Me follo a tu vecino
Teníamos todo preparado para tener una noche de sexo tu y yo... pero parecías más interesado en el fútbol.
Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos con diversos autores & autoras, lectores & lectoras de TR
Me follo a tu vecino (Paola & Sylke)
Hoy me he puesto muy sexy para ti, pero en cambio tú, no pareces darte cuenta del todo, ya que cuando aparezco por la puerta de tu casa, me haces entrar corriendo sin apenas mirarme.
- Hola Alba, cariño... corre pasa, que acaba de empezar el partido. - me dices con premura.
- ¡Joder Dani, otra vez el dichoso fútbol! - protesto yo.
- Cariño, es la final. - añades como si eso fuese algo extraordinario.
Para una vez que no están tus padres y podemos follar tranquilamente en tu cama, me vienes con el cuento del futbol, joder Dani, lo tuyo es muy fuerte. Yo vengo dispuesta a follar, especialmente dedicarme de lleno a tu polla, primero a comérmela y luego a clavármela bien clavada como sé que te encanta, pero tú nada, ni me miras y sentados en el sofá, pareces dispuesto a devorar otra cosa y es nada menos que... ¡ver el futbol por la tele!
Sabes que hoy habíamos decidido escoger nuestro momento romántico y sexual a tope, para echar unos cuantos polvos, incluso hacerlo en la cama de tus padres, como me sugeriste, con el morbo que conlleva eso, pero es que ves un balón y te vuelves idiota, te lo digo de verdad. Precisamente, hoy, que vengo más que preparada y me he metido unas bolas chinas que vibran porque he venido con ganas de sorprenderte y de hecho ya he llegado bastante caliente a tu casa porque viniendo aquí, ese cosquilleo continuo en mi coño por culpa de las bolas, me ha dejado cachonda perdida.
Sin embargo, hoy la cosa va para largo, hay por lo visto, un partido de futbol muy importante... la final de no sé qué... yo entiendo que te guste eso de ver darle patadas a un balón, pero ¡coño, Dani, era nuestro día! Intento acariciarte por encima del pantalón, pero rápidamente quitas mi mano para no distraerte.
- Para, Alba, que me desconcentro. - me dices serio.
- Pues hoy teníamos nuestro polvo pendiente y estoy muy caliente.
- ¿No puedes esperar un par de horas? - me respondes casi abroncándome.
Me mosqueo bastante con tu actitud y me voy al cuarto de tus padres, observando esa cama gigante en la que podríamos estar follando en este preciso momento, pero tú nada, tú a tu rollo. Me miro en el espejo fijándome detenidamente en mi atuendo, en el que en otras circunstancias estarías comiéndome con la mirada. Hoy, me he puesto especialmente sexy para ti, con esta blusa tan ceñida blanca y esta minifalda de cuero negro que tanto te pone. Ni tan siquiera te has fijado en las medias que llevo puestas, de esas negras de cristal, ajustadas al muslo, que resaltan tanto mis piernas, por no hablar de mis zapatos de plataforma con tanto tacón.
Regreso al salón y paso delante de ti, con mis andares más sensuales y provocativos, pero tu reacción es otra a la esperada.
- Quita, joder, que no veo. - me gritas.
Estoy furiosa y te juro que he estado a punto de pirarme con tu actitud, pero me digo que, ya que estoy aquí, tendré que esperar esas dos horas, si realmente quiero que apagues mi calentura. Enciendo un cigarrillo y me salgo a la terraza por no discutir contigo y no mandarte directamente a la mierda.
Al mirar justo a la terraza de al lado me doy cuenta de que también está tu vecino echando un cigarrillo y tomando una copa tomando el fresco. Nada más verme se acerca a mí quedando ambos separados por apenas un metro y me saluda sonriente.
- Hola ¿qué tal? - me pregunta.
- Hola. Bien.
- ¿Disfrutando de la noche?
- Bueno, sí...
- Yo desde que has aparecido, la disfruto mucho más. - me dice piropeándome y observando mi atuendo, ese en el que tú ni te has fijado.
- Gracias - respondo halagada, pues por fin alguien valora mi outfit.
No te lo vas a creer, pero el caso es que ese hombre maduro, que podría tener la edad de mi padre, me parece muy simpático e interesante, con el me pongo a charlar amigablemente, aprovechando para lucirme y su conversación resulta muy agradable.
- ¿Pero qué haces aquí afuera tan sola? - me pregunta.
- No estoy sola, estoy con mi novio, pero es que está viendo el partido.
- ¿En serio? Estando tú aquí... ¿se pone a ver el fútbol? - me pregunta levantando sus cejas.
- Pues sí, ya ves.
- Yo tiraría la tele por la ventana si estuvieras en mi casa.
- Jajaja...
La verdad es que no conocía a tu vecino y está muy ocurrente, además de ser muy amable y compartir su copa conmigo, un whisky de no sé cuántos años, muy rico, de esos de los caros, supongo, y al final, la charla lleva a que me sienta muy a gusto y al mismo tiempo deseada, ¿sabes lo que es eso, Dani?
- ¿Y por qué no te vienes, mientras dura el partido? - me dice de pronto.
- ¿A tu casa?
- Claro y charlamos en el sofá tranquilamente... luego te vuelves.
- No sé si a Dani estará...
- Recuerda que te dejó tirada con el partido.
- ¡Es verdad! Voy para allá.
Entro en el salón, pero tu sigues ensimismado y gritando “fuera de juego”, sin volverte a percatar de que yo paso por allí mostrándote mi culito y mis piernas gracias a mis altos tacones y eso que me he comprado esas medias nuevas para tí.
- Dani, me voy a dar una vuelta. - te digo.
- ¿A dónde?
- Por ahí. - añado - ¡a follar con el vecino!
Me sonríes cuando digo eso, pero es que me dan ganas de tirármelo para que escarmientes de una puta vez con el fútbol.
Cierro tu puerta tras de mí, salgo al rellano y llamo al timbre. Reconozco que me he puesto nerviosa, pero tu vecino resulta ser un hombre tan atento, tan amable, cierto que es algo mayor para mí, ya lo sé, pero en el fondo me gusta atraerle y en el fondo estos maduritos tienen ese puntillo...
- Hola preciosa... de cerca eres todavía más bonita. - me suelta ese hombre en cuanto abre la puerta.
- Gracias. - respondo sintiéndome aún más deseada.
- Pero pasa, pasa...
Su invitación a pasar va acompañada de un buen repaso a mi culo y a mis piernas y no niego que eso me gusta, pero es que cada vez que sus ojos se van posando en mí, me va gustando más y yo pensando que tú estarás en este momento disfrutando de tu fútbol, mientras tu amable vecino devora mi escote y mis piernas.
Me dice que se llamaba Alfonso, que se ha divorciado hace unos meses y que ahora está solo.
- ¿Así que tú eres la novia de Dani? - me pregunta con su vista clavada en mi canalillo.
- Sí.
- Pues es un auténtico placer. No te había visto antes y no creo que hayas venido a ver el futbol, ¿Me equivoco? - me suelta sonriente.
- Pues no. Veníamos mi novio y yo a estar juntos... bueno...
- No te cortes que no me chivo. A ver... ¡Cuéntame!
- Pues eso, que aprovechando que no están sus padres veníamos a estar juntos en casa.
- ¡A follar! - añade él sin cortapisas.
Me pongo colorada, pero es la verdad Dani, habíamos venido a eso y yo sigo con un calentón tremendo, mientras tu vecino no deja de lanzarme piropos y de admirar mis piernas.
- Sí, la verdad es que sí. Veníamos a eso... - contesto.
- Y Dani prefiere el fútbol de momento.
- Eso parece.
Alfonso me sirve otra copa que me va soltando cada vez más, ya sabes que el alcohol me desinhibe bastante... y también porque me siento más relajada a su lado. Resulta muy simpático y lo cierto es que charlando con él parece que nos conocemos de toda la vida. Me gusta este hombre.
- Entonces ¿venías preparada? - me vuelve a preguntar.
- Yo... sí.
- A ver, cuéntame. Tengo curiosidad.
- Me da vergüenza
- Venga, en confianza, mujer. Es solo por hablar de algo. Hace meses que no tengo sexo y ya no sé si estoy caduco en eso.
La verdad que el hecho de saber que él hace tanto tiempo que no está con una mujer me resulta morboso.
- Pues aparte de esta ropa que llevo hoy...la que se ve, quiero decir.
- Que te sienta de maravilla, por cierto – apunta él y entonces apoya su mano entre mis muslos y acaricia mis piernas rozando mis medias con la yema de sus dedos.
Me nota azorada, pero yo en cambio me siento tan atrayente...
- ¿Y qué más? - dice intrigado.
- Pues traigo lencería debajo de color negro, aparte de las medias, ya sabes, para jugar. - le digo a pesar de estar muerta de vergüenza, aunque no lo creas.
- ¡Y qué medias! - repite acariciando mis rodillas con el dorso de su mano y subiendo ligeramente hasta medio muslo.
- ¿A ti también te ponen las medias? - le pregunto.
- ¡No sabes cuánto!
- Lo adivino. - le sonrío cuando veo que ya no despega su mano de ahí.
Creo que a Alfonso le gustan las medias incluso más que a ti, porque no deja de acariciar mis piernas y cada vez con más descaro. No niego que eso me gusta, primero porque ese era un regalo que quería hacerte y ahora es él quien lo disfruta y lo segundo porque que me está dando un gustito lleno de morbo. Alfonso sigue dibujando mis gemelos, pasando por mis rodillas y metiéndose incluso bajo la falda palpando la suavidad de las medias con la punta de sus dedos, metiendo su mano cada vez más adentro y dibujando con enorme suavidad los encajes de la parte alta. No sigue más arriba, aunque te juro que le estoy dispuesta a dejarle avanzar.
- ¿Y qué lencería llevas debajo? - me pregunta de pronto.
- Pues un conjunto muy sexy, negro con encajes.
- ¡Guau, negro!
- ¿Veo que te gusta el negro?
- ¡Hummm, me encantan estas prendas! Lo cierto es que una mujer resulta increíble con lencería sexy, siendo sincero me da igual el color, pero negro... es algo mágico Ni recuerdo el tiempo en que mi mujer se ponía cosas así, pero creo que más de un año.
- ¿Tanto tiempo hace que no estas con una mujer, Alfonso?
- Pues sí... No te voy a mentir y además las últimas mujeres vestidas así, creo que las he visto por internet, jeje.
- ¿Te gustaría vérmelo puesto?
Te juro que no sé cómo le he dicho eso, pero me ha salido solo, aunque la verdad es que me apetece estar guapa y que alguien me lo diga, en cambio tú pareces estar a otras cosas.
- ¿En serio me harías ese regalo? - me dice entusiasmado.
- ¡Claro!
Todavía no sé por qué estoy aquí, en la casa de tu vecino, ni cómo se me ha ocurrido dar ese paso, al fin y al cabo, este hombre es un desconocido, bueno a ti te conoce, así que en el fondo... No sé, creo que estoy algo borrachilla.
Tu dirás que además estoy loca, no lo niego y ahí me tienes, desabotonando mi blusa delante de tu vecino que me mira absorto desde su sofá. En cuanto me quito esa prenda mis tetas se ven más ensalzadas con ese sujetador negro de gran escote, como sabes estoy bien dotada, pero incluso ese sostén me hace parecer más tetona de lo que ya soy. Luego me suelto el corchete de la falda junto a la cremallera y acompañado de un movimiento oscilante de mis caderas, la voy dejando caer para quedarme con ese pequeño culote negro con encajes y transparencias. Otra de las sorpresas que te tenía preparada.
Seguramente tú no estás pensando en ese momento que tu novia se encuentra haciendo esto, que es quedarme medio desnuda, justo en la casa de al lado, en donde tu vecino traga saliva sin creerse lo que está contemplando. Me giro para que vea mi culito, que sabes que es uno de mis fuertes y no sé por qué, pero completamente lanzada voy y me siento sobre sus rodillas, algo que hace que ese hombre tiemble. Supongo que ni por asomo ha soñado tener encima a una jovencita dispuesta a lucir su cuerpo, pero ahí estoy yo, porque ya sabes que soy muy exhibicionista y me encanta gustar a los hombres, aunque eso sé que te molesta, pero ¿qué quieres? Este hombre me mira con deseo, sabe admirar el arte que yo aplico tanto en mi atuendo como en mi manera de mostrarlo.
Sobre las rodillas de Alfonso, estiro mis medias ante su atenta mirada. Su mano sujeta mi cintura, rozándome suavemente la piel y yo con aire inocente sigo haciendo ese improvisado show, con el mayor erotismo.
¿Supongo que recuerdas lo mucho que me gusta jugar a eso de hacerte shows privados? Pues mira, en ese momento lo estoy haciendo igual, aunque evidentemente no eres tú en quien yo estoy subida.
Alfonso acaricia mi cintura y mi cadera e incluso se atreve a acariciar la parte baja de mi espalda, casi rozando la costura de mi braguita. Yo alzo mi pierna derecha y estiro las medias con mis manos hasta ajustarlas bien en mis muslos, luego hago lo mismo con la otra pierna y recoloco mi zapato con sutileza, poniéndome de pie a continuación. Giro sobre mi misma mostrando la mejor de mis sonrisas y muy cerca de la cara de tu vecino, levanto mi culo gracias a esos taconazos.
- ¿Te gusto? - le pregunto mordiendo inocentemente mi dedo índice.
- ¡Alba, eres alucinante! ¡No entiendo que tu novio esté viendo un partido!
- ¡Ni yo! ¿Quieres que te sirva un whisky? - le pregunto recogiendo la copa vacía que hay sobre la mesa, frente al sofá.
Él se limita a asentir con la cabeza y yo así vestida o, mejor dicho, medio desnuda, empiezo a moverme en su salón con soltura, tan solo ataviada con un sujetador que realza mi pecho, mi culote negro, que enseña parte de mis nalguitas, luego mis medias negras y mis taconazos. Camino con seguridad, marcando cada paso y haciendo sonar mis tacones en el suelo de madera logrando que mis muslos y mi culito tiemblen a cada paso. ¡Qué pena no tener grabado ese momento!
Me pongo a preparar esa copa en una pequeña barra que tiene en su salón, pero lo hago con todo mi glamour, ya sabes que cuando me pongo, me gusta interpretar lo mejor de mí. Cojo una copa con hielos y comienzo a caminar lentamente hacia el sofá donde él permanece sentado atento a mi cuerpo y a mis movimientos. Llego a su altura con un gran meneo de mis caderas, sabiendo que mi culote ofrece lo mejor de mi culo. Cojo la botella de whisky y me siento nuevamente en sus rodillas. Su mano vuelve a acariciar mi cintura. Me gusta ese calor que desprende.
- ¡Dios Alba, eres como un sueño! - me dice pasando su mano por mi cadera.
- Gracias Alfonso. ¿Cómo quieres el whisky?
- Con hielo, sí.
Él no parece entender a qué me refiero... pero mordiendo la punta de mi dedo de forma inocente añado como una niña buena.
- No, digo... ¿Lo prefieres en la copa o que yo sea la propia copa?
Alfonso coge aire y entonces suelto el broche de mi sujetador negro. Solo le hago un gesto y él me ayuda a quitármelo, quedándome en tetas delante de él. Te juro que en ese momento he vuelto a pensar en ti, pero también recuero que tú en este preciso momento prefieres otra cosa, mientras que tu vecino alucina con mis pechos. Yo estiro mi espalda para que disfrute de mis tetas bien erguidas.
- ¡Son preciosas! - dice acariciando con el dorso de su mano la piel de mi teta derecha por el costado.
Me muerdo el labio al notar ese contacto. A continuación, le ofrezco un hielo y entiende que lo primero es refrescar el recipiente, que en ese momento son mis pechos. Sosteniendo el cubito de hielo entre sus dedos empieza a dibujar cada centímetro de mis tetas, hasta dejarlas fresquitas y totalmente mojadas. Te aseguro que la sensación es totalmente placentera, porque yo estoy muy caliente y el hielo en lugar de enfriar parece derretirse en mi piel. Luego se entretiene pasando el cubito por mis pezones, que se ponen duros como piedras al instante.
Acto seguido cojo la botella de whisky e inclinándola sobre mi cuello, vierto parte del contenido por encima de mi pecho haciendo que ese líquido caiga por la parte baja de mi cuello y se escurra como un río por mi canalillo y por cada una de mis tetas hasta alcanzar algunas rebeldes gotitas empapar también mis pezones.
- Adelante, Alfonso. - le invito a degustar el whisky sobre mi piel
No se lo piensa. Los labios de ese hombre se apoderan de mis pechos que están empapados en esa mezcla que ha dejado el hielo con el whisky, haciendo que disfrute degustando cada centímetro de mi piel y lo hace con pasión, aplicando su lengua mientras yo vuelvo a verter otro pequeño chorrito que juguetón se adentra en el valle que forman mis pechos.
Tenías que ver qué manera de comerme las tetas... yo creo que tú nunca lo has hecho con tantas ganas.
- ¡Huy! - digo picarona, levantándome - te he manchado entero. - comento refiriéndome al whisky que se ha derramado en parte de su camisa y en sus pantalones.
Mordiendo la punta de mi lengua, desabotono su camisa mientras él sigue enfrascado en acariciar mis pechos que quedan colgantes al encontrarme semi agachada, incluso en alguna ocasión su lengua lame alguna gotita que todavía queda en mis pezones. Siento un intenso gustito que recorre mi espalda en un largo escalofrío.
Me pongo en cuclillas para soltar su pantalón y levantando su culo arrastro la prenda junto a sus calzoncillos dejándole desnudo, con su polla totalmente erecta.
Joder, Alfonso está muy bueno y no se puede negar que tiene una buena tranca. Podrías ser tú ahora el que estuviera desnudo, pero no... es tu vecino maduro y me recreo observando su cuerpo.
En ese instante me pongo a bailar de forma serpenteante frente a ese hombre desnudo y me encanta ver cómo se fija en mis movimientos y en especial atiende a mis tetas que oscilan de forma hipnotizante o en mis braguitas que casi transparentan mi rajita y por supuesto en las medias que envuelven mis piernas y que él observa con atención, casi diría que, con devoción, desde mis pies hasta casi mis ingles. En ese momento recuerdo lo mucho que te gusta que juegue con mis medias en tu polla y en tus huevos y claro, con Alfonso también quiero jugar a eso, porque estoy segura de que le encantará.
Acto seguido subo mi zapato apoyándolo sobre su muslo para que me ayude a despojarme de él y lo hace despacio, sosteniendo el tacón y deslizando el calzado hasta que desaparece completamente de mi pie. Muevo mis deditos que se mueven juguetones dentro de los refuerzos de mis medias y noto por su sonrisa que eso también le atrae. Repito la operación con el otro tacón, que Alfonso desliza recreándose, agarrando mi tobillo con suma delicadeza para descalzarme completamente.
Tras sonreírle me meto en el hueco que dejan sus piernas abiertas y giro levemente mis caderas para rozar con el nylon de mis medias la cara interna de sus muslos. Con eso consigo que cierre los ojos. Entonces me siento en el sofá y con mis dedos descalzos, tan solo cubiertos por las medias agarro su polla tiesa y comienzo a pajearle, lentamente, ayudada únicamente por mis pies descalzos y sin dejar de sonreírle, haciendo que sienta la fina tela rodeando su dureza y le noto gemir cuando aplico cada vez más rapidez a esa paja con mis pies que como bien sabes, soy muy habilidosa con eso. Alfonso contrae su cuerpo al sentir cada caricia de mis pies, de cada uno de mis dedos, como cuando juego con su frenillo y noto como sale la primera gotita adornando la punta.
De sobra sabes lo mucho que me gusta tu polla y estoy más que contenta con ella, pero esta es diferente, además de preciosa, es prohibida... ¡desafiante!
- ¡Me encanta tu fresita! – le digo bajando mis pies para tomar en mis dedos ese glande sonrosado e hinchado.
Cojo ese elixir que desprende su polla con mis dedos y lo degusto llevándolo a mi lengua, ante la atónita mirada de Alfonso que sigue sin creerse lo que le está sucediendo.
- ¿Tienes nata? ¡Me encantan las fresas con nata! - le digo de repente y vuelvo a acariciar ese glande con mis dedos.
- Sí, en el minibar dentro de una pequeña nevera. - me indica.
Me levanto y camino hasta la barra con mi paso firme, marcando el ruido de mis pies descalzos contra el suelo y justo allí apoyada sobre ese mueble-bar, meneo mis caderas y voy bajando mis braguitas manteniendo mis piernas rectas y flexionando mi cuerpo hasta que la pequeña prenda llega hasta mis tobillos.
Alfonso me observa con detenimiento cuando yo levanto un pie y después el otro, hasta conseguir desnudarme a cámara lenta. Luego estiro bien mis medias inclinando mi cuerpo, sin flexionar las piernas, ajustándolas bien en la parte alta de mis muslos, en una pose de lo más seductora Entonces vuelvo con mis andares felinos hacia donde está sentado tu vecino, con mis braguitas en una mano y el bote de nata en la otra, que agito al mismo tiempo que avanzo hacia él, lo que provoca que mis tetas se muevan juguetonas.
Me pongo en cuclillas sosteniéndome casi de puntillas, ofreciéndole mis piernas abiertas y mi sexo depilado sonrosado e inflamado del que asoma la cuerdita de las bolas chinas. Le sonrío desde mi posición y me muerdo el labio inferior, comportándome como esa niña mala que tanto te excita y por supuesto a él también. Tras agitar un par de veces el bote, lanzo el primer chorrito de nata sobre ese capullo rosado y tu vecino da un pequeño respingo al notar el frío, pero enseguida entra en calor cuando abro mi boca y recojo la nata apretando mis labios al mismo tiempo que succiono esa polla dura.
A continuación, ya no me hace falta más nata, tan solo empiezo a mamar la dura verga de tu vecino, que sabe, por cierto, deliciosa.
- ¡Dios Alba, qué gusto! - gime él.
- ¡Tu fresita está riquísima! - respondo relamiendo mis labios que todavía tienen restos de nata.
Tras recoger con la punta de mi lengua los últimos resquicios de nata, mis labios bordean ese brillante glande, subiendo y bajando sin parar a lo largo de esa enorme tranca saboreándola.... por fin tengo una polla en mi boca, bien tiesa y no a alguien que parece estar más a un partido de futbol que a otra cosa, yo sí que me estoy divirtiendo y resarciendo de mi deuda pendiente para hoy y al mismo tiempo, casi sin darme cuenta, te estoy dando tu merecido...
Cuando separo un momento mi boca de su polla, ese hombre se me queda mirando al tiempo que me dice:
- Oye realmente eres preciosa, eres un ángel ¿estás segura de querer hacer esto? ¿no te arrepentirás después, Alba?
- ¿Bromeas? Estoy segurísima de lo que hago, así que, aquí me tienes, enterita para ti, para que hagas conmigo lo que quieras... ahora mismo este cuerpo te pertenece ¿quieres jugar con él?... es todo para ti, si lo quieres, claro....
Creo que mis palabras le animan a continuar y naturalmente aprovecha su gran oportunidad como lo hubiera hecho cualquier hombre en su situación... imagínate que te pasa a ti algo así...
Me incorporo lentamente apoyando mi rodilla contra sus huevos y frotando suavemente en esa parte, empiezo un roce continuo de mis medias contra su parte más sensible, arrancándole algún suspiro y poniéndole la piel de gallina.
Acaricia mis tetas dulcemente como si me las fuera a romper, y también pasa sus dedos suavemente por mi espalda y mi ombligo, parece entretenerse con cada roce, jugando con sus dedos en la parte interna de mis muslos, dibujando el refuerzo de mis medias y acariciando las formas del encaje, acercando sus dedos, casi sin atreverse al comienzo de mi rajita. Mi boca queda tan cerca de la suya que puedo notar su calor y no tengo que repetírselo con palabras, solo una mirada, una tierna mirada y una dulce sonrisa, dan paso a un apasionado beso.
En ese momento siento algo de vergüenza, tengo que reconocerlo, ya me dirás que vaya zorra... pero no sé por qué, he tenido una punzada de timidez, hasta que siento cómo su lengua se introduce en mi boca buscando jugar con mi propia lengua. ¡Que rico sabe un beso bien dado...!, tú lo sabes bien, Dani, que me encanta que me besen, que jueguen con mi lengua y mis labios y por cierto Alfonso besa muy bien.
Alfonso pellizca mis dos pezones y yo alzo mi pierna y apoyo mi rodilla sobre su muslo jugando nuevamente a ese roce de mis medias de cristal contra su piel. Tu vecino se agarra a mis caderas admirándome una vez más.
- ¡Chiquilla eres como un ángel!, ¡Quiero follarte! - dice nervioso acariciando mis labios vaginales haciéndome temblar de gusto.
Entonces se da cuenta de la cuerda que sale y tirando de ella va descubriendo la primera bola plateada que sale empapada de mi coño y a continuación la segunda hasta quedar colgando entre sus dedos. Me sonríe y yo también lo hago, además de morderme el labio inferior mostrándole mi calentura.
- ¡Dios, eres una caja de sorpresas! – me dice.
El hecho de que me despoje de esas bolitas, me produce un gusto que me hace ronronear y acto seguido me subo a horcajadas sobre su cuerpo desnudo. Nuestros sexos quedan pegados y yo empiezo a mover mi pelvis para que mis labios vaginales acaricien ese miembro duro.
- Alfonso, ¿De verdad quieres follarme? - le digo con tono susurrante.
- !Siiiiiiiiiiii! - es casi un grito su contestación.
En ese instante apoyo mis rodillas en el sofá para levantar ligeramente mi culo y orientando la polla de tu vecino la llevo hasta mi coño, sentándome de golpe sobre ella. Ese duro miembro se mete hasta lo más profundo de mi útero, dándome un gusto increíble... llenándome entera, matándome de gusto, proporcionándome un placer fuera de lo normal. Sin duda que mi estaba necesitada de polla y la de tu vecino ha venido a sustituir la que me faltaba. Comienzo a subir lentamente disfrutando del contacto de esa polla rozando las paredes de mi coño, para luego volver a dejarme caer sobre ella.
- ¡Ah, qué placer! - digo gimiendo al sentirla bien adentro.
A continuación, tras un largo suspiro, empiezo a cabalgar sobre ella, mientras tu vecino se divierte amasando mis tetas, mi culo, dibujando mis caderas y mi cintura.
- ¡No me creo que te esté follando! - repite él entrecortadamente.
- ¡Ni yo que lo estés haciendo!
Aunque parece un sueño, estoy ahí, desnuda, cabalgando sobre la dura polla de Alfonso, alguien necesitado de un buen polvo, tanto como lo estoy, Dani, entiende mi situación... necesitaba que alguien por fin se fijara en mí y me taladrase de una maldita vez mientras tú ves el puto futbol.
Te juro que mientras me clavo esa polla hasta lo más hondo no dejo de pensar en ti, pero curiosamente no siento arrepentimiento en ese momento, tan solo la necesidad de ser follada y tu vecino lo hace tan bien...
Las manos acarician mis piernas, pasando sus dedos suavemente por mis medias brillantes, mientras yo le atenazo con mis muslos e intento apretar los músculos de mi vagina para sentir esa dureza con mayor intensidad, sin dejar de cabalgar más y más fuerte, sintiendo como me llena su polla en mi interior.
Puede que en ese momento me esté comportando como una puta, una traidora, una novia infiel, no lo niego, pero me siento tan bien, quiero follar el mayor tiempo posible sobre esa adorable polla que me llena tanto... quiero disfrutar este momento y no tener que ver el estúpido partido por la televisión. En el fondo, aparte de sentir ese placer, lo hago a conciencia en gran parte, para darte un buen escarmiento y una buena lección para que nunca olvides a tu novia cabreada mientras se llena de una polla nueva y bien dura.
La respiración y los jadeos de los dos son muy intensos y ambos estamos disfrutando de ese polvo prohibido e intenso... Me agarro a su nuca y mis tetas quedan en su boca que chupetea y muerde con todas sus ganas. Solo se oyen nuestros cuerpos desnudos chocar, nuestras respiraciones y nuestros agitados jadeos.
- Me voy a correr – me avisa tembloroso tu vecino.
- ¿Te gustaría hacerlo en mi culo? - le pregunto apretando mis muslos.
Él se me queda mirando sin creerse la propuesta, pero solo le sonrío y él asiente con la cabeza, reflejando en sus ojos el deseo y la felicidad. No le hago esperar, me incorporo para ponerme arrodillada a cuatro patas sobre el sofá y esperando a que él por detrás me siga follando, pero esta vez por mi otro agujerito. No le cuesta meter la punta, que se encuentra bien lubricada y además le permito mejor posición, levantando mi culo, apoyando mis codos en el brazo del sofá facilitándole al máximo esa entrada. Relajo los músculos y esa polla entra en mi ano como un cuchillo caliente en la mantequilla. Nunca me ha entrado tan fácilmente ahí atrás, pero es que los dos estamos excesivamente calientes. Su polla está totalmente insertada y noto los latidos de mi corazón acelerarse. A partir de ese momento, Alfonso se agarra de mis caderas y empieza a clavármela cada vez con más fuerza teniendo que sostenerme pues sus embestidas son brutales, haciendo que el sonido de nuestros cuerpos chocar sea como una explosion... es la música mágica y atrapante de una follada que parece que no tiene fin.
- ¡Sí, sí... que maravilla... que culito tan estrecho! - dice él entre bufidos.
De vez en cuando vuelvo mi cabeza para atrás y observo como el cuerpo sudoroso del vecino sigue haciendo esos movimientos de su pelvis clavándose contra mi culo y es asombroso su aguante, ten en cuenta de que te dobla la edad ¡pero qué manera de follarme el culo, ese hombre, cariño! Te aseguro que lo hace mejor que tú...
Mis dedos empiezan a jugar con mi clítoris sintiendo un gusto doble, por un lado, el que recibo en mi culito con esa maravillosa polla y por otro el de mis propios dedos en mi sexo.
- ¡Si, si, si, que gusto...!, ¡Me estoy corriendo...! - empiezo a gemir yo cuando me llega un orgasmo maravilloso
- ¡Sí, preciosa, córrete, córrete que ahora voy yo!
- ¡Sí, joder, dame más, Alfonso, fóllame el culo! - sigo gimiendo yo entre temblores.
Eso parece que estimula a que tu vecino la deje bien metida adentro, tensando sus músculos mientras ese orgasmo me hace temblar, lo que provoca su propio orgasmo a continuación corriéndose dentro de mi apretado ano. Puedo notar como me invaden incesantes chorros de su semen que me llenan por completo y cuando saca su miembro de mi apretado culo, innumerables ríos de semen recorren mis muslos manchando mis medias con ese líquido blancuzco.
Permanecemos desnudos, abrazados y jadeantes en el sofá, recuperándonos de ese sexo salvaje y tan morboso.
Me levanto y camino meneando mis caderas, con mis pies descalzos que manchan las medias en la planta de mis pies y así camino desnuda hasta el pequeño minibar y preparo una copa de whisky con varios hielos.
Regreso hacia el sofá en donde me espera Alfonso admirando mi cuerpo, fijándose como solo un hombre sabe hacerlo, en mi sexo primero y en mis medias después, observando como mis pies descalzos retumban en la madera del entarimado.
Vuelvo a ponerme a horcajadas sobre ese hombre y pego un trago de whisky.
- ¿Tienes sed? - le pregunto.
Cuando asiente con la cabeza y pellizca de nuevo mis pezones yo pego otro trago a la copa manteniendo el líquido fresquito en mi boca y a continuación le hago un gesto para que abra la boca dejando caer de entre mis labios un pequeño chorrito de whisky que se deposita sobre su lengua y a reglón seguido nos fundimos en otro tórrido beso.
No sé el tiempo que permanecemos ahí, con nuestros cuerpos desnudos, nuestros sexos pegados y nuestras bocas y lenguas unidas, pero entonces recuerdo que el partido ha debido terminar.
- Alfonso, debo irme... - le digo separándome de él.
A continuación, comienzo a vestirme mientras Alfonso me observa y le pega otro trago a la copa. Me encanta ver como observa mis movimientos, cómo me abrocho el sostén, como abotono mi camisa o como subo mi falda meneando mis caderas mientras nuestros ojos se miran de continuo. Estiro mis medias para tensarlas ante su cara sonriente.
- Preciosa, necesito verte otra vez. - me dice, mientras yo me voy calzándome los tacones.
- Claro... Alfonso... ¡en el próximo partido! - le respondo y ambos reímos.
Regreso a la puerta de tu piso, no sin antes lanzarle un besito a tu vecino desde la puerta de tu casa.
Paola & Sylke