Me encanta que os quedéis a no dormir más...

No se nos olvidará. Es imposible. Pasó una vez y quien sabe si se repetirá. Cuatro personas, cuatro almas con mucho en común en lo más importante para el disfrute: la felicidad de vivir el placer ajeno como propio...

No se nos olvidará. Es imposible. Pasó una vez y quien sabe si se repetirá.

Momento tras cena. Cena que fue más que agradable, plena de risas, inteligencia y placeres propios del buen comer y beber y mejor VIVIR.

Él hizo un gesto que tampoco tenía que tener trascendencia alguna, al fin y al cabo estaba en su casa. Él se dejó llevar y te besó, con pasión y con intensidad, como son los besos verdaderos. Quizás olvidara que esa noche estaba delante de una, hasta ese momento, desconocida o quizás no, y eso fuera lo que le disparó en un alarde un tanto exhibicionista. Quizás la vió mirarla con deseo o quizás el deseo de excitarla era de él. Nunca lo sabremos, o sí... todas estas dudas pueden ser resueltas en alguna de las conversaciones interminables que los tres protagonizamos con cierta frecuencia.

Ese beso podría haberse quedado en nada, pero no. Ese beso era la oportunidad que esperábamos y, la aprovechaste. Vaya que sí. No solo te dejaste llevar, algo natural que podría ser más que esperable, sino que aumentaste exponencialmente la pasión y temperatura del momento abandonando tu posición sentada en el sofá para sentarte sobre él para dar comienzo a un espectáculo magnífico.

Ella tardó en mirarme, no podía apartar sus ojos de esa escena plena de movimiento sensuales y eróticos completamente inesperados. Era una situación que dificilmente pudiera tener más magnetismo sexual y morbo. En ese instante todo cambió, no sabía si intencionadamente o no, pero aquello le había activado, había disparado su instinto más sexual y salvaje. Ya, era imparable y yo lo sabía. Un beso breve pero intenso fue su siguiente paso, sus ganas de volver a miraros le impidió seguir disfrutando de esa forma que otras veces era suficiente. Esta vez no, esta vez abandonó mi boca para decirme al oído un explícito y evidente "fóllame".

Nuestros gemidos fueron lo que os hicieron parar, parar para continuar porque precisamente todo estaba por empezar. Aún recuerdo vuestras miradas , que reflejaban una perfecta mezcla de excitación y sorpresa, con grandes dosis de morbo disparado, al volveros... De forma institiva me centré en la tuya, a pesar de tener mucha piel, sudorosa y caliente, donde mirar, donde perder mi vista y disfrutar mirando, pero ese no era mi objetivo y lo sabías. Mi Amiga, mi gran Amiga, no necesitamos ni un segundo para recordar el guión de esa fantasía que parecía mucho más que difícil, imposible.

Los siguientes pasos, nosotros, los teníamos claros, ahora venía lo difícil, ver qué pasaba con ellos. Ella estaba estaba entregada a su placer, en semiestado de trance, yo la conocía bien y sabía que estaba dispuesta a parar hasta sentirse saciada. Su hambre de sexo aún no había sino recién comenzado. Él, sin embargo, era el protagonista de la mayoría de nuestras dudas. Nunca sabíamos bien cómo iba a reaccionar y, aunque es cierto que no solía ser causa de problema alguno, no era fácil tener certeza sobre cuál sería su comportamiento. Sin embargo, esta vez, todo parecía más sencillo. Quizás demasiado sencillo. Él parecía absorto e hipnotizado mirando el pendular de los pezones de ella al recibir mis envestidas desde y por detrás.

En ese punto estábamos cuando te miré a los ojos y supiste qué hacer, le agarraste a él por detrás de la cabeza y le hiciste mirarme, lo cual hizo rápido tras recuperarse de la sorpresa experimentada con tu gesto. En ese momento solté mis manos de las caderas de ella para indicarle con gestos que le estaba invitando a acercarse. Sus invitados de esa noche, habíamos salido menos inocentes, castos y puros de los que nos presumía. Cuando comenzó a aproximarse, llevé mi mano derecha a la cabeza de ella, deseaba agarrarle su pelo corto para hacerle levantar la mirada y ver quién y qué se aproximaba a su cara. No tuve que explicar más. Ambos sabían lo que pretendía.

Ya solo faltaba una pieza por encajar en este rompecabezas que habíamos imaginado resolver en tantas ocasiones, tú y te dejé hacer... tu boca me recorrió desde el cuello, bajando por mi espalda hacia mi culo, con ánimo absolutamente provocador, esperabas que te lo pidiera, explícitamente, y tal como te gusta escuchas, con esas palabras que te resultan mágicas... "regálame el mejor de tus besos negros" y así lo hiciste, hasta saberme al límite, hasta sentirme cercano a la pequeña muerte, mientras en paralelo te rozabas contra esa superficie sobre la que yo había estado sentado deseándote gran parte de la noche, hasta decidir que era el momento de desencadenar el primer gran final de la noche y abandonaste tu postura para buscar mi boca, mientras mi mano se mojaba en el camino hacia tu interior. Segundos después, como en una caída escalonada de fichas de dominó, tu orgasmo desencadenó el mío, noté perfectamente como a mi mano llegaban oleadas de espamos musculares desde mis segundos labios preferidos de tu cuerpo. Te derretías en mis manos y eso me encantaba, tanto que no pude contener más mi placer e le inundé el interior, haciéndole que buscase hacer coincidir su climax conseguido en este polvazo saciendo su sed con el semen de tu hombre. Sí, tu hombre, ese que no tardó en decirnos con una sonrisa... "Me encanta que os quedéis a no dormir más".