Me enamoré de su polla

Dicen que el tamaño no importa, sino como se use. También dicen que eso lo dice el que la tiene pequeña. Hasta que conocí a Pedro. Y todo cambió.

Dicen que el tamaño no importa, sino como se use. También dicen que eso lo dice el que la tiene pequeña.

He tenido varias parejas a lo largo de mi vida. En cuanto a 'dotación' han estado en la media, creo yo. Nunca he tenido queja. Hasta Juan, que es el que más pequeñita la tenía de todos me dejaba más que satisfecha. No todo se reduce a una polla, a meter y sacar.. El placer que una sabia lengua y unos expertos dedos pueden darte es maravilloso.

Hasta que conocí a Pedro. Y todo cambió.

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Cuando entra alguien nuevo en la empresa es la comidilla de todos. Si es una chica y es mona, los 'buitres' caerán sobre ella implacables, tratando de conseguir sus favores para después cacarearlo a los cuatro vientos. Si es un chico mono, tampoco se libra. Siempre hay un par de casquivanas que tratarán de engatusarlo, sobre todo si el nuevo ocupa algún puesto alto en el escalafón.

Hace unos meses estaba yo en la cafetería, tomándome un café con Ana y Dolores. Ana es una de las 'casquivanas'.

-Chicas, tenemos chico nuevo en la oficina - dijo Ana.

-¿Qué? ¿Se llama Faralo y es divino? - añadió Dolores entre risas.

-No, se llama Pedro.

-¿Está bueno?

-No lo he visto aún. Pero me enteré de una cosilla por Mónica, de personal.

-¿Es gay?

-No. Que... - e hizo un gesto con las manos, separándolas por lo menos medio metro.

-Jajajaja. ¿Es enano? - pregunté yo.

-No, mujer. Que tiene tres piernas.

-¿Tres piernas? Joder, pobrecito.

-Ay Luz, pareces tonta. Lo que digo es que tiene una polla enorme.

-Jajajaja. ¿Y cómo lo sabe Mónica? - preguntó Dolores.

-Por lo visto trabajaba antes en las oficinas de Valencia y ahora lo han trasladado aquí. Por allí corría el rumor de que ese tal Pedro tiene una boa constrictor entre las piernas.

-¡Coño! Jajajaja. Pero que exagerados. No será para tanto. - respondió Dolores.

-Yo las prefiero normalitas, la verdad. - añadí - Y juguetonas, claro

-Pues yo - dijo Ana- siento curiosidad por saber si el rumor ese es cierto o no.

Seguimos las tres hablando y riendo con ganas a costa de la serpiente que ese Pedro tenía encerrada entre las piernas. Ana contó cómo una vez se acostó con un negro que tenía la polla enorme. Como cuando se la metió hizo tope con el fondo de su coño y aún quedó polla fuera.

-Joder, chicas. Me dolió el coño tres días.

-Jajaja. Que brutita eres, Ana.

En ese momento Ana se quedó callada y me dio un codazo.

-Mirad. Ese que entra es Pedro.

Dolores y yo miramos al chico que entraba por la puerta. Era un chico normal, ni guapo ni feo. Sobre los 34. No pude evitar echarle una mirada al paquete. Parecía normal, desde la distancia.

Nos quedamos mirando como se acercaba a la barra y pedía un café.

-Le voy a decir que se siente con nosotras - dijo Ana.

-No seas tonta, Ana - le dije, cogiéndola del brazo.

Pero Ana se zafó y se levantó. Dolores y yo nos quedamos mirando como se acercaba a Pedro y hablaba con él. Al poco, los dos se acercaron a la mesa.

-Chicas, este es Pedro, el nuevo. Ella es Dolores, de contabilidad y Luz, de comercial.

-Hola. Encantado.

-Hola Pedro.

Nos sentamos los cuatro y empezamos a hablar. Lo que me temía no tardó ni un minuto. Ana empezó a atacar.

-Y bien, Pedro. ¿Qué hay de cierto?

-¿De cierto en qué? - preguntó él.

-Ya sabes. En lo de tu... boa constrictor.

Pedro la miró. No se achicó.

-No me gustan los reptiles, Ana.

-Pues se dice que tienes una, ahí - dijo, señalando su entrepierna.

-Bah, exageraciones de la gente. Estoy en la media.

-¿La media de España o de Zimbawe? siguió pinchando Ana.

-Si tanto interés tienes, quedamos y lo compruebas.

Ana se quedó un poco cortada. No se esperaba que Pedro fuese tan directo. Estaba acostumbrada a llevar ella la iniciativa, a que los hombres comieran en su mano.

-Jajaja, Anita. Con este no podrás. - dije.

Enseguida cambiamos de tema y hablamos de la empresa, de nuestros trabajos. Pedro parecía simpático y buen conversador.

-Bueno, ya se pasó la hora del desayuno. Volvamos a la oficina - dijo Dolores, levantándose de la mesa.

Los cuatro volvimos a nuestras mesas. Cuando Pedro se marchaba, mis ojos volvieron a fijarse en su bragueta. Él me pilló mirando, y sonrió. Yo me di la vuelta rápidamente. Noté mis mejillas calientes.

A partir de ese día, cada vez que me cruzaba con Pedro mis ojos, involuntariamente, se posaban fugazmente en su bragueta.

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Tres meses después, en Navidad, se celebró la cena de empresa. Fuimos casi todos. Nos reunimos en un restaurante y comimos abundantemente. Todo regado con buen vino.

Después de la cena, un numeroso grupo nos fuimos a un pub a seguir la noche. Allí continuó la bebida y los más lanzados empezaron a bailar.

Luis y Raúl me sacaron a la pista. Después también Julio. El alcohol que corría por mis venas me tenía con ese puntito de alegría. Me reía de todo, incluso de sus claras insinuaciones y dobles sentidos.

Sobre la tres de la madrugada se me acercó Pedro.

-Creo que soy el único con el que no has bailado.

-¿Será porque no me has sacado?

Me tendió una mano y se la cogí. Salimos a la pista, y la casualidad quiso que en ese momento sonara una canción lenta. Me miró pidiendo permiso y antes de que se lo diera, se pegó a mí y empezamos a bailar. Yo estaba muy a gusto entre sus fuertes brazos.

-Oye, Luz. ¿Te puedo hacer una pregunta? - me susurró al oído.

-Claro.

-¿Por qué cada vez que nos cruzamos me miras el paquete?

Si no hubiese sido por la semi oscuridad de local todos habrían visto como me sonrojaba.

-Pues...uf... Es por la maldita Ana. Aquello que nos dijo el día que nos conocimos.

-Ah, recuerdo. Lo de la boa.

-Sí, eso

-¿Y qué esperas? ¿Descubrir la boa?

-No, no.

Seguimos bailando. Su cuerpo se pegaba al mío. Su perfume me embriagaba. Noté algo. Algo que se endurecía contra mi barriga.

-Vaya - me susurró- Parece que la boa se está... despertando

Entre el alcohol, su perfume y su susurrante voz yo estaba muy a gusto. Me gustó notar que él también se sentía a gusto a mi lado. En vez de separarme, me pegué más a él. Me restregué contra su creciente dureza.

-Uf, Luz, si sigues haciendo eso se va a despertar del todo y tendré un problema.

-¿Qué problema?

-No podré... disimular mi estado.

-Jeje. ¿Ya estamos presumiendo como aquel día?

-Yo no presumí ese día. Fue tu amiga la que empezó. Y...además, mentí.

-¿Sobre qué mentiste?

Me miró a los ojos.

-No estoy en la media.

-Hombres. Siempre presumiendo de rabo, jajajaja.

Con disimulo, me cogió una mano y la llevó hasta su bragueta. Allí había algo, de eso no cabía duda. Me hizo recorrer toda su dureza.

-Uf, Pedro. ¿Qué llevas escondido aquí?

-Mi pollita.

-¿Pollita? Joder. Vaya con tu pollita.

Noté como mis bragas se mojaban con la humedad de mi coño. Seguí tocándole sobre el pantalón. La notaba cada vez más dura. Sentí la urgente necesidad de ver aquello.

-Pedro, quiero ver esto.

-¿Solo verla? Vamos a mi casa.

-No quiero estar en boca de todos el lunes en la oficina. Quedamos en 15 minutos en la Plaza de Belén.

-Vale.

Volví con el grupito. Ana se acercó a mí y me susurró.

-¡Vaya! ¡Qué acarameladita estabas con Pedro!

-Nah. Coincidió una pieza lenta.

-Antes bailé con él e intenté pegarme a ver si notaba algo de  lo suyo, pero nada. No paraba de moverse. ¿Notaste tú algo?

-¿Algo de qué?

-¡Coño Luz!. Su polla, ¿qué va a ser?

-Ay, chica. Tú siempre con lo mismo en la cabeza. No, no noté nadita.

Menos mal que estamos en penumbra. Si no seguro que Ana hubiese visto como se me marcaban los pezones en el vestido. Me terminé la copa, mirando de vez en cuando hacia Pedro. Nuestras miradas coincidían. El corazón me latía. Y no dejé de rezumar jugos.

No entendía por qué. No era más que un hombre, y no especialmente guapo. ¿Solo porque la tuviera, según parecía, grandota?. Dentro de unos minutos lo comprobaría.

Vi como Pedro se despedía de algunos y se marchaba. Dejé pasar unos minutos e hice lo propio.

-Bueno, chicas. Me voy a casita.

-¿Cómo te vas ya Luz? Pero si la noche es joven - me dijo una compañera.

-Claro, boba - terció Ana - Quédate. Que seguro que hoy pillamos cacho.

-No, de verdad. Estoy cansada. Hasta el lunes.

Salí del pub y me dirigí hacia mi coche. Arranqué  y conduje hacia la plaza en donde había quedado con Pedro. A esas horas de la madrugada no había tráfico y vi un coche aparcado. Era él. Me hizo una seña para que lo siguiera.

Durante el trayecto hacia su casa no dejaba de decirme que estaba loca. Iba a quebrantar mi regla de no liarme con compañeros de trabajo. Pero eran más las ganas de saber que había de verdad en los rumores. Que había de verdad en lo que había tocado en la pista de baile.

Me hizo una seña para que aparcara. Así hice mientras él entraba al garaje de su edificio. Esperé y al poco salió. Baje del coche y fui hacia él.

-Veo que me sigues mirando el paquete, Luz.

-¿Yo? ¿Qué dices? Imaginaciones tuyas - le dije con mis ojos clavados en su evidente bulto.

Entramos en el portal y subimos al ascensor. Desde que el ascensor comenzó a subir se abalanzó sobre mí y me besó con pasión. El muy cabrito sabía besar. Me abrazó con fuerza, cogiéndome por la cintura. Su lengua buscó la mía. Y la mía, la suya. Ahora, sin ojos que nos mirasen, restregó su polla con descaro por mi barriga.

-Luz, cómo me tienes. Mira.

Me cogió otra vez la mano y la llevó hasta su polla. Ahora estaba dura del todo. Aquello no podía ser. Aquello no podía ser todo polla. Me temblaban las piernas. Tenía mariposas en el estómago. No recordaba haber estado tan cachonda en mi vida.

El ascensor se paró y salimos. Sin separarnos. Sin dejar de besarnos. Mi mano no soltó su polla. Mientras él abría la puerta recorrí, mirando, su dureza,

Entramos en su casa. Otras veces, cuando iba a la casa de algún amante por primera vez siempre echaba un vistazo. Como la tenía decorada, si estaba o no limpia. Cosas de mujeres. Esta vez pasé de todo. Le bajé la bragueta y metí la mano. Quise agarrársela para sacarla, pero no pude.

-Así no podrás, Luz. Tienes que bajarme los pantalones.

Sé que a los hombres les excita mucho que una mujer se arrodille delante de ellos. Varios me lo han pedido. Me arrodillé en el recibidor de su casa mientras él me miraba. Su respiración era agitada. Mis ojos fueron de sus ojos a su pantalón. Su bulto era enorme.

Acerqué mis manos a su pantalón. Me temblaban los dedos mientras le abría el cinturón y le desabrochaba el botón. Tiré de los pantalones, que cayeron hasta sus tobillos. Usaba calzoncillos tipo bóxer. Ante mis ojos apareció una tienda de campaña. Algo enorme, vivo, palpitaba debajo. Tenía miedo de mirar. Pero tenía que mirar.

Tiré de sus calzoncillos. En ese momento, si me pinchan, no sangro. Me quedé sin respiración. Mis labios dibujaron una enorme 'O', aunque no emití sonido alguno. Delante mi apareció la polla más grande que había visto en mi vida. Su enorme cabezota me apuntaba a la cara. A pesar de lo dura que parecía, se curvaba hacia abajo, imagino que por el peso de semejante aparato.

No sé cuanto tiempo me quedé así, sin palabras, mirando aquel pollón. No sé lo que medía, pero era inmensa. Gruesa, larga. Acompañada de dos hermosos huevos. Pedro me sacó de mi ensimismamiento.

-¿Qué te parece mi pollita?

-¡Dios mío, Pedro!. Es la cosa más grande que he visto en mi vida.

Yo estaba paralizada, sin poder apartar la vista de su polla. Los latidos de mi corazón los sentía en tres sitios. En mi pecho, en mi sien y en mi coño. Las mariposas de mi estómago parecían querer salir volando por mi boca.

Pasaron unos segundos sin decir nada. Entonces él dio un pasito hacia mí. Su polla tocó mi mejilla derecha y un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Se empezó a mover. Me dio incluso golpecitos con su polla. Los sentía. Sentí su poder, su calor. Agarró con delicadeza mi cabeza con ambas manos y me pasó su polla por toda la cara.

Mis pezones me dolían de lo duros que los tenía. Creo que si en vez de un vestido hubiese llevado pantalones la humedad de mi coño ya habría traspasado la tela. Pedro hizo que levantara mi cara. Posó su polla sobre mí. Cuando sentí su peso, casi me corro. Su polla ocupaba toda mi cara y aún sobraba.

!Dios. Qué cachonda estaba!.

-Puedes tocarla. No muerde - me dijo

Me separé un poco y llevé mi mano derecha hasta su enorme palo. Lo agarré y volví a sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo. Mi mano no abarcaba el grosor de su polla. Me recordó uno de esos tubos de cartón de los rollos de papel de cocina.

-Pedro...joder. Esta polla no me cabe en el coño.

-Jajaja. Ya verás como sí.

La cogí con las dos manos. Y sobraba polla otra mano más.

-¿No le das un besito?

Acerqué mis labios y le di un beso en la punta. Después otro. Él me miraba, con una sonrisa dibujada en los labios. Siempre me gustó chuparles la polla a mis amantes. Es algo que a ellos les encanta. Creo que soy bastante buena en el asunto. Saqué la lengua y lamí su cabezota. Abrí la boca y traté de hacerle una buena mamada a aquel tótem de carne.

No pude. Joder. No pude. Solo me entraba el glande. Me llenó la boca y no entraba más.  Chocaba con mis dientes, con mi paladar. Me propuse demostrarle lo buena que era, así que me esmeré en usar mi lengua, en chupar, lamer, sorber. Con las dos manos lo pajeaba.

Cuando vi como entrecerraba los ojos, síntoma del placer que le estaba dando, me sentí muy bien. Seguí mamando, pasándome su pollón por la cara, besándolo, acariciándolo. Pedro gemía cada vez más fuerte. Yo no gemía porque tenía la boca ocupada. Estaba tan cachonda que si me tocaba sabía que me correría en el acto. Pero tenía mis dos manos ocupadas.

-Ummm, Luz. Vaya mamada.

-¿Te gusta?

-Claro que me gusta. Lo haces muy bien. Muy sensual.

-¿Alguna vez alguna mujer ha conseguido meterse en la boca algo más que la punta de tu polla?

-La verdad es que no. Y no sabes cuánto me gustaría.

-Uf, yo no podré. Lo siento.

Me acarició el cabello.

-No importa Luz. Me encanta como lo haces.

Se le seguí mamando un rato más. Pedro empezó a dar signo de aproximarse a su orgasmo. Generalmente solo permito que se corran en mi boca chicos que conozco bien, en los que confío. Y solo cuando estoy muy cachonda. En ese momento estaba muy muy cachonda. Era la primera vez que estaba con Pedro y me pregunté que si su corrida estaría en conjunción con su polla.

Se le seguí chupando. Él elegiría donde correrse. Podría vaciarse en mi boca, o si así lo deseaba, sacarla y bañarme el rostro con su leche. Todo mi cuerpo temblaba. Era la primera vez en mi vida que deseaba que un hombre se corriese sobre mí. Por mí, no por él.

Sin embargo, no lo hizo. Cuando notó que estaba a punto de correrse me hizo parar. Me separó la boca de su polla.

-Para, preciosa. Aún no quiero correrme. Primero quiero follarte.

Cuando me dijo que quería follarme, cuando imaginé su enorme polla dentro de mí todo mi cuerpo tuvo un espasmo.

-Me vas a romper con tu polla, Pedro.

Me hizo levantar y me acarició la cara. No le solté la polla mientras me levantaba.

-No te preocupes, Luz. Seré cuidadoso. Pero deseo follarte desde que te vi.

-¿Por qué?

-Porque me gustas.

Me besó y me derretí entre sus brazos. A qué mujer no le gusta que un hombre le diga que le gusta. Y si encima esa mujer tiene una polla como la que yo tenía en la mano, no es extraño que su coño palpitara. Yo sentía al mío latir. De miedo y de deseo a la vez.

Se deshizo de los pantalones y los calzoncillos que habían quedado a sus pies. Me cogió de una mano y me llevó al salón. Allí, ambos de pie, sin despegar sus labios de los míos, me desnudo. Primero desabrochó la cremallera de mi espalda. Después deslizó los tirantes de los hombros y mi fino vestido cayó al suelo. Sentí sus manos acariciar mi espalda, buscar el cierre de mi sujetador. Expertamente lo abrió y me quitó la prenda. Gemí en su boca cuando me empezó a acariciar las tetas. Sentí como un chorrito de flujo salía de mi coño cuando apretó mis doloridos pezones con sus dedos.

Sus manos fueron seguidamente, despacito, hasta mi culo. Acarició mis nalgas, atrayéndome hacia él. Su polla se apretaba contra mí. Una de sus manos pasó hacia adelante y me acarició el pubis. Lentamente metió los dedos por dentro y recorrió la rajita de mi coño.

-Vaya, Luz. Estás empapada. ¿Es que deseas algo? ¿Deseas... mi polla?

-No... Digo... sí. Pedro, me vas a partir en dos con esa cosa.

-Tranquila. Ya verás como no.

Yo estaba demasiado caliente, demasiado cachonda. Cuando las yemas de sus dedos encontraron mi inflamado clítoris me corrí. Me agarré a él y me corrí intensamente, mordiendo su hombro derecho. Noté perfectamente como le mojé los dedos con mis jugos. Soy bastante jugosa en esa parte. Ese día lo estaba más de lo normal.

-Vaya. ¡Pero si te estás corriendo con solo tocarte!

No dije nada. Solo me quedé quieta, sin respirar. Estallando en un poderoso orgasmo, con el cuerpo tenso, recorrido por fuertes espasmos. Pedro me dejó reposar unos segundos, hasta que me dijo.

-Luz, te voy a follar ya. Te voy a meter mi polla en el coño.

Temblé de pies a cabeza. Me hizo sentar en su sofá. Juntó mis piernas y me quitó las bragas. Mis ojos no se apartaban de su tremenda polla. Me abrió las piernas.

-Tienes un coño precioso.

Se arrodilló en el suelo, entre mis piernas. Tiró de mis caderas para que mi culo quedara en el borde del asiento. Yo me apoyé contra el respaldo sin dejar de mirar su polla. Vi como se la agarró con una mano y la acercó a mi coño.

Dio golpecitos con ella sobre mi pubis. Era como si me golpease con un rodillo de madera, de esos para alisar masa. Casi me corro otra vez cuando me pasó la cabezota de la polla a lo largo de toda la raja de mi coño. Subió y bajó varias veces. Me miraba y sonreía.

¿Por qué no me la metía ya? Esperaba su estocada, pero no llegaba. Al final no pude más.

-Joder, Pedro. Fóllame ya. Clávame esa polla tuya.

-¿Quieres que te folle? ¿Quieres que meta mi polla en tu coñito?

Dudé. Quizás aún estaba a tiempo. Pero lo deseaba. ´Tenía que sentir su polla dentro de mí.

-Sí, fóllame Pedro. Fóllame.

Puso la punta de su polla en la entrada de mi coño. Apreté los dientes. Empezó a empujar.

-Joder...Despacito.

-Sí, tranquila.

Empujó un poco más. Las paredes de mi vagina se abrieron. Sólo tenía dentro la punta de su polla y me sentía más llena que nunca en mi vida. Siguió empujando, y mi coño, distendiéndose. Entonces empezó el dolor.

-Aggg...para... por favor...para.

-¿Te duele?

-Uf, un poquito. No te muevas. Déjame acostumbrarme.

Se quedó quieto. Sus manos acariciaban mis muslos, mi barriga.

-Tienes un coño muy estrechito, Luz.

-¿Te has follado alguna vez a alguna mujer que no lo tuviera estrechito?

-La verdad es que no.

-Joder, Pedro. Cualquier coño de este mundo es estrechito para tu polla.

-¿Quieres que la saque?

-No..No... Déjala.

El dolor no era grande. Es más, creo que hasta ese pequeño dolor me daba placer. Al tener las paredes vaginales tan distendidas sentía el palpitar de mi corazón allí.

-Ummmm, métela un poco más...solo un poco más.

Empujó otro poco y cerré los ojos.

-Agggggg, Dios....Sácala...sácala un poco...

Lo hizo. La dejó como antes. Noté como arrastraba al salir la piel de mi vagina. A pesar de que yo estaba empapada era como si mi coño estuviera seco. Sin que yo dijera nada, la metió otro poco.

-Aggggg, Pedro...

-¿Te sigue doliendo?

-Sí, pero....que placer...no pares. Fóllame con esa enorme polla. Párteme en dos.

Se agarró a mis caderas y empezó a follarme. Metía su polla, muy despacito, con mucho cuidado. A medida que mi coño se acostumbraba a su polla el dolor disminuía y aumentaba el placer. Con cada envite, Pedro metía un poco más de su polla dentro de mí.

Fueron minutos de intenso placer. Entonces, ocurrió. Supe lo que era estar llena de polla. En un último empujón noté perfectamente como la punta de su polla golpeó contra el fondo de mi coño. Miré y aún le quedaba polla por meter. Pero no había más coño.

Se quedó quieto, mirándome a los ojos. Yo tenía los dientes apretados. Sentí como mi cuerpo se empezaba a tensar. Me iba a correr. Solo con sentir su polla dentro de mí, sin que se moviera, bastó para hacerme correr.

-Ummm, te estás corriendo otra vez. Noto como tu coño se contrae alrededor de mi polla.

No pude decir nada. Solo le agarré las manos con fuerza y me corrí durante largos segundos. Pedro empezó a moverse. Empezó a follarme. El roce era tan intenso que cuando me la metía arrastraba hacia abajo mi clítoris, aumentando más aún el placer. Y cuando la sacaba arrastraba con su polla los labios de mi coño.

El dolor nunca desapareció del todo, pero era tanto el placer que ese pequeño dolor lo aumentaba. Sus manos subieron desde mis caderas hasta mis tetas. Las acarició sin dejar de follarme.

Otros hombres me follaron con movimientos rápidos. Pedro no. Él se movía lentamente. Sacaba su polla hasta la mitad y la volvía a meter, despacito, hasta chocar contra el fondo de mi vagina. Así una y otra vez. Así hasta que me arrancó un nuevo orgasmo, aún más intenso que el anterior porque no dejó de follarme mientras me corría.

La mayor parte del tiempo yo mantenía mis ojos cerrados. Los entreabría para mirarle a los ojos, y para mirar como su polla entraba y salía de mí. Llena de placer me preguntaba cómo era posible que aquella enorme polla cupiera en mi coño.

-Agggg, Luz. Me encanta follarte. ¿Te gusta cómo te follo?

-Dios, sí. Pedro...sí..me gusta como me....

No pude terminar. Me corrí otra vez. Ese hombre no dejada de regalarme orgasmos. Ningún otro jamás había conseguido que me corriese así, tan seguido, tantas veces. Le clavé las uñas en los brazos.

Noté que Pedro empezó a moverse un poco más rápido. A gemir más fuerte.

-Luz.. Me voy a correr...Ya no puedo más.

-Ummm, Pedro...sí sí sí...córrete.

-¿Puedo correrme dentro de ti?

No usamos condón. Y yo no tomaba nada. Pero necesitaba sentirlo. Necesitaba el calor de su semen en el fondo de mi coño.

-Sí. Córrete dentro de mí. Lléname de ti.

Pedro dio un par de empujones más. El último, profundo. Vi como cerró los ojos y ponía una mueca de placer. Y se corrió. Jamás voy a olvidar lo que sentí. Se corrió como me había follado, despacito. Noté en el fondo de mi ser todos y cada uno de sus poderosos chorros. Calientes. Pasaba casi un segundo entre uno y otro. Y con cada uno mi coño se llenaba más y más de su corrida.

Fueron como cinco o seis chorros. Cuando terminó de correrse, Pedro abrió lentamente los ojos. Nos miramos. Ambos sonreímos. Sus manos seguían en mis tetas.

-Pedro... vaya corrida.

-Uf, Luz. Estaba llenito, sí.

Lentamente, como me la había metido, me sacó la polla. Cuando salió del todo me sentí vacía. Enseguida noté como de mi coño rezumaba su semen. Llevé mi mano para taparme. La entrada de mi vagina la encontré abierta.

-Te voy a manchar el sofá.

-No importa, Luz.

Me quitó la mano. Miró mi coño.

-¿Qué? ¿Está roto? - le pregunté

-Jajajaja. No. Está perfecto. Precioso.

Estuvo un rato acariciándome. Me incorporé y nos besamos. Qué bien besaba. Me di cuenta de que estaba sudando.

-Pedro, necesito una ducha. ¿Puedo usar tu baño?

-Claro. Ven.

Se levantó y me ayudó a levantar. Me tapé el coño otra vez con la mano, para no ir goteando hasta el baño. Tenía un plato de ducha grande, con mampara de cristal. Se quitó la camisa y ambos entramos. Abrió el agua, la puso a una temperatura agradable y empezamos a besarnos.

Sus manos recorrieron mi cuerpo. Mi espalda, mis brazos. Besaba mi boca, mi cuello. Mis orejas. Me calentó otra vez. Y más me calenté cuando su polla se empezó a endurecer contra mi barriga. Enseguida llevé mis dos manos hacia ella y la agarré.

-Pedro, aún no me creo que todo esto lo metieras en mi coñito.

Lo empecé a masturbar. Teníamos las bocas pegadas. Las lenguas entrelazadas. Se separó un momento para coger gel de ducha. Se puso en las manos y empezó a enjabonarme.

Me estremecí cuando se dedicó a mis pechos. Sus manos jabonosas me daban mucho placer. Con los pulgares apretaba mis pezones. Los jugos de mi coño ayudaban a que el semen saliera más líquido. El agua lo arrastraba hacia el piso de la ducha.

Cogió más jabón y me frotó las espalda, la barriga. Las nalgas. Sus dedos jabonosos recorrieron la hendidura y encontraron la entrada de mi culito. Lo acarició, pero sin intentar meter un dedo. Después pasó hacia adelante. Enjabonó mi vello púbico para, seguidamente, introducir su mano entre mis piernas.

-Aggggg, Pedro - gemí en su hombro cuando frotó mi clítoris.

El agua, mi flujo, su semen. Mi coño era un mar que él acarició con dulzura, comiéndome a besos. Me llevó en poco tiempo a un intenso orgasmo. Me agarré a su cuello para no caerme, pues me flaquearon las piernas.

Tenía que devolverle el placer. Así que cogí jabón y enjaboné su pecho. Él se dejó, sonriendo, mirándome. Nos besábamos, nos chupábamos. Cogí más jabón y llevé mis manos a su polla, a su enorme y dura polla. Se la enjaboné, llenándola de espuma y lo empecé a masturbar, a dos manos.

Me gustó que gimiera en mi boca, señal de que le gustaba lo que yo le hacía. A mí me gustaba hacerlo.

-Pedro, tu polla me tiene loquita. Dime lo que deseas. Dime que deseas.

Me lo susurró al oído, quizás temiendo que yo no quisiera. Pero no podía negárselo. Ese hombre me había dados más placer que ningún otro.

Con lentitud, me arrodillé entre sus piernas. Me puse de manera que el agua no cayera sobre mi cabeza. Acerqué mi boca a su polla y se la chupé, despacito, igual que él me había follado. Me esmeré en hacerle la mejor mamada de mi vida. Me ayudé de mis dos manos. Como solo me cabía la punta de su polla usé mucho la lengua. Lamí y chupé el grueso tronco de su estaca. Besé cada uno de sus huevos.

Pedro gemía, mirándome. Pasaba sus manos por mi mojado cabello, acariciaba mis mejillas. Yo disfruté de verdad chupándole la polla, oyéndole gemir.

A los pocos minutos supe que llega su orgasmo. Esta vez no me detendría, él no la sacaría de mi boca. Se empezó a tensar. Apretó los dientes y su polla tuvo un espasmo. Dentro de mi boca estalló un potente chorro de semen. Pasó un segundo. Otro espasmo de su polla y otro chorro se sumó al primero.

Antes del tercer disparo sacó la polla de mi boca y el siguiente chorro cayó sobre mi mejilla derecha. El cuarto lo depositó sobre mi mejilla izquierda. El quinto y último, sobre mi frente.

Se quedó jadeando, mirándome. Notaba en mi boca su semen, espeso y caliente. Separé mis labios y le enseñé el interior de mi boca. La cerré y tragué.

Era la primera vez que la hacía. Hasta ese momento no me había tragado el semen de ningún hombre. Él me lo pidió y yo le complací.

Me ayudó a levantarme. Me puso debajo del agua y me limpió la cara, antes de abrazarme y besarme de esa manera que me hacía temblar.

-¿Te quedas a dormir conmigo?

-¿Quieres que me quede?

-Sí, quiero.

Me dio un secador para el pelo y la parte de arriba de sus pijamas. Al rato estábamos los dos en su cama, acostados. Apoyé mi cabeza en su hombro y él me rodeó con su brazo. Se había puesto unos calzoncillos nuevos.

No pude evitar llevar mi mano hasta su polla. Aún estando flojita era más grande que la de la mayoría de mis anteriores amantes.

Con mis caricias empezó a coger consistencia y se la saqué por la abertura del calzoncillo.

-Vaya polla que tienes Pedro. Vaya polla. Seguro que tienes a cientos de mujeres detrás de ti.

-No creas. Para la mayoría es demasiado... grande. Muchas mujeres no han querido acostarse conmigo al verla. Para mí ha sido más una maldición que una bendición.

-Chico, es que asusta. Impresiona cuando la ves.

-Jajaja. A mí no. La conozco desde chico.

Se le puso dura del todo. La mano con la que se la agarraba empezó a subir y bajar a lo largo de aquella barra de carne. Le empecé a hacer una buena paja, aunque con una sola mano era difícil.

-¿Te podrás volver a correr? - le pregunté

-No creo. Han sido dos en poco tiempo. Pero sí que puedo volver a follarte. ¿Quieres que te folle, Luz?

Me estremecí de pies a cabeza.

-Uf, la verdad es que me has dejado el coño un poco escocío. Y es tarde. Tengo sueñito.

-Yo también.

Me abrazó y besó mi frente. Cerré los ojos, dispuesta a dormir.

No le solté la polla. Pedro acariciaba mi cabello con dulzura. Creo me dormí enseguida.

-x-

Me desperté tal y como me había dormido. Abrazada a él y con mi mano sobre su polla. Ahora estaba flácida, asomando por la abertura del calzoncillo. Pedro aún dormía.

Se la empecé a acariciar. Se fue poniendo dura al ritmo con se mojaba mi coño. En pocos segundos mi mano ya no la abarcaba.

Me quedé mirando su polla. Su enorme polla. Cada vez más cachonda. Tenía otra vez los pezones duros, doloridos. Pedro gimió en sueños. Con cuidado de no despertarle me acerqué a su polla. Me quedé unos segundo más mirándola con adoración antes de empezar a darle besitos y lamidas. Abrí la boca y traté de meterme más que el día anterior. Pero no pude. Aquello no entraba más.

Algo acarició mis nalgas.

-Ummm, Buenos días, Luz.

-Buenos días, Pedro. ¿Te importa que salude a tu cosota?

-Claro que no. Es toda tuya.

Se la seguí mamado. Pedro buscó con sus dedos mi coñito. Yo abrí las piernas para darle vía libre. Gemí con la boca llena de polla cuando me empezó a masturbar. Sus dedos recorrieron los labios de mi coño y frotaron con suavidad mi clítoris. Yo le pasé la lengua alrededor de su capullo, subiendo y bajando la mano que agarraba la polla.

-Yo también quiero saludarte, Luz.

Entendí lo que quería. Me subí sobre él. Puse mi coño al alcance de su boca y continué la mamada. En cuando empezó a comerme el coño, me di cuenta de que Pedro sabía comerse un coño. Gemí más fuerte.

Fueron minutos de intenso placer para los dos. Más para mí, que no pude aguantar y me corrí en su boca, aferrada a su polla y con todo mi cuerpo tenso. Pedro no dejó de lamerme, de chuparme, se sorberme, durante mi orgasmo. Y después se paró.

!Qué hombre!. Sabía que después del orgasmo mi coño quedaba demasiado sensible y que necesitaba un tiempo para recuperarse. Me lo dio. Me daba besitos en los muslos, en las ingles.

Ahora le tocaba a él. Me esmeré en mi mamada. Chupé con fuerza, apreté la mano alrededor del tronco de su pollón. Pedro gemía cada vez más intensamente, hasta que se empezó a tensar, a mover las caderas ligeramente.

Y se corrió. Como las veces anteriores, con chorros calientes, espesos, pero despacito. Un chorro, una pequeña pausa, y otro más. Eso me daba tiempo a tragarme su leche sin atragantarme, con tranquilidad. El descanso le había sentado bien porque había repuesto los depósitos. Me tragué sus cinco disparos, uno a uno.

-Ummm, así da gusto despertarse un sábado por la mañana - dijo Pedro.

Me di la vuelta y nos besamos con pasión. Sus manos abarcaron mis pechos, acariciándolos. Por supuesto, una de mis manos agarraba su polla.

-Oye Luz. No sé tú, pero yo me muero de hambre.

-Uf, y yo.

-Pues vamos a la cocina. Prepararé algo.

Me senté en una silla y lo vi trabajar. Calentó leche, hizo tostadas y sacó de la nevera mantequilla y mermelada. Es agradable que le prepare a una el desayuno un hombre. Sobre todo si ese hombre viste solo calzoncillos y su enorme paquete aparece bien marcado. Mis ojos iban de sus manos, a sus ojos y a su bulto. Él me miraba, sonriendo.

Cuando todo estuvo preparado lo sirvió en la mesa de la cocina. Nos sentamos frente a frente y dimos buena cuenta de todo. Comimos mirándonos, sonriéndonos, como dos chiquillos.

Pícaramente busqué sus pies con los míos por debajo de la mesa. Subí lentamente por sus piernas y eché el culete al borde de la silla para poder llegar más lejos. Me adentré entre sus muslos, que él separó y llegue a su polla. La recorrí con los dedos de mis pies. Pedro seguía comiendo.

-Se te está poniendo dura otra vez.

-¿Será porque me la estás acariciando con tu pie?

-Será.

Se la sacó por la abertura y recorrí su piel, suave y caliente. Como caliente se estaba poniendo mi coño.

-Oye, Luz. Si sigues haciendo eso voy a tener que follarte.

Por supuesto que seguí haciéndolo. Lo que más deseaba en ese momento era volver a sentirme llena de aquella enorme polla. Le miré fijamente a los ojos mientras mis dedos recorrían la cabezota de su polla. El también me miraba.

-Sigo haciéndolo... - le dije.

-Pues entonces te voy a follar.

Se levantó y me estremecí al ver su polla asomando por sus calzoncillos. Me iba a meter todo aquello. Mi coño empezó a palpitar. Volví a sentir mi corazón latiendo como loco, golpeando en mis sienes.

Se acercó a mí y me levantó casi tirando de mí. Me gustó su brusquedad, sobre todo porque después me abrazó y me besó. Sus manos acariciaron mis desnudas nalgas y me apretó contra él, para hacerme sentir su polla contra la barriga.

Sin dejar de abrazarme y de besarme me fue llevando hasta la encimera de la cocina. Sentí el frío mármol en mis nalgas. Me cogió por las caderas y me hizo sentarme en el borde de la encimera. Abrió mis piernas y me miró el coño.

-¿Quieres que te la meta?

-Dios, sí. Méteme tu pollón.

Se acercó más. Su polla rozó mi pubis, enviando espasmos por todo mi cuerpo.

-Guíala tú, Luz.

Pedro sostuvo mis piernas con sus manos al tiempo que yo agarraba aquella enorme verga y la dirigía hacia la entrada de mi coño. Me frotó la cabezota por la entrada y me estremecí.

-Aggggg, Pedro...que rico.

-Pero si aún no te la he metido.

-Métela ya... fóllame.

Dio un empujoncito y su polla empezó a entrar dentro de mí. Disfruté otra vez de la sensación de su clavada. Como mi coño se distendía al paso de la poderosa barra. No se paró hasta que clavó su polla hasta la mitad de mi coño. Yo la seguía agarrando y tiré de ella hacia mí.

-Más... toda. Clávamela hasta el fondo.

Empujó otra vez y no paró hasta que la punta de su polla hizo tope con el final de mi vagina. Yo cerré los ojos, apreté los dientes. Mi mano seguía agarrando su polla. Tenía mi coño lleno de polla y aún podía agarrar lo que sobraba.

-¿Te duele?

-Uf, sí...un poco... Dame unos segundos.

Abrí los ojos. Nos miramos. El coño me palpitaba con fuerza. La sacó un poco y la metió otra vez.

-Aggggg.

La volvió a sacar, un poco más, para volver a meterle y golpear mi fondo.

-Ummmmm.

Al poco su polla se deslizaba dentro y fuera de mí sin problemas, irradiando placer por todo mi cuerpo. Sentía perfectamente como su polla arrastraba mi piel al salir, como la metía al entrar.

Entonces, cogió mis piernas y las puso sobre sus hombros. Eso hizo que mi coño se cerrara un poco y aumentase más el roce, y con ello el placer, el intenso placer. El dolor, aunque menor, persistía.

Se agarró a mis caderas y empezó entonces a follarme en serio. Sacaba casi toda la polla de mi coño y me la clavaba hasta hacer tope, sin prisas, pero con intensidad. Hubiese querido abrazarlo, besarle, pero tenía que sostenerme con las manos.

-Pedro...tu polla...dios...que placer....Me vas a ...matar.

Me llevó en pocos minutos a un arrebatador orgasmo. Las contracciones de mi coño se veían aumentadas por la distensión que su gruesa polla producía, intensificando mi orgasmo hasta límites insospechados.

Encadené un segundo orgasmo cuando Pedro empezó a moverse más rápido y estalló dentro de mi coño. Me llenó de su abundante semen, en tal cantidad que cuando me sacó la polla, un reguero de su leche mezclada con mis jugos salió de mi abierto coño y bajó por mis nalgas hasta la encimera.

Ahora sí que pude incorporarme y besarlo con pasión, buscando su lengua.

-Pedro, jamás nadie me ha follado como tú. Eres...uf..Maravilloso.

-.¿Yo o mi polla?

-Jajajaja. Los dos. Creo que necesito otra ducha. ¿Puedo?

-Claro. Estás en tu casa.

Me duché y me vestí. El se quedó en la cocina. Cuando me vio aparecer, me miró de arriba a abajo.

-¿Sabes que eres preciosa, Luz?

-Muchas gracias.

Se dio cuenta de que le miraba el paquete. Se la había guardado en los calzoncillos.

-Bueno, tengo que ir a casa. Necesito cambiarme de ropa. No puedo estar todo el día en traje de noche.

Se acercó a mí. Pegó su cuerpo al mío y me besó. Un buen beso. Profundo, pegándose a mí, atrayéndome hacia él por mi cintura.

Me acompañó a la puerta. Allí nos besamos y noté como su polla se ponía dura. No pude evitar llevar mi mano allí.

-Luz... ¿Por qué no te quedas?

-No sé. De verdad que quiero cambiarme de ropa.

Apuntó algo en un papel

-Es mi teléfono. Llámame.

-Vale. Te llamo

Nos dimos el último morreo con la puerta abierta. Mi mano estaba dentro de sus calzoncillos, acariciando su ya dura polla. Me encantaba esa polla.

Se quedó mirando como esperaba el ascensor. Mi última mirada, mientras se cerraban las puertas, fue para su entrepierna.

Cogí el coche y me fui a mi casa. Me cambié de ropa y después fui a la farmacia a comprar la píldora del día después. Pedro me había llenado dos veces con su abundante semen y no quería correr peligro. Después fui al súper a comprar algo para el fin de semana.

No me podía sacar a Pedro de la cabeza. Bueno, más que a Pedro, a su polla. Recordé la sensación de estar llena. Llena de verdad. El dolor al ser penetrada y el deseo de que no dejara de hacerlo.

Cuando pasé por la frutería miré de reojo los pepinos y me reí yo sola. Seguro que la dependienta se pensó que estaba loca. Había algunos muy parecidos a la polla de Pedro.

"Uf, me metió todo eso", pensé.

Cuando hacía cola en la caja para pagar me di cuenta de que estaba mojada, caliente. En mi cabeza solo había una cosa: La polla de Pedro.

Volví a mi casa, guardé la compra y me preparé algo para comer. El teléfono me sacó de mi ensimismamiento. Era mi madre.

-Hola tesoro.

-Hola mamá.

-¿Qué haces hoy?

-Nada. Descansar. Anoche fue la cena de Navidad.

-Vente a casa. Tengo tus croquetas preferidas.

-Ummmm. Pero no sé. Acabo de prepararme la comida

-Bah, guárdala en la nevera para la cena. Vente. Estará tu hermana con los niños.

-Ok. Tardo media horita.

Fue una buena tarde, en familia. De vez en cuando me venía a la cabeza Pedro. Bueno, la polla de Pedro. Recuerdo que estaba jugando con mi sobrinito y al cogerle del brazo me dije que era más delgado que el pollón de Pedro.

"Joder, Luz. Ves la polla de Pedro en todas partes" - pensé.

Aunque mi madre insistió, no me quedé a cenar. Me sentía nerviosa. Excitada. Sabía exactamente lo que necesitaba.

Me subí a mi coche y marqué el número de Pedro.

-¿Dígame?

-Hola Pedro. Soy Luz.

-Hola preciosa. ¿Qué tal?

-Mal.

-¿Y eso? ¿Qué te pasa?

-Que no me saco tu polla de la cabeza.

-Vente a mi casa. Ella y yo te esperamos.

Conduje a toda prisa, con el coño mojado y sensible. Toqué en su portero automático y subí a su piso. Me esperaba con la puerta entreabierta.

Cuando entré, el corazón casi se me sale por la boca. Se había sacado la polla y los huevos por la bragueta.

-Joder Pedro. Vaya pollón.

Alargué una mano y la agarré. Caliente, dura, suave. Me arrodillé ante aquel tótem de carne y lo miré con adoración. Le di besos, lametones. Intenté meterme en la boca más que las veces anteriores, pero me fue imposible, así que con mi boca, mi lengua y mis manos traté de darle el mayor placer posible a Pedro.

El gemía, mirándome y acariciando mi cara y cabello con su mano. Le gustó que le chupara, uno a uno, sus grandes huevos, sosteniendo su enorme polla sobre mi cara. Me dejó continuar la mamada unos minutos y me hizo levantar. Me dio uno de sus maravillosos besos, buscando mi lengua con la suya.

Me dio la vuelta y llevó sus manos a mis sensibles tetas. Las acarició a placer, besando mi cuello. Aquel hombre me estaba derritiendo entre sus brazos. Delante de mí había un espejo, encima de mueblito del recibidor. Allí. Vi mi cara de placer, sus manos acariciándome. Sus labios en mi cuello.

-Ummm, Pedro. Me tienes ardiendo de deseo.

-Y tú a mí, Luz. Te voy a follar.

-Ummmm, ¿Con tu pollota?

-Sí, con mi pollota.

Sus manos lentamente bajaron por mi cuerpo hasta llegar a mis pantalones. Eran vaqueros, ajustados. Los desabrochó. Se tuvo que arrodillar para poder tirar de ellos hacia abajo.

-Qué culito más lindo tienes, Luz.

-Olvídate de mi culito, Pedro.

-Jajaja. Bueno.

Me estremecí cuando empezó a darme besitos en las nalgas. Estremecimientos que se tornaron en gemidos cuando me bajó las bragas y me besó directamente la piel. Noté su lengua pasearse a lo largo de la hendidura.

Separó mis nalgas y su lengua se acercó a mi ano. Lo lamió.

-Aggg, te dije que te olvidaras de mi culito.

-¿No te gusta que te lo lama?

-Me encanta...pero olvídate de él.

Volvió a lamerlo, a chuparlo, arrancándome más gemidos, haciendo que mi coño chorreara más y más.

-Pedro...fóllame ya. Clávame tu polla hasta el fondo de mi coño...¡Ya!

-A sus órdenes.

Se levantó y me hizo apoyar en el mueble, echando mis caderas hacia atrás. Un escalofrío me sacudió cuando me empezó a dar golpecitos en las nalgas con su polla. Casi retumbaban por todo mi cuerpo. Metió la polla entre mis piernas y empezó a rozarme la raja. Casi me corro cuando apoyó la cabeza de su polla contra mi clítoris.

Cuando sí me corrí fue cuando la puso en la entrada de mi coño y empezó a empujar. Yo estaba empapada pero su polla rozaba cada poro de la piel de mi vagina, arrastrándola con ella. Me empecé a correr y no dejé de correrme hasta que su polla me llenó, haciendo tope con el fondo de mi coño.

-¿Era esto lo qué querías? ¿Tu coñito lleno de mi polla?

No le pude contestar. Aún tenía espasmos del intenso orgasmo que me atravesó de arriba a abajo. Me empezó a follar, a su manera, despacito, clavando y desclavando su polla, llevándola hasta el fondo de mi coño y sacándola hasta la mitad,

Otras veces, con otros amantes, cuando me lo hacían así, desde atrás, yo solía llevar mi mano hasta mi coño y me masturbaba mientras me follaban. Eso aumentaba el placer. Con Pedro no me toqué. El placer no podía ser más intenso. A pesar del ligero dolor que persistía, me corrí una y otra vez mientras Pedro no dejaba de follarme. De vez en cuando abría los ojos y me miraba a través del espejo. Y le miraba a él, que agarrado a mis caderas aumentaba poco a poco el ritmo.

-Luz, me encanta tu coñito. Me encanta follarte.

-Pues no pares...sigue follándome. Párteme en dos con tu polla.

Me folló más fuerte. Me corrí más fuerte. El dolor no aumentó. Mi coño se estaba acostumbrando a su polla. Por su cara, por sus gemidos, supe que estaba a punto de correrse. Me hubiese encantado volver a sentir como me llenaba de leche, pero ya me había tomado una pastilla y no quería llenar mi cuerpo de más drogas.

-Pedro... No te corras dentro de mí...Avísame cuando no puedas más.

-Agggg, Luz... ya no puedo más.

Rápidamente me levanté. Mi coño se quedó vacío de golpe. Me arrodillé delante de Pedro y en cuando me metí la punta de su polla en la boca se empezó a correr. Chorros abundantes, calientes y espesos... espaciados, que me permitieron tragar sin apresuramiento, con tranquilidad, gozando de ver su rostro marcado por el placer.

Me bebí toda su leche. Sabía que a él le gustaba y yo tenía que devolverle todo el placer que me daba. Me quedé arrodillada, dándole tiernos besitos y lamidas a su hermosa polla. A su hermosa y enorme polla, mientras Pedro me miraba y acariciaba.

Me levantó, me cogió en sus brazos y me llevó a su dormitorio. Allí me tumbó sobre su cama, se acostó entre mis piernas y me empezó a comer el coño. Dios, aquel hombre sabía usar su boca para besar y para lamer. Me estuvo comiendo no sé cuanto tiempo. Perdí la cuenta de los orgasmos que me regaló. Por primera vez le decía a un hombre que parara, que ya no podía más.

Me dejó sin fuerzas. Se acostó a mi lado y me abrazó, pegando su cuerpo al mío. Sentí en mi barriga la presencia de su polla, y hasta allí llevé mi mano. Se la agarré, como temiendo que se escapara. Era mía. Solo mía.

Un rato después se apoyó en un codo y me miró.

-Es sábado noche. Te invito a cenar y después a bailar. ¿Quieres?

-Claro que quiero. Pero tengo que ir a casa a arreglarme.

-Pero si estás preciosa así.

-¿Así? ¿Sólo con una camisa, sin pantalones ni bragas?

-Jajaja, así estás arrebatadora.

-Quedamos en una hora aquí.

-Vale.

Soy mujer, y como tal no podía ir a cenar y a bailar con un chico en vaqueros y camiseta. Fui corriendo a mi casa, me duché, me puse un lindo vestido, me maquillé y me perfumé. Volví a su casa y le esperé en la calle.

Cuando me vio sus ojos se abrieron como platos. Me encanta cuando un hombre me mira así.

-Wow, Luz. Estás... preciosa.

-Gracias. Tú tampoco estás nada mal.

-¿Vamos en mi coche?

-Sí.

Me llevó a un restaurante del centro. Me pasé la cena riendo. Pedro era un gran conversador y muy divertido. Después de la cena fuimos a un pub a oír buena música y tomar unas copas.

Aprovechamos la semi penumbra del local para besarnos. Disimuladamente le acaricié la polla por encima del pantalón. Me encantó sentir como se ponía dura.

-Pedro, tu polla me tiene loquita.

Salimos a bailar música lenta. Nos restregamos el uno al otro. Me excité mucho. Mi coño necesitaba volver a sentir su polla dentro.

-Llévame a tu casa. Necesito que me folles.

Cogidos de la mano salimos del pub y nos subimos a su coche. Pedro arrancó y yo le abrí el cinturón, le desabroché el botón y le bajé la cremallera. Le saqué la polla de debajo del calzoncillo.

-Ve despacito. No hay prisas. - le dije.

Me agaché y le empecé a chupar la polla, ayudándome de mi mano derecha. Pedro condujo despacio. Su mano derecha cambiaba de marcha y me acariciaba el cabello.

Por el ruido de la puerta y la inclinación del coche supe que estábamos entrando en su garaje. Levanté la cabeza y miré alrededor. Era un garaje grande. Pedro aparcó en un rincón.

-Echa el asiento lo más atrás que puedas - le dije.

Él lo hizo. Yo me quité las bragas y se las tiré a la cara.

-Mira lo mojadas que están. Me arde el coño.

Me subí sobre él. Tenía el espacio justo entre él y el volante Pedro mantuvo su polla vertical con una mano y yo la busqué con mi coño. Empecé a sentarme sobre él, a clavarme su polla

-Agggg, Dios...Qué polla. Qué polla....

-Ten cuidado. No te dejes caer. Nos haríamos daño.

-Tranquilo...

Fui bajando hasta que la polla chocó contra el fondo de mi vagina. Le miré y le besé. Era la primera vez que le besaba con su polla dentro de mí. Empecé a moverme y a gemir. Subí y bajé sobre él, haciendo que su polla entrara y saliera de mí, golpeando una y otra vez con el fondo de mi coño.

El placer era muy intenso. Pedro me agarraba de las caderas para impedir que me sentara más, que doblase su hermosura o que me desgarrara por dentro.

No separé su boca de la mía hasta que me corrí. Él me sujetó con fuerza mientras me corría. Después me levantó un poquito para sacarme la polla y me dejó sentarme del todo.

Pasamos largos minutos besándonos tiernamente. Sus caricias me hacían estremecer. Sus besos eran cálidos.

-¿Vamos a la cama? - me preguntó.

-Sí, vamos

En el ascensor, más besos. Por el pasillo de su casa, más besos y menos ropa. Llegamos a la habitación desnudos.

No recuerdo cuanto tiempo me estuvo follando esa noche. Ni cuantas veces me corrí. Tampoco recuerdo haberme dormido.

-x-

Me desperté el domingo por la mañana, abrazada a Pedro. Estaba dolorida, agotada. Me toqué el coño y lo tenía irritado.

Recordé mis incontables orgasmos. Recordé a Pedro encima de mí, follándome. Lo recordé detrás de mí, a mi lado. Recordé haberlo cabalgado mientras me acariciaba las tetas. Pero no recordé que él se hubiese corrido.

Miré hacia su polla. Descansaba flácida sobre su muslo. La empecé a acariciar. Y se empezó a poner dura entre mis dedos. Pedro se despertó.

-Buenos días, Luz.

-Buenos días, Pedro

Su polla ya había alcanzado su máximo esplendor y empecé a masturbarlo.

-Anoche casi me matas de placer. Tengo coño escocío. Pero no me diste lechita.

-Estaba vacío, Luz

-¿Y ahora cómo estás?

-Jeje, creo que recuperado.

-Eso espero. Porque no voy a dejar de chuparte la polla hasta que me des mi lechita.

Me tumbé boca abajo entre sus piernas abiertas y le hice la mejor mamada de mi vida. Paré varias veces cuando estaba a punto de correrse, hasta que no pudo más y me sujetó la cabeza.

El primer chorro casi me hace atragantar. Fue muy potente. Pero conseguí dominar el reflejo y tragar. Con el resto no tuve problemas. Todos y cada uno de ellos bajaron hasta mi barriga.

Jadeando, me miró y me dijo que había sido la mejor mamada de su vida. Me sentí orgullosa de mí misma

Pasé el domingo con en casa de Pedro. Comimos allí, cenamos allí y sobre todo, follamos allí.

Antes de irme a mi casa echamos un último polvo. Me folló con fuerza. Apenas sentí dolor. Solo placer. Infinito placer.

-x-

El lunes por la mañana no me podía sacar la polla de Pedro de la cabeza. Fui varias veces a su mesa, solo para verle.

¿Se puede una mujer enamorar de una polla? Parecía que sí.

Después del trabajo fui a su casa. Y el martes. Y el miércoles. Necesitaba sentir su polla llenando mi coño. Y sus besos, sus caricias.

El jueves me di cuenta de que no era de su polla de quien estaba enamorada. Estaba enamorada de Pedro. De todo él.

-x-

Ahora somos pareja oficial. Todos en la oficina saben que salimos juntos. Las chicas, sobre todo Ana, trataron al principio de sonsacarme. De que le confirmara lo de la boa.

Siempre se lo negué. Le dije que eran exageraciones de la gente. Que Pedro era un chico normal.

Su polla era mía. Solo mía. Ninguna pelandrusca de tres al cuarto me lo quitaría... jamás.