Me gusta dominar 11

La “rebelión” de mi sumisa morena tiene sus consecuencias y partir de ahora la sumisión de mis zorras va a ser total.

Cuando llegué al hotel los primeros rayos de sol aparecían por el este. En el ascensor que me llevaba a la habitación pensé en lo que me iba a encontrar en ella; suponía que estarían dormidas o tal vez, estarían esperando mi llegada, preocupadas por mi enfado. Como la llave la habían cogido ellas, tuve que llamar a la puerta para que me abriesen. Lo hizo Elsa, con cara de acabar de despertarse.

Y- Hola, perdona que te haya despertado.

E- No pasa nada. Estás bien?

Y- Sí, cansado.

Comencé a desnudarme con ella a mi lado pero sin hacerle mucho caso. Raquel estaba en la cama pequeña y aunque parecía dormida, noté que estaba pendiente de lo que hacía. Tenía pensado acostarme en esa cama pero al estar ocupada me tumbé en la grande. Elsa seguía de pie sin saber muy bien qué hacer.

E- Quieres que haga algo, amo?

Y- Que me dejes descansar.

Le di la espalda y me dispuse a dormir un par de horas, por lo menos.

Y- Mañana salimos a las doce. Estad listas. Si despertáis antes, a las once me llamáis.

Me quedé dormido enseguida y desperté con la agradable sensación de unos labios alrededor de mi polla. Mantuve los ojos cerrados disfrutando de la mamada matutina pero no pude resistirme a ver la escena cuando la boca que me succionaba bajo a lamer mis huevos mientras otra boca se hacía con mi erecto pene. Raquel era la que me comía las pelotas con más ganas que nunca. Al notar que había despertado, Elsa dejó mi polla, que rápidamente volvió a la boca de la zorra morena, y me saludo sonriendo.

E- Buenos días, amo. Son las once.

Las dos ya estaban arregladas, desnudas pero con las sandalias puestas. Le hice una señal para que se acercase, le di un besito de buenos días y le invité a acostarse a mi lado, abrazada a mí, mientras su amiga acababa su labor, lo que le complació bastante. Mirábamos como mi polla entraba y salía de la boca de Raquel, que aceleró sus movimientos buscando mi rápido placer, como no hacía tanto tiempo que me había corrido, le costó algo más de lo habitual pero consiguió su objetivo recibiendo mi leche en su garganta, sin dejar escapar ni una sola gota y sin dejar de chupar y lamer hasta dejármela bien limpia. Levantó la vista y su mirada se encontró con la mía, dura y enfadada. Volvió a bajarla, sumisa. Quizás había pensado que ya no estaba enfadado, pero no le iba a resultar tan sencillo. Salté de la cama.

Y- Como ya estáis casi listas, cuando acabéis podéis ir bajando a desayunar. Luego ya os veo allí.

Me metí en el baño, me di una larga ducha con agua muy caliente y justo cuando cerraba el grifo escuché como se cerraba la puerta. Empecé a pensar en la forma de tratar la situación: estaba bastante enfadado con la “rebelión” de Raquel y eso no lo iba a dejar así, por lo que decidí mostrarme lo más duro posible pues lo que no quería es que se repitiesen esas actitudes rebeldes. Me vestí y dejé la habitación yendo a su encuentro. Estaban desayunando, tranquilas pero expectantes ante mi reacción. Pedí un café con leche y cogí la prensa, pasando totalmente de ellas.

E- Qué vamos a hacer hoy, amo?

Bajé el periódico y las miré, serio.

Y- Nos vamos para casa. Id al baño y quitaros la ropa interior, toda. Cuando volváis salimos.

Y seguí con la lectura y con mi café. Ellas se levantaron y fueron a los servicios; al rato volvieron y ya ni se sentaron, esperando impacientes que saliésemos de allí. Me tomé mi tiempo para ponerlas un poco más nerviosas. Cuando me levanté pareció que, sobre todo Elsa, respiraba mejor y salimos hacia el coche. Dejamos el escaso equipaje en el maletero y le dije a la zorra rubia que montase a mi lado. Nada más arrancar noté el tenso ambiente que se respiraba en el coche; nadie decía nada y todos teníamos la vista al frente, fija, mascullando interiormente lo que podía pasar. Decidí romper aquella situación, a mi manera, y me dirigí a la zorra rubia, apoyando mi mano en su muslo.

Y- Dime, qué eres para mí?

Me miró casi con adoración.

E- Soy tu puta zorra.

Miré por el retrovisor a mi otra sumisa y ella cruzó su mirada con la mía.

Y- Y tú?

R- Tu puta zorra.

Hizo una pequeña pausa.

R- Amo, quiero que me …..

Le mandé callar.

Y- Sólo te he preguntado qué eres, nada más.

Sentí la necesidad de aplicarle algún castigo, algo que la fuese preparando para lo que iba a venir, por lo que empecé a buscar por la carretera, algún lugar lo suficientemente discreto para llevar a cabo mi idea. Como a los veinte kilómetros cogí un desvío que me pareció perfecto. Paré el coche en una especie de claro y les ordené bajarse.

Y- Poneos en posición, ya.

Obedecieron inmediatamente y lo único que tuve que variar fue su situación, para apartarlas un poco más de la vista de algún repentino mirón, colocándolas cerca de unos árboles.

Y- La verdad es que no tenía pensado parar hasta llegar a casa, pero me parece que es demasiado premio para ti – señalé a la zorra morena- el estar sin recibir ningún castigo hasta que lleguemos. Venga, desnúdate.

Abrió los ojos sorprendida, pero bajándose los tirantes, dejó caer el vestido quedando con las sandalias como único vestuario. Hice que bajase las manos hasta los tobillos para que sus nalgas quedasen totalmente expuestas y sin más explicaciones, comencé a azotarle el culo con ganas, cada vez en una nalga, sin prisa pero sin pausa, haciendo que cada vez se pusiesen más coloradas. Más por mi cansancio que por las ganas, paré de azotarla cuando debía llevar unas cuarenta “nalgadas”; la mano ya me dolía y su culo estaba rojo.

Y- Así irás pensando lo que te espera cuando lleguemos; esto no es más que un anticipo. No te quiero oír en todo el camino,…ni a ti tampoco. Vístete que nos vamos.

Monté en el coche y esperé a que se sentasen. A Raquel le costó un poco y al sentir el contacto con el asiento, pegó un salto pero viendo que la estaba observando por el retrovisor, aguantó y apoyó sus doloridas nalgas. Puse un poco de música y volvimos a la carretera.

En bastante menos de dos horas estábamos entrando en nuestra ciudad; en todo el trayecto nadie abrió la boca.

Y- Alguna quiere que la deje en su casa?

Las dos negaron con la cabeza, sin emitir ni el más mínimo sonido y seguí ruta hasta mi casa. Cuando llegamos se bajaron rápidamente, entraron y se pararon en el recibidor, esperando alguna orden. Las hice subir a la casa y les dije que tomasen algo y se refrescasen un poco, que la tarde iba a ser larga. Me fui al salón y las oí ir del baño a la cocina y a “su habitación”; al poco rato entraron desnudas en la sala y sin decirles nada se pusieron en posición. Me quedé mirándolas y preparando mentalmente lo que venía a continuación.

Y- Veréis, mis queridas putas sumisas. Nuestra relación se basa en que yo mando y vosotras obedecéis,…, y lo hacéis con gusto porque así me complacéis. No es tan difícil, pero siempre, la una o la otra, falláis en vuestro cometido….A veces pienso que estoy perdiendo el tiempo con vosotras.

Dejé que pensasen bien lo que acababan de oír y volví a la carga.

Y- Lo normal sería que todos disfrutásemos con lo que hacemos, pero creo que os gustan demasiado los castigos y por eso me puteáis, para que os dé caña. Yo soy dominante, no sádico. No disfruto castigándoos y sé que de vez en cuando habrá que hacerlo, pero no siempre, me tenéis harto.

Me fui a la cocina a beber un poco de agua fresca y las dejé mascullando mis palabras. Esperaba que les hubiese quedado lo bastante claro porque la verdad es que no me apetecía estar siempre así. Cuando regresé seguían en la misma posición, con la mirada al frente y dispuestas.

Y- Ahora vamos a bajar al garaje. No me apetece castigarte –me acerqué a la zorra morena- pero no me has dado elección. Venga, id bajando.

Salieron y yo fui a la habitación para sacar de la maleta algunas cosas que me iban a hacer falta, las esposas, la correa y algunas cuerdas que había llevado para nuestro viaje. Cuando llegué al garaje la luz continuaba apagada y al encenderla las vi en el centro en posición, una junto a la otra. Le indiqué a la zorra rubia que se arrodillase junto al sillón y me dispuse a preparar a la morena. Esposé sus muñecas a la espalda y até una cuerda a los grilletes que pasé por la argolla del techo; hice que se inclinase hacia adelante para que sus brazos quedasen estirados hacia arriba y su culo a mi disposición. No me pareció suficiente y le hice bajar más la cabeza para que la tensión en sus brazos fuese mayor; por sus gestos, se adivinaba que la postura le provocaba dolor en las extremidades pero de su boca no salió ni un lamento. La rodeé pasando mi mano por su espalda y al llegar a sus nalgas, coloradas todavía, sí que dio un respingo adivinando lo que le venía encima; no quise defraudarla y solté una fuerte palmada en la derecha. Me consideré satisfecho con el amarre y fui hasta la otra zorra.

Y- Desnúdame.

Se levantó y me fue quitando la ropa mientras yo no dejaba de mirar a Raquel. Puede que por la posición o porque no le apetecía ver cómo me desnudaban, bajó la vista al suelo.

Y- Eh, zorra, no dejes de mirarme ni un segundo.

Levantó de nuevo su mirada justo cuando Elsa se deshacía de mis calzoncillos. Mi polla ya mostraba un buen tamaño sin estar erecta del todo. Me miró esperando una nueva orden.

Y- Pónmela dura.

Se arrodilló y se la metió en la boca directamente, comenzando una buena mamada que en poco tiempo consiguió el objetivo deseado. La aparté de mí y acerqué mi rabo a la boca de la zorra morena que ante mi proximidad abrió la boca sabedora de lo que le venía encima. Sin ningún miramiento se la introduje hasta que mis pelotas chocaron con su barbilla y me mantuve así hasta que noté que le comenzaba a faltar el aire. La saqué y me fui para el sillón, dirigiéndome a la zorra rubia que seguía mirándome esperando órdenes.

Y- Dame un cigarro del pantalón y sube a prepararme un Martini. Ah, y trae una botella de agua y un pepino de la nevera.

Mientras fumaba no le quitaba ojo a mi atada sumisa que se esforzaba en no bajar la vista. En sus ojos no había rabia ni tan siquiera desacuerdo con lo que estaba pasando, más bien una mirada que aceptaba el merecido castigo y, de vez en cuando, algún gesto de malestar por la postura en la que se encontraba. En esto llegó Elsa con las cosas que le había pedido, me dio el vaso y le dije que pusiese en la mesa el agua y el pepino. Se quedó de pie esperando alguna indicación y le eché una mirada de enfado.

Y- Ponte de rodillas y vuelve a ponérmela dura; tiene que estar siempre dura. Entiendes?

E- Sí, amo.

Se puso de nuevo a comérmela, metiéndosela bastante dentro de la boca; esta vez le permití estar más tiempo con la mamada. Le di otro sorbo a mi copa y dejé el vaso en la mesa, para levantarme y volver a meterle la polla en la boca, hasta el fondo, a la zorra morena que, como en la ocasión anterior, aguantó bastante bien el envite. Regresé a mi asiento y enseguida, la zorra rubia se amorró de nuevo a mi rabo. La aparté de mí.

Y- Ponle un condón al pepino y méteselo en el coño.

Me miró sorprendida por la orden pero mis ojos le indicaron que debía hacerlo ya. Se levantó y preparó el casero dildo como le había dicho; fue detrás de su amiga, colocó la enfundada fruta en la entrada de su coño y se la fue metiendo despacio. Raquel cerró los ojos y se mordió el labio, pero al sentirlo más adentro, emitió un pequeño quejido.

Y- Méteselo de una puta vez, ya, y que no se salga. Y tú, zorra, abre los ojos y mírame.

Ambas obedecieron y el pepino desapareció totalmente en el interior de la morena, que mantenía su mirada puesta en mí, totalmente sumisa, mientras la rubia taponaba la salida de su coño. Dejé que transcurriesen unos minutos y le indiqué a Elsa que volviese a su sitio. Coloqué una pierna en un brazo de sillón para exponer perfectamente mi entrepierna.

Y- Lámeme los huevos y el culo.

Comenzó a pasarme la lengua por la zona indicada, pasando de una a otra mientras yo no dejaba de mirar a Raquel, que tampoco desviaba su mirada de la mía. De repente, el pepino se salió de ella y un gesto de alivio asomó en su rostro, pero sin dejar de mirarme. El trabajo bucal de mi puta rubia y la situación me tenían a punto de explotar, por lo que le ordené parar. Quedé unos instantes quieto, pensando en varias cosas para detener un poco mi excitación. Me levanté y fui hacia mi atada sumisa cogiendo la cuerda que la sujetaba al techo.

Y- Ponte de rodillas.

Fui aflojando un poco para que pudiera ponerse como le había dicho y volví a amarrar la cuerda cuando su cara estaba apenas a cinco centímetros del suelo. Ahora su culo quedaba más expuesto todavía. Me acerqué a la rubia, que se mantenía de rodillas, y se la metí en la boca, follándola durante unos segundos; quería tenerla bien dura. La saqué y volví a la morena, separando sus nalgas con fuerza para dejar a mi disposición su agujero trasero; puse la punta de mi rabo en él y de un solo empujón se la enterré hasta el fondo. Ahora sí que soltó un grito de dolor pero yo empecé a entrar y salir con fuerza, sin importarme sus lamentos. Me detuve con la polla totalmente dentro.

Y- Ahora, puta, ahora puedes decirme lo que querías.

R- Perdón, amo, no volveré a defraudarte.

Reanudé la follada y volví a pararme dentro de ella.

Y- Eso es todo? No me llega, qué eres y qué vas a hacer?

R- Soy tu puta y haré todo lo que me pidas.

Y- Siempre?

R- Siempre, amo.

Se la saqué del todo y volví a metérsela de golpe; ahora ya se deslizaba mejor por su estrecho conducto. Mientras le follaba el culo quise que siguiese el castigo.

Y- No pares de decirme lo que eres.

R- Soy tu puta, soy… tu puta, …soy tu… puta,….

Ya no aguantaba más y aceleré mis movimientos, violentamente, y descargué mi corrida en su culo, mientras ella seguía con su letanía. Me salí y le ordené parar, hice una seña a la zorra rubia para que se acercase.

Y- Límpiame, puta.

Elsa procedió a la limpieza de mi polla con su habitual empeño, cuando consideré que ya estaba, la aparté.

Y- Suelta a la zorra de tu amiga y asearos, si queréis, y comed algo, si os apetece. Yo me voy a descansar un rato, me despertáis en dos horas. Tenéis prohibido todo lo que tenga que ver con sexo, entendido?

E- Sí, amo.

Y sin más, me dirigí a mi habitación a tumbarme en la cama, me encontraba bastante cansado y lo mejor era reponerse un poco. Caí rendido, boca abajo y me quedé dormido casi al momento. Desperté con una vocecilla muy cerca de mi oreja.

E- Amo,…amo, ya han pasado dos horas.

Medio dormido, me la saqué de encima como pude.

Y- Ya me levanto, esperadme en el salón.

Oí como salían de la habitación mientras yo intentaba acoplarme a la luz que entraba por la ventana. Me sentí con más fuerzas y decidí levantarme. Estaban sentadas en el sofá y al verme en la puerta se apresuraron a levantarse.

Y- No, no. Tranquilas. Comisteis?

E- Sí, amo, picamos algo.

Y- Me puedes preparar algo para mí, por favor? Mientras me doy una ducha para refrescarme un poco.

E- Vale.

Ya en el baño y mientras vaciaba mi vejiga, escuche a Raquel al otro lado de la puerta.

R- Amo, quieres que te haga algo?

Y- No, ayuda a Elsa, yo no tardo nada.

Me di una ducha rápida, para despejarme, y fui a la cocina donde las dos se afanaban en prepararme una ensalada. Casi sin hacerles caso, cogí una botella de vino de la nevera y me fui para el salón; me serví una copa y esperé a que me trajesen la comida. Al poco rato entraron y Elsa me sirvió, mientras Raquel esperaba un poco más atrasada alguna orden.

E- Está bien así, amo?

Y- Sí, perfecto. Gracias.

Dio dos pasos atrás y se colocó al lado de su amiga, aguardando también. No quise defraudarlas.

Y- Poneos en posición.

Inmediatamente se colocaron como les había pedido, una al lado de la otra, mientras yo daba cuenta de aquella ensalada, sin prestarles mucha atención. Cuando ya no me apeteció comer más me dirigí a mis dos zorras.

Y- Muy buena, gracias Elsa. Raquel, hazme un café.

Salió hacia la cocina, me senté en el sofá y le pedí a la zorra rubia que se arrodillase frente a mí.

Y- Apoya el culo en los talones y deja la manos sobre los muslos…. Quiero que sepas que no tengo ninguna queja de ti, es más, estoy muy satisfecho…. Pero debes entender que lo que hago es por el bien de todos, para que las cosas vayan por donde tienen que ir, y que no podemos estar siempre corrigiendo y castigando. Lo entiendes?

E- Sí, amo. Lo que tu decidas está bien.

Y- Vale, ahora voy a deciros a las dos cómo van a ser las cosas a partir de ahora.

Llegó Raquel con el café y me lo sirvió; le dije que se pusiese como su amiga.

Y- Bueno, le estaba diciendo a Elsa que vamos a hacer unos cambios en nuestra relación. Vamos a dejar las cosas claras. Vosotras sois mis putas sumisas y estáis a mi total disposición, sin condiciones, y yo soy vuestro Señor y hago con vosotras lo que me dé la gana. Ya nos vamos a dejar de tonterías de si esto sí o esto no. No me apetece andar con gilipolleces y a la primera negativa o gesto de desaprobación que reciba, os mando a la mierda. Queda claro?

E y R- Sí, amo.

Y- Espero que de verdad lo tengáis claro porque no voy a pasar ni una. Voy a hacer con vosotras lo que me apetezca, con gente, sin gente, con dolor o sin dolor, lo que quiera.

Me miraban un poco confundidas pero entendiendo lo que les estaba diciendo. Intentaba estar lo más serio posible mientras hablaba, pero al mismo tiempo, mi polla empezaba a dar síntomas de lo que me excitaba aquella conversación.

Y- Ahora es el momento de preguntar si es que tenéis alguna duda.

R- No, amo. Somos tus putas sumisas y haremos lo que tú quieras.

Me sorprendió que fuese la zorra morena la que había dicho aquello; parecía que mi reacción ante su “rebeldía” había hecho efecto. A estas alturas, mi rabo ya estaba pidiendo guerra.

Y- Ahora, mi puta rubia me la va a chupar y mi puta morena se va a poner de pie, a mi lado.

Elsa se puso a la faena y cogiéndome la polla se la metió directamente en la boca; mientras Raquel se levantó y vino a mi lado.

Y- Cómo estás?

Le di la vuelta para ver el estado de su trasero.

R- Bien, amo. Me duele un poco pero ya se pasará.

Comprobé sus maceradas nalgas y pasé mi mano suavemente por ellas. Se estremeció al sentir el contacto y pegó un salto cuando le di un pequeño azote en ellas.

Y- Están bien. Abre las piernas.

Llevé mi mano a su coño y lo apreté con fuerza. Pasé mis dedos por toda la raja y presioné durante unos segundos su clítoris; luego le introduje un dedo y empecé a follarla con él, lo que le hizo comenzar a gemir. La rubia seguía con mi rabo en la boca, chupando, lamiendo, haciendo que se pusiese muy duro. Le mandé parar e hice que la puta morena se sentase en mi polla, lo cual hizo, pero despacio para que su trasero no chocase con mi cuerpo. Puse mis manos en sus hombros y empujé hacia abajo para que el contacto fuese más fuerte.

Y- Hasta dentro del todo, tienes que metértela toda, zorra.

Pegó un grito al sentir sus nalgas contra mí. La retuve así un instante.

Y- Fóllame, puta, métetela hasta el fondo, zorra. Y tú, mete tu cara de puta y danos placer, zorra.

Me puse un poco salvaje. El hecho de que aceptasen una sumisión total me había disparado y el sentirme tan dueño de ellas, aguantando lo que fuese, me estaba sacando fuera de mí. Era tal el grado de excitación que sentí que si no paraba, me iba a correr pronto. Volví a dejar a Raquel con mi polla dentro y con sus nalgas apretadas contra mi cuerpo y tiré de ella hacia atrás agarrándole las tetas; en esta posición su ensartado coño quedaba perfectamente expuesto a los ojos de la zorra rubia.

Y- Haz que tu amiga se corra, zorra. Cómele el coño hasta que reviente.

Elsa empezó a lamerle toda la zona e incluso yo notaba de vez en cuando el contacto de su lengua en la base de mi rabo. Raquel mantenía un gesto de dolor en su cara pero acompañado de gemidos ocasionados por la lengua de su amiga; tenía la cabeza al lado de la mía y le lamía la oreja.

Y- Qué eres?

R- Tu… puta…, amo.

Y- Te está gustando, verdad, puta?

R- Sí…, amo…, me gusta, me… gustaaa.

Le llegó un orgasmo que, por necesitado, fue de los fuertes; las contracciones de su vagina al correrse casi hacen que yo me fuese también. Quise mantener el momento.

Y- No pares, puta rubia, sigue dándole placer a esta zorra. Por qué eres una zorra, verdad?

R- Sí, amo…. Soy tu puta zorra.

Esta vez casi no hubo que aguardar a que le viniese el segundo orgasmo, menos intenso que el primero, pero que la dejó para el arrastre. La saqué de mí de un movimiento y cayó en el sofá derrumbada. Me levanté con la polla muy dura, ante la cara de la zorra rubia.

Y- Y mi zorra rubia? Vas a querer tu ración de rabo?

E- Sí, amo. Lo estoy deseando.

Tal y como estaba, de rodillas, le hice apoyar la cabeza y las manos en el sofá y me situé tras ella. Palpé su coño y estaba totalmente empapada. Sin más miramientos, la agarré por las caderas y se la metí en el coño de una sola tacada, hasta dentro; pegué tres o cuatro empujones y la saqué. Apunté al agujero de su culo y lo mismo, hasta que no entraba más. Alterné sus agujeros varias veces haciendo pequeñas paradas para retrasar mi eyaculación, pero en una de mis entradas en su vagina, sentí que ya no podía aguantar más y aceleré mis envites, explotando en su interior al tiempo que ella tenía un más que ganado orgasmo.

Quedé agotado y las piernas me temblaban. Me tumbé en el suelo con la respiración muy agitada. De repente vi como la zorra morena se incorporaba a duras penas y se venía hacia mi maltrecha polla para realizar la preceptiva limpieza.

Y- No, tú no. Que me la limpie la puta rubia y tú, cómele bien el coño que le debes uno.

Elsa se movió entonces hacia mí y se metió mi flácido rabo en la boca, mientras su amiga se metía entre sus piernas, lamiendo sus jugos y mi corrida; en poco tiempo, noté como, sin sacarse mi miembro de la boca, empezaba a bufar y cómo se corría por las caricias bucales de Raquel. Me miró sonriente y le correspondí con una caricia en la mejilla.

Y- Vamos a la cama.

Cogí a ambas por la mano y nos tumbamos los tres, cada una a un lado, abrazados sin decir nada, hasta que me di cuenta que se habían quedado dormidas. Me quedé mirando al techo, pensando en lo que tenía entre mis brazos y en lo que podía hacer con ellas; se me abría un montón de posibilidades y estaba dispuesto a aprovecharlas. Ya llevábamos un buen rato así y los brazos empezaban a dormírseme, hice un ademán de levantarme y Raquel abrió los ojos, sonriéndome. Le indiqué con gestos que iba a levantarme y me facilitó la labor, haciéndole saber que se quedasen un rato más descansando. Estuve por la casa haciendo tiempo, sin centrarme en nada, hasta que se levantaron. Vinieron hasta la cocina y decidí finalizar el fin de semana.

Y- Vamos a dejarlo por hoy. Durante la semana contactaré con vosotras, con las dos o con una, no lo sé. Como sois buenas putas sumisas estaréis preparadas. Ahora arreglaos un poco que os llevo a casa.

Se acicalaron y cuando estaban listas me vestí y las acerqué a sus casas. Nos despedimos con un piquito y cuando ya me iba, Raquel se acercó a mi oído.

R- Soy tu puta zorra y estoy deseando complacerte. No tardes en llamarme, amo.

Le sonreí y me fui. Sin ninguna duda no iba a tardar mucho en llamarla.