Me encanta la leche de tus tetas, hija

Relato de una familia muy especial: Puta la madre, cabrón el padre, y puta la hija.

Yun estaba masturbando a Luisa con dos dedos de su mano izquierda. Su lengua salía de la boca de su jefa y después lamía su cara, le lamía las orejas, besaba y lamía su cuello, le volvió a meter la lengua en la boca..., estuvo así un tiempo. Cuando Luisa estiró los brazos para que le lamiese las axilas, Yun se las lamió y Luisa le dijo:

-Perrita cochina.

-No soy una perrita cochina.

-Calla y lame, zorra.

-No soy una zorra.

-¿Qué eres, chinita?

-Soy una gatita mimosa.

Yun jugó con sus dedos y con su lengua en los pezones de Luisa, los chupó y chupó y magreó sus gordas y esponjosas tetas. Sacó los dos dedos del coño y pringados de jugos se los metió en la boca, Luisa los chupó y le dijo:

-Me vuelves loca, chinita.

La chinita bajó al coño y al besar su clítoris Luisa casi se corre, el gemido que salió de su boca así se lo dijo a Yun, que le espetó:

-¿Quién es ahora la perra y la puta?

-Ven y bésame, gatita mimosa.

Yun lamió su coño encharcado y después subió y la besó con la lengua llena de jugos. Luisa le devoró la lengua.

Luego Yun chupó su mentón, lamió su cara, su nariz, su cuello, los pezones de sus tetas, su vientre y volvió a besar el clítoris. Luisa le echó la mano a la nuca y levantó la pelvis con la idea de correrse cómo una cerda, pero Yun no iba a dejar que se corriera hasta que le saliera del coño. La tuvo sufriendo más de un cuarto de hora, ya que cuando sus gemidos le anunciaban que se iba a correr, paraba de lamer. Luisa acabó suplicando.

-Por favor, por favor, chinita, haz que me corra.

-Mi nombre no es chinita.

-Por favor, Yun, haz que me corra.

-Eso ya está mejor.

Le puso la mitad de la lengua sobre el clítoris y la otra mitad se la metió dentro de la vagina, Luisa frotando el coño contra ella, le dijo:

-¡Te voy a ahogar, te voy a ahogar, te voy a ahogar! ¡¡Te ahogo!!

Luisa se corrió. Su corrida fue larga, intensa y tan torrencial los jugos bajaban por la lengua de Yun y caían sobre la cama.

Yun tenía diecisiete años y era hija de chinos, pero nacida en España, su cabello era negro, liso y largo, era menuda, baja de estatura y sus tetas y su culo eran pequeños. Trabajaba de dependienta en la tienda de ropa que tenía Luisa, y el polvo que acababan de echar era el duodécimo que habían echado en la trastienda.

Luisa era una mujer gallega de 35 años, de estatura mediana, morena, fibrosa y con mucho de todo. Llevaba casada quince años con Roberto, un hombre moreno, del montón y mecánico de profesión que había aportado al matrimonio una hija de casi cuatro años que había tenido en su primer matrimonio, se llamaba Paquita.

Paquita tenía ahora 19 años, estaba casada con un treintañero llamado Manuel y tenían un niño de meses. Paquita también era fibrosa y tenía de todo cómo su madre.

Una noche que estaba cenando sentados a la mesa de la cocina, le dijo Roberto a Luisa:

-¿Qué quieres que hagamos el día de nuestro aniversario, Luisa?

-Lo que tú quieras.

-Como últimamente te veo poco animada al hacerlo... ¿Qué te parece si metemos a otra mujer en nuestra cama?

La sorpresa que se llevó Luisa fue mayúscula. ¿Sabría Roberto que estaba teniendo una aventura con Yun? Se puso a la defensiva.

-Tú lo que quieres es follar con otra.

-Tengo tanto derecho a follar con ella cómo tú. ¿O no?

Se habían confirmado sus sospechas.

-¡¿Quién te dijo que tengo una aventura con otra mujer?!

-No te hagas la sorprendida. ¿Está buena la asiática?

Se lo negó.

-Yo no tengo una aventura con Yun. ¿Cómo puedes pensar eso de mí?

-Me hablaron de una asiática, pero no sabía que era ella. Tu dependienta está de toma pan y moja. Comparte, mujer, comparte.

-Si creyeras de verdad lo que te dijeron me estarías llamando de puta para arriba.

-¿Por qué? Va a hacer quince años que repites el mismo plato, no te culpo por variar.

A Luisa se le encendió la luz roja.

-Eso quiere decir que tú también me engañas.

Lo de "también" se le escapó. Al confirmarle lo que le habían contado, le dijo:

-Somos de carne y hueso.

A Luisa la comían los demonios por dentro, pero guardó la compostura, y le preguntó:

-¿Me engañaste con muchas?

-Solo con una mujer.

Siguieron poniendo las cartas sobre la mesa, pero ocultándose cosas el uno y la otra.

Al día siguiente Roberto se fuera a trabajar. Paquita le estaba haciendo una visita a su madre. Hablaba con ella después de dejar al bebé durmiendo en la cama de la habitación que fuera suya. Hablaba con su madre mientras metían la ropa mojada en la secadora. Paquita se la daba de la cesta y Luisa la metía dentro.

-... Por eso creo que dejó de quererme, Hija.

-Lo tuyo es muy fuerte, mira que liarte con esa jovencita..., pero no creo que por eso dejase de quererte. Los hombres tienen fantasía cómo nosotras, y se ve que la de papá es verte con follando con Yun.

-No, lo que quiere es carne tierna.

-Aunque así fuera... A ver, mamá. ¿Qué hay de malo en un trío?

Le respondió con otra pregunta.

-¿Has hecho alguno?

-Hice uno.

A Luisa le costaba creer a su hija. Siempre fuera recatada, creyente y practicante. Le preguntó:

-¿Y eso con quién fue?

-Con tu amiga Asunción.

-¡Qué puta es la cabrona! ¿Cuándo lo hiciste?

-Estando embarazada de siete meses. Manuel tenía miedo a hacerme daño e hice un trío con Asunción y con su sobrina Marta.

-¿Te gustó?

-Me corrí tres veces. ¿Harás ese trío con papá y tu dependiente?

-Es tentador, pero no lo haré.

Paquita no entendía porque su madre no hacía el trío.

-¿Por qué no?

-Porque tu padre podría notar que me gusta más Yun que él.

Dos días después Luisa volvió de la tienda a casa antes de tiempo. La puerta de la casa estaba abierta, por eso no hizo ruido al entrar. Iba a cambiarse de ropa a la habitación cuando oyó a su marido decir:

-Me encanta la leche de tus tetas, hija.

-Eres un vicioso, papá.

-Es que tu leche está tan rica...

A Luisa le cambió el color de la cara de rosado a blanco. No supo qué hacer. Si entra se iba a armar la mundial. Se serenó. La puerta de la habitación estaba entreabierta y echó una ojeada. Vio que estaban sentados en el borde de la cama de matrimonio. Su marido estaba vestido y su hija tenía la blusa abierta y las tetas al aire. Roberto mamaba la teta izquierda y Paquita gozaba de la mamada con los ojos cerrados... Luego vio cómo su marido dejaba de mamar, cómo besaba a su hija y cómo la leche les salía por la comisura de los labios. Al sentir un cosquilleo en el coño dejó de mirar, no quería excitarse viendo a su marido follar con su hija, pero era demasiado curiosa cómo para aguantar la tentación. Volvió a mirar y vio que su hija se había echado sobre la cama y que Roberto había sacado la polla y la estaba metiendo entre las grandes tetas, unas tetas cómo las suyas, con areolas rosadas y pezones grandes. Paquita las apretaba con las dos manos hasta que le cogió la polla, apretó una teta y se la mojó con leche, después la llevó a la boca y se la mamó. A continuación hizo lo mismo con la otra teta, luego se quitó la falda y las bragas. Vio cómo Roberto se lanzó a por el coño de su hija y cómo se lo devoró hasta que Paquita llenándole la boca de jugos, le dijo:

-¡Me corro, papá!

Luisa ya tenía las bragas encharcadas y se moría por masturbarse y correrse. Al acabar de correrse Paquita, Roberto la penetró. En cuestión de segundos sacó la polla pringada de jugos, se la puso en la boca y Paquita se tragó la leche de una copiosa corrida. Luisa viendo cómo su hija mamaba la polla de su marido no pudo más. Se fue a su dormitorio, se apoyó con la espalda a la pared, metió una mano dentro de las bragas, dos dedos dentro del coño, imaginó que Paquita se corría en su boca, que a su coño llegaba la leche de sus tetas y se corrió cómo una golfa.

Después de correrse Luisa se fue al supermercado a comprar para hacer tiempo. Al volver aún estaba su hija en casa, pero ahora estaba tomado un café y unas pastas con su padre. Tomaban el café solo. Luisa dijo para sus adentros: "De leche ya os hartasteis, cabrones." Tomó un café y unas pastas con su hija y con su marido... En fin, se comportó cómo si no hubiera visto nada.

Dos días antes de su aniversario le pidió a su yerno que la llevase de compras a Vigo a El Corte Inglés. En el viaje iba a vengarse.

Luisa iba sentada en el asiento del copiloto de una furgoneta Opel Combo. Llevaba puesta una blusa y una falda marrón que le daba por debajo de las rodillas. Con las piernas estiradas fue subiendo la falda poco a poco y con disimulo hasta que la falda se convirtió en una mini falda que mostraba parte de sus muslos blancos y unas ligas negras sujetando unas medias grises que cubrían sus generosos muslos. Abanicándose con su mano derecha, le dijo:

-Hace calor, ¿verdad, Manuel?

Manuel, que era moreno, alto y guapote. le miró para los muslos y le respondió:

-Sí, y me acabo de calentar.

Luisa desabotonó los tres botones superiores de la blusa. Manuel vio el canalillo en medio de un sujetador de color blanco que a duras penas sujetaba sus tremendas tetas.

-Me la puso dura, suegra.

-A ver si es verdad.

Luisa estiró la mano, la puso encima del paquete. Notó que la polla se le había puesto tiesa, y le dijo:

-Hace falta poco para empalmarte.

Manuel miró para sus piernas y para sus tetas.

-Eso es mucho, Luisa.

Luisa ya se embaló.

-Saca la polla y déjame ver cómo es.

Manuel sacó la polla y su suegra vio un cipote largo, gordo y descapullado.

-Eso tiene que llenar el coño de cualquier mujer.

Le echó la mano al cipote, abarcó lo que pudo, apretó y comenzó a mover la mano de arriba a abajo y de abajo a arriba al tiempo que acababa de subir la falda, apartaba las bragas blancas para un lado y metía dos dedos dentro del coño. Durante unos diez kilómetros, o lo que es lo mismo, durante seis minutos lo masturbó y se masturbó. Paró cuando le dijo:

-¡Para, para qué voy a poner perdido el pantalón!

Luisa paró, se echó de lado y sin dejar de darse dedo se la mamó. Manuel se corrió en la boca de su suegra. Luisa no permitió que se le manchase el pantalón. Al acabar de tragar le dijo:

-Aparca a un lado y corresponde.

Manuel paró la furgoneta a un lado de la carretera. Se metió entre sus piernas y le quitó las bragas. Lamió su coño encharcado de jugos, los saboreó y después lamió de abajo a arriba cómo si no hubiese mañana hasta que su suegra le dio en la boca una corrida grande cómo un mundo.

Luego se pusieron en marcha. Hicieron las compras en el Corte Ingles y en medio del camino de vuelta a casa, cuando ya había anochecido, le dijo Manuel:

-¿Acabamos lo que empezamos antes, Luisa?

-Ya era hora de que te decidieras. Me muero de ganas por tener tu tranca dentro de mi coño.

Aparcó la furgoneta a un lado de la carretera. Se fueron a la parte de atrás. Luisa se denudó en plis plas y Manuel en un plas plis. No hubo besos ni mariconadas, bueno las mariconadas vinieron después. Luisa se puso a cuatro patas, Manuel le metió el glande del duro cipote. Luisa había parido y follado lo suyo, pero le había entrado tan justo que su coño parecía virgen. Manuel al principio la folló con suavidad. Al rato ya entraba y salía engrasado y Luisa gemía de placer. Cuando los gemidos le dijeron que la tenía a punto la cogió por las tetas y magreándoselas le dio a reventar, le dio a romper. El culo de Manuel, follando, parecía el de un conejo, solo que el conejo cuando se corre cae hacia atrás y fastidia la espalda y Luisa corriéndose cayó de bruces y aplastó las tetas contra el fondo de la furgoneta. Corriéndose y jadeando cerró las piernas. Manuel paró de darle caña. Cuando Luisa acabó de correrse apoyó las manos en el fondo de la furgoneta para levantarse. Manuel le puso una mano en el cuello, le aplastó la cabeza contra el fondo del coche y la volvió a follar a toda hostia hasta que se volvió a correr.

Luisa ya no se movió ni cuando la nalgueó. Estaba demasiado cansada, y más que iba a estar, ya que de nuevo le dio a romper. Cuando ya los gemidos de Luisa volvían a ser de pre orgasmo le dio la vuelta, metió la cabeza entre sus piernas y le comió el coño encharcado de jugos hasta que se corrió en su boca.

Luisa ya no quería follar más, pero Manuel no se había corrido y veía venir que se la iba a meter de nuevo, pero no fue así. Manuel le abrió el coño con dos dedos y le besó un labio vaginal, después le besó el otro, lamió uno, lamió el otro, lamió los dos y después le metió la lengua en la vagina para aprovechar los últimos jugos de la corrida y le dijo:

-¡Que rica estás, Luisa!

Luego le levantó ligeramente el culo y le lamió periné y ojete, hizo giros con la lengua en su entrada... Luisa flexionó las rodillas, se abrió de piernas y levantó el culo para que su yerno pudiese disfrutar de su ojete, y lo disfrutó, se lo lamió y se lo folló con la lengua, con un dedo, con dos, con tres... Llegó un momento en que Luisa estaba tan caliente que le dijo:

-Métemela en el culo.

-Métela tú que si te la meto yo caliente cómo estoy te reviento el culo.

Manuel la levantó cogiéndola por la cintura, Luisa cogió el cipote y lo puso en la entrada del ojete. Se echó hacia delante y le entró la punta. Quiso meter más echándose hacia delante, pero el cipote no entraba. Desesperada, le dijo:

-¡Empuja, coño!

Manuel empujó y entró el glande. El culo había cedido. La levantó cogiéndola por la espalda. Luisa rodeó su cuello con sus brazos, le metió la lengua en la boca, y empujando con su culo fue metiendo el cipote hasta el fondo. Manuel se echó hacia atrás. Luisa, con toda el cipote dentro del culo, lo folló lentamente... A veces lo besaba, otras le daba las tetas a mamar. Dándole las tetas a mamar sintió cómo Manuel se corría dentro de su culo. Luisa lo siguió follando... Sintió cómo se le bajaba el cipote y cómo se le volvía a poner duro. Estaba gozando cómo una demente, tanto gozaba que tres veces llegó a sentir que se iba a correr, pero las tres veces se le fue el hormigueó. A la cuarta sacó la polla del culo, la metió en el coño y lo folló cómo lo había follado él a ella, a romper, a reventar. A punto de correrse de nuevo sintió cómo su yerno se corría dentro de su coño. Le dijo:

-¡Que me dejas preñada, cabrón!

Quiso quitarse de encima, pero comenzó a correrse ella y la cosa cambió. Se clavó el cipote hasta el fondo del coño y dijo:

-Qué sea lo que el diablo quiera.

Tres días antes del aniversario de Luisa y Roberto, Paquita fue a casa de su madre a llevarle el regalo, ya que se iban de vacaciones y ese día no iban a estar. Luisa le abrió la puerta de casa vestida solo con una bata de casa azul. Fueron a la sala de estar y allí se lo dio:

-Mi regalo de aniversario.

Luisa se sentó en un sofá, abrió el regalo, sonrió y le dijo:

-Viene bien para una necesidad.

-Sí que viene, el succionador de clítoris te garantiza el orgasmo.

-¿Tienes uno?

-Tengo.

-¿Y tu marido lo sabe?

-No, no está al día de mis juguetes sexuales.

-¿Es qué tienes más?

-Sí, un consolador anal y un par de vibradores.

Luisa si no se lo dice revienta.

-¿Y teniendo un marido y todo ese arsenal hacía falta que follaras con tu padre?

Paquita se quedó a cuadros, pero era aún más perra vieja que su madre.

-Fue por tu culpa.

-Tienes un morro que te lo pisas, mentirosa.

-No miento. Todo empezó un día que estabas desnuda sobre la cama de tu habitación haciendo una paja, yo te estaba espiado y me hacía otra. Tenía las bragas a la altura de las rodillas y estaba muy mojada cuando llegó mi padre. Vio lo que estaba haciendo, vio lo que estabas haciendo tú, me tapó la boca con una mano, me levantó la falda con la otra y mirando cómo te masturbabas por el resquicio que dejaba la puerta abierta me clavó la polla en el coño y me folló hasta que nos corrimos los dos, yo en su polla y él en mis nalgas.

-¡Qué cabrón!

-No es un cabrón, yo lo quiero mucho.

-¿Es que no te das de cuenta que una hija y un padre no pueden follar?

-No deben follar, pero por poder, pueden. ¿Quieres que te aprenda a usar el succionador de clítoris?

Luisa la pilló a vuelo.

-El succionador... ¿No querrás follar conmigo?

-Quiero, llevo tiempo queriendo follar contigo.

Luisa no se anduvo con medias tintas, le dijo:

-Haberlo dicho antes.

Paquita se levantó del sillón, se puso detrás de su madre, le echó las manos a las tetas y magreándolas le dijo al oído:

-Te voy a hacer correr cómo una cerda.

-¿Con el succionador?

-Ese es para tus momentos de necesidad.

Paquita le mordió el lóbulo de una oreja, le besó el cuello, le giró la cara y le dio un pico, le paso la lengua entre los labios. Luisa tenía más ganas de follar que Paquita, ya que abrió la boca, sacó la lengua y la frotó con la de su hija. Al acabar de besarse le dijo Paquita:

-Me sorprendiste al decirme que sabías lo mío con mi padre y ahora me sorprendes aún más dejándote con tanta facilidad.

-Hay un motivo para eso.

Luisa le cogió la mano y se la metió dentro de sus bragas.

-Estás empapada.

-Interrumpiste algo.

-¿Te estabas haciendo una paja?

-Ya descubrirás que era.

Luego de quitarle Paquita la mano del coño, Luisa se levantó y la desnudó. De pie, le volvió a comer la boca. Al chuparle las tetas y llenársele la boca de leche se puso perra, pero perra, perra, tanto que por el interior de su mulos bajaron diminutos riachuelos de jugos. Le dijo:

-Tus tetas están deliciosas, hija.

-Pues mi coño aún sabe mejor.

Luisa se agachó y le lamió el coño.

-Sí que está sabroso, sí.

-Me muero por comer el tuyo, mamá.

Al rato estaban desnudas y ávidas de acción. Luisa le dijo a su hija:

-Cierra los ojos que tengo una sorpresa para ti.

Paquita cerró los ojos. Los abrió al sentir una lengua en el culo y una boca en una teta. Delante de ella vio desnuda a Yun mamándole la teta derecha, detrás tenía a su madre lamiéndole el culo. Ahora sabía por qué Luisa tenía el coño empapado.

-¡Estabais follando, viciosas!

Luisa le dijo:

-¡Premio para la señora!

Yun cuando se hartó de tragar leche de las tetas bajó a su coño.

Poco después, Paquita, con una lengua lamiendo su coño y la otra lamiendo su culo, les dijo:

-Me voy a correr, me voy a correr, me voy a correr.

Luisa le metió el dedo medio dentro del culo y Yun el medio y el índice dentro de la vagina, la follaron y Paquita explotó.

-¡¡Me viene!!

Yun viendo los jugos de la corrida bajando por sus dedos y por la palma de su mano se puso tan cachonda que se tocó el clítoris media docena de veces y se corrió cómo una bendita. Sus corridas dejaron dos charquitos de jugos en la alfombra.

Yun y Paquita al acabar de correrse se besaron. Luisa le dijo a Yun:

-Póntelo, chinita.

Yun fue a la habitación de matrimonio y volvió con un arnés con una polla de tamaño mediano. Luisa se inclinó y se puso el coño en posición. La chinita poniéndose detrás de ella, engrasó la polla con saliva y le preguntó:

-¿Culo o coño, jefa?

-Coño, chinita, coño.

Yun le echó las manos a las tetas y se la clavó hasta el fondo del coño de un chupinazo. Paquita se agachó y le lamió el clítoris. Si Paquita había durado poco, Luisa duró poco más, ya que no tardó en decir:

-¡Me corro, zorras, me corro!

Al acabar de correrse lo dejaron, ya que no tardaría en llegar Roberto. Así fue, llegó a los diez minutos de marcharse Yun y Paquita.

Esa noche, cenando, le preguntó Roberto a su mujer:

-¿Haremos ese trío con Yun?

Luisa era retorcida cómo ella sola. Le respondió:

-Mira, Roberto, no soy tan depravada cómo tú. Yo no hago tríos, si quieres hacer uno búscate a dos mujeres.

A Roberto le gustó la idea.

-¡¿No te importaría?!

-Hombre, mejor me gustaría que lo hicieras con dos hombres.

-¿Para?

-Para que te rompan el culo.

Quique