Me excitan los viejos
Dedicado a David.
Un saludo queridos lectores, y en especial a David a quien dedico este relato.
Mi nombre es David, tengo treinta y siete años,divorciado sin hijos. Mido metro setenta y cinco, complexión delgada, cabello castaño y ojos marrones.
Desde siempre me han atraído los hombres mayores, en el colegio tenía idealizado a uno de mis profesores y en los tiempos del instituto al director.
A los veinte años, tuve mi primera novia y a los treinta descubrí que los hombres mayores, muy mayores, me atraían, pero sobre todo me provocaba un terrible morbo el masturbarme imaginando que me someten a todos sus caprichos y perversiones.
Fueron objeto de mis pajas y corridas un vecino de carrera militar ya retirado, un antiguo jefe y un viejo fontanero amigo de la familia.
A los treinta y tres años descubrí el excitante mundo del cruising. A escasos kilometros de mi ciudad hay un lugar privilegiado para practicarlo.
Son bastantes personas los que se acercan a ese sitio, por mis apetencias suelo tener suerte ya que los ancianos no suelen tener gran aceptación.
Uno de los viejos que acude casi a diario me causa especial morbo. Hasta donde sé tiene setenta y seis años, bajo, calvo con gafas y rostro afable.
Es viudo, pese a reconocerme que desde siempre ha sido gay, contrajo matrimonio por mantener las apariencias, ya que en los tiempos de la dictadura la homosexualidad estaba ferozmente perseguida y castigada.
Este señor tiene una hija que ha hecho su vida en otra ciudad, y a la que prácticamente no ve.
La escena suele repetirse, se sienta sobre unas piedras y espera fumando. Paso a su lado, nos saludamos cortésmente, charlamos un rato y nos introducimos en la maleza hasta llegar a "nuestro árbol" que nos brinda cobijo y acomodo a nuestros besos y caricias.
A este anciano le excita acariciarme y meterme mano. Siempre acabo haciéndole una profunda mamada mientras me folla la boca me llama "putita".
Su verga es magnífica (al menos para mí) unos quince centímetros, muy gruesa. El glande de color muy oscuro, casi negro y unos testículos gordos, duros y peludos, supongo que lecheros muy lecheros. Y digo supongo porque pese a mis denodados esfuerzos no he conseguido que llegue a correrse.
Me excita ver como su viejo y grueso rabo, poco a poco, a base de caricias, lametones y besitos se va poniendo dura, muy dura y tiesa.
En mi opinión, conseguir que un anciano tenga una erección es lo más morboso que existe.
Solemos terminar pajeándonos mutuamente mientras mete dos de sus dedazos en mi cueva follándolo con dureza provocándome unas lefada muy copiosas.
El cruising, - pese a lo excitante que es-, tiene dos problemas: la poca intimidad (siempre hay alguien que puede sorprenderte practicándolo), y la incomodidad (es complicado que puedan llegar a penetrarte).
Puede decirse que con este anciano he conseguido un alto grado de complicidad, incluso confianza y amistad.
Tras nuestra última "sesión" el hombre me entregó una tarjeta con su nombre, teléfono y dirección. Directamente, me ofreció la posibilidad de follar en la intimidad y comodidad de su casa.
Desde luego que no me lo pensé dos veces y acepté concertando una cita el siguiente sábado.
El viejo en pijama abrió la puerta esbozando una gran sonrisa, apresuradamente cerró con llave. El sonido de la llave al girar en el bombín hizo que me humedeciese aún más.
-Me alegra que hayas venido, ¿quieres un café?, me ofreció.
-Deseo otra cosa, - contesté susurrando-.
El viejo quitándose las gafas me abrazó con fuerza, como buen sumiso bajé la mirada en señal de ofrecimiento. Nos dimos varios poquitos hasta que su lengua tomó posesión de mi boca, fue un beso largo y profundo con mucha pasión.
El anciano, tomando totalmente la iniciativa, lamió mis mejillas, los lóbulos de las orejas, la frente y los labios para volver a morrearme profundamente.
-Hoy voy a marcarte tres veces - dijo el viejo en mi oido-.
Al escuchar sus palabras sentí mi polla palpitar, sobradamente conocía el significado de sus palabras.
-Házme la primera - imploré abriendo mis labios-.
Cerré los ojos y nuevamente abrí mi boca ofreciéndose la al anciano. Su saliva inundó mi cavidad, la tragué por completo en señal de entrega.
El viejo satisfecho lentamente me quitó la camiseta por la cabeza lanzándola sobre una antigua mecedora.
Me saqué los zapatos mientras desabotonaba mi pantalón, al inclinarme para sacar la prenda por los tobillos el viejo me propinó una tremenda nalgadas,lo cual, hizo que exhala se un quejido de placer.
Las ásperas manazas del viejo sobaron mi torso, recreándose en mis tetilla. Con los dedos pulgar e índice hizo pinza apretando mis pezones.
-MAS,...,MAS,...,MAS DURO, - jadeé-.
-Suplica zorrita, súplica, me excita oírte suplicar putita.
Me abracé al viejo con desesperación, sentí su tremendo bulto pegado a mi vientre, mientras tiraba con mucha fuerza de mis doloridos pezones noté como su lengua volvía a profanar mi boca, nuestras salibas volvieron a mezclarse.
Llevé sus enormes y ásperas manazas hasta mis nalgas, ofreciéndoselas.
-Esta deseosa mi perrita - se jactó humillándome- mientras las acariciaba por encima de mi prenda más íntima.
El viejo semental tiro de los laterales de mi slip incrustando la parte trasera de la prenda entre mis nalgas a modo de tanga.
Las ásperas manazas del hombre tomaron posesión de él las, las acarició y sobó a su antojo.
-Damé nalgadas, supliqué.
-PLASHHHH...., resonó en toda la casa.
Me abracé con fuerza a mi hombre rodeando con mi pierna derecha su cintura. En esa postura mi culo quedó aún más abierto facilitando las nalgadas del viejo.
-PLASHHHH,..., PLASHHHH,..., PLASHHHH, te gusta que te den duro perra se jactaba el anciano. PLASHHHH,.... PLASHHHH,.., resonaba en toda la casa.
Fueron diez nalgadas las que me propinó el macho, mis cojones estaban llenos de leche caliente. No pude soportarlo, la última nalgada fue la más dura, me abracé con desesperación al viejo buscando su boca , mi lefa subió de forma incontrolada por el tronco de mi polla saliendo a borbotones mientras manchaba mi húmeda ropa interior.
-ME,..., ME CORRO,... ME CORRO, - grité deseperado-.
Me corrí sin haberme acariciado saboreando mi necesario orgasmo,mientras en mis oídos resonaba las carcajadas del viejo.
-Vaya forma de correrse la perrita, se jactó, creo que deberías darme las gracias de alguna manera.
Me arrodillé ante mi hombre, su pijama apenas tapaba una tremenda erección.
Tiré de la prenda hasta dejarla enroscada en los tobillos, a escasos centímetros de mi rostro la verga parecía más grande y gruesa, así el caliente pedazo de carne y lo restregué por mis mejillas, la frente y la barbilla manchándo la cara con su líquido preseminal.
-Es tuya maricona mía, toda tuya.
Abri la boca y mirándole a la cara dulcemente besé el grande, lo lamí dedicando especial atención al frenillo, la zona más sensible.
-DIOSSSS, jadeó,....., los Co..., los cojones farfulló.
Me tragué su tremendo rabo mientras acariciaba los duros y peludos testículos. El viejo asió mi cabeza y moviendo vigorosamente la cadera comenzó a follar e muy duro la boca.
Mis manos abandonando los cojones se asiron a su culo, los pollazos en mi boca eran tan fuertes que tuve que ladear ligeramente la cabeza para que me penetra se por entero.
-Las putas se lo comen entero cabronazo, - gimoteaba el anciano-.
Su fuerza y virilidad era tremenda, durante más de diez minutos folló mi boca sin dar signos de agotamiento, mientras verbalmente me humilla a llamándome: puta, perra, maricona...
Sin ningún aviso el viejo apretó con más fuerza mi cabeza contra su zona genital, acaricié los enormes y calientes testículos de mi macho, su bufido de placer resonó en la casa mientras su caliente semilla subía por el enorme vergón.
Pude sacarla de mi boca, cerré los ojos, dos lefazos fueron directamente a mi cara y al pelo, tomando aire me penetré la boca con su pollón, acaricié sus cojones, otras cinco lechadas del semen de mi hombre fueron directas a mi estómago.
Tosí, me atraganté mientras saboreaba su lechada.
El viejo respiraba de forma entrecortada, su enorme y peluda barriga subía y bajaba rítmicamente tratando de acompañar su respiración.
La tremenda verga había perdido su enorme erección, estaba flácida mientras mi lengua con espero limpiaba sus últimos restos.
El anciano ya me había marcado con la saliba y con su semen, pero necesitaba, deseaba más.
Me incorporé, nos miramos directamente a los ojos.
-Llévame a tu cama, - imploré -.
CONTINUARÁ