Me follé bien fuerte a mi compañera de piso
De como salgo a almorzar un domingo por la mañana, vuelvo a casa y le meto la polla bien fuerte a mi compañera de piso.
Había quedado con unos amigos para almorzar y jugar al póker en el Purga, el bar dónde siempre quedamos. Nada más salir de la cama me duché, me vestí y fui a la cocina. Abrí la nevera con hambre, pero me eché solamente un zumo de naranja y salí a la calle
La partida comenzó mientras esperábamos la comida. Nos repartimos los 20 euros en fichas. Salíamos con una ciega pequeña de 2 euros y medio. Al principio me fue bastante bien, pero luego se me fueron torciendo las jugadas y acabé palmando pasta, como siempre.
De todas formas nos divertíamos. Las cervezas y las tapas iban cayendo. Al final echamos un par de chupitos de orujo de hierbas que me acabaron de rematar: iba pedo. El Charli se pidió un cubata y yo lo acompañé. Se nos fueron pasando las horas y Eso fue el principio de un día guarro que nunca olvidaré.
Cuando acabamos el almuerzo nos fuimos cada uno para su casa. De camino, mientras me fumaba un cigarro que me estaba sentando de muerte, le daba vueltas a un tema que me preocupaba desde hace tiempo: Juliette.
Juliette era (y es) mi compañera de piso. Tiene 35 años, 10 más que yo. Juliettte es una chica bajita, menudita, que siempre va con gafas y el cabello recogido. Cuando la conocí, mientras me enseñaba el cuarto que ahora es el mío, me pareció fea. Pero una vez llegué aquí la cosa cambió. La tía siempre se vestía con vestiditos cortos y apretados que dejaban ver bien sus formas y me permitían siempre echar un vistazo a sus piernas, que eran bien bonitas y largas.
De cuerpo estaba bien buena. Y entre eso, que soy un caliente y que la tía no se cortaba para enseñar carne (en principio, inocentemente) pues iba todo el día cachondo. Aunque no me atrevía a hacer nada, pues era demasiado peligroso liarse con una compañera de piso. Pero cachondo iba, y eso acabó empujándome a hacer lo que os voy a contar a continuación.
Iba borracho, tal como os decía. Eran ya las tres de la tarde. El frío fuera era considerable, por lo que no había nadie por la calle. Al llegar a casa agradecí el calorcito de la estufa que había funcionando en la entrada. Me serví un cubata para acabar de rematar la faena. Cuando iba para mi cuarto vi, por el rabillo del ojo, como Juliette dormía en el sofá,y me paré sin pensarlo a observar sus piernas, que quedaban al aire. Yo iba muy pedo, ella estaba demasiado desnuda y tuve que acercarme a tocar su piel con mucho cuidado para que no se despertara.
A mi se me puso dura mientras ella ni se inmutaba. Animado por eso empecé a subir la mano por los muslos y el calor iba aumentando. Llegué a sus bragas, a las que eché un vistazo mientras pasaba los dedos por encima. Juliette estaba mojada. Eché mano a sus tetas desesperado, ya con menos cuidado, y entonces reaccionó con un pequeño gemido que me hizo sospechar que estaba despierta.
“Juliette, Juliette..”, dije muy flojito. Ella abrió los ojos, me miró el bulto provocado por mi erección y empezó a tocarmelo. Sin mediar palabra me acerqué y le comí la boca, y ella respondió metiendome la lengua hasta la campanilla, con un beso que me dejó todo loco y que me puso caliente perdido. Me saqué la polla y se la enseñé, toda dura. Ella, obediente, sonrió y se la metió en la boca, empezando una mamada muy rica.
Me comía la polla lentamente, pero con ritmo. Estuvo un buen rato metiéndosela entera, saboreandola con unos chupetones fuertes cuando llegaba al glande que me mataban del gusto. “Como la chupas Juliette, joder”, yo le iba diciendo. Y ella sonreía con la punta de mi polla aún entre los dientes. “¿Me vas a follar ya o qué?”, me dijo, y yo sonreí. Parecía que tenía ganas de que se la metiera ya, pero yo quería comerle las tetas primero, así la dejaba desnuda para el polvo de después y saboreaba esos pezones, que resultaron ser pequeñitos, saltones y riquísimos.
Al poco no podía aguantar más, por lo que la puse de pié, le quité las bragas y la senté encima mío. A mi el pedo ya se me había pasado, por lo que la tenía durísima. Jugamos un rato a rozar la punta de mi polla con su entrada. Estaba mojada, y cuando nos decidimos entró sin esfuerzo. A partir de ese momento nos abrazamos y nos dejamos llevar, cada uno a nuestro rollo para gozar al máximo. A cada embestida mía ella gemía fuerte, y al final acabamos a un ritmo endiablado montando un jaleo del copón en medio del salón de casa.
Cuando me dijo “Puedes correrte dentro, tomo la píldora! No pares” me convertí en un toro, follamos a la bestia hasta que nos corrimos. Primero ella y 15 segundos después yo, bien profundamente dentro de su coño.
Tuve que marcharme del piso, pues Juliette no podía soportar verme cerca. De todas formas lo volvería a hacer.