Me encanta ser Karina

Como por fin me decidí a ser una linda nena y mi primera experiencia con un chico. Ahora soy completamente nena.

Sólo puedo empezar mi relato haciendo un recuento de mis sentimientos a mis tiernos diez años de edad. Sentía una tremenda atracción hacía las mujeres, hacia sus movimientos, sus platicas. Recuerdo que yo siempre quería estar con mi hermana y mis primas, las observaba con admiración, deseo y hasta envidia. Pero lo que más recuerdo son los vestidos y las faldas. Cuando veía a mí hermana o alguna de mis primas, recién bañadas o arregladas, con moños en su cabello largo, sus vestidos que ondeaban a cada paso que daban y sus calcetas con holanes; sentía un gran deseo de ser yo el que estuviera dentro de esa ropa tan hermosa.

También recuerdo la ropa interior de mamá y de mi prima mayor, Laura. La sensación de la lycra cuando la tocaba suavemente con mis manos, o la maravillosa vista del encaje, los pequeños moños al frente de las bragas. Esa ropa era maravillosa, colorida, sensual; no tenía nada que ver con la entupida y aburrida ropa de hombre que a diario me veía obligado a usar.

Hola. Mi nombre de nena es Karina, y me gusta muchísimo más que nombre de varón, el cual es Fernando. Hoy tengo 20 años, y me encanta ser travestí. Les juro que hay momentos en los que estoy vestida con una falda suelta corta, con mis medías, mi sostén, con mi cabello suelto, y bucles cayendo junto a mi cara; y disfrutando de las miradas que algún chico guapo me lanza; de verdad, que en esos momento se me olvida que no soy una chica, sólo me dejo llevar. Pero el fin de mi relato es contarles como empezó mi transformación.

La primera vez que vestí de mujer tenía doce años, lo recuerdo perfectamente, y fue por desesperación y enojo, pero se convirtió en algo increíble, divertido y maravilloso. Mi hermana Mariana, tenía quince años en ese entonces, y esa vez iba a ir con mi mamá a una fiesta. Yo estaba muy enojado porque no podía ir, pues era una fiesta para una tía que estaba embarazada y sólo iban mujeres. Pero lo que más me molestó, era que mi mamá le había comprado a Mariana, un precioso vestido de primavera; ligero, de tirantes, de falda corta y estampado en flores; era de tonos rosas con lila y blanco. Era el vestido más hermoso que había visto en mi vida. Y la estúpida de mi hermana no se lo quería poner, en vez de eso quería llevar unos pantalones de mezclilla. Se pelearon un buen rato, hasta que mi hermana se puso la ropa que quería, y se fueron.

Yo estaba indignado, pues mi hermana tenía la suerte de ser mujer y no lo aprovechaba, ya tenía quince y no era nada sensual, no se maquillaba y seguía teniendo actitudes de niña. Así que decidí que ese vestido sería mío, y que me lo iba a poner esa tarde. Mis hermanas y mi mamá se fueron, y la casa quedó sola para mí.

Yo sólo tenía la intención de ponerme el vestido, para probarlo, pero en cuanto me supe sólo y decidido no resistí hacer una transformación completa. Me bañé y use los jabones perfumados de mi mamá. Al salir me sequé con cuidado, aún no tenía bello por la edad, y en la actualidad no tengo mucho. Me puse a buscar en la ropa interior de mi mamá pues la de Mariana era muy fea. Las primeras panties que me puse las conservo como un tesoro, son de color crema, con un lindo moño al frente, de corte brasileño y tienen unas tiritas como olanes muy pequeños en las orillas. Me puse el sostén que le hacía juego. Intente ponerme unas medias, pero me di cuanta de que no le iban bien al vestido y me las quité.

En ese momento en que me metía el vestido, empecé a sentir una tremenda erección en el pene, y al frotarse con la tela de mis bragas sentía riquísimo. Rellené mi sostén y se me veía muy bien. Mi cuerpo asemejaba al de una chica de la edad de mi hermana. Me puse unos zapatos de mi mamá y ya estaba totalmente vestida… no, faltaba un poco de perfume. Luego se me ocurrió que podía ponerme unos pendientes de presión, y se me veían divinos. Pero ya que estaba vestida, porque no maquillarme. Yo sabía como hacerlo, ponía total atención cada vez que veía a una mujer hacerlo. Me pinté los labios, me puse base, me delineé los ojos y me enchine las pestañas. Sombras claras, y ahora si me veía como una reina. No podía controlar lo que sentí estaba tan excitada y tan maravillada. Maquillarme fue muy difícil, se veía más fácil, pero valió la pena. Luego recordé que mi hermana tenía una peluca de una obra de teatro, era cabello negro, no rubio como el mío, pero serviría. Me la puse y me la fije con pasadores, cuando terminé esto, ya habían pasado cuatro horas. Era mi sueño, no podía dejar de verme al espejo. Ese día supe que no lo dejaría de hacer nunca.

Empecé a hablar como mujer, y a fingir que hablaba como un chico guapo. Me sentía tan excitada, que me empecé a frotar sobre las panties, no podía dejar de hacerlo, gemía de placer pero como toda una damita. Justo en ese momento sentí un tremendo placer y liquido empezó a salir de mi pene, fue mi primera paja, y me la hice como nena, probé mi semen y me gustó, me hizo pensar si el de otro chico me gustaría.

A partir de ese día decidí que parte de mi dinero lo destinaría a comprar lencería y ropa de niña. La verdad al principio fue muy difícil, me daba mucha pena, pero fui descubriendo formas de hacerlo menos notorio. Ahora lo hago sin disimular y no me importa. También me dedicaba a robar la ropa que me gustaba y me quedaba de la casa de mis primas de mis tías, y de cualquier lugar donde la encontraba.

La verdad fue que mi debut como travestí fue más que una noche de excitación, fue un despertar. Esa noche cambió mi forma de pensar, me di cuanta que a pesar de ser travestí, me gustaban las mujeres, aunque no tanto como los chicos. Me hizo despertar sexualmente, pues ahora el sexo era algo que ocupaba mucho mi mente, no dejaba de ver a los chicos, y me moría de ganas de que me vieran como Karina.

Cuando tenía trece años contrataron Internet en mi casa, y eso me abrió mucho la visión de las cosas. Conocía muchos travestís, y también platique con miles de chicos, algunas veces les decía que era travestí, otras me hacía pasar por mujer, pero siempre cumplí sus sueños en le ciberespacio. A esa edad sabía todo sobre el sexo, pero sólo en teoría. Por esas fechas llego mi prima a quedarse en casa por unos meses. Y al principio fue algo horrible, pues en mi casa sólo hay tres recamaras, la de mis papás, la de mis hermanas y la mía. Mi mamá le dijo a mi hermana Sandra, que es la más chica que se fuera a mi cuarto, pero hizo berrinche, así que mi prima dijo que ella no tenía inconveniente en quedarse en mi cuarto, pues yo tenía literas. Lo que a mi me daba miedo era que descubrieran mis cajones secretos, donde estaba toda mi vida de nena, no había sido muy cuidadoso, pues nadie metía mano en mi closet. Otra de las cosas que me molestaba era que ya no podría vestirme de nena por las noches, ni dormirme con mis bragas y mi camisón puesto. Lo que me dio gusto fue que mi prima traía toneladas de ropa interior muy sexy, y que era muy poco pudorosa, casi siempre le gustaba andar en ropa interior y yo podía admirar lo hermosa que era, ella ya tenía veinte, y yo apenas iba a cumplir catorce.

Yo me seguía vistiendo de mujer a cada oportunidad que tenía. Pero me sentía a punto de explotar sabía que tenía que hacerlo, con un chico de preferencia. Siempre que masturbaba probaba mi semen y me moría de ganas por tener el pene de otro chico en mis manos, y en mi boca, aunque me daba algo de miedo. La oportunidad llegó a mis catorce años. Era domingo y había visitas en la casa, el hermano de mi papá venía con mis primas y mi primo, el tenía dieciséis años, y estaba loco por mi prima. Ellos no eran primos pues mi prima es por parte de mi mamá.

Él no es muy guapo pero está lindo y es muy agradable, es muy diferente de mí, él es moreno, pero tiene unos lindos ojos, casi verdes, era mas alto que yo, y también delgado. Nos encerramos en mi cuarto y nos pusimos a revisar la ropa de mi prima, el estaba excitadísimo con la lencería de Laura. Se la frotaba por su pantalón junto a la verga, pero pronto se desabrochó y se sacó un enorme y grande pene, que era de tamaño normal, pero era el primero que yo veía.

El se estaba masturbando, y me contaba que en su casa lo hacía con la ropa de su hermana y de su mamá, y me contó que una vez su hermana lo cachó, eso me excito más. Luego tomó un sostén de Laura y se lo puso sobre la playera.

Mira soy Laura. Chápame las tetas.- Dijo riéndose.

¿Te lo quieres poner?- Dije con un gran brillo en los ojos.

Cómo crees.- Luego me vio con malicia.- ¿Te los has puesto?

Sí.- dije tímidamente.

¿Qué tanto te has puesto?

Todo.- Dije tímidamente.

Déjame ver.

Era mi sueño hecho realidad. No lo dude un minuto. Le dije que se volteara, y empecé a sacar mi ropa, una falda corta con medías y un liguero, de los cuales ya tenía más de diez, mi brasiere con rellenos de silicón. Me puse una blusa de tirantes con un voladito a la altura de la cintura, una peluca rubia, del tono de mi cabello, pero rizada, me maquille, me puse pendientes, unos zapatos de tacón y perfume. Todo en veinte minutos, créanme, es un record.

Cuando me vio se quedó con la boca abierta. Se veía que no sabía que decir. Me contemplaba con lujuria y sorpresa a la vez. Yo me sentía tan excitada, y tan feliz, que no podía quitar mi sonrisa, de mis labios color pastel.

¿Te gustó?- Dije con la voz más sexy que pude.

Sí.- Dijo en un susurro. Luego se recupero.- ¿Te puedo tocar las nalgas?

Sí.

El estaba sentado en la cama y me acerqué caminando muy sensualmente, y sonriéndole. Trataba de disimular mis nervios lo mejor que podía, pero mi corazón latía a mil por hora. Cuando llegué frente a él, nos contemplamos un rato, pero mi primo no hacía nada. Le tomé la mano y la puse en mi pierna. El comenzó a frotarme de inmediato, se sentía tan rico. Mi pene amenazaba con reventar, pero tenía que contenerme. Por fin llegó a mis nalgas con sus manos, el calor de su piel, la fuerza con la que me tomaba y el ímpetu que ponía en sus movimientos, me volvían loca. Empecé a gemir como una nenita, y eso le encantó, lo sentí en sus manos. Me puse de espaldas y el levantó la falda para ver mis nalgas, las cuales eran firmes pues hacía ejercicios para ensanchar mis caderas y levantar mis glúteos. De pronto sentía algo riquísimo. No lo podía creer era su lengua sobre mis nalgas, me recorría las bragas, para lamerme. Que cosa tan hermosa. Se arrodilló para hacerlo mejor y yo me recargué sobre la cómoda, y empecé a contonear mis nalgas, sedientas de su lengua.

Era el paraíso, pero no resistí más. Me volteé, lo bese y le me aceptó de inmediato. Sus labios eran fríos, y ásperos y me comía con una tremenda necesidad de satisfacer sus deseos. Lo senté sobre la cama, le quité la playera y le desabroché los pantalones, no puso resistencia cuando los bajé. Empecé a besar su pecho y baje hasta su pene. Por fin tenía una verga en la mano. La froté y vi como el líquido transparente ya salía. Me moría por comerla, pero quería prolongar el instante de excitación. Tomé sus huevos y los frote, lo cual le encantó.

¿Te gusto?

Si. – dijo suspirando.

Me agaché y le di un beso en el glande. Era el momento, tenía demasiada práctica y hoy era mi graduación. ¡DELICIOSO! La tenía dentro de mí y la recorría con mi lengua, el líquido era saladito y me encantaba. Le empecé a dar una mamada en forma, lo lamía, le chupe los huevos. Saqué mi verga de mis panties y me empecé a masturbar, era riquísimo. Me encantaba su pene y tenía dos, el mió y el suyo, el cual quería tragar todo, pero sentía que me ahogaba. Conozco ese pene, cada pequeño detalle de él. Pero mi primo era igual de inexperto que yo, y en menos de tres minutos se corrió en mi boca, y sobre mi cara, yo lo hice igual, fue riquísimo, soltar mi semen mientras comía el suyo. No se como expresarlo, sólo diré que lo que no alcancé con mi lengua, lo tomé con mi dedo y lo chupé. Estuvimos un rato platicando, nos besamos, y hubiéramos empezado de nuevo, si no nos hubieran llamado a comer, me encantó mi experiencia. Pronto les contaré que paso después. Espero sus comentarios y besos.