Me follé a mamá en un baile de disfraces (2)

Me follé a mamá en un baile de disfraces, pero cuando quedamos para volver a follar y vernos cara a cara, los dos nos quedamos muy cortados, pero enseguida lo superamos y volvimos a follar como endemoniados.

Baile de disfraces con mamá (II)

Me follé a mamá en un baile de disfraces, pero cuando quedamos para volver a follar y vernos cara a cara, los dos nos quedamos muy cortados, pero enseguida lo superamos y volvimos a follar como endemoniados.

Aquel baile de disfraces fue una bacanal inenarrable. Mi amigo Luis no consiguió follarse a su madrastra pero se folló a una señora de muy buen ver y de mejor joder. Mi padre no salió de la primera planta, donde sólo se bebía y comía, de modo que debió terminar como una cuba mientras en la planta de arriba se estaban follando a su esposa, aunque eso sí, se lo tomaba con mucha filosofía. Mi madre regresó a la segunda planta donde los invitados bailaban y se manoseaban, aunque mi madre hizo algo más que manosear y dejar manosearse: Le estaba haciendo una mamada a un tío que se la tragaba entera y llegué a una conclusión: mi madre es una zorra.

Comprenderán que después de follarme a mi madre en aquel baile de disfraces, prometerla que la volvería a llamar para follarla otra vez, y ver como le hacía una mamada a un tío después de correrse como una mula conmigo, yo me muriese de deseos de volver a tirarme a la guarrona de mamá, y a eso me dispuse después de quedar con ella en la casa de una de sus amigas en una urbanización muy discreta.

Cuando llamé a la puerta y salió a recibirme se encontró conmigo, aunque yo llevaba puesta la mascara veneciana.

-Buenas tardes cielo, he venido a follarte- le dije con aquella voz y aquel acento que tan buen resultado me dio la primera vez.

-Pase usted, pase y fólleme usted- me contestó mi madre riéndose.

Yo pasé y ya dentro me quité la mascara que ocultaba mi cara. Al verme mi madre se sorprendió, pero no demasiado.

-Tonto, eres tú- me dijo como si no fuese más que una travesura sin importancia. La travesura es que me la había follado y estaba allí para volver hacerlo.

Aunque la verdad sea dicha, al vernos los dos, cara a cara, nos quedamos bastante cortados, yo algo más que mi madre.

-Que cabrón eres, tú sabias a quien te estabas follando y yo no. Eres un pervertido - me dijo como justificándose y tratando de hacerse la estrecha me insistió:

-Eso del otro día ha sido una excepción. Ni tu padre ni yo sabíamos de qué se trataba y nos encontramos con lo que nos encontramos, porque nosotros nunca hacemos esas cosas, lo que ocurre es que tú me pillaste en un momento de debilidad y sucumbí a tus deseos.

-La debilidad te debió durar toda la noche, porque después de follar conmigo le hiciste un par de mamadas a dos tíos- le dije con cierta sorna y le agregué algo más:

-Y lo de papá debe estar acostumbrado, porque una de las veces subió a la planta segunda, te buscó por la planta y te encontró mamándosela a un tío, de modo que se quedó un rato mirándote como se la chupabas y al cabo del rato dio media vuelta y volvió a la primera planta a seguir bebiendo.

-Tu padre es que esta medio alcoholizado y se esta quedando impotente, de modo que yo le ayudó como puedo, pero tú eres un cabrón que nos has estado vigilando toda la noche. Qué pasa, que te pone cachondo ver a tu madre follando- me preguntó algo molesta.

-Si, si que me pone cachondo verte follar, pero me pone más follarte yo- le dije mientras la abrazaba y le metía mano a la entrepierna.

Conseguí abrirme paso entre las bragas y tocarle el chochito que ya estaba rezumando. La levanté entre mis brazos y me fui buscando el dormitorio. La habitación estaba montada de lo más acogedor: una cama amplia, muy amplia, un edredón precioso de seda y medio abierto que dejaba ver las sabanas de satén y de color rosa palo, pero lo que más llamaba la atención era un enorme espejo sobre el techo encima de la cama y otro a la cabecera de la cama, lo que te permitía ver toda la cama en cualquier posición. Yo al ver aquel picadero también montado no pude decirle más que una cosa:

-Qué zorra eres, que bien montado lo tienes. A cuántos te has tirado aquí-

-A unos cuantos, pero no hacemos daño a nadie, tu padre lo sabe y lo aprueba- me dice descaradamente a la vez que la sentaba con mimo sobre el borde de la cama.

Me arrodillé delante de ella, la abrí ligeramente las piernas y le saqué las bragas. En ese momento recordaba las mamadas que el día del baile les había hecho a dos tíos y me entraron unas ganas enormes de hacerle a ella lo mismo. Enterré descaradamente mi cabeza entre sus piernas, saqué la lengua y busqué ansioso su chochito. Lo encontré de lo más receptivo, con un sabor agridulce y calido, muy calido.

Comencé a chuparle el chocho, pero no lo hice compulsivamente, lo hice deleitándome en lo que estaba haciendo, parando, mirándola a la cara y diciéndole cosas como: que chocho tienes mamá, que chocho más sabroso tienes.

Eso de llamarla mamá y mirarla a la cara me ponía a cien. Ella se sentía la reina de las zorras, porque aprovechaba para calentarme con comentarios como: te gustan las zorras cabrón, te gusta que tu madre sea una zorra, si no, no habrías venido. Eres un pervertido, te has follado a tu madre y te ha gustado, y ahora qué quieres hacer, ¿volver a follarme?, ¿me vas a volver a follar?, antes me tienes que preguntar si quiero que me folles, porque la primera vez no sabía quién eras pero ahora le tienes que pedir permiso a tu madre para follarme.

-¿Me dejas follarte mamá? Le pregunté babeando mientras retiraba la cabeza de entre sus piernas.

-A eso has venido cabrón, a follarte a la zorra de tu madre, pero lo vas a hacer como a mi me gusta. Lo primero es mamártela, me gusta mamar las pollas y después que me las metan, trae que te la chupe, dame la polla para chupártela-

Me puse de pie, dejé caer el pantalón y el slip y me quedé delante de mamá con la polla tiesa y apuntando a su boquita de piñón. Mamá era una mujer menuda pero muy bien proporcionada, de facciones agradables, de tetas generosas para su estatura y de boca sugerente. Tenía los labios algo carnosos y unos dientes que daba envidia, tenía 45 años pero se conservaba como una chiquilla.

Cuando vi que entreabría su boca para meterse mi polla dentro, creí que me iba a dar un pasmo de gusto. Se la metí en la boca, la agarró con firmeza con la mano y la degustó como quiso. Intenté metérsela toda dentro, pero ella quería otra cosa, quería saborearla con su lengua y así estuvo jugando con mi polla dentro de su boquita y su lengua relamiéndomela.

Le miraba a la cara y era una delicia contemplarla. Mamá follaba con todo el cuerpo y con todos los sentidos. Con la vista no perdía detalle de cuanto estaba aconteciendo, con el oído no paraba de decirme y preguntarme cosas, con el gusto babeaba de tanto relamerla, con el olfato no paraba de espirar profundamente y deleitarse con los olores corporales que soltábamos los dos, pero sobre todo follaba con el tacto, lo acariciaba todo y lo hacía con maestría y erotismo.

Comencé a desnudarla y cuando los dos estuvimos despelotados la tumbé en la cama y comenzamos a darnos revolcones sobre las sabanas de satén. Ella seguía dándome consejos para follar mejor: mira el espejo del techo, mira que tía te estas tirando. Yo le contestaba a mí manera: no veo a ninguna tía, veo a mi madre follar como una guarrona, como una pelleja, como una salida.

Eso medio la enfurecía, me clavaba las uñas en la espalda, y me contestaba a las provocaciones: yo tampoco veo a nadie que me esté follando, veo al reprimido de mi hijo haciéndose pajas en el lavabo y en la cama y oliendo mis bragas, dime, ¿cuantas pajas te has hecho oliendo mis bragas?, ¿cuantas veces te has corrido en ellas?, ¿cuantas veces me has espiado cuando salía desnuda de la ducha?, anda dime ¿cuantas pajas te has hecho a la salud de mi chocho?. Te vas a enterar del chocho que calza tu madre, reprimido de mierda, ¿qué creías?, que yo no me iba a enterar de que te hacías pajas si me dejabas las bragas chorreando leche.

-Para eso lo hacía, para que te enteraras que me estaba haciendo pajas a tu salud, zorra, que siempre has sido una zorra- le contesté enfurecido a la vez que busqué, como poseído, su chumino para metérsela. Estaba tan empalmado que hasta me dolía la polla. Creí que me iba a reventar.

La abrí ligeramente de piernas y se la clavé, pero no como la anterior vez, con delicadeza, con dulzura, ahora se la estaba metiendo con furia, con rabia, como desquitándome de las muchas pajas que me había hecho en su honor. Ella seguía incitándome con sus confesiones: Reprimido, ¿por qué nunca te decidiste a metérmela?, ¿por qué te conformabas con una paja pudiendo tenerme a mí?, tú qué creías, ¿que yo era de piedra?, cada vez que recogía mis bragas llena de leche me tenía que hacer una paja para calmarme, porque me ponías a cien.

Eres un cabrón, llevas años espiándome y ha tenido que ser tu amigo Luis quien me lo contase todo, porque a quien se tiró Luis el día del baile de disfraces fue a mí, aunque previamente me llamó y me dijo que quería hablar conmigo. Quedamos en una zona que no se podía ver con las cámaras y me contó cómo te tuvo casi que empujar para que bajaras a follarme, me contó cómo casi te haces una paja mirándome cuando me estaban metiendo mano, como saliste despavorido cuando viste que me la iban a meter, qué pasa, que tu madre te daba miedo, reprimido, que eres un reprimido de mierda. Menos mal que Luis es un tío con cabeza y me mandó a cambiarme de disfraz y después me lo contó todo a la vez que me follaba sabiendo que tú nos estarías mirando.

Esto de las confesiones se estaba saliendo de madre, nunca mejor dicho. Mi madre follando con Luis y haciéndose la sorprendida cuando me quité la mascara y vio que era yo. La muy zorra que bien montado lo tenía todo y que buena montada la estaba metiendo, porque a todo esto, follar, lo que se dice follar, no paramos ni un minuto. Decir nos decíamos, pero los dos al grano, a follarnos endiabladamente.

A mí me picó la curiosidad de a cuántos tíos se había tirado y se lo pregunté: A cuántos tíos te has tirado zorra.

-Muchos más que tú a tías, que ya te lo he dicho, que eres un reprimido-

-Pero cuantos son muchos- le volví a preguntar con malsana curiosidad.

-No muchos tíos, pero si muchas veces. Una o dos veces por semana, yo no me conformo con menos, necesito que al menos una o dos veces por semana me la metan. Por qué, ¿quieres tú metérmela también todas las semanas?- me preguntó con cierta sorna a la vez que me aclaraba: te advierto que tu amigo Luis lleva tiempo fallándome, qué crees, que te iba a invitar sin más a esa bacanal. Te invitó porque yo se lo pedí, le dije que te invitara a ver si así, con el disfraz, te atrevías a follarme y dejabas de hacerte pajas a escondidas, gilipollas, que eres un gilipollas, a tus 22 años y aún haciéndote pajas cuando debías de estar tirándote a las chavalitas de la facultad con las que sales.

Como comprenderán a estas alturas yo estaba que me salía, porque toda esta conversación no era más que la letra de una música que sonaba a gloria: el exquisito sonido del metesaca. Un chochito súper mojado y una polla que se deslizaba dentro de él con toda la sensualidad del mundo, producía un maravilloso sonido al golpear, al deslizarse, al entrar, al salir, todo, todo era música, el concierto para un incesto endiablado.

Volví a notar que mi madre se ponía en tensión, ella también lo debió notar, esto significaba que el apoteosis final se acercaba. Ella no quiso acabar como de costumbre, se dio media vuelta y me arrastró a mí también, para situarse encima de mí. Enseguida comprendí éste último movimiento: miraba al techo y veía el paraíso, mi madre fallándome, sus nalgas saltando al ritmo de los envites de mi polla, su culito tensionándose, su pelo ensortijado brincando entre mi cara, sus manos aprisionando mis tetas, su espalda tirante, su cintura bailando sobre mi cuerpo... y los espasmos, los malditos espasmos que anunciaban el final arrebatador de un polvo magistral entre una madre y un hijo que llevaban demasiado tiempo jugando al ratón y al gato, a las pajas a escondidas.

Nos corrimos como viene siendo costumbre: como animales en celo. Mi madre cayo exhausta sobre las sabanas rosa palo de satén y se abandonó por unos instantes. El silencio se apoderó de la habitación y un "dulce far niente" se prolongó a lo largo de unos minutos. No había prisa, había que saborear en el interior de cada uno el polvo que nos habíamos metido.

-Perdona hijo por las cosas que te he dicho, a veces pierdo el control y me dejo llevar, pero me has hecho muy feliz con el polvo que me has metido-

-Gracias mamá por enseñarme a follar- le dije relamiendo sus tetas y terminé con una suplica:

-Quizás necesite más lecciones. ¿Querrás enseñarme?

-Claro que si hijo, claro que si. Te voy a enseñar a follar como Dios manda. Soy una zorra, pero sobre cualquier otra cosa, soy tu zorra.

Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com