Me follaron el culo en el vestuario. Mi estreno an

Después de haberle chupado la polla en una ocasión, Iván me sodomiza en el mismo vestuario. Continuación del relato, "Chupé mis primeras pollas..."

Después de la aventura con aquellos dos chicos aquella mañana en el vestuario del trabajo, la relación sexual con mi pareja dio un ligero giro.

Elsa me seguía gustando mucho, la deseaba, pero yo fantaseaba con volver a tener sexo con Miguel e Iván. Fueron muchas las veces que mientras sodomizaba a Elsa, soñaba con el culito de Iván. A decir verdad, mi sueño era tener una noche loca con Elsa e Iván, pero no me atrevía a planteárselo a ninguno de los dos.

Mientras tanto la relación con los chicos iba haciéndose cada vez más escandalosa. Cuando coincidíamos en el vestuario, acabábamos cambiándonos los tres muy juntos y ellos aprovechaban la menor oportunidad para darme una palmadita en el culo, pellizcarme un pezón o incluso echar mano de mi paquete.

Un día que Iván no había ido a trabajar, estando los dos en la ducha, Miguel me dio un morreo, metiéndome la lengua hasta la campanilla. Me quedé muerto y con un empalme del carajo.

-Me voy Javi. Me cumple el contrato y no me renuevan. Me ha salido un curro en el Sur y me voy para allá.

-Vaya. No sabes como lo siento, aunque me alegra saber que allá donde irás, estarás cojonudo.

-Eso espero. Me quedo con ganas de ti. No sabes las veces que he soñado que me clavabas. Uff, ¡Cómo me pones!

En ese momento, con la calentura, lo hubiera puesto a cuatro patas y le hubiera perforado. Pero estábamos en el curro y yo volvía el lunes siguiente.

Cuando llegamos al aparcamiento, Miguel me empujó contra el coche, volvió a morrearme y sin muchos miramientos me echó mano a la polla. A mí se me había bajado la lívido. Le paré.

-No lo estropees Miguel. No me apetece. Te deseo suerte y ojalá volvamos a vernos algún día. Imagino que sabré de ti por Iván.

Le di un abrazo, me metí en el coche, arranqué y salí corriendo de allí mientras él se quedó allí plantado viéndome marchar.

Pasaba el tiempo y los jueguecitos con Iván continuaban, pero sin ir más allá. Un sábado por la mañana, después de trabajar toda la noche, coincidimos de nuevo en el vestuario. No había nadie más y nos fuimos juntos a la ducha. Allí, bajo el chorro del agua caliente, me pilló desprevenido enjabonándome y me dio tal cachete en la nalga que debió de dejarme marcada toda la mano.

-¡Ah!, cabrón, cómo te pasas, le dije.

  • Anda, nenaza, que no aguantas nada.

Y diciendo eso, zas, otro cachete en la otra nalga.

Mi intención fue revolverme, pero Iván sabía lo que quería hacer, así que me sujetó el brazo, me lo retorció y me empujó hasta empotrar mi cara y mi cuerpo contra la pared de la ducha. Sin duda, que podría haber revertido la situación pues físicamente soy más fuerte que él, pero creo que me gustaba la forma en que me estaba tratando, así que permanecí quieto esperando a ver cuál era el siguiente paso que daría Iván.

Yo estaba desnudo, con la cara y el pecho contra las mojadas baldosas de la ducha; mis brazos retorcidos sujetos en la espalda al tiempo que la espuma del jabón resbalaba por mi espalda hasta llegar a mi trasero. Iván. Me sujetaba las muñecas en la espalda con una mano mientras con la otro repartía cachetes a mis nalgas, a izquierda y derecha. En un momento dado, se acercó hasta mí, con su pierna separó las mías obligándome a alzar ligeramente el trasero. Entonces se apegó a mí y noté su miembro erecto en mi ardiente nalga. Se echó encima de mí de forma que empezó a chupar mi oreja. Escuchaba su jadeante respiración y notaba como su barba acariciaba mi mejilla. Con la mano que tenía libre sujetó mi cuello, apretándolo hasta notar que me faltaba el aire. Hice un intento de liberarme y entonces él aflojó. Su mano comenzó a descender a lo largo de mi espalda, siguiendo el camino que le marcaba mi columna vertebral, saltó mis brazos sujetos y aterrizó con un solo dedo allá donde la espalda pierde su nombre. Mientras, su boca seguía jugueteando con mi oreja notando como su respiración se hacía cada vez más agitada, Y la mía. Su dedo comenzó a resbalar por la raja de mi culo, nada superficial, Iván apretaba el dedo para dejarme claras cuáles eran sus intenciones. Cuando el dedo de Iván llegó a mi esfínter, apretó con fuerza, pero no consiguió nada pues yo, en un movimiento instintivo, apreté el culo con toda la fuerza que me fue posible. Me hizo un poco de daño, pero el muy cabrón lo dejó rápidamente para conducir su mano hasta mis genitales que estaban bien expuestos entre mis piernas abiertas. Primero acarició mis pelotas, luego empezó a estrujarlas hasta que sentí un dolor tremendo y grité: “basta cabrón, me rompes los huevos”. Él me susurró al oído: “calla, puta”. Esas palabras tuvieron un efecto milagroso. Eso y que dejó de comprimir mis doloridos testículos. Su mano agarró, entonces, mi polla y comenzó a menearla. Yo la tenía ya bien dura, cosa que no pasó desapercibida para Iván: “Joder Javi, parece que te encanta que te traten como a una zorrita. Estás palote con cuatro azotes. Nos lo vamos a pasar muy bien contigo”. Volvió a soltar mi pene y se agarró otra vez a mis bolas. Y vuelta a exprimirlas.

-¡Me duele Iván!,

-¡Cállate perra!, y habla correctamente a tu amo. Me volvió a susurrar al oído mientras continuaba apretando mis pelotas y yo intentaba esquivar el dolor poniéndome de puntillas.

-¡Amo, por favor, suelta mis pelotas, te lo ruego!

-Eso me gusta más zorrita. Voy a soltar tus huevos y vas a abrir tu culito. ¿Lo has entendido?

-Entendido

Respondí antes de recibir un nuevo estrujón que me hizo ver las estrellas.

-¿Cómo dices putita?. Parece que no sabes tratar a tus superiores.

-Sí, Amo, dejo mi ano a su entera disposición.

-Así me gusta, nos vamos a llevar bien tú y yo. Igual hasta te conviertes en mi guarra favorita.

En cuestión de segundos, la mano de Iván soltó definitivamente mis doloridos testículos y su dedo volvía a hurgar mi orificio trasero. Intenté relajarme y pensar en el maravilloso miembro de Iván, tenerlo otra vez en mi boca, chuparlo con avidez hasta conseguir que se derramara en mi boca y volver a saborear aquel maná fruto de su placer. Su aliento en mi cuello me transmitía el deseo que Iván sentía por mí. Jadeaba, señal de que estaba cachondo y restregaba su miembro por mi cuerpo para hacerme notar su potencia. Su dedo venció la resistencia de mi esfínter y se coló en mi interior. Sentí un fuerte escozor en el culo. Pensé que, si aquello era con un dedo, si me hincaba toda la tranca, me desgarraba el ano. Mantenía el dedo dentro mientras me susurraba:

-¿Te gusta zorra?. No he follado a ninguna zorra que se abriera tan pronto como tú. Eres una nenaza y lo vas a pasar mal. Menos mal que eres obediente.

-Si, Amo, continué el juego yo. Soy una neneza pero sigue dándome placer.

-¡Vaya, vaya!. La neneza resulta ser bien puta.

Su dedo empezó a moverse en mi culo. Lo metía y lo sacaba. El dolor era inmenso, pero no me atrevía a quejarme. Llegó un momento que el dolor desapareció. No diré que sentía placer, pero al menos no me dolía. Iván se había dado cuenta, quizás porque mi respiración volvía a agitarse del placer y el morbo que la situación me producía, parando de mover su dedo en el interior del culo, sacándolo y volviendo a apretarme los huevos hasta que no lo soporté más.

-Amo, te suplico que no hagas eso. Me matas.

-¿qué quiere la zorrita?

Creo que el dolor era más intenso aún por la gran cantidad de esperma que se estaba acumulando en mis pelotas. Pese al inmenso dolor que sentía cada vez que Iván torturaba mis genitales, lo cierto es que pocas veces había estado tan excitado. La sumisión a la que me estaba sometiendo aquel niñato me tenía al borde de la desesperación sexual. Deseaba su polla en mi boca, abrazarlo, besarlo, pero no era esa la idea que parecía tener él y eso me desesperaba. En un momento, por mi cabeza pasaron mil cosas, pero sólo acerté a verbalizar una:

-¡Fóllame, Amo! ¡Métemela por el culo!

Recordé las proféticas palabras de Elsa: “…cuando llegue el momento, tú mismo le pedirás al chaval que te pete el culito”. Así había sido.

-Que maricona eres Javi. Tú que te creías tan macho. Agáchate y chúpame la polla nenaza.

Soltó, por fin, mis brazos y sin tiempo que perder me introduje todo su falo en mi cavidad bucal. Estaba mojada por el agua que caía de la ducha, pero me supo riquísima. Comencé a lamer aquella tranca, metiéndola y sacándola de mi boca, succionándole el meato y mordiendo el capullo. La picha de Iván comenzó a crecer y a ponerse dura como el acero. Me fijé entonces en sus testículos. Preciosos. Sin un pelo, redondeados, ni muy grandes ni muy pequeños. Sin pensarlo, conduje mi mano hasta ellos, empecé a sobarlos. Aquello pareció agradarle a Iván, ya que de su picha comenzaron a salir los primeros chorritos de líquido preseminal. Entonces, en un impulso incontrolado le estrujé sus pelotas como él había hecho conmigo. Su grito de dolor debió escucharse fuera del vestuario. Su reacción fue inmediata. Me soltó una hostia en toda la cara, con toda la mano abierta.

-¡Joder la puta zorrita que me ha machacado los huevos! ¡Te voy a reventar el culo, maricona de mierda!

Con mi mano aún en mi cara restañando el dolor del bofetón de mi amo, Iván volvió a retorcerme el brazo, volvió a ponerme contra las baldosas, separó mis piernas hasta dejar bien visible mi ojete. Escupió en él, escupió en su capullo y sin muchos miramientos hincó el glande en mi orificio y empujó. Al principio le costó, porque mi agujero era virgen y su pene de considerables dimensiones, pero a fuerza de empujar consiguió introducirme aquella barra de carne dura hasta que sus pelotas rozaron los cachetes de mi culo. No quiero recordar el dolor tan intenso que sentí. Notaba mi recto totalmente lleno, escocido y ardiendo y se apoderaron de mí unas ganas inmensas de defecar. Todo ello era sensaciones nuevas. Al principio, debido a todo lo antes expuesto mi miembro se encogió hasta el ridículo, cosa que no pasó desapercibida para Iván:

-Vaya mierda de pito tienes cabrona. Creo que ya tengo algo pensado para ti, zorra

Empezó el mete y saca, al mismo tiempo que una de sus manos empezaba a menearme la polla y ésta comenzaba a crecer hasta alcanzar su tamaño natural cuando está dura. Seguía teniendo el dolor, pero aguantaba los embates de Iván que a cada culeada me empotraba contra la pared. Me acordé de Elsa y cómo la pobre no me decía nada los días que le daba por el culo de forma tan salvaje como en aquel momento me estaba sodomizando Iván.

-¿Quieres correrte ya, verdad putita?

-Sí Amo, no soporto el dolor de mis huevos. Necesito descargar

-No tengas tanta prisa zorra. Antes voy a preñarte este culito de furcia que tienes.

-Si Amo, córrete en mi culo. Lo estoy deseando. Préñame. Lléname el culo con toda tu leche.

-Aghhhh, sí toma leche maricón, toda en tu culo de puta.

Perdí la cuenta de los trallazos de esperma que soltó en mi culo: cuatro, cinco, seis y seguía.

-Joder que bien me has ordeñado Javi.

Y mientras decía esto, aceleró el movimiento de su mano, masturbándome sin piedad, hasta que la paja se hizo irresistible y me derramé en su mano, mientras aún seguía empalado por la polla de Iván.

-Iván yo también me corro, Uahhh, me viene ya, me estoy corriendo.

No sé cuánto esperma solté. Mucho. Ya he dicho que debía de tener las pelotas llenas. Iván había recogido bastante con su mano y lo restregó por mis labios, obligándome a abrirlos e introduciendo los dedos en mi boca para que se los chupara, como así hice. Luego me desempaló y rendido como estaba me dejé caer al suelo de la ducha, sin importarme nada más. Separé mis piernas porque el escozor de mi ano era insoportable y miré hacia mis genitales, mi polla flácida y las pelotas que ya volvían a su tamaño normal. También pude ver entre mis piernas, los restos del semen de Iván, mezclados con hilitos de sangre que salían de mi recién estrenado culo.

Iván acabó de ducharse y salió. Yo, derrotado, me levanté y salí desnudo, con la toalla enroscada tapando mis vergüenzas. Él ya estaba vestido y arreglado. Me agarró por la cintura y me atrajo hacia él. Me dio un muerdo de campeonato e iniciamos una conversación sobre lo sucedido.

-Eres increíble Javi, pero te falta mucho por aprender.

-¿Qué quieres de mí Iván?, le dije yo.

-No era un farol Javi. Si quieres seguir teniendo relaciones sexuales conmigo, harás lo que yo te diga. Te vas a convertir en mi putita y te follaré cuando yo quiera. Soy dominante, que lo sepas. No me importa compartir y no te voy a exigir que seas homosexual. Puedes follar con tu compañera si lo deseas, pero cuando seas mía, serás enteramente mía. Si no va a ser así, olvídate de mí.

-Estoy confundido Iván. No sé qué pensar ni puedo hacerlo ahora. Acabas de desvirgar mi culo, algo que ni yo me hubiera imaginado que pasaría y además te lo he pedido yo.

-Menuda empanada mental tienes tío. Suele pasaros a los heteros curiosos. Cuando probáis una buena polla por el culo os volvéis tarumbas. Se os rompen los esquemas. ¿Curras esta noche?

-No, libro el resto del fin de semana.

-Muy bien. Yo he quedado para salir con una pareja de amigos. Cristian y Vanessa. Son una pareja bi, que se lo monta de muerte. Vanessa es además una excelente maestra. Con ella aprenderías muchas cosas de ti y del sexo. Te enviaré la localización de donde estemos por teléfono. Si vienes o no es cosa tuya, pero si vienes, ven dispuesto a obedecer, a aprender y a disfrutar.

Diciendo eso se marchó. Me vestí y me marché a casa. Cuando llegué Elsa me estaba esperando. Le di un beso y le dije que estaba muy cansado. Fui al lavabo a untarme alguna pomada en mi escocido culo. Al bajarme el slip pude comprobar como estaban manchados de los restos de esperma y de sangre que habían salido de mi culo. Intenté limpiarme bien. Me cambié de calzoncillos y dejé lo sucios en el cesto de la ropa sucia. Entró Elsa y le pregunté:

-¿Habéis quedado esta noche tú y las chicas?.

-Mira que eres despistado Javi. Te dije que nos ibamos a una casa rural todas, sábado y domingo.

-Es verdad, le dije. ¿Y si te pido que te quedes?

-¡Javi!. No seas tonto.

-Ok Elsa, tenía que probarlo.

Elsa entró en el lavabo y salió con la ropa sucia del cesto. Temblé, pensando que se fijara en mis calzoncillos sucios. Poco después, antes de marcharse entró a despedirse de mí.

-Elsa, le dije. A lo mejor salgo esta noche con unos colegas.

-¿Con el gay del trabajo al que le comiste la polla?.

-Sí, con Iván.

-Pues ten cuidado, que al final acabarás con el culo bien abierto. Dijo ella riendo.

Elsa se marchó y yo me quedé mirando al techo, reprimiendo el dolor de mi recto y soñando con volver a ser poseído por Iván.

Cogí el teléfono y le mandé un mensaje:

-“Dime donde quedáis”

Al momento respondió Iván, enviándome una dirección y dos mensajes más:

-“Ven preparado”

-“No te arrepentirás”