Me enamoré de una prostituta 7
Quiero que te acuestes conmigo, quiero que me hagas otra vez el amor tomando el rostro de Verónica entre sus manos y rozándolo contra el suyo quiero que me hagas tuya otra vez. continuación del relato de ME ENAMORE DE UNA PROSTITUTA 6
Quería darte las gracias por lo que has hecho por mí – la situación de Verónica para ese entonces no era la mejor, estaba ante la mujer que ella había humillado y doblegado, estaba ante la mujer que la había hecho por primera vez ¨sentir¨.
No te preocupes – Dijo Sara mientras le daba la espalda a Verónica sirviéndose un trago de Whisky- era solo negocios – mirando fijamente a Verónica mientras levantaba su copa haciendo el ademan de brindar – solo fueron negocios Andrea – recordándole a Verónica quien era y a donde pertenecía, desgarrando de su corazón algún vestigio de dulzura – A perdón Doctora Cristo- posando sus manos en su boca en señal de preocupación mientras rodeada en zigzag casi sin sostenerse a Verónica en camino a la salida de su oficina.
La felicidad involuntaria y voluble de Sara colmaba los 3 grados de alcohol, era la primera vez que ésta se dejaba ver así en un lugar público y en frente de sus empleados, no entendía bien por qué lo hacía, sí por el triunfo ante los estrados o por la eventualidad de que sería la última vez que tendría cerca de Verónica, pero sí había una sola cosa clara, a Sara el arquetipo ¨de solo negocios¨ no le había quedado claro, vivía en los negocios, vivía de ellos, y lo que había vivido esa noche con Verónica ni se acercaba a la idea de negocios que ella tenía, definitivamente Verónica no era un negocio para ella, era un sentimiento.
Yo creo que Sara ya está muy tomada, ¿no crees Camila? – le decía Sara a Camilo, durante el juicio Sara y Camila se habían conocido y había surgido entre ellas una empatía poco común, en pocas palabras se llevaban bien.
Si Verónica, pero ve y dile algo a ver si a alguien le hace caso - dijo Camila dirigiéndose a ésta - Sara es la mujer más testadura que conozco, no escucha a nadie y nadie hasta ahora he visto que pueda acceder a ella, déjala quieta ella sabe controlarse.
Verónica no podría conocer mucho de Sara pero de lo poco que podía conocer de ella, no iba permitir que nada le pasara, y no la iba a dejar sola, no esa noche.
Te encargas de Sara – Preguntaba Camila mientras tenía sus manos entrelazadas en las de Lorena.
Si no te preocupes – Indicó mientras veía a Verónica como seguía tomando.
Me la cuidas – acercándose Camila a Verónica para despedirse – pero esta vez, sí me la cuidas.
Sí, no te preocupes.
La noche, el alcohol y los asistentes ya llegaban al ocaso, solo quedaban Adriana, Felipe, otros abogados, Sara y Verónica.
Vamos Sara ya esta tarde – Decía Verónica tomando a Sara por el brazo – ven te llevo a tu casa.
Tú me sueltas – soltándose bruscamente de los brazos de Verónica – escúchame putita – Acercándose Verónica a Sara muy cerca - tu a mí no me vuelves a tocar en TU VIDA, me entendiste y yo contigo no voy a ningún lugar - el desprecio expelido en cada de una de las palabras de Sara eran casi esperadas por Verónica, tenerla tan cerca y no poder cuidar de ella le dolía más que sus palabras.
Felipe llévame tú – Dijo Sara calmándose un poco mientras intentaba sentarse.
Felipe va a llevar a Adriana y otras personas – la increpo Verónica a Sara– y tú, te vas conmigo – tomándola nuevamente del brazo sacándola de la oficina y llevándola a la camioneta de Sara.
Casi como Verónica había subido a Sara a la camioneta esta se había quedado dormida, su belleza era tal que Verónica no podía dejar de verla y admirarla, la había tenido y de una forma que quizás ninguna de las dos había experimentado, Sara la odiaba era un hecho y ante eso Verónica no podía hacer nada, no tenía forma ni argumento de hacerle pensar a Sara lo contrario, solo podía, por esta noche de verano, ser su sueño.
Cuantas veces tengo que decirte que no me toques - Sara intentaba alejar lo más posible de ella a Verónica, no habían entrado al ascensor y Sara no contenía tener cerca de Verónica.
Tengo que cogerte no ves cómo estas de tomada, te puedes hacer daño.
¡Ay! no esto ya es la tapa Sarita – Sara gritaba mientras subía en el ascensor – ahora cuidas de mí, que no me pase nada, que no me haga daño, no me hagas reír por favor Verónica, porque no pensaste en mí y en el daño que me hiciste cuando… - Sara tenía casi arrincona a Verónica contra una esquina del ascensor, ambas respiraciones estaban al mismo compas, estaban muy cerca y las palabras de Sara iban directo al corazón.
¿Cuándo qué? Sara – dijo Verónica sin moverse del lugar donde Sara la tenía arrinconada – no pensé en ti cuando ¿qué? Sara dime – Rozando con sus labios los de Sara ante la fuerza de sus palabras.
Cuando nada, Verónica – respondió Sara mientras salía del ascensor - Que quieres tomar – preguntaba Sara mientras se dirija al bar topándose con lo que se encontrara en el camino.
Yo creo que es mejor que no tomes más, ya has tomado bastante – tomando Verónica una botella de whisky del cual Sara había servido un trago.
NADIE, escúchame, me dice a mí lo que tengo que hacer y mucho menos tú…si quieres tomar conmigo sírvete uno.
Después de casi medio botella de whisky, mil insultos y cinco mil desplantes hacia Sara, Verónica estaba acompañando a Sara a su habitación, los recuerdos estaban ahí, intactos como aquella vez, quería y deseaba que se volvieran a repetir unas mil veces más.
Quiero que hagas algo por mi Verónica – le dijo Sara a Verónica mientras ésta le ayudada a acercarse a la casa.
Sí claro dime Sara – decía Verónica mientras le quitaba los tacones a Sara que estaba ya sentada en la cama.
Quiero que te acuestes conmigo, quiero que me hagas otra vez el amor – tomando el rostro de Verónica entre sus manos y rozándolo contra el suyo– quiero que me hagas tuya otra vez.
Sara yo – Verónica no sabía qué hacer ni que decir, le encantaría volver a tener a Sara, pero no en esta situación, quería tenerla, pero completa y
¡Que! Verónica quiero que me hagas el amor – las caricias de Sara hacia Verónica aumentaban, Sara le tenía las manos de Verónica en su pecho mientras besaba su cuello.
Sara…NO… NO…. Sara - decía Verónica mientras trataba de zafarse de los brazos de Sara – SARA ¡QUE NO!- Grito Verónica apartando a Sara de su cuerpo.
¡Porque¡ Verónica por qué …por qué no quieres estar conmigo, es por el dinero - dijo Sara sacando de su mesa de noche un fajo de dinero tirándoselos a Verónica en la cara – Te pago, puta entonces, te pago para que te acuestes conmigo, como ya lo hiciste una vez, vuelve hacerlo Verónica acuéstate conmigo, ahí tiene tu dinero y te pago demás para que te quedes conmigo y sí necesitas más te doy – los palabras de Sara lastimaban a Verónica, no quería a esa Sara, no quería a esa mujer.
Verónica no respondió nada, solo veía a Sara sin decir nada, mientras ésta se acomodaba en su cama y se quedaba dormida.
Sara no había podido dormir, sabía que lo merecía, merecía esas palabras y en algunas ocasiones se la habían dicho, gritado, susurrado, burlado pero nunca le habían dolido como aquella vez, no quería dormir pero termino por vencerla el sueño, nuevamente se quedaba en la casa de Sara Simnos pero esta vez no estaría al lado de ella.
7:00 A.M.
La cabeza a Sara le daba mil vueltas, hacía años que no tomaba de la forma como lo había hecho, como había llegado a su casa, quien la había traído, tenía unos cuantos vacíos en su cabeza, cuando de repente escucho ruidos en el primer piso, ¿había ido con alguien?, ¿había alguien con ella? , miro a su alrededor y no vio ropa de nadie ni vestigios en su cuerpo de haber estado con alguien, había amanecido sola en su cama.
Te hice desayuno – dijo Verónica a Sara mientras ésta bajaba por las escaleras de su apartamento.
No desayuno con mis clientes – respondió irónicamente Sara, recordando las palabras de Verónica aquella vez en ese mismo lugar.
Verónica había entendido perfectamente el mensaje y la indirecta, pero era una mujer muy fuerte y no permitiría que nadie le hiciera daño – ¿Si? Pues técnicamente te informo, que ya no soy tu cliente.
Aparte no sabes que me gusta de desayuno - Decía Sara mientras se acercaba a la cocina.
¡Es verdad!, pero un desayuno para el Guayabo es igual aquí y en cualquier lugar, así que por favor siéntate para que comas algo - tomando Verónica en sus manos la sopa para dejársela en la mesa a Sara.
Mira come, tienes de todo un poco – señalándole todo lo que le había preparado- necesitas energía después de que tanto alcohol – la entrega de Verónica en ese momento conmovió a Sara, no sabía bien que había sucedió pero rogo a Dios que no hubiera dicho ni hecho nada que hubiera lastimado a Verónica.
Ahí está el chocolate y jugo de Zanahoria – decía Verónica mientras se colocaba su chaqueta y revisaba que todo estuviera en sus bolsillos – Yo me voy que tengo turno en el Hospital.
Como te vas a ir sin desayunar, no te vas a quedar a desayunar conmi… - por un momento Sara pensó que estaba exponiéndose nuevamente ante Verónica y dicha idea la aterraba - ¿No vas a desayunar?
Tengo turno, y no creo que tú quieras tenerme a mí como compañía en tu desayuno, yo creo que preferirías a cualquier otra persona, come – se despidió Verónica de Sara más secamente que cuando le hablaba Sara, Verónica quería volver a verla pero ya no tenía ninguna excusa.
Adiós SARA.
Adiós VERONICA
¿Cómo estás?, ¿Cómo amaneciste? – Preguntaba Camila mientras manejaba su carro con destino a la oficina.
Bien – Respondía Sara sin preocuparse mucho por cómo estaba – sabes si ayer paso algo entre Verónica y yo.
Entre Verónica y Tú, no pues nada que yo sepa ella solo se ofreció a llevarte a tu casa, ¿por qué? Pasó algo entre tú y ella que deba saber.
No, nada solo que ella estaba un poquito extraña ésta mañana, pero debió haber sido solo impresión mía.
¿Esta mañana? Se quedó contigo.
Sí, se quedó anoche – respondió Sara cortando de una sola vez la conversación – ¿Ya estás en la oficina?
¿Voy llegando y tú?
Igual voy llegando, hablamos ahora, chao – colgando el teléfono, Sara quería respuestas, igual las quería Verónica.
Buenos días, muchachos – Saludaba Sara a sus compañeros de trabajo, el día no era el mejor y ella tampoco, aunque el desayuno le había servido mucho, su cabeza estaba dándole vueltas - hola Felipe.
¿Hola doctora buenos días, como amaneció?
Como me ves, Felipe – quitándose las gafas de sol que tenía puesta y mostrándole una cara digna de un guayabo.
Pues doctora, no se ve tan mal.
¡Felipe! - Ante la mirada incredulidad de Sara.
Mejor voy a traerle un jugo de zanahoria y unas cositas que tiene que firmar.
Sara no entendía porque después de todo todavía pensaba en verónica, porque todavía la deseaba y le gustaría que todo lo que sucedió no hubiera sucedido, pensaba que hubiera pasado si la hubiera conocido en otras circunstancias, con otras personas; era un pensamiento egoísta, la realidad era que la había conocido así y punto, era ella quien no la aceptaba, no aceptaba que se había enamorado de una prostituta, que había sido aquella mujer que debía de revelarle que había un algo más que ella también podría sentir.
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¿Vas a doblar turno hoy también? – la preocupación en el rostro de Fernanda no era para menos, los últimos tres días verónica había pasado trabajado sin descanso y ella no le parecía que verónica se exigiera tanto.
Necesito estar ocupada y trabajar, ya solo tengo este trabajo y necesito pagar unas cosas que debo, lo de mi mamá y pagarle a Sara – sin quitar sus ojos de la bitácora de los pacientes.
Mira – quitándole la bitácora de las manos – es cierto que ahora solo tenemos este trabajo ahora, pero por favor mírate, eres una de las mejores médicos del hospital, el escandalo no daño para nada tu profesionalismo, los otros médicos y los estudiantes todavía que admiran, tú mama vive bien con lo que tiene, y no necesita más, que a ti, y en cuanto a Sara, Sara no te está cobrando, necesitas descansar Verónica, por favor.
Todo lo que decía Fernanda era cierto, a pesar de todo lo que se había descubierto de ella, el profesionalismo y entereza de Verónica no se había visto mayormente afectado, su mamá tenia recursos para subsistir y no necesitaba por ahora mucho de ella; Verónica lo único que estaba buscando era una excusa para mantener su mente ocupada y no pensar más en Sara; – Sí Fernanda entiendo lo que me dices y tu preocupación, pero ya ahora no puedo hacer nada me toca hacer el turno, más bien vamos y cenas conmigo no quiero comer sola.
¿Y has hablado con Verónica estos días? – preguntaba Fernanda mientras cenaban en la cafetería del hospital.
No – respondió Verónica con un reflejo de tristeza en el rostro que Fernanda logró entender – no desde el día de fallo, de la fiesta en su oficina, no he vuelto a saber nada de ella.
Y sí, la llamas, a ver como esta – indico Fernanda.
¿A quién? ¿A Verónica?, no Fernanda no hay ni esperanzas que yo haga eso, esa mujer me odia y lo último que quiere, créeme, es hablar conmigo o verme.
Tú eso no lo sabes, llámala.
Hace meses que Verónica no hablada ni sabía nada de Sara, aunque en varias oportunidades estuvo tentada a escribirle para invitarla a salir, o simplemente para saber como estaba, pero en esas mismas oportunidades ya habia decidió que era mejor dejarla ir y continuar con su vida, justo en el momento antes de conocerla.