Me encanta que sea tan zorra (3)

Ella es una zorra y yo un mirón y a los dos nos encanta. Tercer relato.

ME ENCANTA QUE SEA TAN ZORRA (III)

Bueno, aquí estoy de nuevo para seguir contando todas las aventuras de mi esposa Cristina durante estos 16 años. Al menos, las que yo me sé porque me las ha contado o las que he visto, porque estoy seguro que ha tenido alguna que no cuenta, pero en fin, no hay por qué tenerlo en cuenta.

Antes que nada, quiero agradecer a aquellos que han hecho comentarios a nuestros relatos. Todos han sido estupendos y la verdad, nos hacéis sentir que tampoco somos tan bichos raros y que disfrutáis del sexo. Creo que la mayoría de la gente que entráis aquí sois gente que veis el sexo como algo natural y no como algo guarro o perverso.

También ha habido personas (principalmente hombres) que han conectado con nosotros vía Messenger. Siento mucho que la mayoría os hayáis encontrado conmigo en lugar de Cristina pero es que yo paso más tiempo al ordenador.

Aquellos pocos que habéis pillado en algún momento a Cristina, bueno, supongo que lo habréis pasado bien, ya que yo suelo dejarla sola. Ella siempre va de tímida al principio, pero si la sabéis calentar… sabréis sacarle jugo, aunque sea vía messenger. En cuanto a las mujeres, algunas de las amigas que he hecho, me lo he pasado estupendo con ellas y algunas empiezo a ser un amigo especial de ellas ¿verdad… esa de Boston?. No digo tu nombre porque no sé si debo hacerlo público sin tu consentimiento.

Bueno, seguiré contando todas nuestras vivencias en estos años pues algunos nos lo habéis pedido de una forma que más que pedir, parece como si estuviérais rogando. Pensar que tengo trabajo, cosas que hacer y no puedo estar todos los días escribiendo.

Como ya dije en mi anterior relato, voy a dejar de contar de nuevo nuestras descripciones y contar siempre el por qué Cristina y yo hemos llegado a esta

situación y voy a ir directamente al asunto. El que quiera saber nuestra situación, el por qué y todo lo demás, que lea los dos relatos anteriores.

Después de las dos experiencias anteriores, apareció el hombre que más ha calentado a Cristina en el sentido de que es el que más ha deseado y creo que sigue deseando continuamente.

Por razones que todos entenderán, no voy a poner su auténtico nombre, ya que es uno de los jefes míos y de Cristina. Le llamaré Jaime.

Aunque trabajamos en unidades diferentes, ella y yo trabajamos en la misma empresa y el Director General de Personal digamos que es jefe de los dos, ya que lleva toda la jefatura del personal de las distintas unidades.

En la empresa tenemos una cafetería propia donde la mayoría preferimos desayunar a media mañana. Algunos salen fuera, pero son los menos. Cristina y yo solemos quedar para desayunar. En aquellos tiempos ( a sus 31 o 32 años), me llegó un día y me dijo que el Director General de Personal la había invitado a comer un día si quería. Yo la sonreí. Sabía que Cristina estaba muy buena y era deseada por la mitad de los hombres de la empresa pero el Director General de Personal, nunca lo hubiera pensado ni imaginado.

Era un hombre casado, con una posición importante y…. la verdad es que nunca lo hubiera pensado. Cristina me pidió mi opinión y yo le dije que ser invitada por el Dire era todo un honor y que desde luego, ya querrían la mitad de las mujeres de la empresa poder tener ese honor. Ahora bien, como siempre, le dije que yo no la obligaba a nada ni la forzaba a nada. Que yo disfrutaba cuando ella hacía las cosas por placer o por vicio pero no porque a mi me gustara o me agradara. Le volví a explicar que mi placer era verla disfrutar o gozar pero porque ella quería, no porque yo quisiera. Si era obligado a mi no me gustaba, tenía que ser lo que ella quisiera. Si ella hace algo por placer es cuando yo disfruto, no por obligación.

El caso es que ella aceptó la invitación y se fue a comer con él. Cuando volvió a casa, me extrañó que volviera tan pronto, pues solo eran las cinco de la tarde. Como siempre, no le pregunté si había pasado algo o no, pues eso, Cristina y yo lo dejamos para los momentos de cama. Allí se puede preguntar y se aprovecha para gozar con lo que me cuenta, si es que hay algo que contar.

Cuando tuvimos sexo, aproveché para preguntarle, pero me llevé una desilusión pues ella me dijo que no había habido nada. Que la había invitado a comer, que le había dicho que era muy guapa y muy atractiva, que la miraba con muchas ganas pero que en ningún momento se había atrevido a lanzarse.

Luego, la había acercado hasta casa y él se había vuelto a la oficina, ya que él sí trabajaba muchas tardes.

Así que, de momento, no pasó nada con Jaime, pero he creído conveniente contar esto para que luego, la gente pueda situarse en futuros relatos. Los que sigan mis relatos, no tendrán problema cuando Jaime pase a la ofensiva o Cristina le sepa hacer pasar. Pero Jaime es un personaje que será muy importante en estos 16 años y he creído conveniente citar su aparición para ir situando al personal.

Tras varias noches de sexo con Cristina, empecé a decirle que por qué no teníamos otra aventurilla de las que ella me daba. Como siempre, ella me contestó que si algo surgía, se aprovecharía, pero que ella no iba a ir buscando como una desesperada por ah텅 Como siempre, no la obligué ya que siempre me gustaba que si hacía algo fuera porque le apeteciera.

Mi sorpresa llegó unos quince días después cuando en la cama (que es donde aprovechamos para que ella me cuenta lo que sea, si es que hay algo), me dijo ya en plena excitación, que había tenido un pequeño rollito con un tipo y que se lo quería tirar. Me dijo mientras jadeaba y gemía encima de mi miembro que si me acordaba que la semana anterior había ido a una disco con las compañeras de trabajo. Yo le dije que sí, ya que me acordaba que la semana anterior se habían ido a celebrar el cumpleaños de una de ellas y se habían ido de copas y a bailar. Pero como siempre, sólo en la cama me cuenta Cristina las cosas. Es como si todavía no estuviera segura y esperara a ese momento para saber fíjamente que no me va a sentar mal.

En la disco al parecer, una de sus compañeras se había encontrado con tres conocidos suyos. Se los presentó a las demás y entre ellas, a Cristina.

Ellos se quedaron con ellas, bebiendo, charlando y comentando.

Según me contó Cristina, María Isabel, que era la compañera que ya los conocía y que se los había presentado a las demás, cuando pudo un rato a solas, les comentó que el que tenían que tener cuidado era con Josemi, pues al parecer era muy mujeriego, muy golfo en una palabra y les advirtió que cuidado con él. Por supuesto, lo que ella no sabía es que precisamente a Cristina eso hacía que la calentara más que a los otros. Le pregunté que qué tal estaba el tipo y me dijo que bien, que le iba pero sobre todo porque se veía lo golfo que era.

Estuvieron bebiendo y también empezaron a bailar con ellos. Cristina bailó primero con los otros dos tipos mientras alguna de sus compañeras bailaba con Josemi. No quería hacerlo sin que antes por lo menos dos de ellas lo hubieran hecho, por la razón de siempre, ante los amigos, familia y compañeros siempre procuramos guardar las formas y que no se sepa nuestras "vocaciones" secretas. Ella se fijó mientras las otras bailaban con Josemi que éste intentaba apretarse lo más posible a ellas, pero sus compañeras hacían el esfuerzo contrario, consiguiendo que Josemi no pudiera agarrarlas todo lo que él querría. Luego, cuando tenían un momento a solas, todas comentaban acerca de lo peligroso que era Josemi y que si le dabas pie, era un pulpo.

Cuando ya casi todas lo habían hecho, Cristina accedió también a bailar con Josemi. No es por presumir pero ninguna de sus compañeras (que también eran mías aunque ellas estaban dos pisos más abajo) podía compararse en físico a Cristina. Así que si el tal Josemi intentó apretarse a las otras, con Cristina debió de ser la leche.

Cristina (ya habíamos terminado el sexo) siguió contándome que efectivamente, que se pusieron a bailar y muy poco a poco él iba apretándola un poquito más. Cristina se fijó que sus compañeras y los otros tipos estaban sentados pero no les perdían de vista, así que cuando el apriete de Josemi empezó a ser más de lo debido, Cristina le puso una mano en el hombro, empujándole un poquito hacia atrás para que se separara. Pero ella, en vez de conformarse como las otras een hacer eso y punto, aprovechó para mirar a Josemi y echarle una de esas sonrisas sensuales que ella echa diciéndole que no se acercara tanto, pero añadiéndole que si no estuvieran sus compañeras quizás sería diferente, pero como estaban, que se comportaran.

Las demás habían simplemente hecho fuerza para separarse, pero Cristina había sido la única que le había comentado que si no fuera por sus compañeras, le hubiera dejado. Así que si el tal Josemi era tan golfo como Cristina contaba, debió de darse cuenta de que con aquella tenía más posibilidades. Cristina dice que el resto del baile se comportó como debía.

La velada siguió pero según me comentó Cristina, una de las veces en que ella fue al baño, al salir, se encontró en el pasillo que llevaba de nuevo a la disco a Josemi. Que él la paró y sujetándola por la cintura quiso besarla. Según Cristina ella dejó que le diera un pequeño beso pero lo cortó enseguida, diciéndole que estaban sus compañeras allí y que no quería. Le preguntó también que si sabía que ella estaba casada y que él le había respondido que no le importaba. Cristina le dijo que le parecía muy bien, pero que estaban sus compañeras allí y conocían a su marido. El entonces le pidió el teléfono para llamarla y quedar a solas y ella, iba a dárselo, cuando lo pensó mejor y le dijo que no, que le diera él el suyo y ella le llamaría cuando pudiera quedar.

Le pregunté a Cristina si iba a llamarle y quedar y me dijo que sí, que el tal Josemi era muy golfo y le apetecía mucho. Cuando la intentó apretar bailando y la había dado el pequeño beso al salir del baño, la había calentado. Le pregunté si lo iba a traer a casa y me dijo que no, que tenía otra idea mejor, pero que no podía decírmela todavía hasta poder confirmarla. Luego se echó a dormir, dejándome a mi escribiendo todo esto en mi diario como había hecho muchas noches.

Cristina confirmó lo que ella quería una semana después. Su hermano y su cuñada y sus dos hijos se iban una semana de vacaciones y habían pagado un crucero. Cristina le pidió a su hermano que por qué no le dejaba su chalecito en las afueras para pasar el fin de semana, con la disculpa de que hacía mucho que no se daba un baño en una piscina y le apetecía un montón. Por supuesto su hermano le dijo que sí, primero por complacer a su hermana y también porque egoístamente, tendría el chalet vigilado durante al menos dos días mientras estaba fuera, ya que el chalet estaba en las afueras de nuestra ciudad, a unos cuarenta kilómetros y a unos dos o tres kilómetros de un pequeño pueblecito pero más solo que la una. Así, al menos, durante dos días, sabría que su chalet estaría a salvo de posibles cacos.

La posición económica del hermano de Cristina y su cuñada es muy buena. Se habían ido a vivir a ese chalet fuera de la ciudad por salir del agobio del tráfico y de la gente de nuestra ciudad y además, al estar en las afueras, les permitió poder comprar uno de esos chalets enormes, de 7 u 8 habitaciones, con piscina, seis o siete cuartos de baño, etc.

Cristina, en una de nuestras raciones de sexo me comentó que Josemi iba a acompañarnos y que ya lo había hablado todo con él una vez confirmado que teníamos el chalet. Al parecer, a mitad de semana le había llamado y habían quedado para tomar una copa en un pub. Según Cristina, lo único que pudieron hacer fue pegarse unos buenos besos y meterse unos buenos morreos, pero ya lo habían planeado todo como si su marido no supiera nada. Me iban a decir que era mi primo, que hacía tiempo que no se veían y que venía a pasar el fin de semana con nosotros y yo tenía que interpretar el papel de marido que se lo cree y no tiene inconveniente.

Llegó el viérnes y nos preparamos para ir al chalet. Debíamos recoger a Josemi y su equipaje junto a la estación del tren, como si él viniera de alguna parte. Yo por supuesto, me hacía el papel del marido que va a conocer a su primo y no sabe nada. Al llegar a la estación, Josemi ya estaba esperando fuera y Cristina nos presentó, a mi como su marido y a él como su primo, a lo cual, yo hice el papel de marido que acaba de conocer al primo de su mujer saludándole efusivamente y diciéndole alguna frase en broma. Me fijé en él, era un tipo de pelo castaño, con barba, de 33 años según me había comentado Cristina, alto, de 1,80 aproximadamente, ni excesivamente delgado ni gordo, ojos castaños. Un tipo normal, ni guapísimo ni feo, al menos para mi apreciación, aunque sabía que el físico no era lo que le importaba a Cristina.

Llegamos al chalet ya casi al final de la tarde y nos instalamos. Era un chalet como ya he dicho enorme. En la planta baja del todo, el garaje, espacioso, para tres o cuatro coches aparcando allí mi coche. La planta siguiente comprendía el hall, la cocina con dos puertas, una que daba al hall y otra que daba al salón, un salón enorme que ocupaba casi todo el espacio de esa planta. Bajando las escaleras, tenías acceso a un pasillo y a otro salón, mucho más pequeño, el cuál, daba acceso a través de una puerta con ventanas al jardín y la piscina, con su cesped, su terrazita, su barbacoa, etc. El segundo y tercer piso (partiendo del de la cocina y gran salón) eran exclusivamente de habitaciones y cuartos de baño y por último, arriba de todo, una gran sala que ocupaba toda la planta, sin tabiques dividiéndola, en el que mis cuñados habían hecho como un lugar de esparcimiento para sus hijos, ya adolescentes. Había un par de ordenadores para los muchachos, varios sofás de menor categoría que los del gran salón, una cadena musical, etc. Allí era donde los sobrinos pasaban el tiempo con sus amigos, celebraban guateques o fiestas, bailes, etc. Total, era un pedazo de chalet impresionante.

Nos instalamos eligiendo un par de habitaciones, una para nosotros y otra para Josemi, el supuesto primo de Cristina.

Después, comentamos que podíamos rebuscar en la cocina algo para cenar, ir al pueblo a dos o tres kilómetros a comprar algo para cenar o irnos directamente ir a cenar allí. Cristina propuso irnos a cenar al pueblo y después irnos un rato a la discoteca del pequeño pueblecito (la única que tenía) a tomar una copa. Josemi y yo dimos por buena la idea.

Una hora antes de irnos, fuimos a nuestras habitaciones a prepararnos. Los dos hombres no nos pusimos nada especial. Según tengo anotado en mi diario, Cristina se puso aquella noche un conjunto de ropa interior de un verde muy clarito. No tenía ningún adorno ni dibujo ni encaje, pero eso sí, era suave como la seda. No sé de qué material sería pero al contacto de tu mano, su suavidad era excitante. Creo que se llaman de raso. De vestir se puso una camiseta negra, con botones por delante y una falta, un poco por encima de la rodilla pero con una gran abertura en uno de los lados, de forma que cuando cruzaba las piernas, enseñaba todo el muslo. Le hice un comentario sobre lo buena que estaba y que iba a volver loco a Josemi. Ella sonrió haciéndome un gesto vicioso con los ojos.

Tras la cena, en las que nos reímos bastante y en la que yo me comporté como si Josemi fuera realmente el primo de Cristina nos fuimos a la disco del pueblo. Al ser la única que había estaba llena de gente. Todos los jóvenes de allí (y algunos no tan jóvenes) estaban en aquella discoteca, ya que era uno de los pocos lugares de esparcimiento de aquel pequeño pueblecito. Nos fuimos a la barra y tras estarnos media hora pendientes los tres de cualquier movimiento, conseguimos al fin agarrar una de las pocas mesas que quedaron libres, sentándonos en unos sofás circulares que las rodeaban.

Al cabo de un rato, la música cambió y pusieron un poco de lentas y Cristina me dijo de ir a bailar. Por supuesto, yo me hice el cansado y que no me apetecía y me dirigí a Josemi diciéndole que por qué no me hacía el favor y bailaba con su "prima". Por supuesto, él dijo que encantado.

Se fueron a bailar. Entre las ganas que se tenían y que además, la pista estaba llena de parejas y de gente, se agarraron con ganas. No es que Josemi no le importara que su marido la estuivera viendo, pero la verdad, era difícil bailar menos apretado con la cantidad de parejas que tenían a su alrededor. Poco a poco, bailando, Josemi la fue llevando a la parte de la pista más alejada de mi, de forma que al marido de Cristina le resultara difícil poder verles bien. Me hizo gracia pensar que el muy golfo no sabía lo de acuerdo que estábamos en el asunto. A pesar de todo, pudo apreciar como se pegaban bien y como Josemi le decía cosas a Cristina, cosas que debían calentarla bien porque Cristina cada vez se le apretaba más y más. Se la notaba que el tipo la calentaba bien.

Tras unos bailes, volvieron a la mesa en la que yo me había quedado y que, por supuesto, enseguida nos hubieran quitado si a mi se me hubiera ocurrido levantarme, sentándose Cristina al lado mío en el sofá circular y Josemi, de seguido, al lado de ella. Aproveché para decirles que me iba un minuto al baño y me dirigí a ellos, bajando unas escaleras que conducían a ellos. Cuando llevaba cuatro o cinco escalones bajados y mi cabeza estaba a punto de desaparecer de la vista, quedé un poco espiando por los barrotes de la barandilla que bajaba y vi como Cristina y Josemi se estaban metiendo un morreo cojonudo, sus lenguas debían de estar metiéndose en lo más profundo de la garganta del otro. Seguí bajando, pensando en que a Cristina se la veía muy caliente, con ganas de pillar a aquel golfo vicioso a la primera oportunidad.

Cuando salí del bañó y subía las escaleras, me encontré a Cristina bajándolas y le comenté lo caliente que la veía y las ganas que se le veían. Me comentó que Josemi había empezado a darse cuenta de lo mucho que le podía calentar a través de las palabras y que cada vez se iba atreviendo a decirle cosas más atrevidas y más obscenas y que la estaba poniendo a cien.

Llegué de nuevo a la mesa y saludé y charlé con Josemi, como quien está tratando con el primo de su mujer. Cuando Cristina regresó, les dije que aquello estaba a tope y que por qué no volvíamos al chalet y que en la planta de arriba de todo, podíamos poner la cadena y hacer nuestro propio baile y que además, yo estaba cansado. Por supuesto, ellos aceptaron.

Llegamos al chalet y tras servirnos unas copas, subimos al piso de arriba de todo, el del esparcimiento de nuestros sobrinos. Pusimos una música suave, no por molestar ni nada ya que el chalet estaba fuera del pueblo y no molestábamos a nadie pero tampoco nos apetecía a ninguno ponernos a bailar a todo trapo como cuando eres un adolescente. Cristina bailó conmigo, con Josemi, a ratos charlamos, etc.

Sobre las dos de la madrugada, yo les dije que ya no podía más, que estaba muy cansado, que había madrugado mucho esa mañana y que me iba a la cama. Haciendo bien mi papel, pregunté a Cristina y a Josemi, si nos íbamos a la cama. Cristina me contestó que iría luego, que se iba a tomar una copa más, a lo cual, yo, haciendo mi papel, comenté que allá ella, que yo me iba.

Me dirigí hacia las escaleras bajando para el piso de abajo. Cuando desaparecí de la vista de ellos, di la vuelta, subiendo un par de escalones sacando sólo la frente y los ojos a través de la minúscula barandilla de madera que había. Apenas se me veía, pero yo podía verlo y oírlo todo. Si en algún momento veía que Josemi podría mirar hacia allí, con un ligero movimiento hacia abajo podía desaparecer mi frente y mis ojos del sitio, si bien es verdad que el muy golfo demostró cortarse muy poco, pues apenas lo hizo un par de veces y muy al principio. Saqué de la chaqueta mi diario que llevaba preparado siempre para estas ocasiones y empecé a apuntar todo lo que podía. En cuanto yo hice que me fui, Josemi se fue hacia Cristina que estaba de pie cerca de la cadena de música. La agarró de la cintura y le metió la lengua a fondo en su boca, apretándole contra él y pegándole un par de buenos apretones al culo de Cristina con sus manos. Después, rápidamente se dirigió hacia sus pechos, apretándoselos con ganas mientras la besaba, por encima de la camiseta de ella. Unos segundos después, sin dejar de meterse sus lenguas el uno al otro, también Cristina empezó a acariciar la polla de Josemi por encima de su pantalón. Acabaron el beso. Josemi continuó apretándole los pechos y ella continuó sobando su polla.

  • Qué ganas tenía de tocarte los pechos a fondo, le dijo Josemi.

  • Llámales tetas.... le respondió Cristina. Es una palabra más ordinaria pero, me excita más.

  • ¿Te excita más que te diga tetas?, preguntó Josemi.

  • Sí, contestó Cristina. No sé por qué, pero me excita más. Que me digan cualquier frase o comentario sobre mis tetas, me pone muy caliente.

Antes de ir a más, Josemi quiso asegurarse. Era normal.

  • ¿Estás segura de que tu marido no volverá a subir?

  • No, le respondió Cristina. Hoy ha madrugado mucho y está muy cansado. En cinco minutos se duerme, ya debe de estar en el séptimo cielo. No te preocupes.... y al decirle eso, se quitó la camiseta que llevaba dejándole a la vista aquel sujetador verdecito claro tan suave..... Vamos.... tócame las tetas.... lo estoy deseando.....

Josemi debió de excitarse con la vista y volvió a meterle a fondo la lengua, apretándole de nuevo los pechos a Cristina. Cuando notó la suavidad del sujetador de ella, se recreó a fondo en la caricia. Al acabar, Cristina se dio la vuelta y se le puso de espaldas, pegándo su culo al paquete de Josemi, diciéndole que la acariciara así, que la excitaba mucho aquella postura así por detrás.

No sé si Cristina me había visto o no, aunque sólo fueran mis pelos. El caso es que al hacer aquello, puso a Josemi en una posición de espaldas al sitio donde yo me encontraba, lo cual me permitía levantar la cabeza un poco más.

Josemi la agarró por detrás y mientras Cristina empezaba a mover su culo con ganas, empezó a acariciar sus pechos, disfrutando una vez más del suave tacto de su sujetador.

  • Asíiii, tócame las tetas.... vicioso....

Josemi ya no pudó más y desabrochó su sujetador, volviendo a agarrarle los pechos y empezando a disfrutarlos a fondo.

  • ¡Qué buena que estás!, le decía, mientras se las magreaba a fondo.

Ella le acariciaba el pelo con su mano, girándola hacia atrás. Quería que se lanzara a fondo y le indicó a Josemi lo que la excitaba cuando le dijo:

  • Vamos..... llámame zorra o viciosa o lo que quieras..... me excita mucho.

Josemi continuó magreándola un pecho con una mano mientras la otra bajaba hacia la abertura de la falda de Cristina metiendo su mano por allí. Debió de sentir la misma suavidad del sujetador en las braguitas de Cristina.

  • Eres un pendón.... eres más viciosa que la peor de las putas....

Entre las manos de él y sus palabras, Cristina empezaba a moverse y a respirar con gemidos y jadeos.

Luego se dio la vuelta y le pidió a Josemi que se quitara la ropa, que estaba loca por verle la polla. El lo hizo, se quitó toda su ropa, quedando desnudo delante de Cristina. Su polla estaba en erección. Era una buena polla, de unos 20 centímetros. Lo que más me llamó la atención es que era curvada hacia arriba, de esas que sólo había visto en algunas películas porno. Mientras él se desnudaba, también Cristina se había quitado la falda y las braguitas. Desnudos los dos, fue Cristina la primera que fue a por él, besándole y empezando a acariciar la polla de Josemi. Luego, lo llevó a uno de los viejos sofás que los sobrinos tenían para celebrar fiestas con los amigos y sentándolo allí, ella se quedó de rodillas en el suelo empezando a pasarle la lengua a Josemi por todo a lo largo de su polla y por sus cojones.

  • Vamos... putona.... chupámela a fondo, le pidió Josemi.

Cristina empezó a meterle su boca dentro. Muy suave y apenas unos centímetros. Josemi ponía una cara de placer mientras agarraba su cabeza como un cabrón enviciado. Pero quería más, quería que Cristina se la mamara a fondo.

  • Chupámela a fondo, chupámela golfa.... pónmela bien dura para que te la pueda meter hasta el fondo... demuéstrame que la estás deseando viciosa.....

Cristina empezó a mamársela con más ganas. Josemi empezó a jadear también como si le estuviera matando, mientras seguía diciéndole lo viciosa y puta que era y que siguiera. Cuantas más cosas le decía, con más ganas y vicio se la chupaba Cristina. Josemi paró la mamada porque vio que si seguía iba a soltar todo su semen y quería guárdarlo para la almeja de ella.

La recostó a ella en el sofá mientras Cristina le miraba y ella misma se pellizcaba los pezones. Josemi quitó las manos de ella y empezó a pellízcárselos él.

  • Tienes unos pezones gordos...zorra. Y están duros.... Voy a comérmelos con ganas putona.... Lo estás deseando... ¿verdad que lo estás deseando?

  • Sí, le decía Cristina con un deseo cachondo de primera. Cómeme las tetas... comémelo todo....

Josemi lanzó su boca a sus pechos lamiéndole los pezones a fondo, mientras los dedos empezaban a acariciar la almeja de Cristina. Ella gemía como un auténtico pendón, mientras acariciaba la polla de Josemi, de rodillas al lado de ella.

Estuvo un buen rato comiéndole las tetas a fondo y tocando y metiendo sus dedos en la almeja de Cristina, mientras le seguía haciendo comentarios sobre lo golfa que era. Ella soltaba unos síes con unas ganas y unos gemidos, que la verdad, costaba que eso lo pudiera hacer una mujer que realmente le estuviera poniendo los cuernos al marido.

Posteriormente, Josemi empezó a bajar con su boca hacia la almeja de ella y empezó a chupársela y comérsela a fondo. Debía de ser un experto porque cada vez más y más y más, Cristina se iba poniendo más viciosa, como una auténtica puta, era un auténtico pendón desorejado. Sus manos se acariciaban sus propios pechos, a ratos, le agarraba la cabeza de él, pero cuanto más le chupaba él, cuanto más movía su lengua dentro y fuera de ella, más gemidos soltaba. Era un auténtico volcán, no paraba de soltar aysssss, ayssss, que que placer le daba, que como la estaba poniendo... le llamaba golfo, vicioso. Estaba emputecida. Desde luego, de estar yo en el lugar de Josemi, hubiera tenido miedo de que el marido se despertara. El seguía chupando y chupando, parecía incansable y Cristina, más zorra cada vez. Estaba claro que en aquel momento estaba deseando que se la metiera pero al mismo tiempo, también deseaba que siguiera chupando que no parara de darle aquel gusto. Empezó a gemir todavía con más ganas. Yo estaba super empalmado, más que de ver lo que estaban haciendo, de verla y oírla como estaba gozando. En esos momentos, a ella le vino el orgasmo y nunca vi a una zorra retorcerse tanto de placer.

Después de comerse toda la corrida de Cristina, Josemi le dio unos segundos, pero Cristina no parecía tener ganas de descansar. Como una loca le pidió que le metiera la polla, aquella polla curvada que en aquellos momentos estaba tremendamente con una erección impresionante.

Cuando Josemi empezó a meter su polla, nuevamente Cristina empezó a retorcerse de placer. Esta vez no dijo nada, ni gemió. Cada centímetro que él le iba metiendo, ella abría la boca al máximo como cogiendo aire, mientras las manos agarraban los muslos de Josemi como queriendo empujarla toda hacia dentro. Cada movimiento de él hacia dentro, era una tremenda respiración de deseo, lujuria y vicio de Cristina.

Cuando se la metió dentro, empezó a mover su polla hacia fuera y hacia dentro. Al tener la curva que tenía, se veía perfectamente como entraba y salía. Cristina estaba fuera de sí otra vez.

  • Asíiiii..... metemela bien.... que ganas tenía de que lo hicieras.... cabrón...

  • Y yo de metértela golfa, desde que te vi por primera vez ya quise metértela.... viciosa.

  • Síiiii.... medio gritaba Cristina... síiii.... dímelo.... dime que querías follarme... que me deseabas cabrón..

  • Te deseaba como un loco. Con esa pinta de puta que tienes..... pendón.

Josemi empezó a chuparle sus pechos y comerle los pezones mientras la penetraba sin parar. Era algo que a mi me encantaba pero que me costaba hacer al no tener un miembro como el que tenía ese cabronazo. Pero él, aunque comiéndole los pechos, podía meterle menos, era suficiente para meterle un buen trozo de polla dentro de Cristina.

Ella acariciaba su pelo con ganas. Si algo me excita de todas estas aventuras de mi mujer es cuando la veo así, como una zorra desaforada, como una perra en celo como digo yo.

Cristina me ha dicho más de una vez que los hombres no podemos saber lo que siente una mujer cuando tiene una polla metida dentro taladrándola. Que se siente unas ganas locas de más y más y más, de que aquello no pare de meterse y meterse. Y realmente, debe de ser así. Cristina estaba como una loca. En esos momentos era una auténtica zorra cuyo cuerpo, movimientos, expresiones y palabras sólo hacían que pedir más y más, que no parara de follarla. En esos momentos, él empezó a moverse con más ganas. Me di cuenta que iba a correrse, pero ella también, como una loca, jadeaba y gemía con más ganas (si es que se podía más ya). Comprendí que los dos estaban a punto y que si uno llegaba antes que el otro sería por segundos. Así fue, fueron tan seguidos o tan a la vez, que es difícil expresar quien de los dos fue primero. Pero los dos se retorcieron de placer.

En esos momentos, yo bajé las escaleras y me fui para la habitación que habíamos elegido. Cinco o diez minutos después llegó Cristina. Al acostarse encendiendo la lamparita de la mesilla, se dio perfecta cuenta que yo estaba completamente despierto.

  • Vaya follada que os habéis pegado.

  • Sí me respondió ella sonriente.

Apagó la luz y se dispuso a descansar. Pero yo la agarré por la cintura, sacándole las cosas que a mi me ponían caliente.

  • Vaya polvo que te ha echado. Te la ha metido a fondo.

  • Sí. Tiene una buena polla.... bueno la tiene cojonuda y lo de golfo y mujeriego debe ser verdad porque chupa y folla de miedo, me respondió Cristina con excitación.

  • Te ha pegado una comida de almeja cojonuda... ¿eh?

  • Síii... Cristina se retorció pegando su culito a mi. Recordarlo la ponía caliente. ¡Qué chupada me ha hecho!. ¡Qué lengua tiene el muy cabrón!

  • ¿Te gustaría que ahora viniera y te comiera la almejita otra vez?, le dije yo.

  • Síiii, se la pondría como una loca para que me la comiera otra vez.

En esos momentos, si yo hubiera querido follarme a Cristina, desde luego que lo hubiera hecho porque sólo de pensarlo se estaba poniendo caliente. Pero pensé que quizás estuviera cansada y que todavía quedaba sábado y domingo para que Josemi se la follara bien y no quería agotarla, aunque sé que eso es difícil.

Le dí un beso en la cara y la dejé que se durmiera, aunque yo estuve despierto y meneándome la polla un buen rato.

En el próximo relato contaré los otros polvos que echaron Cristina y Josemi durante aquel fin de semana, pues Cristina desde luego lo gozó bien gozado.