Me encanta que sea tan zorra (8)

Cristina por fin se folla a Jaime, algo que ha deseado con muchas ganas.

ME ENCANTA QUE SEA TAN ZORRA (8)

Hola de nuevo amigos. Os voy a contar en este relato la primera relación que Cristina tuvo con Jaime y como por fin consiguió probarlo a fondo. Quienes habéis seguido mis relatos desde el principio sabéis perfectamente cómo es Cristina y cómo soy yo y quienes entréis en este por primera vez, en fin, lo único que puedo deciros es que veáis el primero y comprenderéis un poco del tema. Los que lo seguís, ya sabéis por lo que he ido comentando en mis relatos anteriores las ganas que tenía Cristina de Jaime, el Director de Personal de nuestra empresa.

Ella siguió quedando con él, a veces a comer y otras veces simplemente a tomar café. Jaime, después de la primera vez, ya se atrevía siempre a besarla y a darle un pequeño masajito en las tetas por encima de la ropa pero le costaba ir más allá. Cristina y yo lo comentamos y ella me dijo que, al ser quien era y al estar casado, él estaba siempre más preocupado en que alguien les pudiera ver que en lanzarse. Era lógico hasta cierto punto teniendo en cuenta que el marido de Cristina trabajaba también en la empresa.

Un día supe por un amigo, que llevaba varias años de novios sin poderse casar por el problema de la vivienda, con su pareja, de un local que había en mi ciudad, que era para parejas ya que no dejaban pasar a hombres o mujeres sueltos y en el que podías hacer de todo sin que nadie te molestara ni te viera. Le comenté que no me importaría conocerlo, cosa que le sorprendió teniendo como teníamos nuestra propia casa, pero le comenté que siempre venía bien conocer sitios nuevos y recordar un poco los tiempos de novio. Al final, mi amigo quedó en avisarme la próxima vez que fuera con su novia, para que pudiéramos acompañarles. Por supuesto, cuando llegué a casa se lo comenté a Cristina.

Cuando mi amigo me llamó un par de semanas después para decirme que el sábado había quedado con su novia para ir, quedamos con ellos.

Al llegar el sábado, nos llevó al local, que resultó llamarse "El Cachondo", cosa que por lo que vi después, era un nombre muy apropiado.

Según entrabas, había una especie de hall de entrada, donde un tipo, sentado en una pequeña mesita te cobraba la entrada, la cual, no resultaba ser muy cara, teniendo en cuenta que con ella, tenías derecho a la primera consumición. A la izquierda, en el mismo hall de entrada había la barra, como la de un bar, donde se preparaban las bebidas que pedías y que luego los camareros te llevaban a las mesas. Eramos los primeros en entrar (abrían a las cinco de la tarde y nosotros llegamos a las cinco y diez), pues mi amigo y su novia querían pillar un sitio que según ellos sería especial.

Tras ese hall había unas cortinas y cuando entramos, siguiendo a un camarero con una linterna en la mano, comprendí todo. Aquello estaba muy muy, pero que muy oscuro, con una pequeña luz roja que salía de algunas lamparitas colgadas en la pared. Cuando luego llevábamos allí un tiempo, los ojos se iban acostumbrando a esa pequeña luz y te permitían ver a la persona que tenías al lado, pero de momento, según entrabas, sólo sentías la curiosidad. El camarero iba guiándonos por el pasillito estrecho con su linterna para que no chocáramos con todos los sofás alargados que allí había. Al llegar donde querían, mi amigo pilló el sitio que él y su novia deseaban. Mi amigo dijo al camarero que si no le importaba que me enseñara el sitio pues era la primera vez que iba y mientras su novia se quedaba sentada esperándonos para que no le quitaran el sitio de ellos, se vino con nosotros y el camarero, enseñándonos el local.

Como digo, era muy oscuro, con una lucecita roja muy pequeña a la que ya empezaba poco a poco a acostumbrarse mis ojos. El sitio estaba lleno de sofás alargados colocados uno detrás de otro, como las filas de las butacas de los cines y con unas mesitas pequeñas delante. Al fondo, una pequeña pista como de baile y unas escaleras. La pista era pequeña, muy pequeña, para que pudieran bailar como mucho una decena de parejas, aunque realmente, según me dijo mi amigo, allí la gente desde luego no iba a bailar. Si bajabas por las escaleritas, de piedra, bajabas a un segundo piso, donde había más sofás con sus mesitas y un piso más, un tercero, donde la estructura seguía siendo absolutamente la misma. Volvimos para arriba, chocando a veces con la espaldera de alguno de los sofás, pues a pesar de la linterna del camarero y de distinguir un poco al que iba delante, no podías evitarlo ante aquella oscuridad.

Al llegar arriba, nos sentamos Cristina y yo en uno de los sofás cercano al sitio de nuestros amigos y el camarero nos preguntó a nosotros y a ellos qué íbamos a consumir, desapareciendo de nuestra vista yendo a buscar las bebidas. Aprovechamos para ver el sitio de nuestros amigos y entonces, comprendí aún más porqué estaban tan locos por pillarlo.

Allí había un sofá del mismo tamaño que los demás y la correspondiente mesita, pero era un habitáculo que estaba solo y que tenía unas cortinas, las cuales cuando cerrabas te dejaban completamente solo con tu pareja en la oscuridad. Las cortinas hacían que la intimidad fuera todavía mucho mayor y cuando se cerraban, indicaban a la gente que pudiera llegar que aquel sitio estaba ocupado. Tras llegar el camarero con las bebidas de todos yéndose de nuevo para el hall de la entrada, dejamos a nuestros amigos en su sitio estupendo para que disfrutaran de ellos y Cristina y yo nos fuimos a nuestro sofá.

Como un cuarto de hora después, el camarero y su linterna había ido pasando y dando entrada a otras cuatro o cinco parejas. Algunas bajaron a pisos de abajo y un par de ellas se quedaron en los sofás de nuestra planta.

Cristina y yo comprendimos perfectamente el sitio. Las parejas que estaban en los sofás de nuestra planta, apenas se distinguía su bulto en medio de la oscuridad. Nosotros llevábamos un poco más de tiempo y nuestros ojos se habían acostumbrado un poco a la oscuridad, pero la realidad es que sólo podíamos distinguir las figuras o las sombras de las personas. Si alguna de aquellas personas, se hubiera quedado completamente desnudo, no hubiéramos podido distinguirlo.

Comprendimos y comentamos que aquel sitio era para que parejas que no tienen una casa como nuestros amigos, o amantes o gente así, tuviera un sitio donde meterse un magreo bien dado. Aquello se fue llenando poco a poco de parejas. La oscuridad te hacía distinguir las sombras pero no veías absolutamente nada. Si las parejas que pudieran estar cerca se comían, se chupaban o incluso, si follaban, tu no podías ver nada, solo distinguías las sombras. Las parejas, mientras estaban sentadas, podías distinguir sus sombras moviéndose pero en el momento en que se tumbaban sobre el sofá, la espalda del sofá te tapaba incluso la visión de las sombras. Algunos debían de estar llegando a todo por los gemidos que se podían oír y pensé que los mejor colocados eran nuestros amigos porque a ellos, las cortinas cerradas, les permitían incluso que no se viera ni sus sombras.

Con Cristina, evidentemente influenciados por el ambiente y porque teníamos que esperar a nuestros amigos a que salieran, pues aprovechamos para meternos unos buenos besos, unos buenos toques y unos buenos chupeteos. No llegamos a la penetración porque al fin y al cabo, teníamos una casa y no teníamos ese problema. Además, a mi la idea de que Cristina se excitara demasiado y se pudiera poner a gemir como una loca, me cortaba bastante.

Cuando al fin salieron nuestros amigos, fuimos a cenar juntos. Les comentamos que el sitio estaba muy bien y que desde luego estaba pensado para lo que estaba. Nuestro amigo nos comentó que había mucha gente por ser un día de fin de semana, pero que en los días de diario, no había más de seis o siete parejas en todo el local a lo sumo.

Comenté muy poco con Cristina sobre el sitio al llegar a casa. Nos había gustado pero tampoco teníamos la necesidad de ir al tener casa pero bueno, estaba bien.

La sorpresa me la llevé cuando a las dos semanas, Cristina me comentó que había estado tomando un café con Jaime, el Dire, como muchas veces y que ella se había lanzado al ver que él no acababa de hacerlo y le había propuesto que una tarde librara del trabajo con cualquier disculpa y la llevara a un hotel. El le dijo que libraba todos los miércoles, pero no le convencía la idea de ir a un hotel pues no le gustaba que su nombre quedara registrado en ninguna parte ni en ningún libro. Cristina me comentó que dos veces más se lo había dicho, pero que él seguía resistiéndose, por lo que ella estaba cada vez más cabreada pues parecía ser una ramera buscándole. Entonces, se acordó de "El Cachondo" y parece ser, se lo comentó a Jaime, diciéndole que era un sitio para quedar muy bien, que se podía hacer de todo y nadie podía verte y que no había ningún nombre que registrar. Al parecer, a Jaime le había gustado la idea y quedaron para el miércoles por la tarde.

Como todos comprenderéis y como ya he dicho, en ese local, sólo dejaban entrar a parejas. Por lo tanto, esta vez, no pude verles como a mi me gusta. Me fastidió que cuando por fin iba a conseguir Cristina a Jaime, no pudiera verlos pero en fin, todo fuera porque pudiera al fin conseguirlo pues yo sabía que ella lo deseaba.

Cuando llegó el miércoles, Cristina se vistió para ir a la oficina, sabiendo que después iba ir a comer con Jaime y que luego se irían a "El Cachondo" y se vistió a su gusto. Un pequeño tanguita negro muy transparente y con una pequeña tira que le cubría solo la raja del culito y un sujetador también negro, muy suave y a la vez, muy transparente, si bien, yo le comenté con risa que la transparencia era igual puesto que allí poco se veía con la oscuridad, pero en fin, solo era una broma. De vestir se puso una blusa negra muy suave al tacto y su famosa minifalda tableadita y facilita de levantar.

A partir de aquí, yo tendría que acabar este relato porque ya no vi nada más hasta ya el atardecer en que ella volvió a casa. Lo que les cuento ya es simplemente lo que supe a través de Cristina. Evidentemente, en este no puedo poner tantos diálogos como en otros pues no estaba allí con el diario a mano para haberlos podido apuntar. Todo es de lo que Cristina me contó en su día.

Ella me dijo que ella le había llevado a la zona de "El Cachondo" para que viera la entrada, pues todavía estaba cerrado. Buscaron un restaurant por allí cerca y estuvieron comiendo. Durante la comida, Jaime no dejó de preguntarle cosas acerca del sitio. Seguía teniendo el miedo de la persona que teme que lo pueda ver alguien conocido. Cristina le tranquilizaba, le repetía un montón de veces que en el sitio nadie le podía ver y que además, en los días de diario no había apenas nadie. Le comentó también que si estaban a las cinco, en cuanto abrieran, podían pillar el sitio de las cortinas que pillaron nuestros amigos y que aún se sentiría todavía más seguro.

Cuando abrieron el local, Cristina y Jaime llevaban ya cinco minutos esperando y entraron, procediendo igual que nosotros a seguir al camarero tras su linterna. Cristina tuvo que agarrarle de la mano, porque el pobre Jaime se iba chocando con los sofás a través del pequeño pasillo. Cristina le llevó al sitio de las cortinas. Pidieron al camarero de beber y se quedaron esperando. El camarero llegó cinco minutos después con las bebidas dejándolas en la mesita y diciéndoles "buen provecho" se retiró corriendo las cortinas, por si llegaba alguien más supiera que el sitio estaba ocupado.

Allí se quedaron los dos, con la suave luz rojita de las pequeñas lamparitas de la pared y acostumbrándose un poco a la seguridad para poder distinguirse uno al otro.

Al parecer, Jaime empezó a comentarle que efectivamente el sitio estaba muy bien, que allí nadie podía verlos y que encima el sitio de las cortinas, menos. Cristina, al parecer, le tenía tantas ganas que tomó un poco la iniciativa y empezó a pasarle su mano por el pecho de él, diciéndole "ves como te decía que el sitio era estupendo" y que "allí podían hacer todo lo que quisieran sin miedo a que los vieran", poniendo más fuerza a la hora de expresar la palabra "todo". Le acercó de ese modo la boca hacia él y Jaime respondió como ella esperaba juntándose sus lenguas con ganas.

Enseguida, al segundo o tercer beso, Jaime empezó a acariciarle los pechos, pero al contrario que las otras veces que habían quedado y no habían podido, enseguida él desabrochó la blusa para poder, por fin para Cristina, acariciarle los pechos por dentro. Cristina soltó un suspiro de gusto, de las ganas que tenía y notó como sus pezones se endurecían rápidamente, mientras su mano se deslizaba a tocar el miembro de Jaime. Apenas le dio un par de tocadas por encima y, muerta de las ganas, enseguida desabrochó la cremallera para poder tocar su polla como Dios manda.

Jaime la echó un poco sobre la espalda del sofá y empezó a comerle sus pezones, con el ansia del que ha pasado muchas ganas durante mucho tiempo. Sus manos se deslizaron por la minifalda de Cristina y llegando hasta su pequeño tanguita introdujo sus dedos por uno de los costados llegando a su almeja que empezó a acariciar con ganas.

Cristina, al parecer, se puso como loca de excitada. Al fin tenía al Dire, a Jaime, el tipo que tanto había deseado, como ella quería, comiendo sus tetas a fondo y acariciándole la almeja con los dedos.

Se incorporó un poco, momento que aprovechó Cristina para sentarlo hacia atrás y besándole, empezar a menearle la polla con muchas ganas. Desabotonó su camisa y, haciendo a un lado su corbata, empezó a comerle el pezón de Jaime mientras su mano le magreaba la polla a fondo. Jaime al parecer, disfrutaba como un loco. Mientras seguía magreándole la polla, Cristina acercó la boca a su oído diciéndole un "Ves como te dije que en este sitio estaríamos a gusto. Aquí podemos hacer lo que quieras, hasta follar si quieres". Jaime le tocaba el culo con ganas.

Cristina empezó a bajar y llegando a su miembro, empezó a lamérselo con la lengua con muchas ganas y con el vicio que ella sabe dar. Jaime se excitaba mucho y cuando ella vio que su miembro no podía ya ponerse más duro ni más gordo, se lo metió en su boca empezando a mamársela.

Mientras se la mamaba, Cristina paraba algunos ratos y masajeándosela con la mano le decía lo mucho que la gustaba y la buena polla que él tenía y lo mucho que la estaba deseando. Eso a Jaime le ponía como loco. Cada vez que pienso en ello, me imagino al amigo Jaime disfrutando como un golfo con aquella boca que tanto había deseado mamándole la polla. Según me ha dicho Cristina, la polla de Jaime es de unos 16 o 17 centímetros, pero buena, y que a ella le da mucho placer, quizás porque le desea mucho.

Tras una buena mamada, Jaime la agarró y la tumbó en el sofá, con la espalda de Cristina tumbada. No tardó ni diez segundos en quitarle su pequeño tanguita y lanzarse sobre ella a comerle y chuparle sus gordos pezones mientras sus dedos acariciaban la almeja de Cristina y luego se fueron introduciendo dos de ellos dentro.

Cristina me ha dicho que en aquellos momentos, ella ya estaba totalmente fuera de sí, deseosa de él. El fue bajando poco a poco, pasándole la lengua de arriba abajo hasta llegar a la almeja de Cristina y empezar a comérsela a fondo.

Según cuenta Cristina, nadie le ha sabido comer la almeja como Jaime. Según ella, todos la han hecho disfrutar con la lengua pero que él, bueno que él es un experto en eso. Dice que no sabe explicarlo pero que la lengua de él en la almeja le hace cosas y le toca sitios que sólo con él ha sentido. El caso es que cuando en esta ocasión la probó por primera vez, se puso cachonda como nunca. Según ella, cuando los demás hombres le comen la almeja, empieza sintiendo un placer cada vez mayor hasta que llega un momento en que sólo desea que la penetren, pero que con él, fue algo especial pues sólo deseaba que siguiera y siguiera, que no parara de chuparla. No le importaba en ese momento que la penetrara o no, sólo quería seguir sintiendo esa lengua que le comía la almeja como no lo habían hecho nunca. Fue entonces cuando empezó a decirle que la llamara viciosa.... zorra..... golfa.... y cosas así. El le preguntó si eso la ponía caliente y ella le dijo que sí, que la ponía como loca. Al parecer la lengua de él le hizo tener un orgasmo como ninguna lengua antes se lo había hecho sentir. Cristina me dijo que cuando empezó a aullar de placer, él le tapó la boca con la mano porque no dejaban de estar en un sitio donde podía haber más gente que hubiera entrado y que Jaime, no dejaba de cortarse en determinadas situaciones.

El volvió a sentarse como queriéndola dejar recuperar de su orgasmo pero al parecer Cristina, no tenía pensado parar ni mucho menos irse de allí, sin probar su polla dentro de ella. Así que, cundo vio que él se sentaba a tomar un reposo, enseguida se fue hacia él besándole como una loca y sentándose encima, agarró su polla metiéndosela completamente en su vagina que había dejado tan satisfecha con la lengua.

Empezó a follarle con ganas. Cristina me dijo que en ese momento pensaba en cada uno de los momentos, de las comidas, etc., que había pasado con él con ganas de que hiciera algo y que se los estaba haciendo pagar. Según me dijo, era realmente ella quien se lo estaba follando a él, repitiéndole de nuevo lo puta, cachonda y viciosa que era. Jaime, excitadísimo le respondía llamándole todas esas cosas y más y comiendo de vez en cuando las tetas de Cristina enterrándole la boca en ellas.

Cristina se lo follaba diciéndole también comentarios sobre la lengua que él tenía y el placer que le había dado y llamándole chulo, putero golfo y todo lo que se le ocurría. Cuando me lo contaba después, se reía y decía que le hacía gracia todos los insultos que le había dado a su Director de Personal y se imaginaba cuantos empleados y empleadas de la empresa, les hubiera gustado poder dedicárselos. Pero que en aquellos momentos, al Dire, lo ponían muerto de calentura en lugar de sentarle mal. Todo lo contrario.

Cristina se lo folló a fondo. Tuvo un orgasmo más antes de que él tuviera el suyo. Dice que la llenó de leche toda la vagina, como si la tuviera allí concentrada, esperando a poder echársela toda. A veces se ríe y dice en broma que no sabe si se habría estado sin follar a la mujer guardándose la leche para ella.

Cuando llegó a casa, Cristina traía una cara de satisfacción enorme. Pregunté y me dijo que la había follado al fin o que ella se lo había follado a él, realmente no lo sabía. El caso es que quiso contarme todo esto en ese momento pero yo le pedí que no lo hiciera, que lo guardara para uno de nuestros ratos en la cama, para darme placer contándomelo mientras la follaba. Evidentemente, apenas tardé un día o dos en hacerlo pues me moría de ganas de saber todo lo que les he contado.

A partir de aquí, Jaime se convirtió para Cristina en alguien especial. El único hombre con el que siguió follando todo lo que quiso o todo lo que pudo, las veces que fueran. Yo sabía que eso podía ser un peligro para mi pareja pero cuando ella me contaba que el tal Jaime nunca se planteaba para nada dejar a su mujer y perder a sus hijos, me tranquilizaba un poco y cuando follaba con él y me lo contaba o yo follaba con ella y nos imaginábamos a Jaime, la verdad es que me excitaba mucho. Folló con él en "El Cachondo" mas veces, llegó a follar con él en un parking público y ha estado follando con él hasta hace muy poco, en que el tal Jaime, ya cerca de los 60, ha empezado a fallarle un poco la herramienta, según Cristina. Jaime fue y ha sido hasta hace muy poco ese amante que yo nunca quería que tuviera pero que no podía evitar excitarme cuando la veía como lo deseaba y qué cachonda se ponía con él. Aun hoy, cuando ya llevan casi dos años sin nada, ella sigue diciendo que no le importaría seguir viéndole aunque solo sea para disfrutar de esa lengua que la chupa como no la ha chupado nadie, aunque solo sea eso.

En fin, no puedo contarles todas las experiencias con Jaime porque esto sería como una Biblia entonces. En cuanto pueda, sí les contaré las dos que pude presenciar porque fueron en casa, donde Cristina le trajo haciéndole creer que yo me había ido y metiéndome en ese cuarto en el que yo suelo meterme para verla en casa en el salón mientras se lo hace. Esas dos se las contaré para que puedan saber como follaba Cristina con el tipo que más la ha enchulado.

Por el momento nada más queridos lectores. En mi próximo relato les contaré el folleteo que se tuvo Cristina con Javier, o lo que es lo mismo, con la polla más grande que Cristina ha probado en su vida. Ella siempre dice que un hombre que la supiera hablar como Rodolfo, que tuviera la lengua de Jaime y la polla de Javier, sería el hombre perfecto para el sexo.

Hasta pronto amigos.