Me encanta que sea tan zorra (5)

La golfa de Cristina se lo hace ahora en un cine porno con un desconocido que la pone cachonda.

ME ENCANTA QUE SEA TAN ZORRA (5)

Hola de nuevo. Quiero continuar con todas las experiencias de mi esposa Cristina durante los 16 años que llevamos juntos. Como sabéis ya los que nos seguís, no repito de nuevo nuestras descripciones físicas ni explicaciones del por qué o el cómo hemos llegado a ser la pareja que somos. Quien quiera saberlo, que empiece a leer mis relatos por orden e irá pudiendo seguir todo el argumento. En todorelatos.com os vais a la pestaña de buscar relatos. Ponéis como título "Me encanta que sea tan zorra" y ahí los encontraréis todos por si queréis saber nuestras descripciones físicas, el por qué llegamos a ser ella una golfa y yo un mirón, etc.

Entiendo que es cuestión de gustos. Que unos queréis más descripciones y más explicaciones y otros preferís que vayamos al grano porque es lo que estáis buscando. No podemos satisfacer a los dos grupos a la vez, así que supongo que habrá unos que sean seguidores nuestros y otros que no. En este punto quiero haceros un inciso para indicaros que algunos autores habréis recibido comentarios y críticas a vuestros relatos por parte de Veroskaya (que creo que son Oscar y Vero) y sé que algunos no habéis recibido bien la crítica. No lo veo bien. Creo que son bastante respetuosos y solo opinan lo que ellos creen según su gusto y una crítica bien hecha y sin faltar como la de ellos, siempre puede ayudar a mejorar cualquier fallo. Siempre es bueno aprender y cuantos más ojos, más ven. Así que mirar la crítica como algo de lo que siempre se puede aprender. No sé si son muy o poco seguidores míos pero creo que la intención de ellos es buena.

Bien. Para los que los seguís, sabéis que en mis dos últimos relatos conté el fin de semana en el chalet de nosotros y Josemi.

Durante las semana siguiente, Cristina estuvo muy caliente y cachonda. Quizás estaba todavía influida por el fin de semana tan espléndido con Josemi. Así que tuvo más folleteo conmigo del habitual. De todos modos, yo notaba su calentura.

Un fin de semana paseando y tomando algo por ahí, pasamos por un cine porno y le propuse de entrar y que se sentara sola para ver si ligaba y yo poder volver a verla enviciada. Ella dudó. Me comentó que ya sabía lo que la pasaba, que el que fuera más vicioso o más atrevido y se pusiera a meterla mano sin más, que el que la tocara las tetas, ya no sabía decir que no, fuera uno de 20 o de 80. Le dije que bueno, que eso es lo que me excitaba de ella y ella siguió con las dudas pues sabía que si alguien se ponía a tocarle las tetas, aunque fuera el sucio más grande del mundo y oliera a cerdo, no sabría decir que no. Me costó pero al final la convencí. Decidimos que entraría yo primero y buscaría un sitio y luego entraría ella y buscaría un sitio donde yo pudiera verla lo mejor posible.

Antes de entrar, la miré. Cristina estaba espléndida como siempre. A sus 33 años, con un cuerpazo de 25 o 26, estaba de miedo. Quienes la habéis visto por el messenger sabéis de que os hablo. De aquella usaba pantalones o falditas cortas, pero esto último se daba muchas más veces.

Tengo apuntado en el diario que aquel día llevaba la faldita corta de cuero y una blusa muy elegante de color blanco. Su ropa interior era blanca con un sujetador blanco con bastantes transparencias y unas braguitas blancas sin adornos ni encajes pero muy suavecitas al tacto.

En el cine había dos filas de butacas de una docena de butacas en cada fila a ambos lados de un pasillo. La fila de la izquierda era más corta pues tenía la pared de atrás unas cinco o seis filas más corta que la de la derecha. Observé que no había más de una docena de hombres en el cine. En las filas de la derecha había unos 7 u 8 hombres y en las de la izquierda unos cuatro o cinco. De estos últimos, todos hacia la parte delantera pues entre las últimas filas de la pared y la que estaba el último había unas siete u ocho de diferencia. Me senté a la izquierda, dos filas delante de la última que estaba pegada a la pared, justo en la butaca que daba al pasillo de división de derecha e izquierda. Esperaba que Cristina se sentara en la tercera o cuarta butaca de la última fila, pegada a la pared. Si lo hacía, con girar mi cuerpo un poco y un pequeño movimiento de cabeza, podría ver bastante.

Había muy poca gente, y ninguna mujer. Esperaba más gente y esperaba que hubiera alguna mujer más, aunque solo fueran un par de ellas, pero bueno, con la llegada del video y la posibilidad de ver una película X en la casa, sé que muchas mujeres se cortan a la hora de ir a un cine porno. Ese hecho hizo que la aparición de Cristina, con su pelo largo, rubio y su faldita de cuero corta hiciera que todos se volvieran a mirarla. Como yo esperaba, supo elegir el sitio en el que yo la podía ver bien. No había empezado la película y las luces estaban todavía encendidas y todos los hombres que había en el cine la miraron con lujuria. Era evidente, si bien, yo los miraba a todos y me preguntaba quién sería el más atrevido, quién sería el primero que se decidiría a atacarla. Me hizo gracia pensar que si supieran lo zorra que era, todos hubieran corrido a sentarse al lado antes de que la luz se apagara. Tuve un par de minutos para estudiarlos a todos. Los más jóvenes debían ser dos hombres de unos treinta y tantos cada uno. Había tres o cuatro que debían de ser cuarentones, otro par de cincuentones, otros tres que debían de haber cumplido los 60 y uno más viejo que los demás, que el pobre no debía ya tener ni dentadura. Deseé que no fuera el pobre viejito el que fuera el más atrevido ya que sabía que si le tocaba las tetas a Cristina, no sabría negarse y prefería que no fuera aquel pobre viejo que desde luego, no estaba para grandes cosas.

Las luces se apagaron y comenzó la película. Durante aproximadamente quince minutos pude observar como de las filas de la derecha muchas cabezas se volvían de vez en cuando a mirar hacia Cristina, ya fuera descaradamente o de reojo. Los de la izquierda como nosotros no lo hacían pues debían girar la cabeza demasiado para mirar y no podían como los de la derecha mirar sus piernas o sus muslos, aunque solo se distinguieran en la oscuridad. Pero ninguno se decidía a atacar. Pensé que vaya tontos, mirar y mirar y no decidirse. Allí estaba una tía con un cuerpo impresionante, vestida de lo más erótico y en un cine porno siendo la única mujer... ¿Qué mas querían?. Estaba claro que estaba pidiendo guerra y sin embargo..... pensé que los hombres muchas veces hablamos mucho pero a la hora de actuar, nada de nada.

Unos minutos después, uno de los hombres se levantó de la butaca y pensé que por fin había alguien que se había decidido. A pesar de la oscuridad, la luz que desprendía la pantalla del cine era suficiente para ver más o menos al tipo. Era uno de los hombres de 60 que había visto antes. Debía tener los 60 o 60 y pico, con el pelo ya bastante canoso y de pequeña estatura, un 1,65 o algo así. Desde luego no era el más atractivo de los que yo había visto pero al menos, había un golfo atrevido pensé y por lo menos, yo no me iría sin ver una buena ración de la golfería de Cristina, que por supuesto me excitaba más que aquella película porno que estaban dando. La sorpresa fue que él siguió hasta el fondo del pasillo desapareciendo tras las cortinas. No era la primera vez que iba a aquel cine y sabía que allí estaban los baños, así que deduje que iba al baño. Resignación, pensé.... no es lo que yo creía.

Seguí viendo la película en mi posición girada hacia mi izquierda que me permitía que con un ligero giro de cabeza pudiera verla y allí seguía, sola. ¡Que pena! me dije. Y decidí que si en quince minutos más, ninguno se atrevía me levantaría e iría a sentarme con ella y me metería un magreo a fondo para que todos esos imbéciles aprendieran lo que se habían perdido.

Pero de repente, en otro de mis giros de cabeza vi al hombre sesentón que había ido al baño sentado al lado de ella. Deduje que el viejo había hecho la maniobra del baño para sentarse al lado de ella con todo el disimulo mientras los demás miraban la película al hacer el camino de vuelta. Cristina estaba inclinada hacia delante. Hubiera casi tocado con su cara la cabeza de alguno si hubiera estado alguien sentado justo delante de ella. El sesentón sin embargo, estaba hacia atrás, con la espalda pegada a la butaca, supongo que observando los muslos y la espalda de Cristina.

Eché un par de miradas más de reojo en apenas un minuto. La posición seguía siendo la misma y no parecía pasar nada. A la tercera mirada, observé que Cristina seguía en la misma posición, dándole la espalda al sesentón pero dos de sus propios dedos parecían acariciarse los labios. La conocía bien. Aquello era que estaba empezando a calentarse un poquito. Podía ser la película, que la empezara a excitar, podía ser también que habían tardado en llegar alguien y al no hacer nada la estuviera poniendo deseosa o podía ser que el sesentón la estuviera acariciando un poco las piernas, ya que la fila de butacas que tenía entre ella y yo, me impedía ver nada de sus pechos para abajo.

No puedo decirles sin eché dos, tres, cuatro o sabe Dios, cuantas miradas de reojo, sin que hubiera ningún cambio de situación. Por fin, en una de las miradas pude ver como el sesentón, que tenía a Cristina echada hacia delante, estaba intentando desabotonar el tercer botón de la blusa de Cristina saltándose los dos primeros.

  • Eso es.... lánzate vicioso, pensé para mi. Caliéntamela bien para ver como disfruta.

Cristina no se movía, como pendiente de la película. No se movió lo más mínimo cuando el tipo tardó unos segundos en desabrocharle el botón.

Volví a darles unos 15 o 20 segundos y nuevamente giré un poco la cabeza, ya que al tener girado el cuerpo, no tenía por qué girar mucho el cuello para echar un vistazo. Al mirar nuevamente vi como Cristina seguía igual, hacia delante pero la mano del sesentón se había metido ya totalmente en la blusa de ella.

Eso es, pensé para mi. Tócale las tetas golfo. Verás como se calienta Cristina cuando se las tocan. La blusa me impedía ver si estaba acariciando su sujetador o si la mano ya lo había sobrepasado y había llegado s sus gordos pezones.

Otros quince o veinte segundos mirando la pantalla y otra miradita de reojo. Cristina seguía igual hacia delante y sin inmutarse y la mano del viejo caliente seguía metida dentro de su blusa tocando sus tetas.

Vamos... golfo.... ahora acércate a su oído y dile algo guarro o vicioso y si es de sus tetas mejor, y se te entregará toda, pensé para mi.

Varias miradas a la pantalla y varias miradas hacia ellos. La cosa seguía exactamente igual. Me estaba poniendo nervioso cuando por fin, una de las veces en que mi mirada se desvió a la gente de las filas de la derecha vi como muchos de ellos estaban ya más pendientes de mirar para donde Cristina y el otro que de la película. Así que volví a girar la cabeza hacia ellos rápidamente y efectivamente, ¡por fin! Cristina se había echado para atrás y estaba pegándose un buen morreo de lenguas con el viejo. Mientras se besaban, el seguía con su mano dentro de la blusa de ella magreándole a fondo sus tetas.

El viejo de espaldas, sobre la boca de ella. La cara de Cristina completamente tapada por la cabeza del viejo. Así que ya no me privé y me giré completamente a observarles.

Entre los dos seguía el morreo de lengua y el magreo de las tetas. Cuando el viejo paraba para tomar respiración, Cristina le chupaba en el cuello y en la oreja mientras él seguía magreándole las tetas.

Poco a poco vi como la mano de Cristina dejaba la nuca del sesentón y bajaba por su cadera hasta desaparecer de mi vista. Volvieron a morrear otra vez y al no ver la mano de Cristina supe que debía de estar tocando la polla del viejo.

Al rato, el tío se lanzó con la boca sobre una de las tetas de Cristina, la cual, ya tenía los tres primeros botones de su blusa desabrochada. A su vez, la mano del viejo, que antes magreaba sus tetas, empezó a desaparecer de mi vista hacia abajo, lo cual, supuse que mientras le chupaba o mordía las tetas, iba a empezar a tocarle la almeja a Cristina. Ella hizo un pequeño movimiento como levantándose un poquito del asiento. Por supuesto, pensé que sería para facilitar la labor al hombre de que pudiera levantar la faldita de cuero tan ajustada que llevaba.

Durante aproximadamente quince minutos siguieron allí entre morreos, magreos y chupeteos. Los movimientos de cadera de Cristina me indicaban que estaba calentándose cada vez más la muy viciosa. Disfruté como siempre de lo golfa y viciosa que era. Allí estaba, con un tío de 60 años o más, dejándose besar, chupar y meter mano por todas partes, sencillamente porque había sido el más rápido entre todos en atreverse a buscar a aquella zorra.

Luego, se levantaron y se fueron hacia las cortinas, como dirigiéndose a los baños. Los demás del cine no se movieron, pero yo, por supuesto, me faltó tiempo para a los dos o tres minutos irme a los baños. Al llegar me pregunté durante unos segundos si se habrían metido en el de hombres o en el de mujeres. Enseguida me di cuenta que no había más mujeres que ella en el cine y deduje la solución, la cual, evidentemente fue la correcta.

Nada más entrar oí como detrás de las puertas de uno de los cinco habitáculos se oían gemidos de Cristina. Sin hacer gota de ruido me metí en el de al lado. Dudé sobre si subirme al retrete para poder asomarme por encima de la pared o no por si el tío me cazaba. El ánsia podía más que yo. Después pensé que no tenía nada que perder. Aquel tipo no sabía que yo era su marido y si me veía podría pensar que yo era el típico cerdo mirón que había ido a ver el espectáculo. Así que me subí al retrete y eché una ojeada.

Cristina estaba pegada a la pared, con la blusa completamente desabrochada y su sujetador levantado, dejando sus tetas al aire. El tío estaba de rodillas comiéndole su almeja. Había levantado la faldita de ella hasta arriba y las braguitas estaban tiradas en el suelo. La lengua del tío le estaba dando placer a la almeja de Cristina, la cual, soltaba gemidos de placer mientras tenía sus ojos cerrados y agarraba con sus manos la cabeza del tipo. Desde luego, creo que la potencia en la polla que los hombres van perdiendo con la edad, la ganan en experiencia con otras cosas, como la lengua. El viejete la movía bien y Cristina estaba calentona. Entreabrió los ojos y me vio a mi mirando mientras aquel tipo de rodillas le comía la almeja. Me puso cara de vicio, de puta disfrutando. Un poco después, empezó a gemir y moverse más como una putona descosida y vi que el orgasmo le venía. Cuando oigo conversaciones de mujeres o de otras mujeres me extraña tanto que Cristina llega a sus orgasmos con tanta facilidad, pero la verdad es que sí, se corre fácil, como una auténtica golfa.

Después levantó al sesentón y lo sentó en el retrete. Quería hacerlo disfrutar. En esos momentos yo tuve que hacer desaparecer la cabeza porque las probabilidades de verme en aquella posición eran muchas. Sólo con que levantara la vista un poco.......

Me quedé abajo, escuchando. Poco después, empecé a oir los jadeos y respiraciones fuertes del viejete. Cristina se la debía estar chupando o follando. No pude más, era demasiado arriesgado pero no pude mas.

Tuve suerte. Cristina estaba sentada encima de él, metiéndose la polla del viejo dentro de su almeja y moviendo sus caderas y su culo. Digo que tuve suerte porque había agarrado la cabeza del viejo y la había puesto sobre sus tetas. De ese modo, el hombre no tenía ninguna intención de mirar para arriba. Se las comía con ganas mientras Cristina se lo follaba. Porque realmente, era ella quien se lo estaba follando a él, como buen putón que era. Me fijé mientras entraba y salía, en la polla del tipo. Era más o menos como la mía, de unos 14 centímetros. Sólo que la del viejete va perdiendo con los años y a ratos, se veía perfectamente como a pesar de la follada perdía dureza e incluso tamaño. Pero a Cristina le debía dar igual. Sentir una polla dentro, aunque no fuera nada extraordinario la ponía caliente y que además, le comieran las tetas, la ponía como la cachonda que era.

Poco después, el tipo empezó a respirar con más y más fuerza hasta que soltó su semen dentro de Cristina. El pobre se quedó que parecía que el infarto le iba a venir de un momento a otro. Pero en fin, gracias a Dios se recuperó después de unos minutos.

Yo aproveché mientras se vestían para irme y salir del cine. Sabía que Cristina cuando llegara y no me viera en mi sitio sabría que estaría fuera. Como a los cinco o diez minutos salió, como siempre, sonriente.

¡Qué viciosa eres!, le dije sonriéndola y agarrándola de la cintura.

Ella sonrió dándome un beso en la mejilla. Ya ves, me respondió.

Te dio igual que fuera un sesentón, le dije yo emocionado.

Estaba caliente, me dijo ella. Ninguno se decidía a venir y la película me iba calentando. Así que cuando vino y se puso a tocarme las tetas, no dije nada. Sólo quería que me calentaran. Me daba igual la edad.

Aquella noche en casa echamos un buen polvo a cuenta del cine. Yo estaba caliente y ella, bueno ella lo está casi siempre. La acaricié, la besé, le toqué y comí las tetas y como siempre no se la metí hasta que se moría de ganas. Siempre me espero a que ya no pueda más, a que me lo pida como una zorra caliente, como la guarra que necesita rabo como una loca. De ese modo, no le importan ya tanto los centímetros pues se la hago desear tanto que cualquier polla le vale. Hasta la mía la vuelve loca si le hago desearla.

Después de aquello estuvimos unos cinco meses sin ninguna aventura de Cristina, al menos que yo la supiera. Después hubo más, bastantes más que pienso seguir contando.