Me entregué a la sumisión total - III

Nací obediente, crecí obediente y me convertí en obediente "cum laude".

Cuando me desperté o regresé del Nirvana, estaba destrozada, era imposible moverme. Hasta los cabellos que ya no existían en ninguna parte de mi cuerpo, me pesaban, me aplastaban. Sentía mi boca mucho más que seca, mi garganta estaba como pegada, mi estómago y mis intestinos pedían a gritos algo para comer, algo para digerir, algo para quitar esos ruidos intestinales que me recordaban constantemente mi hambre.

Pero el olor a café recién hecho llenaba el habitáculo. Y las voces y las risas también. Poco a poco, empecé a recordar desde el momento que mi amo Pascual me había entregado a mis folladores, temporeros inmigrantes africanos, que estaban viniendo a recoger las frutas de los campos ¡o de lo que sea! Porque yo no tengo ni puta idea de lo que se recoge en Marzo, Abril... Diciembre. Yo soy de las que van al super y...

Intenté moverme para pedir un poco de café, o mucho café, pero al estirar la pierna para apoyarme, un salvaje grito de dolor que pretendía salir de mi reseca boca, solo fue como el estertor de un moribundo. ¿Qué cojones me habían hecho, que tanto me dolía la entrepierna? No era el coño o el culo. Prácticamente era todo, desde el ombligo hasta casi las rodillas. Era dolor y entumecimiento a la vez. No lo entendía, no era dolor simplemente, era un efecto terrible de dolor, acartonamiento, encogimiento muscular... Intenté volver a la posición anterior para que no me doliese tanto.

Oí pasos que se acercaban, la voz de mi amo y las risas de Jeremy que me decía:

  • Hola perrita ¿ya estar despierta tú? Llevar casi 8 horas durmiendo como plomo. Deber tú estar agotadísima, pero nosotros estar rotos y cansados de tanto follarte. Creer yo, que cada uno de nosotros cuatro follarte 7 u 10 veces cada uno. Y tú querer más y más, nunca ver tan caliente una mujer y con tantas ganas de follar ¡ser tú incansable! Tener que decirle a mi tribu lo milagroso del jengibre. Mis hermanos pequeños y mis primos, agradecer esta noticia ¡serán los amos de la tribu!

Pero mi amo no estaba por esa labor de la tribu. Se sentó a mi lado y me dijo:

  • Hueles de asco, das asco, y sin embargo, me gusta verte así. Desnuda y guarrísima.

Y me dio un bol lleno de café con leche calientes. Me lo bebí en silencio mirándole a los ojos. Y a continuación, un mini bocadillo de pan con tomate ¡y una morcilla! Pero cuando mordí esa morcilla, me di cuenta que solo era un trozo de negra mierda. Le miré con rabia. Él notó esa mirada y su mano acarició mi asqueroso cuerpo, suavemente, con ternura... ¡y casi me hace llorar! Me lo comí todo, y al terminar me dijo:

  • ¿Te duelen tus agujeros? ¿Los sientes irritados? Tienen una pequeña costra de sangre y mucha mierda, ya que se han juntado los excrementos, tus muchísimos fluidos, y montañas de semen. Me dicen, que te han follado esta noche más de 25 o 30 veces, y aunque se han repartido bien tus agujeros, seguro que nunca te han metido tantas pollas en ellos. Y lo que más les ha gustado, ha sido que tú querías más y más ¡y eso que Jeremy decía que tú parecías una perra aburrida! Estoy orgulloso de ti ¡y del jengibre!

Se levantó en silencio y desapareció. Yo oía ruidos por todas partes. Un fontanero a las órdenes de Luis, estaba terminando de arreglar la ducha y la cocina provisionales, para el agua caliente y el gas. Y los africanos debían estar arreglando y colocando los camastros y las pequeñas taquillas individuales, para cada uno de los 21 huéspedes, que un rato antes habían descargado de un camión. Me alegré que Jeremy hubiese elegido ese rincón para mí, que casi me escondía de la vista general, pero al fin y al cabo, yo solo era su perrita para jugar y follar.

Un rato más tarde volvió mi amo. Con cariño y delicadeza lavó todas mis partes, y el solo roce de su mano y de la suave manopla de baño que usaba, tanto en mi coño como en mi culo y toda mi piel, me hacían estremecerme y temblar de dolor. Tal y como apretaba varias veces, debía tener unas costras enormes pegadas, que él, poco a poco, me las fue quitando. Al finalizar, me dio unos cariñosos besitos en mis labios, en mi nariz, en mis ojos sin cejas, y me dijo:

  • Descansa Lulú. Sé que todavía te arde el jengibre y vamos a arreglarlo ¿te parece?

Y yo asentí desesperadamente. Se lo llevó todo y volvió diciéndome:

  • Ponte a cuatro patas perrita, vamos a enfriarte esos agujeros.

Y yo, ¡qué soy más buena que el pan! Confiada en el cariño de mi amo, me moví como pude y me puse a 4 patas. Mi amo acarició mis agujeros, los masajeó un poco que casi me hace correrme, y de repente, noto un frío enorme en la entrada de mi culo y dando un alarido salvaje, noté como algo grueso, terriblemente frio y al mismo tiempo ardiendo, atravesaba mi ano y se introducía profundamente en mis intestinos. Y a continuación agarraron mis caderas, y entre una enorme cantidad de aplausos y risas, el mismo frio y calor atravesaron mis labios vaginales y se posaron en mi vagina.

¡El muy cabrón de mi amo me había introducido dos polos de hielo dentro de mi ano y de mi vagina! De esos polos que cualquier persona puede hacer en su casa, en su frigo. Solo de agua, sin palo para no sacarlo, para que se quede dentro hasta que se derrita. Y de 5 cm de diámetro por su parte inferior, para que no se salga.

Yo me moría. Me desplomé sobre el camastro. Mi cuerpo era una perfecta máquina de moverse y no pararse. Ya no me dolía nada ¡os lo juro! Me ardía ese hielo. Mejor, esos dos hielos que aunque cada uno de ellos estaba en un agujero, estaban los dos tan juntos y tan ligeramente separados, que esa zona de frio/calor me quemaba, me ardía todo el bajo vientre, la entrepierna... Cierto es que notaba el intensísimo frio, pero ese frio quemaba como un hierro al rojo y me volvía loca.

Dios mío ¿cómo es posible que hace unas pocas horas me volvía loca deseando que pollas y más pollas me penetrasen para anular parte de la irritación y el calor del jengibre, y ahora, deseaba más pollas aún, para que me volviesen a penetrar para que aplacasen este frío que me mataba en las llamas? ¿Por qué en lugar de mear en mi cuerpo, no meaban dentro de mí, calentaban mis agujeros y disolvían el hielo que me volvía loca? Por favor ¿es que no podéis follarme ya? Solo quiero pollas cálidas, que rocen mis paredes y las calienten, meadas sin fin dentro de mis agujeros, semen en cantidades industriales ¿es que no hay piedad en el mundo?

Sentía morirme ¡necesitaba morirme para poder descansar de toda esta quemazón y sufrimiento! Maldecía a mi ex-amo Ramón por abandonarme. Para él, solo era un cuerpo con agujeros para complacerle. Muchas veces también para complacer a sus amigos. Y otras muchas veces, para alquilarlo, y así complacer a otros hombres que llenaban sus bolsillos en lugar de los míos. Yo creía que eso era sumisión que me daba cierto placer. Pero ahora, con este nuevo Amo al que me entregaba y que me conoció, precisamente alquilando mi cuerpo, todo eso era distinto. Ahora sí sentía ser propiedad de alguien y de alguien que me cedía gratis, que no me vigilaba, que no me controlaba, pero que estaba destrozando mi cuerpo y mi orgullo ¿orgullo... qué orgullo? Solo era ya un cuerpo con agujeros, un cuerpo desnudo, como una maniquí de carne. Un cuerpo para sufrir. Y nada más. Sí, para algo más, para obedecerle eternamente.

Pero para los trabajadores que allí había, y no solo los africanos, ver mi cuerpo totalmente desnudo estremecerse, agitarse, moverse sin parar en todas las posiciones, tanto él como caderas y tetas, no les dio piedad. Mis movimientos, agitaron los movimientos de sus pollas que empezaron a crecer, a endurecerse, a llenarse de sangre cálida que buscaba más sangre. Y acudieron a mi cuerpo para saciar esa necesidad de sangre. Y unas manos empezaron a coger mis caderas, otras me sujetaban por los hombros, otras sujetaban mis piernas para no darles patadas. Y las pollas, duras, cálidas, hambrientas, empezaron ¡por fin! a entrar dentro de mí.

Una tras otra penetraron en mi interior. Una tras otra descargaron abundante, cálido y espeso semen en mis entrañas. Y poco a poco, penetración tras penetración, mi cuerpo empezó, muy lentamente, a volver a la normalidad. A ser un cuerpo para follar, porque ocurrió el milagro ¡gracias dioses míos! Yo también empecé a correrme y mi cuerpo empezó a estremecerse de nuevo, pero de otra manera. Y al calor por frotamiento de las pollas contra todos mis músculos anales y vaginales, y al cálido y espeso semen, se le unieron la calidez y la abundancia de mis flujos, que empezaron a ensuciar un poco más el camastro.

  • ¡Mirad la puta como se corre... está disfrutando la guarra! -dijeron varios-

Y yo pensaba que no era guarra, sino una perrita que estaba rodeada por perros callejeros, pero ¿cómo mi amo no estaba allí disfrutando de los placeres visuales que le estaba yo proporcionando? Lo que yo no sabía, es que mi amo no perdía detalle desde su despacho mientras se masturbaba lentamente y fumaba un buen cigarro. La cámara que allí había, enfocando el rincón del camastro, no solo grababa, sino que además retransmitía en directo, y no solo para mi amo, también para Jaime el alcalde, y Felipe, el del pollón, que como buenos amigos suyos, me veían desde sus casas.

Un hombre blanco levantó mi cabeza., acercó su polla, yo abrí mi boca y me la comí. Era una buena mamona y esa polla no era excesivamente grande, así que le hice una fenomenal mamada, y él, en agradecimiento, pasó sus manos por encima de mi cabeza rapada y tan sudada. Pero al notar esas manos acariciando mi cabeza, esa nueva sensación de las caricias en una cabeza afeitada y no llena de mi maravilloso pelo ¡me volví a correr! Jamás pensé en una sensación tan placentera, como esas manos acariciando mi calva suavemente. las terminaciones nerviosas de mi piel craneal, tantos años ocultas por mi pelo, estaban excitadas como jamás hubiese pensado, y agradecía esas manos, esa sensación de ternura y cariño, en medio de tanta follada brutal.

Quise devolverle el favor y alargué todo lo que pude la mamada. Su polla apenas alcanzaba mi garganta, pero la tenía toda dentro de mi boca. Mi lengua jugaba con ella y él cogía mi cabeza delicadamente. Pero todos los hombres se corren y el no fue la excepción. Con mi cabeza cogida entre sus manos, estuvo un rato parado y yo casi me ahogaba por falta de espacio para respirar, al estar también mi cuello prieto por el collar y el peso de la cadena. Al final sacó la polla lentamente junto con una parte de mi saliva... ¡y me estampó un impresionante beso en mi boca, que arrancó aplausos y un pequeño coro que cantaba:

  • ¡Que se casen, que se casen!

Y al irse él, también los demás, satisfechos del rato pasado conmigo, volvieron a sus trabajos. Durante largo rato yo me fui relajando, mientras notaba como lo que aún me quedaba dentro de mis agujeros iba saliendo, y en un rasgo de aburrimiento, intenté pensar en identificar los diferentes sabores que mi paladar, lengua y garganta tenían. Casi me dormí, cuando una mano cálida empezó a acariciarme lenta, suave, constantemente. Abrí mis ojos y ¡frente a mí estaba mi amo! Estaba sonriéndome y sus caricias eran verdaderas exquisiteces sensoriales. Y aún más, se inclinó hacia mí ¡y besó mi frente, mis ojos, la punta de mi nariz! Y fui tan feliz, que me puse a llorar.

Sí, ya sé que para muchas os pareceré una llorona compulsiva, pero ¿Tenéis idea de lo enormemente feliz que yo era en esos momentos? Me sentía querida, amada, cada una de sus caricias, eran enormes premios por mi comportamiento y dolores anteriores. Y seguro que más de uno de los que me follaban, le alabarían lo cerda que era su perrita y lo bien que se portaba ¿cómo no ser feliz, satisfaciendo tanto los deseos y el orgullo de mi amo?

Me ayudó a sentarme en el camastro. Me dio un vaso de consomé que sacó de un termo. Y un bocadillo de jamón con tomate y aceite. Y una botella de vino, de la que bebí lo que quise. Y un purito. Y me dio permiso para pasear todo lo que la cadena permitiese. Y recogiendo todas las sobras para llevárselo a la casona, me dio la noticia:

  • Ah Lulú, se me olvidaba. Dentro de un par de horas, una furgoneta traerá 5 temporeros más. Esta tarde-noche ya serán 9, y el jueves vendrá el resto, otros 12, y así serán los 21 que han contratado. Y he quedado con Jeremy que tú follarás cada día con todos los 9 cada vez que lo quieran hacer, y el jueves ya hablaremos de como complacerles a todos. Tienes la oportunidad de tu vida. Nunca follarás, muy posiblemente, tanto como estos días de encierro. Así te darás cuenta de lo inmensamente feliz que eres, de poder satisfacer a tantos hombres. El mayor gang-bang de tu vida!

No sé qué pasó por mi cabeza en ese momento. Solo sé que seguí fumando y paseando por mi encierro, atada a mi cadena, atada a mi destino voluntariamente elegido. Y como tenía tan entumecidas las piernas, empecé también a hacer flexiones. Y me puse a hacer ejercicio durante un buen rato. Me cansé, sudé, olía fatal, y mi cuello me dolía más, por tirar constantemente de la maldita y pesada cadena que apretaba mi cuello. Un rato más tarde oí voces, saludos, gritos, abrazos... los nuevos habían llegado. Yo me senté en el camastro y esperé a ser follada ¡no tenía nada más que hacer!

Les fueron enseñando camastros, taquillas, baño, cocina, y el rincón de la perrita Lulú tumbada en el camastro. Y Jeremy me los fue presentando y a ellos les fue presentando a Lulú, la perrita doméstica. Y sin más preámbulos, dos de ellos dejaron caer los pantalones y con sus mástiles preparados para sostener e hinchar las más grandes velas posibles, el primero me folló por delante y el segundo por detrás. Sin discusiones, sin sorteos, su regalo de bienvenida.

Pero después de cenar ellos, vinieron en grupo. Creo que faltaban Jeremy y otro, pero uno de los antiguos venía con un guante puesto y las dos bolsas de plástico con el jengibre dentro. Jengibre, que muy pronto salió de las bolsas para penetrar en mi culo y vagina. Solo unos minutos, solo lo suficiente para volverme loca otra vez. Yo llamaba a grito pelado que viniesen los bomberos que calmasen ese fuego, y los bomberos vinieron con sus mangueras llenas de semen y con ganas de expulsarlo.

Y las mangueras empezaron a entrar dentro de mí. Coño, culo, boca, coño, culo, boca... bueno, tantas veces en la boca no, preferían coño y culo. Y no sé cuantas folladas después, y considerando ellos que yo ya estaba apagada, o cansada, o con pocas ganas de divertirles, otra vez más jengibre. Follaron hasta que el último de los hombres se fue a dormir agotado. Yo ni me moví, solo me dormí.

Y al día siguiente, antes de poder desayunar tuve cuatro penetraciones. Y el resto del día estuve follando sin parar. Unos ratos estaba sola, otros acompañada mientras se meaban encima mío. Y otros, con las mangueras adentro, descargaban, y afuera ¡¡¡que venga el siguiente!!! Y el siguiente ocupaba su agujero. O eran dos, cada uno me follaba un sitio. O tres, aunque debo reconocer que mi estupenda dentadura no les gustaba, casi no me follaban por la boca.

Y llegó el jueves por la mañana. Bien temprano vino mi amo. Me cogió de la cadena, pero como vio que yo casi no podía andar, me quitó la cadena ¡y me cogió en brazos! ¡Dioses eternos del Olympo... yo estaba en los brazos de mi amo! Y más sensación del amor que él sentía por mí, tuve al llegar al baño y dejarme en el suelo, ya que su ropa estaba totalmente manchada por todas las heces y basura en que se había convertido mi cuerpo. El baño estaba preparado, me quitó también el apestoso collar y me ayudó a meterme en la bañera llena de agua tibia ¡y me dio un beso en mi calva cabeza!

Me ayudó a lavarme, me enjabonó, puso más agua caliente, me ayudó a secarme, y luego, ya limpia yo y el agua terriblemente sucia, me ayudó a llegar a la cocina. Yo llevaba tres días en el camastro follando todo el día y mis piernas estaban bastante flojas. Pero además, cada avance de una pierna, era un terrible estiramiento y dolor en mi entrepierna. Al llegar a la cocina, me hizo tumbarme sobre la enorme mesa y separó mis glúteos para ver mi culo. Luego me tumbó panza arriba para ver mi coño, y en cada uno dedicaba un silbido. Al final me dijo:

  • Lulú, jamás he visto agujeros más dilatados y usados. Ni siquiera mi ex los ha tenido nunca así. Hoy no te follarán. Voy a ponerte cremas, comerás decentemente y dormirás en tu cama. Esta tarde llegan el resto de los trabajadores, y claro, tú con 21 todos los días no vas a poder. Pero veremos qué turnos hacemos, para que te usen todos.

Yo no presté atención a lo que decía, mientras me ponía unas cremas sobre mis usados agujeros. Yo estaba viendo y oliendo comida y tenía un hambre atroz. Así que me puse a comer como una descosida. Mi amo me hablaba, yo contestaba, me dedicaba sonrisas y yo empecé también a sonreírle a pesar de mis dolores, ligeramente mitigados gracias a su pomada y masajes, hasta que terminado ya mi copioso desayuno, me soltó la bomba:

  • Lulú ¿quién es putita? Porque he puesto en mi tablet la tarjeta de tu móvil, y putita te ha llamado varias veces. Tu madre nunca.

Putita era mi hermana pequeña. Un proyecto de puta redomada y superviciosa, desde su más tierna infancia. Una mujercita con menos prejuicios morales que yo y siempre dispuesta a abrirse de piernas o de boca. Estaba cogiendo entonces un purito, lo encendí y mirando con sorpresa a mi amo, le dije:

  • Creo que ya sabes que es mi hermana, y supongo que habrás visto fotos suyas. Mogollón de fotos guarras suyas.

  • Y tuyas también Lulú. Por cierto ¿qué tal te llevas con tu hermana? ¡Y menudo pepino os metéis las dos en el coño! ¿Lo pusisteis luego en la ensalada?

La pregunta me cogió totalmente desarmada ¿y qué cojones pintaba mi hermanita en esta conversación? Y como si me hubiese adivinado mi pensamiento, me soltó:

  • ¿Sabes Lulú que tu putita hermanita se me ha ofrecido para follar las 24 horas del día, y si lo deseo, ampliará el día varias horas más? ¿Tan cerda es? ¿Qué te parece si la traemos y compartís las dos todos los temporeros de la nave, todos mis amigos, y todo lo que yo os pida? Las dos mías, las dos mis sumisas. Las dos mis perras.

Nunca me importó lo que hiciese mi hermanita. Ni tampoco a mis padres. Lles cogía el tabaco,  perdió la virginidad en una noche múltiple. Se ofrecía a mi ex-amo para ser cambiada por mí. Y yo suponía que se iría con él para sustituirme, pero ahora ¿quería Pascual sustituirme a mi por mi hermana, más joven y más cínica que yo? Físicamente estaba de putísima madre, no me extrañaba nada su deseo de hacerla suya. Pero mi cabeza era un caos. Después de todo lo que yo había hecho en estos días, de cómo me había sacrificado y entregado sin condiciones, mi amo ya me quería sustituir, y algo dentro de mí, muy dentro de mí, me ahogaba de tal manera que me hizo llorar compulsivamente mientras me arrojaba a sus pies.

Instantes después me levanté y fui al fregadero para lavar mi rostro, y de repente, oí la voz de mi hermana ¡Pascual la había llamado por videollamada! Y mientras me secaba el rostro, la oía preguntar si ya se lo había pensado y la quería como esclava. Al acercarme, mi amo me tendió la mano, me la cogió y me puso a su lado para que mi hermanita me viese ¡y me vio! Su rostro expresó una sorpresa como yo nunca la había visto. Luego, sus manos se las pasó por el pelo y segundos más tarde me preguntó:

  • (Putita) Pero ¿qué cojones te has hecho en la cara?

  • (Amo) ¿Solo te preocupa la cara? Mírala, está totalmente desnuda, sin un solo pelo en todo su cuerpo y lleva varios días follando con 9 negros, todos los días y a todas horas. Mira su collar de perra y su cadena. Eso tendrás tú si deseas venirte. Serás mi esclava y yo seré tu dueño. Harás lo que te ordene y con quien te lo ordene. Y mañana no serán 9 los negros de mi almacén, sino 21 ¿No quieres pollas? Aquí las tienes.

Con una enorme cara de asombro, mi hermana cortó la llamada. Mi amo cogió un purito, se lo cogí, lo encendí y apenas se lo puse en la boca, una llamada entrante, era mi hermana, "putita". Pascual no lo cogió. Llamó otra vez, y otra... a la quinta vez Pascual lo cogió y el cabreado rostro de mi hermanita apareció en él.

  • Si, de acuerdo, pactaremos un acuerdo de folladas. Joder ¡21 negros! Acordaremos unas folladas determinadas...

Y Pascual le cortó. Y nos fuimos a mi dormitorio. Yo me quedé absorta en mis pensamientos, y largo rato más tarde, vino mi amo, me dijo que podía bajar por el resto de la casa y pasear sin salir. Después de comer y mientras nos fumábamos otro purito en el salón, me enseñó su tableta. Y un video grabado de mi hermana que aceptaba ser su esclava (como lo llamaba ella) sin ninguna condición por su parte, y cómo lentamente, se iba desnudando hasta quedar sin ropa alguna, intentando sonreír y con su respiración muy agitada. Hasta que Pascual le dijo que el triángulo de vello púbico que tenía y sus cejas, deberían estar afeitadas cuando él, al día siguiente a la misma hora, le llamase. Ella se negó y cortó. Él me sonrió.

Poco después, entró con Jeremy y me explicaron cómo, desde el día siguiente, iba a ser yo la perrita de los temporeros. Pero mientras hablaban, entró otro subsahariano. Un gigante de casi 2 metros, lleno de músculos, relativamente joven, que al verme sonrió y dijo:

  • Esta ser la perra de cada día? Me gusta.

Todos los días, sobre las 20:30 horas, después de cenar los temporeros, vendría este gigante Nkohme, me llevaría al almacén y 5 hombres me follarían las veces que quisieran cada día hasta las 23 horas. Nkohme me follaría todos los días las veces que él quisiera, porque era el encargado de controlar qué hombres me tocaban cada día. Llevarme y traerme. Una vez los 21 me hubiesen follado todos, por las noches ya no me quedaría en la cuadra. Estaría en mi dormitorio, comería decentemente todos los días y podría ducharme a mi placer. La cuadra solo sería para que me usaran mi amo y sus 4 amigos. Pero también los del almacén podrían follarme si lo deseaban, dos hombres cada día. Yo ya no dije nada, todo estaba acordado. Mi amo salió con ellos y yo me quedé sola.

Pero lo que me quemaba las entrañas era mi puta hermanita. Yo no podía entender cómo me iba a sustituir por ella. Yo siempre le había hecho caso. Complací con verdadero fervor a todos sus amigos, no desobedecí ninguno de sus deseos, siempre fui un poco más allá ¿O era eso... ser demasiado obediente? Pero mi hermana era levantisca, mal carácter, imposible domarla, orgullosa y prepotente, demasiado joven y sin experiencias ¿o yo no sabía demasiadas cosas de ella y ella era peor que yo?

Fue pasando el tiempo entre purito y purito, entre vaso de coñac y vaso de coñac. Mi ira y mi miedo dentro de mí, me comía, me abrasaba. La posibilidad de dejar de ser la perrita de Pascual, me abrumaba y me destruía. Y entre el tabaco, el coñac, mi cansancio y mi desesperación por esta nueva faceta de mi sumisión, me quedé hundida en la desesperación... y dormida.

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Os espero a tod@s en mi próximo capítulo.

Gracias por vuestras cartas y ya sé que no debo afeitar más cabezas femeninas ¡lo intentaré! Pero no os enfadéis las chicas ¿de verdad no os gustan las pelucas?

Y un beso muy fuerte para mi amiga Marta ¡gracias cielo por estar ahí!