Me gané una propina

La persona a la que limpiaba su piso decidió renegociar nuestro acuerdo.

Hola, me llamo Marta y esto me sucedió hace unos días.

Tengo 17 años, soy estudiante y para ganarme un dinero empecé a ir todas las tardes una hora a limpiarle la casa a un vecino de mi edificio. El es un hombre de 39 años, separado y que vive solo. A mi familia no le hizo mucha gracia cuando acepté el trabajo pero ahora que llevo unos meses ya se han acostumbrado.

La verdad es que, como me dió una llave, él casi nunca está en casa cuando voy. Por eso además de hacer el trabajo, suelo aprovechar para usar el equipo de música, su ordenador o curiosear por la casa. Pensé que con lo despistado que parece ni se enteraría.

La semana pasada estaba yo tumbada en el sofá, escuchando música, después de poco mas de media hora de trabajo. De repente se abrió la puerta, lo que me hizo pensar que alguien entraba a robar pues faltaban mas de 3 horas para que Luis (que así se llama el propietario del piso) regresara del trabajo. Pero mi temor se transformó en incomodidad al ver que sí se trataba de él, que había salido temprano del trabajo.

Le dije que me había sentado unos minutos y que ya me iva. Pero el me agarró por un brazo y en un tono amenazante me dijo:

-"Serás putita, es que crees que soy gilipollas. Llevas 4 meses cobrando por venir aquí a pasártelo bien en lugar de trabajar. Ahora me toca a mí disfrutar. En la próxima hora harás todo lo que yo te diga o de lo contrario me devolverás todo el dinero que te he pagado".

Pensé en marcharme y decirle que ya le pagaría, pero por otro lado no tenia el dinero y además, en el fondo, era verdad que apenas me lo había ganado. Por ello decidí esperar haber que pasaba.

Se sentó en el sillón e hizo que me quedara de pié delante de el.

-"Sácate la blusa y las bragas".

Lo hice sin protestar, quedándome solo con una minifalda y el sujetador. Soy una chica con un cuerpo normal, pero tengo unos pechos bastante mas grandes que mis amigas y eso hace que los hombres acostumbren a fijarse en mi. Entonces me cogió de la mano y me llevo a la cocina.

-"Siéntate en el borde de la mesa".

Era una pequeña mesa de cocina.

-"Ahora túmbate y abre las piernas".

Obedecí, entonces cogió un par de sillas y puso una debajo de cada uno de mis pies, a continuación me dobló la falda sobre el vientre, con lo que mi conejito quedaba perfectamente a su vista.

-"No te muevas que ahora vengo".

Cuando regresó traía algo en la mano. Era una maquina de afeitar eléctrica, de esas que tienen una sola cuchilla alargada. Inmediatamente comprendí sus intenciones y quise protestar pero antes de que dijera una sola palabra me hizo señas de que guardara silencio.

Cogió otra silla y se sentó entre mis piernas. Por la posición de ambos se podría pensar que se trataba de un ginecólogo en su consulta.

Empezó a cortarme el bello púbico con el corta patillas de la maquina. A medida que lo hacia notaba como un fresquito acariciaba mi piel, que llevaba ya bastantes años acostumbrada a la protección de su capa de césped.

Cuando terminó con el corta patillas empezó realmente a afeitarme el chochito y fue entonces cuando empecé a notar agradables sensaciones. La vibración de la maquina, que él hábilmente pasaba por los bordes y por encima de mis labios, estaba consiguiendo que comenzara a lubricar como una loca.

-"Ya sabia yo que eras una guarrilla. A partir de hoy serás mi putilla personal".

Siguió pasándome la maquina entre las piernas hasta que tuve un tremendo orgasmo. Para entonces no me quedaba un solo pelo e incorporándome un poco sobre los brazos pude ver la destacada blancura de esa zona de mi cuerpo.

Rápidamente él se desnudó y pude apreciar que, pese a unos kilos de más, tenía un cuerpo bastante atlético y una polla que si bien no era muy larga si bastante gorda.

-"Bájate de la mesa y date la vuelta".

Como pensé que iva a penetrarme le supliqué que no lo hiciera. Le dije que no tomaba nada y podía quedarme embarazada. Su contestación no supe si debía tranquilizarme o todo lo contrario.

-"Tranquila putita. Mi exmujer tampoco quería tomarse anticonceptivos y por eso me hice la vasectomía, para poder follarla sin problemas. Y luego va la muy zorra y me deja. Un día de estos ya me las pagará".

Me cogió por la cintura, me bajó de la mesa y me puso de espaldas. Me sacó el sujetador y desde atrás comenzó a masajearme las tetas. Desde luego no era el primero que me las tocaba, pues a mi corta edad ya cuento con una aceptable experiencia en el sexo, pero el me lo hacia de una forma especial. Me las cogía por abajo como si estuviera calculando su peso y entonces hacía un gesto como si tratara de enroscar una bombilla para terminar con el mismo movimiento de sus dedos pulgar e índice sobre mis pezones. Estaba consiguiendo que me pusiera super caliente.

Tras varios minutos de ordeño alcancé otro orgasmo.

-"Vamos Martita, apoya esas tetas sobre la mesa que ahora me toca a mí gozar".

Así lo hice e inmediatamente comenzó a frotar la punta de su polla con la entrada de mi vagina. Lo hacía dibujando círculos y también de arriba a abajo. Yo ya no podía más y le grité que me la metiera de una puta vez.

-"Ahora vas a saber lo que es bueno".

Y cuando terminaba la frase me la clavó hasta el fondo. Con lo mojada que estaba me entró muy fácil a pesar de que, como ya dije, la tenia bastante gorda. Entonces agarrándose a mi cintura empezó a bombear con tal ímpetu que cada vez que me empujaba la mesa se desplazaba unos centímetros hasta que pronto hizo tope con la pared.

Estuvo penetrandome varios minutos y cuando se corrió se agarró a mis tetas y se tumbó sobre mi espalda quedándose así unos instantes. Esto además de permitirme descansar me resultó muy placentero ya que notaba como su pene se iva encogiendo y mi vagina se adaptaba al nuevo tamaño progresivamente. Esta era una sensación nueva para mí porque las relacciones que había tenido hasta entonces siempre habían sido con condón y lógicamente ellos se habían retirado enseguida.

-"Vamos putilla mia, ahora quiero que me la comas como si llevaras un mes pasando hambre".

Mientras, se sentaba en una silla y me indicaba que me colocara de rodillas.

Yo a estas alturas ya no podía negarme a nada y obedecí sin ningún problema.

Empecé con mi trabajo. Mientras se la agarraba con una mano con la lengua empecé a darle suaves lametones.

-"Eso que haces se llama comer con desgana y te he dicho que la chupes como la puta que eres. Vamos joder traga te la toda y me la dejas reluciente".

Al tiempo que me agarraba del pelo y me tiraba de la cabeza hasta que la tuve entera dentro de mi boca. Empezó a marcarme el ritmo moviéndome la cabeza adelante y atrás pero pronto me dejó a mi sola y él se dedicó a animarme diciendome múltiples guarradas. Cuando ya su erección era completa, mi boquita parecía quedarse pequeña para chuparla completa y entoces volvió a agarrarme del pelo para asegurarse de que la mamada era todo lo profunda posible.

Cuando creía que me tocaría tragarme toda su eyaculación...

-"Cariño ponte en la posición en que te perforé antes el chochito que ahora quiero probar tu culito".

Eso si que me sobresaltó, pues nadie me había sodomizado nunca y la sola idea de pensarlo me aterraba. Pero cuando quise darme cuenta, él me había atado las manos con su corbata que estaba allí por el suelo. Luego me llevó hasta el fregadero y en el grifo enganchó el trozo de corbata que sobraba.

Asi que allí estaba yo, amarrada sin poder soltarme y con mi trasero a su entera disposición. El fue a la nevera y saco un bote de mayonesa. Con la salsa comenzó a untarme el ano, aprovechando para introducirme primero un dedo y luego hasta dos. Cuando creyó que ya estaba bastante lubricada empezó a apuntar su torpedo hacia mi último agujero virgen.

-"Ni se te ocurra gritar o tendré que meterte un estropajo en la boca. Seguro que al final pides mas y mas".

Mientras con la mano derecha manejaba su polla para conseguir acertar con mi agujerito, con la izquierda me acariciaba el coñito. Cuando estaba medio distraída por sus toqueteos en mi clítoris, consiguió que me entrara la punta, lo que me produjo un fuerte dolor. Pero eso no le frenó y siguió empujando hasta que consiguió que la tuviera toda dentro.

-" ¡ooohh! Esto si que es un culito apretadito y no el de la pedorra de mi ex. Tomaaa, ¡es esto lo que estabas deseando!¿No?".

Y comenzó el mete-saca a un ritmo frenético. Al principio vi las estrellas por el sufrimiento, pero pronto empecé a verlas por el placer que me producía. Ahora con la mano izquierda seguía dedicándose a mi almeja y con la derecha abrió el grifo del agua fría y me la salpicaba por los pechos consiguiendo que mis pezones se pusieran duros como lanzas. No tardó mucho en parar sus embestidas lo que me indicaba que estaba a punto de correrse. Enseguida noté que su caliente esperma se derramaba por mis intestinos. Y de nuevo permaneció un rato sin sacármela.

Por fin lo hizo y fue a la nevera. Esta vez cogió una cerveza, se sentó en una silla, y comenzó a bebersela.

-"Marta, estoy muy satisfecho de tu trabajo. Te has ganado una buena propina. A partir de hoy quiero que al menos un día a la semana vengas a hacer tu trabajo cuando yo ya haya regresado del mio. Mas que nada para seguir intercambiando... impresiones, igual que hoy".

Me soltó las manos, me dejó 100 euros sobre la mesa, recogió su ropa y se fue a duchar.

Ni que decir tiene que desde entonces nuestra relacción jefe-empleada es mucho mas intensa.