Me enamoré de una mujer adictiva (parte II)

Todo aquello en lo que había creído era una ilusión... ¿o era ella la ilusión?

Cuando me desperté a la mañana siguiente ella ya no estaba allí. ¿Qué clase de chica era Mika? ¿Quién era? Me di cuenta de que no la conocía de nada, de que me había acostado con una mujer de la que solo sabía el nombre, a qué se dedicaba y su gran pasión.

Me levanté de la cama y fui a buscar mi movil, que había quedado olvidado en el baño. Tenía varias llamadas de Kaito, el batería del grupo en el que trabajaba. Él siempre se preocupaba por los demás y había prometido llamarle en cuanto aterrizase en España, pero entre el club y la noche de pasión con Mika se me había olvidado. Marqué el número y, al otro lado, Kaito me respondió preocupado.

-Creía que te había pasado algo.

-Si y no.

-Explícate.

-Tengo una buena noticia y una mala.

-¡Kai!

-Está bien, está bien... he encontrado a la guitarrista.

-Fantástico, ¿y la mala?

-Que o es un fantasma o decidió que era buena idea desaparecer antes de que me despertase.

-No te habrás acostado con ella -me callé-. ¡Kai!

-Esta vez es distinto.

-Siempre es distinto y siempre terminas por cagarla.

-Kaito, confía en mí, todo irá bien.

-¡No! Arregla esto, no sé cómo, pero arréglalo.

-¿Pretendes que vuelva al pasado?

-Esto no tiene gracia. Como no la traigas podemos despedirnos de Dark Angel para siempre.

Dicho esto colgó sin siquiera despedirse. Hay algo que tengo que aclararte, en realidad un par de cosas. La primera es que me enamoro con facilidad, pero tengo también la mala costumbre de cometer algún error; la segunda que no fui a Canarias por casualidad, fui para buscar a Mika, para llevármela a Japón; y la tercera es que Dark Angel es nuestro grupo, aunque creo que eso ya lo suponías. A Kaito le importa mucho.

Guardé el teléfono y salí de la habitación. Había pasado una noche tan confusa que esperaba estar en un hotel, pero al salir al pasillo supe que estaba en su casa, y podía oler con claridad tortitas recién hechas -he de decir que adoro los dulces-. Bajé las escaleras como si nada pasase, y llegué justo a tiempo para ver como terminaba de preparar el desayuno.

-Creí que tardarías más en despertarte.

-Y yo que me esperarías.

Mika se quedó en silencio y se sentó a comer, con un tazón de chocolate caliente delante de ella. Me sentí mal por decirle algo así, por haberle hecho daño sin darme cuenta, pero era algo mucho más que eso, estaba por encima de mi y no me di cuenta hasta que habló.

-¿Querías verme despertar? -asentí-. La próxima vez me haré la dormida.

-Mika, acabo de hablar con alguien.

-¿Y eso que tiene que ver conmigo?

-Quiere que te lleve a Japón para que entres a formar parte de Dark Angel.

No me había dado cuenta de que había empezado a tomar chocolate, pero del susto casi se traga todo de golpe.

-Kai -dijo cuando se recuperó-, ¿a qué has venido realmente?

-Vine buscando a una guitarrista legendaria, la mujer de los ojos de oro, vine a buscarte a ti.

-No.

-¿No quieres venir conmigo?

-No es eso, es que no puedo ir a un país donde a penas hablo el idioma y no sé escribirlo. Sería renunciar a toda mi carrera y eso es algo que no voy a hacer.

En ese momento me rendí porque di por sentado que nada de lo que dijese podría hacer que cambiase de opinión. No sabía ni cómo decirle a Kaito que si no lograba traerla sería yo quien me quedase en España.

-Kai, ¿tú me amas?

La pregunta me pilló de sorpresa.

-Sí -la miré a los ojos-. Ayer por la noche en el club... fue como si me imnotizases. Hay algo en ti que me atrae demasiado y no puedo dejar de preguntarme qué es.

Se abrazó a mi y yo acaricié sus cabellos suavemente. A pesar de tener el pelo destrozado por los tintes y los cortes, es terriblemente suave. Cerré los ojos y enredé mis dedos entre sus cabellos. De algún modo la misma sensación de la noche anterior volvió, y mis manos recorrieron sus muslos suavemente. Me abrió paso, y deslicé mis dedos hacía su sexo, metiendo uno, mientras otro jugaba a excitarla recorriendo sus labios suavemente. Estaba empapada, me deseaba, y yo la deseaba a ella.

Ni esperé a terminar de desayunar, me la llevé al salón y la desnudé lentamente. Si bien la noche anterior la deseaba tanto que casi la dejé desnuda de golpe, en esta ocasión disfruté viendo como su pijama se deslizaba por su piel de seda y sus senos quedaban al aire. Mordí sus pezones, tras lamerlos un poco, y ella gimió. Parecía ser un punto debil en ella, así que me esforcé en ello, haciendo que se excitase más, aunque no dejé que se corriese tan pronto.

Me saqué el pijama -todavía no tenía mi ropa- y la penetré de golpe, tocando el punto que había descubierto la noche anterior. Justo en ese momento sonó de nuevo mi mobil, con una llamada de Kaito, que parecía estar empeñado en fastidiarme el día. No quería contestar, pero Mika me pidió que lo hiciese. Una vez accedí a su petición, le pareció divertido moverse por su cuenta, así que a penas me enteré de nada.

-¿Has hablado con ella?

-Sí.

-¿Y bien?

-Me va a costar convencerla.

-Kai, ¿estás bien? Te noto la voz un poco rara.

-Tranquilo, todo va bien.

-No me digas que te la estas follando en este momento -no respondí, no era necesario-. ¡Kai! -suspiró-. ¿Sabe hablar japonés?

-Un poco.

-Pásamela.

Asentí y le di el movil a Mika. Había llegado el momento de mi "venganza", y la tumbé en el sofá. Me miró sonriendo traviesa -algo que me vuelve loco-, y me moví rápido, como sabía que le gustaba. No sé bien lo que le dijo, pero a Mika le costaba aguantar sus propios gemidos. Cuando me devolvió el movil me esperó una respuesta de Kai.

-¡Sois un par de pervertidos!

Acto seguido colgó, y Mika volvió a sentarse sobre mi, marcando ella el ritmo, algo que a mí me volvía loco. Iba deprisa, pero también profundo. Es endiabladamente buena en la cama, adictiva. No tardé mucho en correrme, y me miró sonriendo.

-Creo que necesitaré ducharme de nuevo.

-¿Y el desayuno?

-Acabo de tomarlo -se mordió el labio y se separó de mi despacio, arrancándome un fuerte jadeo-. Me voy a duchar.

Me dejó en el salón, pensando en qué hacer a continuación. Quería llevármela, sacarla de allí, pero me iba a costar muchísimo convencerla. Además, ni siquiera estaba seguro de que fuese a aceptar.