Me folla mi amigo de la infancia

Este es el relato que narra la experiencia de primer día de vacaciones en L.A. en el que follé con mi amigo de la infancia. Nunca que imaginé que en esas vacaciones iba a disfrutar tanto. Es el primer relato de una serie que narran mis vacaciones.

Poco antes de cogerme vacaciones de Semana Santa, un amigo de la juventud con el que mantengo el contacto me escribió un email en el que me contaba su nueva vida en Los Ángeles. Se fue allí para conseguir inspiración en su oficio: fotógrafo. En el email también me invitaba a pasar unos días en su apartamento cuando quisiera. Yo nunca había estado en L.A., así que le contesté diciendo que iría en vacaciones. Me cogí unos billetes y allí me planté en Semana Santa.

Antonio, que así se llama mi amigo, estaba igual que hace 20 años. Siempre fue un tipo resultón, ancho de espaldas y de brazos, muy fuerte debido a todo el ejercicio que hace. Su casa estaba en un barrio muy bohemio de la ciudad. Durante el primer día me estuvo enseñando calles, lugares, bares y las gentes que lo ocupan mientras tomaba fotos. Por la noche, en su casa, me empezó a enseñar los trabajos que había estado haciendo anteriormente. Casi todos eran retratos y, muchos de ellos, desnudos. De mujeres y... de hombres. Y de ahí surgió el tema de conversación que desembocaría en el previsible desenlace.

Antes de llegar a ese punto, me gustaría explicar que Antonio y yo descubrimos nuestros cuerpos juntos. No es que descubriera mi lado homosexual, pero sí que conocí un cuerpo masculino que no fuera el mío gracias a él, y lo mismo él de mí. No puedo explicar una razón, pero lo cierto es que cada vez que nuestros padres nos dejaban solos en casa, terminábamos hablando de sexo y quedándonos desnudos. Nuestros penes siempre estaban erectos. Era como si el hecho de estar desnudos ya nos produjera una gran excitación. Veíamos porno y revistas de chicas desnudas juntos y nos masturbábamos. Eso sí, nunca pasó nada. Teníamos claro que queríamos hacerlo con chicas, aunque a veces él tocara mi pene y yo tocara el suyo en plan juego. Pero nunca pasó de ahí. Ni yo chupé el suyo ni él el mío. Y mucho menos penetraciones.

Dicho esto, no hay que ser muy listo para deducir que la conversación acabaría desembocando en esos recuerdos. Mientras me enseñaba las fotos de hombres y mujeres desnudos, me confesó que al hacerlas se ponía malo. Se excitaba cuando veía un cuerpo desnudo, fuera cual fuera. Y ahí recordó el tema:

-Ver a una mujer desnuda como algunas de las fotos es normal, están muy buenas. Pero que me pase con hombres es muy raro. Es como cuando tú y yo jugábamos a quedarnos desnudos, siempre me empalmaba. Supongo que a ti también te pasa, me imagino...

Yo, que bien sabido es que intento dejar esos deseos homosexuales en un ambiente muy privado de mi vida, me hice el tonto y lo negué rotundamente.

-Pues no sé, no me acuerdo si me empalmaba. Lo que sé que un cuerpo desnudo de un hombre no me excita. (Mentira)

-¡Venga ya!- Dijo Antonio escéptico. -Tú y yo hemos estado millones de veces desnudos el uno delante del otro, hemos jugado a tocarnos y siempre estábamos empalmados.

-Bueno, eso son cosas de niños, estábamos descubriendo nuestro cuerpo-. Me defendí.

-¿Me estás diciendo que no te excitas si por ejemplo ves a un hombre en la ducha del gimnasio?- Preguntó.

-La verdad es que no. Si me estoy duchando me estoy duchando, no estoy a esas cosas.- respondí.

Tal era el escepticismo de Antonio, con razón por otro lado, que decidió subir la apuesta.

-Me juego lo que quieras a que si ahora mismo nos quedamos en bolas terminamos empalmándonos, los dos.

-Eso es una bobada.- apunté.

-Pues si es una chorrada, hagámoslo. Quedémonos desnudos a ver si es verdad que no te excitas.- propuso.

-No me voy a quedar en bolas así porque sí, me parece totalmente fuera de lugar.- Dije muy dignamente.

-¿Por qué? ¿Tienes miedo?

-Miedo, ¿de qué?

-De que tenga razón y te excitas viendo un cuerpo masculino igual que yo.- dijo Antonio sabiamente.

-No es que tenga miedo, es que veo absurdo quedarnos desnudos ahora. Ya somos mayorcitos para estar con esos juegos.- repuse.

-Pues yo creo que tienes miedo a confirmar que te puedes llegar a excitar con un cuerpo masculino y que eso ponga en duda tu virilidad.

-Yo no tengo que demostrar mi virilidad.

-Entonces por qué no te quedas desnudo. Mira- y comenzó a despojarse de su ropa.

Antonio seguía teniendo un cuerpo espectacular. Unos pectorales en su sitio y un abdomen que ya les gustaría tener a muchos dioses griegos. Ya el simple hecho de verlo en boxers me excitó de una manera increíble. Cuando se las quitó, incluso el líquido preseminal comenzó a mojar mis calzoncillos. Su pene, que efectivamente ya estaba erecto, era precioso. Siempre me lo pareció. Era igual de grande que el mío, pero su glande tenía una terminación puntiaguda, hacia arriba, formando en su tronco una curva perfecta. En pocos segundos desee que ese pene me penetrara y llegase hasta mis entrañas una y otra vez mientras dibujaba esa forma curvada en la entrada de mi culo, haciéndome gozar. Era evidente que estaba totalmente excitado, y también sabía que iba a despojarme de la ropa, pero intentaba negarme con todas mis fuerzas. Primero, para intentar que mi erección se bajara y no darle la razón. Segundo, porque sabía que si me quedaba desnudo iba a terminar acostándome con él, de tal manera que mis aventuras homosexuales ya no iban a ser tan privadas. Me iba a follar a un amigo y eso ya no era privado como en las demás ocasiones. Valoraba, también, que tarde o temprano él se lo diría a alguien y todo se terminaría sabiendo. Sin embargo, por mucho que las razones que me daba la cabeza fueran muy convincentes, lo cierto es que mis ganas por quitarme la ropa y comenzar a gozar eran mayores.

-Ahora te toca a tí.- Dijo Antonio.

-No, yo no me voy a despelotar.- negué.

-Hombre, eso no es justo. Yo estoy aquí delante de tí, en bolas y tu ahí mirando. Además, aún no me has demostrado que no te empalmas al ver un cuerpo masculino.

-Es que esa apuesta la has hecho tu, yo simplemente he dado mi opinión. El único que está empalmado, de hecho, eres tu.- dije señalando su pene y apartando la mirada para disimular.

-Porque me excito sólo con estar desnudo. Es algo que me pasa siempre.

-Pues a mí no.- afirmé rotundo.

-Pues entonces no sé qué coño te cuesta demostrarlo.

-Se acabó-. Sentencié. No pude más. -Tú ganas. Me desnudo sólo para que te calles y zanjar de una vez el tema.- Así que comencé a desnudarme. Intentaba hacerlo rápido para disimular que lo hacía a desgana. Notaba cómo su mirada me acribillaba el paquete. Me había convencido tanto, que había perdido la erección, así que me quité rápidamente los calzoncillos para que viera que no estaba excitado. -¿Ves? Nada. Un cuerpo más-. Cuando me disponía a volver a ponérmelos, Antonio me detuvo.

-Pero eso no vale. Tienes que quedarte un rato. De qué sirve que ahora te vuelvas a vestir. Puedes empalmarte cuando ya estés vestido otra vez. Al menos quédate cinco minutos. Si no te empalmas es que no te empalmas nunca.

-Joder...- Dije con condescendencia, pero sin hacer el mayor atisbo de llevar la contraria. Simplemente me senté otra vez, desnudo frente a él, intentando no mirarle para no empalmarme, para no ceder a mis deseos y arriesgar mi privacidad. Pero fue inútil. En un pequeño momento, me fijé que su pene soltaba un hilo de líquido preseminal y se derramaba por el tronco. Eso me excitó mucho, así que mi pene comenzó a crecer.

-¿Lo ves?-. Observo Antonio. -Te lo dije. Te excitas igual que yo.

-No, simplemente que al estar desnudo me pongo nervioso, y al estar nervioso me empalmo.- me defendí.

-Eso no tiene sentido. No sé por qué te cuesta reconocerlo, la verdad.- decía mientras me ponía una mano sobre el hombro. -No hay que tener miedo. No hay nada por lo que tenerlo. Simplemente es un cuerpo.

Mi corazón se aceleraba. Tenía claro que iba a pasar algo. En cualquier momento le besaría. Su mano derecha me acariciaba la nuca. Yo cerraba los ojos, me rendía. Su mano izquierda recorrió mi abdomen hasta llegar a mi pene, que acarició muy lentamente hasta que, finalmente, lo agarró y comenzó a masturbarme al tiempo que me chistaba para que me relajara.

-Esto sólo es para recordar viejos tiempos...- Decía mientras seguía meneándomela y me comenzaba a a besar el cuello.

Ya estaba todo perdido, así que, no me importó llevar la mano hasta su precioso pene y comencé a masturbarle también. Abrí los ojos y le vi delante de mí, haciendo lo propio con mi miembro, comenzando a gemir como también hacía yo. Los dos en silencio, disfrutando de una masturbación. Sólo se escuchaba el ruido del líquido que nuestros penes desprendían. Antonio sonrió. Yo sonreí.

-Ahora somos adultos.- observó Antonio. -Podemos hacer más cosas.-

En ese momento, me besó en los labios y me metió la lengua en la boca. Yo respondí metiendo la mía en la suya y comenzando a juquetear con ellas. Estuvimos así unos segundos hasta que él decidió sacarla y comenzar a besarme el cuello otra vez. Yo comenzaba a jadear algo más pronunciadamente. Me mordisqueaba la oreja, fue bajando por el pecho, lamiendo mis pezones mientras su mano seguía en mi pene. Bajó con su boca hacia mi abdomen hasta que se dio de frente con mi pene totalmente erecto. Dolía de lo firme que estaba. No hizo preámbulos, quitó la mano y lo engulló sin piedad. Yo gemí con más placer del que ya tenía. Su lengua recorría mi glande con la precisión de un reloj suizo. Hacía círculos con la lengua, acariciándolo con toda la boca llena. Tras varios minutos en los que no paró ni un segundo, y en los que casi provoca que eyaculase, se la sacó de la boca y volvió a besarme.

-¿Te ha gustado?-. Preguntó.

-Madre mía... Me ha encantado. Qué bien la chupas...- Dije totalmente excitado y caliente.

Ahora me tocaba a mí. Por fin. Me iba a meter su delicioso miembro en mi boca. Algo que, sin saberlo, llevaba años queriendo hacer. Imitando sus movimientos, como si fuera un inexperto que repite lo que le acaban de hacer, fui bajando poco a poco, deteniéndome en su cuello y sus pezones hasta que, finalmente, llegué hasta su esperado tesoro. Me lo tomé con calma antes de engullirla. Descubrí el glande con la mano derecha y le di dos lenguetazos como si de un helado se tratase. Después bajé con la lengua hasta la base y recorrí todo su tronco con ella mientras miraba su cara de placer infinito, con los ojos cerrados y en dirección hacia el cielo. Cuando mi lengua llegó de nuevo al glande, hizo un círculo y me la metí en la boca poco a poco. La curvatura de su polla se dibujó en mis labios carnosos. La sacaba y la volvía a introducir con gran delicadeza, disfrutando al máximo del sabor de ese precioso manjar. Él me agarraba por la nuca, pero no intentaba guiarme. Me dejaba hacer a mi gusto mientras gemía de placer. Engullí su miembro durante muchos minutos. No quería dejar de hacerlo. Era uno de los penes más sabrosos y perfectos que jamás me había llevado a la boca. Finalmente, decidí desengancharme de él por el momento. Volví a besarle y él me dijo: -Vamos a la cama, ¿te parece?.- Yo afirmé con la cabeza y, de la mano, nos fuimos a la cama.

Nos tumbamos de lado, el uno frente al otro. Volvimos a besarnos mientras nuestras manos volvieron a agarrarse el pene a menearlo. Yo quería seguir jugando con su pene en mi boca, pero la otra mano de Antonio me dio una idea mejor. Poco a poco, fue recorriendo mi espalda hasta que de soslayo acarició mis nalgas. Me puse encima de él para que pudiera acariciármelas con las dos manos mientras nuestras lenguas seguían a lo suyo, jugando en nuestras bocas como si no hubiera un mañana. Sus dos manos se posaron en mi trasero y lo acariciaban con delicadeza. Como veía que no decía nada, las comenzó a agarrar con un poco más de fuerza, abriéndome las nalgas y, de vez en cuando, dejando pasar a alguno de sus dedos en la raja. Finalmente, llevó su dedo corazón hasta la entrada de mi culo y lo acarició una vez. Como yo seguía sin poner pegas, lo hizo una segunda, pero esta vez lo dejó más tiempo, acariciando los labios de mi ano de forma circular. Poco a poco, fue abriéndose paso y terminó por introducirlo sin que yo me opusiera en absoluto.

-¿Te gusta?-. Me preguntó como si no supiera la respuesta.

-Me encanta.- Afirmé con rotundidad.

Así que siguió con su dedo dentro de mi ano, buscándose espacio con movimientos circulares. Antonio quería pasar a la siguiente base, así que no tardó en proponerme hacer un sesenta y nueve. Por supuesto que quería. Quería volver a disfrutar de su pene. Así que me puse a la contra, de lado y comencé a engullir de nuevo su precioso miembro mientras él hacía lo mismo con el mío al tiempo que me volvía a introducir un dedo, esta vez algo mojado, dentro de mi culo. Poco a poco, lo fue abriendo hasta que su dedo se convirtió en un explorador dentro de mí y comenzó a tocar los puntos estratégicos. Poco a poco, se fue olvidando de mi pene para centrarse en mi culo. Así que inclinó un poco más la cabeza y comenzó a lamer la entrada de mi ano como un auténtico poseso. A su vez, subió su pierna un poco y me invitó que yo hiciera lo propio con el suyo. No me lo pensé dos veces, así que lamí un poco la base de sus huevos y poco a poco mi nariz fuer abriéndose paso entre sus nalgas hasta que mi lengua dio con la entrada de su ano. Con las manos, abrí sus nalgas y comencé a engullir su culo con paciencia pero sin pausa. Intenté introducirle un dedo, pero pareció no gustarle mucho. Me dio la impresión de que sólo quería que me lo comiera y no dar pie a que le penetrara. No me importó, porque el que quería ser penetrado era yo. Así que, en cuanto pude, se lo propuse.

-¿Tienes condondes?- Sugerí.

-En el cajón.- Dijo un segundo y siguió engullendo mi culo al tiempo que introdocía su dedo corazón.

-Quiero que me folles.- Le dije convencido.

-Lo sé.- Dijo confiado. -Y voy a follarte como nunca nadie lo ha hecho.

Antonio me puso boca abajo en la cama y comenzó a tener el mando. Cogió del cajón los condones y un lubricante, lo que me dio a entender que ésta no era la primera vez que follaba con un tío y que, como yo, había estado ocultando desde el principio. Me echó por las nalgas y lo extendió por la raja. Luego volvió a introducirme un dedo. Esta vez lo hizo con más determinación y fuerza y empezó a moverlo de arriba abajo con más rapidez, lo que me comenzó a producir un inmenso placer. Yo levanté un poco el culo para que llegara más al fondo. Lo subía y lo bajaba al ritmo que marcaban las embesitidas de sus dedos. Y digo sus porque no tardó en entender que uno ya no era suficiente, así que fueron dos los dedos que estaban follando mi culo como una metralleta, cada vez más rápido al tiempo que yo gemía y gemía de placer.

-Quiero que me folles Antonio. Quiero que me folles ya...- le pedía desesperado.

Pero él tenía el mando, así que sólo cuando él quisó, sacó los dedos, se puso el condón, me dio la vuelta, me abrió de piernas e introdujo, muy poco a poco, su pene dentro de mí hasta que sus testículos hicieron tope. Me dio un largo beso con su miembro dentro de mi cuerpo y, poco a poco, comenzó a dar ritmo, metiendo y sacando su polla en mi culo. Como me había imaginado, la forma curvada de su verga dibujaba un recorrido perfecto que me producía un placer fuera de lo normal, y así se lo hacía saber a través de gemidos que poco a poco se iban haciendo más pronunciados. Agarré sus nalgas para indicarle que quería más caña, que necesitaba que su pene llegara hasta lo más profundo de mí.

-Métemela hasta el fondo.- Le pedía desesperado entre gemidos. Él respondía acribillando mi culo sin piedad. -Más rápido, más rápido.- Le pedía con cada vez más desesperación. Su polla se había convertido en heroína para mí. No quería que dejara nunca de follarme.

Poco a poco, nos fuimos inclinando hacia un lado hasta adquirir una posición lateral en la cama, por lo que aproveché para rodearle con mi pierna, abriéndome más y dejando un mejor camino a su increíble pene. Mis deseos eran leídos a la perfección por Antonio, quien cada vez tenía menos piedad con mi insaciable ano. Poco a poco, lo fui llevando hasta esa postura que me encanta, esa en la que consigo ver las estrellas porque el pene está totalmente dentro de mí y soy yo el que pone el ritmo. Nos volcamos hasta que el cayó boca arriba y yo a horcajadas. Le besé como un poseso y, poco a poco, me fui incorporando sobre su pene hasta hacer tope. Después comencé a cabalgarle poco a poco hasta terminar pareciendo un potro desbocado. Mis gemidos ya hacía un rato que eran gritos de placer descontrolado. Mis manos se apoyaban en el pecho perfecto de Antonio, al que su corazón le iba a mil por hora. Sus manos se centraron en mis nalgas. Las agarraba con fuerza, proporcionándome la excitación necesaria para que yo subiera el ritmo de mis cabalgadas para conseguir que se corriera.

Mis gritos se mezclaron con los suyos, haciéndome entrever que estaba a punto de correrse como nunca antes lo había hecho. Yo quería terminar también, había sido mucha tensión acumulada, pero sobre todo, mucho placer contenido que tenía que salir y que imaginaba que sería abundante. Mientras le cabalgaba como si fuera la última recta del Gran Prix, me meneaba el pene para terminar también. Sus contracciones se hicieron evidentes en sus gritos entrecortados y en que sus manos cada vez me agarraban con más fuerza el pene. A su vez, yo comenzaba a correrme sobre su precioso abdomen, una abundante cantidad de leche calentita caía por mi pene y resbalaba por mis dedos hasta caer definitivamente sobre él. Él también se había corrido tal cantidad de leche que no cabía en el condón, por lo que se fue derramando antes de que saliera de mi culo, algo que sucedió poco a poco después de que me tumbara sobre su pecho, manchándome con mi propio semen. Le besé al tiempo que mi culo se iba quedando vacío. El hecho de que su pene saliera de mí me producía anhelo. Necesitaba tenerlo dentro por siempre. Efectivamente, al quitarse el condón descubrimos la cantidad de semen que había dentro, algo insostenible en el impermeable. Nos reímos, sabiendas de que había sido un polvo antológico.

Tras eso, caímos los dos rendidos en la cama, el uno al lado del otro. Yo trataba de no mirarlo, como si después de eso quisiera que volviera a ser mi amigo, y no un tío con el que había follado de forma alocada. Trataba de recuperar el aliento después de haber hecho realidad una fantasía que hasta ese momento no sabía que la tenía. En ese momento Antonio rompió el silencio.

-No saldrá de aquí. Queda prometido.

-Lo sé.- Respondí sin mirarle. -Sé que esto es nuestro y sólo nuestro.

-Ha sido espectacular. La verdad. Nunca pensé que tanto- Reconoció antes de seguir confesando. -Bueno, en realidad tengo que confesarte que lo llevaba deseando tiempo. Pero nunca me imaginé ni que fuera a suceder ni que iba a ser tan bueno. Espero que no te moleste que te lo diga. -Dijo entregándose a la evidencia.

-No, para nada me molesta.- Afirmé volviéndome para mirarle a los ojos. -De hecho... Tengo que confesarte, ya que ha pasado todo esto, que no es la primera vez que me acuesto con un tío. Es más, llevo haciéndolo desde hace años. Pero lo llevo con mucha discreción. Es algo muy intenso, pero sólo mantengo esa llama porque yo lo convierto en prohibido.- Comienzo a confesarle. -La verdad es que antes de venir nunca había soñado con follar contigo, pero en cuanto ha surgido el tema no he podido resistirme, y me he dado cuenta de que llevaba mucho tiempo queriéndolo hacer.

La confesión no pareció sorprenderle mucho. Después volvimos a besarnos y, poco a poco, nos quedamos relajados en la cama hasta quedarnos dormidos. Así de intenso terminó mi primer día de vacaciones. Eso hacía presagiar que iban a ser muy intensas, pero nunca que imaginé que lo iban a ser tanto. Pero eso, lo iré contando en las siguientes entregas.

CONTINUARÁ...