada. Le pellizqué un pezón sonriendo.
Y- Buena puta.
Y me fui a darme una ducha, dejándola con sus pensamientos. No tardó en aparecer por el baño.
E- Me puedo duchar contigo, amo?
Y- No, espérame en el salón.
No me hubiese importado, pero el hecho de permitirle hacer algo que le apetecía era ceder de nuevo y darle nuevos motivos y falsas esperanzas. Ella, algo decepcionada, obedeció. Mientras me secaba le dije que ya podía venir a ducharse, cosa que hizo mientras yo acababa de acicalarme. La dejé en el baño terminando de asearse y fui a vestirme. Cuando entró en el salón y me vio con la ropa puesta se quedó un poco sorprendida.
E- Ya nos vamos?
Y- Claro. Mañana hay que trabajar. Vístete que te llevo a casa.
Comenzó a vestirse de mala gana, con gestos de rabia, lo que me enfadó bastante. Me acerqué a ella y le agarré del pelo hacia mí, haciéndole girar el cuerpo por completo.
Y- Qué cojones te pasa, eh, zorra? No te ha llegado con la caña que te he dado? Todavía quieres más?
Y la arrojé al sofá donde cayó espatarrada. No le había dado tiempo más que a ponerse el sujetador así que su coño quedó expuesto. Con la mano izquierda volví a tirarle del pelo, hacia atrás, tumbándola, y llevé la derecha a su entrepierna y le di una palmada, fuerte.
Y- Sigues cachonda, verdad? Eres muy puta y muy desobediente, pero lo vamos a arreglar. No te muevas.
Fui a la nevera a coger un pepino, de los que había comprado para utilizar con ellas, y elegí el más grande que había. Volví al salón con él en la mano y la zorra rubia me miró sorprendida.
Y- A cuatro patas, ya.
Se colocó como le ordené y me senté detrás de ella. Abrí sus nalgas y escupí en su ano. Sin más dilación, apunté con el pepino a la entrada de su recto y comencé a metérselo. La impresión por la fría temperatura del vegetal hizo que se contrajera y cerrara involuntariamente el esfínter, pero yo empujé hasta introducirlo un poco más. Soltó un grito que hizo que yo descargase un fuerte azote en su nalga.
Y- No querías caña? Pues te la voy a dar y quiero que salga de tu boca de puta de mierda ni un solo quejido.
E- Sí, amo.
Y seguí metiendo pepino, hasta que casi estuvo totalmente dentro, y entonces tiré de él hacia atrás, rápidamente, provocándole bastante dolor y no se pudo contener y volvió a dejar escapar de su boca otro lamento. Volví a metérselo hasta casi la mitad al tiempo que golpeaba de nuevo sus coloradas nalgas.
Y- Te he dicho que no quiero oírte, puta.
E- Perdón, amo.
Por el tono de su disculpa me dio la impresión de que estaba sollozando. Me incorporé y vi como dos lágrimas caían por su rostro. Interiormente, sentí un poco de lástima, pero no quise demostrárselo. Hice rotar el pepino en su interior y se lo saqué de golpe. Dio un salto al sentirse liberada de aquel falo vegetal y otro más cuando sintió como un nuevo azote estallaba en sus cachetes.
Y- Eres una puta zorra cachonda, pero desobediente. Quieres correrte, no? Pues hazte una paja ahora mismo. Córrete y disfruta, zorra.
E- Da igual, amo. No hace falta…
No pudo acabar la frase porque una bofetada se lo impidió.
Y- No te estoy dando opciones. Te digo lo que tienes que hacer y tú lo haces como una buena zorra sumisa. No es eso lo que quieres ser?
E- Sí, amo.
Tal y como estaba, a cuatro patas, llevó la mano a su entrepierna y comenzó a masturbarse cerrando los ojos. Levanté su barbilla.
Y- No cierres los ojos. Mírame mientras te pajeas y dime lo zorra que eres.
Sin dejar de mover los dedos en su coño, su mirada se clavó en la mía.
E- Soy una puta zorra, tu puta zorra y quiero seguir siendo tu puta zorraaa…
Se corrió con pequeños espasmos seguidos de dos más fuertes y apoyó la cabeza en el sofá. Me levanté de su lado.
Y- Ahora vístete que nos vamos.
Tardó un poco en recomponer el semblante y tras pedirme permiso para arreglarse un poco, salimos para dejarla en su casa, sin decir nada, hasta que a mitad de trayecto se dirigió a mí.
E- Lo siento, amo. No volverá a pasar.
Y- Tranquila, putita, no pasa nada. Hoy he quedado satisfecho y eso es lo que debería importarte, pero debes corregir esos arrebatos de desobediencia, porque me vas a acabar enfadando de verdad.
Hubo un silencio.
Y- Lo has pasado bien?
E- Sí, amo. Siempre lo paso bien contigo.
Y- Ya veremos, zorrita, ya veremos,…
La dejé con la incógnita y con ese temor a lo que podría venir que tanto la descolocaba. Al llegar a su casa le di un beso en la mejilla.
Y- Estamos en contacto, vale?
E- Sí, amo. Buenas noches, amo.
Y regresé a casa pensando que el día no había sido tan malo. Sólo había disfrutado de una de mis zorras sumisas, pero lo había pasado bien. El poder concentrarme en una sola me hacía avanzar con ella más que al tenerlas a las dos. Pensé que tenía que repetir lo de las sesiones a una, pero bueno, para el siguiente fin de semana tenía planes para las dos, así que eso sería más adelante.
P.D. De nuevo muchas gracias por vuestras valoraciones y por los comentarios.