Me gusta con dos (02)
Cita con nuestro amigo en espera de que llegue mi marido.
El lunes siguiente al fin de semana en el que habíamos estado con Fernando, este me llamó por la mañana al trabajo. Me emocione al oírlo y cuando empezó a decirme que nunca había tenido una experiencia como esa y que no había dejado de pensar en mi, yo de plano me empecé a poner caliente. Me pidió que nos viéramos, lo más pronto posible, me dijo.
Quedamos que el jueves, a la hora de la comida y yo me sentía contenta, como a toda mujer me gusta sentirme deseada.
El jueves comimos en un restaurante por la avenida Revolución, ahí me dijo que no entendía muy bien como era posible que Alberto me compartiera y también me preguntó que si él sabía que nos habíamos citado. Yo le dije que me compartía por que era suya, porque los dos lo disfrutábamos y porque nos queríamos mucho. Le dije también que Alberto estaba enterado de todo, que el había elegido mi ropa y mis zapatos para ese día y que me había pedido que no llevara nada debajo del vestido, pero que yo me había puesto una pequeñas bragas porque cuando vivo estas experiencias me mojo demasiado, como en ese momento y no quería manchar mi vestido.
Además, le dije, el nos va a alcanzar más tarde si es que a ti no te molesta. Yo sabía que el también estaba caliente, por que no dejaba de mirar mis pezones que se marcaban en la delgada tela. Comimos muy rico, comida francesa y buen vino. Al terminar le pregunté que si íbamos a su departamento para avisarle a mi marido. Le hablé a Alberto y me preguntó que como estaba. Le dije que el ya sabía como y que en ese momento salíamos para el departamento de Fernando. Alberto me dijo que llegaría como a las nueve porque tenía asuntos importantes que resolver y además porqué quería que yo disfrutara sola de la experiencia, ya que se había dado cuenta de que Fernando me gustaba mucho.
Al llegar al departamento de Fernando, mientras el me servía una copa, yo entre al baño y me quite la tanga, quería estar dispuesta para todo. Nos sentamos en sillones separados y recordar la experiencia anterior me acerque a él, me puse en cuclillas, le baje el cierre, saque su verga, que ya estaba bastante dura y se la empecé a besar, primero con delicadeza y después se la empecé a mamar, al mismo tiempo me acariciaba mi mojada vagina y sentía como mis fluidos empezaban a bajar a mis piernas. Siempre que hago esto me vengo y esa vez no fue la excepción. La verga de Fernando me encanta, aunque la de mi marido es mi favorita, la de Fernando es más grande y más gruesa y cuando esta bien caliente también se le pone muy dura, que es lo que a mí más me gusta.
Se la seguí mamando hasta que el me levantó y me besó en la boca. Me acarició todo el cuerpo sobre la ropa, me dijo que le gustaba mucho y se separo de mi, puso música, nos tomamos unos tragos y me pidió que me quitara el vestido, que lo que más quería en ese momento era bailar conmigo desnuda, que eso es lo que más recordaba de mi y que quería repetirlo.
Mientras bailábamos me acariciaba toda, me besaba el cuello, los hombros, los pechos y me empezó a meter sus dedos de una forma que me hizo venir a chorros, yo me abrace a su cuello por que se me doblaban las rodillas y el me seguía metiendo sus dedos con fuerza mientras se separaba de mí y se agachaba. Yo abrí mis piernas mientras sentía su vigorosa caricia y veía como el me masturbaba y como observaba mi coño que ya para entonces era un mar de gozo y me volví a venir, de forma tal que mis piernas quedaron empapadas. Mientras yo lo abrazaba el me decía que era una puta muy sabrosa y que le encantaba verme gozar.
Me fui al baño a limpiarme y a tranquilizarme, porque cuando no esta Alberto venirme de esa manera me da un poco de pena. Al regresar Fernando ya estaba desnudo, sentado en el sillón y con la verga como a mí me gusta. Saqué de mi bolsa unos condones, le di uno y me monté en el, dándole la espalda, para que sintiera mis nalgas, que me dijo que le gustaban y que lo ponían caliente nada más de verlas. Al sentir que el se venía me empecé a mover más rápido y me vine también. Fernando sirvió otros tragos, me besaba, me acariciaba, me decía putita, se puso detrás de mí y me empezó a besar el cuello, la espalda, las nalgas, detrás de las rodillas, me abrió las nalgas y me beso el culo, que rico sentía yo, me recargue en el sillón y alcé las nalgas y el me abría y me acariciaba con su lengua y yo gozaba esa caricia que me fascina tanto, me metió su lengua mientras me acariciaba el clítoris y yo estaba cada vez más caliente, hasta que me vine otra vez. El se levantó y me puso su verga en la entrada de mi culo.
Sentí temor y me levante, me dijo que quería metérmela por atrás, que me diera vuelta, yo lo bese y le dije que en otra ocasión, ya que a pesar de que cuando me la han metido me gusta, no era algo que deseara en ese momento. Como Fernando es todo un caballero, no me dijo nada, me sonrió y me llevó a su recámara, me pidió que no me quitara las sandalias y ahí me siguió cojiendo hasta que sonó el timbre. A pesar de que sabíamos que Alberto estaba al tanto de todo y que seguro se imaginaba lo que habíamos hecho, nos vestimos rápidamente, yo me metí al baño a arreglarme un poco, mientras Fernando abría. Al salir me encuentro a Alberto contento, sonriente, con una botella de cava en una mano y en la otra un vestido. Le pide a Fernando que meta a enfriar la botella, me dice que el vestido es para que me lo ponga al rato, que vamos a salir a divertirnos y me abraza cariñosamente. Me pregunta que como esta su putita, le digo que muy putita y el me toma una mano y se la lleva a su entrepierna y noto su verga dura.
Lo que siguió fue algo delicioso, pero ya se los contaré después.
Diana C.
Mayo 2002.
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