Me follé a mi compañera de trabajo

Sorprendí a mi jefe follando con una compañera de trabajo y para guardar el secreto me la follé yo también.

Soy ingeniero industrial y trabajo en una importante empresa importante a nivel nacional. El año pasado, a mediados de noviembre, la secretaria del departamento al que pertenezco se jubiló, y su lugar fue ocupado por una chica nueva llamada Carmen. Tengo que decir que en el departamento la gran mayoría son hombres, por lo que cuando llega una chica nueva el ambiente se alegra.

En un principio no me llamó la atención especialmente, era una chica guapa de 1,70 con el pelo largo y moreno, tenía unos labios gruesos y ojos grandes, por lo que atraía muchas miradas de los compañeros, pero bastante seria e inexpresiva, lo que provocaba que los mismos compañeros apenas cogieran confianza con ella.

Yo era una de las pocas personas que trataba con ella habitualmente, ya que se encargaba de cierta documentación de la que yo era responsable. Por lo que teníamos cierta relación. No sentíamos mucha confianza el uno con el otro, pero la relación era cordial.

Tengo que decir que soy el subdirector del departamento y sólo tengo por encima al director, dentro del departamento.  Soy un hombre atlético de 36 años, mido 195 cm y peso 90 kg, tengo el pelo corto y moreno y me gusta practicar varios deportes, así como leer, y ver series de televisión. Tengo un cuerpo atlético y soy bastante atractivo. Estoy casado con una mujer guapa que es bastante cerda en la cama y satisface todas mis necesidades.

El invierno pasó sin pena ni gloria y llegó el mes de junio. Hasta ese momento, ella solía vestir de lo más normal: vaqueros, jerséis, camisas de manga larga, faldas largas, etc… es decir, ropa que no destacaba su físico. Pero fue llegar el calor, y su vestuario dio un vuelco. Teniendo en cuenta la obvia diferencia entre las prendas de invierno y verano, ahora venía muchísimo más atractiva: vestidos, faldas cortas, top de tirantes, etc…

Puedo deciros que en los meses que llevaba fui incapaz de saber si tenía buenas tetas. El culo se intuía que no estaba mal, pero pasaba desapercibido. Pero ahora… madre mía… recuerdo el primer día que vino “de verano”:

Un día llegué a la oficina y fui saludando a todas las personas con las que me iba cruzando. Bueno a todas menos al conserje, que se llama Mario y es un poco gilipollas. Siempre tiene algún comentario fuera de lugar.

Entré en la oficina, saludé a Marga, la recepcionista, y fui hacia mi mesa.

A los minutos, llegó Carmen con un vestido rojo de tirantes, que mostraba el escote y con la falda hasta las rodillas. Ahí pude apreciar con detalle su cuerpo. Era una mujer voluptuosa. Muchos compañeros dicen que le sobran 5 o 6 kg. A mí me parece que no, me encantan las mujeres con curvas, que no con sobrepeso. Nada me parece más atractivo que una hembra con unas curvas bien marcadas tanto de frente como de perfil. Estos de la oficina son unos follaescobas que no saben apreciar a las hembras de verdad.

Debía tener una talla 100 de pecho, no podía creer como semejantes tetas habían pasado desapercibidas. El culo que tenía era espectacular, se me pone dura cada vez que pienso en él, es el típico culo de negra delgada, pero en versión blanca y española.

Puedo deciros que ese día cuando entró en la oficina, absolutamente todo el mundo que estaba allí se quedó con la boca abierta. A medida que iba avanzando por la oficina para llegar a su puesto, los compañeros iban girando la cabeza para verla pasar. Algunos se miraban y se les escapaba alguna sonrisilla.

Ella se dio cuenta de que acaparaba todas las miradas, y se sonrojó ligeramente.

Cuando llegó a su sitio, que estaba cerca del mío nos saludamos:

-          Buenos días Carmen, ¿qué tal? – le dije como cada día

-          Bien. Buenos días. ¿Y tú?

-          Bien también. Pero no tanto como tú, hoy vienes muy guapa.

-          Gracias – dijo,  ruborizándose un poco. Este fin de semana he sacado la ropa de verano, porque con este calor que hay venido de golpe no hay quien pare con manga larga.

-          Si, es verdad. Yo ya desde la semana pasada traigo manga corta…

Después continuamos cada uno con su trabajo. La verdad es que no podía dejar de mirarla. La tenía justo enfrente, un poco a la derecha, y os juro que no podía dejar de mirar su escote. Me sentía atraído por esas tetas como si fueran cantos de sirena.

Le pedí que se acercara a mi puesto dos veces para comentarle algunas cosas sobre los informes, sólo para poder ver las tetas de cerca. La tercera vez que se acercó, se apoyó con las manos sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia adelante. Tuve que contenerme para no darle un lametón a cada una. Le pregunté una duda, y mientras me contestaba, me quedé embobado mirando sus tetas. De repente miré hacia arriba y me estaba mirando a los ojos. Me estaba diciendo con la mirada que qué coño estaba mirando. Yo avergonzado, dije en voz baja mientras agachaba la cabeza:  Ehh…. perdón … sí, ya me ha quedado claro… muchas gracias.

Durante la mañana recibí una llamada de Ramón, el director, para ver unos temas juntos y me emplazó a una reunión a los 20 minutos. Ramón es un hombre casado, de 47 años, con hijos, y también deportista como yo. Nos llevamos bastante bien. Cuando entré en su despacho empezamos a hablar:

-          ¿Qué tal todo? – me dijo con una sonrisa en los labios

-          Pues bien. Ya te habrás dado cuenta el buen día que hay en la oficina – contesté yo, sabiendo a lo que se refería.

-          Joder con Carmen, ¿dónde ha estado todos estos meses?

-          Jajajaja – ambos nos reímos

-          No, sé, pero espero que se quede mucho tiempo – dije. Nos volvimos a reir.

Después estuvimos comentando los temas que teníamos pendiente y no hicimos ninguna referencia a Carmen.

Pasaba la semana y cada vez teníamos más trabajo. Teníamos que terminar un proyecto y la fecha límite era el jueves de la semana siguiente, por esa razón echábamos horas a mansalva. Lo bueno fue que Carmen nos seguía deleitando con modelitos veraniegos, así que se llevaba mejor el trabajo, la verdad.

Llegó la semana siguiente y seguimos a tope con el trabajo. Todo el departamento trabajaba sin parar. Carmen hasta pasaba desapercibida (a ratos). La hora de salida habitualmente era a las 18, pero llevábamos dos semanas saliendo a las 20 como muy pronto.  Ese día eran ya las 21 y no quedaba casi nadie en la oficina, únicamente Ramón, que casi siempre se iba el último, Carmen  y yo.

Ellos estaban ultimando un documento, cuando yo terminé otro que estaba haciendo, decidí que ya era bastante por ese día.

-          ¡Chicos! Me voy ya. No tardéis mucho que mañana hay que volver pronto.

-          Venga hasta mañana – dijo Ramón

-          Hasta luego – dijo Carmen.

Salí de la oficina y bajé en el ascensor hasta el garaje. Cuando llegue al coche, metí mi mano en el bolsillo para sacar las llaves, pero no las tenía:

-          Joder, me las he dejado en el cajón – exclamé. Suelo dejar las llaves en el cajón para no tenerlas todo el día en el bolsillo.

Subí de nuevo por el ascensor hasta la oficina. Vi luz por debajo de la puerta, por lo que Ramón y Carmen todavía andarían por ahí.  Entré en la oficina y fui hacia mi puesto. Carmen no estaba en su puesto, así que seguiría con Ramón en su despacho preparando los documentos.  Cuando llegué a mi mesa, abrí el cajón y cogí las llaves.

Les escuche hablar desde dentro del despacho, así que me acerqué para comentarles que era yo, que se me habían olvidado. El despacho de Ramón se separa del resto de la oficina con una pared de cristal, este cristal está rotulado y tiene algunos huecos por dónde se puede ver lo que hay dentro. Cuando me acerqué a la puerta, antes de entrar pude verles por uno de estos huecos y lo que vi me dejó sin palabras.

Carmen estaba apoyada sobre la mesa, con el culo en pompa, los pantalones en los tobillos y Ramón estaba por detrás follándosela a toda velocidad.  Carmen estaba mirando al frente, mordiéndose el labio inferior y agarrándose a la mesa, mientras que Ramón  se aferraba a sus caderas y miraba hacia arriba resoplando cada pocos segundos. No podía creer que en dos semanas Carmen hubiera pasado de ser una chica normalita que pasaba desapercibida, a un putón que venía provocando a la oficina y que se follaba a su jefe.

Me quedé mirando un minuto cuando de repente Ramón la cogió del pelo, tirando hacia si mismo y diciéndole algo que no pude entender. Cuando la soltó, Carmen apoyó la cabeza en la mesa, mirando hacia donde yo estaba. Y me vió.

Los ojos se le pusieron como platos y puso una cara de susto tremenda. Dijo algo, entonces Ramón paro de taladrar a Carmen y me hizo una seña para que me acercara.

La situación me empezó a hacer mucha gracia. A Ramón no se le veía muy preocupado, sabía que por mi parte no tendría problemas ya que las cosas del vestuario no salen del vestuario. Pero Carmen estaba acojonadísima. Abrí la puerta  y me asomé:

-          No quiero molestar ehhh. Podéis seguir que sólo he vuelto a por las llaves.

-          Hay que llamar antes de entrar – dijo Ramón riéndose.

-          He llamado pero no os habéis enterado… - repliqué, aunque era mentira.

Mientras tanto, Carmen se subía las bragas y no decía nada. Esta ruborizada como un tomate. Estaba tremenda y yo tenía la polla a reventar. Ver a esa hembra con las bragas por las rodillas, al lado de mi jefe con la polla tiesa, y ese coño peludo pero cuidado, tal como me gustan,  me ponía a mil.

De repente ella dijo:

-          Espero que esto no salga de aquí .

-          No te preocupes mujer – le contesté. Hay confianza y estas cosas no salen de la oficina, dije sonriendo.

Mi jefe, que es un viejo verde resabido, viendo que Carmen estaba asustada con la posibilidad de que yo me fuera de la lengua me dijo:

-          Mira, ahora mismo tú estás en una posición de superioridad ya que nos has pillado in fraganti. Se me ocurre que para que nos quedemos todos tranquilos y evitar que yo tenga problemas con mi mujer, y que Carmen tenga fama de zorrón, tú podías follar con Carmen, de manera que estemos todos metidos en el ajo, y todos tengamos algo que perder.

-          ¿Pero qué dices Ramón? – dije soltando una carcajada.

-          Yo creo que es una buena idea- dijo Ramón agarrando de los hombros a Carmen. ¿Y tú? – le preguntó.

Ella permanecía callada y ruborizada. Ramón le recordó que yo estaba casado y con hijos, y que sí lo hacía, se aseguraba de que no le diría nada a nadie.

-          Está bien – dijo ella.

-          No, no tienes que hacer nada de eso. Yo no voy a decir nada y puedes estar tranquila – repliqué.

Mis palabras no parecieron convencerla porque se acercó a mí, me abrazó del cuello y me besó en los labios. Me empujó hacia atrás y choqué contra la pared. Se arrodilló y con ansia comenzó a desabrocharme el pantalón, me bajó los calzoncillos y mi polla, que estaba durísima, salto hacia arriba.

Me dio un lametón desde los huevos hasta la punta del capullo, que no me corrí de milagro. Comenzó a chupármela con ansia, metiéndosela prácticamente entera en la boca.

Miré a Ramón y se la estaba meneando. En ese mismo momento empezó a correrse. El cabrón estaba tan cachondo entre la follada de antes y la escena que le estábamos dando que no tardó ni 10 segundos en correrse. Su semen cayó sobre unas hojas que estaban sobre la mesa.

-          Creo que me voy a ir y os dejo solos – nos dijo

-          No, yo también me voy, ya es suficiente – repliqué

Carmen no decía nada. Tenía mi polla en la boca, y lo que hizo fue agarrarme el culo y meterse la polla aún más adentro. Ramón salió de la oficina.

Ya no aguantaba más, tenía que follármela. Le cogí de los brazos y le levanté. Le subí con mis brazos sobre la mesa y le baje los pantalones y bragas de un tirón hasta las rodillas. Llevaba un top amarillo de tirantes, se lo subí por encima de las tetas, al igual que el sujetador. La imagen era lo más excitante que había visto en la vida. Allí estaba Carmen, con las tetas al aire por debajo del top y sujetador, sentada encima de la mesa con las piernas abiertas y levantadas, con las bragas por las rodillas y la boca abierta chupándose el labio con la lengua.

Empecé a restregar mi polla a lo largo de su raja. Apoyó los codos en la mesa echándose hacia atrás y comenzó a jadear. Estaba cachondísima.

-          Métemela ya –dijo

Cuando una tía te dice eso, hay que hacerla esperar un poquito más para que ya esté totalmente a tu voluntad, y así hice. Me agaché y le chupé el coño, pasando mi lengua por su clítoris y metiendo dos dedos hasta el fondo.

Cogí sus piernas y las levanté aún más. Le metí la lengua en el culo. Ella cogió sus propias piernas y las sujetaba en alto. Parecía una auténtica puta de película. Mientras le metía y sacaba la lengua del culo, le acariciaba el clítoris como mi dedo pulgar. Estaba a punto de correrse.

Llegado ese punto, me incorporé y se la metí de un golpe. Yo estaba muy excitado y sabía que duraría poco:

-          Síiiiiii, no pares, por favoooorrr – dijo

-          No voy  a parar. Te gusta ¿ehh?

-          Síiiiiii, sigueeeee

Yo le taladraba el coño sin piedad. Sus tetas caídas hacia los lados, se movían arriba y abajo con cada embestida que le daba. Estaba buenísima y no podía creer la suerte que tenía de follarme a esa hembra. Le cogía las tetas y se las apretaba, mientras gemía. De vez en cuando me agachaba para chuparle los pezones.

Me faltaba poco para terminar:

-          Me voy a correr – le dije

-          No te corras dentro – contestó

-          Pues me corro dentro de tu culo

-          Donde quieras, pero en el coño no

La saqué del coño, y me la meneaba mientras intentaba metérsela en culo. Todavía estaba lubricada de antes, así que en cada embestida le entraba un poco más. Cuando la tenía dentro unos centímetros empecé a correrme. Ella se metía los dedos  corazón y anular en el coño a toda velocidad, gritaba con una mezcla de placer y dolor. Solté varios chorros dentro de su culo mientras dejaba de gritar y comenzaba a jadear cada más lentamente. Habíamos tenido un orgasmo espectacular.

Se la saqué despacio deleitándome con el espectáculo.  Tenía tanto el coño como el culo abiertos, y del culo le iba chorreando el semen que le había dejado. Ella me miraba con cara de perra satisfecha. Se notaba que le había gustado y así me lo dijo.

Mientras nos vestíamos comentamos que ya teníamos nuestro secreto y que no se lo diríamos a nadie.

Esta sesión la repetimos posteriormente, con Ramón y alguno más, pero es otra historia que ya os contaré.