¡Me gusta!
Una sátira sobre el influjo de las redes sociales y como el querer estar estupendo ante todo el mundo nos lleva a hacer tonterías que nos pueden costar caras. SIN SEXO
Soy una adicta a las redes sociales. Tengo cuenta en Twitter, en Facebook, en Instagram… Me llevo todo el día conectada a mi móvil. ¡Maravilloso WhatsApp sin él mi vida no sería igual! ¡Como mola estar comunicada con tanta gente! Tengo tropecientos mil amigos, algunos son conocidos de amigos míos, otros simplemente solicitaron mi amistad y yo acepté, pues mi “cariño virtual” es gratis y a nadie se lo puedo negar.
A mi novio y a mí nos encanta fotografiar todos los momentos perfectos que vivimos juntos y después compartirlo en las redes sociales. Si vamos a la playa: ¡“Selfie” con sonrisa esplendorosa para que todos sepan lo bien que lo estamos pasando! Que estamos en un restaurante: ¡Foto de todos y cada uno de los deliciosos platos que vamos a degustar! ¡Qué se mueran de envidia!
Lo que más me divierte es colgarlas en mi muro de Facebook y recibir un montón de “me gusta”. ¡Cuánta ilusión me hace que la gente pinche ese botón! ¡Me pone un montón, casi tanto como leer “Las cincuenta sombras de Grey”!
He de reconocer que mi vida en la red es una especie de “reality” de televisión, pues mi día a día lo subo a mi muro para que mis amigos vean lo feliz, feliz que soy y lo estupendo que me lo paso en todo momento. Me he puesto tan exigente con la imagen que los demás reciben de mí (a veces creo que me comporto como una molona “it girl”), pues solo subo mis “selfies” en los que me encuentro mega-divina de la muerte.
Siempre tengo una sonrisa para compartir con mis contactos y eso que llevo unos cuantos meses que ando un poco de los nervios. Voy a pasar por el altar dentro de tres meses y ando un poco estresada, pues no quiero que nada salga mal en el día más importante de mi vida. ¡Que ganas tengo de poder presumir de lo estupendo que ha salido todo y de lo bien que se lo han pasado los invitados! Voy a contratar un fotógrafo para que nos siga a mi novio y a mí a todas partes durante la celebración y así poder inmortalizarlo al detalle.
Tengo preparado un fin de fiesta que va a ser la leche. Cinco horas de barra libre, amenizadas con la mejor música. Mientras el DJ pone una selección de las canciones favoritas de mi pandilla, quien lo prefiera va a poder cazar “pockemons” en el entorno de la mansión que he contratado para el evento. ¡Mis amistades se lo van a pasar de lujo atrapando a Pikachu y compañía!
Estoy cantidad de impaciente y, como si fuera una especie de “spoiler” del espectacular momento, he ido poniendo algunos avances de todas las cosas buenas que me esperan una vez comience con mi maravillosa vida de casada.
Por ejemplo, he grabado un video del trayecto hacia mi nuevo hogar. Una especie de documental rodado desde el sillón del copiloto, donde mostraba a mis seguidores de Internet como llegar a mi nidito de amor, un chalet en una urbanización donde Cristo perdió el sombrero, sin vecinos en más de cien metros a la redonda. Nuestro más que merecido remanso de paz.
Desde el primer momento que la vi supe que era la casa de mis sueños, donde quería criar mis hijos y donde, llegado el momento, me gustaría envejecer. A mi futuro marido no le gustaba demasiado porque era muy solitaria, pero el pobre es incapaz de negarme nada y, al final, no la hemos terminado comprando. Es que mi cari bebe los vientos por mí, me ve en braguitas y es incapaz de negarme cualquier caprichito.
Mi “Road-movie” lo petó en “Facebook”. Tuve al menos diez mil “me gusta”. Cosa que me hizo increíblemente feliz. Tanto que decidí seguir publicando más avances del “día más feliz de mi vida”.
Lo siguiente que puse fue un video del interior de la casa. Quise que fuera una especie de reportaje como el que hacen las “celebrities” de sus mansiones, con mucho lujo y mucha clase. Mis papis, que no quieren que a su hijita le falte de nada, me han regalado el mobiliario al completo, todo híper caro, exclusivo y de diseño, asesorado por el afamado decorador de interiores Vincent Vissiyos. Todo está ideal y el salón lo que más. Me ha quedado “mega-fashion”, muy a lo Victoria Beckan. Fue subirlo a mi muro y el contador de los “me gusta” no paraba de subir.
Lo triste ha sido llegar hoy y encontrarme la casa vacía; muebles, alfombras, cuadros, lámparas, electrodomésticos… Se habían llevado hasta los grifos dorados de la cocina. Histérica, llamé a mi cariñín y he estado llorando como una colegiala hasta que él no ha aparecido por la puerta.
La policía no ha tardado en llegar. Tras analizar la situación, uno de la científica nos ha dicho que el atenuante de todo han sido los videos en las redes sociales. Nos han contado que hay mafias organizadas que se dedican a espiar la vida de los demás a través de estos sitios virtuales. Que lo más probable es que se trate de un robo hecho por encargo y que no se pueda recuperar nada.
Mi amorcito y yo nos hemos quedado muy triste, pues era todo tan reciente que no nos había dado tiempo siquiera de contratar una póliza de seguro.
Lo peor de todo es que mis contactos de las redes sociales siguen pinchado “me gusta” en el reportaje de “Pasen y vean mi espectacular casa”.
En dos viernes volveré con la primera parte de tres de “¡No hay huevos! ” (en esta ocasión en la categoría Bisexuales)
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