Me follo a una azafata de avión de Europa del Este

Quizás nunca más volveré a tener un vuelo tan placentero como éste. Me encantó la clase "business" de Emirates.

Hola,

Soy un cuarentón, calvo-rapado, delgado, con buen tono muscular, un rabo de buenas dimensiones que, según dicen, utilizo bastante bien, y con ganas de marcha. Me gusta aprovechar las oportunidades que surgen para follar, en resumidas cuentas.

Era un domingo de esos que lo que menos te apetece es irte de tu casa para soportar colas, controles, agobios, ... pero que tienes que hacerlo porque forma parte de tu trabajo. Llegué al aeropuerto de El Prat con la tarjeta de embarque sacada, mi equipaje de cabina y con algo más de ganas después de una agradable conversación con el taxista.

Viajar por trabajo es pesado si lo tienes que hacer con frecuencia, pero también, hay que reconocer, tiene su parte positiva. Es un momento ideal para dar rienda suelta al follador que todo el mundo lleva dentro.

El destino era Shanghai con escala en Dubai, operado por Emirates y, por fortuna, la empresa pagaba asiento en “business”. En el trayecto de Barcelona a Dubai no pasó nada destacable. Las casi 6 horas del vuelo las pasé dormitando.

Fue en el recorrido nocturno de Dubai a Shanghai donde las cosas fueron diferentes. La tripulación de Emirates, mayoritariamente mujeres, es muy internacional, e integrada por gente bastante joven. Justo cuando ocupas tu asiento es habitual que se presenten tanto el responsable de cabina como la azafata que se encargará de atenderte durante el vuelo. Te explican los básicos: cuándo serán las comidas, te entregan las cartas de los menús por si quieres echarle un vistazo, los documentos que tendrás que rellenar para el control de pasaportes en destino..., y también te suelen obsequiar con una bebida de bienvenida. Decidí beber una copita de champán. Estaba muy fresquito y la verdad es que me gustó como para tomarme una segunda antes de haber despegado.

La azafata que había asignada a la zona donde se ubicaba mi asiento se llamaba Irina, tenía acento de Europa del Este y llevaba el uniforme típico de Emirates. Traje con falda color crema, blusa blanca, zapatos rojos, y un gorro también rojo del que colgaba un pañuelo blanco que se enrollaba en el cuello. Una vez que habíamos despegado, la tripulación femenina se quitó los gorros, el pañuelo y las americanas. En ese momento fue cuando me percaté de lo ajustada que le iba la falda y la blusa a Irina. Mostraba un culazo impresionante y un buen par de tetas. Eran de tamaño considerable y parecían estar muy oprimidas por el sujetador.

A partir de ese momento, mis miradas a Irina cambiaron y pasé a verla como objeto de mi deseo. La seguía atentamente cada vez que pasaba por mi lado. Su sonrisa era muy sugerente porque, además, llevaba los labios de un color rojo muy intenso y brillante, que resaltaban enormemente. Era una mujer que no destacaba con todo el uniforme puesto, pero super atractiva con lo que se había dejado.

La cena la sirvieron como a la hora y poco de haber despegado. Era ya de madrugada cuando los pasajeros que habíamos decido cenar terminábamos. A esas horas casi todo el pasaje dormía, las luces estaban muy tenues  y sólo se escuchaba de fondo el ruido de los motores del avión.

Como me había pasado durmiendo casi todo el primer trayecto, no tenía nada de sueño y me dediqué a seleccionar alguna película para poder pasar un par de horas de forma entretenida. En eso estaba, cuando la azafata se acercó para ofrecerme algo de beber y le dije que me apetecía algún licor dulce que no fuese excesivamente alcohólico. Me sugirió un cocktail que calificó como muy rico, en su opinión, y que llevaba como base un crema de licor de café con algo de alcohol y un poco de vainilla. Acepté su sugerencia y en el rato que buscaba la película, Irina, ya me había traído la copa. Me pareció excesivamente dulzón pero, en todo caso, estaba muy bueno y, tanto es así, que cuando se percató que me lo había terminado, se ofreció a traerme otro.  Acepté y enseguida tenía mi segundo cocktail de la noche servido.

Entre las copitas de champán, el vino de la cena y los dos licores de después, mi grado alcohólico ya era bastante alto para lo que estoy acostumbrado. La azafata se debió de percatar porque cada vez que pasaba por mi lado me sonreía y preguntaba si necesitaba algo más.

Hubo un momento que me levanté para ir al baño después de tanta ingesta de líquidos y, de paso, asearme un poco. Cuando me dirigía al baño antes de entrar me asomé por la cortina que tapaba la zona de los carritos y cocina y pude ver a Irina, sentada, ojeando una revista. Se acercó pensando que podía querer algo y me preguntó qué necesitaba. Le expliqué que sólo quería ir al baño y le di las gracias por su amabilidad. Ella sonrió y me dijo que era un placer, que le pidiese lo que necesitase. Ya en el baño me lavé bien la cara, cepillé los dientes y justo cuando estaba desabrochándome el botón del pantalón noté como mi rabo estaba bastante morcillón. Se debía de haber animado por la situación.

No se me ocurrió otra cosa que comenzar a machacármelo mirándome al espejo en una paja que me estaba causando mucho placer. Fue en ese momento cuando mi mente automáticamente se fue a la figura de Irina y la paja se hizo todavía más intensa y rápida. Me pasaba la mano por todo el cipote, totalmente hinchado, duro, lleno de venas y babeante por la punta.  En eso estaba cuando el avión empezó a moverse un poco. Parecía que estábamos atravesando un zona de turbulencias y la señal luminosa de abrocharse los cinturones se encendió y truncó mi placentero pajote. Me arreglé y salí tan rápido como pude. Las turbulencias parecían haber cesado y todo seguía igual. Ausencia de luces en los pasillos y sólo permanecía ligeramente iluminada la zona de los carritos.

De nuevo, me asomé para ver si estaba Irina y, efectivamente, allí seguía sentada, pero estaba vez mirando su móvil. Nos miramos y observé como desviaba sus ojos a  mi entrepierna ya que continuaba hinchada por el pajote inacabado. Ella se levantó y se dirigió de nuevo hacia a mí, esta vez mirándome con una cara que no había visto hasta ese momento. Se acercó y de forma muy sensual me dijo que si quería algo. Me quedé un poco cortado hasta que noté como su mano comenzó a palpar mi paquete por encima del pantalón. Me hizo una señal con su mano señalando al baño y volví a entrar, esta vez con ella detrás de mi.

Ya dentro del baño me dijo que no hiciera ruido y comenzamos a besarnos con el mayor sigilo posible y a tocarnos todo lo que podíamos. Irina fue muy rápida desabrochándome los botones del pantalón y metiendo su mano dentro de mi ropa interior. Comenzó a palparme la polla mientras nos morreábamos sin parar. Le toqué las tetazas que ya estaban como piedras, su enorme culo y comencé a desabrocharle los botones de la blusa. Puede ver dos pechos enormes apretados por un sujetador bastante discreto. Ella misma se quitó los corchetes, juntó ligeramente los codos y se  desprendió del sujetador de color crema, dejando al aire dos cántaros culminados por dos pezones rosáceos totalmente puntiagudos. Me entretuve unos segundos chupándoselos y mordisqueándolos alternativamente. Respirábamos de forma entrecortada por la falta de espacio y el enorme calentón.

Hubo un momento en el que le levanté la falda por encima del culo, amasando los dos glutéos y devorándole la boca con pasión. Parecíamos animales en celo. La cogí en alto para subirla al minúsculo lavabo. Le aparté a un lado el tanga y comencé a sobarle el coño, metiéndole primero el dedo corazón hasta el fondo y luego dos, tres y hasta cuatro dedos. La zona estaba completamente encharcada y no necesita ningún tipo de lubricación adicional. No obstante, me apetecía mucho hacerle una buena comida de coño en esa postura. Además, tenía la opción de sentarme en el inodoro y así poder abrirle bien los labios para pasarle la lengua desde el culo hasta el clítoris. Irina, apoyaba sus pies en la puerta del baño y en la pared del fondo mientras yo continuaba lamiendo y bebiéndome todos sus jugos. Ella no paraba de gemir de forma más o menos discreta pero, en todo caso, siempre creí que alguien podría oírnos.

No sé cuánto tiempo me pasé chapoteando en su conejo pero me sentía lleno placer. Desprendía un olor bastante intenso pero muy agradable. Con una mano me cogía la cabeza y la refrotaba contra su clítoris provocándole continuos jadeos.

Llegó un momento que me dijo “fuck me, fuck me, ...” y me levanté, me cogí la polla con la mano y la dirigí a ese coño palpitante que lo esperaba babeando líquidos. Se la metí de golpe, sin contemplaciones, y con toda la intención de provocarle un gemido bastante audible desde fuera. La escena era muy excitante, follando en un espacio reducido, jadeando con miedo a ser escuchados, con sus tetas balanceándose a los lados y metiéndole la polla tan al fondo como podía manteniendo un ritmo constante. Su cara estaba desencajada y me miraba con ojos de auténtica puta. Me encantaba la escena. Comencé a acelerar las embestidas para ver si era capaz de provocarle un buen orgasmo mientras alternativamente le daba a chupar mis dedos y le frotaba el clítoris. En un momento dado, me dijo en repetidas ocasiones, “please, don’t cum inside, please, don’t cum inside, please, ...”. Cuando el ritmo de la follada era tan alto que no podría aguantarlo mucho más tiempo comencé, Irina comenzó a correrse y a decir “I’,m coming, I’m coming, ... ooohhh, ooohhh, fuck, Jesus Christ, I’m coming, ... oooooohhhh, aaahhhhh, ...”. Cuando llevaba como medio minuto corriéndose, no pude aguantar más y se la saqué apuntando a sus tetas para llenarlas de una espesa lechada. Llevaba varios días sólo en casa y estaba exprimiéndome bien el rabo para sacar hasta la última gota. Guau, menudo polvazo habíamos echado sin esperarlo. Nos dimos bastantes besos e Irina se limpió con medio rollo de papel higiénico. Había quedado completamente bañada en esperma. Nos vestimos y salimos de la forma más discreta posible, primero ella entreabriendo la puerta y mirando a ambos lados y luego yo.

Ya en mi asiento recuperé el aliento y terminé de ponerme bien la ropa. Estaba bastante sudado y con restos de mi corrida en los calcetines de cortesía del avión.

Las sorpresas de este vuelo no habían terminado aquí pero, eso ya lo dejo para un próximo relato.

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