Me gusta dominar 10

En mi afán de avanzar en mi relación con mis dos zorras sumisas, vamos a otra ciudad para continuar el adiestramiento. Aunque las cosas no iban mal, el final no fue el esperado.

Me pasé el resto de la semana pensando en cómo avanzar en la relación con mis dos sumisas; nuestras sesiones de fin de semana estaban bien, pero mis ansias por experimentar cosas nuevas me hacían elucubrar nuevas situaciones, nuevas sensaciones. Las posibilidades que se me abrían no eran muchas o por lo menos eso era lo que yo creía en aquellos momentos. No podía usarlas a mi antojo en nuestro entorno social y el hecho de volver a encerrarnos en mi casa no me aportaba nada nuevo.

Entonces pensé en irnos a otro sitio, a otra ciudad más grande que la nuestra, un sitio donde no nos conociesen y en el que pudiésemos hacer lo que nos diese la gana sin el temor al qué dirán. Me decidí por una que estaba a menos de dos horas en coche de la nuestra, bastante más abierta y conocida por su buena marcha nocturna. Reservé una habitación para tres en un céntrico hotel y no les dije nada a mis zorras, para darles una sorpresa, y así, cuando llamé para quedar, sólo les hice la indicación de que se pusiesen muy guapas, que íbamos a salir de marcha.

Quedamos el sábado por la tarde, a primera hora. Cuando llegué a la cafetería las vi charlando animadamente entre ellas, tanto, que no se dieron cuenta de mi llegada. Me acerqué por detrás y puse mis manos en los ojos de Raquel.

Y- Quién soy?

R- Mi ….Carlos.

Menos mal que reaccionó a tiempo. Estuvo a punto de decir la palabra “amo” allí, en medio de un montón de conocidos que seguramente no se hubiesen dado cuenta, pero habría sido algo que no queríamos ninguno. Elsa me sonrió y se levantó a darme dos besos y al quitarle las manos de la cara a Raquel, también se levantó para lo de los dos besos pero me dijo bajito al oído:

R- Mi amo.

Y- Vamos un poco mal de tiempo. Podemos irnos?

No me apetecía tomar nada y si queríamos hablar de cosas teníamos casi dos horas de coche para hacerlo. Ambas apuraron su consumición y salimos del local hacia el coche. Les abrí la puerta a cada una y nos pusimos en marcha, rumbo a nuestro destino. Pensaron que pasaríamos por mi casa por lo que les sorprendió que tomase una dirección distinta a la habitual.

R- A dónde vamos, amo?

Y- Es una sorpresa, sólo os puedo decir que vamos a pasarlo bien y a avanzar en vuestro adiestramiento.

Ambas quedaron intrigadas, aún más cuando me volví hacia ellas con una maquiavélica sonrisa. No les dije nada más y aunque Elsa pidió una pista sobre nuestro destino, una señal de silencio le hizo desistir. Cuando llevábamos unos kilómetros, vi un camino que parecía que conducía a una pequeña arboleda, apartada de la carretera. Me metí por él y detuve el coche cuando calculé que estábamos lejos de miradas ajenas. Era el momento de marcar las pautas de nuestra salida.

Y- Salid del coche.

La tarde era bastante calurosa y no se oía ningún ruido, sólo el cantar de algún grillo hacía que no existiese el silencio más absoluto. Salieron del vehículo sin tener muy claro lo que debían hacer.

Y- Poneos en posición. Hasta ahora no he podido examinaros bien.

Obedecieron al momento. La imagen me pareció muy erótica. Dos mujeres en medio del campo, con aquellos vestidos cortos a los que se habían aficionado, con sus sandalias de tacón y muy bien maquilladas, ya era de por sí una escena bastante sugerente, pero si le añadimos el hecho de estar con las piernas abiertas y las manos en la nuca, totalmente ofrecidas, la cosa se convertía el algo sumamente excitante; hasta mi polla empezó a dar saltos dentro de su escondite.

Pasé por delante y por detrás de las dos, como si estuviese pasando revista en el ejército. Me detuve frente a ellas, en el medio de ambas.

Y- Bien. Os habéis puesto muy guapas, es más, cada día estáis más buenas. Os están sentando muy bien las sesiones de sexo, pero que muy bien. Hoy vamos a dar un pasito más en vuestra educación para ser una buenas zorras sumisas. Las normas las conocéis de sobra, con obedecer a todo ya está.

En la posición que estaba me fue fácil acercar mis manos a sus entrepiernas. Levantando un poco sus vestidos, pasé mis dedos por encima de la escasa tela de sus tangas y comprobé que todavía no se habían humedecido.

Y- Fuera esos tangas.

Rápidamente se despojaron de las pequeñas prendas y me las dieron, volviendo a su posición de sumisas. Volví a pasar las manos y me entretuve un poco con los dedos en sus respectivos sexos, buscando que comenzasen a excitarse. Cuando Elsa cerró los ojos supe que iba por buen camino así que me detuve.

Y- Os voy a contar el plan para hoy. Nos vamos de fiesta, a una ciudad donde no nos conocen. Vamos a pasarlo bien, pero que os quede claro que no voy a aceptar ninguna negativa a nada de lo que yo ordene… y cuando digo a nada, es a nada.

Mantuve silencio por un instante para que fuesen pensando lo que se les podía venir encima. Me encantaba hacerlas sentir aquellas inquietudes.

Y- Evidentemente podéis decir que no queréis ir y sin ningún problema damos la vuelta y os dejo en vuestra casa. Si decidís venir conmigo será en vuestra condición de putas sumisas con lo que ello supone.

En un rápido gesto se miraron y me miraron.

R- Sí que vamos.

Y- Pues venga, vamos de viaje.

Montamos en el coche y volvimos a la carretera. El examen y la charla me habían provocado una buena erección que se notaba bastante en mis pantalones. A estar sentada delante, Raquel se dio cuenta.

R- Quieres que te baje eso, amo?

Y- Ja,ja,ja. Tranquila que tendrás ocasión de atender a mi polla. Qué pasa? Estás cachonda?

R- Jo, lo que quiero es complacerte.

Y- Ya me complacerás, no tengas duda. Por cierto, no te has disculpado por lo del martes.

R- Perdona, amo, pero vinieron unos amigos de mis padres y tuve que estar con ellos todo el día.

Y- Vale, no pasa nada, lo único que te perdiste una buena tarde, verdad Elsa?

La rubia se colocó entre los dos asientos delanteros para estar más dentro de la conversación.

E- Vaya si fue una buena tarde y ella lo sabe, porque ya se lo conté. Espero que no te parezca mal, amo.

Y- Nooo, para nada. Me gusta que habléis de lo que hacemos, seguro que os ponéis cachondas recordando y os hacéis unas buenas pajas.

R- Ja, ja. No nos pillas, amo. Sólo nos hemos tocado una vez y ya me dijo Elsa que te lo había contado.

Y- Sí. Bueno, eso juntas, pero por separado no os habéis hecho ni un dedito?

E- Yo no, amo. Y eso que ha habido ratos que tenía muchas ganas.

R- Yo tampoco.

Y- Entonces estaréis muy calientes.

R- Yo como una moto, más que esta zorra que tuvo su ración el martes, ja,ja.

E- Envidiosa, dale las gracias a los amigos de tus padres, ja,ja.

Nos reímos durante un buen rato mientras hablábamos de las cosas que habíamos hecho y ellas comentaban sus sensaciones. Se notaba que iban adquiriendo confianza y que cada vez asumían con más normalidad su condición respecto a mí. Paramos a repostar y al salir de la gasolinera miré directamente a Raquel.

Y- Te gustaría poder correrte, zorrita mía.

R- Ahora?

Y- Ahora.

R- Sí, amo, me gustaría,… si tú quieres.

Y- Pues levántate el vestido y mastúrbate para nosotros. Y tú deja las manos quietecitas en los respaldos, que te conozco, ja,ja.

No lo pensó ni un segundo y remangando el vestido hasta la cintura, comenzó a acariciarse el sexo, despacio.

Y- Cierra los ojos y dinos lo que se te pasa por la cabeza, en qué piensas para excitarte.

La verdad es que no lo había planeado pero pensé que sería una buena manera de saber lo que más le ponía. Cerró los ojos y entreabrió los labios, pasándose la lengua por ellos para humedecerlos un poco. Soltó un pequeño gemido justo cuando aceleró los movimientos de sus dedos en su coño, pero no dijo nada. Yo iba conduciendo a la vez que observaba la escena; bajé un poco la velocidad para no tener un accidente.

Y- Dime, puta, qué coño estás pensando. Qué imagen tienes en la cabeza?

R- Estoy tumbada en la cama y tú estás encima, follándome la boca y con tus dedos metidos en mi coño.

Aceleró todavía más la caricia y volvió a gemir, esta vez más fuerte. Subió su mano hasta la boca con intención de humedecerse los dedos pero la detuve y se los acerqué a la boca de Elsa. Se los llenó de saliva chupando como si de un pene se tratase. Reanudó la paja con ganas gimiendo cada vez más. Con la voz entrecortada intentó seguir contando lo que se imaginaba.

R- Ahora,…me levantas las piernas y me la metes hasta el fondo…me gusta…mucho. Me follas… con fuerza…y te…corres en mi caraaaaa.

Debió de coincidir mi onírica corrida con su orgasmo. Lanzó un continuado gemido sin parar de mover los dedos en su sexo y tras dos espasmos se detuvo y quedó como en éxtasis, totalmente relajada. Miré a Elsa por el retrovisor y pude comprobar los colores que se le habían subido a la cara. Ella cruzó su mirada con la mía.

Y- Déjale los dedos bien limpitos.

Raquel alzó su mano y Elsa se metió los dedos en la boca y los chupó y lamió con las mismas ganas que ponía cuando me limpiaba la polla tras una corrida. Acaricié la mejilla de la morena.

Y- Qué tal estás?

R- Bien, amo, mucho mejor. Gracias por permitirme correrme.

Volví a mirar por el espejo a la rubia.

Y- Y la zorra rubia cómo está?

E- Caliente como una burra, amo.

Lo soltó tan bruscamente que nos hizo gracia a los tres y nos reímos mientras continuábamos el viaje que, la verdad, resultó de lo más ameno entre bromas y confesiones. Cuando llegamos nos fuimos directos al hotel para dejar las bolsas y refrescarnos un poco. La habitación no era gran cosa, algo normal, eso sí, con una gran cama de matrimonio y otra supletoria pequeña al otro lado de la habitación; su televisor, su pequeño y desprovisto minibar y un buen baño, mal iluminado pero espacioso. Me desnudé delante de ellas y ambas se quedaron expectantes, pendientes de alguna orden.

Y- Me voy a pegar una ducha.

Quedaron sorprendidas. Creo que a pesar de mi calentura por lo acontecido durante el viaje, estaban más calientes que yo. La verdad es que mientras me refrescaba, mi cabeza se debatía en tener sexo ya o aguantar y seguir con mis planes para esa noche. Me decidí por esta última opción y con una semierección notable salí del baño para cambiarme. Ambas me miraron y se fijaron en mi entrepierna, pero yo seguí a lo mío. Mientras me vestía empecé a contarles los planes para esa velada.

Y- Bueno, nos vamos a ir a tomar algo por la zona de vinos y de paso, picamos algo. Luego nos tomaremos alguna copa en algún pub y ya veremos lo que va surgiendo. Evidentemente, y aunque estemos rodeados de gente, sois mis putas sumisas y haréis todo lo que yo os pida.

Como imaginaba, Elsa me interrumpió.

E- Delante de la gente?

Y- No me interrumpas, joder. Sí, sí, delante de la gente, aquí no nos conoce nadie pero no serás tan estúpida de pensar que te voy a ordenar que me la chupes en medio de un bar; es que pareces tonta. Jugaremos con sutileza y para pasarlo bien, lo único que tenéis que hacer es obedecer. Si percibo la más mínima duda a la hora de cumplir una orden, nos volvemos para casa y se acabó. Entendido?

Ambas asintieron con la cabeza.

Y- No os he oído. Entendido?

R y E- Sí, amo.

Y- Ala. Pues ahora retocaos un poco que nos vamos de juerga.

Fueron para el baño y yo me dediqué a darle un par de vueltas a mis planes. Quería avanzar en su sometimiento pero tenía un poco de temor a pasarme, dudas de principiante. Volvieron a la habitación realmente guapas, pero se atisbaba un ligero nerviosismo en ambas. Me puse la chaqueta para salir de la habitación.

Y- Listas?

E- No me devuelves el tanga, amo?

Y- No.

Se quedó cortada por la sequedad de la respuesta pero salió delante de mí. Yo llevaba sus íntimas prendas en el bolsillo, pero no se lo dije. Fuimos a la zona de picoteo y en el primer sitio que estuvimos noté que a pesar de la amena conversación que teníamos, Elsa estaba un poco apagada, como retraída. Como estábamos al final de la barra y allí cada cual estaba a lo suyo, quise saber el por qué.

Y- Qué le pasa a mi zorra rubia? No te lo pasas bien, putita.

E- Amo, me da vergüenza no llevar bragas, pienso que todo el mundo se está dando cuenta.

Y- Ja, ja. Mi puta se avergüenza. Sabes por qué no las llevas? Pues para esto.

Y aprovechando que su espalda estaba apoyada contra la barra y que la visión de su cuerpo era tapada por el de Raquel, bajé mi mano a su entrepierna y le metí un dedo en el coño, directamente. Dio un respingo y abrió la boca.

Y- Ja, ja, ja. Vergüenza, dice. Estás chorreando. Lo que sí van a ver son tus gestos de placer y se van a dar cuenta de lo que te estoy haciendo.

Seguí moviendo el dedo en su interior y ella esforzándose para que no se le notase. Cuando se lo saqué tenía la cara como un tomate. Raquel y yo nos reíamos de su expresión, y fue su amiga la que le ofreció un poco de bebida.

R- Toma, a ver si se te bajan los colores, guapa.

Y seguimos riéndonos y bebiendo en ese y en otros locales. En cada uno, yo buscaba situarnos en una zona concurrida pero apartada a la vez, y en cada uno, repetía mis incursiones de dedos en uno y otro coño, calentando a mis zorras pero impidiendo que llegasen al orgasmo; tuve que avisarles cada vez que iban al baño de que no se les ocurriese darse placer, las quería calientes, muy calientes.

Pasamos del picoteo a las copas. Llegamos a un pub en el que todavía no había mucha gente y nos sentamos en una zona de sofás, un poco apartada de la barra, donde a pesar de estar bastante a la vista, sí que podíamos hablar sin que nos oyesen. Pedimos unos cubatas.

Y- Qué tal lo están pasando mis zorritas?

R- Bien, amo. Lo único que estoy muy cachonda y necesito correrme.

Puse mi mano en su muslo y apreté con fuerza su cara interior, haciéndole un poco de daño. Me acerqué a su oreja y al tiempo que le pasaba la lengua por ella, le dije:

Y- Pues os vais a correr cuando a mí me dé la gana.

Y volvimos a nuestra charla y a disfrutar de la copa. Decidimos cambiar de local y de camino pasamos por un aparcamiento mal iluminado. Las agarré por las manos y me las llevé en medio de los coches. Las apoyé contra uno y las miré con deseo.

Y- Estáis siendo unas buenas putas, calientes, pero buenas putas.

Me acerqué a Raquel y empecé a acariciarle el pecho. La puse de espaldas a mí, la abracé sin dejar de sobarle las tetas y bajé una mano directamente a su coño, que estaba totalmente empapado. Le besaba y mordía suavemente el cuello mientras seguía acariciándola.

R- Permíteme correrme, amo. No aguanto más.

Y- Hazlo y me llevaré una desilusión muy grande.

Cuando noté que su cuerpo comenzaba a tensarse, la empujé contra el coche separándome de ella. Miré a Elsa y le indiqué que viniese a mí.

E- Amo, si me tocas creo que no voy a poder aguantar.

Y- Aguantarás, putita. Sólo que sea por complacerme.

Hice lo mismo que con la zorra morena, pero apretándola hacia mí con más fuerza, estrujándole las tetas y agarrándole el coño con toda la mano. Me encontraba tan excitado que no pude reprimirme y le mordí el cuello; soltó un quejido a la vez que tensó el cuerpo, anunciándome la llegada de su orgasmo. Le pellizqué con fuerza un pezón por encima del vestido.

Y- No te corras, puta.

Me separé de ella y levantando el vestido por atrás le solté un fuerte azote en su desnudo culo. Me quedé enfrente de ellas mirándolas mientras encendía un cigarrillo.

Y- Estáis calientes como perras y como soy bueno con vosotras voy a permitir que apacigüéis esa calentura, pero no como vosotras creéis.

Le di una calada profunda a mi cigarro, para dar más emoción al momento.

Y- Vamos a entrar en ese local, pero por separado. Pediréis una copa y buscaréis quien os invite y de paso…, que os bajen la calentura.

Las dos abrieron los ojos por la sorpresa de mi petición.

E- Quieres que liguemos con alguien y que follemos con él?

Y- Quiero que liguéis, sí, pero nada de follar. Podéis hacerle una paja o comérsela, eso vosotras veréis y podéis dejar que os toquen o que os coman el coño, pero dejar que os la metan, no. Ah, y sólo os podéis correr una vez.

Raquel cambió su mirada y volvió a dejarme ver en ella aquella rabia que tanto echaba de menos.

R- Y tú, dónde vas a estar?

Y- Lleváis dos preguntas dirigiéndoos a mí de malas maneras. Eso lo arreglaremos luego. Yo entraré después que vosotras y estaré vigilando, pendiente de que no os pase nada malo. Cuando acabéis me esperáis en ese banco. Alguna pregunta más?

Me miraron, se miraron y negaron con la cabeza pero mostrando indecisión ante la orden que acababan de recibir.

Y- No hace falta que os diga que no estáis obligadas a hacerlo. Las consecuencias ya las conocéis.

Seguíamos allí, entre aquellos coches, quietos, cada uno pendiente de lo que iba a hacer el otro.

Y- Vale, si no hay más preguntas, ya podéis iros.

Se cogieron de la mano, sin decirse nada, y se encaminaron hacia el local. Pasaron delante de mí como si yo no estuviera allí. Cogí sus tangas de mi chaqueta y las detuve.

Y- Esperad. Tomad los tangas, no quiero que vuestros ligues piensen que sois unas putas.

Los cogieron y siguieron su camino. Las vi entrar en el local entre nervioso y tremendamente excitado. El paso era grande, una cosa era hacer con ellas lo que me apeteciese pero otra muy distinta era ordenarles tener sexo con un desconocido. No sabía cómo iba a acabar aquello. Me dirigí al local para tenerlas controladas; lo único que podía salir mal era que no escogiesen bien y cayesen en manos de algún hijoputa, y quería estar cerca por si surgían problemas.

Entré y me fui directo a la barra. Las busqué con la vista y en un principio no las localicé. Al rato las vi salir de los servicios y cómo se sentaban en una zona de sofás. Pidieron unas consumiciones y estuvieron hablando entre ellas, negando en ocasiones con la cabeza y mostrando un cierto disgusto en sus gestos. Observé entonces a la gente que había en la sala. De todo, parejas, grupos, chicas solas y sobre todo, bastantes más hombres que mujeres. La elección del local, aunque fortuita, había sido la correcta. Además, se notaba que el nivel estaba en un medio alto, y aunque no te aseguraba nada, siempre te daba un poco más de confianza.

Volví a centrarme en mis dos zorras, que seguían hablando mientras bebían su copa. No habían traído dinero, o por lo menos eso pensaba yo, y para tranquilizarlas un poco, llamé a un camarero y le pedí que me cobrara las consumiciones de aquella mesa. Debió pensar que quería ligar con ellas y muy amablemente se acercó a su mesa e indicándoles mi posición, les advirtió que estaban invitadas por mí. Me miraron y esbozaron una pequeña sonrisa, como de agradecimiento, pero por sus gestos posteriores me dio la impresión de que les había calmado el saber que yo estaba allí. No tardaron mucho en acercarse varios hombres a hablar con ellas y tras unos cuantos rechazos, hubo uno que sí que debió llamarles un poco más la atención porque no les importó que se sentase con ellas. Vi como se daban los típicos besos de presentación y cómo él pedía otra ronda para los tres. Pareció que se relajaban un poco hablando con él e incluso se rieron con alguna gracia que debió soltar. La cara de mis zorras se intranquilizó un poco cuando el chico llamó a dos amigos para que se unieran e ellos. Tras las presentaciones, mantuvieron la conversación durante un rato y todo parecía que iba normal.

La cosa empezó a ponerse interesante cuando el primer chico se sentó al lado de Raquel, bien pegadito a ella, y con bastante descaro puso su mano encima de su muslo, como quien no quiere la cosa. Al no verse rechazado, la mantuvo allí, moviéndola suavemente arriba y abajo y comenzó a hablarle a mi zorra al oído. Debió decir algo que importunó a la morena y se giró hacia él, consiguiendo únicamente que le plantase los labios en su boca, comenzando a morrease. Pareció que Raquel iba a negarse al principio pero se dejó llevar y continuó con el morreo, mientras la mano del hombre desaparecía por debajo del vestido. Elsa miraba la escena entre estupefacta y excitada y no puso ninguna objeción cuando la mano de otro de los chicos acarició su rodilla. Miró a su acompañante ocasional y éste acercó su boca a la suya, y se pusieron a imitar a la otra pareja.

Yo no perdía detalle de lo que hacían e incluso tuve que deshacerme de un par de chicas que vinieron a preguntarme si estaba solo. Me daba lástima el tercer chico que estaba allí mirando como sus colegas se daban el lote mientras el bebía y miraba para todos lados. Siguieron bebiendo, besándose, hablaron, volvieron a las caricias. Me pareció que había llegado el momento cumbre. El primer chico debió comentar algo que hizo que mis dos putitas se miraran y asintieran con la cabeza. Vi como pagaban las copas y se disponían a salir del local. Pagué la mía y salí detrás de ellos. Los seguí mientras iban hacia lo que imaginé que era el coche de uno de ellos. Hablaron fuera y el que estaba con Raquel la cogió de la mano y se metieron dentro del vehículo. Desde mi posición me era imposible ver lo que hacían dentro. Elsa se quedó fuera con “su chico” que no paraba de besarla y de sobarla por todos lados, mientras el tercero fumaba y miraba por la ventana lo que pasaba en el interior del coche. Pude ver como el que estaba con la rubia metía su mano por debajo del vestido y por la cara de mi puta supe que le estaba haciendo una paja que hizo que se corriese enseguida. La autoestima del tío debió de subir por las nubes pensando lo buen pajeador que era y lo rápido que había hecho tener un orgasmo a aquella mujer; si el supiese lo que llevaba encima aquella golfa. Cuando se repuso, Elsa pareció distante con él y ante las ostensibles quejas del muchacho le cogió la polla, o por lo menos eso me pareció intuir, y empezó a pajearle no tardando mucho en conseguir que se corriese. Mientras pasó esto, no me fijé en que el tercer hombre había entrado en el coche hasta que a los pocos minutos le vi salir abrochándose la bragueta. Casi al instante también salió Raquel, ligeramente despeinada y con el carmín todo desparramado por sus labios. Vi como hablaban con ellas de malos modos y pensé que era el momento de acabar con aquello. Me fui hacia ellos y pude escuchar como el primer tío, el gallito, les decía a mis zorritas.

X- Pues iros a tomar por culo, putas de mierda.

Me detuve al ver que, cogidas de la mano, se iban de la zona en dirección a nuestro punto de encuentro. Al no haber ya peligro me hizo gracia pensar que sí, que en breve iban a tomar por culo. Esperé a que llegasen ellas antes que yo, pero sin perderlas de vista, para ver sus reacciones. Se sentaron en el banco y aunque se hicieron algún comentario, no parecían estar muy cómodas tras lo experimentado. Llegué junto a ellas y Elsa se levantó rápidamente.

E- Hola, amo. Menos mal que ya estás aquí.

La agarré por la cintura.

Y- Siempre he estado con vosotras.

Raquel tenía cara de pocos amigos.

Y- Estáis bien?

Elsa asintió pero la puta morena me miró con esos ojos de rabia y levantándose del banco me espetó en la cara.

R- Ya estás satisfecho?

Le solté una bofetada que le hizo girar la cara. La verdad es que no era el lugar para hacerlo pero me encendió de tal manera que no pude contenerme.

Y- La pregunta es: está satisfecho mi amo? Quién mierdas te crees para hablarme así? Tú no eres más que mi puta zorra y yo decido lo que haces y con quién lo haces. Lo has entendido de una vez o no?

Con la mano todavía en la mejilla, pero todavía mostrando rabia en sus ojos fue capaz de decirme:

R- Sí, amo, lo he entendido.

Y- Pues ala, vámonos para el hotel que para mí se acabó la noche.

No me había gustado su reacción; me sentí bastante decepcionado y durante el camino al hotel fui dándole vueltas a la cabeza sobre cómo reaccionar ante aquello. Me apetecía castigar con fuerza su actitud, pero pensé que era mejor utilizar la cabeza para centrar más las cosas. Ellas iban unos pasos por delante de mí, agarradas pero sin decirse nada. Pasamos por delante de otra zona de bancos y las detuve.

Y- Alto. Sentaos.

Se sentaron y yo me quedé frente a ellas pero de pie.

Y- Aunque de la actitud de Elsa no tengo ninguna queja, de la tuya sí que me siento muy decepcionado, pensé que los arrebatos ya habían pasado a mejor vida, pero veo que todavía te falta mucho para llegar a ser una buena puta sumisa. Te voy a castigar y mucho, pero no me esperaba que me hicieses esto y me encuentro bastante triste.

Vaya paripé que estaba haciendo. Me incliné sobre la zorra rubia y le acaricié la mejilla.

Y- Lo siento por ti, putita mía, pero hoy no me apetece disfrutar con ninguna de las dos.

Me erguí de nuevo y con voz autoritaria les dije lo que iba a pasar a continuación.

Y- Os vais a ir para la habitación, solas. Yo no quiero estar con vosotras ahora y ya veremos mañana. Descansad si queréis o haced lo que os salga del coño. Mañana tenemos que dejar el hotel antes de las doce así que estad listas para esa hora.

E- No vienes con nosotras, amo?

Y- Cuando digo que os vais solas es que no, no?.

E- Lo siento, amo.

Y- Déjalo, Elsa, no me apetece hablar más.

Di media vuelta dejándolas solas y cuando apenas había dado unos pasos, oí a Raquel que entre sollozos me gritaba:

R- Yo también lo siento, amo.

Aunque me había gustado el detalle, continué mi camino sin todavía decidir a dónde iba; tenía claras dos cosas, una que, con mi actitud de desprecio, había hecho mella en ellas mucho más que con unos azotes o con un castigo por el estilo; la otra era que, con todo lo que había pasado ese día, tenía la polla a punto de reventar por la excitación contenida. Vale que podía volver al hotel y descargar con ellas, pero quería mantenerme fuerte en mi decisión y me planteé buscar otra fémina para desahogarme, así que más por pereza que por otra cosa, volví al pub donde habíamos estado anteriormente.  Pedí otra copa en la barra y busqué por el local alguna posible candidata para liberarme de tensiones; había menos gente que antes y el panorama no se presentaba muy halagüeño ya que no me pareció ver nada interesante. Me senté en un taburete y me apoyé en la barra, por lo menos disfrutar de la copa, pensé.

Estaba con mis pensamientos, rememorando lo que había pasado esa noche cuando alguien me tocó el hombro haciendo que me girara para ver quién era. Sorpresa.

C- Hola, sigues solo?

Ante mí tenía a las dos chicas que antes habían intentado hablar conmigo.....