Me gusta dominar 6
El fin de semana continúa y el adiestramiento va por buen camino. Una cena con mis dos sumisas pondrá un punto y seguido en nuestra relación.
Me desperté con la agradable sensación de unos labios alrededor de mi polla. Abrí los ojos y vi a mis dos zorras lamiendo y chupando mi miembro, poniéndolo duro. Raquel levantó la vista y comprobó que me había despertado. Esbozó una media sonrisa casi sin dejar la labor que la ocupaba, le hice una seña para que se acercase y apoyé su cabeza en mi pecho dejando a Elsa la comida en solitario.
Y- Buenos días, zorrita. Cuando llegué a la cama ya estabas dormida. Descansaste bien?
Mientras le hablaba le acariciaba el cabello y ella parecía agradecida por el gesto. Se incorporó ligeramente y me miró con ojos de cordero degollado.
R- Perdón. No quería dormirme, quería esperarte, pero no sé, me dormí. Lo siento, no te volveré a fallar.
Y- Tranquila, no lo considero un fallo. Estabas muy cansada y no pasa nada.
Volvió a apoyar la cabeza en mi pecho y yo seguí pasando mi mano por su pelo. A todo esto, Elsa seguía con mi polla en su boca, chupándomela con sensualidad, suavemente, como queriendo no forzar para darme un tranquilo despertar. Así estuvimos un rato, Elsa haciéndome una buena mamada, Raquel apoyada en mi desnudo torso, viendo cómo su amiga hacía la labor y acariciándome muy suave, y yo como un rey, tumbado con dos hembras en la cama al despertarme y recibiendo una mamada matutina que me estaba encantando.
Me corrí en la boca de la rubia que no dejó de chupar mientras me derramaba dentro de ella, Se lo tragó todo y continuó hasta que lo dejó perfectamente limpio. Me dio la impresión de que Raquel le había dado instrucciones oportunas de cómo debía ser mi despertar. Se incorporó quedando de rodillas a mis pies.
E- Buenos días, señor. Te ha gustado?
Y- Buenos días, zorrita. Lo has hecho bien. Ven con nosotros.
Me mostró una pequeña sonrisa y se colocó en la misma posición que su amiga. Ahora tenía a mis dos putas apoyadas en mi pecho mientras las acariciaba. Era una situación idílica para un despertar de domingo. Miré hacia el reloj y vi que eran las doce y media. Buena hora para empezar el día.
Y- Preparadme el baño. Me vais a bañar entre las dos.
Se levantaron y salieron de la habitación raudas, directas al baño. Yo me fui a la cocina a por mi café. Pensé en cómo íbamos a hacer para lo del baño, puesto que una persona desde el exterior podía hacerlo bien pero dos iba a ser más complicado. Apareció Raquel por la cocina.
R- Ya está.
Nos dirigimos al aseo y me encontré con Elsa de rodillas al lado de la bañera comprobando la temperatura del agua. Me pareció una situación de total sumisión por su parte y me encantó. Me metí en la bañera pero me quedé de pie y les indiqué que entrasen conmigo.
Y- La verdad es que nunca me han limpiado a cuatro manos.
Entendieron perfectamente y en un momento tenía a Raquel frotándome por delante y a Elsa por detrás. Seguramente por ya haberlo hecho, Raquel se entretuvo especialmente en mi zona genital, enjabonándome abundantemente mi pene y repasándolo una y otra vez. Elsa por su parte se dedicaba a limpiarme, básicamente a eso. Me di la vuelta. Ahora era Elsa la que frotaba mi pecho y se esmeraba en mi entrepierna, mientras Raquel le daba a mi espalda. Se agachó para frotarme bien las piernas por detrás y yo me incliné ligeramente hacia adelante. No hizo falta decirle nada porque inmediatamente se centró en mis nalgas, pasando la esponja entre ellas, llegando incluso a dejar la esponja y pasar sus dedos por mi culo para dejarlo bien limpio.
Me aclararon con la ducha y salimos de la bañera. Comenzaron a secarme con dos toallas; me sentía en la gloria y cuando vi que Elsa había acabado de secarme los genitales le dije:
Y- Pónmela bien dura.
Agarró la polla y la acarició durante un instante para metérsela en la boca todavía flácida. Raquel estaba otra vez agachada tras de mí, secándome las piernas, así que repetí el gesto e inclinándome le ofrecí mi trasero. Separó mis nalgas y comenzó a lamerme el ano. No les dejé continuar mucho rato porque no quería correrme. Las separé y cogí un bote de aceite corporal y se lo di para que me lo esparciesen por todo el cuerpo. Me masajearon por todas partes y me llenaron de aceite, prestando mucha atención a mi polla que se mantenía dura como una barra de hierro. Elsa estaba en esa labor, arriba y abajo con mi miembro, mientras Raquel pasaba una y otra vez por mi espalda, metiendo sus manos por la raja de mi culo y pasando de vez en cuando a mi rabo y sobre todo a mis huevos. Miré a Elsa a los ojos.
Y- Te gusta mi polla?
E- Me encanta tu polla.
Me contestó con vicio mientras seguía pasando su mano por ella. Raquel pasó su mano por mis testículos, masajeándolos.
R- A mí también me encanta tu polla.
Les ordené parar porque si no me iba a correr y quedaba mucho día.
Y- Ya está bien. Quiero que os duchéis una a la otra, podéis acariciaros si queréis pero nada de correrse.
Entraron de nuevo en la bañera y abrieron la ducha. Cogieron las esponjas y empezaron a frotarse, con prisas, deseando acabar pronto. Yo estaba afeitándome y mirando para ellas a través del espejo.
Y- Conmigo os entreteníais más en la entrepierna y en el pecho.
Me entendieron y comenzaron a limpiarse sus partes una a la otra. Las caras cambiaron radicalmente. Elsa cerraba los ojos cuando su amiga frotaba y frotaba su coño con la esponja y Raquel se mordía el labio cuando recibía el mismo tratamiento. Se dieron jabón por las tetas, coño y culo. Estaban a punto. Acabé mi afeitado.
Y- Podéis aclararos y salir. Os espero en la cocina.
Recibieron la orden aliviadas porque estaban a puntito de llegar a correrse y lo tenían prohibido. Salieron de la bañera, se secaron a toda prisa y en un momento las tenía en la cocina.
Y- Habéis desayunado?
Ambas negaron con la cabeza.
Y- Hacedlo. Mirad por ahí lo que os gusta y desayunad. Luego os ponéis guapas para mi.
R- Con la ropa interior?
Y- No, con los zapatos me vale.
Las dejé desayunando en la cocina y me fui para el salón con otro café. Encendí el televisor y me dispuse a esperar a mis dos zorras. No tenía muy claro lo que iba a hacer con ellas ese día; la verdad es que me encontraba un poco cansado, pero no quería desaprovechar la situación y tampoco quería defraudarlas, vista la sumisión que estaban adoptando. Pensé en utilizar de nuevo mi garaje, pero estaba preparado para una sola sumisa y quizás era forzar un poco demasiado la máquina. Decidí que lo mejor sería simplemente someterlas a mis voluntades y dejarlas disfrutar de lo que hiciésemos para que se enganchasen un poco más.
Pasó como una media hora cuando las tenía de nuevo ante mí. Peinadas, maquilladas, desnudas y con sus tacones puestos.
Y- Perfectas. Estáis perfectas. Todavía no tenéis el aspecto de putas que debierais tener, pero de momento estáis perfectas. Vais por buen camino. Hoy habéis empezado muy bien el día y me tenéis muy satisfecho. Comprobaréis que si me complacéis será mucho mejor para vosotras. Vamos para la habitación.
Fuimos a mi cuarto y ambas se quedaron a los pies de la cama, esperando mis órdenes. Saqué de un cajón del armario algunas cosas, unas esposas, cuerdas y dos pañuelos grandes. Raquel ya los conocía y no hizo nada más que esbozar una pequeña mueca, pero Elsa abrió los ojos suponiendo cual iba a ser el uso que le iba a dar a aquellas cosas. Precisamente ella era la elegida.
Y- Túmbate en la cama.
Se acostó, le puse las esposas y la sujeté al cabecero de la cama con los brazos totalmente estirados. Ella mostraba una expresión temerosa de lo que le pudiese hacer, pero al mismo tiempo se le notaba un punto de excitación. Até sus tobillos con las cuerdas y los sujeté a las esquinas del cabecero dejando sus piernas totalmente abiertas. Luego coloqué un cojín grande bajo su culo para levantarlo un poco. Miré el resultado y me pareció de lo más sugerente. Pasé mi mano por su cuerpo suavemente, casi rozándola y bajé hasta su coño que ya mostraba los primeros síntomas de humedad. Raquel permanecía de pie observando la escena. Sus ojos brillaban por el morbo del momento y sus pezones se habían puesto duros. Me acerqué a ella y se los pellizqué, suavemente. Me puse a su espalda y sin que dejara de mirar a su amiga le atrapé un pecho con la izquierda y con la derecha bajé hasta su sexo y comencé a masajearlo con fuerza. Acerqué mi boca a su oído.
Y- Te gusta lo que ves, puta?
R- Sí, Señor.
Aceleré mis movimientos en su coño y ella cerró los ojos y lanzó un gemido. No quería que se corriese.
Y- Quiero que me calientes mucho a esa zorra. Cómele el coño, fóllala con tus dedos, haz que disfrute.
La empujé hacia su inmovilizada compañera, dejándola muy cerca de su propio orgasmo. Ella se colocó entre las piernas de Elsa y comenzó a acariciarle la entrepierna para luego empezar a trabajarla con la boca. Vi como pasaba la lengua por todo el sexo y como se entretenía en el clítoris, chupándolo y lamiendo con mayor intensidad. Yo me acosté al lado de la rubia y me entretuve en masajearle las tetas y pellizcarle suavemente los pezones. Me acerqué a su oído y con voz muy baja para que Raquel no me oyese, le dije:
Y- Ni se te ocurra correrte hasta que yo te de permiso.
Ella, que hasta ese momento se retorcía ligeramente por el trabajo de bajos que le hacía su amiga, tensó su cuerpo intentando evitar la llegada del orgasmo prohibido. Raquel se afanó un poco más y añadió a la comida que estaba haciendo la introducción de dos dedos con los que empezó a follar a Elsa, que ante este nuevo tratamiento empezó a resoplar y a gemir. Le retorcí con fuerza un pezón.
Y- Si te corres te voy a castigar por desobedecerme.
Le volví a decir esto el oído mientras le seguía retorciendo el pezón hasta hacerle daño, pero no pudo aguantar más y explotó. Fue un orgasmo largo y sobre todo sonoro puesto que soltó un grito prolongado mientras, y a pesar de su inmovilización, se retorcía como una anguila. A pesar de la corrida, Raquel seguía moviendo los dedos en su interior y con su boca intentaba absorber todos los líquidos que Elsa soltaba.
Y- Para.
Le ordené. Me levanté de la cama e indiqué a la morena que hiciese lo mismo y viniese a mi lado. Volvimos a la postura anterior, yo detrás de ella con mi manos en su pecho y en su coño, y con mi boca cerca del oído. Miramos a Elsa que con los ojos cerrados tenía de vez en cuando unos pequeños espasmos que venían acompañados de gemidos, como si su orgasmo se estuviese alargando. Metí un dedo en la vagina de Raquel y estaba muy mojada.
Y- Te gusta lo que hacemos?
R- Sííí.
Su afirmación se alargó al tiempo que yo movía mi dedo con fuerza en su interior, sin dejar de amasarle la teta.
R- Puedo correrme?
Y- Puedes, putita mía.
Cuando noté que se venía le retorcí el pezón que tenía a mano con mucha fuerza y tuvo un orgasmo bastante notable. Cuando acabó saqué mi dedo de su interior y se lo di a chupar. Lo lamió como si me estuviese dando las gracias. Salí del cuarto y fui a por una botella de agua. Bebí delante de ellas y les ofrecí un poco. Ambas dijeron que sí así que le dije a Raquel que se pusiese de rodillas y que abriese la boca. Comencé a verter el chorro desde cierta altura y ella se esforzó en beber aunque parte del líquido de derramaba por su cara y pecho. Luego fui hasta Elsa y repetí la operación. A estas alturas mi polla estaba a punto de reventar y era el momento de que entrara en acción. Le dije a Raquel:
Y- Ponte encima de tu puta amiga y siéntate en su boca, que te devuelva el trabajito que le has hecho.
Se colocó como le dije, con el sexo pegado a la boca de la rubia. Yo me coloque entre las piernas de ésta, con mi polla desafiante cerca de su coño y al mismo tiempo cerca de la boca de la morena.
Y- Chúpamela.
Raquel se puso a comérmela a tiempo que recibía las lamidas de su amiga. Yo me dirigí a Elsa con voz de rabia.
Y- Y tú, puta zorra, quieres que te la meta?
E- Sí, por favor.
Y- Pues pídemelo bien.
E- Métemela, Señor, fóllame con fuerza, por favor.
Saqué mi polla de la boca de Raquel y coloqué mi capullo a la entrada de la vagina de Elsa, pero sin metérsela todavía.
Y- No me ha parecido suficiente. Tienes que pedirlo con más ganas.
E- Fóllame, por favor, métemela hasta el fondo.
Y de un solo empujón se la introduje hasta el fondo de sus entrañas. Soltó un alarido que quedó apagado por el coño de Raquel en su boca. Se la saqué completamente y de otro empujón la volví a enterrar en su interior. Repetí la operación varias veces. Raquel miraba con ojos de lujuria a veces cómo se la metía y a veces mi cara, movía sus caderas buscando que la lengua de su amiga le diese más placer. En una de las salidas de mi polla, le agarré del pelo y la empujé a que me la chupase, cosa que hizo con gran deleite. La volví a apartar y continué con la follada, esta vez bombeando de vez en cuando aquel encharcado coño. Escuché entonces a una Elsa suplicante.
E- Puedo correrme? Por favor, Señor.
Y- Sí que puedes, puta.
Y volvió a tener otro orgasmo. Al hacerlo sentí como aprisionaba mi polla con los músculos de la vagina y la saqué rápido. No quería correrme todavía y además Elsa no tomaba anticonceptivos, todavía. Al quedar fuera, Raquel se la volvió a meter en la boca y retomó la mamada. Le hice una caricia de aprobación, pero se la quité. Le mandé que se tumbase en la cama y cogiéndola por los tobillos y abriendo todo lo que era posible sus piernas, se la metí de un solo golpe, empezando una follada salvaje y violenta. Estuve un rato dándole, escuchando sus gemidos y exploté dentro de ella, metiéndosela más dentro a cada borbotón de leche que de mí salía. Cuando mi miembro perdió su dureza se la saqué.
Y- Súbete rápido en su cara y comparte mi leche.
Se colocó en cuclillas dejando su rebosante coño a la altura de la boca de su atada amiga que abriéndola, empezó a recibir el semen que resbalaba desde el interior de la vagina de Raquel.
Y- Que no caiga nada, chúpaselo y lámelo bien, que quede bien limpito y sin ningún rastro de mi leche. Luego lo voy a comprobar.
Al tiempo que decía esto me puse de pie en la cama con mi flácido rabo a la altura de la cara de Raquel que empezó a realizar la acostumbrada limpieza de miembro tras la corrida. La limpieza de bajos que estaba recibiendo empezó a dar sus frutos y Raquel tuvo un buen orgasmo. Cuando se recuperó la cogí de las manos y le ayudé a bajar de la cama. Nos quedamos al lado de la cama mirando a Elsa. Le pegué dos azotitos en su coño.
Y- Te has gustado, zorrita?
E- Sí, me ha gustado mucho.
Y- Me alegro por ti. Ahora te vas a quedar donde estás durante un tiempo. Ni se te ocurra llamarme. Ya decidiré cuando vuelvo a por ti.
Agarré por el brazo a Raquel y salimos de la habitación. Entramos en el salón y me senté desplomado en el sofá.
Y- Acércame un cigarro y prepárame un vermut, y ponte uno si quieres. Encendió el cigarro ella misma y me lo dio. Salió hacia la cocina y regresó con dos vasos y con hielo. Sirvió la bebida y me pasó mi vaso. Brindamos.
R- Puedo sentarme?
Y- Tú misma.
Me sorprendió que en vez de sentarse a mi lado, en el sofá, se sentó en el suelo, al lado de mis piernas. La verdad es que lo llevaba muy bien con ella. Le hice una caricia en el pelo y ella hizo un gesto de complacencia. Empezamos a hablar.
Y- Lo estás pasando bien?
R- Sí.
Y- Sí, pero….
R- No te enfades, pero creo que le prestas más atención a la otra zorra que a mí.
Ya estaban ahí los celos femeninos. Yo creí que iban a tardar un poco más, pero ya habían aparecido y había que atajarlos inmediatamente.
Y- Vamos a ver, tú eres mi zorra sumisa y todo lo que tienes que hacer es obedecer. Yo decido lo que se hace, como si quiero tenerte en una esquina, cara a la pared todo el día. Pero deberías ser comprensiva con tu amiga, ella lleva menos sesiones que tú y tenemos que avanzar con ella para que se ponga a tu nivel. Además, nunca te has negado a que estuviese.
R- Claro, por un lado, estando ella me siento más segura pero me fastidia que dediques más tiempo a ella que a mí.
Y- Eso no es verdad. Estoy implicándola a ella un poco más que a ti, para avanzar un poco más rápido. Pero ahora mismo, quién está bebiendo conmigo.
R- Yo, y me gusta.
Y- Mientras sepáis correctamente cual es vuestra situación conmigo todos lo pasaremos bien. Te expliqué una vez que yo no iba a hacer nada en contra de tu voluntad, pero sabes las consecuencias de negarte.
Bebí otro sorbo a la vez que Raquel apoyaba la cabeza en mi muslo. Le dejé que disfrutase del momento durante un rato. La saqué de sus posibles ensoñaciones.
Y- Tengo hambre. Ve a la cocina y prepara algo de comer. Lo que quieras.
Apuró su vaso y salió hacia la cocina. Yo me quedé todavía un rato descansando en el salón. Recordé que tenía a Elsa atada en la cama. Fui a ver como estaba. Cuando entré en la habitación la vi tal y como la habíamos dejado, con los ojos cerrados, acostumbrada a la postura que tenía. Sintió mi presencia y abrió los ojos y me dedicó una sonrisa. Me senté a su lado y le acaricié el rostro.
Y- Que tal estás?
E- Bien, un poco entumecida pero lo aguanto bien.
Y- Me alegro. Te estás portando muy bien.
Bajé mi mano hasta su entrepierna y al sentirlo pegó un pequeño respingo. No estaba tan mojada pero la humedad no había desaparecido del todo. Le acaricié el coño por fuera. Me miró complacida. Me levanté.
Y- Tienes hambre?
E- Hambre no mucha pero tengo la boca muy seca.
Cogí la botella de agua que habíamos utilizado antes y la pose sobre sus labios, dejando caer el líquido dentro de su boca. Por la posición de su cabeza no podía tragar todo lo que le echaba y el agua se desparramaba por su cara. Se atragantó y comenzó a toser. Paré de darle de beber.
E- Gracias.
Y- Está bien. Luego seguiré contigo.
Volví para el salón. Raquel había dispuesto una buena bandeja de entremeses variados y dos platos. No lo tenía pensado así, pero…
Y- Que yo sepa no he dicho que tú ibas a comer conmigo.
Se quedó cortada. Su cara radiante volvió a la realidad de su sumisión. Me senté a comer mientras ella permanecía de pie, mirándome. Empecé a comer.
Y- De momento quiero que vayas comiendo otra cosa. Y no utilices las manos.
Salió de sus pensamientos y se puso a cuatro patas y avanzó bajo la mesa hasta poner su boca a la altura de mi arrugada polla. Comenzó a lamer y se introdujo mi miembro en la boca. Lo aprisionó con los labios y empezó a jugar con su lengua, sin dejar que se saliese de la boca. Mi rabo reaccionó ante esta atención y comenzó a crecer. Cuando la erección era completa comenzó a chupar introduciéndosela toda y sacándola despacio. A veces, cuando ya no podía metérsela más, se quedaba quieta haciéndome disfrutar muchísimo. Yo intentaba no pensar en lo que me estaba haciendo y seguía comiendo pero la intensidad de la mamada estaba siendo bestial y sentí que no iba a poder aguantar mucho sin derramarme en su boca. Le ordené parar.
Y- Está bien. Ponte de rodillas a mi lado.
Con cara de desagrado porque seguramente quería que me hubiese corrido en su boca se colocó a mi lado, como una perrita fiel. Esto me dio otra idea para hacerla sentir más sometida. Cogí un trozo de lomo y se lo mostré.
Y- Quieres?
Asintió con la cabeza y se lo acerque a la boca. La abrió y se lo di a comer. Lo masticó y tragó. Repetí la operación con un trozo de chorizo y luego de queso, intercalando un pedacito de pan entre ellos. Parecía que le estaba dando de comer a un perro. Ella parecía encantada con la situación, era una especie de aceptación total de su sumisión hacia mi. A mí esto me mantenía totalmente empalmado pero quise prolongar el momento y dar un paso más. Cogí otro trozo de lomo y lo pasé por mi polla para impregnarlo de mis líquidos pre seminales, se lo acerqué a su boca y ello lo comió como el resto, hasta hizo un gesto de que le gustaba más que de la otra manera. Y así continuamos la comida, un trozo para mi, una pasada de lo que le fuese a dar por mi rabo y a su boca.
Ya no me entraba nada más, incluso comí más de lo que debía para alargar esa situación. Me levanté y le di mi polla a mamar para que me la dejase bien limpia, sin restos de comida. Ella se volvió a mostrar muy dispuesta y cuando consideró que había acabado con la limpieza y viendo la dureza que había provocado, me miró, lasciva.
R- Métemela, por favor. Fóllame lo más duro que puedas.
Me tenía ardiendo y aquella petición me encendió aún más. Le agarré del pelo y la volteé dejando sus tetas apoyadas en el sofá, apoyada en sus rodillas y con el culo bien expuesto. No lo pensé ni un instante, sin soltarle el pelo, apunté a la entrada de su culo y de un golpe se la metí hasta el fondo. Pegó un grito de dolor. Yo comencé a bombear con fuerza.
Y- No me gusta que me digas lo que tengo que hacer, puta de mierda, qué te has creído.
Y seguí follándole el culo con rabia. Ella pasó de los quejidos a los gemidos.
Y- Mastúrbate, zorra.
Metió su mano entre las piernas y comenzó a frotarse mientras yo seguía taladrándole el recto. Tuve que bajar la intensidad para retrasar mi corrida, pero sin parar de darle. Se corrió y yo al notarlo me salí de ella y tirando de su cabello la volví a voltear apoyando su cabeza en los cojines del sofá, frente a mí. Empujé mi rabo en sus labios y ella los abrió. Se la metí todo lo que pude y volví a follarla, poco tiempo porque no pude aguantar más y llené su garganta con una gran corrida. Quedó como muerta, con mi polla en su boca y los ojos casi en blanco. No se la saqué, esperé a que se hubiese tragado todo y me moví adelante y atrás. Ella entendió lo que quería y con movimientos de su lengua comenzó la limpieza de rabo que tanto me satisfacía. Se la saqué y me tumbé en el sofá, mientras ella quedaba en la misma posición, sentada en el suelo y con la cabeza apoyada en el mismo, inmóvil. Nuestras respiraciones eran entrecortadas intentando recuperar un poco el resuello. Cuando estábamos un poco más relajados, ella volvió su rostro hacia mí, me sonrió y se levantó a duras penas, le dio un beso a mi polla.
R- Gracias.
Y- Te lo has ganado. Vete a ver cómo está la zorra de tu amiga.
Se fue y a los dos minutos regresó.
R- Está bien, dice que le duelen los brazos y las piernas pero que si es tu deseo que esté así, que aguantará.
Y- Le has tocado?
R- Sí, le he tocado el coño y todavía lo tenía un poco mojado y le he pellizcado un pezón.
Y- Ten cuidado con lo que haces, puede no gustarme y tendría que castigarte y como estamos subiendo el nivel, los castigos pueden ser, digamos, poco agradables.
R- Lo siento, no lo volveré a hacer.
Y- Mejor. Voy a descansar un poco. Ve a la habitación y desata a Elsa, hazlo con cuidado porque estará entumecida y dolorida. No te pases. Luego arregláis un poco la habitación y cambiáis la cama, hay ropa en el armario. Si Elsa no puede lo haces tú. Dentro de una hora me despertáis.
R- Como desees.
Salió y yo cerré los ojos y me quedé dormido al instante.
Desperté con mi desfallecida polla en una boca. Era Elsa que intentaba reanimar un trozo de carne que yo creía muerto. Raquel estaba de pie como supervisando la operación que me estaban haciendo. Consiguió que creciese pero no en todo su esplendor. Me miró para comprobar que me complacía y continuó con la tarea.
Y- Para. Está bien. Raquel, dame un cigarro y tráeme un café.
Volvió a encenderlo ella misma y me lo pasó y salió en busca de mi pedido. Me incorporé sentándome en el sofá pero dejando entre mis piernas a Elsa que continuaba sentada en el suelo, mirándome.
Y- Cómo estás?
E- Bien. Me duelen los brazos y las piernas pero espero haberte complacido en tus deseos.
Y- Me has complacido y de momento estoy satisfecho. No me defraudes y todo irá a las mil maravillas. Continúa con lo que estabas, sin prisas, hazlo suave.
Bajó su cabeza y se volvió a meter mi rabo en la boca. Se aplicó a la tarea con suavidad subiendo y bajando su cabeza despacio, sacándosela de vez en cuando para darle suaves lamidas alrededor del capullo. Llegó Raquel con mi café. Le pegué un sorbo.
Y- Habéis arreglado la habitación?
R- Sí, señor.
Elsa paró un instante en su mamada.
E- Lo ha hecho ella sola. Yo no era capaz de mover los brazos.
Y- Sigue.
Raquel permanecía de pie. Le gustó que su amiga reconociese que el trabajo lo había hecho ella sola. La miré y me devolvió la mirada solicitándome algo de atención.
Y- Acércate. Date la vuelta y abre las piernas.
Se colocó como le dije. Elsa iba consiguiendo poco a poco que lo que tenía en la boca creciese al máximo.
Y- Inclínate hacia adelante y ábrete las nalgas, quiero ver qué tal está tu culo.
Quería saber si la forzada penetración de antes había dejado mella en aquel delicioso agujero. Se inclinó y con las dos manos abrió sus nalgas mostrándome la entrada de su ano. Aparté la polla de la boca de la rubia y le di dos dedos a chupar. Lo hizo mojándomelos bastante. Al sacárselos volvió a mi polla. Llevé los dedos hacia el culo de Raquel. Estaba abierto, sin exagerar, pero se notaba más abierto de lo normal. Le pasé los dedos por la zona, suavemente.
Y- Te duele?
R- Me escuece un poco, pero me gustó mucho.
Metí un dedo y ella dio un respingo. Lo moví en su interior suavemente. Cuando noté que ya no había mucha resistencia, le metí el otro y repetí los movimientos. Entre esto y la comida de polla que estaba recibiendo y aunque parezca increíble, ésta estaba ya en todo su esplendor, dura como una piedra. No pensé que esto fuese a pasar y no tenía nada en mente, pero lo primero que se me pasó por la cabeza fue llenarle el culo de leche a la rubia. Se la saqué de la boca y la puse en la misma posición en la que una hora antes había puesto a la morena. Cogí a Raquel del brazo y la empujé hacia aquel expuesto culo.
R- Cómele bien el ojete, lubrícaselo bien que se lo voy a dejar abierto como a ti.
Al oírme Elsa tuvo un escalofrío. Raquel se amorró en aquel culo y comenzó a pasar le lengua y a llenárselo de saliva. Lo que me sorprendió fue que una vez bien salivado le metió primero un dedo y luego dos, preparándolo para lo que iba a suceder. Cuando vi que los dos dedos entraban y salían con facilidad aparté a mi zorra morena.
Y- Hazme a mí lo mismo, puta.
Agarré mi polla y apunté a la entrada de aquel culo, más grande que el otro, quizás más deseable. Se la fui metiendo despacio pero sin pausa, hasta hacer tope. Cuando la tenía totalmente dentro me quedé quieto para sentir como las paredes de su recto apretaban mi rabo. Raquel había comenzado a comerme el ojete y se esmeraba en llenarme de saliva la zona. Yo comencé a moverme dentro de Elsa hasta que noté como un dedo de la morena se abría paso en mi propio culo, despacio, con cariño. Me quedé parado porque si no iba a explotar. Le dejé hacer, que lo moviese en mi interior y cuando lo tenía dentro del todo reinicié la follada que estaba dando al culo de la rubia. Con tanto ajetreo, el dedo que tenía dentro se salió lo que hizo que ralentizase mis movimientos. Raquel volvió a meter su cabeza separando con sus manos mis nalgas, dándome mucho gusto. Saqué mi polla del ano de Elsa para centrarme más en el placer que estaban proporcionando por atrás. Apoyé mi pecho en la espalda de Elsa para ofrecer aún más mi trasero. Ante mi nueva posición, Raquel asió mi polla con la mano y la atrajo hacia sí dando lametones en el tronco, chupándome los huevos y volviendo a mi ano mientras me apretaba el rabo con ganas.
Sin decirle nada y sin parar de comerme el culo, apuntó mi polla de nuevo a la entrada del culo de Elsa. Al notarlo, empujé como si en ello me fuese la vida y se la metí entera, de un solo viaje. Elsa gritó pero acompañó su gritó de un largo “sííí”. Ahora ya no me iba a parar, así que empecé a bombear con las pocas fuerzas que me quedaban y cuando me llegó el orgasmo pegué el último empujón para meterla lo más profundo posible. Mi corrida no fue muy abundante y a mí me dejó para el arrastre. Cuando mi polla perdió su tamaño se salió de aquel culo que la había recibido tan bien. Al ver que me salía, Raquel dejó mi culo y se puso a comer el de su amiga para que no se le saliese nada. Elsa quedó rota encima del sofá sin moverse mientras Raquel le absorbía los restos que yo había depositado en su culo. Cuando consideró que había acabado se volvió a mi maltrecha polla para realizar la limpieza habitual.
R- Has disfrutado, Mi Señor?
Me lo preguntó con una cara de picarona, sabiendo la respuesta, consciente que me había proporcionado mucho placer y satisfecha de su buen trabajo.
Y- Has sido muy buena puta, ya lo sabes. Si quieres eres muy buena puta y como no quieras yo te voy a enseñar a serlo.
Y le di un beso en la boca. Era la primera vez que lo hacía y la verdad es que no tenía ninguna intención de hacerlo, pero se merecía ese premio. La sorpresa y satisfacción que le produjo se mezclaron en su rostro. Me sonrió agradecida. Miré para Elsa y seguía en la misma posición, con los ojos cerrados y relajándose tras el esfuerzo. Le di un sonoro azote en las nalgas.
Y- Vamos perezosa, que te vas a quedar dormida. Podéis ir al baño. Refrescaos y volvéis ante mí.
Salieron. Elsa se arrastraba más que caminaba. Las escuché parlotear en el baño mientras de iban duchando. Yo estaba estirado en el sofá cansadísimo; el fin de semana había sido agotador pero muy satisfactorio. Debería dejar pasar unos días para recuperar fuerzas pero sin dejar que se enfriasen, puesto que, a pesar de sus actos, sus mentes no estaban totalmente sometidas a mi voluntad. Estaba con estos pensamientos cuando regresaron a la sala. Se quedaron de pie, esperando a que les dijese lo que tenían que hacer.
Y- Por este fin de semana hemos terminado. Empezamos bastante mal pero estoy bastante satisfecho del final. Me tenéis reventado y necesito de unos días para descansar pero me gustaría quedar con vosotras el martes para cenar, fuera, como amigos, para poder marcar las pautas que vamos a seguir. Os parece bien?
Las dos contestaron afirmativamente.
Y- Vestíos y recoged vuestras cosas que os llevo a casa.
R- No hace falta, que estás muy cansado. Cogeremos un taxi.
Y- Me apetece salir un poco y tomar un poco de aire.
Me vestí y las acerqué hasta sus respectivas casas. Nadie dijo nada durante el trayecto y sólo Raquel en el momento de bajarse del coche musitó “gracias”. Luego estuve dando una vuelta con la ventanilla abierta para que me diese bien el aire y regresé a mi hogar.
El martes a las ocho de la tarde pasé a recogerlas. Tuve que esperar un instante pero enseguida aparecieron las dos. Salían del portal donde vivía Raquel y me sorprendí ligeramente de que se hubiesen arreglado un poco más de lo habitual para ellas. Ambas vestían unos vestidos que sin ser completamente ceñidos, se alejaban de las ropas holgadas a las que me tenían acostumbrado y lo más novedoso es que ambos eran por encima de las rodillas. Se habían maquillado ligeramente y se habían puesto sandalias de tacón, no muy alto, pero no era ese calzado bajo que tanto odio. Me vieron y entraron en el coche.
Y- Vaya, os habéis puesto muy guapas.
Me sonrieron agradecidas por el comentario. Arranqué.
Y- Bien, qué os apetece cenar?
R- Lo que tú quieras. Nos da igual.
Me encaminé hacia un coqueto restaurante al que habitualmente llevaba a mis conquistas. Tenía dos reservados a los que un día de semana se podían acceder fácilmente, normalmente eran usados por más de tres comensales, pero, como digo, al ser entre semana no creía que hubiese problema. Llegamos y al entrar, el dueño me saludó efusivamente porque, la verdad, llevaba un tiempo sin ir por allí. Le pedí una de las mesas de atrás y nos la dio sin problemas. Ellas observaban siempre a mi espalda, sin hacer nada, esperando mis indicaciones. Nos sentamos, nos trajeron las cartas y pedimos.
Y- Bueno, aquí estamos y quiero que me habléis con franqueza, quiero saber lo que pensáis de verdad, lo que se os pasa por la cabeza. Es importante que yo conozca la verdadera situación en la que estamos para poder actuar en consecuencia. No quisiera pasarme ni quedarme corto. Lo primero, cómo estáis?
E- Yo tengo unas agujetas del demonio. Me duelen los brazos y las piernas un montón.
Y- Sólo los brazos y las piernas? Ja,ja,ja.
Ambas se rieron también.
E- Bueno el resto más bien me escuece un poco, jajaja.
Y- Y en la cabeza, qué tienes?
E- Buf, no te voy a negar que un poco de cacao tengo. Nunca creí que iba a disfrutar haciendo lo que hicimos. No se me habría pasado por la cabeza nunca.
Y- Pero….
E- Estoy bien. He pensado que he disfrutado mucho y que si tú dices que podemos disfrutar más, pues adelante.
Y- Entonces quieres seguir con el adiestramiento?
E- Sí, sí que quiero.
Entonces entró el camarero con los entrantes. Nos sirvió y volvimos a quedar solos. Mientras empezábamos a cenar miré a Raquel.
Y- Y tú, qué me cuentas?
R- Yo estoy muy contenta. Y claro que quiero seguir. Quiero seguir siendo tuya, tu puta.
Y- Baja la voz, jajaja, que si nos oyen van a alucinar. Me alegro de lo que estoy oyendo.
Y continuamos cenando y comentando alguna cosa de las que habíamos hecho durante el fin de semana. Mientras esperábamos por los postres se me ocurrió proponerles algo.
Y- Mientras vienen con el postre, por qué no vais al baño y os quitáis las braguitas y me las dais.
Abrieron los ojos, se miraron y se levantaron directas a los servicios. Trajeron los postres y al irse el camarero regresaron ellas. Por debajo de la mesa Raquel puso en mi mano su prenda, bajé la vista y comprobé que era un tanga negro. Elsa hizo lo mismo y también era un tanga negro. Les ofrecí empezar con los dulces que nos habían traído, como si no hubiese pasado nada.
Y- Cómo os sentís?
R- Desnuda, cómo me voy a sentir.
E- Yo me siento rara, me da la impresión de que la gente sabe que no llevo nada.
Me reí y bajé mi mano a la entrepierna de Raquel que abrió las piernas para facilitarme la entrada. Palpé su coño y estaba mojado. Hice lo mismo con Elsa y me encontré lo mismo. Las dos continuaban acabando de cenar como si no pasase nada, sólo la colorada cara de la rubia denotaba que algo raro pasaba. Acabamos de cenar como si nada. En los cafés me puse un poco serio.
Y- Bueno, y este fin de semana cómo lo tenemos.
R- Yo puedo. En casa están un poco enfadados porque llevo dos fines de semana durmiendo fuera y me tienen un poco atosigada con preguntas, que si estoy saliendo con alguien, que si tenga cuidado con quien me voy, pero me da igual.
E- Yo también puedo.
Y- Quiero que sepáis que en la próxima sesión de adiestramiento voy a avanzar un punto más y cómo ya llevamos un camino andado no voy a aceptar ni una mínima negativa. Vais a entregaros a mí totalmente, vais a demostrarme que sois mis zorras sumisas de una vez por todas, quiero dejar de pensar que os vais a negar a algo. Seguís queriendo venir el sábado?
R- Yo estoy dispuesta a todo.
Elsa se quedó pensativa por un instante y no me gustó. Le miré con cara de enfado.
Y- Estoy esperando tu respuesta. Estás empezando a agotar mi paciencia.
E- De acuerdo. Iré.
Me giré aún más hacia ella quedando cara a cara.
Y- Estoy cansado de tus dudas. Yo ya tengo una zorra sumisa que me satisface bastante y estoy seguro que todavía lo va a hacer más. No te necesito para nada. Todavía me pregunto por qué mierdas te dejé participar en nuestros juegos. No eres más que una zorra reprimida que lo pasa bien, lo puede pasar mejor, pero que duda por historias que tiene en su cabecita y que no le permiten progresar.
Cogí su rodilla y tiré de ella para abrirle las piernas. Llevé mi mano a su coño y directamente le metí un dedo. Entró como un cuchillo caliente en la mantequilla. Pegó un suspiro.
Y- Estás cachonda como una perra en celo. El sentirte sometida te pone muchísimo. Va a ser eso, que tienes miedo a disfrutar tanto. Eres una reprimida de mierda, perdón, una puta reprimida de mierda. No te mereces los esfuerzos que hago por ti.
Una lágrima salió de sus ojos. Estaba a punto de explotar.
Y- Deja de montar escenitas que en este sitio me conocen.
Y me volví hacia Raquel y le acaricié la mejilla, como diciéndole “tú sí que eres una zorra buena”. Elsa abrió la boca.
E- Quiero ir, por favor.
No le hice caso y seguí dedicando mi atención a la morena. Elsa me agarró del brazo y tiró de él, reclamando mi atención.
E- He dicho que quiero ir, que quiero ser tu puta que quiero que hagas conmigo lo que te apetezca, todo lo que quieras.
Me giré violentamente y miré hacia mi brazo todavía agarrado por ella. Lo soltó inmediatamente, con miedo.
Y- No me vuelvas a agarrar en tu vida.
Pensé que no estábamos en el lugar adecuado dado el cariz que había tomado el asunto. Pedí la cuenta y le di las llaves del coche a Raquel.
Y- Esperadme en el coche. No podéis hablar. Te sientas atrás y que la tonta ésta se siente delante que no he acabado con ella.
Salieron del local sin despedirse de nadie, a pesar del buen trato de despedida que le dieron. Al venir con la cuenta, el dueño me preguntó si todo iba bien.
Y- Sí, todo perfecto. Mujeres, ya sabes.
Empezó con los típicos comentarios, que si vaya cabrón que estaba hecho, que no me llegaba con una que me iba con dos, que no era la primera vez que me veía con dos, que hacía bien disfrutar de la vida, que si él pudiera haría lo mismo, en fin, aburriéndome. Yo no hacía caso a lo que me decía y sólo pensaba en lo que iba a hacer cuando llegase al coche. Tenía que domar a aquella zorra definitivamente.
Salí del restaurante y encendí un cigarro. Me encaminé hacia el coche y entré. Las dos estaban en los asientos que les había indicado. Encendí el motor.
E- Quiero pedirte perdón. Te juro que no volverá a pasar. Me voy a entregar a ti totalmente. Quiero que hagas conmigo lo que quieras. Quiero ser tu puta sumisa.
Y- Os dije que no hablaseis.
Y salimos del aparcamiento. Enfilé hacia la salida de la ciudad en vez de volver a ella, por una carretera ancha. Sin dejar de mirar al frente ordené a Elsa.
Y- Chúpamela.
Sin rechistar se inclinó hacia mí, me bajó la cremallera del pantalón e introdujo su mano liberando mi polla del encierro del calzoncillo. Bajó su cabeza y empezó a comérmela, metiéndosela por completo en la boca. Miré por el retrovisor y vi que Raquel miraba la escena con cierto desdén, sin prestarle demasiada atención, como enfadada. Le hice un gesto con el dedo para que se aproximase. Se situó entre los asientos delanteros con su cabeza cerca de la mía.
Y- Tranquila, zorrita. Para ti tengo preparadas este fin de semana un montón de sorpresas. No me jodas con tu mierda de celos. Vale?
R- Vale.
Elsa seguía mamando mientras yo conducía. Vi la entrada a un grupo de naves industriales y me metí y detuve el coche. Puse mi mano sobre la rubia cabeza de mi zorra y empujé hacia abajo, haciendo que se la metiese hasta dentro. Tuvo un amago de arcada pero se mantuvo firme. Aflojé la presión sobre su cabeza y ella continuó con la felación. Giré mi mano hacia atrás y la llevé entre las piernas de Raquel. En una postura bastante incómoda llegué hasta su coño. La verdad es que no estaba mojada como yo pensaba que estaría. Se lo acaricié un poco.
Y- Levántate el vestido y mastúrbate para mí. Quiero ver cómo te corres, ya.
Se recostó hacia atrás y levantando el vestido comenzó a pajearse. Moví el retrovisor para tener una mejor visión de la paja y de paso que ella supiese que le prestaba atención. Elsa seguía con su cabeza entre mis piernas, haciéndome una buena mamada, todo hay que decirlo, pero como la cuestión era dominarla, volví a presionarle la cabeza contra mi rabo y comencé a follarme su boca, siendo casi brutal. Notaba cómo mi capullo golpeaba su garganta a la vez que su nariz chocaba con la parte alta de mi ingle. Cuando empecé a correrme empujé su cabeza contra mí todo lo que pude y me derramé dentro de ella. Raquel se corrió casi al mismo tiempo que yo y nuestros gemidos de placer se mezclaron dentro del coche. Cuando noté que no me salía más leche tiré de aquella melena rubia hacia atrás y situé su cara frente a la mía. Le caían lágrimas por el rostro que se mostraba desencajado y los gestos denotaban que estaba acabando de tragar toda mi corrida.
Y- Qué eres?
E- Soy tu puta zorra y tengo que obedecerte en todo.
Le solté el pelo empujándola hacia su asiento. Miré por el retrovisor a Raquel.
Y- Y tú, a qué esperas?
Salió del coche como una centella, abrió mi puerta y se agachó para limpiar con su boca los posibles restos que quedasen en mi polla. Lo hizo como siempre, bien, pero entreteniéndose más de lo normal de forma que mi pene empezó de nuevo a endurecerse. Le aparté la cabeza de encima de mí.
Y- Basta. Vuelve a tu sitio.
Volvió a la parte de atrás. Recompuse mis pantalones y volví a ponerme en marcha. Las dejé en el portal de Raquel pero antes de bajarse del coche, le di un aviso.
Y- El sábado voy a estar en casa todo el día. Cuanto antes vengáis mejor. Os aviso, el domingo por la tarde seréis totalmente mías o no volveréis a verme. Tenéis prohibido correrse hasta nueva orden y os aseguro que si lo hacéis me voy a enterar y será motivo suficiente para no volver a verme.
Las dos se bajaron del coche con un escueto “hasta el sábado” y yo secamente solté un “adiós”. Me fui directo para casa. Al buscar las llaves en la chaqueta me encontré con los tangas de mis dos zorritas que no se los había devuelto. Sonreí y me fui a la cama.
P.D. Quisiera agradecer los comentarios y valoraciones que me estáis dando, si bien es verdad que me gustaría que fuesen más explícitos. No es cuestión de comentar en mi entorno habitual mis experiencias y que las esté contando en una página de relatos eróticos; por eso sería de gran ayuda compartir opiniones con vosotros. Gracias.