Me follé a mi marido para satisfacer su bisexualid
Temía perder a mi marido en brazos de otro hombre a causa de su bisexualidad recién descubierta. Pero encontré la forma de satisfacerlo, sin que tuviera que salir de mi casa, ni de mis brazos.
Me follé a mi marido para satisfacer su bisexualidad
RESUMEN: Temía perder a mi marido en brazos de otro hombre a causa de su bisexualidad recién descubierta. Pero encontré la forma de satisfacerlo, sin que tuviera que salir de mi casa, ni de mis brazos.
Aquel encuentro fortuito que tuvimos mi marido y yo con un camionero, a finales del mes de julio (ver "Me folló un camionero delante de mi marido") cambió nuestra relación de pareja para bien. Desde aquella misma noche, cuando en la cama evocábamos lo que nos había ocurrido, sentíamos que ardíamos de excitación como hacia años que no nos ocurría.
Ya he comentado que no somos unos jovencitos, aunque aún tenemos muchas ganas de sexo y toda la ilusión por experimentar nuevas situaciones y posibilidades en el terreno sexual.
Durante los días que siguieron al suceso con el camionero, yo vivía en un permanente estado de excitación. Continuamente me venia a la cabeza aquellas imágenes en las que me veía desnuda, sentada sobre la cara de aquel chico que se afanaba por comerme el coño como nadie lo había hecho hasta entonces. Evocaba el orgasmo que tuve mientras el camionero me lamía el clítoris y como vacié mis secreciones en su boca. Y como aquel chico saboreaba con su lengua la miel con la que le había obsequiado.
Pero si algo me excitaba hasta unos límites que incluso afectaba a mi trabajo en el hospital era el recuerdo de mi marido mamándole la polla al camionero. Por más que había imaginado situaciones excitantes, nunca se me había ocurrido pensar en algo parecido. Se me empapaban las bragas cada vez que evocaba la forma en que mi marido aguantaba la pija del camionero mientras éste le follaba la boca.
Incluso recordaba con placer, como mi marido estaba obsesionado por oler y chupar cada rincón de la polla y el culo del camionero, despreocupado por completo de que ese hombre le estuviera comiendo el coño a su esposa y haciéndome gritar de placer.
Algunas noches evocábamos juntos en la cama esos recuerdos y comprobaba hasta que punto mi marido se excitaba con tales evocaciones.
Pero lo que en un principio constituía una ocasión placentera y excitante, con el paso de los días se convirtió en una preocupación, que empezó a corroerme por dentro, a causarme daño. Os explicaré.
Ya he dicho que no soy una mujer joven, pero que, aunque tengo algún kilito de más, soy muy apetecible para los hombres, y para algunas mujeres. Poseo unas formas excitantes y un pecho abundante y bien colocado, con unos pezones tan gruesos que me causan problemas cuando me pongo algunas camisetas.
Pues bien, yo muy segura de mi misma nunca he tenido miedo de que mi marido se fuera con otra mujer, me he considerado siempre con armas suficientes para retenerlo. Pero desde nuestro encuentro con el camionero, un peligro desconocido, contra el que no tenía defensa, apareció en mi vida. Desde que ví como mi marido se la chupaba al camionero me di cuenta que el peligro podría venir no de otra mujer, sino de un hombre. Y contra eso no sabia como pelear.
Estas obsesiones me tenia en un sin vivir y la excitación que antes me producía imaginar a mi marido mamando la polla del camionero, con los días se tornó en preocupación, en temor. Nunca le he confesado estas preocupaciones a mi marido, así que se va a enterar al leer estas líneas. ¡Perdona Jose!
¿Qué podía hacer? ¿Cómo podría satisfacer los deseos de mi marido sin ponerme en peligro de perderlo? ¿Cómo impedir que se fuera con algún hombre para satisfacer su bisexualidad?
Le daba muchas vueltas al asunto me desesperaba el no encontrar una solución. Pero un día tuve una idea que podría resolver el problema. Y permitirme recobrar la calma.
Hacia unos días que habíamos visitado una sexshop que abrieron en el barrio y habíamos estado curioseando todos los artilugios y las prendas que vendían. Recordé unas braguitas que estuvimos viendo, de esas que en la parte delantera tienen un refuerzo con un pivote al que se puede ajustar un pene, a elegir entre un juego de tres tamaños diferentes. La prótesis es tan real que parece de verdad, al tacto es como carne y también su consistencia y flexibilidad son tan reales, que parece una polla auténtica.
De esta manera llegue a la conclusión de que la única manera de que mi marido no se fuera a follar con otro hombre y aquello le gustara tanto que me dejara, es que fuera yo misma quien me lo follara a él. Y que todo se quedara en casa.
Aquella tarde libraba en el turno del hospital donde trabajo de enfermera y aprovechando que él regresaba tarde del trabajo fui a la sexshop y compré unas braguitas negras y el juego de tres penes que se ajustaban. Pasé una vergüenza tremenda, porque el dueño no hacía más que explicarme como tenía que hacer para satisfacer a mi novia. Yo no quise darle explicaciones, abrevié y me fui. Me sentía tan excitada mientras realizaba la compra que temí que me gotearan las secreciones por las medias.
Corrí a casa con el paquetito y nada más llegar a la habitación me desnudé completamente y me coloqué las braguitas y con un "clic" ajusté el pene de menor tamaño. Intrigada me fui a ver en el espejo del armario.
No podéis imaginar por más que intente expresar con palabras, la impresión que me produjo verme desnuda, con mis grandes tetas y una polla enorme tiesa. No puede aguantar más y allí mismo delante del espejo metí la mano bajo las bragas, y me masturbé hasta que me corrí. Luego fui a la cama, me quité el artilugio, desenganché el pene y estuve jugando metiéndomelo en el coño, acariciándome, chupándolo y volví a masturbarme con aquella polla tan real, hasta que me corrí de nuevo.
Ya más calmada, unté la prótesis con mis fluidos vaginales, busqué unos calzoncillos de mi esposo y los llené con mis secreciones, sobre todo en la parte delantera, luego dejé el pene que había usado envuelto en los calzoncillos. Quería que conservaran ambos todos mis olores.
Me duché. Estaba nerviosa y excitada. Afortunadamente tenía un montón de ropa para planchar y eso me tuvo ocupada mientras llegaba mi marido.
Bueno, os ahorro lo cotidiano. Llegó a casa, nos saludamos, se duchó y se puso el pijama para estarte en casa. Yo ya llevaba puesto el mío (con pantalones). Comimos algo y nos fuimos a ver una serie en la tele.
Yo aguardaba ese momento, me senté a su lado en el sofá y comencé a ponerme zalamera, a hacerle mimitos a besarle detrás de la oreja, como a él le gusta. El, que también tenía ganas, comenzó a besarme y a acariciarme las tetas. Sabiendo lo que me excita, me metía toda su lengua en la boca mientras acariciaba mis pezones con los dedos mojados en saliva. Nos excitamos un montón y entonces de la mano nos fuimos al dormitorio.
Allí de pie delante de la cama, nos volvimos a besar. Yo evitaba pegarme demasiado a su cuerpo para que no notara nada. Entonces le dije, imitando el tono y las palabras que él suele decirme:
-Cielito hoy quiero follarte yo a ti.
El sonrió, tratando de imaginar qué juego se me habría ocurrido.
Entonces le abrace pegándome a él y le besé.
A través de la tela fina del pijama notó el bulto que se apretaba contra su pija y me miró como intentando adivinar el juego. Entonces tomé su mano y la puse sobre el lugar de mi pantalón de pijama donde apuntaba la polla que llevaba puesta y le dije:
-Mira cielito lo excitada que me tienes
El comenzó a acariciar la pija mientras yo me desnudaba de la parte superior del pijama dejando libres mis tetas. Entonces le dije: Quiero que te pongas de rodillas.
Lo hizo y con su cara delante del bulto, comenzó a bajarme el pijama hasta el suelo.
Se encontró con los calzoncillos abultados por mi polla y manchados con mis secreciones. Comenzó a oler la mancha y a mordisquear la punta de mi polla a través de la tela del calzoncillo. Luego me los quitó y quedó al descubierto una polla tiesa, casi real aromatizada de mis secreciones, que comenzó a chupar con glotonería.
Yo comencé a moverme metiendo y sacando la polla de su boca mientras me acariciaba el clítoris con una mano, por debajo de las bragas.
Estaba como loco de excitación. Se puso de pie y le ayudé a desnudarse. Nos acostamos en la cama e inmediatamente me pidió un 69. Me gustó la idea. Allí estaba yo, chupando esa polla que tan bien conocía y que tanto me gustaba mientras que él mamaba la mía, como un juguete recién regalado. Yo con una mano por debajo de las bragas de la prótesis me acariciaba el clítoris. Notaba como su excitación iba creciendo y también la mía. Presentí que de un momento a otro me regalaría su semen. Y así fue. De pronto recibí en mi boca un chorro espeso, abundante de semen, que coincidió con mi orgasmo en una sincronización maravillosa. Luego seguí succionando las últimas y preciadas gotas, tragándome aquel elixir que tanto me gustaba.
Nos abrazamos y besamos concediendo una tregua a nuestras excitaciones. Yo le rodeaba con mis brazos y presionaba mi polla contra su cuerpo.
Entonces decidí dar el paso siguiente. Mi marido estaba boca arriba, con la polla un poco flácida tras la reciente eyaculación.
Comencé a lamerle el culo, a chuparle el ano y meterle mi lengua como había hecho otras veces. Esto le volvía loco. Era terreno conocido.
Entonces me senté delante y le pedí que subiera las piernas flexionadas sobre la barriga y que las separara un poco. Así tenia delante de mí, sin obstáculos, el orificio maravilloso que requería toda mi atención. Le introduje por el ano un chorro del lubricante que traje del hospital, como había visto hacer a los médicos en los tactos réctales y luego introduje un dedo. Despacito comencé a moverlo con el fin de relajar el esfínter y abrir el orificio.
Mi marido sensible a la caricia, comenzó a gemir y pude observar como su polla se iba animando de nuevo. Luego saqué el dedo, me volví a poner lubricante y le introduje esta vez dos dedos juntos, comencé a girarlos dentro de su ano que se ensanchaba por momentos, a la vez que su excitación aumentaba, sus gemidos y su respiración eran cada vez mas fuertes y su polla estaba alcanzando la excitación máxima.
Ya estaba preparado y me dispuse a follarme a mi marido. Quería hacerlo cara a cara, quería ver su expresión cuando dejara de ser virgen. Deseaba que nos besáramos, que nos abrazáramos mientras le penetraba su culo con mi polla. Le pedí que flexionara aún más sus piernas sobre la barriga y las separara un poco a los lados. Me acosté sobre él y agarrando mi polla con una mano comencé a introducírsela muy despacito, bien lubricada, poco a poco.
¿Cielito, te duele? Le pregunté. El me dijo que siguiera que lo estaba volviendo loco de placer.
Apreté un poco más y mi polla penetró hasta dentro en su culo mientras mi marido suspiraba y gemía como una mujer. Repetía una y otra vez ¡Fóllame! ¡Quiero ser tu putita!
Comencé a moverme follándolo como él hubiera hecho conmigo. Su polla estaba de nuevo dura completamente y yo estaba excitadísima, sintiendo que me follaba a mi marido, que estaba dentro de su culo. Apreciando su sumisión, su aceptación y su placer.
El continuaba con sus gemidos tan femeninos, diciéndome cosas como "méteme toda tu polla gorda" "Hazme tuyo".
Yo apoyaba el peso de mi cuerpo con una mano apoyada en la cama y me masturbaba con la otra por debajo de la braga.
En un momento determinado gritó: ¡más...más..!. ¡Fóllame! ¡Fóllame!
Yo aumenté el ritmo al que lo estaba follando y me acaricié más deprisa. En un momento volvimos a coincidir en nuestros orgasmos, que fueron tremendos. El mío duró tanto que nunca recordaba haber disfrutado de algo parecido. Vi su eyaculación, pero esta vez apenas unas gotas que empaparon los pelos de su vientre.
Me tumbé completamente sobre él, con mi polla aún dentro de su culo, besándole y acariciándole mientras le decía las mismas palabras dulces que él me susurra cada vez que acabamos de follar. Le preguntaba ¿Cielito te ha gustado?
Luego fui a cambiarme y limpiarme, pero al acostarme me volví a poner otro de los penes del juego de recambio. Nos dormimos enseguida, pero yo cerré los ojos con la seguridad de que aquella noche no transcurriría de un tirón. Y comprobé que no me había equivocado, cuando me desperté al sentir que mi marido me estaba chupando la polla de nuevo.
Desde entonces, de cuando en cuando, mi marido me pide, como él dice, que le eche un polvo o dos. Yo soy feliz con esta nueva posibilidad en nuestra pareja y me he tranquilizado mucho respecto a los miedos y fantasmas que se me despertaron al recordar el ansia con la que mi marido le comía la polla al camionero.
Antes de finalizar quiero agradeceros tantos lindos mensajes y felicitaciones como me habéis enviado. Me han llenado de ilusión. Por cierto mi marido, que nunca fue celoso de mí como mujer, ahora lo está de mí como escritora. El dice que también es protagonista de nuestros sucesos y, sin embargo, nadie le escribe. Si le queréis saludar se llama Jose y su correo es: abano020202@hotmail.com
Un beso