Me gusta dominar 4

Una nueva sesión con Raquel y una sorpresa inesperada, la irrupción en escena de Elsa y su primer contacto con el mundo de la sumisión.

Desperté sobre las ocho pero me seguía encontrando cansado y me quedé en la cama. Comencé a darle vueltas a mi relación con Raquel y pensé que había encontrado una sumisa de verdad; con un punto de rebeldía que hacía la cosa más interesante. Decidí tener un día tranquilo; seguir con la sumisión pero sin mucho trote ya que el cansancio que sentía podía más que las ganas de liarla.

Estaba con mis pensamientos cuando se abrió la puerta y apareció ella. Se acercó a mi cama y se sentó en el borde. Alargó su mano y bajo la ropa buscó mi polla. Cuando la atrapó con su mano me miró y sonriendo me dijo:

R- Buenos días. Dormiste bien?

Y- Buenos días, zorrita. Sí, dormí bien. Y tú?

R- Bien. Gracias.

Echó hacia atrás la ropa de cama, se agachó y se metió el rabo en la boca comenzando una lenta mamada. Como me pareció bien su gesto le acaricié el pelo mientras me la comía. Estuvo un buen rato. En estas pocas sesiones había aprendido mucho. Pasaba de chupar a lamer los huevos, luego el tronco y vuelta a chupar. Cuando notó que mis músculos se tensaban por la inminencia de mi orgasmo, aceleró el movimiento y me corrí dentro de su boca. Mientras se tragaba mi corrida continuaba succionando despacio y no paró hasta dejarme seco y limpio. Le dio dos besitos a mi polla.

R- Qué vamos a hacer hoy?

Y- Parece que te has levantado con ganas. Vete al baño y prepárame la bañera que ya voy yo.

Oí como el chorro de agua comenzaba a llenar la bañera, me levanté y fui a prepararme mi café matutino. Con mi café en la mano me dirigí al baño. Ella estaba sentada en la taza como esperando a que la bañera estuviese lista. Pegué un sorbo y me metí dentro.

Y- Báñame. No tengas prisa. Quiero un baño tranquilo y sensual.

Cogió una esponja y le echó gel. Comenzó a pasármela por el pecho. De repente paró, soltó la esponja y tras un casi inaudible perdón salió del baño. Volvió enseguida con un cojín que situó al lado de la bañera y se arrodilló encima. Y continuó el baño. Hacía muchos años que no me bañaban y tengo que reconocer que es una sensación que me encanta. Pasó la esponja por todas las partes de mi cuerpo, sin embargo a la hora de asear mi zona genital se echó el gel directamente en la mano y procedió a su limpieza de una manera muy pausada pero muy concisa. Me puse de pie y terminó mi limpieza con el agua de la ducha. Salí de la bañera y ella cogió una toalla y comenzó a secarme, con ganas pero con mucho mimo sobre todo en mis partes nobles. Al llegar a mi culo me incliné hacia adelante para facilitarle la labor. Metió la toalla entre mis nalgas y me lo secó bien. Como estaba agachada a mis espaldas con mi culo a la altura de su cabeza sólo tuve que decirle:

Y- Hazme una buena comida de culo.

Soltó la toalla y separándome las nalgas con sus manos comenzó a pasarme la lengua por mi ojete, a chuparlo, a besarlo. Me gusta que me coman el culo así que todavía estuvimos así un buen rato. Sin decirle nada, me incorporé, cogí mi taza y salí del baño.

Y- Vete a la cocina y prepárate el desayuno. Te espero en el salón.

A los cinco minutos entraba al salón con una taza y unas galletas en la mano. Se sentó en la mesa y comenzó a desayunar. Yo la miraba pero sin decir nada. De vez en cuando ella levantaba la vista hacia mi supongo que para ver lo que hacía. Yo le miraba pero sin decir nada. Acabó el desayuno, se levantó y fue a llevar la taza a la cocina. Cuando volvió a entrar en la sala se quedó de pie, mirándome, preguntándome con la mirada “y ahora qué”. Le devolví la mirada y comprobé que no estaban esos ojos rabiosos que tanto me ponían, más bien eran de impaciencia, no sé si por ganas de acabar con lo que tuviese que ser o por ganas de empezar con los “juegos”.

Y- Ponte guapa. Dúchate, maquíllate y arregla un poco ese pelo. Ponte los zapatos y cuando estés lista vuelves.

Dio media vuelta y se fue a cumplir mis órdenes. Regresó a la media hora, maquillada bastante bien resaltando aquellos labios rojos que eran lo mejor de su cara y bastante bien peinada; éste era un aspecto que no solía cuidar mucho pero como la idea no era mantenerla como fija en mis relaciones tampoco le daba mayor importancia. Le indiqué que se acercase a mí. Quedó en frente mía, de pie, desnuda. Yo estaba sentado en el sofá y desnudo. Palpé sus tetas y toqué su coño, como comprobando su estado.

Y- Ponte de rodillas y haz que se me ponga dura. Sé suave, mímame. Si no lo haces bien tendré que castigarte.

Se puso a cuatro patas y comenzó a darme besitos por toda la polla. Siguió lamiendo toda la zona, incluyendo mis huevos. Como ya dije antes, empezaba a saber cómo tratar una polla. Fue a agarrarme el miembro pero se lo impedí, quería que hiciese todo sin manos. Se implicó bastante en la faena y consiguió ponérmela muy dura. Levantó la mirada como pidiéndome permiso para continuar. Con un gesto se lo di y comenzó una muy buena mamada. Cuando ya llevaba un buen rato la agarré del pelo y tiré hacia arriba, crucé mi mirada con la suya.

Y- Qué eres.

R- Una zorra.

Y- Perdón?

R- Soy tu puta zorra.

Y- Mucho mejor. Sigue.

Arqueé un poco mi espalda y alargué mi mano para comprobar su entrepierna. La pasé por su sexo que sin estar muy mojado comenzaba a delatar excitación y le pasé el dedo por su agujero del culo. Después del día anterior no se podía decir que estaba cerrado, así que le introduje el dedo un poco, removiéndolo en si interior. En esta posición no era tan cómodo que siguiese con la mamada y en un pequeño movimiento que hice para meterle más el dedo, mi polla se torció y noté sus dientes en ella. No es que me hiciese daño pero era la disculpa perfecta. Sacando mi dedo de su culo le pegué un buen azote en su nalga izquierda.

R- Perdón.

No le hice caso. Volví a meter mi polla en su boca y ella volvió a la tarea. Acaricié un poco la recién golpeada nalga y sin previo aviso otro azote, esta vez un poco más fuerte que el anterior. Al sentir el golpe hizo un intento de queja y sin querer, volví a notar sus dientes en mi rabo.

Y- Joder. Levántate y apoya las tetas en la mesa con los brazos en cruz.

Se levantó mirándome. Sus ojos parecían suplicar perdón pero vio en los míos que no le iba a servir de nada. Se puso en la posición ordenada. Tenía su culo totalmente a mi disposición. Me levanté y me puse a su lado. Le agarré por el pelo y acercándome a su oído le dije:

Y- Sabes lo que hay que hacer cuando las putas no hacen bien su trabajo?

R- No, Señor.

Sin soltarle el pelo volví a soltar una fuerte palmada en sus nalgas. Pegó un gritito. Si de algo me había dado cuenta en estos días es que le gustaba la sumisión pero no los castigos corporales. Volví a acercarme a su oído.

Y- Cómo que no lo sabes, zorra. A las malas putas se las castiga con unos buenos azotes y tú estás siendo una mala puta.

Zas. Otro azote. Y otro. Paré a palparle el coño y no estaba mojado como yo quería así que se lo agarré con toda la mano y se lo presioné con fuera. Luego empecé a pasarle el dedo por el clítoris y finalmente se lo introduje todo lo que pude comenzando a trabajar sus adentros con fuerza, moviéndolo de un lado a otro y de dentro afuera. Conseguí la humedad que buscaba. Cambié de agujero. Sin más, metí mi dedo en su culo y entró fácil. Repetí la misma operación que en su coño. Comenzó a gemir. Saqué mi dedo y otro azote, esta vez más fuerte todavía. Con la mano con la que la tenía agarrada del pelo empujé su cabeza contra la mesa.

Y- Ni se te ocurra correrte. Entonces el castigo sí que te iba a doler de verdad.

Volví a mi trabajo de introducción esta vez con dos dedos. Ella seguía gimiendo y cuando notaba que se acercaba su orgasmo volvía a darle un azote que le cortaba el placer por lo menos momentáneamente. Así estuve bastante rato. Mi polla estaba a punto de reventar. Tiré de su pelo hacia atrás y la puse a cuatro patas en el suelo. Sin soltarle la cabeza, apunté mi polla en el agujero de su culo y se la metí hasta el fondo. A pesar de mi trabajito anterior y de la dilatación de días anteriores, ella soltó un quejido bastante sonoro. Esto hizo que tirará con fuerza de su pelo hacia atrás como si estuviera montando a una potrilla salvaje a la que estuviera domando. Comencé una follada violenta, intentando llegar lo más profundo posible. Ella pasó de los quejidos a los gemidos, a la muy zorra le estaba empezando a ir la marcha. Supongo que después del fin de semana que llevábamos hizo que tardase bastante en correrme. Cuando lo hice, pegué mi último empujón y se la enterré lo más hondo que pude. Me quedé quieto dentro de ella.

Y- No quiero que se caiga al suelo ni una sola gota. La recoges del culo y te la comes toda.

Salé de ella y enseguida puso la mano en su agujero para tapar la salida de mi leche. Recogió lo que pudo y se lo llevó a la boca. Repitió la operación otras dos veces. Se puso en cuclillas y preparó su mano para que los últimos restos se depositasen en ella. Cuando creyó que ya no quedaba nada se lo volvió a llevar a la boca y chupó sus dedos con lascivia mirándome con cara de puta.

Y- Túmbate en el suelo.

Lo hizo rápidamente. Me puse de rodillas con mi polla encima de su cara.

Y- Déjamela bien limpia. Ah! Puedes correrte.

Comenzó a lamerme la polla para limpiármela y llevó su mano a su coño. Mientras me lamía se masturbaba frenéticamente, con mucha fuerza. Tuvo un orgasmo intenso. Se retorció en el suelo mientras se corría pero no dejaba de chuparme.

Y- Otra vez.

Y volvió a masturbarse. En menos tiempo que la vez anterior se corrió de nuevo, intensamente. Me estaba gustando mucho como se corría.

Y- Sigue.

Más despacio, volvió a frotar su coño con su mano. Cada vez prestaba menos atención a mi polla que a su vez empezaba de nuevo a coger todo su esplendor. Torcí su cabeza para que le entrase bien y se la metí por entero en la boca. Ella seguía con su trabajo manual y se volvió a correr como una buena zorra. A estas alturas yo volvía a estar como una moto. Me coloqué entre sus piernas y empecé a pasarle la polla por la entrada de su ya maltrecho coño. Presionaba con ella el inflamado clítoris y se la pasaba por la entrada, metiéndosela un poquito y volviendo a retozar por su exterior. Ella gemía. Tenía los ojos cerrados.

R- Métemela.

Le solté un guantazo en las tetas que le hicieron abrir los ojos.

Y- Qué dices? Ahora me vas a decir lo que tengo que hacer?

R- Perdón, Señor. Me gustaría mucho que me follases como a una puta.

Agarré sus tobillos y acercando mi rabo a su entrada se la metí hasta el fondo. Comencé un mete y saca lo más fuerte que me permitían las fuerzas. De vez en cuando enterraba mi polla lo más posible y me quedaba quieto. Luego seguía entrando y saliendo. Ella se corrió tres o cuatro veces, no lo sé exactamente porque empalmaba un orgasmo con otro. Después de un buen rato dándole salí de ella y me acerqué a su cara masturbándome. Le eché la poca corrida que me quedaba por su cara. Quedé exhausto.

Me levanté como pude. Las piernas me temblaban; fui a mi habitación y me tiré en la cama. No podía más.

Estuve bastante tiempo relajándome e intentando que mi respiración volviese a la normalidad. Al pasar ya un tiempo y no oír nada, comencé a preocuparme por Raquel. Me levanté y fui al salón. Ella seguía en la misma posición en la que la dejé, tumbada en el suelo y con la cara llena de mi corrida. Tenía los ojos cerrados y pensé que se había dormido, pero al sentir mi presencia los abrió y me soltó una pequeña sonrisa.

Y- Estás bien?

R- Sí, gracias.

Y- Puedes ducharte cuando quieras.

Me volví para la cama y me quedé dormido. Desperté con una mano acariciándome la polla. La detuve.

Y- Qué hora es?

R- Son más de las cinco.

¡Dios! Había dormido casi dos horas. Me desperecé como pude. Fui al baño y volví a la habitación donde me estaba esperando.

Y- Puedes irte. Ya me pongo en contacto contigo durante la semana y te doy más información del cabrón ese, ahora no me apetece.

R- Si quieres me quedo un poco más.

Y- No, quiero que te vayas. Ya te doy un toque mañana o pasado.

Se levantó desairada y fue a vestirse y a recoger sus cosas. Entró en mi cuarto e iba a decir algo cuando la paré, me levanté y saqué dinero para un taxi.

R- No te iba a pedir dinero. Te iba a preguntar si lo habías pasado bien.

Y- No ha estado mal; todavía te queda mucho para ser una buena sumisa, pero en estos dos días has avanzado bastante. Quedan seis sesiones y creo que antes de la última estarás a la altura. Ya sabes dónde está la puerta.

Sin decir nada se acercó y me dio dos besos, se agachó y le dio otro a mi maltrecha polla y se fue. Me gustó el gesto pero tampoco se lo hice ver. Cuando oí como se cerraba la puerta me volví a acostar y me quedé de nuevo dormido.

Después del ajetreado fin de semana, dejé pasar unos días para volver a llamar a Raquel. Había quedado que le llamaría al día siguiente pero pasé. El jueves cuando me levanté mi mente y mi polla ya volvían a querer guerra así que por la tarde la llamé.

R- Diga.

Y- Buenas tardes, Raquel. Puedes tomar un café?

R- Vale. Cuanto tiempo me das para arreglarme?

Y- En media hora estate en la cafetería de siempre.

A la media hora entró en la cafetería como una bala. Le di dos besos y le pregunté:

Y- Qué tomas?

R- Un café con leche.

Pedí al camarero y le pedí uno con hielo para mí.

Y- Qué tal estás?

R- Ahora ya mejor. El domingo me acosté al llegar a casa y no me levanté hasta la hora de comer el lunes. Por la tarde volví para la cama y hasta el martes por la mañana. Mi madre está enfadada conmigo porque dice que tuvo que ser un fin de semana de mucha fiesta.

Y- Te he llamado para darte información del tío ese. Tengo que preguntarte si estás segura de que quieres oír lo que te voy a contar. Todavía no hemos acabado. Nos faltan algunos extractos y documentos y algún seguimiento más, pero lo que te voy a contar ya es bastante fuerte.

R- Quiero saberlo todo.

Y- También te aviso de que para saldar tu deuda conmigo todavía te quedan seis sesiones. Si vas a pensar en no seguir “pagándome” quítatelo de la cabeza porque no iba a tener ningún miramiento contigo.

R- Yo siempre pago mis deudas.

Y- Eso espero.

Le estuve contando algunas “cosillas” de su enamorado. Se quedó toda sorprendida por mi información. Sí que estaba casado y tenía tres hijos. En teoría era el dueño de una empresa de transportes con una pequeña flota de camiones, pero la verdad es que era un mero chófer de la misma. No tenía un duro. Y lo que más le dolió a Raquel, tenía relaciones sexuales más o menos estables por lo menos con otras dos mujeres. Tenía más información pero me la guardé como garantía por si ella se rajaba.

Como sólo miraba los papeles y sobre todo alguna foto que le facilité, decidí sacarla de su frustración.

Y- Y ahora dime, quién es más hijo de puta?

R- A este cabrón me lo cargo.

Y- Deja de decir tonterías. Lo que deberías hacer es mandarlo a la mierda y seguir tu vida.

R- Te importaría sacarme de aquí, por favor.

Me levanté y pagué los cafés. Le ofrecí mi mano y salimos rumbo a mi coche. Nada más entrar en él rompió a llorar.

Y- No deberías soltar ni una sola lágrima por ese tipo. Creo que más o menos te imaginabas lo que había porque si no fuese así no me hubieses pedido este trabajo.

R- Tienes que ayudarme a joderle la vida. Quiero hacerle daño, que sufra. Ayúdame, por favor. Haré todo lo que me pidas.

Y- Estás loca? Ya haces todo lo que te pido. Yo no me dedico a joder a nadie y menos si a mí no me ha hecho nada. Algo me decía que no hacía bien metiéndome en esta historia y ya ves, al final lo vas a complicar todo.

R- No, perdona, pero es que estoy muy cabreada.

Y- Pues relájate un poco. Me están dando ganas de echarte del coche y mandarte a la mierda.

R- No, por favor. Te importaría llevarme a algún sitio, fuera de la ciudad, y tomamos algo y me tranquilizo.

Como toda respuesta, arranqué el coche y tomé rumbo a las afueras. Durante el trayecto ninguno de los dos dijo nada. Supongo que ella iría asimilando la información que yo le había dado. Por mi parte, iba pensando si ella estaría tan desilusionada con “su” relación que dejaría de cumplir su trato conmigo y comencé a urdir un plan B por si esto pasaba, más que nada para poder amenazarla con las cosas que iba a hacer si ella se negaba a seguir siendo mi sumisa.

Paramos en una cafetería y pedimos otros cafés. Tenía los ojos vidriosos de llorar y a mi molestaba estar con una mujer en esa tesitura.

Y- Si quieres estar aquí conmigo vete al baño y arregla un poco esa cara.

Se levantó y se encaminó a los servicios. La verdad es que no tardó mucho. Venía con una sonrisa que se notaba forzada.

R- Mejor así?

Y- Mucho mejor. Te apetece hablar de algo?

R- Sí, de lo bien que lo pasé durante el fin de semana.

Me sorprendió su afirmación. No me lo esperaba. Me deshice de la mirada de amigo y puse la de dominante.

Y- Vaya, vaya con la zorrita. Así que el fin de semana no fue desagradable para mi putita. Ya te dije que eras una zorra sumisa y que ibas a disfrutar más de lo que podías imaginar.

R- La verdad es que no me lo esperaba pero lo pasé muy bien. Me gusta obedecerte y sabes hacer que yo también disfrute. Ya me he masturbado tres veces pensando en todo lo que pasó.

Y- Eso vamos a tener que castigarlo. No tenías mi permiso para correrte.

La verdad es que no habíamos puesto esa condición en ningún momento pero ella no dijo nada, como si de verdad quisiese que la castigase.

R- Pues hay otra cosa que a lo mejor te enfada más porque le he contado a alguien lo que estamos haciendo.

Y- Quééé? Eso lo habíamos dejado muy claro. Nadie podía saber nada. A quién se lo has contado.

Bajó la mirada, reconociendo que había metido la pata hasta el fondo.

R- A Elsa.

Casi ni entendí lo que dijo de lo suave que lo había hecho pero recordé quien era Elsa. Era su mejor amiga, me la había presentado una vez que nos habíamos encontrado por la calle y sólo la vi una o dos veces más. Lo que recordaba de ella era que su estatura era similar a la de Raquel pero rubia aunque sin distinguir si era natural o de bote; estaba un poco más entradita en carnes pero sin llegar a estar ni gordita, sólo era un poco más voluminosa.

Y- Y qué mierdas le has contado?

R- Pues la historia completa, sin entrar en pequeños detalles pero se lo conté todo y cuanto más le contaba más cachonda me iba poniendo así que no paré hasta el final. Según se fue de mi casa me tuve que masturbar de lo cachonda que estaba.

Y- Y ella qué te dijo.

R- A ella le debió poner también súper cachonda porque me confesó al día siguiente que cuando llegó a su casa se había metido en el baño a hacerse un dedo y que se había corrido dos veces.

Y- No te preguntaba nada mientras le contabas?

R- Al principio estaba tan sorprendida que no decía nada, luego ya me iba preguntando detallitos pero yo no quise y solo le conté lo gordo.

Y- Y al día siguiente no te preguntó nada más? Las mujeres soy muy curiosas y seguro que quería saber más.

R- Sí pero yo me di cuenta que no tenía que haberle contado nada y le dije que se olvidase de lo que pasaba. Insistió pero no le dije nada más. Te pido perdón, no volverá a pasar con nadie.

Y- De eso no tengo la menor duda. Cuando recibas el castigo que te mereces por la indiscreción verás cómo no se te ocurre contárselo a nadie más.

R- Perdóname.

Y- No te perdono. Estás acumulando varios castigos. Se te va a hacer cuesta arriba nuestra próxima cita. Vas a quedar con Elsa mañana para tomar un café y a las cinco vais a la cafetería. No le digas que me lo has contado. Yo llegaré un poco más tarde y haremos como si nos sorprendiese vernos allí. Ahora vámonos.

Mientras regresábamos a la ciudad no hablamos nada. Paré en la puerta de su casa y simplemente me despedí con un hasta mañana. Salió del coche y desapareció en el portal. Marché de allí pensando en cómo iba a conducir aquella nueva situación y lo único que me quedó claro era que esperaría a tener delante a Elsa para saber qué iba a hacer.

Al día siguiente y a la hora indicada me fui para la cafetería en la que había quedado con Raquel y su amiga. Cuando entré ellas estaban en una mesa hablando animadamente. Me acerqué a la barra y Raquel al percatarse de mi presencia se levantó a saludarme y me dio dos besos. Elsa también se levantó.

Y- Elsa, verdad?

E- Vaya parece que te acuerdas de mi nombre.

Y- Tengo buena memoria.

R- Quieres sentarte con nosotras o has quedado con alguien?

Y- No, no he quedado. He acabado pronto de trabajar y me apetecía tomar un café y como estaba por la zona y este es el único local que conozco, pues aquí estoy. Venga, nos sentamos.

Estaban en una mesa más bien apartada. Nos sentamos y estuvimos hablando de tonterías. En un momento de despiste por parte de Elsa le hice una seña a Raquel para que fuese al servicio. A los dos minutos se disculpó y se fue camino de los baños. Aproveché el quedarme a solas con Elsa.

Y- Y qué? Cómo te trata la vida?

E- Hombre, podía irme mucho mejor pero no hay queja.

Y- Sales con alguien?

E- Ahora mismo, no. Tuve novio durante dos años pero hace ya seis mese que estoy sin pareja.

Y- Sin ninguna pareja? Jesús, pobre del que te pille entonces.

Me quedé mirándole fijamente. Bajó la mirada. Pensé para mí, vaya, otra que se le suben los colores rápido. Hizo un ademán de decir algo pero le corté.

Y- Qué te pareció lo que te contó Raquel?

Se lo solté directo y se quedó de piedra. Se puso colorada como un tomate y no dijo nada.

Y- Te voy a decir un par de cosas. Lo que Raquel y yo hagamos es problema únicamente nuestro y, por supuesto, nadie, y digo nadie, puede saber nada. De acuerdo?

Seguía colorada, sin decir nada, sorprendida.

Y- Te he hecho una pregunta.

E- No te preocupes, por mi nadie va a saber nada. Te lo juro.

Y- Así me gusta.

En esto regresó Raquel y se quedó de pie, sorprendida por los colores de su amiga y por la cara de mala hostia que yo tenía.

R- Qué ha pasado?

Y- No te importa. Estoy arreglando el desaguisado que liaste. Si ya es difícil que una mujer como tú guarde un secreto pues imagínate dos. Espero que Elsa sea más consciente que tú y mantenga la boca cerrada.

Se sentó sin decir nada y miró a su amiga como preguntándole qué había pasado. Pero Elsa seguía con la mirada abajo y sin decir nada. Me levanté.

Y- Raquel se viene conmigo. Si quieres venir, vienes, pero hasta que yo no te de permiso para hablar no abras la boca. Lo mismo te digo a ti.

Di media vuelta y fui a la barra a pagar las consumiciones. Ellas ya estaban saliendo pero no se decían nada. Llegamos a mi coche y obligué a Raquel a sentarse detrás. Elsa montó a mi lado. Mientras las llevaba para mi casa me entretuve en mirar a la rubia, hasta ahora no me había detenido en “sus detalles”.

Comencé por su rostro. Lo que es guapa, guapa, no era. Tenía unos bonitos ojos claros y un rostro ligeramente aniñado, pero no destacaba nada. Su pelo rubio era teñido, melena corta y como su amiga, sin que se le prestase mucha atención. Bajé un poco la vista y descubrí lo mejor de anatomía. Aunque, como su amiga,  llevaba ropa holgada, pude apreciar que allí había dos buenos melones. Seguí más abajo y poco más que sus sandalias sin tacón. Tanta ropa amplia ocultaba sus formas. Ella era consciente de mis miradas pero mantuvo su vista a la carretera. En todo el camino nadie abrió la boca.

Llegamos a mi casa y las hice entrar. Raquel iba delante, se sabía el camino. Se volvió como preguntándome hacia donde.

Y- Al salón.

Entramos en la sala y les dije que se sentasen en el sofá. Si bien Raquel estaba tranquila, Elsa estaba como un flan, se le notaban las manos temblando.

Y- Si no estás a gusto puedes levantarte e irte. Si te puede más la curiosidad pues te quedas pero te daré unas pequeñas normas que tienes que seguir a rajatabla. ¿Queréis tomar algo?

Asintieron las dos. Me fui a la cocina por una botella de cava y tres copas. Volví al salón y abrí la botella, serví la bebida y le di una copa a cada una.

Y- Brindemos por pasar una buena tarde.

Bebimos. A Elsa le costó hasta tragar. Las miré sonriendo, un momento porque enseguida cambié mi semblante y con voz autoritaria le dije a Raquel.

Y- Tú, vete a ponerte guapa para mí. Sólo los zapatos.

Se levantó como un resorte y salió a prepararse. Volví a llenar la copa de Elsa y la mía. La miré directamente, fijándome como apuraba la copa.

Y- Elsa, Elsa. Estás acojonada. Una parte de ti piensa en salir corriendo, no sabe qué coño estás haciendo aquí, pero tu lado vicioso quiere ver si lo que le contó su amiga es verdad, quiere saber si es posible que lo haya pasado tan bien con las “putadas” que le he hecho. Si te quedas tendrás que cumplir una norma básica, tienes que hacer lo que yo diga, sin rechistar, no me valen negativas ni disculpas porque ante ese comportamiento serás castigada. Te vuelvo a repetir que prefiero que te vayas pero si te quedas es que aceptas esa norma. Esto no es sexo forzado o no consentido, esto es dominación y sumisión. ¿Alguna pregunta?

Volví a llenarle la copa y me quedé mirándole para ver su reacción.

E- Y si me pides algo que me de asco o que no quiera hacer?

Y- Pues lo haces igual. Tu posición aquí es la de sumisa y una buena sumisa tiene como primera norma obedecer. Si no obedece recibe castigo.

E- No sé. Me das miedo. Raquel me contó que lo había pasado muy bien pero que a veces se le había hecho muy duro.

Y- Pero lo pasó bien. Esto se hace duro cuando no cumples, cuando te rebelas, pero al final disfrutas que, al fin y al cabo, es de lo que se trata. Es como todo en la vida, creemos que hay que hacer las cosas de la manera que nos han indicado. Seguro que te han dicho que masturbarse es malo, pero tú te pajeas igual y te das placer, aún siendo socialmente malo. Pues esto es un escalón más. Bien, quiero saber si te quedas o te vas.

Se quedó pensativa. Pensé que la doma de Elsa me iba a suponer más esfuerzo que la de Raquel, pero mi polla me decía que había que intentarlo. Siempre había querido tener una sumisa a mi disposición y ahora tenía la posibilidad de tener dos.

La entrada de Raquel me sacó de mis pensamientos. La verdad es que me pareció la vez que estaba más guapa. Se había maquillado suave pero muy bien destacando sus labios rojos. Se había arreglado el pelo y allí estaba, desnuda y con sus zapatos de tacón. Se acercó a mí y se situó a mi lado. Le agarré un pezón que ya tenía duro imagino que por que le excitaba la presencia de su amiga. Se lo retorcí un poco. Bajé mi mano a su sexo y comprobé efectivamente que ya estaba muy mojada.

Y- Vaya, parece que te excita tener aquí a tu amiguita.

Elsa estaba perpleja. Miró a su amiga y se volvió hacia mí.

E- Me quedo.

Le metí un dedo en el coño a Raquel y le dije.

Y- Viste, zorrita, tenemos otra zorra que se quiere unir a la fiesta. Te gusta que se quede o prefieres que la mandemos a la mierda?

Evidentemente me daba igual su respuesta, pero quise tener un poco de cortesía con la veterana.

R- Que se quede.

Y- Bien. Ponte de rodillas y acaríciame la polla pero sin sacarla. Y tú, levántate, ni se te ocurra sentarte sin mi permiso.

Raquel se arrodilló y comenzó a sobarme por encima del pantalón. Elsa se levantó y se quedó quieta como una estatua. En esos momentos no sabía cómo actuar con las dos, se me pasaban por la cabeza mil cosas pero quería llevarlo con calma para que no se me escapase la oportunidad que se me presentaba. Decidí cambiar de escenario.

Y- A la habitación. Las dos. Sin hablar.

Se encaminaron hacia mi cuarto. Yo me recompuse un poco la entrepierna y me fui detrás de ellas. Cuando llegué estaban las dos de pie, inmóviles. Le di un azote a Raquel.

Y- A cuatro patas encima de la cama. Y tú, qué haces que no estás desnuda.

Raquel obedeció inmediatamente pero Elsa se quedó quieta. Me puse delante de la cara de Raquel y desabroché mis pantalones dejando salir a mi polla que estaba a punto de reventar. Se la puse delante de la boca y no hizo falta decirle nada, comenzó a comérmela. Miré a Elsa y seguía quieta, sin perder detalle de lo que estaba haciendo su amiga.

Y- Tengo que volver a decírtelo?

Como si hubiese vuelto a la realidad comenzó a quitarse la ropa, primero la blusa, luego el sujetador. Ante mí aparecieron aquellas grandes tetas. Me dieron ganas de acercarme a ella y estrujárselas, pero me contuve. Como hizo ademán de pararse le hice un gesto y siguió, ahora la falda y, sorpresa, llevaba tanga; con la cara como un tomate lo agarró por los lados y lo bajó por sus piernas. Dejó la ropa en una silla y se quedó en el sitio, de pie. Estaba roja de vergüenza pero sus ojos denotaban excitación. Ahora la tenía desnuda enfrente mía. Más o menos era lo que me esperaba, nada espectacular exceptuando sus tetas. Lo que no me gustó fue la mata de pelo que tenía en su pubis; eso ya lo arreglaríamos. A todo esto, Raquel seguía afanada en mi polla; entre la visión del tímido desnudo de Elsa y la mamada que me estaban haciendo, estaba tremendamente excitado. Saqué mi polla de la boca de Raquel y me encaminé hacia la rubia. Me puse a su espalda, sin tocarla. Palpé su trasero. El sólo contacto de mi mano hizo que pegase un saltito, nervioso. Amasé sus nalgas con mi mano derecha y con la izquierda le agarré un pecho. Estaba temblando. Miré a Raquel y vi que había girado su cabeza para contemplar la escena.

Y- Quien te ha dado permiso para mirar?

Rápidamente giró su cabeza y volvió a mirar al frente. Seguí apretándole la teta a Elsa y cogí el pezón y se lo retorcí, primero ligeramente y luego más fuerte. Otro respingo. Dejé de sobarle el culo y acerqué mi dura polla a él y me acerqué a su oído.

Y- A lo mejor te estás poniendo cachonda, eh, zorra?

Llevé mi mano hasta su coño. Lo palpé y pasé mis dedos por sus labios. Estaba mojada.

Y- Ya sabía yo que te iba a gustar esto.

Metí el dedo corazón en su interior. Entró hasta el fondo. Comencé a metérselo y sacárselo. Al mismo tiempo restregaba mi rabo por todas sus nalgas. Empezó a gemir. Cuando me pareció que estaba llegando al orgasmo paré. Me puse delante de ella.

Y- Ni se te ocurra correrte sin mi permiso. Venga, desnudadme, las dos.

Elsa empezó a desabrocharme la camisa y Raquel se levantó de la cama de un salto y fue a por mis zapatos. Como tenía a la rubia enfrente me quedé mirándola de forma burlona, ella según me iba desnudando me miraba de vez en cuando, con vergüenza. Los pantalones me los bajaron a cuatro manos y mientras Raquel me los sacaba por los pies, Elsa tiró de mis calzoncillos e hizo lo mismo. Allí estaba, en una habitación completamente desnudo y con la polla supertiesa entre dos mujeres dispuestas a hacer lo que me viniera en gana. Apoyé mis manos en los hombros de Elsa y la empujé hacia abajo.

Y- Chupa. Y tú – refiriéndome a Raquel – lámeme la espalda hasta abajo.

Las dos comenzaron su tarea. Elsa agarró mi rabo con la mano y empezó a dar lengüetazos en mi capullo seguidos de pequeños chupeteos. Sujeté su cabeza con fuerza y empujé hacia adelante. Mi polla entró hasta el final de su garganta. Así supo como tenía que mamarla y empezó a hacerlo mejor. Como tenía mi mano en su cabeza aproveché para hacer presión y dejarle la polla totalmente metida en su boca; me quedé quieto en esa posición. Cuando noté que se empezaba a ahogar se la saqué y ella soltó una bocanada acompañada de una gran expulsión de saliva, hasta tosió un par de veces. Me pareció escuchar una pequeña sonrisa a mis espaldas. Supuse que a Raquel le hacía gracia ver a su amiga pasando por lo mismo que ella había pasado.

Y- Se puede saber qué mierda te hace tanta gracia?

Me estaba gustando lo que me hacía en la espalda, incluso me había besado y lamido las nalgas muy bien, pero no estaba dispuesto a dejar que se creciera.

Y- Vuelve a la cama a cuatro patas que ahora iré a por ti. Y tú, quién te ha dicho que dejes de chupar?

R- Perdón, Señor.

Definitivamente, Raquel estaba sometida a mi; como un rayo volvió a la cama y se colocó en la posición indicada, mientras Elsa se volvía a amorrar a mi rabo. Le volví a sujetar la cabeza y comencé a follarle la boca, con rabia. No quería correrme todavía así que paré, la agarré del pelo y la llevé hasta la cama.

Y- Ponte como Raquel, a su lado.

Ahora tenía a dos putas desnudas y a cuatro patas a mi disposición, dos culos en pompa para hacer de ellos lo que quisiera. Me situé detrás y me quedé observando la escena, en silencio. Ellas estaban expectantes, seguro que pensaban en qué les iba a hacer; de vez en cuando  yo notaba como se miraban entre ellas de reojo. Acerqué mis manos a cada culo y los sobé un poco. Había bastante diferencia entre uno y otro, el culo grande de Elsa destacaba sobre el de Raquel. De repente, solté un azote a dos manos, golpeando sendos culos y noté un pequeño estremecimiento en ambas. Bajé mis manos hasta sus coños y los palpé. Me hizo gracia sentir que estaba haciendo un trabajo “en estéreo”. Comencé a pasarles los dedos por sus rajas, ambas ya muy mojadas, y noté como Raquel cerraba los ojos. Presioné sus clítoris y empecé una masturbación a dúo. Las dos gemían y me propuse que llegaran a correrse así que seguí con el tratamiento. Fui alternando el masaje de clítoris con introducciones de dedos en sus vaginas, eso sí, siempre al mismo tiempo, lo que le hacía a una se lo hacía a la otra. Elsa aceleró los gemidos y se corrió dando saltitos mientras tenía mis dedos dentro. Raquel no quiso quedarse atrás y se corrió casi a continuación también con el mismo tratamiento. Saqué mis mojados dedos de sus coños y volví a darles dos palmadas en las nalgas. Rodeé la cama y me situé delante de sus caras. Les di a chupar mis dedos a cada una para que me los dejaran limpios; por mi postura estaban chupando los jugos de la otra. Cuando ya estaban acabando la limpieza se me ocurrió decirles.

Y- Ahora ya sabéis cada una como sabe la otra.

Raquel levantó la mirada hacia mí como diciéndome qué cabrón eres, pero sin parar de lamer; por su parte Elsa seguía con la labor con los ojos cerrados. Saqué los dedos de sus bocas. A esas alturas mi polla explotaba.

Y- Cerrad los ojos y abrir la boca.

Me hacía gracia la imagen. Dos zorras con los ojos cerrados y la boca abierta esperando su ración de polla. No las hice esperar. Introduje mi miembro en la boca de Raquel, pegué tres envites y pase a la boca de Elsa donde los envites fueron cuatro. Acerqué sus cabezas hasta casi dejarlas juntas y repetí la operación varias veces aunque aumentando el número de envites. Ya no podía más, agarré mi polla y comencé a echarles mi leche por sus caras. Como el primer chorro lo recibió Raquel fue a la que le quedó más cantidad.

Y- Podéis abrir los ojos y vais a limpiaros la una a la otra, con la lengua, hasta que no quede ni un resto de mi leche en vuestras caras de zorra. Tenías que veros, la pinta de putas que tenéis ahora mismo.

Raquel no dudó y se acercó al rostro de su amiga y comenzó a lamerlo, a chupar mi semen. Elsa se dejaba hacer pero estaba como tensa. Pensé que el contacto con su amiga podía desagradarle o tal vez el semen. Cuando Raquel acabó su labor miró a su amiga y, en voz muy baja, le dijo:

R- Hazlo.

Me confirmó que era el contacto con su amiguísima del alma lo que le retraía. Lamía los restos de mi corrida con ganas pero intentando no lamer el rostro de su compañera. Me sonreí porque me estaba dando demasiada información de cómo podía someterla más. Por fin acabó y Raquel sin decir nada se acercó a mi polla y la chupó para dejarla limpia: Mientras lo hacía, me miró a la cara y le devolví la mirada sonriendo en un gesto de felicitación por lo hecho.

Y- Podéis ir a refrescaros. Os espero en el salón. No quiero ninguna conversación entre vosotras, lo que haya que hablar se hará luego.

Las dos salieron del cuarto en dirección al baño. Yo salí detrás de ellas. Llegué al salón, me senté en el sofá y me encendí un cigarro. Mientras me relajaba empecé a pensar en lo que iba a hacer a continuación con aquellas dos zorras que me habían tocado en suerte. Si bien a una la tenía donde quería, lo de la otra iba a tener más miga. El hecho de tener a Raquel sometida casi del todo hacía que el tratamiento de Elsa fuese más rápido pero corriendo el riesgo de echarla para atrás, cosa que yo no quería. Ninguna de las dos era una belleza, pero lo podían suplir con su sometimiento, y eso me complacía.

Al rato llegaron al salón: La actitud de cada una era diferente; por un lado, Raquel venía con la cara radiante, deseosa de seguir haciendo cosas. Por su parte, Elsa tenía un semblante serio seguramente por no estar totalmente convencida de lo que le estaba pasando, pero al mismo tiempo se podía apreciar un punto de sumisión que por lo visto no le desagradaba del todo. Me levanté y me situé a su lado. Me regocijé andando a su alrededor rozándolas como si fuese sin querer, sin parar de observar sus gestos. Acerqué mi boca al oído de Raquel y casi susurrando pero permitiendo que lo escuchase Elsa, le dije:

Y- Lo está pasando bien mi putita?

R- Sí, Señor.

Mientras hablaba con ella mi mano se había posado en su trasero y estaba palpándoselo, manoseándolo. Me giré hacia Elsa y le agarré del pelo tirando un poco hacia atrás.

Y- Y mi nueva puta, qué tal se lo está pasando?

E- Bien. –balbuceó-.

Le agarré con mi mano libre un pezón y se lo retorcí con ganas.

Y- Bien, qué?

Hizo un gesto de dolor.

E- Bien, Señor.

Dejé el pellizco y pase a masajearle el pecho; se lo estrujé y volví a retorcerle el pezón.

Y- Mucho mejor. De rodillas las dos, las manos a la espalda.

Ambas adoptaron la posición. Posé mis manos en sus hombros para indicarles que se sentasen en sus talones. Estaban maravillosas, tan sumisas, tan dispuestas a obedecer, que mi polla comenzó a dar pequeños saltitos y a crecer. Aproveché que sus rostros quedaban a la altura adecuada para seguir andando a su alrededor y de vez en cuando permitir que mi rabo tropezase en sus caras. A estas alturas ya presentaba una erección más que considerable, así que los “tropiezos” eran cada vez más choques que otra cosa.

Pensé que era el momento de forzar un poco y ver si su sometimiento era el adecuado. Sabía que el roce entre ellas iba a suponer mucha incomodidad pero deberían obedecer. Miré a Raquel.

Y- Quiero que le acaricies los pechos y que los lamas y los chupes.

Dudó un pequeño instante pero enseguida extendió las manos y las puso en los pechos de su amiga. Elsa hizo como un gesto de desaprobación que desapareció en el momento en que me miró y comprobó en mi rostro que no había otra opción. Comenzó a acariciarlos como si los estuviese sopesando y acercó su boca a un pezón y comenzó a lamerlo. La cara de Elsa se había tornado roja, supongo que por la vergüenza mezclada con la excitación del momento. Estuvo un rato trabajándole los pechos y Elsa ya sólo suspiraba. Raquel giró su vista hacia mí como pidiendo aprobación o para recibir alguna orden más. Le devolví la mirada.

Y- Tócale el coño y dime cómo está.

Bajó su mano sin vacilar, la posó en el coño de su amiga.

R- Está mojada.

Y- Buen trabajo. Eres una zorra aplicada. Ahora tú.

Le dije a Elsa. Le costó bastante más acercarse a su amiga pero temblorosa lo hizo. Yo tenía la sensación que lo que estaban haciendo lo llevaban deseando desde hacía tiempo pero en la época que paso esto, los prejuicios todavía eran bastantes y seguro que no se habían atrevido ni siquiera a proponérselo una a la otra. Se entretuvo mucho en las caricias, no se decidía a utilizar su boca. Le hice un gesto a Raquel para que la atrajese hacia su pecho. No lo dudó. Empujó la cabeza de su amiga directamente a su teta derecha y no le quedó más remedio que empezar a lamer y chupar. La cara de Raquel era de auténtico vicio no creo que por el placer que le pudiera estar dando su “mejor amiga”, más bien se le veía disfrutar de la situación que, por otro lado, a mí me tenía ya completamente excitado. Me puse detrás de Elsa, también de rodillas y comencé a hurgarle en el coño; le pasé mi mano de arriba abajo por toda su raja, presioné su clítoris, pequeño pero muy duro y se lo masajeé con fuerza. Le introduje un par de dedos y comencé a moverlos frenéticamente. Jadeaba como una perra y ya sólo tenía las manos en las tetas de Raquel. Empujé su cabeza hacia ellas para que siguiera chupándoselas sin dejar de trabajarle los bajos hasta que con un grito que se debió oir a quinientos metros se corrió. Se quedó como muerta, extasiada. Saqué los dedos de su coño impregnados de sus líquidos y se los pasé por toda su raja del culo, prestando más atención a su cerrado agujerito. Raquel estaba radiante, le brillaban los ojos y tenía una mueca entre socarrona y viciosa. Se estaba portando muy bien así que decidí que era su turno.

Y- Túmbate y abre bien las piernas.

Se colocó en esa posición seguramente pensando que me la iba a follar pero lo que hice fue coger del pelo a Elsa y empujarla directamente a la entrepierna de Raquel.

E- No, por favor, nunca lo he hecho.

Sin soltarle el pelo le di un azote bien fuerte.

Y- Hay tantas cosas que no has hecho y que vas a hacer. Vas a tener que hacer correr a tu amiguita, así que esmérate.

Y empezó su primera comida de coño, primero dando besitos y luego sacando la lengua buscando darle placer a Raquel. Le solté el pelo y miré la escena. Yo tenía la polla como una barra de hierro y ver a Elsa comiéndole el coño a Raquel y con el culo en pompa me indicó lo que tenía que hacer. Me situé detrás y comencé a lamerle el ojete, luego le metí un dedo y ella pegó un respingo. Miré a Raquel que estaba disfrutando con la situación.

Y- Cógele la cabeza y que no la saque de ahí.

Raquel abarcó su cabeza y la empotró contra su coño. Yo seguí trabajando su culo, dilatándoselo con mi dedo. Lo saqué, escupí en su trasero y le metí dos dedos. Otros saltito, pero sin más pues la presión que Raquel hacía en su cabeza no se lo permitía. Saqué los dedos y salivé todo lo que pude mi polla. Apunté en su agujero y empujé un poco, hasta introducir todo el glande. Elsa pegó un chillido silenciado por el coño de Raquel. Esperé un momento a que se acostumbrase un poco y se la introduje un poco más. Notaba mucha presión en mi rabo; empujé de nuevo y se la clavé hasta el fondo. Ahora sí que gritó, pero Raquel volvió a empujarle la  cabeza hacia su coño. Comencé a moverme, primero despacio pero fui acelerando mis movimientos. Como no dejaba de quejarse y no estaba dándole ningún placer a su amiga pegué un fuerte empujón intentando metérsela todavía más y me quedé parado.

Y- No voy a parar de romperte el culo hasta que se corra, así que aplícate bien.

Sacó la lengua y comenzó a lamer el coño que tenía en frente. Volví a mi movimiento de mete y saca; cuanto más fuerte le daba más se aplicaba ella en su comida de coño, tanto que hizo que Raquel se corriese de una manera brutal. Lo bueno fue que no paró de comerse aquel coño, como yo seguía follándole el culo ella siguió con la labor y cuando se lo llené de leche, consiguió que se volviese a correr puede que más intensamente que la primera vez. Me quedé quieto, con mi polla dentro, extasiado. Ella apoyó su cabeza en el pubis de Raquel mientras ésta seguía retorciéndose por los restos de sus orgasmos. Me salí de ella y me senté en el sofá y miré a Elsa a los ojos.

Y- Límpiame bien y tú – dirigiéndome a Raquel – límpiala, que no quede nada.

A cuatro patas se acercó a mi entrepierna y comenzó a lamerme para dejarme bien limpio. Raquel se puso a su espalda y abriéndole las nalgas se puso a absorber los restos que todavía quedaban en su recto a la vez que lamía lo que le había ido resbalando por los muslos. Me encontraba muy satisfecho pero a la vez muy cansado.

Y- Podéis ir a asearos y vestíos.

Como a la media hora regresaron al salón ya vestidas tal y como habían llegado. Yo continuaba en el sofá intentando recuperarme. Le indiqué a Raquel que se sentase a mi lado y le acaricié la mejilla.

Y- Estoy muy satisfecho contigo, te has portado muy bien. No obstante sabes que tienes pendiente un castigo por haberte ido de la lengua. Te quiero aquí el domingo a las diez.

R- Si quieres puedo venir mañana.

Y- Creo que tengo lío, tendría que ser a última hora. Quieres que venga la nueva puta?

R- Tú quieres que venga?

Y- No te he preguntado eso.

R- Si tú quieres que venga por mí no hay problema.

Y- Quieres venir, zorra?

Elsa estaba asistiendo a nuestra conversación como anonadada y mi pregunta le sacó un poco de su estado. Balbuceó algo.

E- Bueno, no sé.

Me levanté y me puse en frente de ella.

Y- Eso no es respuesta, quieres venir a seguir con tu adiestramiento de zorra o no?

Estaba tan cerca de ella que podía notar como temblaba. Mi mirada era directa y dura. La suya era tímida y sumisa, hasta puede que con un poco de temor.

E- Vale, vengo.

Y- No, no vale. Te he preguntado si querías venir, todavía no he decidido si quiero que vengas.

Mi contestación le turbó todavía un poco más. Bajó la mirada.

Y- Para venir tendrás que cumplir alguna condición que te voy a poner. Para empezar, a esta casa se viene con pelo sólo en la cabeza. Tu amiga sabe lo que hay que hacer, que te lo explique o que te ayude a hacerlo. Tendrías que traer lencería elegante y bonita y zapatos o sandalias de tacón. Algún problema?

E- No.

Y- Es no, Señor, pero bueno eso ya lo arreglaremos. Para acabar para que yo te deje venir me lo tienes que pedir por favor y decirme lo que eres y cómo te vas a comportar.

Estaba completamente humillada. Raquel la miraba como queriéndole chivar lo que tenía que decir.

E- Me gustaría venir mañana para que me tratases como la puta que soy. Voy a hacer todo lo que me pidas, sin rechistar. Por favor.

La verdad es que me sorprendió bastante.

Y- Muy bien, muy bien. Lo has hecho bien. Otra cosa? Utilizas anticonceptivos?

E- No, normalmente lo hago con condón.

Y- Pues eso no me vale. Empezarás a tomar la píldora.

Cogí un par de folios y escribí algo que se me ocurrió. Le di uno a cada una.

Y- Ahí va escrito lo primero que me tenéis que decir cada una cuando pase a recogeros mañana. Iré sobre las diez de la noche y me esperáis donde siempre pero fuera, en la calle. Recordad que pasareis aquí la noche. Ya podéis iros. Hasta mañana.

Les llamé un taxi y se fueron. Cogí algo de la cocina para cenar y me fui pronto para la cama, había que reponer fuerzas, la próxima noche iba a ser bastante movidita.