Me grabé comiendo polla de un desconocido

El no perdió un segundo. Agarró mi cola con las dos manos y metió su polla con fuerza, hasta el final de mi garganta. La sensación de ahogo era total y mis manos inconscientemente se dirigieron a sus muslos, para intentar pararlo. Pero mi fuerza no era demasiada. La sacó y mi saliva y mis líquidos se quedaron colgando de su punta y de mi lengua. Volvió a meterla y esta vez o la sacó. Empezó a follarme con violencia, mientras notaba su punta penetrar mi boca, dando golpes al final de mis amígdalas, llenando mi boca de babas y líquidos estomacales. Volví a levantar el móvil a la altura conveniente y me apunté a la cara. Miré fijamente el objetivo de la cámara. Estaba segura que mi mirada estaría ahora mismo húmeda, claiente. Me sentía como una actriz porno y aquello hizo que quisiese más polla en mi boca.

Suelo ir a pasear a zonas tranquilas, como riberas de ríos para entretenerme en pensamientos puros y en los impuros también. Y ayer decidí ir a caminar un rato por la ribera de un río, cercano a donde vivo. Suele estar bastante tranquilo, casi sin gente. Tiene varios puentes que atraviesan la zona y en época de pesca, hay algunos pescadores. El camino es serpenteante, entre árboles y vegetación, con rincones encantadores.

Hay que llegar en coche, así que aparqué el mío en uno de los parkings habilitados, en el acceso principal. Había un par de coches, no mucho más. Iba cómoda, con unos leggings azul marino, una camiseta con unos volantes muy monos de cuello barco azul claro y unas sandalias. Recogí mi pelo negro en una coleta alta, coloqué mi bolsito en bandolera con el móvil y unos pañuelos, me puse las gafas de sol y me decidí por la orilla derecha. Era media tarde y no hacía excesivo calor, pero era muy agradable. Se oía el canto de pájaros y cigarras de los campos cercanos. Los árboles se mecían con una brisa suave y el río bajaba con bastante caudal.

Llevaba un rato caminando y en uno de  los recodos, tuve que apoyarme en una roca para ascender un poco y no caer. Fue entonces cuando lo vi.

Era un hombre de unos 40. Pelo corto, delgado. No muy alto, pero muy atractivo. Apoyado con su espalda en un tronco de haya, contemplaba la superficie del agua, como abstraído. Las manos en los bolsillos de sus vaqueros, llevaba una camisa de color blanco, de manga larga pero remangada hasta los codos. Siempre me ha parecido de mejor gusto la camisa de manga larga, porque la corta como que me parece un pelín hortera. Tenía los pies cruzados, en una postura relajada y cómoda. Permanecí un momento mirando, contemplándolo. Me pareció un encanto. Un hombre con esa apostura, daba la sensación de ser suave y dulce.

Y entonces lo hizo.

En esa postura, descruzó las piernas; tal como estaba, miró a un lado y a otro y sin cortarse un pelo, se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla con su mano derecha. No daba crédito a lo que estaba viendo y la boca se me hizo agua en un segundo.

Su polla era bastante gruesa y en su mano empezó a crecer, mientras la masturbaba de modo tranquilo. Miraba para su cara, con la boca entreabierta y la punta de la lengua de fuera, como intentando meterla donde su fantasía estaba en ese momento. Entrecerró sus ojos y aumentó un poco el movimiento de su palma y los dedos que rodeaban la polla. Cerró sus labios y parecía estar en un momento muy placentero. Me pareció oír que gemía y murmuraba algunas palabras.

Aquello me estaba poniendo como una perra. No sabía si salir al caminito de nuevo y acercarme al árbol, para tocar aquella polla con mis manos y meterla en la boca, saboreando su poder afrodisíaco y sus gotas de líquido seminal. Acerqué mis manos a mis tetas, sin sostén y en un momento, mis pezones se endurecieron, si es que no lo estaban ya. El cuello barco era lo suficientemente ancho como para verlos, dirigidos hacia delante con estrépito, duros y largos como guijarros. Yo permanecí detrás de un tronco mientras miraba para aquel hombre. Bajé mi mano hasta mi coñito, por encima de los pantalones y lo noté extremadamente húmedo. Metí la mano dentro y separé un poco las bragas que llevaba. El clítoris estaba a punto de reventar.

Fue entonces cuando decidí acercarme. No sé por qué lo hice ni qué me llevó a hacerlo. Pero di unos cuantos pasos y me puse muy cerca de él. El ruido del agua del río parecía hacer que no me oyese. Sus murmullos se entremezclaban con los gemidos del hombre. Oí lo que decía mientras se masturbaba:

- Sí… Puta… Eso es… Hija de puta… Puta… Sigue comiéndola… Trágala entera, zorra…

Esto me estaba poniendo cardiaca perdida. Sus palabras hacían que mi temperatura subiese de modo infinito. La situación era morbosa y yo estaba que necesitaba urgentemente meterme esa polla en la boca.  Aquel pedazo de carne que se entreveía entre sus dedos era brillante, rojiza, hinchada y me estaba volviendo loca.

Con sigilo fui acercándome hacia donde estaba el hombre. Cuanto más me acercaba, más morbosa encontraba la situación, más excitada me encontraba, más mojadas tenía las bragas. El seguía pajeándose con energía, ahora más fuerte, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Volvía a dejar la punta de su lengua fuera de la boca. Aquello era inaguantable. Fue el momento para hacerlo. Para decirle:

- Quiero comerte la polla . – dije, sin rodeos…

El pareció despertar de una ensoñación y sorprendido, soltó su polla. Se quedó enhiesta, húmeda, apuntando al cielo. Creo que no lo tenía muy claro hasta que tomé la iniciativa. Sin más dilación, me puse a su lado y agarré el manubrio con mi mano derecha. No dejaba de sonreírle, para transmitirle tranquilidad. El no decía nada. Seguía como en shock. Lo toqué suavemente. Estaba caliente y palpitaba como un enorme corazón. Con mis dedos acaricié su prepucio y logré sacar unas gotitas de líquido que humedecieron la punta y se pegaron a mi mano. Incliné mi cuerpo y bajé la cabeza hasta tocarla con la lengua. No dejaba de acariciarla con la mano. Sonreí desde abajo hacia su rostro. Me sonrió y noté cómo crecía la polla en mi palma. Volví a inclinarme y mi lengua hizo círculos a su alrededor, al tiempo que continuaba masturbándolo.

- Qué rica está – le dije, saboreando la humedad que la lubricaba.

- ¿Te gusta? – me respondió – Pues trágala…

Casi me corro de gusto cuando la introduje toda en la boca. Mi lengua dejaba hueco a aquel pedazo de carne y la punta alcanzó mi garganta, casi sin problemas. Una arcada hizo que quisiese sacarla, pero aguanté el impulso y noté como crecía y se hinchaba, por la presión de mis mejillas. La saqué y mi lengua recorrió toda la longitud, encerrando la punta y volviendo a introducirla. Así varias veces. El empezó a gemir y notaba su excitación.

Una de sus manos agarró mi coleta y noté como tiraba de ella, por la excitación y las ganas que tenía de meterla toda entera.

- Mmmmm… Si… Obligame, por favor…. – murmuré excitada y borracha con su polla.

- Quieres que te obligue, puta? – me dijo, mirando fijamente a mis ojos, que no querían dejar de mirar su tranca - ¿Quieres que te folle la boca con este pedazo de polla?

- Mmmmm…. Glub… Quiero que me folles la boca con tu polla… - le solté. Pero entonces me vino una idea fugaz y le dije – Pero espera… Quiero grabarme mientras me lo haces…

No me podía creer que hubiese dicho eso. Sin pensármelo dos veces, saqué el móvil de mi bolsito y en un segundo, estaba encendido y con el video puesto en pausa, listo para grabar la escena.

Lo puse a una distancia prudencial y me vi, en ese momento, en la pantalla. Estaba a mil por hora e iba a grabarme mientras le comía la polla a un desconocido.

El no perdió un segundo. Agarró mi cola con las dos manos y metió su polla con fuerza, hasta el final de mi garganta. La sensación de ahogo era total y mis manos inconscientemente se dirigieron a sus muslos, para intentar pararlo. Pero mi fuerza no era demasiada. La sacó y mi saliva y mis líquidos se quedaron colgando de su punta y de mi lengua. Volvió a meterla y esta vez o la sacó. Empezó a follarme con violencia, mientras notaba su punta penetrar mi boca, dando golpes al final de mis amígdalas, llenando mi boca de babas y líquidos estomacales. Volví a levantar el móvil a la altura conveniente y me apunté a la cara. Miré fijamente el objetivo de la cámara. Estaba segura que mi mirada estaría ahora mismo húmeda, claiente. Me sentía como una actriz porno y aquello hizo que quisiese más polla en mi boca.

- Ni se te ocurra apuntarme con tu móvil… No quiero salir en ninguna mierda de esas, perra…

- Mmmm… Solo quiero verme yo, cabrón… - pude decir en el medio de una arcada…

- ¿Es lo que quieres, pedazo de zorra? Te follaré hasta que me de la gana y me corra en tu puta boca, hija de puta….

Estaba de cuclillas, apoyada sobre mis plantas, frente a aquella polla, que estaba machacando mi lengua, mis carrillos, mis labios y lo estaba inmortalizando en mi móvil. No podía casi aguantar los envites y aquella barra de hierro caliente estaba taladrándome la boca sin piedad. Necesitaba tocar mi clítoris y mi coño, chorreante y abierto, pero era imposible. No quería soltar el móvil y seguía moviendo la cámara a mi alrededor, cerca de mi boca y de aquella polla que no dejaba de follarla.

- Estoy a punto pedazo de puta…. Abre más la boca… Eso es…

Yo obedecí y abrí la boca tanto como podía. Notaba la saliva correr por las comisuras y mis babas impregnando mi camisa, mis tetas, mi pantalón… Todo… Su sabor estaba cambiando y sentía como la excitación daba paso a su líquido seminal. Estaba intentando tragar, porque aquel sabor era la gloria. Me follaba la boca con rudeza pero sin intención de hacer daño. Notaba sus embestidas y su forma de agarrarme el pelo. Yo gemía y emitía grititos, a veces por la fuerza y otras por el placer que estaba recibiendo.

- Come, puta, traga mi polla… Joder, cómo me has puesto con tus babas, zorra.... Trágate todo, no dejes nada fuera… Eres mala, muy mala, pedazo de puta…

Dejó una mano libre y con sus dedos metía los líquidos en mi boca, ejerciendo más presión. Yo cerré lo ojos e imaginaba esos dedos convertidos en otras pollas, pugnando por entrar en mi boca, destrozarme los labios, correrse dentro y ahogarme en semen…

Fue cuando no pude más y me corrí. Fue estruendoso y un chorro salió despedido de mi coño, que mojó los leggins. Los estertores y los temblores se apoderaron de mí. Él lo notó, sacó la polla de mi boca, me llevó la cabeza hacia atrás y me miró muy cerca, mientras agarraba su polla con su otra mano.

- ¿Te has corrido mientras te follaba? Contesta, puta…. ¿Te has corrido mientras te follaba?

- Uf…. Sí…. Me he corrido como una perra… Estoy toda mojada… es como si me hubiese meado encima…

-Pues prepárate porque te vas a tragar mi corrida… Y no quiero que dejes ni una puta gota…

Agarró la polla con las dos manos e hizo que me pusiese a una distancia. En aquella postura, de rodillas y con la boca abierta, estaba disfrutando de aquella visión celestial, aquella punta gruesa, granate, hinchada y palpitante. Y el móvil grababa el momento.

Él apuró con sus manos, se machacaba la polla con ambas mientras murmuraba procacidades… Yo estaba como en un sueño, gimiendo de placer, de éxtasis, de ganas de tragarme toda esa leche que iba a desparramarse sobre mí con estrépito…

- Estoy a punto, puta… Abre la boca… Me voy a correr sobre ti… Abre la puta boca porque te voy a llenar de mi leche…

- Dame todo… Quiero tragarme… Todo…

Y se corrió. El primer latigazo me dio en el paladar y un trallazo enorme entró en mi garganta. Casi no podía tragar, porque mezclado con mis babas y la saliva se convirtió en una masa gelatinosa. Las siguientes llenaron mi cara y parecía no tener fin.

- Traga, zorra… Sí, todo… Cómete mi corrida….

En un primer momento pensé que no se acababa. Nunca había visto una corrida tan enorme y placentera. Su polla seguía enhiesta y una parte de su leche colgaba de la punta enrojecida por el esfuerzo. Mi lengua extrajo esa parte y logré tragarla. Chupé la punta y volví a meter la totalidad de la polla en la boca.

En ese momento el video se para. Recuerdo que ya no era capaz de mantener el brazo con el móvil y apagué. Esa película grabada, con aquel desconocido que me dejó mojada, llena de su corrida en el margen derecho de un río poco transitado, me vale muchas veces para masturbarme furiosamente. No puedo olvidar aquel sabor, aquella polla, aquel semen agrio y salado, cálido y denso, que me puso a mil, como una perra en celo y me hizo sentir una verdadera puta…