Me excita que me mires

Descubro que me gusta que mi marido vea como cojo con otro.

ME EXCITA QUE ME MIRES.

Esta historia es continuación de "Totalmente desnuda".

Vacaciones en Uruguay 2.

Sentía por Carmen algo nuevo. Yo había estado con mujeres, no muchas, a mis 32 años sé que soy bisexual, pero la española era diferente, era una amiga con la que disfrutaba no sólo con el sexo, delicioso el de la noche anterior, sino con su estar, con hablar con ella, me trataba como si supiera mis gustos, mis fantasías, me hacía feliz.

En la playa, ese día, desnudas, habíamos jugado, acariciándonos, sabiendo ambas que los niños, su nieto y mi hijo no debían ver nada raro en nuestros mimos.

Aprovechábamos para tocarnos más íntimamente, las manos en las conchas, los besos al desgaire en la boca o en los senos, al bañarnos. Había olas y nos metíamos solas, sin maridos ni infantes.

Pasaba el día excitada, muy caliente, deseando descargar mi libido. Ella supo cuando hacerlo, después de almorzar, mientras los niños dormían la siesta a la sombra, les dijo a nuestros maridos: "Vamos a hacernos una pajita en el agua. Así que cuidar a las criaturas"

Me había llevado de la mano, y en el mar, con el agua por encima de la cintura, que a veces cubría nuestros senos y otras los mostraba en todo su esplendor, se paró frente a mí. Mirándome, tomó mi mano y la llevó a su vulva, después me comenzó a tocar el sexo.

"Pajéame, gatita. Eres una viciosita divina"- y empezó a masturbarme, sin quitar sus ojos de los míos.

El roce con el alga de su concha, que así sentía yo su vello, mis dos dedos acariciando sus labios, para centrarme en su clítoris y su mirada me habían llevado a un grado de excitación que me hizo gemir ante sus primeros toques.

"Calla, putita, en silencio. Goza como una gatita en celo."-

Siguió diciéndome cosas, sucias, perversas. Sus palabras me encendían aún más .

Acabamos prácticamente a la vez. Su sonrisa de triunfo, de hembra plena me cautivó.

Al salir, nuestros hombres nos encargaron de los niños, mientras corrían al agua a bajar su calentura. Ambos, viéndonos se había excitado, como atestiguaban sus vergas en alto.

El ejercer el control sobre una persona te da una satisfacción maravillosa, habíamos releído tus relatos y analizado la estrategia de ataque, éramos mayores que vosotros, mucho menos atractivos, aunque nos mantenemos muy bien, sin grandes sacrificios, es algo unido a nuestros genes, pero teníamos la ventaja de saber lo os gustaba.. Estaba claro que tú, Elena eras una niña pija, que tu marido usaba para su placer, presumiendo de tía buena, jugando con tu componente exhibicionista, te había metido en el lesbianismo para disfrutar de otras mujeres, y de paso hacerte creer que eras un liberada. Cuando habíais hecho un intercambio, se veía claramente que había dejado que te follaran, porque era la manera de joder a la otra tía que debía estar inmensa. Y tú, Elenita lo contabas como si fueras una moderna. Te gustaba ser sumisa, y la dominación light, eso se veía porque las narraciones de sexo fuerte era relativamente escasas., El quid de nuestra actuación consistía en tenerte a ti caliente y convencer a tu marido. Eso le tocaba a Carlos, mi uruguayo es un artista en el arte de liar a la gente, así que por la cuenta que le traía, quería follarte, me iba a poner al Lalo en suerte, que cada vez me gustaba mas, tiene una polla, no muy grande, pero bien gorda , de esas que te llenan el coño, y te vuelven loca, está muy bueno. Ese tipo de hombre viril, en que se mezclan el salvaje y el intelectual, vamos para comérselo. Y tú eres un bomboncito, muy lindo, con tus tetitas elásticas, los pezones muy grandes, de peli porno, y un coñito de bebé que apetecía lamerlo como si fuera un helado.

La playa era el campo de batalla, allí teníamos que convenceros de seguir el juego, mi nieto y tu hijo, dos niños de tres años, eran un impedimento, pero al tiempo una ayuda, pues os obligaba a estar con nosotros, y no poder tontear con otras parejas, así que cuando nos juntamos, la labor de seducción, siguió su curso. En el agua aproveché para calentarte, y dar su poquito de espectáculo a los hombres, pero tan disimulado, que sólo ellos se daban cuenta de lo que pasaba, su imaginación les jugaba tan fuerte, que cada poco iban al agua a bajar sus erecciones. Me gustó pajearte, era bonito sentir como te corrías, lo entregada que estabas, lo que te esforzabas en darme placer, me di cuenta que tenía una esclava para mi disfrute. Pero también quería a su macho.

El cielo se empezó a nublar y Carlos propuso ir a cenar a Punta del Este, me extrañó, pensé que lo ideal era volver a nuestra casa para seguir liándoos, pero conociéndole sabía que tenía una estrategia mejor. Quedamos en que nos vendríais a buscar para no llevar dos coches, suele ser difícil aparcar y en el vuestro cabíamos perfectamente, Carlos conocía un sitio que se comía muy bien, donde los niños podrían jugar, y dormir tranquilos cuando se cansaran. Quedamos pronto para dar una vuelta por la ciudad.

A las siete estabais a la puerta da casa y en poco más de veinte minutos habíamos aparcado junto al puerto. Reservamos la mesa en el restaurante, en la terraza cubierta, está en una zona tranquila, donde el bullicio de la noche no molestaría a los niños, es un lugar romántico, de poca luz y muchas velas. Fuimos a dar una vuelta por el puerto, las focas jugando entre los barcos son un espectáculo que a los pequeños les encanta. Tu marido nos propuso que fuéramos de tiendas mientras ellos se quedaban con los niños. Quedamos a las nueve en el restaurante, teníamos más una hora, para nosotras. Del brazo salimos para ver ropa y estar felices.

Yo me había puesto unos vaqueros que me caen como un guante y una camisa azul y una cazadora de cuero. Un aspecto de lo más viril, sino fuera porque al no abrochar todos los botones se me veía un canalillo profundo que el sostén, color carne hacía destacar aún más. Tú con una camiseta a rayas horizontales, rojas y blancas, un pantalón de lino crudo y un chal negro. No llevabas sujetador y las tetas se movían bajo el algodón con los pezones erectos. Las dos llevábamos sandalias negras de tacón bajo.

Yo conocía una tienda de diseño, buena y barata, más en febrero que han bajado los turistas y deben empezar a liquidar el genero. Luisa y Luigi nos recibieron con besos, abrazos y elogios, que guapas, me echaban de menos, que maravilla de amiga, y todos esos comentarios que unos buenos vendedores deben hacer para camelar a las clientas, con su poco de pimienta pues ella es muy les y el muy gay, tú estabas esponjándote, te gustaba el ambiente, y cuando Luisa te comenzó a enseñar los pendientes enseguida te vendió unos aros de plata, pequeños, que hacían juego con tu pelo corto. A mi me endilgó un anillo, también de plata, precioso, con un hombre y una mujer desnudos y abrazados. Soy fanática de los anillos. Mientras Luisa nos atendía, y reía con nosotras, sabía crear ese ambiente entre mujeres, donde todas sabemos que nos lo hacemos ,y tú entrabas en el juego de mujercita liberada bisexual, Luigi apareció con dos vestidos, uno rosa y otro azul cielo y nos comenzó a vender el artículo, de lo barato, sólo quedaban esos dos, creía que eran de nuestra talla, eran preciosos y supersexis, de algodón elastizado, se pegaban como una segunda piel, nos invitó a probárnoslos, para mi el azul, para ti el rosa. Debajo sólo se podía llevar un tanga, porque eso de que eran una segunda piel, era verdad. Tenían unos aros que levantaban las tetas, que dejaban medio al aire, tapando apenas los pezones, la falda llegaba justo encima de las rodillas, y dos pequeños tirantes lo sujetaban a los hombros, aunque tal como se ceñían podían sobrar. Nos miramos y nos dejamos mirar y piropear, estábamos espléndidas. Fue entonces cuando Luisa nos trajo los pendientes de pinza, iguales para las dos, en plata reproducían el cristo de Dalí, pero en vez de hombre era una crucificada, bromeó con su posible uso doble, no sólo en las orejas, también en los pezones, apretaban pero no mucho. Nos los quedamos, y con la compra en dos bolsas, tras pagar, poco, apenas 150 dólares entre las dos, y besarnos en la boca con nuestros proveedores, ahí, tú siempre tan sobrada, le distes un tornillo a Luisa, que seguro la dejaste con el coño mojado, nos fuimos al restaurante.

Nuestros hombres habían encargado la cena de los niños, unos espaguetis a la carbonara, que comían con ansia, mientras ellos se tomaban una copa de champagne, se levantaron para besarnos, en la boca a las dos, y nos sirvieron una copa a cada una. Fue tu marido el que nos dio la pequeña bolsa, y nos pidió que fuéramos al baño a ponérnoslas, Carlos las había comprado mientras Lalo cuidaba de los críos. Cuando entramos en el W.C. y abrimos la bolsa, vimos las bolas chinas. Tú te sorprendiste,, yo me di cuenta que mi marido ya había enrollado al tuyo, nos bajamos pantalones y braguitas, las dos llevábamos tanga color carne, y mirándonos a los ojos, pero con cuidado, nos las fuimos metiendo en el coño. Con la braguita puesta, abrimos y cerramos las piernas, para comprobar que estaban en su sitio, nos subimos los pantalones y volvimos a nuestra mesa. La cena fue soberbia: mejillones a la provenzal, rabas, brótola a la vasca, panqueque de manzana quemado al ron con helado de vainilla, y champagne, 3 botellas de Barón B, y luego café. Nosotras bebimos más que lo hombres, tu marido tenía que conducir, los niños se habían quedado dormidos, y la conversación era picante y erótica, estábamos preparando el fin de fiesta en nuestra casa, tus pezones querían romper la camiseta, estabas totalmente excitada, hecha un putita desenfrenada, necesitabas mucho sexo, que te follaran bien follada, como en alguno de tus cuentos o lecturas de TR.

Los hombres fueron a acostar a los niños, nosotras nos lanzamos una sobre la otra devorándonos, y así en pleno éxtasis de lesbos nos encontraron nuestros maridos.


"Parad un poco que estamos aquí con ganas de follaros- soltó Lalo-

Yo quería coger, pero era algo más, a lo largo de todo el día, me había crecido las ganas que mi marido viera lo puta que podía ser, como era capaz de volver loco a cualquiera. Una necesidad de exhibirme como gata de lujo.

Carlos había puesto música de jazz, y preparado unas naranjas con vodka, Carmen y yo de la mano seguíamos el ritmo sensual del saxo, esperábamos sus peticiones.

"Desnudaros, que tenéis algo dentro que hay que sacar"- mi marido había tomado la iniciativa.

Yo acabé antes, no llevaba corpiño, y ayudé a Carmen a terminar de desvestirse. Nos quedamos desnudas , moviéndonos con la música.

" Veamos cómo estáis de mojadas. Carmen , ven acá"- ordenó mi marido, yo sabía que me estaba ofreciendo al uruguayo, así que me paré frente a él.

Tiró del hilo y salieron las bolas, como si fueran dos pequeños duraznos, me las puso en la boca, saboreé mis propios jugos, mientras sus dedos entraban en mi concha.

" Están a punto de caramelo. Carmen trae el superaparato"- dijo Carlos.

Mi amiga salió un momento del salón, me quedé con los dos hombres. Me miraban con lujuria, a los dos la verga en alto parecía querer romperles los pantalones, yo estaba empapada, me ponía aún más la reacción de mi marido que disfrutaba de ver lo puta que yo podía ser.

Carmen volvió, en la mano un consolador doble de más de medio metro, se lo dio a Carlos.

"Elena, ponte a cuatro patas"- ordenó. Obedecí.

Me metió la enorme pija de goma, moviéndola un poco con la mano. Yo estaba tan caliente, que me vine sin dejar de mirar a un Lalo excitado viendo el orgasmo de su mujer.

"Carmen, ya sabes cómo debes ponerte."- imitó mi postura tras mi cola, el uruguayo levantó el aparato y puso la otra cabeza en la concha de mi amiga. Ésta reptó, sus piernas por fuera de las mías, hasta que sentí sus nalgas pegadas a mi cuerpo. El enorme falo de dos cabezas me llenaba, casi hasta hacerme daño.

" Moveros, nenas" – pidió mi marido. Empezamos un adelante y atrás enervante. Primero me empujaba Carmen y luego correspondía yo, muy lentamente, gozando. Sentí el temblor de su orgasmo apretada a mí.

" Nuestras chicas ya han acabado, va siendo hora de que nos hagan un trabajito"

Acercaron dos pequeñas butacas, sentándose en ellas. Carlos frente a mí, y mi marido ante Carmen. Vi como sacaba su verga, dura, y jugaba con ella ante mi rostro. Me golpeó en los labios, yo abrí la boca, pero siguió jugando a pegarme con aquel mástil en la cara.

Me la puso en la boca despacio, llenándola, después empezó el lento mete y saca. Mamarla sin manos requiere oficio, y yo lo tenía. Seguíamos con nuestro movimiento adelante y atrás con el consolador, me sentía llena y de nuevo súper excitada. Mientras se la chupábamos , ellos tranquilos en su asiento, bebían el vodka con naranja.

" Pon así los labios, como colchoncitos"

Aceleró el ritmo, pero sólo me metía el principio de la pija, un poco más del glande, yo estaba a punto, y cuando le oí:

"Qué bien la chupa tu gatita. Lalo es una joya"- me volví a ir y fue en ese momento cuando comenzó a derramarme su leche en la boca. La tragué toda, y más hubiera tenido, más me hubiera tragado.

Por como sentía los golpes en mis nalgas, me di cuenta que mi marido se estaba descargando en mi amiga , confirmado con su "dios, dios, dios que gusto"

"Elena, sigue un poco para que yo acabe"- me dijo Carmen cuando le sacaron el arma de la boca. Lo hice hasta que su yaaa me indicó que llegaba a la meta.

Nos separamos, el doble consolador estaba totalmente mojado, nos abrazamos y nos dimos el beso de las triunfadoras.

" Sois unas nenas muy buenas: Tomad un trago"- nos ofrecieron el vodka con naranja, mientras paladeamos la bebida, ellos se desnudaron. Las tenían , gordas , pero no duras.

" Un poco de espectáculo mientras nos la ponemos dura. Elena come a Carmen"- pidió mi marido.

Ellos volvieron a sentarse, y mi amiga se tumbó en el suelo, me coloqué entre sus muslos y comencé a lamer su sexo. Me excitaba el vello negro que llenaba su entrepierna y su monte de Venus. No tardó en venirse.

" Ahora te toca a ti"

Estaba deseando sentir su lengua en los labios y en mi botón. Me chupó bien chupada, hasta que se concentró en el clítoris. Me metió dos dedos en la vagina , buscando mi punto G , y lo encontró. Y me trabajó, me fui y como un manantial salió el néctar que tan rara vez nos sale. Yo miraba a mi marido como se masturbaba y su excitación, me volvía loca. Sé que chillé , gemí, era una gata enloquecida. El verle mirándome me trastornaba.

Descansamos una en brazos de la otra, apenas unos pocos minutos.

"Cabalgádnos"- nos ordenó Carlos, los dos estaban tumbados con la pija en alto.

Con los ojos fijos en Lalo, mi marido, me empalé en la verga uruguaya, y empecé un trote sobre él. Me acariciaba el clítoris, y me pellizcaba los pezones, iba poco a poco sintiéndome otra mujer, viciosa, libre, demostrándome a mi misma que podía ser la más puta de las mujeres, excitando a mi marido con mi libido desatada.

No sé lo que duró, ni las veces que me vine, era una llama ardiendo sin fin, gozando del sexo sin límite.

Volvimos al apartamento, acosté a mi hijo, volví al dormitorio, Lalo me esperaba desnudo.

Nunca le había oído decir lo que me dijo, ni yo pensé que podía usar las palabras que murmuraba mientras me poseía , tumbada con almohadas bajo mi vientre, con la cola en alto, y con su sexo en mi orto, su " QUE PUTA ERES" y mi " COMO TE GUSTA" , todavía ahora cuando escribo estos recuerdos los tengo grabados en mi mente.

Esta historia comienza en " Totalmente desnuda" y finaliza en "Puta e ingenua"