Me escapé del orfanato, así me fue. 1

Vida de Juan de la Calle. Abandono, Mal carácter, Peleas, Abuso, Escapé, Taxiboy, Sexo con Silvia,

Me escapé del orfanato, así me fue. JUAN de la CALLE. 1

Abandono.

_Hola cómo están…

_Les puedo contar mi historia de vida hasta el momento...

_Necesito descargar la ansiedad que tengo.

_Me llamo Juan de la Calle, mi madre, una mocosa, una criatura, en edad de jugar a las muñecas, me abandonó en el hospital, el mismo día en que me tuvo…

_Cuando la enfermera me llevó para hacer unos controles, se escapó de la habitación en la que se encontraba en el dichoso hospital…

_Como había llegado sin documentos no pudieron encontrarla…

_A mí me quedó el nombre que se le ocurrió a la enfermera, y de apellido de dónde venía, de la Calle…

Escribo mi historia sin rencores, sin necesidad de ningún tipo de venganza.

Esto que cuento me lo dijeron en el orfanato dónde fui a parar…

Un orfanato es un centro de acogida de menores, centro de protección de menores, institución encargada de cuidado de menores de edad, huérfanos o abandonados y de los niños o adolescentes que han sido sacados de sus padres.

Para mí, y lo digo siendo un adulto “estudiado”, es un muestrario de chicos para adopción, un lugar de “adiestramiento” de criaturas, una institución en dónde son pocas muy pocas las muestras de cariño que recibís, que “te la tenés” que arreglar solo, que no confiás en nadie, que aprender a ser “bastante reventado”.

No sé por qué pero nunca quise ser adoptado, siempre me portaba mal, me peleaba con todos, tanto compañeros, compañeras, celadoras, monjas, con cualquiera, me cuentan que tenía un “carácter de mierda”.

Mal carácter.

Tuve varias “propuestas” para la adopción, en un principio me querían, soy morocho de ojos verdes, bastante agraciado, después cuando a la familia se le informaba de mi carácter, de que siempre estaba peleándome, incluso cuando venían a verme los pateaba, escupía, puteaba, los matrimonios salían “rajando”.

Cuando más grande y se empezó a notar, se les informaba, además de mi muy mal carácter a la familia, de “mi defecto”, tenía la pija muy grande, se dice que casi siempre  la mujer quería pero el marido no ja ja.

Como digo nunca me quise ir, es el día de hoy que nunca pude saber por qué.

Además de una doctora que venía una vez por semana, una dentista que venía de vez en cuando, una psicóloga que cuando venía no te daba bola, teníamos para que “nos atendieran”, dos celadoras y tres monjas, tenían turnos rotativos, siempre “había alguien” vigilándote.

Éramos muchos chicos, y chicas, como veinte, de bebés hasta 18 años, de esos “mayores” nunca hubo muchos, igual no dormían en “la sala principal”.

Dormíamos en una tira de camas contra las paredes, todas seguidas, una detrás de la otra, haciendo una larga fila alrededor de la sala, con un lado pegado a la pared.

En el medio estaban las cunas de los bebés, algunos lloraban tanto de noche que no te dejaban dormir y el olor a mierda que largaban, también a algunos no los cambiaban por muchas, pero muchas horas, hasta que te acostumbrabas, después podía pasar un tractor al lado tuyo llevando bosta, que “ni bola”.

Me imagino que yo debí haber pasado por alguna de esas, si vine cuando tenía días, cuando fui más “grande” la hermana Celestina me señaló cuál había sido la cuna mía.

Cuando ya te hacías “grande”, te sacaban de la cuna y te metían en una cama, era siempre la misma, de la que tenías que ocuparte vos, tratar de no mearte ni cagarte en ella, no acostarte con los pies sucios y todos los días “hacerla”, bien prolija, las sábanas bien estiradas, la frazada doblada a la perfección, había que ver a los más chiquitos luchando con la ropa, el tema era que no se podía ayudar, cada uno tenía que arreglarse solo.

Peleas.

Ese fue muchas veces el motivo por el cual “me agarraba a las piñas”, cuando alguno quería obligarme a que le haga la cama u obligaba a otro u otra, siempre defendía al más débil.

No había mucha “armonía” entre los varones, todos éramos más cerrados “que culo de muñeca”, entre las chicas notaba que se hablaban más, es que no podíamos confiar en nadie, al que no lo dejó abandonado la madre como a mí, el padre o la madre lo “cagaba a palos” y se lo tuvieron que sacar, a otros “les rompían el culo o la concha” los propios padres o familiares, otros tenían padres drogadictos que no se daban cuenta de la existencia de sus hijos, éramos un rosario de “guachos desgraciados”.

Las celadoras y las monjas nos hacían hacer mucho ejercicio, en el patio había unos caños con los cuales podías tratar de levantarte, de trepar, de cualquier cosa que sirviera para gastar energía, nos hacían trotar durante un sinfín de vueltas, como escribí para gastar energía y así dormir tranquilos.

También “para gastar energía” nos enseñaban baile, de todo tipo, tendrían que ver a las monjas, hasta la madre superiora bailando al compás de una cumbia.

Por la noche no era tan fácil dormir tranquilo, alguno más “grande” se quería “coger” a uno o una más “chiquito o chiquita” y otra vez “agarrarse a las piñas”, cuando aparecía o la celadora o una monja, yo sin ningún empacho les decía.

_Ese hijo de puta se quiere coger a esa…

Buena reprimenda al “cogedor” y a dormir.

Al otro día “otra vez a las piñas” con el que o los que venían a castigarme por “delator”.

Lo del ejercicio me gustó, hacía bastante “por mi cuenta”, y cuando la madre superiora me mandaba castigado a hacer “lagartijas” o correr, lo hacía gustoso, eso hizo que desarrollara buen cuerpo, lo digo hablando de un niño, aunque en las peleas se notaba que tenía más fuerza, no se la llevaban tan de arriba los más “grandes”.

La hermana Celestina, una rubia gordita, de ojos celestes con sonrisa eterna, me había adoptado dentro del orfanato…

Me controlaba los estudios, me recontra cagaba a pedos cuando me peleaba, le gustaba bailar y me enseñó con todo tipo de música…

Me inculcó mi gusto por la lectura, me traía libros de todo tipo, podía estar leyendo un poema como la reparación de un carburador…

Me recalcaba hasta el hartazgo que las cosas debían pedirse con educación y humildad, con sinceridad y siempre ofreciendo algo a cambio, como nunca teníamos dinero, todo era por canje o trueque, siempre decir la verdad…

Cuando me tocó el turno de ir a la escuela, a tres cuadras del orfanato, era buen alumno con respecto a estudiar…

En conducta dejaba mucho que desear, me peleaba muy seguido (qué raro), mayormente por no soportar a los más grandes cargarnos por ser huérfanos, del orfanato, siempre me peleaba con chicos mayores…

O por problemas conmigo o por defender algún compañero o compañera, las primeras peleas terminé casi perdiendo, pero fui mejorando y desarrollándome…

Con el tiempo nadie osaba burlarse de nuestras desgracias, eso sí siempre estaba castigado, o haciendo ejercicios, o limpiando el patio o pintando algo, se me daba bien todo lo relacionado a manualidades…

Abuso.

Creo que había cumplido diez años cuando entró al centro una nueva celadora, en reemplazo de Josefina, que se había casado, hasta le hicimos una fiesta de despedida, con globos y todo …

La nueva celadora, Marta, una morocha grandota, mala como la puta madre, al segundo día, me parece que por que salí en defensa de una nenita que no podía terminar de hacer su cama, se la agarró conmigo…

Me hacía limpiar los baños, los patios, me la pasaba todo el día limpiando, cuando venía sancionado de la escuela, para ella era alcanzar la felicidad…

A la mañana iba a la escuela, almorzábamos y a limpiar, para hacer los deberes de la escuela, los tenía que hacer cuando ya casi nos íbamos a dormir…

Y cuando se enteró de que tenía una buena pija, para qué, ahí sí creo que alcanzó la felicidad completa…

Una tarde me hizo meter en el cuarto dónde guardábamos las escobas, cepillos y todas esas boludeces de limpieza, me hizo bajar el pantalón y el calzoncillo…

Cuando vió mi miembro me lo empezó a manosear, tenía 10 años, no sabía qué hacer, se me puso de morcillona a bien dura, me la empezó a chupar, tuve mi primera acabada…

Y casi todos los días me metía en el cuartucho, me hizo hacerle de todo, ella me la chupaba, me enseñó como tenía que chupárselas, a sus tetas y su vagina, a metérsela, por adelante, por el culo, morderle los pezones, darle cachetazos en el culo, me tuvo de esclavo casi dos años…

Al principio me gustaba, cogía con ganas, noté que cuando acababa no se me bajaba, seguía como dije “morcillona”, bueno siempre estaba “morcillona”, era el estado natural…

Con el tiempo sufría el estar esclavizado por esa persona, me trataba muy mal, con desprecio, con “cara de culo”, no disfrutaba que todos los días tuviera la obligación de hacerla gozar a esa hija de puta…

Otro hijo de puta era uno mucho más grande que yo, uno que estaba por cumplir los 18, tenía un buen físico, acostumbrado también a las peleas, le tenían miedo hasta las celadoras, algún día voy a contar lo que me hacía hacer…

Cuando aparecía la psicóloga y me quería atender le mencionaba de que “estaba sufriendo malos tratos”, que no me sentía a gusto con algunas cosas indebidas que me hacía hacer una celadora, no quería decirlo directamente, una porque no sabía si ella era cómplice de la otra, otra por la venganza de Marta.

Yo no sé si creía que los “malos tratos” eran los de hacerme limpiar los baños o el patio o como dije era cómplice o boluda.

Escapé.

Había terminado la escuela primaria, fue cuando cumplí doce años, estaba pasando por la oficina de administración, estaba la puerta abierta, mi tentación fue enorme, entré para ver “si conseguía algo”.

Arriba del escritorio, por esas cosas del destino encontré mi documento, sería porque era mi cumpleaños…

Lo tomé, lo venía pensando hace bastante, no estaba a gusto, me sentía mal todos los días, me peleaba con todos, y peor me sentía.

Fui a mi cama, sobre ella había una especie de alacena en la que guardábamos nuestras cosas, puse la poca ropa que tenía en mi mochila de la escuela y me escapé…

Siempre recuerdo ese día, mirá que cuando iba a la escuela salía caminando sin ninguna preocupación, ese día no, salí caminando tranquilamente, sabía que si corría llamaría la atención, pero las tripas crujían, el corazón palpitaba aceleradamente, me faltaba el aire, cuando hice como diez cuadras empecé a tranquilizarme.

Me senté en un zaguán, en plena capital, una entrada que tenía una casa o negocio, no sé qué era, pero estaba abandonado, por la suciedad y por los carteles de “se vende”.

Puse mí toalla en el piso, para no sentarme en la tierra que tenían los cerámicos.

Me puse a pensar…qué voy hacer ahora, dónde voy, dónde voy a dormir, dónde voy a comer,  casi me pongo a llorar, no había planificado todos éstos “inconvenientes”.

Se hizo la noche, me quedé dormido, me desperté cuando estaba saliendo el sol, me dolía todo el cuerpo.

Había pasado mi primera noche fuera del orfanato, tengo que comer algo.

Vi que algunos “cirujas” recorrían los tachos de basura de los restaurantes, ahí conseguí algo para comer, me vio una señora rebuscando los desperdicios.

_Vos sos nuevo, no sos de por acá, cómo te llamás, dónde estás durmiendo.

_Me llamo Juan señora, hoy es mi primer día escapado del orfanato, no tengo dónde dormir, anoche me quedé en un zaguán a tres cuadras de acá.

_Nooo, no lo hagas más, es muy peligroso, podés venir con nosotros si querés, mirá ahí vienen mis hijos.

Cuando me di vuelta vi a tres chicos y dos chicas, todas criaturas, el más grande tendría mi edad, pero chicos de estatura, les sacaba como una cabeza al más alto, parecían pigmeos.

_Chicos, éste es Juan, va a venir con nosotros.

_Hola Juan. Gritaron todos.

De esa basura fuimos a otra, luego a otra y otra, al mediodía teníamos lo que se puede decir algo comestible para todos los que éramos.

Caminamos como treinta cuadras y nos metimos en un edificio abandonado, por una chapa que estaba desclavada del cerco, tenías que conocer el tema, sino pasabas de largo.

Más peleas.

Una semana me duró la tranquilidad de vivir con esa familia, la de recorrer “puestos de basura”,  nos invadieron unos drogadictos y unas familias de extranjeros, el edificio, si bien estaban en un piso más abajo, subían y trataban de sacarnos lo poco que teníamos, ley del más fuerte lo que se dice, yo aguanté sin pelearme dos días, cuando uno quiso empezar a tocar a Estelita, una chica hija de la señora Raquel se pudrió todo, nos trenzamos en una pelea sin códigos, él guacho me tiró un poco de polvo de obra que había en el suelo a los ojos, me dejó ciego por un momento y me pegó un piña en el estómago, yo le metí una patada con toda mi alma, se ve que lo calcé justo, fue a para un piso más abajo por la escalera, quedó todo machucado.

Impusieron que me tenía que ir, “por violento” y me lo dijo la propia señora Raquel, la madre de la piba que defendí, me fui a la mierda, “que se arreglen cómo puedan”, qué tengo que andar defendiendo a otros.

En otro edificio, “te daban alojamiento”, por un pago mínimo diario o hacer algunos “trabajitos”, como afanar, vender droga, una vida difícil, pero era peor estar afuera deambulando, corriendo el riesgo que te “agarre la cana” o algún degenerado, que adentro y como no tenía dónde dormir acepté pagar unos días, tenía “unos mangos”, recaudados como ayudante en una verdulería.

Esa misma noche fue catastrófica, entre tres vinieron a querer “cogerme”, me decían para después trabajar de “putita” y qué mierda, no iba a dejar que me “rompieran el culo” gratuitamente, piña va y piña viene, la joda era que venían más de las que iban, eran tres, terminaron venciéndome, pero con las “jetas llenas de bollos”, me sacaron la bermuda, el calzoncillo y vieron “el pedazo”, se paralizaron, llamaron a don Roberto, el jefe, uno que tenía tatuada hasta la lengua, me miró y dijo.

_Que nadie lo toque al Juan, éste pendejo nos va hacer ganar mucha plata con “semejante verga”.

Taxi boy.

Y lo que tenía que hacer era pararme en una esquina, paraba un auto, me subía, un señor me la chupaba, me daba plata y listo, yo se la tenía que dar a don Roberto.

Así fue en un principio, después alguno quiso que lo acompañara a un departamento, que lo cogiera, se la metía por el culo, sin miramiento, como venía, algunos pegaban cada alaridos que me dejaban sordo, otros gozaban como locos, pedían que les “cagara a cachetazos el culo”, les daba con alma y vida, les dejaba el culo colorado, cuando más les daba más gozaban.

Me empezó a quedar bastante dinero, del que me daba don Roberto y de algo que me “escamoteaba” yo, claro comparado con un tiempo atrás que no tenía ni una moneda era millonario.

Empecé a fumar, a tomar alcohol, alguna vez un poco de droga, quedaba destruido, mareado, alguna quisieron cogerme, me resistí a las piñas.

Sexo con Silvia.

Otra vez me escapé, después de un breve romance, del pleno centro dónde estábamos viviendo, el edificio mencionado, me escapé a un barrio “selecto” bastante alejado del “dichoso centro de la capital”, barrio de casas impresionantes y negocios por todos lados.

Fui a parar ahí porque una vez, hablando con una chica me dijo que ese barrio de Liniers, era lo más parecido al barrio de su casa, no había muchos “chicos de la calle” y que los vecinos no te trataban como basura, si podían te ayudaban, que habían muchos puestos callejeros en dónde poder “rebuscársela”.

Que al estar pegado a la provincia, había gente por todos lados, y de todas las nacionalidades, que uno pasaba desapercibido, que podías conseguir “changas”.

Recordé a Silvia, la chica que me contó sobre este barrio, creo que era mayor de edad, tenía más de 18, nunca me dijo por qué andaba de “trabajadora del sexo” o “cirujeando” escapada, como todos.

Hablando de escapada, yo era su amigo, ella salía con hombres, como dije, era “trabajadora del sexo”, “la supervisaba” don Roberto, me contaba cada cosa que hacía que se me pusiera dura la pija, nunca le dije nada.

Un día pararon tres patrulleros frente al edificio en dónde estábamos, éramos como cincuenta personas, todas desparramadas por los dormitorios a medio terminar, tuvimos que salir “espantados”.

En un momento en el que teníamos que bajar de un muro como de cuatro metros, ella no se animaba a saltar, tenés que estar acostumbrado, le dije que yo la sostendría, la dejaría colgar y así tendría nada más que unos centímetros del piso, así lo hicimos, al ella estar colgando de mi brazo, yo parado sobre el muro miró para arriba, se quedó mirando, no se quería soltar, tuve que gritarle para que se largara, me estaba venciendo y me iba a tirar con ella, cuando me tocó a mí bajé colgando como una araña.

Al caminar unas cuadras me interrogó.

_Juan te voy hacer una pregunta y no me mientas, está claro.

_Claro Silvia, por qué iba a mentirte.

_Vos tenés una pija grande.

Me quedó mirando, como buscando en mis ojos una respuesta sincera.

_Sí, Silvia, bien grande.

_A ver mostrámela.

En un rincón de un negocio cerrado la saqué y se la mostré, abrió los ojos como el dos de oro, fuimos a dormir en una pieza de un conventillo en la Boca, una semana, ella se ocupaba de pagarla diariamente.

Nunca he cogido tanto como en esa semana, ella quería y quería, mirá que salía a trabajar y justo trabajaba cogiendo. Yo ayudaba en una carbonería, paleaba llenando bolsas, quedaba negro, negro, se me veían los ojos verde nada más, menos mal que tenía un baño con agua caliente y polvo jabonoso de la ropa, quedaba impecable y con un olor a ropa recién lavada bárbaro.

Un día me dijo que se había terminado “nuestro romance”, yo por mi lado ella por el suyo, de ahí es que escapé, y nunca más volví de taxi boy.

Muchas pero muchas veces estuve tentado a volver al orfanato, pasaba días de hambre, frío, calor, maltrato, abuso, parecieron años, pero no me di por vencido, no quería regresar con la cabeza baja, no quería dar el brazo a torcer…

No quería pasar otra vez por las manos de la celadora Marta o del otro hijo de puta…

Extrañaba a la hermana Celestina…

Continuará.