Me entregué a la sumisión total - I

Nací obediente, crecí obediente y me convertí en obediente "cum laude".

Estaba destrozada, yo misma creía que en el final de mis días ¡y solo tenía 20 años! Pero mi novio de toda la vida, Ramón, me había abandonado después de tres años de ser totalmente suya. Nunca me negué a sus caprichos. Nunca me negué a ser tatuada donde más le gustara o molestara a mi madre. Nunca me negué a ponerme esos inmensos aros en los labios vaginales de casi 200 gramos cada uno. Y nunca me negué a entregarme a sus amigos, incluso en varias ocasiones, me alquiló para orgias y siempre sin condón.

Pero el fin de semana pasado me alquiló a dos hombres maduros, robustos, fuertes, con grandes y poderosas pollas, que me sometieron a toda clase de humillaciones, aberraciones, incluso sacándome a la calle casi desnuda y paseándome, de pié, pero con cadena y collar de perra... y tuve montañas de corridas. Si, debo confesarlo, me corría sin parar. Soy sumisa, me declaro sumisa, y no quiero negarme a cumplir ninguno de los deseos sexuales que se me pidan.

Y eso ofendió a mi novio, por hacer con estos hombres todo lo que me pedían, absolutamente todo durante 7 horas. Hice con ellos, mucho más de lo que él me había exigido nunca. Y por eso me dejó. Él no sería capaz de hacer todo eso conmigo, y yo sin embargo, le había demostrado, sin pretenderlo ni quererlo, que a mí, ese trato degradante me gustaba, lo necesitaba y disfrutaba con él. Ser sumisa, someterme a la voluntad total de mi amo, de mi maestro, fuese novio, marido o simplemente un desconocido, era lo que yo buscaba y necesitaba. Y ahora, por ser obediente durante años, estaba sola. Porque al fin y al cabo, esos hombres eran unos clientes que él mismo me había buscado. Yo los complací ¿no era eso lo adecuado?

Días más tarde, el 9 de Marzo, tuve una llamada al móvil, número en pantalla desconocido para mí, contesté triste, apagada, y al oír su voz, le reconocí ¡Era Pascual, uno de los hombres que dos semanas atrás me follaron y me trataron como una perra! Estuve unos segundos sin saber qué decir, en lugar de pensar mi cabeza, pensaba mi coño, y mi coño estaba intentando mojarse ya, recordando sus folladas. De nuevo su voz me decía:

  • Laura, Laurita, perrita ¿estás ahí? Creo que sabes muy bien quien soy, pero te lo diré, soy Pascual, el que te reventó el culo apoyada en el banco frente al super de la calle Ensangre ¿No te acuerdas cómo disfrutabas masturbándote delante de la gente mientras mi polla entraba y salía de tu culo hasta vaciarse en tus intestinos? Hasta nos tuvimos que ir corriendo, para que no nos pillara la poli ¡a mis años!

Joder, ¡cómo no iba a acordarme! Eran las 21:30, horario de invierno y de salida de los rezagados del super, y estábamos iluminados por sus luces y perfectamente visibles por la gente que salía por el cierre del local. Y yo vivía a tres calles de allí y de vez en cuando compraba allí al volver de la facultad. Varias dependientas me conocían ¿me habrían visto? O algún vecino. Le contesté:

  • Sí, estoy aquí, te recuerdo, pero no recuerdo haberte dado mi número.

  • Eso es verdad, pero tengo el número de tu exnovio de cuando te contratamos, y de la misma manera que te vendió por 500€ para que Pepe y yo disfrutáramos de ti, por solo 50€ me ha dado tu móvil. Nos gustaría follarte este fin de semana completo, desde el viernes tarde hasta el domingo noche ¿te parece bien esos mismos 500€ solos para ti? Ya no tendrás que repartir con tu novio y 500€ son un buen pellizco.

¡Será cabrón mi novio! Me dijo que le habían dado 200€ y a mí me dio 100€ solo. Él se había quedado con 400, y la que follaba y hacia lo que ellos querían era yo que solo gané 100€ ¡mierda de putos novios! Pero antes de pensar en nada más, solo pensar en la follada anterior fue tan excitable, que me corrí, y naturalmente, le dije que sí y quedamos en llamarnos el jueves 12 de Marzo. Pero ese día recibí un mensaje que me llamaría en cuanto pudiese que estaba de viaje urgente. Me llamó el sábado 14 por la mañana y me propuso la locura de mi vida. Irme con él a su masía en un pueblo y quedarnos allí los dos, durante los dias que tuviémos que quedarnos encerrados.

Y acepté. Prefería someterme varios días a toda clase de folladas y humillaciones, a una sumisión completa y diaria con él, que quedarme encerrada con mis padres y mi hermanita, la otra putita histérica de mi familia, más ninfómana y viciosa que yo a pesar de su edad.

Además y de una vez, le demostraría al cornudo de mi exnovio, la gran y pervertida perra que había perdido. Preparé una bolsa con todo lo que una mujer puede necesitar, para unos días en los que, suponía, iba a usar muy poca ropa. Cogí productos para limpiar bien dientes, boca, vagina... La higiene es muy importante en  el sexo y sabía que a Pascual, como a otros muchísimos hombres en mi vida, no le iban los condones ni el sexo limpio. En realidad, a mí tampoco ¡me gusta revolcarme en la mierda!

Una hora más tarde, y con los lloros de mi madre por el coronavirus que nos atacaba y acabaría conmigo si me iba, con la indiferencia de mi padre siempre pegado a su puro, y el odio de mi hermanita por no poder estar follando todos los días como yo, me recogió con su coche y salimos de la ciudad, por unos antiguos caminos vecinales que no estaban vigilados.

Al entrar en el coche, sin importarme las miradas de los balcones, aplasté mis labios sobre los suyos y me devolvió el beso y la lengua. Le sonreí agradecida por esta oportunidad y salimos de viaje. Pero apenas 5 minutos después de salir de la ciudad, Pascual empezó a tocarme la entrepierna y como conducía, yo quise ayudarle abriéndome la bragueta del pantalón, levanté mi culo para bajármelo un poco y apenas hice eso, paró en seco el coche dándome un buen susto, y me dijo:

  • ¿Se puede saber dónde vas tú con bragas? Baja del coche y quítatelas.

Yo le miré sorprendida, pero al ver sus ojos cómo se clavaban en los míos, levanté más el culo para quitarme los pantalones y las braguitas, y él me ordenó:

  • ¡Sal del coche perra, y fuera del coche te quitas los pantalones y las bragas!

Y así lo hice. Miré la carretera y vi muchos coches que como nosotros, se marchaban a pueblos para huir del encierro en ciudad por la pandemia, y cerrando la puerta, tal y como me mandó, me quité los pantalones, me quité las braguitas, y como mi camiseta era corta, desde el ombligo hasta abajo estaba desnuda. Un par de coches tocaron el claxon y yo fui a entrar, pero Pascual me dijo que, sin ponerme los pantalones, atase en la antena posterior del coche mis braguitas rosa... y así lo hice. Y los claxonazos de los coches me pusieron tan excitada, que no me di ninguna prisa, y al volver hacia mi asiento, con ese pequeño roce al andar, me corrí.

Doblé mis pantalones y los puse debajo de mi culo, en el asiento para no mancharlo y Pascual, que acababa de encender un purito, me miró, sonrió y me dijo:

  • ¡Serás perra! Eres capaz de correrte solo por exhibirte y por unos claxonazos. Ya te enseñaré sumisión en el pueblo, perra.

Le sonreí agradecida y de repente noto su mano en mi pecho y me dice:

  • ¿Y qué cojones llevas debajo de la camiseta?

  • El sujetador, claro

  • Quítate la camiseta y el sujetador.

Pero ahora no paró. Me quité la camiseta, el sujetador y enseñándole mis preciosos pechos, le dije

  • ¿Y qué quieres ahora que haga, mi amado amo y señor de mis fantasías eróticas.

Pascual miró mi desnudo cuerpo, sonrió y me dijo:

  • Ponme el sostén en mi cabeza poniendo las copas como si fuesen unos cuernos. Luego coges la camiseta, envuelves con ella mi polla que me acabo de sacar y con tranquilidad me haces una masturbación de esas que sabes hacer de cine. No tenemos prisa.

Hice sonriendo lo que me ordenó pero al ver cómo estaba de dura su polla, quise servirle yendo más allá. Me arrimé a él todo lo que pude impidiéndole casi el cambiar de marchas, abracé con el brazo izquierdo su cuello, y con la mano derecha doblé la camiseta sobre su enorme y potente polla y empecé a meneársela lentamente pero con presión. Mi mano izquierda acariciaba su nuca y cuello, y empecé a notar como su respiración se agitaba y la velocidad del coche se reducía, y aún quise ir más allá, quería demostrarle que podía ser una buena perra, más que perra, una puta cerda, y satisfacerle en muchísimas cosas, estaba dispuesta a no dciele NO a nada que me pidiese.

Cogí con esa mano su purito de la boca y empecé a fumarlo yo, con una primera aspiración que llenó totalmente mis pulmones de una enorme cantidad de humo supercaliente ¡nada parecido a un cigarrillo! Él me miró y me preguntó:

  • ¿Eres fumadora de puros!

  • Alguno he cogido de los de mi padre, pero era más pequeña, como un juego, hace más de dos años que no los pruebo, pero si a ti te gustan y quieres que los fume también yo, yo haré todo lo que tú quieras porque quiero servirte sin condiciones, y te garantizo ese TODO. Me gustas y me gustaría serte útil toda mi vida como tu perra doméstica. Y como bien sabes, ahora no tengo novio. Soy un ser libre ¿me quieres para complacerte?

El coche aún redujo más su velocidad y él miraba constantemente mi cuerpo, especialmente mi coño con los enormes y pesados aros y mis tetas. 98 cm de duras tetas, con areolas y pezones triunfantes y aún no marcados por los piercings, porque uno de los deseos de mi exnovio, era tener hijos conmigo y que les diese de mamar largos años, pero no solo a mis hijos, sino también a él. Por alguna razón amaba la leche materna. Ahora ya no la mamaria, al menos de mí.

Aceleré la masturbación mientras seguía fumando el purito y echándole el humo a él, a menos de 30 cm de distancia, hasta que instantes más tarde y viendo que se iba a correr, se apartó a un lado del camino, paró el coche y se corrió intensamente. Todo su semen lo recogió la camiseta y mi boca se aplastó sobre la suya. Fue un beso largo, apasionado, salvaje, loco. Nuestras bocas y lenguas jugaban con un furor sexual pocas veces tenido... y yo también me corrí otra vez. Nos apartamos, le hice una gloriosa y estupenda mamada y se la dejé limpia total. Pascual, mirándome me dijo:

  • Me gusta tu desparpajo y tu falta de escrúpulos que ya comprobé hace dos semanas ¿de veras deseas ser mi perra y mi cerda? Quiero que bendigas mí palanca de cambios. Mete tu coño sobre ella y mójala intensamente con esos flujos que acabas de sacar.

Miré con miedo esa palanca. El pomo era redondo o ligeramente ovalado, pero la palanca era larga, de 25 cm o más. Su mirada era sonriente, la mia no. Ladeé un poco mi glúteo y casi me empalé, me ayudé con mis manos y Pascual salió del coche con la polla fuera y casi empalmado otra vez. Yo me acoplé mejor entre los asientos y me fui dejando caer. La gruesa bola dilataba tremendamente mis músculos y en poco tiempo, la tenía toda dentro. Yo seguía bajando para clavármela toda, pero llegó el momento de encontrarme con la piel decorativa que cubre muchas palancas y como si adivinase el pensamiento, me dijo:

  • Déjate caer y clávatela hasta el fondo, sin importarte nada más. Si eres capaz de meterte todo eso en el coño y me demuestras estos días lo cerda y perra que eres, es posible que ya nunca estés sola. Yo sustituiré a tu ex, te llevaré a mi casa, y te sumiré en un mundo de perversión y sumisión como tú nunca has soñado. Tú decides.

Y decidí, no lo pensé dos veces, me dejé caer y me clavé toda esa piel en el coño y la palanca hasta la cérvix. Él me miraba con asombro y no lo podía creer. Pero yo no me estuve quieta, tenía la posibilidad de poder conectar con ese degenerado de 48 años, que estaba segura complacería todos mis deseos de sumisión y mucho más, así que empecé a subir y bajar, a follarme yo misma con la palanca de su coche... y me volví a correr. Estaba terriblemente agotada, no podía más, mi coño estaba pidiendo ayuda porque el roce con la piel me lo había rozado hasta el extremo y me quemaba.

Pero Pascual estaba tan sexualmente  excitado, que me sacó del coche, me apoyó sobre él y me clavo su inmensa polla en mi ardiente coño. Su polla me producía un dolor intensísimo por su roce con mis maltratadas paredes vaginales. No tardó demasiado en correrse, nos metimos en el coche y en unos minutos llegamos a su masía.

Me dio las llaves de la verja del recinto y yo, totalmente desnuda abrí las puertas, él entró hasta la casa, volví a cerrar las puertas y me dirigí hacia el caserón, que se veía enorme y una gran nave fuera del recinto. Pero cuando llegaba al coche, oí unos silbidos y al girarme sorprendida, vi a dos hombres que, desde la nave venían directos a nosotros. Al llegar abrieron la verja ellos mismos con su llave y Pascual salió a recibirles, se dieron un abrazo y me los presentó:

  • Laura, te presento a Jaime, el alcalde de este pueblo y a Luis, el aparejador que me está haciendo unas obras en la nave, y esta es Laura, mi nueva perra. Esta noche la estrenaremos y usaremos y ya me daréis vuestra opinión.

  • Joder Pascual ¿cómo es posible que cada perra que te traes esté mejor que la anterior? Esta está buenísima ¡menudas tetas y fíjate Luis los hierros que le cuelgan del coño... ¡y lo que pesan! -le dijo el alcalde al aparejador mientras sujetaba mis aros vaginales- ¿Podemos traernos a tu primo Juan y a Felipe? Me encanta ver follar a Felipe con su polla de caballo y cómo les pone el culo de morado con sus manazas, mientras les rompe el culo follándolas.

  • Por supuesto, les iba a llamar yo, pero ya que vosotros se lo vais a decir, no me molesto y así preparo a esta cerda para su primera noche en la cuadra.

Yo estaba roja como el más rojo tomate que hayáis visto. Cierto es que ya estaba acostumbrada a ser usada por varios hombres, pero al mismo tiempo, estaba excitadísima pensando en cómo sería el pollón del Felipe. Si ya el de Pascual recordaba que era casi de 25 cm y grueso como mi brazo ¿cómo sería ese otro pollón? Y me mojé otra vez. Gracias a los cielos, solo Pascual lo notó... y me lo hizo pagar.

Apenas entré en la casa con la bolsa de mis cosas en una mano y en la otra el pantalón y la camiseta manchados por el semen de Pascual, un terrible manotazo suyo en mi glúteo, casi me hizo caer. Al girarme, otro tremendo golpe en mi pecho izquierdo me hizo boquear y de repente su voz:

  • ¿Qué cojones has hecho perra? Menos mal que mis amigos no han notado que les has ofendido ¿quién te ha dado permiso para correrte sin que nadie te toque?

  • Compréndelo Pascual, me excitaba la idea de saber cómo será esa polla de la que hablaban de Felipe. No sé pero me excitaba la idea de algo gigantesco dentro de mí. Ya sabes que Ramón me educó para que me corriese sin que nadie me tocase, solo excitándome. Pero si tú me enseñas otra cosa, te juro que lo haré tal y como tú lo desees. Te lo juro Pascual, solo quiero servirte en todo, absolutamente en todo -le dije, mientras empezaba un ligero sollozo-

Me miró con rabia contenida, me llevó a un pequeño dormitorio en la buhardilla y me dijo que esa sería mi habitación privada, que dejase allí toda la ropa y que una vez todo hecho, bajase desnuda a la cocina. También me ordenó dejar mi reloj, móvil, y sortijas. Si tenía que estar desnuda, lo estaría totalmente, solo la piel. Pegó un portazo y yo fui colocando en el armario lo poco que llevaba. La habitación estaba limpia, la cama hecha, en el armario habían dos mantas y en el suelo, debajo de la mesita de noche, un orinal metálico. Mis cosas personales las dejé en el cajón de la mesita. Me arreglé un poco el pelo, me pinté ligeramente los labios y con más intensidad los ojos. Cuando fui a salir, vi en una esquina otros dos orinales, uno encima de otro.

La casa era fría y como luego comprobé, solo la planta baja y los dormitorios y un enorme salón del primer piso, gozaban de calefacción, mi dormitorio no. Bueno ¡al menos habían varias mantas! Al entrar en la cocina, Pascual estaba preparando unos vegetales y habían unas tajadas gruesas de carne roja. Sonreí y me acerqué hasta él diciéndole:

  • Déjame amo que sea yo quien prepare la cena. Entre mi madre y mi tía que es cocinera profesional, me han enseñado a hacer cócteles, toda clase de comidas y unas tartas de muerte.

Pascual me miró y me dijo con mala leche:

  • Eso ya vendrá luego. Ahora ponte ese collar que tienes en la esquina.

Yo me quedé blanca. Nunca había llevado collar excepto las veces que en la estricta intimidad Ramón me lo ponía. Yo lo cogí con miedo, era ancho, unos 4 cm., grueso, con clavos largos exteriores y 4 argollas robustas para enganches. Me lo puse y me acerqué a Pascual. Solo me miró, se puso tras de mí y lo tensó hasta un límite que podía respirar con dificultades aunque no excesivas. Pero aún me aguardaba otra sorpresa y esta era nueva.

Me tumbó sobre la gran mesa de la cocina aplastando mis tetas sobre la madera, y me dijo que me abriese de piernas y antes de darme cuenta, algo resbaloso y frío, empezó a introducirse en mi culo. Era enormemente grueso. Intenté levantarme, pero un puñetazo de Pascual en mi nuca, me tumbó de nuevo sobre la mesa destrozando mis tetas mientras resbalaba. Notaba en su respiración la fuerza que estaba haciendo para introducírmelo, pero a pesar del gran daño que me estaba haciendo y que mi ano estaba perfectamente usado, no podía entrar, hasta que con un gran grito se abalanzó sobre mí y se introdujo totalmente dentro de mis intestinos. Ahora, la que gritó era yo.

Se separó de mi y cogió un trapo, se limpió las manos y cogiendo su móvil me sacó una fotografía y me la enseñó. Me había insertado un plug con cola de perra, parecía de pastor alemán. Me dijo que el plug era de 7 cm de diámetro y así, con el culo dilatado, sería más fácil para que Felipe me penetrase con su polla esa noche, y que lo llevaría permanentemente para que cada vez que me moviese o que me viese, recordase que desde ahora, era ya su perra, su cerda, su esclava. Y me dijo:

  • ¿Realmente eres buena cocinera? Pues aquí tienes ingredientes, prepara lo que sea, prepara lo que te guste, porque desde mañana, tus comidas ya no serán mis comidas.

Me tragué mis lágrimas y andando como podía por tener eso tan gordo en mi culo, cogí el cuchillo y miré todo lo que tenía y me decidí. Preparé una buenísima sopa de verduras y mientras hacía la sopa y preparaba la carne para freir, puse unos pimientos y unos tomates partidos en el horno y lo serví todo junto. No me dio tiempo para preparar postre porque al preguntarle de cuánto tiempo disponía, me dijo que de ninguno. Cenamos los dos, él muy feliz porque su cena estaba muy buena, yo muy dolorida porque al sentarme, el plug se me clavaba aún más y me dolía intensamente.

Él terminó antes que yo, preparó unos cafés y me dijo que nos sentáramos en el sofá. Allí sacó dos puritos como en el coche y dos copas de coñac, y me ordeno que me tragase el humo de todos los puros independientemente de su tamaño, que me lo tragase siempre. Y para sorpresa mia y posiblemente vuestra, estuvimos largo rato de conversación distendida mientras fumábamos y bebíamos.

Después de las 11 de la noche, sonó el timbre de la verja y me ordenó abrirles la puerta. Pero cuando abrí la puerta de la casa, ya estaban allí los 4 amigos. Todos ellos alabaron mis tetas, mi belleza y sobre todo los aros de mi coño, macizos y pesados que todos comprobaron y todos tiraron de ellos. Y naturalmente, mi rabo, del que todos se rieron. Alguno de ellos tiró varias veces como para arrancármelo, pero era tal su grosos que quedó dentro de mi culo sin problemas. Aunque uno de ellos propuso que yo llevase una cola de zorra, porque era una puta zorra. Quedaron que me lo regalarían.

  • Y bien amigo Pascual ¿qué podemos hacer con esta nueva perra? -preguntó el alcalde-

  • (Pascual) Lo que queráis con ella ¿no sois ya unos adultos bien educados para enseñar a esta puta perra su oficio? Quiere además ser una cerda apestosa y vosotros ya tenéis experiencia de mis perras y cerdas anteriores y las de mi abuelo. Por cierto ¿dónde está Felipe?

Y si, levanté la cabeza y ví que Felipe no estaba. Creía recordar que era algo mayor. Pero un ruido de cadenas arrastrando nos trajo la atención, y con risas dijeron todos.

  • Joder es el Felipe, ¡está en todo!

Y Felipe apareció con unas bastante gruesas y largas cadenas que iba arrastrando. Era un hombre fuerte, de alrededor de 170 de altura, algo más de 100 kg., unos 60 años, barba de unos días y con un resto de puro apagado en su boca. Tiró la cadena delante de Pascual y le dijo.

  • Sobrino, hazle los honores a tu perra, sé tú quien la ate.

Pascual se agachó, cogió el extremo de la cadena y me la ató en una argolla posterior de mi collar... y la soltó. Casi me hizo caer del peso de la cadena, y por primera vez en mi vida, sentí miedo. Pero miedo real. Yo no estaba allí solo para ser follada y usada. Yo estaba allí para convertirme en una perra de verdad. Y tuve tanto miedo ¡que me corrí otra vez! Y fue tal mi corrida y mi estremecimiento, que en esa ocasión todos fueron conscientes, y de la cara de todos brotaron rostros de sorpresa y voces:

  • Joder ¡será puta! ¿pero si aún no la hemos tocado! Puta madre Pascual ¡menuda cerda te has traído esta vez! Enhorabuena, vas a tener perra para años. Solo hay que educarla.

Pascual me ordenó coger la cadena y me fui con ellos hasta la parte posterior de la casa, las antiguas cuadras, y cuando Luis cogió el otro extremo de la cadena y la sujetó a una recia argolla en la pared, comprendí para que era toda esa extensión de paja en el suelo, de unos 5 metros de lado y varios centímetros de alto ¡era el sitio de mis desventuras! Y se fueron desnudando los cinco entre risas, y yo, al ir viendo los tamaños de sus pollas, me fui acojonando. La para mí enorme polla de Pascual, solo era más grande que la de Juan, todas las de los demás hombres, entre los 50 y 60 años, eran mayores y más gruesas. La de Felipe era monstruosa, me dijeron que 33 cm x 6 de diámetro.

Me acordé de las monjas del colegio, cuando nos explicaban cómo los soldados romanos se sortearon la túnica de Jesús, solo que entre ellos 4, Pascual no entró, se jugaron a los chinos quien sería el primero y Felipe dijo que él solo quería usar mi culo y que miraría, y le dijeron que fuese el último para estar yo más caliente. Luis fue el primero para follarme. Y todos, tal y como me dijo mi nuevo amo, sin condón.

Cogió Luis la cadena y me empujo. Con ese peso y el empujón, me fui al suelo. Sin que nadie me lo pidiese, yo ya me puse a 4 patas con las piernas bien abiertas. Apoyó Luis su polla en mi coño y de un solo embate me la clavó casi hasta el fondo. Mis músculos se abrieron dando gritos y yo tuve que morderme los labios. No tuvo contemplaciones, la sacaba, la metía, cada vez a un ritmo distinto y llenando totalmente mi vagina, que ya hacía dias que buscaba algo así para darme placer. Pero como soy perra y algo no lo hacía bien, sus manos empezaron a descargarse sobre mis glúteos con fuerza. Joder ¡los cinco eran fuertes! Y al cuarto o quinto palmetazo, me volví a correr. Eso hizo que mis paredes se humedecieran facilitando su penetración, pero les llenó de furia sexual a ellos y me agarró de las tetas como si fuesen la bridas de un caballo, y así, casi a punto de correrme yo por segunda vez, se corrió él entre gritos de placer por su follada.

Ahora le tocaba a Juan, que ya se había puesto delante de mí para que se la mamase. Debería tener su polla unos 20x3,5 cm ¡y era la más pequeña! Me la metí en la boca sin tocarla y él, apretando con sus manos la unión de mis maxilares para que su abriese mi boca al máximo, me la metió hasta el fondo y casi me hizo vomitar. Yo aguantaba de cine las pollas hasta mi garganta, pero cuando te la meten de golpe, es otra cosa. La metió y sacó varias veces como si follase mi boca, y luego se fue a mi parte posterior. Me la clavó lateralmente haciendo presión y como yo ya estaba de la follada anterior muy excitada, no tardé en correrme, con lo que me gané varios fuertes y dolorosos golpes en mis glúteos y muslos, que me empezaron a arder, y casi cuando Juan se iba a correr, me corrí de nuevo, entre las risas "del público".

  • ¡Menuda perra tenemos aquí! Entre sus corridas y las nuestras va a terminar agotadísima ¡pobre perra qué vida le espera, se quedará anémica! -decían todos-

Ahora le tocaba al alcalde. Y este me vino con dos correas en la mano. Me mandó poner de rodillas y él, detrás de mi, me ató cada una de las correas de cuero en mis tetas. Las fue apretando lentamente para no pellizcarme y arrancarme la piel, y cuando mis bolas, que yo no mis tetas, le parecieron suficientemente hinchadas, me dijo que me pusiese otra vez a cuatro patas, me clavó su polla en mi coño y ahora, con unas verdaderas bridas en sus manos procedentes de mis tetas, me cabalgó y folló sin contemplaciones. A pesar de mi lubrificación vaginal buenísima, su pollón aún me abrió más mis músculos vaginales, y me puso al borde de un nuevo orgasmo.

Pero Jaime no tenía prisa. Era el puto amo. El alcalde y máxima autoridad del encierro al que estábamos todos condenados y que él nos liberaba a nosotros. La sacó de mi conejito y apoyándola en el ano, me empezó a penetrar, pero A) su polla era la más gorda que nunca me habían metido y B) en lugar de cogerme por las caderas, tiraba de las tiras de piel y estas no solo tiraban de mis tetas, sino que las tiras aún se cerraban más en mis tetas que eran dos enormes globos granates y un dolor que nunca olvidaré. Poco a poco su polla fue entrando, el dolor y la intensidad de la dilatación anal eran increíbles, yo gritaba sin cesar, pero solo provocaba risas y aplausos. Hasta que Pascual vino detrás de mí, se puso junto al alcalde... ¡y empezó a mearse encima mío!

Cierto es que esa sorpresa, su efecto de cálida ducha y las risas de los demás, me despistaron un poco del dolor y ¡volví a correrme! Yo ya tenía claro que era multiorgásmica y estaba destrozada, cansada, hundida. Y por fin Jaime se corrió dentro de mis intestinos. Pero apenas se levantó, vino Luis y se meo en mi cara, gritándome para que abriese la boca y me lo tragase. Como una autómata lo hice y fue la primera de las muchas meadas que bebí esa noche.

Y ahora le tocaba a Pascual. Él se regodeó ante mí con su salvaje pollón. Se masturbaba lentamente enseñándome su inmenso capullo. Apenas cabía en mi boca e hizo lo mismo que antes, apretarme la unión de los maxilares y tirar para abajo mi mandíbula. Apenas podía tragarme ese capullo, pero me lo tragué entero. No estuvo en mi boca ni un minuto y lo sacó para decirme:

  • Mira y admira perra, qué es lo que te voy a meter en tu cerdo culo.

Pero no fue en mi culo, sino en mi coño dónde primero lo introdujo ¡para lubrificarlo!, como decía él. Y si le costó meterlo, a pesar de las folladas anteriores, solo pensar en cómo me pondría el culo, hizo que mi excitación fuese elevándose de forma geométrica. Instantes después me lo sacó, y agarrándome de las caderas, intentó penetrar mi culo con esa herramienta. Y ante mi asombro y bestial dolor, poco a poco fue entrando. Un rato después, noté como sus cojones golpeaban balanceándose mi coño ¡toda su polla estaba dentro de mí culo!

Pero yo me hice una pregunta estúpida ¿en qué parte de mi estómago estaba? Porque si como me habían dicho, esa polla de tenía 33 cm de longitud ¿hasta dónde la tenía clavada? Aunque como en todas las grandes pollas, mi paquete intestinal y mi estómago iban locos. Y no quiero hablar de su grosor ¡6 cm de polla reventando mi culo y rompiendo mis músculos!

Poco a poco me fue follando. Sus manos, alternándolas, me iban masturbando también, y cuando se dio cuenta de mis pezones tan hinchados y lo sensibles que estaban con mis tetas atadas, una mano jugaba con mi coño, la otra con mis pezones, pellizcándoles, tirando de ellos, o simplemente aplastándolos, y mientras, su pollón entraba y salía moviéndose a su placer por mis intestinos.

Y yo entré en éxtasis. Me olvidé de los intensos dolores y empecé a disfrutar de los intensos placeres del dolor que Felipe me estaba proporcionando, y de cómo me humillaba ante los demás y empecé a correrme. Pero no una vez, o dos, o tres... sino una vez, y otra, y otra... Oía los gritos de ánimo de los amigos al maduro Felipe para que me siguiere follando duro, que me reventara las tetas y el culo, mientras felicitaban a mi amo por la gran calidad de vicio y aguante, de la perra que les estaba proporcionando ¡y me sentí orgullosa de ser perra! Para eso había nacido y para eso me entregué, primero a mi ex, y ahora a mi nuevo amo, para su disfrute y el de quien él quisiera. Perra y Cerda. Cerda y Perra ¡qué más daba! Esa era la vida que yo había elegido y de la que estaba disfrutando.

Un buen rato después, se corrió dentro de mí y me soltó. Estaba destrozada, no tenía ni puta idea de las veces que me había corrido y mi cuerpo se dejó caer. Me dolía todo, y notaba un calor extremadamente intenso en mis atadas tetas, con una presión interior increíblemente potente y extremadamente dolorosa. Me las toqué y casi me muero del dolor. Pascual lo vio e intentó desatarme, pero estaban mis tetas tan terriblemente atadas y estiradas las correas cuando Jaime las usó como bridas mientras me follaba, que no se podían desatar. Pascual entró en la casa y salió con un bisturí, coñac y dos cajas de puritos. Cortó las tiras y ahí si me revolqué de dolor y me maree. Al volver la sangre a ocupar su lugar en mis tetas, el dolor fue algo imposible de describir. Me mareé intensamente y ya no me levanté.

Pero ahora me quisieron hacer un regalo especial. Uno a uno se pusieron encima mío o a mi lado, me hicieron abrir la boca y se fueron meando en mi cuerpo, rostro y boca. Pero esta vez también Pascual. Incluso Luis sacó una fusta de no sé dónde y con ella cruzó mi estómago, haciendo que mi grito fuese espantosamente salvaje, entre las risas y los insultos de todos

Me dieron a beber el coñac directamente de la botella (como todos), incluso me dieron un purito y mientras me lo fumaba y bebía de la botella, que constantemente me daban, descansé un buen rato. Allí estaban rodeándome totalmente desnudos, mi nuevo amo Pascual y sus cuatro amigos, Jaime, Felipe, Luis y Juan. Y yo, a quien presté atención especial fue a Felipe, bueno, a Felipe no, a su polla y aunque estaba ahora pringosa, pero relajada, su tamaño acojonaba y sus huevos casi parecían de avestruz ¡era todo un conjunto enorme y peludo! Volví a pensar en el placer de aquel pollón que penetró y me superllenó el coño y mi culo ¡y me volví a correr! Todos lo vieron, todos se rieron y Pascual me dio un cenicero. Aplasté el pequeño resto final del purito y me dijo:

  • Y ahora perra, ponte de pie.

Como pude me puse de pie. Estaba bastante borracha, terriblemente dolorida, extraordinariamente follada, y me sentía casi dichosa por las veces que me había corrido. En mi interior era casi feliz. Y así, en ese estado mixto, oí a mi amo:

  • Perra, mis amigos han venido a divertirse. Sus rostros son rostros de felicidad por la follada que les has dado, consideran que puedes ser una buena perra y una de las mejores cerdas que han pasado por esta cuadra. Y desde los tiempos de mi abuelo, han pasado, perras, cerdas y yeguas de todas clases y edades. Es posible que este estado de confinamiento pueda durar un mes como dice el alcalde, así que tienes dos posibilidades: 1ª) Irte a dormir ahora y mañana te llevo a tu casa abandonando todo esto, o 2ª) Ser la perra que deseas, quedarte todo este tiempo conmigo, satisfacer todos nuestros deseos y no solo el de ser follada, y también los deseos de otros y otras que puedan venir. Si te haces perra, dejarás de ser humana y te llamaremos LULÚ. Dejarás tu nombre para ser solo Lulú, la perrita, y tu casa será esta cuadra. Y este jergón de paja, meados y mierdas que estos días llenaremos, será tu cama, tu baño y tu comedor, para ver si además de perra, puedes ser también cerda. Y ahora míranos a los ojos ¡y dinos qué deseas ser!

Les miré uno por uno, no solo a sus ojos, sino también a sus pollas, y vi que algunas de ellas ya empezabann a subirse. Sonreí, cogí con mis manos parte de la pesada cadena, me la pasé por los hombros y les dije:

  • Caballeros, aquí está Lulú, su perrita ¿alguien desea algo especial, muy especial? Creo que esta noche puede ser muy larga y cálida.

Y así empezó mi nueva vida. Hasta muy pronto querid@s.