Me gusta dominar 5
Continúa mi camino por el fantástico mundo de la dominación. El adiestramiento de dos sumisas a la vez se hace complicado pero multiplica el placer, a pesar de algún intento de "rebelión"....
Me levanté tarde, casi no llego a una cita que tenía. Después me reuní con unos amigos y cuando me quise dar cuenta eran casi las diez. Fui a recoger a mis dos sumisas. Tenía dudas de que Elsa estuviese, pero allí estaban las dos, esperando mi llegada. Como siempre, su vestimenta era más bien horrible y seguro que cualquiera que hubiese pasado a su lado jamás habría imaginado lo que iban a hacer más tarde aquel par de “mojigatas”. Me detuve a su lado y entraron en el coche, Raquel delante y Elsa detrás. La primera en hablar fue Raquel.
R- Buenas noches, mi señor. Soy tu puta y lo único que quiero es complacerte en todo lo que me pidas.
E- Buenas noches, mi señor. Soy tu puta y me gustaría que me enseñases a ser más puta todavía. Te obedeceré en todo y no diré que no a nada.
Y- Buenas noches a las dos.
Dijeron exactamente lo que les había escrito el día anterior. Arranqué y nos dirigimos hacia mi casa sin hablar ni una palabra más. Cuando llegamos les dije que fuesen a su habitación y que se preparasen, indicándole a Raquel que se pusiese el conjunto que habíamos comprado. Fueron sin decir nada. Yo me fui a la cocina para preparar algo de cena. Las oí pasar al baño haciendo bastante ruido con los tacones. Les pregunté si habían cenado y contestaron que no. Preparé unas bandejas de embutido y unas fresas para el postre. Escuchaba como cuchicheaban en el baño y pensé que antes de cenar habría que tomar un “aperitivo”; abrí una botella de vino y puse tres copas en el salón. Las esperé allí.
Cuando entraron me sorprendieron bastante. Raquel estaba radiante de gesto y el conjunto le quedaba mejor que la primera vez que lo puso, sería que esta vez lo ponía con más ganas. Se había maquillado bastante y, por supuesto, aquellos labios rojos destacaban en su rostro. La sorpresa era Elsa. Llevaba puesto un corsé negro que estilizaba bastante su cintura a la vez que estrujaba sus tetas haciendo que peleasen por salir de allí. Un tanguita negro de encaje y unas sandalias negras con bastante tacón completaban el conjunto. También se había maquillado fuerte con un rojo menos vivo en los labios. Las dos mujeres que me esperaban en la calle hacía apenas una hora eran ahora dos putas pidiendo guerra. Serví el vino y le acerqué una copa a cada una.
Y- Estáis muy guapas. Lo vamos a pasar muy bien.
Brindamos por una noche salvaje. Me acerqué a Elsa y le toqué un pecho. Ya eran grandes pero la presión del corsé hacía que estuviesen muy arriba y pareciesen enormes. Luego fui bajando mi mano, rozando su cuerpo, hasta su entrepierna. Metí mi mano por debajo de la escasa tela de su tanga y comprobé que me había obedecido. Le había quedado perfecto; estaba suavecito y sin un solo pelo. Le metí un dedo y le di mi aprobación. Ya estaba mojada así que no me costó. Lo saqué y se lo di a chupar. Lo lamió y chupó como si de una pequeña polla se tratase. Con un gesto hice que Raquel se acercase a mí y repetí el gesto. Ésta estaba todavía más mojada por lo que en vez de uno le metí dos y también me los limpió perfectamente. Les di un azote a cada una.
Y- Vamos a mi habitación a tomar el aperitivo.
Fui hasta mi cuarto seguido por ellas. Me desnudé a toda prisa y me tumbé en la cama.
Y- El aperitivo está servido.
No hizo falta darles ninguna indicación más, ambas se abalanzaron sobre mi polla, que por su estado, necesitaba mucha atención. La agarraron, besaron, lamieron y chuparon con fruición, con la sola intención de complacerme. En un momento que Elsa había acaparado para sí mi miembro introduciéndolo casi por completo en la boca, Raquel subió hasta mi pecho y empezó a comerme los pezones, alternándolos. Yo estaba en el séptimo cielo. Miré a mi sumisa morena y le pedí que se dedicase a mi culo. Levanté mis piernas y ella comenzó una lamida de ojete intensa, casi desesperada. Era increíble el cambio en su manera de “trabajar”. Mientras, Elsa seguía con mi polla en su boca, arriba y abajo, introduciéndosela por completo en muchas ocasiones. Con mi polla recibiendo este tratamiento y con una furiosa lengua aplicándose en mi culo y mis pelotas no pude aguantar mucho más. Me corrí en la boca de la rubia y le advertí que no se lo tragase, que lo dejase en la boca. A pesar de su buena intención, se le escaparon algunas gotas que fueron a parar a mi vientre, pero Raquel rápidamente las lamió como reclamando parte del manjar.
Y- No te preocupes –le dije- ahora tendrás tu parte. Compartid mi leche pero no quiero que se desperdicie ni una gota.
Acercaron sus bocas y se pasaron parte de mi corrida. Cuando les dije que podían tragársela lo hicieron.
Y- Os quedan restos por la boca, limpiaos con las lenguas.
Y comenzaron a morrease, metiéndose la una a la otra la lengua hasta el fondo. Ver a dos mujeres morreándose siempre ha sido una imagen especial para mí así que me acerqué a ellas y para hacer más intenso el momento las empujé por sus cabezas para que notasen más presión en el acto. Tardé en permitirles separarse y cuando lo hicieron parecía que les faltase el aire. Me puse en pie para que mi semierecto nabo quedase a la altura de sus bocas y entendieron lo que tenían que hacer. Cuando me dejaron bien limpio les dije:
Y- Bien, mis queridas zorras, habéis empezado muy bien. Vamos a cenar.
Les indiqué que me esperasen en el salón mientras iba a por la comida a la cocina. La llevé para el salón y ellas estaban de pie esperando mis órdenes.
Y- Podéis sentaros. Mientras dure la cena podéis hablar de lo que queráis, sin temor a represalias. Podéis preguntar y podéis quejaros de lo que os apetezca. Una vez acabemos de cenar volveréis a estar a mi voluntad, así que aprovechad el momento.
Comenzamos a comer pero enseguida Raquel comenzó a hablar.
R- Te lo estás pasando de puta madre, eh?
Y- Y vosotras, no?
R- Bueno, a veces me das miedo y eso no me gusta.
Y- Estás equivocada, si te paras a pensar en esas situaciones te darás cuenta que son las que más placer te proporcionan. A mí no me importa que sigas queriendo autoconvencerte de que lo que haces está mal, lo que me vale es que estás disfrutando como creo que no lo habías hecho nunca y estás descubriendo un nuevo mundo de placer. Ya te dije en una ocasión que el gran beneficiado será el que te pille más adelante, eso sí, si eres capaz de explicarle qué es lo que te gusta.
Se quedó pensativa por un instante, como no sabiendo qué contestar.
Y- Yo creo que estás casi lista. Te has convertido en una buena zorra sumisa y cada vez asumes mejor tu papel. Te confieso que echo de menos aquellas miradas de rabia y asco que me echabas, me excitaban bastante, pero no se puede tener todo. Ahora ya te gusta, ya es voluntario. Por mi, si quisieses, podrías irte ahora mismo, tu deuda está saldada.
Me miró sorprendida, no se esperaba que le dijera que ya estaba liberada del pago de su deuda. Esperé un momento a ver si decía algo pero permaneció callada mientras continuaba con la cena. A todo esto, Elsa solo nos miraba y escuchaba atentamente nuestra conversación.
Y- Y tú? No dices nada?
E- La verdad es que no sé qué decir.
Y- Algo habrá que te gustaría aclarar o preguntar. Tú has empezado con esto voluntariamente, es distinto a Raquel.
E- Cuando me contó lo que hacías pensé que eras un cabrón pero como al mismo tiempo me decía que estaba disfrutando de unas corridas increíbles, pues eso me excitó bastante. Al proponerme venir no lo tenía claro pero quiero experimentar cosas nuevas y el hecho de estar aquí Raquel me convenció para seguir, pero reconozco que por momentos me das miedo.
Y- Ja,ja,ja. Miedo, yo? De momento estoy siendo muy condescendiente con vosotras. Estoy yendo despacio. Quiero que vayáis comprobando poco a poco y por vosotras mismas lo placentero que es el mundo de la sumisión. Pero insisto, no estáis aquí secuestradas, os sometéis a mis deseos voluntariamente.
R- Y, de momento, qué tal vamos?
Y- Qué quieres, que os ponga notas? Ja, ja, ja.
R- No, quiero saber si consideras que ya soy sumisa.
Y- Raquelita, Raquelita. Sumisas sois las dos, eso lo tengo claro y pienso que tú también lo crees. Lo de Elsa está todavía por ver, le cuesta un poco más obedecer pero creo que va a ser una buena zorrita. Lo que pasa es que ambas estáis en el comienzo del proceso y habrá que ir subiendo la intensidad. Creéis que estáis preparadas para continuar vuestro adiestramiento?
R- Nos estás diciendo que va a ser más fuerte?
Decidí darle una vuelta de tornillo más para comprobar su predisposición.
Y- Sí, puede ser mucho más fuerte. Pero podéis marcharos ahora mismo.
Las dos habían dejado de cenar y me miraban, y se miraban. Yo seguí comiendo sin prestarles atención. Cuando alcancé mi copa para beber las miré directamente inquiriendo con la mirada una respuesta. Como no decían nada intervine.
Y- Qué me decís? Os quedáis o seguís con vuestra vida, haciendo pajas y mamadas a mierdas que es lo único que quieren de vosotras o siendo mal folladas por imbéciles que se aprovechan de lo “buenas chicas” que sois. Lo que yo os estoy haciendo es abriros los ojos a un nuevo mundo de sensaciones, de placer.
El tono de mi voz se había vuelto duro. Ambas quedaron mudas e incluso bajaron la mirada en un gesto de darme la razón.
Y- Necesito una respuesta, ya.
E- Cuando dices más fuerte a qué te refieres?
Y- A qué tienes miedo? Piensas que puedo obligarte a hacer algo que no puedas soportar? Te, os lo voy a decir por última vez, podéis dejarlo cuando queráis. No tenéis ningún compromiso conmigo; la cosa se reduce a disfrutar del sexo, el cómo no importa. Cuando vuelva quiero una respuesta.
Me levanté y recogí la mesa. Llevé las cosas para la cocina y preparé el postre. Mientras lo hacía pensé rápidamente en la conversación durante la cena. Había jugado fuerte y a lo mejor perdía. Por un lado había dado libertad a Raquel para dejar aquello y, aunque estaba casi seguro que seguiría, podía irse; ella disfrutaba de las cosas tal y como iban pero el incrementar la dureza de los encuentros podía echarla para atrás. Por su parte, Elsa parecía temerosa de nuevas experiencias y no lo tenía nada claro. Cogí la bandeja de las fresas con la nata y me encaminé hacia el salón.
Cuando entré ellas estaban hablando en voz baja e interrumpieron bruscamente su conversación con mi entrada. Mantuve mi posición y mi tono duro.
Y- Os habéis decidido o nos comemos las fresas y os vais?
Raquel tomó la voz cantante.
R- Nos quedamos, pero si hay algo que no nos guste te lo decimos y no se hace, vale?
Y- Parece que mis dos zorras no entienden nada. Las putas como vosotras no podéis poner condiciones. Yo decido lo que se hace y cuando se hace. Vosotras obedecéis y punto. No podéis hablar si yo no lo permito, es más, no podéis hacer nada que yo no haya autorizado, mientras estéis conmigo no tenéis voluntad, sólo obedecer. Venga, que le den por culo a las fresas, me estoy cansando. Coged vuestras cosas y a la puta calle. Venga, fuera las dos.
Ahora sí que había forzado la máquina. Las dos quedaron inmóviles, como estupefactas por la sorpresa, sin saber qué hacer ni decir. Levanté un poco más la voz mientras me sentaba en el sofá.
Y- He dicho que fuera, no voy a perder un minuto más con dos putas que prefieren coartar su placer a “perder su dignidad”. No os merecéis ni un ápice de atención por mi parte.
Me encendí un cigarro y obvié su presencia descaradamente. La primera en reaccionar fue Raquel.
R- Perdóname. Quiero quedarme. Perdóname, por favor.
No le hice caso, seguí con la mirada en otro punto. Entonces se levantó de la silla y vino hacia mí, sentándose a mi lado.
R- Te pido perdón. No volveré a decirte lo que tienes que hacer. Te lo juro.
Y- Quien te ha dado permiso para sentarte a mi lado?
Se levantó como un rayo y se puso a cuatro patas poniendo sus manos encima de mis piernas. Yo estaba desnudo y la verdad, la situación me tenía tremendamente excitado, lo que se reflejaba en mi pene, que sin estar al máximo de potencia, dejaba comprobar lo morboso del momento. Ella lo vio y debió pensar que era una manera de conseguir mi perdón, así que se incorporó un poco más e hizo ademán de comenzar a chupármela, pero según se acercó demasiado le solté un bofetón en todo el rostro que le hizo desistir.
Y- Te he dicho que me la chupes? Eres una mala puta que lo único que se merece son castigos y más castigos hasta que aprendas.
Al mismo tiempo que ella se tocaba la mejilla golpeada le agarré del pelo con fuerza.
Y- Las manos a la espalda. Qué eres?
R- Una puta zorra –mientras ponía rápidamente sus manos atrás-.
Y- Y qué tengo que hacer con una puta zorra como tú?
R- Lo que quieras.
Y- Y una puta zorra como tú qué tiene que hacer?
R- Obedecer y complacer.
Y- A quien?
R- A ti.
Le solté otro bofetón, este más suave que el anterior y en la otra mejilla.
Y- A quien?
R- A mi Señor.
Y- Di conmigo. Soy una puta mala y tengo que obedecer a mi Señor en todo.
R- Soy una puta mala y tengo que obedecer a mi Señor en todo.
Empujé su cabeza hacia el suelo y la dejé en una postura sumisa, de rodillas y con el cuerpo echado hacia delante, con su rostro apenas a un centímetro del suelo.
Y- Quédate así.
Entonces me dirigí hacia Elsa que a estas alturas se había levantado de la silla y contemplaba la situación alucinada.
Y- Y tú, qué coño haces?
E- Yo…, yo….
Y- Deja de temblar y dime qué quieres hacer.
E- Es que…., yo…, me quiero quedar.
Lo dijo bajito. Estaba temblando y hasta creo que era más de miedo que otra cosa. Me acerqué y le solté un bofetón que le cruzó la cara.
Y- De rodillas, ya.
Obedeció de inmediato. Mi polla, que ahora sí que estaba a punto de reventar, quedó a la altura de su cara.
Y- Qué eres?
E- Una puta mala que quiere obedecer a mi Señor en todo lo que me ordene. Sin rechistar.
Mientras hablaba tenía mi polla muy cerca de su boca, dando brincos, seguro que pensó tener un detalle con ella, pero la experiencia de su amiga la echó para atrás, simplemente bajó la vista.
Y- Ponte al lado de la otra zorra, en la misma posición. Tengo que pensar qué mierda hago con vosotras.
Corrió a colocarse al lado de su amiga, en la misma posición. Tenía a dos mujeres sumisas a mi disposición de rodillas en el suelo e inclinadas hacia adelante, esperando mis órdenes. La verdad es que me había alterado la situación y quise relajarme un poco. Me serví una copa y me senté para tranquilizarme un poco. Volví a observarlas. No se movían y su respiración era bastante agitada. Apuré mi copa y me levanté.
Y- En pie.
Se levantaron casi al tiempo. Me miraron.
Y- No quiero que me miréis. No os merecéis cruzar la mirada con la mía.
Bajaron la vista. Yo todavía estaba un poco cruzado y no era capaz de decidir qué hacer con aquellas dos. Tenía un montón de ideas, alguna de ellas demasiado perversas e incluso violentas, pero no tenía claro cómo seguir dominando a mis zorras. Decidí tomar el camino fácil.
Y- Estoy muy decepcionado y ahora mismo no sé si tengo ganas de continuar. No tengo claro que deseéis seguir, así que me lo vais a tener que demostrar. De momento os voy a permitir tomar la iniciativa para que me mostréis que sois unas buenas zorras que quieren complacer a su Señor. Esforzaos porque lo tenéis difícil.
Yo estaba de pie y allí me quedé. Se acercaron despacio. Como siempre, la primera en actuar fue Raquel; cayó al suelo de rodillas y comenzó a lamerme los pies, subiendo a mi rodilla. Elsa fue directa a mi polla que con el descanso se había quedado en reposo. Me lamió toda mi zona genital y se introdujo mi blando pene en la boca, entero: comenzó a chupar con ganas haciendo que mi miembro empezase a reaccionar. Raquel quiso incorporarse a la zona, pero al verla tan ocupada fue hacia mis pezones, que empezó a chupar, lamer y mordisquear. Yo tenía mis manos quietas, dejándome a hacer, pero Raquel cogió la derecha y la acercó a su pecho, puso mis dedos en su pezón haciéndome el movimiento de pellizcárselo y me miró con cara de auténtica puta.
R- Castígame.
Se lo retorcí con fuerza, haciéndole daño. Casi no se quejó, sólo volvió a coger mi mano y la llevó a su otro pecho. Ahora le acaricié un poco el seno, se lo apreté y se lo estrujé con ganas, cogí el pezón y se lo retorcí todavía con más fuerza que el otro. Esta vez soltó un pequeño gritito. Bajé mi mano a su coño y se lo agarré con toda la mano. Bien, estaba mojada. Por su parte, Elsa seguía trabajándome la polla con una ganas increíbles. Se follaba la boca casi con violencia. Puse mi mano izquierda en su nuca y la empujé hacia mi cuerpo, manteniendo la presión cuando su nariz chocó con mi pubis. La mantuve así un buen rato hasta que empezó a dar señales de que se ahogaba. Le dejé tomar aire y volví a empujarla hacia mí, repitiendo la operación, intentando que aguantara un poco más. Cuando la solté pegó una bocanada tremenda, dejando resbalar por su barbilla un montón de babas.
Las agarré por el pelo y acerqué su cara a mis tetillas, una a cada una, y ellas empezaron la lamérmelas con muchas ganas.
Y- Habéis sido unas zorras malas y voy a tener que castigaros. Os merecéis un castigo?
Ambas contestaron afirmativamente sin dejar de aplicarse en mi pecho. Las separé y decidí empezar con Elsa. Apoyé su tronco hacia delante sobre la mesa, dejando a mi disposición sus blancas nalgas. Le ordené a Raquel que le sacase el tanga que todavía tenía puesto. Lo hizo diligentemente y como estaba agachada y con una indicación mía se puso a chuparme la polla mientras yo comenzaba a pasar mi mano sobre el redondo culo de su amiga.
Y- Elsa, Elsa, Elsa. Has sido una mala zorra y te voy a aplicar tu castigo. Te voy a dar diez azotes en este gran culo y no quiero oír ni un sólo lamento. Y tú, sigue chupando y a cada azote lo cuentas en alto y vuelves a chupar.
Pasé despacio la palma de mi mano por aquellas redondeces y zas, solté el primero de los azotes.
R- Uno.
Raquel volvió a meterse mi rabo en la boca y Elsa no hizo absolutamente nada. Zas, el segundo, en la misma nalga.
R- Dos.
Y así llegamos al quinto. Pasé mi mano por el coño de Elsa y la verdad es que esperaba encontrármelo más húmedo. Volví a descargar mi mano.
R- Seis.
Cada azote iba seguido de un toqueteo en sus partes, cada vez siendo más intenso. Al llegar al último azote mi mano cayó con mucha más fuerza y casi deja escapar un quejido de su boca, pero mordiéndose el labio supo aguantar.
R- Diez.
Ya no permití a Raquel que se la volviese a meter en la boca porque si no iba a hacer que me corriese. Volví con mi mano al coño de Elsa y ahora sí que estaba mojado, casi encharcado, le pasé con dulzura mi mano izquierda por sus rojas y doloridas nalgas y con la otra mano comencé a masturbarla, primero despacio y después, acelerando mis movimientos sobre su clítoris hasta que alcanzó un buen orgasmo. Quedó tumbada sobre la mesa y con las piernas temblando. Le permití que se levantase pero al mismo tiempo la hice ponerse de rodillas justo detrás de donde se suponía que se iba a colocar Raquel para recibir su castigo. A una indicación mía, ésta se colocó en posición y dejó su culo expuesto.
Esta vez fui yo quien le quitó el tanga y al hacerlo pude comprobar que en este coño sí que se distinguían unas pequeñas perlitas que aseguraban que estaba excitada.
Y- Tu rebelión me ha dolido más, así que creo que tu castigo debe ser mayor.
R- Lo que quiera, mi Señor.
Y- No te he dado permiso para hablar.
R- Perdón.
Y- Perdón y nada más que perdón será lo que digas a cada azote que te dé, ya decidiré cuando paro. La zorra rubia contará en alto los que te voy dando.
Ahora no me detuve en acariciarla, simplemente solté el primero de los azotes con ganas.
E- Uno.
R- Perdón.
Y seguí dándole azotes hasta diez, escuchando la retahíla del número y el perdón. Pasé entonces mis dedos por su entrepierna y parecía un manantial de la cantidad de líquido que soltaba. Metí mis dedos en su vagina y los saqué dándoselos a chupar a Elsa, cosa que hizo de buen agrado.
Y- Crees que debo parar?
R- Como desees, Mi Señor.
Y- Te gustaría correrte, zorra?
R- Si mi Señor quiere, yo también.
Y- Elsa, cómele el coño hasta que se corra.
Ésta adelanto un poco su posición y se metió debajo de Raquel y comenzó a lamerle los labios y a darle lengüetazos en el clítoris. La morena empezó a gemir y yo estaba que reventaba. Seguía en la misma posición de ofrecimiento trasero, así que metí dos dedos en su encharcada vagina y deposité el líquido en su agujero del culo, introduciendo un dedo en él. Apunté mi capullo en su entrada trasera y apreté hasta que se enterró totalmente. Ahora sí que soltó un grito. Comencé a follarla deprisa sin piedad. La situación era de lo más excitante. Raquel con sus pechos aplastados en la mesa y con el culo en pompa, recibiendo una comida de coño de su amiga que estaba debajo haciéndole un buen trabajo y follada por detrás sin ninguna compasión. Cuando le llegó el orgasmo apretó instintivamente las paredes de su recto, lo que hizo que yo no aguantase más y me corriese dentro de ella. Me quedé allí dentro, inmóvil esperando que los últimos espasmos de mi placer se fuesen.
Y- Tú –le dije a Elsa- que no caiga ni una gota.
Y me salí de aquel culo. Elsa se apuró a meter su cabeza entre las nalgas de su amiga y a absorber el líquido que de allí salía. Raquel todavía tenía pequeñas convulsiones y creo que el trabajo de limpieza que le estaban haciendo hacía que su placer continuase por más tiempo. Yo caí derrengado en el sofá, mirando la escena. Cuando Elsa acabó con el culo de Raquel se dio la vuelta y fue a mi flácida polla para proceder a su limpieza. Parecía que las había recuperado.
Cuando ya estaba limpia le mandé que parase y coloqué su cabeza en mi muslo derecho. Raquel había permanecido en su posición y daba la impresión de no tener muchas fuerzas para levantarse. Giró un poco su cabeza y vio a su amiga con la cabeza apoyada en mi pierna mientras mi mano acariciaba su pelo. Cruzó su mirada conmigo.
Y- Ven con nosotros.
Con mucho esfuerzo se incorporó y se dejó caer a mi lado y puso su cabeza en mi otra pierna como reclamando el mismo gesto para ella. También le acaricié el cabello. Tenía a dos perritas apoyadas sobre mis piernas mientras les acariciaba la cabeza. Estuvimos así un buen rato, tomando aire los tres y relajándonos.
Y- De acuerdo, mis zorritas. Veo que queréis seguir con el adiestramiento. Estoy contento con mis dos putas y lo vamos a pasar muy bien. Id a refrescaros que todavía queda mucha noche.
Aunque hubiesen seguido en aquella posición más tiempo, no dijeron nada y se encaminaron al baño. Yo fui a la cocina a beber algo fresco y me fumé un cigarro mientras las esperaba. La verdad es que me encontraba bastante cansado como para liar una buena esa noche. El día de trabajo y la tensión por la que habíamos pasado había hecho mella en mí. Decidí un pequeño juego para terminar la velada.
Me fui para la habitación y me senté en la cama apoyando mi espalda en el cabecero, de esta manera dejaba mucho espacio para ellas. Cuando las oí salir del baño les indiqué que estaba en la habitación. Entraron en el cuarto y me vieron allí sentado.
Y- Tumbaos a mis pies.
Las dos se echaron sin dejar de mirarme, esperando a ver que les tenía preparado. Yo mantuve mi mirada con ellas, esbozando una pequeña sonrisa, que por lo que parecía, a ellas no les hacía ninguna gracia.
Y- Bien, ha sido un día duro y lleno de emociones fuertes. No penséis que se me ha ido de la cabeza vuestro comportamiento, eso lo tendremos que solucionar más adelante. Ahora quiero que os enrolléis entre vosotras, quiero veros disfrutar la una de la otra, quiero ver como os besáis, laméis y chupáis. Va a ser un juego con premio. La primera que consiga que la otra se corra dos veces lo tendrá.
No dudaron ni un instante, empezaron a besarse y a comerse la boca, el cuello. Raquel fue la primera en bajar a los pechos de Elsa, como sabiendo de su sensibilidad en esa zona para hacerla llegar antes al orgasmo. Ésta enseguida puso su mano en el coño de la morena y lo empezó a acariciar y masturbar con ganas. Raquel hizo lo mismo y comenzaron una masturbación casi violenta la una a la otra con ventaja para Raquel, que seguía amorrada a las tetas de Elsa. En mi situación de mirón lo estaba disfrutando. Mi polla estaba reaccionando al espectáculo lésbico, pero no quería tocarme. Aunque se notaba que ambas intentaban aguantar el orgasmo, la primera en caer fue Elsa que se corrió gritando con los dedos de su amiga dentro del coño.
Y- Primer punto para la zorra morena.
Este comentario debió alagar a Raquel que perdió por un momento la concentración y sin más explotó en un intenso orgasmo.
Y- Punto para la zorra rubia.
En la posición en la que se encontraban, una frente a la otra y de rodillas encima de la cama, las opciones de “trabajar” se quedaban en lo que habían hecho, así que decidí cambiarlas de postura.
Y- Ahora una encima de la otra. Elsa, tú abajo.
Me entendieron a la perfección. Elsa se tumbó en la cama y Raquel se colocó encima, dejando su sexo a la altura de la boca de su amiga. Empezaron a comerse los coños como si la vida les fuese en ello. Tenían sus cabezas incrustadas en las entrepiernas y no paraban de moverse intentando conseguir cada una el orgasmo de la otra. Raquel volvió a tomar ventaja cuando además del trabajo de su lengua añadió el meterle dos dedos y empezó a moverlos frenéticamente. Elsa cerró los ojos y se mordió los labios intentando no correrse, pero dejando de trabajar el coño que tenía encima. Esto le dio alas a la morena y empleando toda la energía que le quedaba, aceleró los movimientos haciendo que la rubia se corriese salvajemente, gritando como una posesa y convulsionando continuamente.
Y- Ganadora, la zorra Raquel.
Quedaron exhaustas, una encima de la otra. Mi erección era considerable por la competición que acababa de observar. Me levanté y me coloqué enfrente de Raquel con mi polla apuntando a su cara. Ésta reaccionó comenzando a lamérmela y metiéndosela en la boca. Miré a Elsa que se estaba reponiendo de su brutal orgasmo y le dije:
Y- Creo que deberías agradecer a tu amiga lo que acaba de hacer devolviéndole el placer que te ha dado.
Abrió los ojos y volvió a la tarea con aquel coño que tenía ante sí. Mi polla, en la boca de Raquel, notó que había comenzado con la labor por los movimientos de ésta. Bajé mi mano hasta el coño de Elsa y metí dos dedos, estaba literalmente encharcado. Saqué el rabo de la boca de la morena y apunté a la entrada de aquel agujero, que por cierto, todavía no había visitado. De un solo golpe se la metí hasta el fondo y soltó un gemido imponente. La volví a sacar del todo y otra vez hasta dentro. Repetí la operación unas cuantas veces. Entraba de maravilla. Entonces empecé a follármela deprisa y se volvió a correr como antes, gritando y moviéndose desesperadamente. Se la saqué y sin decirle nada, Raquel empezó a lamerla y a saborear los jugos de su amiga que estaban por mi polla. Me aparté de ella y rodeando la cama me acerqué a su retaguardia.
Elsa estaba medio ida y me agaché para acercarme a su cara.
Y- Todavía no le has devuelto el favor a tu amiguita.
Como pudo volvió a meterle la lengua en el coño y comenzó a lamerlo. A estas alturas parecía que Raquel se había relajado y pronto se notó que se le acercaba el placer. Cuando sus gemidos denotaban la proximidad de la corrida me agarré la polla y se la metí en la vagina lo más profundo que pude. Al sentirse llena explotó en un orgasmo brutal que casi hace que me corra allí mismo. Cuando paró de moverse comencé a follarla agarrándola por las caderas. Empecé despacio pero poco a poco fui incrementando la velocidad. Elsa sacaba la lengua y a momentos me lamía los huevos y a otros se dedicaba al coño de Raquel, que ante tanto ajetreo volvió a correrse, lo que hizo que yo no aguantase más y me viniese dentro de ella, dándole fuertes empujones con mi rabo. Quedamos quietos los tres, jadeando, en silencio. Cuando la saqué del coño, mi leche comenzó a salirse y a caer en la cara de Elsa que dándose cuenta se amorró a la zona y comenzó a absorber para que no cayese nada más. Ante esto, Raquel comenzó a tener pequeños espasmos y volvió a correrse aunque esta vez más suavemente.
Caí rendido en la cama mientras Elsa intentaba zafarse de la posición en la que tenía a Raquel encima. Ésta no podía ni moverse. Cuando salió de debajo de ella vino hacia mí y se puso a lamerme el sexo para dejármelo bien limpio, parecía que ese acto lo tenían las dos perfectamente asumido. Después de un rato de relax por parte de los tres, me levanté y fui al baño a refrescarme la cara. Me dirigí al salón y me dispuse a tomar una copa y a fumarme mi cigarrito de rigor. Después de un buen rato aparecieron las dos, un tanto demacradas y con caras de mucho cansancio.
Y- Si queréis tomar algo o ir al baño, podéis hacerlo.
Elsa salió directa hacia el baño pero Raquel sentándose en el suelo a mis pies me dijo:
R- Cuál va a ser mi premio?
Le acaricié el pelo, sonriendo.
Y- Quieres dormir con tu Señor?
R- Síí. Gracias, Señor.
La cara se le iluminó de alegría y acarició con ella mi pierna como señal de gratitud. Me miró.
R- Puedo ir a tomar algo a la cocina.
Y- Vete.
Deambularon por la cocina y por el baño por un buen rato pero a mí me daba igual, me encontraba demasiado cansado como para estar pendiente de lo que hacían. Volvieron al salón y se quedaron de pie, frente a mí, esperando órdenes.
Y- Yo me voy a la cama a descansar y Raquel se viene conmigo pues ese es el premio que se ha ganado. Mañana será otro día. Tú ya sabes cómo me gusta levantarme los domingos. Se lo explicas a Elsa mientras le indicas dónde están las cosas en la habitación. Eso sí, nos levantaremos sobre las doce. Luego te vas para mi cama y me esperas. Hasta mañana, Elsa.
E- Hasta mañana, Señor.
Yo me quedé en la sala degustando mi copa. Estaba muy cansado pero no tenía sueño. Oí como Raquel entraba en mi cuarto. Me encendí otro cigarro y al acabarlo apuré la copa y me fui a dormir. Al entrar en la habitación me encontré a Raquel tumbada en la cama y dormida. No aguantó la espera. Estaría muy cansada. Me acosté a su lado y me dispuse a dormir.