Me enamoré del papá de mi alumna 2
Maestr@ de primaria continua su aventura con el papá casado de su alumna. ¿Sospechará el papá que esta acostándose con una transexual?
Después de aquella noche de aventura con el papá de mi alumna, quedé sin verlo por un tiempo. No hubo juntas con padres ni madres de familia en mi escuela, ni más eventos, así que ya no vi al guapo papá por ningún lado. Como quiera, aunque lo haya visto no me hubiera reconocido vestida de hombre.
Al pasar de las semanas, mi tratamiento hormonal empezó a surtir un efecto poco usual. Después de varios años de hormonas y poco crecimiento de mis pechos, éstos se potencializaron. De pasar de una copa A pasé a C, en casi abrir y cerrar de ojos. Mis caderas, muslos ya habían alcanzado su máximo potencial y mi cinturita seguía pequeña, gracias al régimen de alimentación y ejercicio que seguía además de las hormonas, y claro, el no tener testículos, ayudaba mucho.
Esto, por lo tanto hizo ya imposible que me ocultara como hombre en la escuela, ya mi cuerpo era demasiado obvio, así que tuve que renunciar y quedar desempleada. Por un lado, estuvo bien, porque ya no aguantaba fingir de hombre, así que a partir que renuncié viví ya al 100 como mujer. Me deje el pelo largo y de mi color natural castaño.
Para tener un ingreso mientras conseguía trabajo formal como mujer me publiqué en un página de Internet para dar asesorías escolares a domicilio. Comencé por las tardes con alguno que otro alumno, y empecé a juntar algo de dinero para mis gastos. Un día me mandaron un mensaje para ir a apoyo escolar, llegué a la casa, y para mi sorpresa me recibió la mamá de mi ex alumna, al principio creo no me reconoció, puesto que en la fiesta que nos conocimos andaba yo muy arreglada y con otras dimensiones corporales. Ahora, andaba yo más seria, vestida de falda a las rodillas, zapatos de tacón ejecutivo, blusa blanca y saco sastre. Además usaba el pelo recogido, que ya lo traía algo largo, y lentes.
El apoyo era para uno de los primos de mi alumna, que se quedaban en la casa por las tardes. Me dio gustó ver rostros familiares, y también sentí un alivio que el papá de familia no estaba cuando yo iba. Debo confesar que mi sentimiento era entre alivio y enojo, puesto que por un lado yo quería verlo de nuevo, pero por otro lado sabía que no iba a resultar nada bueno de esa relación. Puesto, que principalmente y tristemente para mí él es casado.
Un día fui a dar mis asesorías como cada miércoles en la tarde. Tenía ya varias sesiones asistiendo al hogar, sin problemas ni contratiempos. De hecho, como el trato era solo con la mamá, empecé a vestir más relajada sin tanto formalismo. Así que ese día me fui vestida de pantalón jeans blancos ajustados, una tanguita blanca de encaje, una blusa manga larga de cuadros, un poco escotada que dejaba ver un poco mi brassier blanco, también de encaje, y unas sandalias. Pelo suelto, aretes grandes, maquillaje natural, y con una cruz en medio de mi pecho.
Llegué a la casa y toqué el timbre, la puerta de la calle de abrió y me dirigí a la puerta de la casa. Abrí y me metí como de costumbre. Al llegar a la sala, vi que no había nadie, esperé unos minutos y me dirigí a la cocina a buscar a la gente. No había nadie. De repente, escuché una voz de hombre del piso de arriba que decía, "amor, ¿ya llegaste?". No respondí nada. Regresé a la sala y me topé con él. Igual que antes, alto, de barba, ojos cafés, hombros anchos, vestía unos shorts de mezclilla azul, y una playera sin mangas. Nos quedamos viendo el uno al otro sin decir nada por unos instantes. Luego, finalmente me dijo "perdón, creí que eras mi esposa, pero tú eres quién viene a dar a asesorías, ¿verdad?" y continuó diciendo, "creo que a mi esposa se le olvidó decirte que tuvo que salir. ¿Cuánto es que te paga?" Y en eso sonó su teléfono móvil, de inmediato lo leyó y me comentó: "mi esposa dice que no llegará sino hasta ya tarde en la noche. De nuevo disculpas por hacerte venir, ¿quieres tomar algo?" En eso se dirigió a la cocina invitándome a acompañarlo.
En lo que llegamos a su cocina, tomó un vaso para servirme agua y volvió a sonar su teléfono, pero lo había dejado en la sala. Se disculpó diciendo que en un regresaba. En esos momentos, no sabía que pensar. Tenía una mezcla de sentimientos encontrados. Dude por un tiempo si se acordaba de mí o si estaba fingiendo. Eso sí, ambos estábamos muy nerviosos.
En lo que él se fue, yo tomé el vaso que dejó para servirme agua, quedé de espaldas a la puerta que daba a la sala. Mientras me servía un poco de agua agua, en un instante sentí unas manos en mi abdomen, y una respiración en mi cuello. Éstas manos se metieron debajo de mi blusa y subieron poco a poco hasta mis ya grandes pechos, tocando la cruz que traía colgando. A la vez que sentí mordidas en mi nuca y cuello que no dejaban de prenderse en mi piel.
Yo solo cerré los ojos y dejé que el condujera. Me deshizo como barro en sus manos. Sus manos no se despegaban de mi piel, su boca y lengua no dejaba de humedecer cada centímetro de mi piel. Me desabrochó el brassier antes de quitarme la blusa, dejándolos libres a la gravedad y a sus manos traviesas.
Me volteó de frente a él, me desabotonó lentamente mi blusa de cuadros, acompañado cada botón de un beso y leves mordidas que recorrían de abajo a arriba poco a poco, pasó por mi ombligo, beso mis costillas, paseó lentamente por en medio de mis desnudos pechos, llegando a mi cuello, barbilla y planteándose en mis labios. Me quitó finalmente mi blusa y mi ya suelto brassier, dejándome con el torso desnudo frente a este varón que no paraba de admirar mi cuerpo.
Nos besamos mucho, mucho, mucho. Como si no nos importara el tiempo, o mejor dicho, como si no hubiera tiempo. Juntando nuestros labios me encendió de gran forma. Quería más y más de él, lo quería todo, y no me importaba nada en absoluto. Solo mi deseo me conducía a él, me atraía a él, necesitaba de él.
Me tomó en sus brazos y me hizo acostar sobre la barra de la cocina. La barra que en otros lados le llaman buffetera. Ahí se quitó el la camiseta que vestía, se acostó sobre mí y ahora yo comencé a besarlo, sus pectorales, sus robustos hombros, su cuello.
Luego, pasamos a lo inevitable. De un momento a otro desabrochó mis jeans blancos y de un movimiento me los quitó, mientras yo me deslizaba las sandalias fuera de mis pies. Me dejó solo con mi tanguita, mis anchas y redondas nalgas apretadas contra la fría barra de la cocina, y sus ojos de deseo sobre mí.
Comenzó con mis pies. Los beso y los mordió, luego con mis pantorrillas y la parte de al lado de mis rodillas. Se abrió paso, jalando mi cuerpo hacia él y poniendo su cabeza entre ambas rodillas mías. Yo solamente tenía mis manos agarrando con fuerza los bordes de la barra. Cerrados mis ojos y dejándome amar más y más.
Me besó muy suavemente los muslos y fue bajando lentamente a mi entrepierna. Con cada beso y caricia subía a un grado mi temperatura corporal. Me cuerpo solo deseaba más y más de él. Llego el punto en que llego a mi falsa vagina. Esta falsa vagina estaba formada con un adaptador que conseguí, es como un gancho del cual se forman un tipo labios con la piel del escroto, funciona solo si no tienes testículos y no se puede penetrar. Siempre lo traigo puesto, y mi pequeño pene queda muy escondido. Al llegar a esa zona íntima, me besó, para empezar sobre mi tanguita, luego la hizo a un lado con la lengua y empezó a jugar con mis falsos labios. Dado a que no tengo en mi cuerpo hormonas masculinas es imposible que tenga una erección, pero de haber podido esos movimientos suaves y deliciosos me hubieran puesto súper dura y grande. Aquél hombre, aquella lengua, esos dientes hacían un trabajo de maravilla. Sentía los pelos de la barba haciendo locuras en mis partes. Se veía y sentía que era un experto. Me sacaba gemidos y gritos de placer inigualable. Me dejó toda mojada por fuera, jugando con se lengua a diferentes velocidades mientras que sus manos acariciaban mis pechos, caderas y cuerpo. Este era un placer sin control.
Antes de que me quitara la tanga, le dije que ahora era mi turno de comer. Así que acostadita aún yo boca arriba, se puso al lado mío, se quito lo que traía puesto y me dio a comer de su plátano macho sobre la barra de la cocina. Me la metí toda de un solo movimiento que me hizo ahogarme, y así la tuve toda mi en boca, dejándola toda dentro de mi boca y luego sacándola. Después, tomé con mi mano su ancha cosota para solo chupar la puntita, como si fuera una paleta, mientras la maseajeaba con mi mano. Él solo se deleitaba en lo que le hacía, además de ver como mi pechos se movían, yo gemía y mi otra mano hacía masaje en mi falso clítoris.
Llegado el momento, me baje de la barra que ya no estaba tan fría, me quité la tanguita, y con mis dos manos abrí mis grandes nalgas para hacerle ver mi apretado anito. Este hombre se emocionó mucho. Bastante diría yo, que se hincó y ahora se comió para morir mi pequeño orificio. Volvió a producir en mí sensaciones que nunca había imaginado sentir, su calientita lengua en mi anito, sus manos abriendo espacio en mis nalgas, sentí como se hundía y hundía dentro de mí y me ponía a mil y a diez mil por hora. Ya no lo resistía más, pero no dejaba de besarme y chuparme mi anito, como si se comiera un melón o un mango, cada vez más jugoso y con gran intensidad. Le pedía que ya me hiciera suya, pero se negaba y me metía más la lengua, le pedía otra vez y me "castigaba más" haciéndolo con más intensidad. Le decía, que ya no aguantaba más, que ya, ya lo hiciera en mí. Se negaba una y otra vez en medio de mil gemidos y gritos míos a punto de reventar.
Finalmente me hizo poner en cuatro en el piso de la cocina, y delicadamente puso su punta dentro de ya jugoso anito. Le pedí que ya no jugara más y que me hiciera suya ya, se lo rogué e imploré. Tomo con sus manos mi cintura, y de un movimiento la dejó entrar toda, causándome mucho dolor y placer, sentí como si me hubiera perforado mis intestinos, al no estar bien lubricada por dentro. La volvió a sacar toda y la volvió a meter a una sola. Clavó con movimientos que hacían sufrir de dolor y gemir de placer varias veces. Primero la sacaba toda, luego de un movimiento la dejaba venir dentro de mí. Después de unos minutos de jugar así, comenzó a montarme con rapidez y mucha fuerza, clavándose rápido y más rápido, mientras yo lloraba de dolor pero pedía más y más.
En unos segundos tomó su máxima fuerza, haciéndolo súper duro y rico, y también provocando en el inter que yo tuviera una pequeña eyaculación de líquido transparente, después que salió mi líquido calientito sentí una mega explosión dentro de mí, muy caliente que sentí que recorrió hasta lo más recóndito de mi interior. Se zafó de mí y se levantó, mientras me dejó con un anito latiendo de tanto moviendo y sacando su lechita en pulsaciones.
Me ayudó a limpiarme con unas toallitas y papel de baño, y también se aseó él. Me invitó a bañarme con él, pero rehusé y le dije que para la próxima. Me cambié y medio peiné y arreglé. Lista ya para irme, nos dimos un fuerte, cariñoso y dulce beso. Me dio una nalgada y me dijo que ya tenía mi teléfono para encontrarme y que no me iba a escapar ya de él jamás.
Lo volví a besar y me fui.