Me folle al técnico de mi Pc

Me sorprendió tomándome por la cintura acercándome casi bruscamente a él robándome un beso que no dudé en corresponder. El fuego de su boca quemaba la mía. En ese momento tuve la necesidad de apagar el incendio que lo perturbaba, recibiendo el beso con pasión.

"El reparador de la PC"

Mi computadora estaba funcionando pésimo desde hacia unos cuantos días, pero como no me quería quedar sin ella andaba esquivando de llevarla a arreglar. Forzosamente tuve que acudir al técnico porque la maldita máquina se me había tildado mal. Rodolfo es quien me la arregló siempre. Es un hombre que calculo pasará los cuarenta años aproximadamente; es de mi entera confianza, así que teléfono en mano lo llamé con tanta mala suerte que estaba vacacionando con su familia en la ciudad de Mendoza y no volvería antes de fin de mes. Igual me recomendó que llamara a Gustavo (un colega). Dijo que era muy bueno en lo suyo y además no era de los que te mataban a la hora de cobrarse el arreglo. Aliviada con el dato le agradecí culminando la conversación.

Minutos más tarde llamé a Gustavo y me daba ocupado… dejé pasar un rato y volví a intentar; y ya esa vez, con más suerte, me atendió. Con un timbre de voz gruesa, imponente, dejaba intuir su simpatía mientras me preguntaba los pormenores de mi PC.

Le expliqué lo mejor que pude (a mi manera) porque no entiendo mucho del tema, sólo se usarla. Me pidió la dirección de mi casa para venir a revisarla, diciendo que en menos de una hora llegaría.

Aproveché para darme una ducha ya que el tiempo era suficiente. Estaba saliendo del baño cuando sentí el timbre. "¿Quién será?", pensé… No me quedó más alternativa que colocarme la bata e ir a atender.

Abrí la puerta y mirando por lo alto, me encontré con un bombón de unos 30 años más o menos. Por su voz enseguida lo reconocí. Estaba allí con una remera blanca pegada al cuerpo y de mangas japonesas haciendo un contraste perfecto con su piel dorada y su cabello corto que no llegaba a rubio, más bien era castaño. Ojos grandes y verdes, boca "dibujada" de labios pulposos. Físicamente enorme. De repente me doy cuenta que me había quedado embobada mirándolo y no lo había hecho pasar

Abriendo un poco más la puerta lo invité a entrar, disculpándome por mi apariencia.

Mi imagen era patética: mis cabellos envueltos por una toalla, bajo el típico enrosque que le damos las mujeres de cabello largo para que absorba el agua excedente sin quitarlo hasta que terminamos de secarnos y de humectarnos la piel con una crema hidratante finamente perfumada. Mi cuerpo cubierto con una bata de seda blanca haciendo juego con las pantuflas mañaneras

Lo dirigí a donde el PC y una vez allí señalándole la silla giratoria lo invité a sentarse. Me quedé parada detrás observando. No me quise ir a cambiar para no dejarlo solo, ya que hasta el momento era un completo desconocido.

Mientras reiniciaba la máquina me fue haciendo preguntas como para ir descartando ciertos problemas. En un momento giró sobre sus hombros para quedar cara a cara mientras yo hablaba. De pronto noté que su mirada se perdía sin disimulo a la altura de mis pechos… se ve que en un descuido el lazo de la bata se aflojó, o en el apuro de vestirme no la ajuste lo suficiente (esa es la única contra que tiene la seda) y se había abierto más de lo debido dejando escapar sutilmente mis rozados pezones fuera de ella… Con la rapidez que caracteriza la desesperación de el incidente y con mis mejillas prendidas fuego me cubrí y ajusté el lazo … Sin promediar palabra, dándose cuenta que me había puesto nerviosa, se dio vuelta y continuó en lo suyo.

Yo seguí parada detrás con las manos cruzadas y sin despegarlas de la resbalosa tela para que no se volviera abrir… Luego de una pausa silenciosa me hizo saber que debía llevárselo a su taller. Al parecer tendría que instalar nuevamente el sistema operativo . Mi cara se transformó al instante; y como si leyera mi pensamiento me tranquilizó:

  • Descuidá, no te voy a dejar en banda, te traeré una de las mías hasta que esté lista la tuya.

Suspiré de tal manera que lo hice sonreír… Que linda sonrisa pensé.

¡Me contentó! Y le agradecí aquel gesto para conmigo. En un acto de caballerosidad aduce:

  • ¿Qué menos podría hacer ante una damisela?

¡Ahí la que sonrió fui yo! Bastó con mi sonrisa para darse cuenta que me había agradado su halago. Lo acompañe hasta la puerta de salida, y antes de irse agregó:

  • Tardaré lo que tardo en llegar hasta mi casa y volver.

Despidiéndome con un hasta luego se marcho.

Me fui a espiarlo por el ventanal del living y me quedé mirándolo como caminaba hasta el auto. Mientras, recordaba el incomodo episodio sucedido. ¡Qué vergüenza, Dios! Inmediatamente lo ví alejarse, me fui a mi habitación a cambiarme. Algo sencillo para una tarde de sábado. Nada sofisticado, apenas un jeans bordado, unas sandalias con algo de tacón, y una musculosa blanca que llevaba impreso en la delantera la palabra "sexy" en relieve y con brillitos, sencilla pero bonita.

Arreglé el desorden que había dejado luego del baño, y sin nada más que hacer llamé al celular de mi mejor amiga para contarle del técnico (Quedé embobada). No sé el rato que estuvimos estado hablando, pero a la hora de hablar de hombres el tiempo siempre es poco, ja ja. Pero tuve que cortar porque llamaron a la puerta.

Ya estaba de regreso. Llegó con un portátil y mientras lo sostenía aún sin apoyarlo sobre la mesa, me recorrió por completa con la mirada comentando:

  • ¡Qué linda te pusiste para recibirme! Aunque la bata te sentaba muy bien te digo.

Una sonrisa irónica dejaba ver su blanca dentadura.

No pude menos que esbozar una sonrisa y agradecerle el piropo. Quise salir rápidamente de la conversación e inmediatamente enfoqué mi mirada en el portátil que traía en sus manos. Dándose cuenta de la incomodidad de las palabras anteriores acercándome el portátil a mis manos dice:

  • Para que no te encuentres desconectada del mundo acá te lo dejo, es el que yo uso diariamente, y estoy convencido que lo dejo en buenas manos.

Respondí con mi mejor cara:

  • No sabes el favor que me estás haciendo, la base de mi trabajo es la compu, y sin ella me atrasaría terriblemente; no sé como podré agradecerte

Casi interrumpiéndome

  • Yo sé cómo

Un "¿Si?", me salió un poco dubitativo (los nervios me jugaron en contra)

  • Aceptando ir a cenar esta misma noche, si es que no tenés planes, claro.

Me pareció interesante. (Tengo que cancelar la salida con las chicas, pensé).

  • No, no la verdad ningún programa.

Y sin esperar a que le diera el OK, me propone:

  • ¿Te parece bien a las 22:00 hs.?

  • Sí, perfecto.

Se fue saludándome con un beso en la mejilla a modo de despedida, erizando mi piel al rozar sus labios con los míos. Intencional o torpeza no lo sé.

Volví a cambiarme de ropa acorde a la situación. Como no sabía a qué sitio me llevaría escogí un vestido rojo discretamente escotado con un fino lazo que ajustaba en el cuello, dejando la espalda al descubierto. El modelo no permitía usar corpiño, pero mi pechos firmes lo permitían. Acompañé con zapatos de tacón y una diminuta carterita al tono.

Puntualmente a la hora acordada estaba ahí. Me llevó a un restaurante muy bonito, de los mejores que hay en la ciudad. Cálido, de iluminación más bien escasa y música tenue, haciendo de él un lugar confortable.

Era una situación un tanto extraña. No era común para mí estar sentada junto a alguien que pocas horas antes había conocido. Mantuvimos una conversación amena, y supimos un poco más del otro. Ya habíamos cenado pero aún seguíamos bebiendo del exquisito vino, un Cabernet Sauvignon, aunque mi cultura alcohólica siempre ha sido nula.

A poco más de dos copas me empezó a subir por mi cuerpo un calor que parecería que se concentrara en mis mejillas… En un tono de voz suave y relajador me preguntó si tenía calor. Me confesé ante su mirada penetrante que parecía concentrarse en esas rosadas manzanitas que se habían incrustado en mi rostro.

Alejó la copa llevándola para su lado.

  • Mejor te pido un café

Era una buena idea. Me bebí el café y me levanté para ir al baño. Al hacerlo sentí que mis piernas flojeaban; disimulé bajándome el vestido. Muy normal que se suba cuando se permanece mucho rato sentada. Caminando lentamente moviendo las caderas como si fuera una top model (sabía que él me estaba mirando) encontré los baños y al ver la clásica muñequita pintada en la puerta, entré.

Permanecí un largo rato sentada en el inodoro esperando que se me pasara el mareo (se me daba vuelta todo). De pronto sentí su voz tras la puerta

  • ¿Te pasa algo? Me tenés preocupado. Estás tardando demasiado. ¿Puedo pasar?

Que patética situación para una primera cita pensé… Entró y se asustó al verme pálida; me ayudó a pararme y me llevó al vanitori. Me comenzó a mojar la cabeza y la frente. Pasaba sus manos empapadas de agua por mi rostro, y si bien los mareos ya habían cesado, él seguía refrescándome… sacó su pañuelo y me secó.

Mientras, acariciaba mi rostro suavemente. Como si una diávola se hubiera apoderado de mi ser, ¡me descontrolé! Besé sus manos, a modo de agradecimiento, me miró con un dejo de timidez y continuó secándome. Cuando terminó lo abracé y le pedí disculpas por el papelón.

Pensé en aguantarme las ganas pero no pude resistirme a semejante tentación: estando a escasos centímetros de esos labios era "el momento" y fui yo en busca de esa boca carnosa que parecía estarme pidiendo por favor… al posar mis labios en los suyos nos fundimos en un largo y caliente beso. Estábamos tan pegados que notaba el bulto de su entrepierna crecer.

No sé si fue producto del alcohol o qué, pero deseaba que me penetrara ahí mismo. Él se transformó. Sin dejar de besarme me empujaba hacia atrás hasta hacer tope contra la puerta del baño abnegando la entrada a cualquiera inoportuna que quisiera interrumpirnos. Estábamos muy excitados los dos, pero Gustavo estaba lúcido, en cambio yo no tanto. Apartándose un poco de mí me tomó del mentón elevándome la cara para asegurarse que lo mirara, y se excusó diciendo ….

  • No hagamos lo que quizás mañana más sobria te puedas arrepentir.

Me enfrenté al espejo y me acomodé el vestido que estaba bastante desalineado por lo ocurrido, peiné con mis dedos el cabello, lo miré con mi mejor cara seria y le pedí que se fuera para la mesa. No quedaba bien que nos vieran salir juntos.

Ya bastante recuperada fui a reencontrarme con Gustavo. En mi ausencia había ganado tiempo y abonado lo consumido. Tomándome de la mano nos retiramos del lugar.

Me preguntó si me sentía bien como para ir a caminar un poco por el lugar.

Verdaderamente me sentía mucho mejor.

El sitio y la noche eran perfectos. Una brisa suave proveniente de la costa acariciaba nuestros cuerpos al andar. Caminamos hasta el final del sendero iluminados por faroles que nos permitían ver cada gesto, cada mirada.

  • ¿Seguimos?, me preguntó.

Asentí con la cabeza, no tenía muchas ganas de hablar. Nos adentramos en el bosque siguiendo el camino que otros transeúntes habían marcado.

Era un silencio único. Sólo se escuchan las copas de los árboles mecer al paso del viento. De música de fondo nos acompañaba el sonido del mar, con sus olas inquietantes rompiendo en la orilla, era una delicia para nuestros oídos.

Creo que ninguno deseaba perturbar la paz que a cada paso nos regocijaba.

Caminamos un importante trecho hasta toparnos con un lugar de descanso, donde había una importante cantidad de banquitos de madera de color blanco que adornaban el sitio junto a unas mesitas haciendo juego.

"Descansemos un rato antes de volver", me dijo con voz dulce y suave. Ambos disfrutábamos de cada momento de aquella noche. Nos encontramos contemplando aquel cielo diáfano iluminándonos desde lo alto, como si fuera sólo para nosotros dos.

Me sorprendió tomándome por la cintura acercándome casi bruscamente a él robándome un beso que no dudé en corresponder. El fuego de su boca quemaba la mía. En ese momento tuve la necesidad de apagar el incendio que lo perturbaba, recibiendo el beso con pasión.

Sentía su cuerpo temblar junto al mío. Nuestras lenguas entrelazadas se entendían mejor que con palabras. Su corazón sobre mi pecho golpeada cada vez con mayor intensidad.

Me tomó de la mano y guiándola con la suya la pasó por su entrepierna. La franeleaba por encima de su pantalón. Su cara se iba transformando con cada roce. Comprobé cuán excitado lo había puesto ese beso. También yo lo estaba: percibía la humedad de mi vagina mojando la diminuta tanguita.

Desde lo sucedido en el baño que nuestros cuerpos se deseaban fervientemente, y había llegado el momento de calmar la sed que ellos reclamaban.

Como si fuera "el mejor vidente" usando casi las mismas palabras de aquel pensamiento me hizo saber de su terrible calentura.

Nos marchamos por el mismo recorrido que habíamos atravesado minutos antes, propinándonos besos a cada paso llegamos a su auto. Una vez dentro del mismo se abalanzó sobre mí y metiendo la mano en el escote sacó los senos fuera y comenzó a juguetear con su lengua hasta lograr erizar los pezones por completo. Sobre la butaca yo me retorcía de placer mientras acariciaba su cuello, y trayéndolo hacia mí, lo besaba. Exaltado y con voz entrecortada me dijo:

  • No aguanto más nena… ¡Cómo me gustás! ¡Te quiero coger ya! Vayamos a otro lugar.

Sus palabras más me excitaron y casi sin pensar le respondí:

  • Prefiero que vayamos a mi casa.

Sin haber terminado la frase ya había puesto en marcha el auto. Estaba sacadísimo. Me presionaba contra la puerta mientras buscaba la llave en mi cartera para abrir. Me metía la mano por debajo del vestido para tocar mi trasero. Tras cerrar la puerta y liberados de miradas ociosas nuestros cuerpos ardían de sed, nos besábamos, nos tocábamos, nos sentíamos… Tuvimos una previa muy bestial, él me arrancó el vestido de la forma más salvaje. Hasta pensé que quizás me lo había roto. Yo no quise ser menos y le arrebaté la remera de un tirón (me excita lo animalesco).

Nos dejamos caer sobre la alfombra que revestía el living y todo comenzó… Luego de comernos la boca por un largo rato bajó besándome por completa. Se detuvo en mi ombligo a juguetear con el piercing; luego siguió bajando por mi vientre con su lengua juguetona hasta llegar a mi entrepierna y con los dientes quitó la tanguita. Abrí las piernas un poco más para que bebiera de mi fuente y calmara su sed con mis jugos vaginales. Pero él fue cauteloso, lento, más bien tortuoso, y se hizo desear. Parecería ser que el juego previo era lo suyo, porque sabía cómo hacerlo.

Me acariciaba y daba lametones largos y húmedos… sentir su lengua alrededor de mi pubis me enloquecía. Me mordía los labios para contener el deseo que me provocaba.

Introduciendo un par de dedos que supo mover muy bien, metiéndolos y sacándolos y así sucesivamente susurró.

  • Mmmmmm, qué mojadita estás bebé, me encanta ponerte así, bien depiladita como me gusta a mí, para comérmela toda. Mmmmm.

Mientras tanto con el dedo índice de la otra mano me frotaba el clítoris que ya asomaba por completo de su capuchón por la gran excitación. Sólo se escuchaba el chasquido de sus dedos empapados, ese ruido tan característico cuándo la vulva está completamente extasiada y dilatada.

Yo seguía acostada, mientras él se puso de rodillas frente a mí y metió sus manos por debajo de mis caderas elevándolas hasta dejar enfrentado mi sexo a su cara. Hundió su caliente boca y se apoderó de mi conchita como nadie antes (¡Qué manera de hacerme acabar!)… bebió hasta la última gota que mi vagina le entregó.

Sólo su torso estaba desnudo. Su pija prisionera debajo del jeans me pedía a gritos que la auxiliara. Se quedó parado y se entregó por completo a mí.

Quitándole el pantalón con ansiedad al paso que acariciaba sus piernas miraba su bulto palpitar bajo un bóxer blanco con guardas negras que le quedaba muy bien. Con ayuda de ambas manos y ante su mirada desesperada lo desnudé. Su falo liberado saltó como un resorte.

"¡Oh Dios! -exclamé- ¡Qué grande!"

De verdad me sorprendí al verla, sin vello púbico alguno y perfectamente circuncidada.

Era por demás tentadora.

Nos miramos con devoción, y nuestras lenguas se volvieron a buscar, hicieron de las suyas calentando aún más la situación. Salí de su boca para recorrer su cuello. Besándolo todo, me acerqué a su oído y luego de un par de lamidas en el lóbulo que lo hizo gemir; le susurré: "¡Te deseo pendejo!"

Bajando directo a su dura pija me arrodillé. Comencé lamiendo sus lindos huevos. Me gustaba jugar con ellos, sentirlos dentro de mi boca y mirar sus facciones a cada lengüetazo que le daba mientras mis manos sobre su culo empujaba hacia mí. Su mirada me pedía a gritos que me llevara su pedazo a mi boca, pero a mí también me gustaba hacerlo desear, lo tomé con mi mano ensalivada y jugué largo rato con la puntita de mi lengua. Lametazo va, lametazo viene, asomaron las primeras gotas de liquido preseminal que limpié con devoción.

Mirándolo a los ojos y sin perder ritmo, fui devorándome su gran pedazo, desapareciendo casi por completo en mi boca. Su cara reflejaba lo mucho que le gustaba. No se tardó en venir, y me sorprendió con una gran lechada, que con gusto bebí, relamiéndome con las últimas gotas que chorreaban por mi comisura. Me ayudó a levantarme y me besó con pasión: en nuestras bocas teníamos el sabor del otro, ysentir en la suya mis propios jugos me excitó por completo.

Seguíamos tan encendidos como al principio.

Lamiéndome cada parte de mi cuerpo llevó su boca hasta mis lolas. Las apretujó tan fuerte que me hacía doler, pero me gustaba… más me excitaba… mis pezones erguidos parecían explotar dentro de ella. Con cada chupón que les propinaba y a medida que me los succionaba mi cuerpo se contorsionaba de placer.

Gemía constantemente, y eso lo volvía aún más loco, porque me decía:

  • Grita putita, grita, quiero oírte gozar.

El seguía con el mástil firme como una roca. Parados donde estábamos me alzó con sus fornidos brazos y me penetró. Tomándome de la cola manipulaba la penetración a su antojo… en aquel momento yo era su mejor sumisa. Sin sacarla siquiera y sin bajarme fue hasta el sillón y se sentó, quedando yo encima de él sobre su pija que en esa posición había logrado entrar por completo dentro de mí.

"Cabálgame putita, cabálgame", me repetía. Era una de mis poses preferidas, y no dudé en complacerlo. Empecé a galopar, mientras con sus manos amasaba mis tetas, y jalaba de mis pezones a la vez que me llenaba de besos húmedos el cuello y jadeaba sobre mis oídos.

Mis gemidos se hacían cada vez más intensos, y se mezclaban con los suyos; la respiración de ambos se aceleraba, los orgasmos empezaban a llegar, y moviendo la pelvis en círculos de manera frenética percibía el gran final.

Con mis últimos movimientos desaforados mordiendo el labio inferior, me vinieron varios orgasmos seguidos que no pude contabilizar. Mi cuerpo seguía temblando por el clímax alcanzado, cuándo sentí su pija latir dentro de mí. En el mismo instante y agarrándome fuerte de abajo del culo se levantó y con la pija dentro, sin sacarla, me pone a cuatro patas contra el sillón, me dio un par de embestidas que sentí hasta sus bolas golpear en mí. La sacó de inmediato acabando sobre el culo y la espalda diciendo:

  • ¡Mirá putita lo que me provocaste! Toda esta lechita es por vos.

Nos reincorporamos y nos besamos como sellando la pasión encontrada. Quedamos extasiados de placer.

Ese fue sólo nuestro primer encuentro sexual, y el inicio de una relación que lleva poco más de un año.

Bendito aquel día que se me rompió la PC.

¿Casualidad o causalidad?